I: Somos un Lienzo
♡⁀➷♡⁀➷Rui-Rob♡⁀➷♡⁀➷
Pedazo de pelotudo, ya podés estar tranquilo, allí está tu pibe de rulos. No saltó de ninguna parte, solo está parado en esa gran roca.
Eso no ayuda, míralo, está en el borde.
Acercate con cuidado, Rui, recordá que a este pibe se le pierden los suplentes y el aguatero.
Idiota.
—No te vi en el colegio hoy —le digo mientras camino con cautela hacia la orilla empedrada de la playa donde Johan permanece de pie con la mirada perdida, no quiero asustarlo. Ni siquiera sé si me escuchó.
¿Y qué esperabas? Ya te dije que este pibe está loco.
¡Cállate! Peor estamos nosotros.
—Baby, ¿estás bien? —Vuelvo a hablarle en tono bajo y al fin da una muestra de estar presente: sacude la cabeza en silencio, eso me hace sentir mal.
—Quiero estar solo.
Hacele caso, Rui. Dejalo y vámonos.
¿Podrías callarte?
—¡Qué coincidencia! Yo también. —Camino despacio hasta las rocas, notó que está de pie, muy al borde y temo que haga algo desde aquel día en la azotea—. ¿Qué tal si estamos solos, juntos?
Creí que solo el pibe estaba para el loquero, pero lo que decís…
No me interrumpas.
Luego de un largo silencio en el que, solo escuchamos los sonidos de la playa —y al infeliz de Robert que no se calla—, al fin oigo su risa baja y siento un aire de tranquilidad golpearme.
Dejá de ver la Rosa de Guadalupe con tu jefa, Rui.
¡Basta!
—Tonto, eso no tiene sentido —contesta bajo. Sonrío.
Lo veo sentarse y puedo respirar en paz, así que termino de llegar junto a él, tomo asiento a su lado.
Contemplamos el horizonte en silencio, volteo la cabeza hacia él y una pregunta surge: ¿Dónde estás, Johan? Quisiera saber qué ocurre contigo. Desde aquel día en el que casi salta, me asusta lo que él pueda hacer.
Desearía saber qué mal le aqueja, también qué quiso decir con esas palabras, pero solo puedo esperar que él decida contarme alguna vez.
Él solía ser muy hablador y gracioso, hemos reído juntos siempre. Pese a eso, desde hace un tiempo ha cambiado demasiado y de forma bestial, de verdad me preocupa.
Me atrevo a tomar su mano, aunque tampoco le gusta ser tocado. Lo siento muy perdido, quizás necesita una guía para salir de ese lugar donde se encuentra. Contrario a lo que creí y luego de dudarlo un rato, al final decide apretarme con fuerza y se gira hacia mí, muestra una pequeña sonrisa —una que consigue revolver todo dentro de mí—, después vuelve a posar la vista en el horizonte.
Así permanecemos por no sé cuánto tiempo, en silencio. Solos, pero juntos en ese lugar apartado donde los únicos sonidos provienen de las gaviotas, el murmurar del viento y los embates del oleaje contra las piedras.
De repente, Johan aprieta mi mano más fuerte y comienza a llorar en silencio. Maldición, «baby, quiero ayudarte. Déjame hacer algo».
Al acercarme más, soy sorprendido cuando Johan opta por reposar su cabeza en mi hombro. Siento el corazón como un zumbido, ni siquiera en los últimos minutos de un campeonato lo he notado así…
Es que vos estás re tonto por el pibe de rulos…
Deja de meterte.
Paso un brazo por detrás de él y acaricio su espalda. Nos quedamos así por mucho tiempo más, hasta que decide romper el silencio:
—Tú me haces bien —dice con una pequeña sonrisa, no puedo apartar mi mirada de la suya. Ver sus hermosos ojos verdes así de cerca, me hace sentir, no lo sé…
¿Mariposas?, ¿así, a lo Disney? Sos demasiado cursi, Rui.
La verdad no sé cómo llamarle, pero algo revolotea en mi interior.
En un acto reflejo, llevo la otra mano a su mejilla y lo noto ruborizarse. Yo también siento mi cara en llamas.
