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XLV: Mi lugar sobre el Arcoíris

♡⁀➷♡⁀➷Ray♡⁀➷♡⁀➷

¡Dios! Al fin estamos en casa, quince horas de vuelo son demasiado extenuantes. Decidimos venir a mi departamento porque es más cerca del aeropuerto, ya habrá tiempo para irnos a mi pequeña Grecia luego; hemos dejado el equipaje amontonado en la sala, ahora solo quiero dormir; sin embargo, el pequeño pervertido parece tener otros planes ya que en cuanto entramos a la habitación decide jalarme al baño, no me la creo.

—Niño… —intento decir algo entre beso y beso, pero este mocoso no me deja, prácticamente pone a llenar el jacuzzi usando solo sus piernas—. Johan, vamos a descansar, ¿sí? —mi suplica es ignorada cuando este mocoso infernal termina de soltarme la camisa y pantalón.

—Luego, Hércules, primero quiero relajarme, contigo. —Otro beso.

Se separa de mí, lo veo quitarse la camiseta y lanzarla a un lado, exhibe su hermoso y atlético cuerpo que disfruto demasiado contemplar, sumado a esa pervertida mirada que, admitámoslo, hace saltar al buen amigo dentro de mi bóxer y él, luce victorioso.

—¿Lo ves? Te gusta mi plan, no te hagas.

Sonrío y camino despacio para alcanzarlo; al estar a escasos pasos de él, tomo la pretina y lo jalo hacia mí. Sus manos acarician mi pecho, hombros, brazos, abdomen; en realidad viajan a placer, las mías se centran en liberar su pantalón mientras nuestros labios permanecen sellados.

Adoro tu sabor, niño endemoniado y sí, tienes razón, este es mejor plan que el mío de dormir.

El vapor de la tina al llenarse, calienta todo el baño y el sonido del agua compite con el de nuestros gemidos mientras junto nuestros miembros para acariciarnos a la par.

Entramos al jacuzzi sin despegar nuestros labios. Adoro esto, me gusta compartir cada momento junto a él.

Johan me obliga a sentar y él lo hace a horcajadas encima de mí, siento el corazón a punto de salirse de mi pecho y dada la cercanía, el suyo puedo percibirlo igual. La dureza de su miembro se restriega en mi abdomen, el mío lo hace contra su hermoso trasero.

—Te amo, niño —susurro en sus labios y vuelve a besarme antes de devolverme mis palabras.

—Esto me encanta, Hércules. —Otro beso—. Me gusta el baño contigo.

—También me gusta esto, mocoso, quisiera tenerte siempre junto a mí.

Johan sonríe. Eleva un poco sus caderas y empieza a acomodarse sobre mí, posiciona mi miembro entre sus nalgas, mis ojos se abren de la impresión, lo último que deseo es que se haga daño, pero este mocoso me calla y vuelve a sonreír antes de plantar otro tierno beso en mis labios.

Aunque el calor del agua ayuda a relajar los músculos de la zona, igual cuesta un poco la penetración; Johan respira hondo, varias veces conforme hace presión hasta estar completamente fusionados. Por un momento seguimos quietos en esa misma posición, entre besos, caricias y tiernas palabras susurradas al oído, pero cuando le propongo no seguir adelante con el sexo se niega rotundamente. Pequeño pervertido este.

Poco a poco, el movimiento de sus caderas empieza, primero despacio, luego la velocidad incrementa hasta tornarse un vaivén descontrolado. ¡Dios! Siento corriente por doquier.

—Niño —jadeo—, Dios, Johan, me vuelves loco… —Devora mi boca con hambre mientras el batir de sus caderas me acerca a la luna.

—Te amo, Ray —susurra sin parar ante cada embate que realiza su cuerpo.

Siento el cosquilleo en mi vientre anunciar el clímax y la manera en que sus músculos empiezan a contraerse me dice que él también está a punto, así que la sincronía de nuestras pelvis nos envía en un viaje sin retorno al infinito y más allá.

