XIV: ¿Encontrado?
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Estoy pasmado.
Vinimos a Lecce, Italia, en esta cruzada por Cacius quien luego de destrozar al minion en la pista —porque en serio, es un corredor increíble, jamás lo habría imaginado—, le dio una lección que me dejó sin palabras. Nunca antes había escuchado hablar a ese tipo de la manera en que lo hizo, pero no hay duda que se descargó con Cory y hasta mal me siento ahora por él.
El minion no ha parado de temblar y vomitar, esto es triste, pero también asqueroso. No sé cuánto tiempo hemos pasado en este mismo punto a un lado del camino.
—¿Cómo no me di cuenta antes? —pregunta Cory cabizbajo en medio de gimoteos. Solo puedo mirarlo en silencio, no sé qué decirle— Fisher, Cacius siempre hacía todo por mí, se preocupaba por mí, es el único que siempre estuvo a mi lado… —Se quita los guantes y los lanza con rabia a un costado.
—Cory, ya deja de recriminarte… —Me atrevo a decirle.
—¡¿Y cómo hago eso, Fisher?! —inquiere con reproche—. Fisher… Cacius me odia. —Vuelve a quebrarse, llora con desespero.
Golpea con mucha rabia e impotencia el capot del vehículo, patea las llantas y sigue pegándole al auto, como si el pobre Bugatti fuese el culpable de sus males. Por largo rato solo me quedo inmóvil, lo observo descargarse hasta que al fin cae de rodillas junto al auto, en ese momento es que voy con él y me acuclillo a su lado.
—Cory, Cacius no te odia. —Fija sus ojos en mí, la boca le tiembla—. Está molesto por tu actitud, pero no te odia, más bien todo lo contrario.
—Pero Fisher…
—Te lo dijo claramente, Cory. Te quiere y te admira, pero si lo quieres recuperar, debes renunciar a ese orgullo y demostrarle lo que sientes de verdad.
Lo veo acomodarse. Toma asiento en la carretera, apoya su espalda contra la llanta delantera. Luce pensativo y no para de gimotear, suspiro sonoramente para llamar su atención antes de continuar:
—En Francia me dijiste que son como hermanos, hermanastros, primos o algo por el estilo; pero creo que es algo más lo que sientes, Cory y me atrevería a decir que él también.
—No lo sé, Fisher —habla en un susurro, abrazado a sus rodillas—. Siento taquicardia, las manos me sudan… —Ríe bajo—. Quizás tienes razón. —Se limpia los ojos rápidamente con una mano y fija la mirada en mí—. Cacius me importa y mucho.
—Demuéstraselo.
—¿Cómo? Fisher, ¡¿cómo hago eso sin acabar saboteándome en el proceso?!
—Cory, algo se te ocurrirá. —Me observa con mala cara—. Es la verdad, llegamos hasta aquí porque soñaste y recordaste cosas, así que solo debes levantarte y volver a intentarlo. —Me paro del suelo ante su atenta mirada y le tiendo mi mano para ayudarlo e invitarlo a erguirse. Luego de un momento sonríe y la toma, se pone de pie y subimos al vehículo para continuar en esta odisea.
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Grecia, mi país favorito, el lugar que ha sido más amable en el mundo conmigo y mi arte. Amo cada rincón de este sitio y aunque suene trillado, desearía estar aquí con alguien más. Suspiro.
Sería fantástico estar en este lugar de excursión con mi pequeño pervertido, escalar, hacer fotografías juntos —ese niño infernal es un artista maravilloso—. Sin embargo, llegamos aquí luego de otra remembranza de Cory, esta vez fue algo triste porque tal parece que, en este sitio, reposan sus mascotas bajo un gran árbol en casa de Cacius.
Estamos en un sitio llamado Villa Termopolis, frente a lo que parece una bonita casa —no puedo asegurar porque apenas estamos frente al portón—, Cory dice que este lugar pertenece a Cacius y hasta envidia siento porque él sí tiene su propio espacio en la Grecia real, en fin, ni al caso viene. La cosa es que estoy armado con guitarra eléctrica y jamStack para acompañar a Cory en este disparate.
