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XVI: Alguna descolorida noche

No tengo idea de qué ha ocurrido, estoy temblando, las luces de los autos que pasan o las farolas de la calle me confunden. ¿Dónde estoy?

—¡¿Qué fue todo eso, Robert?! —grita Johan y así empiezo a comprender lo que ocurre.

Estamos en la entrada del karaoke bar, a plena calle. Johan camina desesperado, de un lado a otro. Robert, ¿qué hiciste?

Darte un empujón, ahora contale la posta y ya.

¿Empujón? ¡¿Qué hiciste?!

Robert no dice nada, solo me insta a seguir, veo a baby quien no deja de llorar y se dirige a mí sumamente alterado:

—¿Cómo sabes esas cosas?  ¡Maldición!

Decile la posta, Rui. Ya yo le sembré la idea, es imposible que no te crea.

—¿Por qué es imposible?

Robert, debiste dejarme, él no está bien.

Ya estás en este punto, no hay vuelta atrás, así que seguí.

—¿De repente dejaste de ser argentino? —pregunta baby, temblando y así soy consciente de que hablé en voz alta. ¡Maldición no!, no quería asustarte.

Contale.

Se ve dudoso.

¡Entonces empezá a hablar de una puta vez! Eso, acercate despacio.

Bueno…

—¿Quieres saber más? Bien. —Johan retrocede, temblando. Maldita sea—. La mejor amiga de tu madre se llamaba Romina Zenere, eran como hermanas. ¿Miento?

—¿Cómo demonios sabes eso?

—Una hermosa argentina oriunda de Mendoza, con grandes y brillantes ojos negros. —Sigo acercándome y él no para de temblar.

—¡Basta! ¿Cómo sabes eso? —Pregunta entre lágrimas. Siento el corazón como un zumbido.

—Ella falleció luego del anuncio de…

—¿Cómo sabes eso?

Maldición, deja de interrumpir, baby. No tienes idea de lo difícil que es esto para mí.

—¿Quieres más? Bien.

Rescatate, Rui. No querés entrar en pánico, andá respirá.

Sí…

—Tuvo dos hijos, Ricardo el mayor, a quien de cariño llaman Ricky. ¿Cierto?

—¿Cómo sabes eso?

Dale, Rui, vos podés.

Tengo miedo.

—El menor, creció contigo. Fueron los mejores amigos… —Siento mi respiración precipitarse.

—¡¡Basta!! —grita desesperado.

—Yo te apoyo y tú a mí, siempre será así…

Eso, Rui empezá con tus cursilerías.

Cállate, estoy muy nervioso.

—¿Qué?

—Siempre estaremos juntos…

Veo a Johan hiperventilarse. Sus ojos reflejan demasiada sorpresa, luce pálido, está verdaderamente asustado. Lágrimas brotan sin piedad. Tomo aire e intento controlarme un poco para poder seguir, aunque no sé cuánto aguante, ahora solo quiero correr, esconderme lejos, pero Rob mantiene las manos aferradas a mis hombros en un intento de inyección de coraje.

—Mientras estés aquí.

¡Qué bonito! Le cantás con una mano en el corazón. Eso, seguí metiendo cursilerías.

Cállate, por favor.

—No importará, donde sea que estemos los dos…

—¡Para! —suplica. Continúa llorando, no deja de temblar, yo estoy igual—. ¿Quién eres?

—Mírame, Johan.

Sacude la cabeza en negación, acabo de acorralarlo contra el muro de ladrillos. Inhalo y exhalo, tratando de mantener la compostura, esto es demasiado difícil.

—Baby, ¿qué más debo hacer para que te des cuenta? —Suspiro—. El tatuaje en tu brazo… —Me observa asombrado—. Gritaste como hiena al sentir el pinchazo de la aguja y…

Una enorme centella rompe el cielo, anunciando la tormenta inminente, doy un respingo de la impresión, aunque cada estímulo que percibo alrededor, en este instante me altera más.

—Nadie regresa de la muerte… —Johan habla con voz temblorosa, entonces enrollo mi manga y muestro el tatuaje, nuestro tatuaje, nuestro símbolo.

El silencio reaparece. Sus ojos intentan evadir los míos, tomo su mentón y le elevo el rostro. Nuestras miradas se cruzan, veo en la suya muchísima incertidumbre y miedo.

Acerco mi rostro al suyo, intento juntar nuestras frentes, como antes, como hace mucho y lo siento tensarse.

—Baby, yo volví por ti.

Noto su piel erizarse, está de verdad asustado. No puedo seguir.

Pelotudo, vas bien, ya solo tenés que decirle quién sos.

No puedo, Robert. Siento que me ahogo.

