III: Estamos trazando
Abro los ojos y observo alrededor, el blanco del techo que se ha transparentado, permitiéndome ver un atisbo del cielo nuboso que pinté hace un año y mi padre obligó a cubrir.
Llevo la vista en otras direcciones, paredes blancas cuya desnudez es rota apenas por la repisa de premios deportivos y calificaciones, sumado al reloj de gato negro con cola como péndulo que Johan me regaló alguna vez y que, pese a ser considerado una mierda por mi padre, aún he podido conservar.
Me siento muy confundido, no tengo idea de qué pasó o cómo ni cuándo llegue a mi habitación.
—¿No te acordás de nada? —pregunta Rob con una rara expresión en la cara, algo que no sé interpretar.
—No, ¿qué pasó? —Apenas consigo contestar, pero solo me devuelve una sonrisa ladeada y dejo de prestarle atención en cuanto un toc-toc me hace fijar la vista en la puerta—.¿Adelante? —expreso confundido por toda la situación.
Veo a mi mamá que ingresa sonriente, las marcas en su cara se han enjuagado bastante y no parece haber nuevas; a ella la sigue… ¿Johan?, ¿qué hace aquí? Siento el revoloteo en mi interior con su sola presencia.
—Tenés visita, amor, creo que es re obvio. —Mamá me guiña con complicidad y sonríe, pero Johan luce más confundido que yo al despertar por ese gesto de mi madre—. Los dejo chicos, seguiré con el almuerzo, ¿te quedás, gatito? —Baby asiente con una pequeña sonrisa y vemos salir a mamá, cerrando la puerta tras de sí.
—Hola, extraño, ¿qué haces aquí? —pregunto confundido.
Aunque la verdad estoy sorprendido de verlo en mi casa, hace mucho no venía, es que mi padre asusta. Él se agacha junto a la cama —vuelvo a sentir el revoloteo en mi interior con mayor intensidad al tenerlo así de cerca—, cruza los brazos sobre el colchón y reposa la cabeza encima antes de contestar:
—Supongo que extrañé a mi ruiseñor. —habla en tono bajo y sumamente ruborizado, su gesto y tímida sonrisa me hace reír, entonces él continúa—: ¿Cómo estás?
—Bien, creo —contesto, paseando la vista entre él y todo lo que me rodea, es que sé que es mi alcoba, también que él está aquí, pero hay algo que no se percibe del todo real; por eso ladeo un poco la cabeza antes de hablar otra vez—: Johan, me siento perdido. Un momento, ¿cómo que me extrañabas? Nos vimos ayer en el juego.
Johan no deja de mirarme extraño y por algún motivo empiezo a sentirme más nervioso.
—¿Qué-qué pasa, baby?
—Rui, eso no fue ayer.
—¿Qué?
—El día de la final, luego que llegaste a casa, discutiste con tu mamá, tu padre se metió y según sé, peleaste con él.
—¡¿Qué?! —pregunto aún más exaltado sin comprender y él afirma en silencio—. Johan, yo no recuerdo nada de eso.
—Eso es raro, pero ¿qué te digo? Es lo que sé por mi mamá. Uuf y tuvo que ser fuerte el pleito porque no luce muy bien tu cara.
«¿Qué?», me levanto exaltado y aunque por un momento siento que se me van las piernas, consigo aproximarme al espejo en el armario, siento el corazón golpear con demasiada fuerza. Maldición, labio roto, hematoma en mejilla «¿qué diablos?». Decido volver a cerrar la portezuela del clóset y miro atento a Johan, necesito respuestas porque, pese al mal estado en que me encuentro, las marcas no lucen nuevas.
—Dijiste: “el día de la final”, ¿eso cuándo fue? —Es la temblorosa pregunta que me atrevo a realizar y él se mantiene en silencio, eleva una ceja y me observa contrariado así que vuelvo a insistir—: Dime, no sé ni qué día es hoy. —Lo veo torcer la boca de un lado a otro, duda de responderme y eso me hace sentir más nervioso—. ¡Déjate de suspenso y habla!