O quizás podría llamarlo desastre porque, en serio, no hay de otra. Cory le canta a Cacius para que regrese con él; el problema número uno: El tipo ni se asoma, lo que nos lleva al número dos: creo que no está aquí, si está, entonces llegamos al tercero: el tipo se oculta porque no quiere saber de él y menos ahora con esta horrenda serenata.
Cuando le dije al minion que pensara en algo, jamás imaginé que sería esto lo que terminaríamos haciendo, la música no es lo suyo.
—En serio, Minion —le digo fastidiado, incluso dejo de tocar porque ya no aguanto esto—. ¡Cantas terrible! Cory, tienes muchas cualidades, pero la música no es una de ellas.
—Fisher, ¡ya no sé qué más hacer!
—Cory, haces el ridículo y Cacius no está aquí.
—Sí, está, sé que está aquí, Fisher —aunque se expresa con convicción, tiene los ojos brillosos, a punto de llorar y no puedo evitar sentirme mal por él.
Cacius es duro, en definitiva, es una roca. Lo hemos perseguido por España e Italia y ahora estamos aquí. El resultado siempre ha sido el mismo, al vernos pasa de nosotros —excepto en Lecce, jamás olvidaré ese sitio—. A pesar de derrumbarse por la dureza de Cacius allá, admiro al minion por levantarse y volver a intentarlo, aunque sea con esta serenata horrible que en cualquier momento me dejará sordo.
—Fisher, perdón por arrastrarte en todo esto —expresa Cory entre gimoteos y con la cabeza gacha.
Es triste verlo así, me siento mal por él, pero cuando estoy a punto de acercarme a levantarle el ánimo, lo veo pasar una mano por sus ojos para limpiarse y luego me muestra una llorosa sonrisa.
—Vamos con otra, Fisher.
Solo me queda asentir en silencio e intentar emular su gesto.
Esta vez vamos con Como yo nadie te ha amado, esa cancion de Bon Jovi me encanta; Cory sonríe mientras toco las primeras notas y aunque ahora me parece un lindo gesto, esto que hace por Cacius, no dejo de desear tapones para los oídos.
—Yo no vi las flores maaaarchitar. Ni ese frío en tus ojos al miraaaar. Nooo, no vi la realidaaaad. Me ibas a dejaaaar, dicen que la vida, baby, no es como la veeees, para aprendeeeer, hay que caeeeer, para ganar, hay que perdeeeer…
¡Dios! Desearía estar muerto. En este momento envidio a las personas sordas. Cory desafina, desentona, chilla, grita; si fuese Cacius también me ocultaría. Aunque admito que si ese imbécil no se da cuenta de la manera en que Cory renuncia a su orgullo al hacer esto para él, entonces no vale la pena.
—Lloré y llorééé, y juré que no iba a perdeeeerte. Traté y traté de negar este amor...
Temo escuchar el coro, aunque quizás con sus gritos, al fin quede sordo y ya no tenga que seguir soportándolo.
—Si mis láaaaagrimas fueron en vano. Si al finaaal yo te amé demasiaaaado. Como yo, como yoooo nadie te ha amaaaado…
La pantalla en el intercomunicador de la entrada se enciende y el rostro de Cacius aparece. Noto que lleva audífonos a prueba de ruido —quisiera de esos en este preciso instante— y unos anteojos protectores, la expresión en su rostro es muy seria —lo típico o creo que más—, así que muy probablemente no disfrutó para nada el canturreo de Cory. ¿Quién podría? El minion no para de chillar frente a esa pantalla.
—Cada hora: una eteeeeernidad. Cada amanecer: un comenzar. Ilusiones, nada máaaas. Qué fácil fue soñaaaaaar…
—Cornelio, cierra la boca, ahora. —El tono y seriedad en la interrupción de Cacius provoca que nos detengamos enseguida—. ¡Los vecinos dicen que llamaran a seguridad!