Decile y ya, saca el montón de palabras cursis que siempre decías cuando pensabas en él.

—Porque mi lugar feliz, está junto a ti. Porque mi arcoíris después de la tormenta, eres tú. Nunca podría renunciar a ti, porque mi mundo se iluminó el día que te encontré.

¡Robert, ¿qué hiciste?!

Es culpa de vos, se me salió tu cursilería barata.

Maldición… 

—Es imposible —susurra, su voz se entrecorta—, Ru-ru…

Nuestros ojos no se apartan, no paramos de llorar y el temblor de su cuerpo se intensifica al escuchar una confesión que no puedo guardarme por más tiempo:

—Yo soy Rui…

Un larguísimo silencio aparece, rompiéndose únicamente por el sonido de los truenos y las pesadas gotas de lluvia que empiezan a tornarse en chorros. El pecho de Johan se infla y desinfla de una forma irregular, temo cualquier reacción.

Rescatate, Rui. Ya lo hiciste, te atreviste a contarle.

Eso no me hace sentir mejor.

—Johan, escúchame…

—¿Cómo te atreves? —pregunta bajo y sigo sin comprender— Te hablé de él y tú me haces esto…

«¿Qué?»

—Johan, no te miento, yo soy Rui…

Su puñetazo impacta con demasiada fuerza en mi cara, me hace caer al encharcado suelo.

—¡Eres cruel! —grita— ¡No vuelvas a acercarte a mí! —Aún más doloroso que el golpe son las últimas palabras que me dice, lo veo alejarse a toda velocidad en medio de la inclemente lluvia.

No me creyó. Cierro los ojos y termino de reposar la cabeza en el suelo, dejo que la lluvia me empape y enjuague el rastro de sangre producto del golpe.

Bueno, esta no la vi venir. Primero la roja nos da un golpe bajo y ahora tu pibe nos quiebra la cara. ¡Si que nos han cagado a piñas! Claro, pudiste ahorrarnos todo esto si hace un año le contabas la posta.

Eso no ayuda, Robert.


♡⁀➷♡⁀➷Johan♡⁀➷♡⁀➷♡

Mientras el falso argentino permanece en el suelo, absorbiendo toda el agua de la lluvia, el chico de mirada huidiza —traumado hasta los huesos— corre por la calle sin importarle la tormenta desmedida, su corazón late descontrolado y la idea de que ese fariseo sea realmente quien dice ser, se niega a abandonar su cabeza.

Dramaturgo, ¿te puedes callar? ¡Por supuesto que no es Rui! Rui se fue, murió y los muertos no vuelven de la tumba.

Sin embargo, dudas. Sus palabras no son como su acento, el tatuaje es el mismo tuyo… 

¡Basta, Dramaturgo! Ese chico está loco, es un maldito y cruel loco.

¿Y si de verdad es él?

Entonces no quiero volver a saber de Rui y su maldita traición.

Me duele el pecho, el frío de la lluvia ni siquiera lo siento, lo único que quiero es llegar a casa y encerrarme, sabía que sería mala idea salir.

Entro a una parada de autobuses a esperar y saco mi teléfono, ¿con qué motivo? No lo sé, quizás solo para lacerarme con el fondo de pantalla: un selfie que tomó Rex durante las vacaciones dónde salimos los tres y Ray sostiene mis mejillas, obligándome a sonreír «Ray, te extraño, te necesito ahora más que nunca».

Gotas van bañando la pantalla, pero estas no son por causa de la lluvia, o quizás sí, pero es la tormenta que llevo dentro de mí.

«Yo soy Rui»

Esas palabras vuelven a aparecer, giran una y otra vez en mi cabeza. ¿Cómo puede decir eso? Me abrazo a mí mismo, de repente comencé a sentir frío y sé que estoy empapado, pero el frío viene de adentro, directo desde esta terrible incertidumbre que se mezcla con el dolor de la separación.

Cierro los ojos, intento contener el llanto, trato de calmar todo el desastre que siento y vuelvo a abrirlos al percibir las luces de un vehículo, encandilándome. «No es un autobús», me digo a mí mismo, pero en definitiva es alguien que me busca.

Trato de cubrirme un poco el rostro para mitigar la luminosidad de los faros y siento mi interior acelerarse al ver la escultural silueta de un hombre alto y fornido «¡Ray!», pienso. Descarto esa idea, no puede ser él, Ray se fue, yo lo lastimé.

—Pequeño, ¿qué dices si te llevo?

Si ya estaba alterado con todo lo que ha ocurrido, esas palabras me asustan mucho más. Mi cuerpo no para de temblar y el trepidar se incrementa conforme Ronie se acerca.

—Vamos, bebé, llueve a cántaros.

