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Especial: En alguna realidad alterna

El chico de mirada esquiva, recluido en su alcoba, continúa lacerándose con los recuerdos de sus estúpidas decisiones, al menos esta vez no culpa a su conciencia…

Dramaturgo, detente, ya bastante me hago daño sin tu ayuda.

Ah, pero en el baño… “no quiero parar porque temo que esto sea solo un deseo de mi imaginación”, bien que la pasabas.

¡Basta! Arruiné todo con Ray, por mi culpa se fue y jamás me lo perdonaré.

Pero tienes algo a tu favor.

¿Eso sería?

El argentino tilín tilín sigue detrás de ti.

No me estás ayudando, solo quiero que se aleje y no vuelva a acercarse…

—Sé que no me querés acá, pero esta es la única manera de hablar con vos.

No lo puedo creer, Rob entró por el balcón de mi recámara.

¿Es en serio?

A ti. O eso intentabas decir, pero ya que está aquí, podrías terminar lo del baño…

¡Dramaturgo!

Ya no tienes un novio que cuidar.

¡Dramaturgo!

—Rob, lárgate de mi alcoba, ¡ahora! —Me levanto, enojado, y lo empujo para echarlo por el balcón—. ¡No quiero verte! ¿Por qué no lo entiendes?

¡Maldita sea!

Atrapa mis brazos para impedirme seguir y fija su mirada en la mía, demonios, ¿por qué sus ojos me hacen sentir así? Solo quiero golpearlo, pero en cambio estar en esta posición, demasiado cerca suyo, me impide hacerlo.

—No me voy, necesito hablar con vos, sabés bien lo que siento porque es lo mismo que vos sentís…

—¡No! —le interrumpo en un grito.

No quiero escucharlo, no quiero tenerlo aquí. Consigo zafarme y le doy la espalda para alejarme.

—Lárgate ahora, Robert, no quiero hablar contigo.

—Entonces, escuchame a mí.

—Ray se fue. —Se me escapa bajo y siento mis ojos inundarse. Arruiné todo con él.

Pero tienes aquí al argentino tilín tilín.

Cállate.

—Sí, él se fue, pero yo estoy acá, Johan.

Justo decía eso.

Solo cállate.

Cierro los ojos tratando de contener las lágrimas, pero me tenso al sentir su calor cuando me abraza por la espalda y continúa en un susurro:

—Vos sabés lo que siento y es justo lo que vos, Johan.

Niego con la cabeza.

Deja de negarte a lo que es obvio.

Dramaturgo…

El argentino te gusta, y no te lo dice cualquiera, soy tu conciencia.

Vete a la mierda.

—Amo a Ray —apenas murmuro, las palabras se rehúsan a abandonar mi garganta, ¿por qué me cuesta tanto decirlo? Esa es la única verdad—. Rob, yo amo a Ray —agrego en un tono más alto.

De inmediato se posa frente a mí y acuna mi rostro entre sus manos para que nuestros ojos se encuentren. Demonios, ¿por qué su mirada me hace esto? ¿Por qué al tenerlo así siento deseos de…?

—¿Me querés besar? —inquiere en un susurro y aunque lo niegue, muero por decir que sí.

Ya no hay un novio que te detenga.

Dramaturgo…

—Sé que lo amás, pero dejá de engañarte, fingiendo que no sentís nada por mí.

—No sé qué siento —confieso y él se acerca aún más a mí. Demonios, no quiero que vuelva a detenerse.

—Yo tampoco sé cómo llamarle a esto, pero vos querés lo mismo que yo.

Cualquier palabra se vuelve un nudo en mi interior y es de nuevo mi cabeza la que asiente en silencio, concediéndole el permiso para que nuestros labios se junten.

Otra vez siento miedo, pero también un fuerte deseo.

—No es correcto, Rob —susurro en sus labios y una vez más volvemos a perdernos en este extraño sentimiento.

Sigo sin comprender por qué su beso se siente así de familiar, pero de nuevo me niego a parar. Nuestras lenguas se entrelazan y sus manos comienzan a migrar hacia abajo, primero desabrocha y se deshace de mi abrigo, luego se cuelan debajo de mi camiseta para acariciarme el abdomen. Las mías replican sus movimientos, bajan la cremallera de su chaqueta y así mis labios se deslizan por su mentón y mandíbula, despacio, hasta alcanzarle el cuello.