Reposo mi espalda, —exhausto— en la pared del jacuzzi sin despegarnos, él deja caer todo su cuerpo en mi pecho, entierra el rostro entre mi cuello y hombro izquierdo. Ambos respiramos de manera errática y reímos como tontos mientras recuperamos la compostura.

Cuando al fin hemos terminado de bañarnos, vamos a la cama a dormir sin siquiera molestarnos en vestirnos, la última imagen que veo antes de ser absorbido por los sueños es el rostro sereno de este infernal chico reposar sobre mi hombro. Amo esa imagen, quiero disfrutarla a diario.

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Despierto por el aroma a deliciosa comida que se cuela a la habitación desde la cocina, lo que provoca un sonido que parece una motosierra en mi barriga «¡Dios, qué hambre tengo!». Me yergo de la cama y salgo a paso veloz atraído por el increíble olor, bajo las escaleras, veloz. Cuando ese mocoso está aquí, las mañanas vienen cargadas de comidas deliciosas, qué buena dieta aprendió de Alessio «que en paz descanse».

Contemplo al mocoso un rato, la manera en que baila animado al cocinar y pienso en lo maravilloso que sería disfrutar esta escena cada mañana. Sonrío como tonto, entonces alza la mirada en mi dirección y me deja ver el mismo gesto en su rostro, amo eso, amo verlo así, alegre. Dista mucho de aquella imagen dolorosa y depresiva del chico ojeroso y bebedor en el bar.

—¿Vienes a comer o seguirás mirándome? —inquiere con esa maldita y encantadora ironía que me flipa desde que lo conocí— Me llamas a mí pervertido, pero siempre estás mirando y mirando, pareces un acosador —agrega cuando he tomado asiento en la barra y no puedo evitar reír. Sirve la comida y luego se sienta a mi lado.

—¡Dios, niño, esto está delicioso! —repito entre bocados.

—Sí, Ray, ya me lo has dicho muchas veces, solo come —contesta sarcástico haciendo un gesto con su mano y vuelvo a reír—. Ya te he dicho que es necesaria una comida completa para reponer energías y tú y yo sí que hemos tenido un desgaste físico esta última semana.

Aunque me hace reír, siento mi pecho golpear con fuerza, es que, los días se pasaron volando.

—Ray —me llama y pongo la atención en él, lo veo limpiarse la boca con la servilleta antes de continuar—: ¿Ya vas a devolverme mi teléfono? —vuelvo a reír— Es en serio, Ray, ni siquiera he hablado con mi madre.

—Tranquilo, niño, sabe que sigues con vida. —Me observa confundido y de nuevo río—. Le he enviado vídeos tuyos durante todas las vacaciones, ha visto los directos de Rex, incluso hice alguna videollamada con ella mientras dormías, varias veces. —Me observa pasmado, niega con la cabeza.

Lo veo levantarse con su plato e ir al fregadero mientras me llama secuestrador, raptor, criminal y toda clase de idioteces que se le ocurre decirme, sigo riendo. ¡Dios! Amo estas tonterías, no me cansaría de esto jamás.

Termino de comer, aún muerto de risa porque Johan no deja de gritar desde el dormitorio que ha sido presa de un secuestro, así que mientras arreglo las cosas en la cocina, escucho sus locuras, contesto de vez en cuando para darle más cuerda al asunto.

—¡Eres peor que la bestia! —grita muy fuerte y golpeo el fregadero reiteradas veces, aunque lo intento, no puedo dejar de reír; ya me duele la barriga.

—Niño, ¡¿entonces, dices que tú eres una versión pervertida de la bella?! —le devuelvo el grito y lo escucho carcajearse.

—¡Bastardo, infeliz! —vocifera entre risas— ¡Todo es tu…! ¡ah, mieeerdaaa!

Un estruendoso sonido se oye desde arriba e interrumpe las palabras de Johan, no sé qué rayos ocurrió, pero todo rastro de bromas y risas ha desaparecido de golpe.

Suelto todo en el fregadero y corro, preocupado, lo llamo varias veces en el camino, pero no contesta en ningún momento.

—Niño, ¿estás bien? —pregunto exaltado cuando he llegado a la recámara.