La sonrisa con que me mira luce retorcida, hay algo en su gesto que me asusta más de lo debido o quizás sea por el cúmulo de emociones encontradas que se han hecho presente esta noche. Quisiera poder correr muy lejos, pero mis piernas decidieron echar raíces en la acera y solo puedo esperar lo peor.

Me toma del brazo con fuerza y siento todo el cuerpo tensarse, el dolor producto de su agarre arde, quema, hace que vuelva a llorar.

—No llores, mi pequeño, aquí estoy para cuidarte. Fisher se fue. —Escuchar su nombre siendo pronunciado por esa boca que solo ha sabido lastimarme, me produce más dolor—. Pero yo sigo aquí, siempre junto a ti. Ahora vamos, bebé.

Tira de mi brazo con fuerza, obligándome a andar hasta el auto. De repente el sonido de la estrepitosa lluvia se mezcla con el de un claxon bastante ridículo que podría reconocer en donde sea y por estúpido que parezca, en este momento me llena de tranquilidad. Se trata de Kay quien hace sonar su bocina de La cucaracha mientras aparca frente a nosotros.

Ronie me lanza una mirada asesina, asustándome mucho más, pero me suelta al ver a los chicos bajar de la camioneta.

—¡Baby! Te estábamos buscando —dice Leo con su voz ruda al darme alcance con el paraguas. Fija la vista en Ronie y cuando nota la placa dorada colgada de su cuello, se apresura a agregar—: ¿Algún problema, oficial?, ¿nuestro amigo el borrachín cometió una imprudencia? —Palmea con fuerza mi espalda, pero mantiene los ojos clavados en los de mi ex en una expresión casi igual de intimidante.

Leo es el grandulón del grupo, básicamente, es enorme como Ronie y puede llegar a lucir muy amenazante cuando se lo propone, pero en realidad es como un pan dulce; el chico es casi una versión gigante de blanca nieves. Eso no lo sabe Ronie, así que el efecto de su mirada funciona ya que mi ex sonríe y niega con la cabeza antes de contestar:

—Ninguna, acompañaba a tu amigo, estas calles lluviosas se vuelven muy desoladas y peligrosas.

—¡Qué considerado, oficial! —replica Leo con ironía mientras Kelly llega y me abraza—. Muchas gracias por siempre proteger y servir.

Ronie asiente con la cabeza y se dirige hasta su auto, siento cómo mi cuerpo se libera de un enorme peso al verlo arrancar. Kel continúa abrazándome con fuerza y le respondo de la misma manera.

—J.J., ¿quién era el gorila? —pregunta Mike mientras caminamos a la camioneta de Kay y solo niego con la cabeza. No tengo ánimos de contestar o explicar cada mierda que he vivido producto de mi relación con él.

Una vez estamos todos montados, tiro la cabeza hacia atrás en el respaldo y mantengo la vista en el techo de la camioneta, solo me pierdo en mis pensamientos y cada maldita mierda que ha ocurrido esta noche.

«Yo soy Rui», de nuevo esas palabras resuenan en mi mente y siento un doloroso golpe dentro de mí. «Fisher se fue, pero yo sigo aquí, siempre junto a ti», un escalofrío me recorre y una lágrima contenida se libera.

Kel reposa su cabeza en mi hombro y la mía se mueve por inercia hasta apoyarse en la suya, entrelazamos nuestras manos y permanecemos en silencio el resto del camino, regalándonos compañía y fuerza, supongo. Ella también ha estado algo decaída, aunque no me ha contado la razón.

Kel es una chica muy fuerte, divertida, extrovertida y siempre busca levantarme el ánimo. Sin embargo, tiende a ser reservada cuando el tema es ella y sus emociones. Cuando su padre se largó, ella se volvió así de hermética, puede estar sonriendo muy feliz y ser el centro de atención mientras por dentro se quiebra a pedazos. Por eso quisiera escuchar qué le ocurre, pero solo puedo esperar a que ella decida contarme.

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Llegamos a casa y bajo de la camioneta, entre risas, ya que al trío de idiotas les dio por cantar como dementes —a mitad del camino— una selección de Backstreet boys y N*Sync, terminaron con Bye, Bye, Bye justo ahora que acabo de bajar, pero lo más gracioso fue La cucaracha del claxon que, una vez más, Kay hizo sonar luego del último “bye” de la canción.

—Al menos puedo distraerme un poco con estos idiotas —me digo en bajo, sonriendo mientras entro al jardín de la casa.

Mi risa se disipa al notar en la entrada del garaje una motocicleta negra con un casco a tono donde se lee “King of Pop”.

—¡Maldita sea, está aquí!