Luego de un sonido eléctrico, el portón del frente se abre y ambos nos adentramos en la casa de Cacius. Desde afuera no podía apreciarse nada realmente de este lugar, pero conforme caminamos en dirección a la puerta principal, noto que el patio de este lugar es inmenso, mis ojos se fijan en una especie de cobertizo o algo por el estilo del que vimos salir a Cacius, dirigiéndose también al interior de la casa hace un momento.
—Esa es su habitación de tiro —dice Cory, respondiendo la pregunta que no hice. «¡Ah! Por eso los audífonos y anteojos».
Giro la cabeza hacia el otro lado y los ojos casi se me salen al ver un helipuerto en el que descansa un enorme helicóptero negro que debe tener capacidad para, por lo menos, cinco personas.
—Cory, ¿Ca-Cacius es ri-rico? —pregunto sorprendido. Cory se voltea hacia mí y asiente.
—Pues sí, Fisher, no como yo, pero sí. —Sonríe, supongo que ante mi rostro perplejo—. Y sí, Fisher, él sí vuela en helicóptero. —Se acerca a mí, haciendo una seña con la mano, me pide bajar la cabeza para hablarme al oído, lo hago y entonces susurra—: Quizás hasta tenga una habitación roja.
Me separo de golpe, viéndolo sorprendido y se carcajea antes de seguir adelante hasta la casa. Sacudo la cabeza con desespero, intento desvanecer esa imagen.
Ingresamos a la casa. El lugar es acogedor, la verdad contrasta bastante con el enorme patio. Hay algunas estanterías y libreros en las paredes, en más de uno hay fotografías familiares y no es nada difícil reconocer al protagonista de las más grandes y llamativas, Cory. En unas con Cacius, también Campbell y una mujer —asumo su esposa—, en otras lo acompaña su perro, pero en la mayoría posa con una sonrisa o hace muecas, saca la lengua. Es como ver un lado relajado de él.
Cacius aparece de brazos cruzados, carraspea frente a nosotros, clava los ojos en Cory y este en él, permanecen en silencio; solo intercambian miradas. Volteo la cabeza hacia un lado, algo incómodo por la situación y noto sobre un mueble dos collares caninos colgando cada uno sobre un retrato. El más grande tiene el nombre «Coto» grabado y la fotografía corresponde a un bulldog inglés, mientras que el más chico dice: «Cerberus» y el retrato pertenece a un pincher miniatura, eso me hace reír. Cacius y Cory voltean hacia mí con mala cara, así que me callo.
Entre los dos retratos noto una enorme caracola naranja, es hermosa. «debe tener un gran significado para ocupar ese lugar en el mueble», pienso sin apartar los ojos de ella.
—Cacius, perdóname. —Escucho a Cory hablar entre gimoteos y vuelvo a fijarme en la escena. Cacius aún parece una roca fría—. Sé que fui malo y no lo digo solo por lo de Fisher, pero ¿sabes? Él ya me perdonó y por eso hace todo esto conmigo. —Cacius me mira y yo asiento en silencio, luego vuelve a clavar la mirada en Cory—. Me importas tú. Tienes razón en todo lo que dijiste, he sido un desgraciado por no haberme fijado antes en todo lo que hacías o mejor dicho por no haberte demostrado cuánto me importabas realmente.
Cacius sigue siendo una fría roca, pero juraría que ha relajado un poco su semblante. Cory se atreve a dar un paso al frente sin apartar la mirada de él.
—No te ignoré, Cacius, nunca lo he hecho, solo cometí el error de pensar que no debía hacer nada para retenerte conmigo porque tú siempre estarías allí. —Da otro paso al frente, Cacius comienza a aflojar el cuerpo—. Cometí el error de dar por sentado que siempre estaríamos juntos, así sin más.
—¿Qué estás haciendo aquí? —inquiere Cacius con firmeza y aunque Cory solloza, da un nuevo paso al frente, sin bajar la cabeza en ningún momento.