—Hace cuatro días, Rui. Desde entonces no has ido a la escuela.
«¿Qué acaba de decir?»
¿Cuatro días? Pero, no recuerdo nada. ¿Tú sabes algo de esto?
Siempre pedís que me vaya y cuando lo hago me llamás, decidite.
¿Qué pasó esos cuatro días?
Rescate, todo está bien, al menos por ahora.
¡Tú hiciste algo!
Mi cuerpo empieza a temblar, así que voy despacio hacia la cama, pero esa actitud capta su atención así que se apresura a venir conmigo y ayudarme a andar mientras continúa hablando a mi lado:
—¿Te sientes mal? Hey, Tia Romi se asustó mucho por el ataque de pánico o ansiedad o lo que sea que tuviste luego del juego.
—¿Ataque de qué?
—¿En serio no recuerdas?
Sacudo la cabeza en negación. Todo esto es demasiado confuso, ¿cómo perdí cuatro días de mi vida?, ¿qué fue lo que hiciste?
Calmate. Rescatate, pancho, te estás hiperventilando. Rui, confiá en mí. Todo está bien ahora.
¿Cómo quieres que me calme? ¡Cuatro días!
—Rui, ¿estás bien? —Johan me sacude un hombro, veo su boca moverse, pero no consigo entender. Siento taquicardia…
—Jo-han… —Me cuesta respirar.
—¡Rui! —Johan luce desesperado, está de verdad asustado mientras grita—: ¡Tía Romi!
¡Pedazo de pelotudo! Escuchame, rescatate, trata de respirar hondo…
¿Qué me está pasando? Tengo miedo.
Mamá entra asustada, se sienta junto a mí y sostiene una mano. Acaricia mi brazo mientras me pide calmarme y respirar.
—A la nanita nana, nanita nana, nanita ella, mi niño tiene sueño, bendito sea, mi niño tiene sueño, bendito sea. —Mi madre comienza a entonarme una canción de cuna.
Johan me sostiene la otra mano y trata de indicarme que respire, aunque se ve asustado. Intento emular los ejercicios de respiración que me muestra, pero tengo demasiado miedo por lo que sea que me esté pasando, es muy difícil. ¡Cuatro días!
Cierro los ojos y trato de concentrarme en la canción de mi madre.
Solía cantarme para dormir cuando era más pequeño. Siempre que tenía miedo conseguía calmarme.
Poco a poco siento el ritmo cardíaco normalizarse y aunque empiezo a respirar con regularidad, aún tengo mucho miedo. Estoy llorando, creo que jamás me había sentido así.
No paro de temblar, Johan luce aterrado. Mamá pega mi cabeza a su pecho y puedo escuchar sus latidos mientras reparte besos.
—Mi niño, ¿te sentís mejor? —pregunta mamá con dulzura y asiento contra su pecho—. ¿Qué pasó?, ¿por qué te alteraste otra vez?
—Mamá, ¿qué fue eso? Tengo miedo. —Lloro desesperado—. ¿Por qué no puedo recordar los últimos cuatro días?
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Estoy muy asustado con todo lo que ha ocurrido. Ha transcurrido una semana desde ese día, mi madre dice que fue un ataque de pánico, pero eso no explica los cuatro días que no consigo recordar. Me siento muy confundido, decidí saltarme la escuela hoy y venir a refugiarme en la casita del parque.
Cuando supe que pelee a los puños con mi padre e incluso lo eché a patadas de la casa, terminé aún más aterrado, no sé dónde pueda encontrarlo o qué sea capaz de hacer.
Rescatate, todo estará bien en adelante. Estamos trazando nuestro camino a una mejor vida, ya lo verás.
No quiero escucharte, no sé qué hiciste esos cuatro días y te niegas a contarme, estoy seguro que tú...