Voy a ayudarle, todo ese montón de cosas viejas del armario cayeron sobre él «espero que no te hayas lastimado», pienso mientras le quito tonterías de encima.

Sonrío y me tranquilizo al escuchar su risa. Me siento idiota por pensar que algo como esto podría herirlo de gravedad, supongo que cuando se trata de él todo es importante.

—Quieto, hércules, estoy como Cory. —Lo observo extrañado y él sigue muerto de risa—. Perfecto, Ray, ¿qué no me ves?

Vuelvo a reír. Tomo su brazo y empiezo a incorporarme para ayudarlo, entonces algo en todo este caos llama su atención, así que me suelta y vuelve a agacharse para levantarlo del suelo.

—¿Un libro? —pregunto confundido.

Johan mantiene sus ojos en el viejo libro en todo momento. Veo la portada y noto que se trata de David Copperfield «¡Claro! Es su favorito», me digo a mí mismo.

—¿Sabes? Aunque ha estado conmigo por años, apenas lo leí hace poco más de…

—Ray, ¿de dónde sacaste esto? —Me impide seguir, luce sorprendido, eleva la mirada hacia mí y me muestra el libro, asumo lo pregunta por el pésimo estado del objeto. Sonrío.

—¿La verdad? Hace varios años lo encontré en la playa.

—¿En serio? —pregunta en el mismo tono y asiento en silencio—. ¿Y solo decidiste tomarlo? ¿Sueles recoger basura de la playa o qué? —inquiere con ironía, aunque habla un poco acelerado, como cuando está nervioso, pero no comprendo por qué lo estaría ahora.

—No lo sé, solo apareció un día contaminando mi toma y pues…

—Decidiste quedártelo —habla bajo y no entiendo su tono, pero vuelvo a afirmar sonriente; estoy a punto de preguntarle el por qué de su actitud, cuando luego de un suspiro vuelve a hablar—: Este libro es mío, Ray. —Mis ojos se abren de la impresión y ahora él sonríe.

—Niño, no digas idioteces.

Niega con la cabeza, sonriente y se apresura a continuar:

—Aun no lo abro, pero dime, ¿cierto o falso que en la última página hay citas escritas.

«No me la creo», es lo primero que pienso al escucharlo y lo observo pasmado.

“La vida está llena de pequeñas alegrías, el arte consiste en saber distinguirlas”. Es esa la primera frase. ¿Cierto?

Me llevo una mano a la boca, sorprendido. No puedo creer que durante años he guardado ese viejo y arruinado libro y que ahora tenga al dueño delante de mí, no, más bien…

—No puedo creer que tú seas el dueño.

Johan ríe bajo sin apartar la mirada de mí, aunque ahora se abraza a ese libro como si su vida dependiera de ello.

—Johan, me dijiste que es tu libro favorito, pero no puedo creer que justo esa copia deslavada. —Asiente entre risas.

—Jennifer me lo regaló antes de irse, solíamos leerlo juntos cuando era un niño. —Suspira y lo abraza con más fuerza—. Cuando ella se fue, me enojé con esta maldita cosa, pero nunca podía deshacerme de él.

—Sin embargo, lo abandonaste en la playa.

Niega desesperado, incluso un par de lágrimas se le escapan, así que acerco mi mano a su rostro para limpiarle y sonríe, balbucea un “gracias, Hércules” apenas entendible y vuelve a reír.

—La última vez que vi el libro me sentía miserable, Ray.

Siento una sacudida en el pecho por sus palabras, pero no me atrevo a interrumpirlo.

—Aún me costaba usar mis manos después de…

Guarda silencio, inhala aire profundamente y luego lo suelta, despacio mientras soba una de sus muñecas, sigue abrazado al libro en todo momento. Siento mi corazón precipitarse, pero no entiendo la razón, quizás sea por verlo en este estado.

—Lo había echado a la basura, molesto… —Suspira algo cabizbajo una vez más—. Entonces, la última página se abrió y mis ojos se inundaron, Ray, lloré al ver esas citas, esos mensajes que Jen escribió para mí y que, hasta ese momento yo ignoré.