—Baby, solo pasará lo que tú quieras —murmuro y todo dentro de mí se acelera. Johan no dice nada, aunque puedo notarlo en el mismo estado que yo.
—Creo que no es correcto —responde con timidez y acerco mi rostro lentamente al suyo.
—No lo sé, pero ¿tú quieres? —Me atrevo a susurrar y él asiente en silencio.
Tengo los nervios disparados, aun así doy el siguiente paso: junto nuestros labios en un tierno beso, creo. No sé si lo hago bien, la verdad nunca antes he hecho esto con nadie, pero él no pone resistencia y vaya que se siente bien.
Somos un lienzo en blanco donde juntos plasmamos nuestras emociones y sentimientos.
La suavidad de su boca es increíble, el revoloteo dentro de mí aumenta, estoy muy nervioso —me imagino que él también—; su mano presiona mi pecho y por un instante pienso que va a detenerme, temo que rompa este momento. En cambio, la sube con lentitud hasta mi cuello, como una caricia.
Se aferra con más fuerza a mí, así que hago lo mismo. La mano que reposaba en su espalda, la uso para arrimar su cuerpo junto al mío. De verdad se siente bien esto, esta cercanía, sus caricias…
—¡Rui, no! —Se aparta veloz, dejándome desconcertado.
—Johan, perdón, no quise asustarte.
—¡Está mal!
Lo veo correr fuera de las rocas, nervioso. Me asusta mucho su actitud por eso voy tras él y lo tomo de la mano, al girarse, noto su rostro empapado en lágrimas… eso me espanta aún más.
—¿Qué te ocurre? Háblame.
—¡No quiero que vuelva a tocarme!
Siento esas palabras como un golpe y mi corazón se encoge. «¿Le molesta mi contacto?»
¿Y qué esperabas, pelotudo? ¡Lo asustaste! No debés tocarlo.
Pero no hice nada malo, él…
¡Este pibe está loco! Y vos no lo entendés.
Deja de decir eso.
—Solo quiero sentirte a ti —agrega en tono bajo.
No hablaba de mí, pero tampoco me atrevo a preguntar de quién, porque la tristeza con que lo hace, de verdad me lastima. Está temblando, aprieta mi mano más fuerte, incluso duele. Al liberarla, de inmediato me abraza para luego correr entre lágrimas.
Solo puedo verlo alejarse y cada vez entiendo menos qué le ocurre.
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Regreso a casa más confundido, quisiera saber qué le pasa. Camino desanimado a mi alcoba para dejar la mochila, pero me paralizo en la puerta al ver a mi padre sentado en la cama con mala cara. No sé qué hace aquí, se suponía que hoy…
—¿Sorprendido de verme? —la pregunta sale en un tono muy serio, acorde a cómo luce y lo observo en silencio, aunque quisiera escapar— ¿Dónde estabas, Rui? Y mejor que no mientas.
—En el colegio —contesto con la cabeza gacha, intimidado por su actitud.
¿Me dejás encargarme? Rui, obvio sabe que mentís.
¿Y qué se supone que le diga?
—¿Colegio? —Arruga el rostro, extrañado al preguntar y sacude la cabeza, debo mantenerme calmado, pero es difícil—. Te dije que no mientas —agrega, pero verlo tronarse los dedos me provoca escalofríos—. ¿Por qué faltaste al entrenamiento? ¿No entiendes que solo para eso sirves?
Siento mi respiración acelerarse.
Rui, vos estás nervioso, dejame a mí.
—Por favor, pa. —Sonreímos con suficiencia, damos un paso al frente—. Podría ganar el campeonato yo solo. —Acabamos de entrar a la habitación y ponemos nuestra mochila a un lado sin dejar de mirar al pelotudo este—. Pero si quiero seguir en el equipo, también debo mantener el promedio. —Sacamos unos libros para mostrarle—. Estaba en la biblioteca.
¿Crees que se coma eso?
Pará con los nervios, Rui, yo me encargo.
Lo vemos levantarse y acercarse a nosotros para hojear los libros un rato. No bajamos la cabeza ni una vez mientras él sigue su inspección.
—En la biblioteca —murmura y asentimos con la cabeza, confiados.