—Sabía que estarías aquí, nadie te ha visto en el colegio. —Escucho la voz de Johan. Levanto la cabeza de entre mis rodillas para verle, lo noto preocupado y asustado mientras termina de subir a la casa del árbol.
—Ven aquí, perdón por asustarte —Le tiendo mi mano, él se acerca y la toma para luego sentarse conmigo. Juntamos nuestras cabezas. Me siento bien, teniéndolo así, a mi lado.
—Rui, cuéntame, ¿qué te pasa?
—Ese es el problema, no lo sé. —Cierro los ojos y un suspiro se me escapa, todo es demasiado confuso todavía—. Tengo miedo, ¿y si me estoy volviendo loco?
Johan separa la cabeza para observarme con una sonrisa antes de hablar:
—Imposible. ¡Tú estás súper loco desde siempre! —Eso me hace reír.
Las risas merman hasta convertirse en silencio, mantenemos nuestras manos entrelazadas. Disfruto estos momentos juntos, de alguna forma siento que él calma todo mi endemoniado interior.
—Baby, ¿y si nos hacemos un tatuaje juntos?
Su mirada sorprendida o quizás aterrada consigue sacarme una sonrisa, sé que le asustan las agujas.
—¿Ves que sí estás loco? ¡No voy a marcarme como ganado!
Sus palabras sumado a la aterrada expresión de su rostro me provocan una fuerte carcajada que él interpreta como burla y no duda en lanzarme un puñetazo al hombro.
—¡Baby, eso duele! Escucha, tengo la tatuadora de Ricky en mi mochila. —Eso basta para aterrarlo más e intenta levantarse y huir, pero halo su brazo para retenerlo, me mira asustado—. Sé que no te gustan las agujas, pero ¡hey! ¿No quieres que yo te puye?
—¡Eres un idiota! —Reímos a carcajadas—. Ni creas que llevaré tu nombre en mi piel.
—Tengo algo mejor.
Busco en la mochila mi cuaderno de dibujo y le muestro el diseño. La expresión de Johan no denota mucha confianza.
—Mi querido ruiseñor, ¡eso está súper gay! —No paramos de reír—. ¿En serio? Una salpicadura de pintura que se convierte en arcoíris, ¿no tienes algo menos gay?
—Baby, ¡no seas tonto!
Sigue muerto de risa, así que le devuelvo el puñetazo al hombro.
—¡Hey!
—Este dibujo nos representa. —Comienzo a explicarle y me observa extrañado—. Sin importar de cuánta tristeza nos rodeemos, siempre tenemos un motivo para reír juntos. —Su sonrisa me da el valor de seguir—. Es necesaria la lluvia para ver el arcoíris y mi arcoíris después de la tormenta eres tú. —Beso su frente.
Ya empezaste vos con tu cursilería barata.
¿Por qué no te callas?
—Rui, a veces te pasas de cursi.
¡Ja! ¿Te das cuenta?
Cállate.
—¡Anda! —insisto, él suspira y afirma en silencio—. Quítate la chaqueta y dame el honor de marcar tu piel.
—Eres un tonto —habla entre risas y se quita su chaqueta—. Hazlo rápido antes que cambie de parecer.
Preparo las cosas como mi hermano me enseñó, limpio su brazo y marco el boceto. Acerco la aguja a su piel y me observa espantado.
—Baby, te va a doler, pero debes respirar y relajarte.
Está todo rojo, aun así, asiente en silencio; pero mantiene los ojos cerrados para evitar ver la aguja.
—¡Aaaaaaaaah! —grita como hiena al sentir el primer pinchazo, pero su reacción provoca que yo grité también para acabar muerto de risa ante nuestros gritos.
—Baby, no llores, me harás llorar a mí. —Sigue gimoteando en silencio—. Escúchame, estamos trazando el símbolo que define nuestras vidas, tú me das felicidad.