—Entonces, ¿me dices que le debo a tu hermana mi filosofía de vida? —hablo con ironía y él sonríe confundido—. Niño, la primera frase se convirtió, desde que la leí, en mi mantra.

—Aunque aún me costaba mover las manos, volví a sacarlo y empecé a leerlo por mi cuenta, muy diferente a que alguien más te lo lea en tu infancia.

—Más que obvio.

—Recordaba muchas de las cosas tristes que David enfrentó en su vida, pero no la valerosa manera en que salió adelante.

Lo veo suspirar —de nuevo— y sonrío al comprender. En realidad, me decidí a leer el libro luego de saber que es su favorito. Me impresionó cuando reconoció como parte de la obra esa frase que le dije y que yo solo había leído en esa hoja final de esta vieja copia.

—Sabes, David incluso fue capaz de encarar a su violento padrastro que tanto daño le hizo en la infancia —agrega y me saca de mis pensamientos, vuelvo a centrar la atención en él.

—Niño, entiendo todo lo que dices, pero tú también le has hecho frente a tus monstruos.

Veo a Johan negar con la cabeza.

—Ray, este libro no es importante para mí solo por su contenido. —Cierra los ojos y de nuevo lágrimas le marcan la mejillas, vuelvo a limpiarlas con mis dedos y él sonríe.

Lo ayudo a salir del caos, nos conduzco hasta la cama para sentarnos a platicar. Sigo sorprendido de que precisamente él sea dueño de esa cosa antigua. El destino obra de formas misteriosas, creí que nuestro primer encuentro fue aquella vez en el Wild Forest y parece que ya nos cruzábamos desde antes, esto es increíble.

—Me maldije cuando lo perdí, Ray, para ese momento ya había perdido demasiado y el libro fue… Uuf, enloquecí, fue el punto de quiebre.

—Entonces mi destino era devolvértelo, junto a los tornillos que perdiste —le digo en tono burlón y él impacta su puño fuerte contra mi hombro—. ¡Auch! Niño, debes dejar de hacer eso, tienes un grave problema de violencia.

—Eres un idiota —replica entre risas y niego con la cabeza.

—Corrección, tú me haces idiota, soy tu idiota personal.

Compartimos una sonrisa y luego junto nuestros labios en un dulce beso, uno que hace todo un revuelo en mi pecho.

—Destino —susurra en mis labios, eso me hace reír—. ¿En serio piensas que creeré en un hilo invisible que nos conecta?

Me encojo de hombros en respuesta.

La verdad creo que forjamos nuestro propio destino, pero no por eso es menos increíble que justo ese viejo libro que he guardado por años pertenezca al chico lindo del club que conocí por casualidad y de quién me enamoré perdidamente dos años después; entonces, al verlo aquí y sentirlo junto a mí, una vez más me encuentro dándole vueltas al mismo tema que se ha apoderado de mi cabeza toda la semana, o mejor dicho, durante las vacaciones enteras y así vuelvo a escuchar cada regaño de Rex, me siento nervioso:

«¡Woo! ¿Por qué no le has dicho?», «¡Dios! ¿Qué estás esperando?», «Pa, mejor que no lo olvides»

Así que dejo de pensar, decido abandonar los rodeos y simplemente hacerlo, no hay vuelta atrás.

—Ray, yo no creo en el matrimonio —expresa alterado, muy nervioso.

Sus ojos están demasiado abiertos y permanecen fijos en el anillo de acero con cristales de colores que simulan un diminuto arcoíris, ese que reposa en mi mano y la verdad no fui consciente del momento en que lo saqué. ¡Dios! Ahora sí estoy nervioso y aún más por su reacción, creo que no estaba preparado para eso.

Johan intenta ponerse de pie, supongo que para huir de esto, pero tomo su mano para retenerlo y, aunque intenta zafarse, no se lo permito.

—Ray, ya te dije que yo…

—Niño —lo interrumpo; su pulso tiembla, ¡Dios! Yo estoy igual o hasta peor—. No-no lo-lo to-tomes como una pro-propuesta.