Por un momento pienso en volver a largarme, pero luego de un rato, dando vueltas como perro antes de echarse, decido tomar el plan B y subo por el árbol torcido hasta mi alcoba, espero así evadir a la persona que probablemente aguarda mi llegada en la sala.

La soledad de mi recámara ha sido profanada por la presencia de un chico con su cabello negro, húmedo y alborotado, viste una camiseta blanca sin mangas —de mi propiedad— que deja a la vista el tatuaje en su tríceps izquierdo, mientras sostiene una bolsa de vegetales congelados sobre su rostro. Reposa sentado en mi cama, mira fijamente hacia la puerta del balcón.

Al verme entrar, posa sus ojos en mí y vuelvo a sentirme nervioso, veo en ellos todo un cúmulo de emociones y sentimientos revueltos. Sin embargo, no me interesa lo que tenga por decirme.

Doy media vuelta listo para largarme, pero vuelvo a girar, decidido a encararlo. No tengo por qué irme, esta es mi casa, esta es mi alcoba, es él quien invade mi espacio.

—Lárgate —espeto con clara molestia y él suspira en alto, cierra los ojos, pesaroso—. ¡Lárgate, ahora!

—Quiero hablar contigo, baby.

—No me llames así y lárgate, ahora. —Se levanta de la cama y da algunos pasos en mi dirección.

—Johan, necesito que me escuches.

Paso de largo y voy hasta la puerta de la recámara, salgo al corredor y encuentro a mi madre subiendo la escalera, me contempla sería y noto en su mano un nuevo paquete de congelados que asumo trae para él.

—Mamá, ¿qué hace ese chico en mi alcoba?

—Cariño, escúchalo.

—¡No quiero hablar con él!

—Cariño, es importante; por favor, escúchalo. —Niego con la cabeza, enojado—. Ustedes siempre han sido unidos.

Y es en ese momento que todo cobra sentido. No imaginé esa complicidad entre ambos que noté en el aeropuerto. ¡Ella sabía que era él! Esa es la razón para que ese chico esté en mi recámara tan tranquilo. Lo sabía, ¿desde cuándo? No tengo idea, pero es increíble que me haya ocultado esto.

Entonces aceptas que es Rui.

¡Tú, no me jodas ahora, por favor!

—¿Lo sabías? —pregunto en tono bajo, nervioso. Mi cuerpo tiembla y así mismo va mi voz.

—Johan…

—¿Sí o no? —inquiero y ella cierra los ojos con pesar, luego asiente con la cabeza. Empuño las manos con mucha rabia, no lo puedo creer—. ¡Sabías esta mierda y de nuevo, no me lo dijiste!

—Johan, debes escuchar…

—¡No quiero! —grito furioso— Me ocultaste hace años la muerte de Rui… ¿y ahora esto?

—¡Johan!

—¡No quiero oírte! Ya no... Habría deseado escucharte antes, hace casi dos meses, cuando despedimos a Rex. —Me limpio los ojos con el puño, mamá niega desesperada. Mi respiración va errática conforme la ira crece—. ¡Mucho menos quiero escuchar ahora a ese supuesto Rui! De hecho, no quiero estar aquí.

Paso junto a ella y bajo corriendo, solo quiero desaparecer. Por eso me sentía raro con él, por eso algo me hacía buscarlo, por eso arruiné las cosas con Ray. El dolor en mi pecho crece mucho más y las lágrimas me bañan todo el rostro.

—¡Johan, espera! —Grita mi madre, alterada, llamándome.

No me detengo ni siquiera cuando he llegado a la puerta principal.

—¡Johaaaan!

Termino de salir de la casa y vuelvo a adentrarme en la tormenta, la voz de mi madre es apenas un murmullo que va apagándose en la distancia y no podría importarme menos. ¿Cómo pudo ocultarme esto? Sabe cuánto he sufrido por él.

¿Cómo pudo traicionarme él? Me dejó cuando más lo necesitaba, he pasado años llorando su muerte en el peor momento de mi vida y ahora aparece, fingiendo ser alguien más.

No sé a dónde ir, tampoco qué voy a hacer, pero lo único seguro es que aquí no quiero regresar.

Entonces, alguna descolorida noche, la figura solitaria va desapareciendo en medio de una estrepitosa y oscura tormenta. El sonido de sus veloces pisadas se mezcla con el de la lluvia al estrellarse en el pavimento y el latir de su corazón se volatiza en cada paso dado rumbo a lo desconocido.






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Quién ganó la apuesta anterior?😂

Ahora qué creen que haga este chiquillo alterado e impulsivo? Vuelvan a hacer sus apuestas y nos vemos lueguito😘

Quién extrañó al chico oso?😜

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