—Tonto —responde lloroso.
Y así sigue, lloriqueando hasta acabar el pequeño tatuaje en su tríceps izquierdo.
Repito todo el proceso de preparación ahora con mi brazo y aprieto los dientes para no gritar, aunque esta mierda en serio duele. Intento disimular el horror, mientras Johan se burla y carcajea. Me vengaré, golpeando su tríceps cuando acabe con esto.
Después de tatuarnos, permanecemos en silencio, vemos los límites del parque, las casas que lo rodean, todo desde la ventanilla, entrelazamos fuerte nuestras manos y nos regalamos esporádicas sonrisas al mirarnos.
—Te quiero —susurro, Johan se aferra a mí—. Gracias por estar conmigo.
Lo abrazo fuerte, él me responde de la misma manera. De verdad me siento feliz a su lado.
—Siempre —contesta bajo—. Porque yo estaré allí, ya verás, aunque mil tormentas vendrán. —Río al escucharlo entonar la misma canción que le dediqué—. Al fin puedo decir que se puede creer y ahora todo está más claro, desde que te encontré.
El revoloteo en mi interior crece y, sin pensarlo mucho, acaricio su mejilla y junto nuestros labios. En cuanto lo siento tensarse me separo de él.
A veces olvido cuán difícil le resulta cualquier contacto, pero me alegra que no se haya alejado.
—Yo también te quiero —dice bajo. Está ruborizado, se atreve a besarme la mejilla, pero luego gira para correr y bajar de la casita a toda prisa.
Su reacción me hace reír. Sé que fue difícil para él, todo este acercamiento que tuvo; sin embargo, me alegra que lo haya hecho por mí. Johan, no tienes idea lo importante que eres en este extraño y loco momento de mi vida.
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Estamos a nada de iniciar el verano, damos los exámenes finales y hoy es turno de inglés, aunque es una de mis materias favoritas, sigo sin entender por qué no consigo responder ni una pregunta.
Pero si está re fácil, to talk, ese es el verbo entalcar o sea, ponerse talco…
Déjame en paz, esto es importante.
¿Para qué te seguís preocupando por el promedio? La bestia salió de nuestras vidas, ya podés mandar por el orto al equipo.
No es solo por eso. Cállate, necesito concentrarme.
«Complete the following sentences:
Marine is ¿Youngest? With Peter…», no, eso no tiene sentido. ¡Maldición!
Marine is stupid y vos también, Rui…
¿Qué pasa contigo? ¡Basta!
My name is Rui, and I’m a crazy boy…
¡Por favor, basta!
Te estás desesperando, Rui.
Es tu culpa, por favor, ¡para!
Mirá cómo todos te ven, tenés cara de loco, girándote hacia todos lados…
¡Déjame ya!
Te gusta el inglés, ahí te va una canción: I like pizza, only pizza, do you like pizza? I like pizza…
¡Yaaa!
—¡Basta yaaaa! —Me levanto del asiento—. ¡Deja de cantar ya!
I like pizza, only pizza…
—¡Detente, ahora!
Eso, Rui, que todos vean que estás loco, seguí gritando.
Observo a mi alrededor, todos me miran, siento palpitaciones, el profesor dice algo, pero no logro interpretarlo. ¡Tengo miedo! No, de nuevo.
Do you like pizza? I like pizza…
—¡Sal de mi cabeza! —grito aterrado y abandono el salón a toda prisa, puedo sentir todas las miradas sobre mí mientras huyo, alumnos de otras aulas han salido a los corredores a presenciar el espectáculo.
¿Y qué esperabas? Parecés todo un loco.
—¡¡¡Déjame en paz!!!
Aterrado y entre temblores consigo llegar a la azotea; estoy muy asustado y no puedo dejar de llorar. Trato de ignorar a Rob que no deja de brincar y canturrear alrededor de mí, pero es imposible, se burla y ríe, no parece importarle que todos nos crean dementes.