—¿En serio, Hércules? Entonces, ¿qué interpretación debo darle al anillo de compromiso que me muestras? —pregunta nervioso— Ray, yo te amo, pero ¿matrimonio? Yo-yo creo que es muy pronto, además tengo la universidad, las olimpiadas ¡hey! Yo… —Lo callo con un beso.

Siento cómo todo su cuerpo se relaja con ese solo gesto y la verdad, a mí también me viene bien en este momento.

—Niño, escúchame —susurro en sus labios y compartimos otro beso veloz—, yo tampoco creo en el matrimonio, Johan, ya estuve casado antes y no funcionó, no quiero pasar algo así de mal nuevamente.

Me observa confundido y suspira despacio antes de hablar bajo:

—¿Entonces?

—Escúchame, siento algo demasiado fuerte por ti, niño. —Está a punto de decir algo, así que sello su boca con mi mano. Me lanza una mirada de odio y sonrío—. Sonará cliché, trillado o cómo quieras llamarle, pero te amo como no he amado a nadie antes. ¡Auch!

¡Maldito mocoso, mordió mi mano! Y lo peor es que se carcajea por mi reacción.

—¿En serio? ¿Y qué hay de Clarissa?

Le planto un manotón a su cabeza en venganza antes de responder y se queja entre risas:

—Ella siempre será la mujer de mi vida, eso jamás va a cambiar, Johan.

Baja la mirada por un segundo, sé que le ha sentido mis palabras, así que tomo su mentón para que nuestros ojos se encuentren y sonrío.

—El día que abandoné París, ella sugirió algo que consideré completamente descabellado. —Niego con la cabeza, muerto de risa al recordar aquel día—. Es que me pareció demasiado ilógico, pensar en enamorarme de un hombre y mira nada más lo idiota que tú me tienes ahora.

Johan parece una manzana roja en este momento y conociéndolo, sé que su único deseo es correr a esconderse, así que debo actuar rápido antes de que este chico decida hacer de Correcaminos.

—No lo tomes como una propuesta, sino como una invitación.

Su respiración está cada vez más acelerada, yo estoy igual.

—Me gusta estar contigo, tenerte todo el tiempo a mi lado, que tu rostro sereno sobre mi pecho sea la última imagen que mis ojos registren del día.

¡Dios! Siento el corazón a punto de explotar.

—Ray…

—Quiero despertar cada mañana por el increíble aroma de tus desayunos reponedores.

Reímos juntos. Amo su risa.

—¿En serio? —pregunta dubitativo y afirmo con la cabeza en silencio—. ¿También te gusta la malteada proteica? —inquiere con ironía y contesto entre risas:

—Esa porquería jamás me gustará, pero si debo tomar esa cosa el resto de mi vida junto a ti, lo haría; asqueado, sí, pero feliz de tenerte conmigo.

Johan no deja de temblar, yo estoy casi igual, me siento demasiado nervioso. Reposo mi frente sobre la suya y acuno sus mejillas entre mis manos, él replica el gesto en mi rostro y así continuamos por largo rato, sintiéndonos, pero sin vernos realmente.

—Niño, no quiero tener que pedir permiso o dar mil explicaciones cada vez que desee tenerte aquí. —Siento sus labios temblar, intenta decir algo, pero solo le sale un balbuceo inentendible—. No quiero tener que colarme por tu balcón cuando despierte en mitad de la noche, anhelando verte dormir.

Lágrimas mojan mis manos y de nuevo uso mis dedos para limpiarlas. Beso su frente y entrelazo nuestros dedos al separarme; ambos respiramos agitados, los nervios nos hacen temblar. Mi mirada se cruza con la suya que luce demasiado emocional y brillante. ¡Dios! Amo esos ojos hermosos.

—Ray yo… —Respira hondo varias veces, trata de calmarse un poco—. Yo-yo no esperaba esto, menos ahora que estoy por irme. —Sonrío, él también lo hace—. Yo quiero todo lo que dices, pero Ray, tengo la universidad y el equipo, no quiero dejar eso.