—Me volvés loco, rulo.

«No eres el único»

Debo estar demente, pero su aroma se apodera de mis sentidos, esa fragancia cítrica y exageradamente masculina. Demonios.

Le remuevo la chaqueta, seguida de su camiseta y, aunque por un segundo mis ojos se clavan en el vendaje que envuelve su tríceps izquierdo —lo que me provoca una extraña sensación—; besuqueo sus pectorales. Demonios, estoy demente, eso es seguro, pero en serio deseo a Rob.

—Me gustás, Johan… —Volvemos a besarnos y este sentimiento de familiaridad no desaparece. Sigo sin comprender, ¿por qué siento que conozco estos labios? ¿Por qué me invade la nostalgia?

Lo empujo hacia la cama y acaba sentado en el borde. Libero mi pantalón dejándole ver el bóxer a través de la abertura, una sonrisa de medio lado le decora el rostro mientras me escudriña desde la cabeza hacia abajo, la lujuria arde en esos ojos negros que producen un sinfín de sensaciones en mí.

«¿Por qué tus ojos me hacen sentir así?»

—Rulo, me encantás, estás buenísimo. —El sonido de su voz, en cada palabra que brota de su boca acelera todo dentro de mí y mi corazón podría hacerse pedazos en cualquier momento.

Extiende su brazo para apropiarse de la pretina de mi pantalón y acercarme hacia él, mi excitación crece mucho más al sentir sus labios recorrerme el vientre, combina los besos con lamidas y susurros en los que expresa cuánto disfruta este momento.

«Insisto, no eres el único»

Creo que esto no es correcto, pero algo dentro de mí me obliga a seguir adelante, lo deseo, Rob me gusta de verdad. Intenta liberar mi erección, pero se lo impido, tirando con fuerza de su coleta de caballo. Se queja en bajo, entonces vuelvo a juntar nuestras bocas sin dejar de jalar su cabellera.

Mi pene se endurece ante cada beso y caricia percibida de su parte, más aún al notar sus manos tocarme sobre la tela del bóxer. Rob desliza mi pantalón hasta las rodillas y luego de un veloz zapateo medio raro, en medio de risas tontas, termino de quitar la prenda y él eleva un poco las caderas en el instante que me aferro a la pretina del suyo para quitárselo.

—Rulo, a posta, me volvés loco.

Mi sonrisa es la respuesta y vuelvo a besarlo.

Me acuesto sobre él y nuestras caderas se frotan en un inerte vaivén que nos endurece las entrepiernas mucho más. Aunque el otoño está bastante frío, en este momento ni se siente; su cuerpo arde demasiado, casi quema al tacto y eso me excita muchísimo.

Con cuidado, introduzco mi mano en su ropa interior y siento su pene brincar mientras le acaricio, ¡demonios! Está demasiado dura su erección, de verdad me provoca esa paleta.

—Ruuulo, ay… —Gime en mis labios al sacar su pene del bóxer y seguir masturbándolo—. Johan… —Junto nuestras bocas de nuevo y acelero el movimiento de mi mano.

Rob libera mi pene y comienza a emular mi gesto, siento electricidad nacer en mi ingle y recorrerme entero, si ya estaba excitado con todo esto, su manera de tocarme multiplica la sensación.

Me aferro a la pretina de su bóxer y él eleva las caderas, de nuevo, para ayudarme a quitarlo; mientras deslizo la prenda por sus piernas, beso y muerdo cada una. Rob no para de gemir. En serio estoy demente, pero me fascina escuchar cada sonido por eso, luego de lanzar su ropa interior hacia alguna parte, muerdo con fuerza la cara interna de sus muslos, primero uno y después el otro, no ha terminado de quejarse cuando llevo su miembro a mi boca, adoro sentir ese cosquilleo que me produce en el paladar.

—¡Maldición, rulo! —grita entre jadeos conforme acelero el oral y el movimiento que mi mano realiza. Mantengo mis ojos en los suyos, la expresión de placer en su rostro es demasiado excitante.