Pero la bestia pone los libros sobre el escritorio y nos lanza una bofetada que me obliga a apretar los puños «la vas a pagar, pelotudo, eso juralo», es lo único que he venido pensando desde hace mucho.
¿Esa es tu forma de hacerte cargo?
¿Por qué no me dejás cagarlo a piñas, Rui?
—No vuelvas a faltar a tu entrenamiento —nos dice con severidad. La mirada amenazante que nos lanza, la acompaña por una seña de advertencia con su índice.
«Ese dedo te lo voy a meter al orto, hijo de puta», la rabia me gana, este pelotudo solo ha sabido jodernos, estoy apunto de cagármelo a piñas, cuando Rui me abraza para impedirlo y nos quedamos allí, inmóviles, contemplando al pelotudo azotar la puerta al rajarse.
Una paliza no es garantía, Rob.
—al menos ya se largó... —susurro tembloroso mientras me sobo la mejilla. Siento el corazón como un zumbido.
—Si se entera lo del pibe de rulos, ¡te mata! —dice Rob enganchado a mi hombro y pese al dolor me hace sonreír.
—Querrás decir nos.
—Eso, reite que a mí también me dolió, pero vos entendés.
Me siento en el escritorio, saco del compartimiento secreto en la mochila, la libreta de dibujo y empiezo a plasmar un boceto. Pese a lo que acaba de pasar con papá, aún siento el revoloteo dentro de mí.
—Rui, hacé la tarea, guardá el cuadernito de dibujo.
—Déjame.
—Rui, si la bestia entra y nos ve con los dibujitos, ¡nos va a cagar a piñas! Sabés bien qué odia eso.
—Cállate y déjame terminar.
—¡Qué romántico! Vos y tu pololo en su primer beso, ¡dejá de reír como bobo! Rui, si ve ese dibujo, ni yo nos podré salvar.
—¡Qué molesto eres!
Sé que Rob tiene razón y agradezco su preocupación, pero necesito hacer esto, además ya voy a acabar. Johan es un atisbo de color en el gris de mi vida, aunque ahora mismo quisiera saber el por qué de su tristeza.
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Otro día en el colegio, a veces quisiera no ir un año adelante de Johan y así poder verlo en clase, saber que está bien, en cambio, me toca esperar aguantarme hasta el receso.
Sí, pero enfocate, pelotudo que estamos en examen y si bajás el promedio, nos irá mal con la bestia.
Lo sé, lo sé, cállate y no te compliques, esto ya está resuelto; mi problema principal es baby.
Salgo del salón en cuanto suena la campana, ignoro a los chicos que me llaman y preguntan sobre el examen que acabamos de presentar, pero mi único pensamiento es él, no contesta mis mensajes. ¿Y sí le pasó algo?
Me mandás a callar y ahora me preguntás, ¡decidite! No te puedo contestar si no querés que hable.
Cállate, no te lo decía a ti.
Andate, volá de acá con el loquero.
¡Qué te calles!
Al fin lo veo, camina decaído por el atestado corredor, va cubierto por una gran chaqueta negra, las manos enterradas en los bolsillos y está tan ensimismado que ni siquiera parece consciente de la gente alrededor, tropieza con varios compañeros quienes le reclaman y él ignora. Me duele demasiado su actitud. Maldición, es la viva imagen de un condenado a muerte en dirección a su sentencia y eso de verdad me quiebra.
—¡Johan! —grito como orate detrás de él, pero voltea a verme y luego se pone en marcha a paso acelerado. ¡Maldición! Necesito hablar con él— ¡Johan, espera!
Rui, el pibe está loco. ¡Vámonos ya!
Claro que no, debo hablar con él.
Voy en la dirección que se alejó y lo veo entrar en uno de los baños, así que me apresuro a ir y bloqueo la puerta. Johan me observa sorprendido, tiene los ojos hinchados como quien ha llorado toda la noche y enormes ojeras los enmarcan. Maldición, esa imagen me destroza.
—¡Déjame!
Rui, hacele caso, vámonos.
Cállate, por favor; necesito hablar con él y si tú interrumpes todo el tiempo no podré.
—¿Por qué te portas así conmigo? Johan, no quise asustarte. Lamento lo de la playa, creo que malinterpreté.