—Vine aquí por ti, porque, aunque sé que tardé en darme cuenta de mi error, quiero demostrarte cuánto me importas. —Continúa acercándose, despacio; pero con convicción hasta él—. Cala de la Granadella, también es importante para mí, Cacius, en ese paraíso fui completamente feliz, porque estaba contigo.
—Han pasado casi quince años de eso.
—¿Y? ese beso ha sido el único real que he tenido en todo este tiempo.
Cory termina de cerrar la distancia hasta quedar frente a frente con Cacius, levanta la cabeza para poder sostenerle la mirada por su mínima estatura. Luego de un silencio en el que no hacen más que mirarse, la boca de Cacius se tuerce en lo que parece una pequeña sonrisa. Suelta sus brazos y apunta un control remoto hacia un reproductor, el ambiente se inunda con el sonido de Perfect.
—Señor —dice bajo, sonriente—, usted canta horrible. —Le tiende una mano como una invitación a bailar. ¡Dios! La escena empieza a tornarse hermosa, en serio siento el corazón latir veloz, Cory no hace ni un movimiento, creo que está pasmado—. ¿Me concede esta pieza, señor?
Ya que Cory no se mueve, Cacius toma su mano y lo guía al centro del salón, una vez allí lo hace girar y bailar, mientras le canta esa bella canción. ¡Dios! En serio, es una escena hermosa, jamás imaginé que esto terminaría así.
—Éramos niños buscando amor, sin saber sentirlo…
Cory no deja de sollozar, tiene en el rostro una expresión de sorpresa mezclada con suma emoción y alegría. Todo lo que debió pasar para darse cuenta de sus sentimientos reales. Cacius le canta y lo hace girar, el tipo roca se ve feliz.
—Ya te encontrééé, tan duuuulce tú te ves, nunca pensééé que fueeeras túúú lo que siempre esperéééé… —¡Carajo! Tenía que abrir la boca Cory, otra vez.
—Shh. —Lo calla Cacius sonoramente y el minion le lanza una mirada asesina, pero él lo ignora y continúa la canción—: Bailaré, en la oscuridad, abrazándote, descalzos al bailar,al ritmo de nuestra canción, dices que te ves tan mal, yo susurré y dije: eres tan bella y la más perfecta, amor…
—¿Cómo que bella? —escucho gruñirle al minion y Cacius ríe al besarle la frente.
¡Dios! Esto es muy hermoso, extraño a Johan. Saco el celular quiero al, menos verlo en la pantalla, pero es imposible, asumo está sin batería porque su última conexión fue ayer, ni modo. Lo bueno es que ya puedo despedirme de este lugar.
La canción poco a poco se detiene, lo mismo que su danza. Cacius abraza fuerte a Cory y este sonríe, aferrado al cuello, lo obliga a inclinarse para acercar sus rostros.
Es increíble, Cory luce ruborizado por la cercanía de Cacius, quien no deja de acariciarle la nariz con la suya. El tipo roca sube una mano hasta la mejilla del minion y con suma delicadeza busca el mejor ángulo para rozar sus labios…
—¡¡Maldito Fisher!! —grita Cory súper enojado, Cacius me observa molesto también.
Mi error: interrumpir el romántico momento con una fotografía…
—¡Perdón! —Me apresuro a excusarme—. ¡Cory, te juro que creí haber desactivado el flash!
—¡Maldito Fisher, te odio!
El minion enloquece y comienza a buscar cosas alrededor de la sala de Cacius para atacarme, «¡Parece un duende maligno!», no puedo dejar de reír ante su cara de humpa-lumpa malhumorado. Cacius logra controlarlo y aprovecho para salir, muerto de risa, listo para volver a casa.
Me alegra que las cosas resultaran de esta manera con ellos, sin duda el amor es la fuerza más poderosa. Ahora mi único anhelo es volver a ver tu hermosa sonrisa, niño, ya he estado mucho tiempo lejos de ti.
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Continuamos con el especial, por hoy serán 3 capítulos, mañana dos más.
Disfruten!
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