—Rulo, pará —suplica, jadeante, y con cuidado saco su pene de mi boca hasta dejar solo el glande entre mis labios y seguir lamiendo alrededor—. Johan, ya, rulo, pará… —Me apoyo en sus muslos para levantarme e ir de nuevo sobre él. Sonrío antes de besarlo.

—¿Tan poquito aguantas, Rob? —susurro en sus labios mientras sigo masturbándolo; él no deja de gemir, pero sonríe de vuelta.

Vuelve a besarme y me pierdo en la nostalgia, mis manos migran por su abdomen y aterrizan en sus mejillas. Sin embargo, aprovecha mi pequeño descuido para cambiarnos de posición, así que ahora es él quien está a horcajadas sobre mí y aprisiona mis brazos contra el colchón. Demonios. Sonríe de medio lado; empieza a deslizar la punta de su nariz a lo largo de la mía, luego la pasa por mis labios, ¿cómo es que ese simple contacto me acelera así? No lo sé, pero quizás sea obra de la expectación al no saber qué hará, o tal vez estar en esta posición.

—¿Qué pasó? ¿Nervioso? Vos sos una fiera, hay que domarte.

—Idiota —replico y él me besa veloz.

Sigue bajando por mi cuello, chupa, lame y mordisquea también. ¡Diablos! Cada sensación es electrizante y mi pene reacciona chocando contra sus nalgas expuestas.

—Demonios, Rob, ya quiero hacértelo.

Decir que se asusta al oírme sería quedarse corto. Rob me suelta en el instante que da un brinco hacia el otro extremo de la cama, se sienta sobre la almohada y hace algún tipo de pañal con esta, ¿qué demonios?

—Rulo, ¿vos me estás chamuyando? —Lo observo, no tengo idea de qué demonios dice—. ¡Yo no soy loca, soy todo un chongo! —Eso lo entiendo menos.

—Rob, ¿puedes explicarte en un idioma que todos los presentes en esta habitación comprendamos? —inquiero con ironía, pero lo observo fastidiado—. ¿Cómo se te ocurre cortarme así la nota?

—Pelotudo, ¿vos estás mal de la redonda? Mi orto es sagrado. —Ladeo la cabeza, algo enredado, aunque creo que voy comprendiendo.

Tomo una buena bocanada de aire y me acerco a él. Se aferra más a su pañal, pero qué idiota.

—Rob, a ver si te entiendo, dices que no eres pasivo, ¿cierto? —Asiente con la cabeza, algo asustado y me toca tragarme una carcajada ante su expresión—. Yo tampoco, Rob.

—¿Me estás diciendo que Fisher sí?

Masajeo el puente de mi nariz para no matarlo por semejante comentario.

—No metas a Ray en esto, hablamos de ti y de mí, idiota. —Acaricio su mejilla y por inercia se restriega contra mi palma—. Rob, no tienes que ser “pasivo”… —Hago comillas al aire—. Para disfrutarlo…

—¿En serio? —Asiento sonriente—. Entonces poné vos el orto. —Río bajo por su respuesta—. Rulo, el mío es un templo al que no está permitida la entrada.

Acuno su rostro entre mis manos y lo beso, él de inmediato responde apretándome y, por consiguiente, suelta el intento de pañal, así que termino de sentarme sobre la almohada para que no vuelva a ocultarse.

—¿Cómo sabes que no te gusta sin haber probado? —inquiero en un susurro y lo noto tensarse—. No eres el primer virgen que pasa por mis manos. —Vuelvo a besarlo, pero sigue tenso—. Prometo ser dulce, tierno, gentil. —Otro beso, aunque incluso su boca se siente tensa ahora—. Y tenerte paciencia…

—¡Johan, ya, pará!

Se levanta de golpe y acaba ganándome la frustración. Gruño exasperado por eso. ¡Demonios!

Vuelvo a acomodar mi ropa interior, me pongo la chaqueta y, con mis cigarrillos, salgo al balcón, estrello la puerta tras de mí. «¡Qué fastidio con Rob!»