—Aléjate —dice entre sollozos—. Rui, tú eres bueno, yo no.
Hacele caso y vámonos. ¿Qué vas a hacer? ¡Nada! No podés hacer nada, serás mayor pero sos un niño como él.
¿Cómo piensas que voy a dejarlo en este estado? Si tan maduro te crees, ¿por qué no haces algo?
Vos y tus boludeces. Escuchame, Rui, acercate con cuidado, el pibe está muy alterado.
¿Crees que no lo veo?
—Johan, ¿me das tus manos? —Sigo acortando la distancia, cauteloso porque no sé cómo pueda reaccionar—. Anda, hazlo. Soy yo, tu mejor amigo, casi primo y siempre has confiado en mí.
Luego de un rato en el que no hace más que mirarme, al fin se atreve, me tiende una temblorosa mano, entonces la cubro con la otra mía.
—Solo quiero sentirte a ti. —Repite la misma frase que ayer en un tono bajo, quisiera saber a qué se refiere.
Permanecemos un tiempo en silencio, en la misma posición, entrelazo nuestros dedos y le doy un pequeño tirón, ya que no me aparta, decido obligarlo a correr hasta la azotea, solo se deja guiar. En este lugar suele ser un poco más fácil para él abrirse, espero esta vez sea igual.
—Ayer me busqué un lío con mi padre —confieso en tono bajo, él ladea la cabeza confundido—. Creí que no estaría en casa, por eso falté a la práctica de baloncesto para estar contigo en las rocas.
—No debiste. Perdón por causarte problemas…
—Tú no hiciste nada.
Entonces, ¿para qué le salís con eso, sos re guaso, Rui?
Intento que hable, le cuento un problema mío y espero que él haga lo mismo.
¿Y dónde te acreditaste como terapeuta?, te recuerdo que vos mismo estás para el loquero.
Si no apoyarás en nada, mejor no opines.
—Johan, ¿estás enojado porque te besé? —me atrevo a preguntar en bajo y su rostro enseguida enrojece, pero sacude la cabeza en negación, sus rizos parecen bailar con ese movimiento.
—Eso fue lindo y me gustó —contesta en voz baja. Una pequeña sonrisa se me escapa, pero él sacude la cabeza una vez más antes de continuar—: ¡Está mal!, ¡somos chicos, Rui!
—Escúchame, no hay nada malo en querer y tú me quieres igual que yo a ti.
De nuevo llora. ¡Maldición!
¡Rui, dejalo!
No te metas. ¿Cómo piensas que voy a abandonarlo? ¡Mira cómo está!
Rui, vos no podés hacer nada.
Tú, cállate.
—Johan, confía en mí. —Sigo sosteniendo sus manos sin apartar mis ojos de los suyos—. Por favor dime.
—No quiero que vuelva a tocarme.
—Quiero entenderte, pero soy idiota. Por favor, ¿qué quieres decir?
Intenta liberarse, pero no se lo permito. Continúa llorando y eso me hace llorar a mí también. Luce aterrado y de verdad me asusta. ¿Quién puede provocarle esto y cómo?
—Yo soy malo… —consigue decir, llora sin control.
Quiero abrazarlo, pero no me deja. Grita ante mi tacto, me asusta aún más. Trato de acercarme y vuelve a marcar distancia. Todo esto me tiene demasiado nervioso, siento el corazón como un zumbido.
—No me vas a creer —habla entre temblores y sollozos—. ¿Quién podría?
—Claro que sí, confía en mí.
—¡Soy malo! —De nuevo grita.
Atrapo sus manos una vez más y sacudo la cabeza en negación, intentando hacerle entender que no hay nada malo en él.
—Te quiero y él me castiga por eso… —confiesa, pero no entiendo, ¿de quién habla? Esto es extraño—. Él... —Se quiebra.
—¿Te golpea? —Me atrevo a preguntar luego de largo tiempo en el que solo llora y tiembla, entonces sacude la cabeza con vehemencia—. ¿Quién es él?, ¿cómo te castiga?
¡Maldición! Esa mirada asusta mucho.
Rui, cre-creo que al pi-pibe alguien le ha-hace “co-cosas de adulto”.