Rescatate, Rui, ya te dije que yo me encargo de todo.
—Cállate ya, por favor. ¡Todo esto es tu culpa!
¿Qué decís? Vos no te podías concentrar, así que ya nos libramos del examen, ¿y ni así me agradecés?
—¡Bastaaaa! —grito desesperado, solo quiero que se calle de una maldita vez.
—¡¡¡Rui!!!
Escucho la voz de Johan hablarme fuerte. Así que, temblando y muy confundido lo observo, luce aterrado, permanece de rodillas frente a mí y me sostiene el rostro.
—Rui, ¿qué pasó? Asustaste a todos.
—No-no lo sé, no sé qué-qué me pa-pasa —contesto entre temblores.
Me abraza con fuerza y respondo de la misma manera. Tengo mucho miedo y no paro de llorar sobre su hombro.
—Pe-perdón, tú tienes tus propios pro-problemas y yo aquí, su-sumándote más.
—No digas eso, siempre juntos, ¿se te olvida?
Rompe el abrazo para juntar nuestras frentes. Me sostiene el rostro entre sus manos y yo hago lo mismo con él.
—Te quiero —susurro, temblando.
—Lo sé, yo también a ti, por eso escapé de mi clase y estoy contigo. Siempre estaré aquí, junto a ti, apoyándote en la adversidad. —Eso me saca una sonrisa nerviosa.
Junto nuestros labios en un tierno beso, uno que consigue calmarme bastante. Siento mi ritmo cardíaco normalizarse, pero el revoloteo dentro de mí crece.
Johan se tensa ante el contacto, pero no se aparta, al contrario, me acaricia el cuello y cabello, yo me aferro a su nuca con fuerza.
Despacio, en medio de un beso que solo se rompe lo necesario para tomar algo de aire, lo hago acercarse más a mí.
Nuestras respiraciones se aceleran y entremezclan, siento miedo y puedo ver que él también, pero ninguno quiere detener este momento porque se siente demasiado bien estar juntos. Recuerdos de aquel día, hace un par de semanas, cuando luego de una clase sobre sexualidad que compartimos aquí en el colegio, terminamos en una charla, al principio, incómoda en mi recámara y luego casi experimentando por primera vez. Siento el revoloteo dentro de mí multiplicarse, al igual que el beso en las rocas, quiero que cada una de mis primeras veces sean con él porque es el arcoíris que le da luz y color a mis días grises.
—Te quiero demasiado —susurro en sus labios y él sonríe con timidez.
—Yo tam-bién a ti —responde de forma entrecortada.
Su rostro está todo rojo cual tomate y estoy seguro que el mío también por tenerlo a horcajadas sobre mí, pero volvemos a besarnos; él consigue calmarme, aplaca cualquier desastre dentro de mí con su sola presencia.
—¡¿Así que es verdad?!
Un escalofrío recorre mi columna vertebral con solo escuchar la intimidante voz de mi padre, Johan se tensa y siento el terror apoderarse de mí cuando su mano se aferra a mi cabello y me hala con fuerza.
—¡Entonces, sí, eres maricón! —El puño de mi padre me impacta el rostro.
—¡Señor Víctor, deténgase! —grita Johan, suplicando a mi padre en cuanto vuelve a golpearme; esta vez son patadas en mis brazos mientras estoy en posición fetal sobre el suelo e intento cubrir mis órganos vitales.
Johan se va contra él, trata de defenderme con los movimientos de box que le enseñé. Logra asestarle algunos golpes, pero mi padre le rompe la guardia e impacta un fuerte rodillazo en su abdomen, sacándole el aire. Lo veo caer al suelo, boqueando para respirar.
—¡Tú quédate allí, mariconcito! —le grita a Johan.
Mi rabia crece y me levanto furioso contra mi padre. No permitiré que lastime a lo único que me da felicidad.
Rui, dejame a mí. Yo le doy su merecido igual que antes.