Permanezco en el suelo, fumo, con los ojos fijos en la oscuridad de la noche y medito sobre cada maldita cosa que ha pasado. Jamás debí escuchar a mi estúpida conciencia.

Te habías demorado en culparme, ¿acaso tengo algún poder sobre el orificio de salida del argentino tilín tilín?

Vete a la mierda, nada de esto debió pasar.

Ah, pero si hubieses bailado el 4K con él no dirías nada.

Solo cállate.

—Rulo, ¿podemos hablar?

No digo nada, ni siquiera lo miro y sigo fumando.

Rob toma la cajetilla de cigarros y saca uno, luego de encenderlo le veo caminar descalzo hacia la barandilla, solo viste su denim. Por alguna razón sigue llamando mi atención el vendaje en su tríceps; él se sienta encima del enrejado a fumar, no sé qué manía tiene con hacer eso, pero al menos aquí la altura no es como en su departamento.

—Pelotudo, disculpame, me agarraste desprevenido. —Sigo en silencio—. Johan, vos me volvés loco, pero…

—Rob, yo lo siento —le interrumpo—. Pudimos hacer cualquier otra cosa, en cambio, te presioné con algo que no quieres. —Siento mis ojos temblar—. A veces tiendo a repetir lo que me hicieron, sigo trabajando en eso. Lo lamento.

Rob baja de la baranda y viene conmigo. Acuna mi rostro y me besa la frente.

—No digás eso, vos no sos un agresor; sí, te pusiste medio intenso, pero rescatate, pancho, que todo está bien.

—No, no está, porque es mi miedo lo que me obligó a actuar así…

—¿Miedo vos? —me interrumpe— Miedo yo que me lo vas a partir. —Eso me hace reír.

—Robert, sé serio.

—Eso te lo digo a vos, pelotudo, siempre mal pensando todo; yo me refiero al corazón, Johan. Vos me vas a partir el corazón.

—Rob, no es así.

—Escuchame, sé que vos amás a Ray, por eso traté de mantenerme al margen, pero luego pasó lo de mi piso y comprendí que también sentís algo muy fuerte por mí.

Rob fija sus ojos en los míos, por largo rato, hasta que asiento en silencio.

—Por eso decidí exponerme ante vos. Ray, quizás aparezca mañana y quiera resolver las cosas con vos, pero no se la voy a dejar regalada. —Niego con la cabeza, sonriente y él prosigue—: Lo que sentís por mí me da alas y voy a seguir haciendo lo que sea porque ese sentimiento crezca.

Siento una tomatada apoderarse de mi cara.

—Rob, no sé ni qué decir.

—No digás nada, rulo, me basta ver tu reacción. Prefiero que un día me partás el corazón a seguir alejado de vos. ¿Qué sería de la vida sin un poco de dolor de vez en cuando? —Lo veo sonreír y emulo su gesto antes de besarnos.

Enrosco mis brazos alrededor de su cuello y solo me dejo envolver por esta nostalgia que él me produce, por este sentimiento de familiaridad, por esta sensación de unos labios que alguna vez amé besar y que añoraba volver a tocar.

Regresamos a la habitación, esta vez, nos desvestimos con vehemencia y sin ningún tipo de cuidado, nos dejamos caer en la cama; entre risas, seguimos entre caricias y besos.

—No te tenses —le digo al abrir el lubricante y reposo sus piernas sobre mis hombros.

—Rulo, callate y cobrate de una vez —expresa entre risas cubriéndose los ojos con su mano izquierda. Eso me hace reír—. Esto me saco por decir que haría lo que sea por vos. —Vuelvo a reírme de sus payasadas y me acerco a besarlo—. Me volvés loco —susurra en mis labios y acaricia mi mejilla con la mano que antes ocultaba su mirada.

Me pierdo en esos ojos que me observan con atención y un pensamiento fugaz surca mi mente:

«Mi arcoíris después de la tormenta eres tú»

Vuelvo a besarlo con intensidad y mientras mis dedos juegan —o intentan— con su trasero, le permito a su lengua acceder y hacer lo que desee en mi boca.

Demonios, Rob está muy cerrado, así será difícil esto, pero sigo intentando, siento un calor inmenso, además esta electricidad que recorre mi cuerpo crece conforme él dilata y empiezo a escuchar sus gemidos.