¿Cosas de adulto? No digas eso.
Rui, usá la cabeza. ¡Vos no sos tan guaso! Él no te lo dirá con claridad porque no puede.
Pero… ¡Eso es horrible!
—Johan... —Ahora yo estoy temblando, me cuesta horrores hablar—. Esa persona te obliga a…
¡Maldición! Ni siquiera puedo terminar la pregunta. Él afirma con la cabeza y no para de llorar. Siento que todo gira alrededor y que me caeré en cualquier momento.
¡Esto no puede ser real! Siento que me falta el aire.
Rui, concentrate, nadie jugaría con eso. Escuchame, calmate…
¡¿Cómo quieres que lo haga?!
Tenés que hacerlo porque necesitás convencerlo de buscar ayuda, porque vos solo no podés con esto.
Sé que tienes razón, pero estoy asustado.
—Johan, tenemos que hablar con un adulto —suplico y él acude la cabeza, desesperado—. Es la única forma de evitar que siga tocándote.
—¡Déjame! —grita aterrado y huye de la azotea a toda prisa. No puedo dejar de temblar.
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Cuando mi padre está en casa, las cenas transcurren en completo silencio. Suele ser molesto, extraño pasar días en casa de Johan y su enorme familia, las comidas solían ser una locura y las anécdotas del tío Jhon nos mataban de risa. Sin embargo, hoy creo que agradezco esto, así podré pensar en una manera de ayudar a Johan.
Ya te dije lo que tenés que hacer, debés convencerlo, es la única manera.
Pero no sé cómo…
—¡Esto es una mierda! —vocifera mi padre, mandando al retrete todo el silencio. Le echa una bronca a mi madre quien no hace más que bajar la cabeza—. ¡Esta porquerías sabe a basura, mujer! —Avienta el plato contra la pared con tal fuerza que el sonido del quiebre me hace brincar en mi asiento.
Odio que la trate así. Siento el corazón como un zumbido ante el miedo y la impotencia.
—¡¿Cuándo aprenderás a cocinar?! —continúa, grita en su oído como energúmeno.
No te atrevás a llorar. Sabés cuánto detesta eso.
¿Y qué quieres que haga? Odio esto, sus malditos gritos y la manera en que la trata. Mira esa maldita bestia, cómo la sacude igual que un traste viejo.
Lo sé, Rui, yo también lo odio, pero si llorás, como la última vez, será peor para ella y nosotros.
Lo sé...
Vos estás asustado y nervioso, dejame a mí, ya pensaré en algo.
—Yo creo que está buena —intervenimos luego de probar otro bocado. El animal deja de gritar y agitar a nuestra madre para fijar la atención en nosotros, entonces levantamos el rostro y lo encaramos antes de continuar—: quizás vos podrías hacer algo mejor.
—Rui, no te metás —contesta mamá, asustada—. ¡Andate a tu recámara!
—No, él no se va de aquí hasta que yo lo diga —replica la bestia mientras camina alrededor del comedor hasta llegar con nosotros—. ¿De nuevo te haces el argentino? —espeta en nuestro rostro.
Le devolvemos la misma mirada amenazante con la que intenta intimidarnos y paso una mano por la cara para limpiarnos antes de responder:
—¿Podés hablar sin efectos acuáticos?
La furia arde en su mirada, pero ni así nos inmutamos. Ríe burlesco y solo nos lanza un golpe certero en la boca. Escuchamos los gritos desesperados de nuestra madre, mientras se mete en medio para disculparse e intentar detener la paliza inminente.
Los golpes, gritos y maldiciones son parte del día a día en este intento de familia.
Rui tiene razón, somos un lienzo, pero uno que se plasma con sangre y lágrimas.
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¡Hola de nuevo! Quise compartirles este adelanto del libro, espero que lo hayan disfrutado.
✔️Me ayudarían mucho con su opinión sobre la narración que le estoy dando a Rui-Rob❓
Ahora sí. ¡Nos vemos en 2021!😘
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Bueno, volvemos a encontrarnos un año después de iniciada la aventura, está vez editando la historia, puede que haya cierto contenido nuevo, pero básicamente es la misma.
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