Me veo a mí mismo pelear contra ese hombre que solo ha sabido arruinarme la vida y, aunque no quiero que vuelva a hacerme daño ni a ninguna persona importante para mí, estoy temblando porque nunca antes había tenido esta sensación de ser un espectador de mi propia vida.
Rescatate, mirá cómo le golpeo el rostro y cuando sube la defensa me voy contra sus costillas, yo me aseguraré de que la bestia no nos vuelva a joder, pero tenés que dejarme, Rui, tu miedo puede jugarnos en contra.
¿Cómo quieres que no tema? Pienso en mi madre, cada uno de los hematomas en su piel, los gritos e insultos con que la trata a diario, las prohibiciones y cada maldita cosa que hace para humillarnos y volvernos miserables.
Lo sé, bonito, he sufrido con vos, pero ahora estás muy asustado, rajate de acá y dejame desfigurar a ese maldito.
Nos veo respirar de forma entrecortada, el sudor me recorre todo el rostro y pese a que noto la sangre en mi boca no puedo percibir su sabor o textura. Mi padre se pasa el dorso de la mano por debajo de la nariz para limpiarse antes de hablar:
—¿Este es el respeto que le tienes a tu padre? —inquiere y escupe sangre hacia un costado. Maldito cínico.
—¿Respeto? —Me veo escupir hacia un lado—. Vos no sabés lo que es eso.
Robert vuelve a ir sobre él, pero un error en la defensa nos cuesta más que la pelea.
Mi padre golpea con fuerza el estómago dejándonos sin aire. Tira con fuerza del cabello y continúa, impactando una y otra vez contra el rostro, con furia.
El dolor me trae de regreso, es horrible, la sangre se acumula en mi boca y garganta, temo ahogarme.
¡Desconectate, boludo!
Todo se hace borroso y lo último que registro, son los débiles gritos de Johan.
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Abro los ojos y poco a poco reconozco el lugar en que me encuentro. Estoy tirado en el suelo de la sala, no hay una sola parte de mi cuerpo libre de dolor. El silencio absoluto empieza a mermar, llenándose con el sonido de llantos y súplicas.
Rui, dejame a mí.
Déjame en paz, por ahora.
Comienzo a incorporarme con lentitud, estoy agotado, sin duda la pelea con él fue extenuante, pero la migraña es casi insoportable. Veo a mis padres aparecer, él, porta una valija y aunque Mamá está toda golpeada, se le aferra al brazo, tratando de detenerlo.
No puedo creerlo, ¿qué más debe pasar para que comprenda que estaremos mejor solos?
—¡No lo hagás! —suplica mi madre.
—¡Suéltame y aléjate de una puta vez, mujer! —le grita.
Ya no soporto esto, siento la furia crecer, pero esta vez también contra ella.
—¡Mamá, basta! Si quiere irse, que lo haga de una maldita vez.
Mi padre se carcajea.
—No, Rui… —intenta decir algo mi madre entre lágrimas cuando es interrumpida por él:
—Esta es mi casa y quien se va a largar es el mariconcito. —Mi corazón se acelera—. Te voy a mandar a un sitio para que te enderecen, ya me lo agradecerás cuando seas un hombre de verdad.
Mamá intenta detenerlo, pero el maldito en un arranque de ira, la estampa contra la pared. Veo a mi madre caer inconsciente.
La furia se apodera de mí una vez más y vuelvo a verme ir contra él, pero seguimos muy débiles y aunque conseguimos propinarle algunos golpes, al final, logra detenernos, impactando algo con fuerza en nuestra cabeza.
La última imagen que percibo es el ensangrentado rostro de mi madre que reposa inerte junto a mí.
Tranquilo Rui, será la última vez. Estamos trazando una nueva vida, ya lo verás.
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Espero que estén disfrutando hasta este punto, aquí abajito les muestro el tatuaje de este par de niños❤️🌈
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