—¿Sigues pensando igual? —inquiero con ironía en sus labios y le escucho jadear, hasta se atreve a pedir más—. Oh, entonces, ¿puedo profanar el templo?

—Rulo… —Jadea—. No seás rudo.

—Relájate. —Acomodo mi miembro entre sus nalgas y lo veo tragar hondo—. Rob, solo respira, en serio. Hazle caso al experto. —Ríe a carcajadas, pero estas mueren cuando comienzo penetrarlo, despacio para no asustarlo ni lastimarlo.

Demonios, está muy apretado así que me acerco a besarlo de nuevo y él me recibe ansioso, como si hubiese estado anhelando este momento en que nuestros labios se encuentran.

Poco a poco hago un vaivén, solo acelero o incremento la potencia cuando él mismo lo pide y aprovecho esos momentos para molestarlo también.

—Rulo… seguííí, pero dejate de chistes. —Me trago la carcajada para aferrarme a sus caderas con fuerza y así poder acelerar el ritmo—. ¡Maldición, Johan!

Rob gime, grita, jadea, suplica parar, pero si lo hago desvía la mirada y pide más. Esto es divertido, aunque lo disfruta, le cuesta admitirlo.

—¿Podrías soltar la sábana y masturbarte un poquito para mí? —Me mira asombrado—. Rob, ¿qué te sorprende? Te prometo que será más rico.

Tomo el frasco del lubricante y le pongo una buena cantidad en su pene, el frío le provoca un respingo y sonrío antes de empezar a masturbarlo por un rato hasta que él decide continuar, entonces sigo acelerando la penetración. Nuestros gemidos inundan la habitación, cada sonido que brota de su boca me excita más y esa expresión de placer en su mirada ni se diga. El calor del momento sumado a su propia vergüenza ha enrojecido su tez blanquecina, pero luce mucho más excitante así.

—Rulo, creo que me vengo… —Detengo las embestidas y él jadea, preguntando la razón solo con la mirada, sonrío por su expresión.

—Oh, no, señor argentino. —Ladea la cabeza, confundido y salgo de su interior con cuidado, lo confundo mucho más al quitarme el preservativo.

—R-rulo, ¿q-qué hacés? —Titubea al verme sacar un nuevo condón y colocárselo, seguido de un chorro de lubricante—. Rulo…

Lo interrumpo cuando subo a horcajadas encima de él y acomodo su pene entre mis nalgas.

—Johan…

—Déjame a mí.

Empieza a gemir conforme presiono mi cadera, respiro hondo mientras su miembro se abre espacio dentro de mí, duele un poquito, pero puedo manejarlo. La expresión de placer y al mismo tiempo sorpresa marcada en su rostro no tiene precio; sigo empujando hasta estar completamente fundidos, me reclino hacia adelante para besarlo.

—P-pero, rulo, vos…

Shh. —Beso—. Guarda silencio, ¿no era esto lo que querías?

—¡Maldición, Johan!

Grita, gime, gruñe, jadea, pero sobre todo suplica mientras me muevo encima de él con más fuerza. Arriba y abajo, atrás y adelante; me gusta llevar el control y deleitarme con cada sonido que brota de su boca, todo el conjunto resulta en una descarga de adrenalina y electricidad recorriendo mi cuerpo.

—Rulo, pará, me harás acabar así. —Acelero—. La concha de la lora, ¡Johan!

—¿Quééé? —inquiero, sonriente, entre jadeos—. Eso intento, tonto…

—¡Rulo, yaaa!

Vuelvo a moverme de manera vehemente, él aprieta las sábanas muy fuerte hasta que sus nudillos se tornan demasiado blancos y los ojos casi se le viran, vuelvo a reír entre jadeos para molestarlo por casi acabar. Su respuesta es aferrarse a mis caderas para frenarme un poco y entonces es él quien se mueve con mucha rudeza, me cuesta seguirle el ritmo. ¡Demonios!

—Rob… —Se me traba la lengua entre gemidos.

—¿Qué pasó, fiera? —Gime y sonríe de medio lado apretándome más e incrementa la intensidad. Demonios, no quiero acabar así—. ¿Dónde quedó tu sarcasmo, eh?