—Niño, jamás te pediría eso, Johan, estoy muy orgulloso de ti por todo lo que has logrado. —Compartimos una sonrisa y vuelvo a limpiar sus lágrimas con mi mano antes de decir algo más—: Lo que digo es que quiero ser egoísta al menos una vez en la vida y no compartirte con nadie más, tenerte junto a mí día y noche. —Suspiro.

—¿Quieres secuestrarme, Flyn Ryder? —pregunta irónico haciéndome reír.

—Quiero que este sitio sea tu nueva torre, Rapunzel. —Traga hondo al escucharme y yo sonrío.

El silencio vuelve a sembrarse en la habitación, sus ojos y los míos no se apartan, entonces, luego de un rato lo veo suspirar con fuerza y bajar la mirada por un segundo antes de responder:

—Entonces, ¿dices que me compraste un anillo para pedirme que me mudé contigo?

¡Maldito mocoso irónico!

—Hércules, eso no tiene sentido.

—Niño, ya te dije que puedes darle el significado que tú desees.

Niega con la cabeza, impidiéndome seguir, mantiene en todo momento una silenciosa sonrisa.

—No, no haré tal cosa —afirma y ladeo la cabeza, confundido—. Quiero saber qué significado tú le das.

—Niño, ya te dije que…

—No —me interrumpe de nuevo—, deja de darme por mi lado, Ray siempre me complaces. Sé lo que dije, pero algo me dice que de nuevo arruiné el momento sin siquiera oírte, así que quiero escuchar lo que tú quieres en realidad.

—Niño, tú no crees en el matrimonio y eso está bien porque yo…

—No me digas lo que yo pienso, quiero escuchar lo que tú piensas y es obvio que no me compraste esa cosa para pedir que me mude contigo.

—Niño, ¿po-por qué ti-tienes que hacer to-todo tan difícil?

Mi nerviosa pregunta le provoca una estruendosa carcajada, maldito mocoso burlón.

—Es mi especialidad fastidiarte, Hércules.

«Ya qué más da, Ray, sigue adelante», me digo a mí mismo.

Continúo perdido en su emocional mirada, esas enormes gemas de jade que atraviesan mi alma, la sonrisa en sus labios es exquisita y no quiero en la vida volver a perderme el más mínimo gesto de su rostro.

Entonces, aprieto sus manos y luego de una profunda bocanada de aire me atrevo a expresarle todo aquello albergado en mi corazón, el sentimiento inefable que su sola imagen me provoca y lo más importante: el significado de ese anillo. Que no es otra cosa más que mi deseo y promesa de una vida juntos.

—Hace mucho dejé de creer en el matrimonio, niño.

Siento el corazón en la garganta, martilla con demasiada fuerza dentro de mí.

—Pero no me importaría volver a casarme si eres tú quien está a mi lado.

Lágrimas marcan su rostro ante cada palabra, su llorosa sonrisa descontrola mis sentidos, mi corazón está punto escaparse.

Hace tiempo te dije que este podría ser nuestro lugar sobre el arcoíris donde juntos desaparecer, pero luego de muchas vivencias a tu lado y de que ambos conociéramos la peor versión del otro y, aún así, hayamos podido superarlo juntos; estoy plenamente seguro de que ese utópico lugar no es algo tangible, podríamos estar aquí o en donde sea porque la realidad es que tu corazón y el mío latiendo al mismo compás será siempre Mi lugar sobre el Arcoíris.


Fin.

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Bueno mis dulces corazones multicolor, así acaba este carrusel emocional; lo más difícil para mí de todo este largo camino, que empezó a escribirse por allá por 2019 (aunque estos chicos me han vuelto loca durante demasiados años), ha sido sin lugar a dudas la última línea, esas simples tres letras se rehusaban a ser marcadas.

Espero disfrutaran todo esto y que el final haya sido completamente de su agrado. Los amo inmenso, gracias por todo su apoyo en esta historia que también se ha vuelto importante para muchos de ustedes.
💛💚💙💜💖

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Amé el final💖:

No me gustó 😠:

Algo faltó🤔:

Quiero mi puto +21 de Cory😡:

Amo demasiado el libro, ¿Por qué debe acabar?😢:

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Solo resta el epílogo, así que nos leemos prontito💖

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