—Rob…

Demonios. Entra y sale, entra y sale… es demasiado intenso, siento un hormigueo en mi vientre, no, no, no…

—Para, por fa, Rob…

Enseguida detiene las embestidas y deja de presionarme «demonios, justo a tiempo», pienso, tratando de nivelar mi respiración. La cosa es que ahora él luce algo preocupado, incluso se sienta y lleva sus manos hasta mis mejillas al hablarme.

—Rulo, perdoná, no quise asustarte.

¡Oh! Ahora entiendo, soné nervioso.

—¿Estás bien?

Lo beso en respuesta.

Vuelvo a moverme a mi total antojo sin dejar de besarlo y sigo acelerando hasta que sus músculos empiezan a tensarse, puedo sentir su miembro palpitar dentro de mí. Lo veo cerrar los ojos y liberar un gran gemido al correrse, mi respiración va errática, pero sonrío victorioso para burlarme.

La verdad, estoy demasiado cerca de llegar, el líquido preseminal que impregna su vientre lo confirma, pero no quiero hacerlo así.

—Rulo… —dice bajo, aún respira entrecortado, por la boca—. Me mataste, no se vale. —Río ante sus quejas y vuelvo a besarlo—. Vos me engañaste.

—Nop. Tú entendiste mal, pero genial, te necesito relajado —susurro en sus labios antes de levantarme por un nuevo preservativo, su mirada me hace reír—. Rob, ¿qué mejor manera de conseguirlo que con un buen orgasmo?

—¡Rulooo, vos sos malo!

—Sí, sí, quéjate cuando estés en cuatro.

—¡¿Quéééééé?! —Niega desesperado con la cabeza.

—Rob, hazme caso, prometo que va a gustarte mucho más.

Sigue luciendo dudoso, pero luego de un suspiro accede, así que ahora tengo su nervioso trasero a la espera delante de mí, lo más divertido es que se mueve de un lado a otro, choca contra mi ingle; no sé si lo hace a propósito o no, pero cada roce me endurece más.

—Señor argentino, ¿podría, por favor arquear un poquito más el cuerpo? —Lo nalgueo para fastidiarlo y me toca contener una carcajada por su reacción.

—¡Rulo! Dejate de chistes.

No puedo aguantar, se me sale la risa.

—Ya es bastante humillante esto. ¿Querés que te patee el orto?

—¡Qué malo eres! Yo solo intento darle cariño al tuyo.

—¡Callate ya!

Separo sus nalgas y vuelvo a aplicar lubricante, lo escucho liberar aire con pesadez, también quejarse por acceder y sonrío al recordarle que se mantenga tranquilo mientras vuelvo a penetrarlo, despacio. Aunque se tensa un poco al principio, esta vez resulta más sencillo «¡genial!». Rob sigue concentrado en su respiración, yo me acerco a besarle la columna y morder su cuello conforme acelero. Aunque mi miembro resbala con mayor facilidad, su propia estrechez resulta más excitante y estimulante, al combinarse con sus gemidos provoca toda una explosión dentro de mí. Rob aprieta las sábanas y jadea con fuerza.

—¿Verdad que te gusta?

—Rulo, callate. —Me acerco hasta su mejilla y él gira la cabeza hacia un lado buscando mis labios, nuestras bocas no sé despegan al acelerar las embestidas—. Johan, qué rico…

—Te lo dije —susurro en sus labios e incremento la intensidad.

Demonios, empiezo a sentir mis músculos tensarse y este hormigueo en mi vientre se hace más intenso.

—Diablos, Rob, podría terminar en segundos…

—Hacelo. —Jadea—. Rulo, me vas a hacer venir de nuevo.

—¿Y acaso no te gusta? —Apenas y asiente con la cabeza.

Acelero las embestidas a la vez que me apropio de su pene para masturbarlo al mismo ritmo, los gritos de Rob son como pólvora que enviende mi orgasmo hasta hacerme explotar, siento todo mi cuerpo liberarse mientras termino de vaciarme en su interior.

Rob se deja caer, exhausto, entretanto yo me deshago del preservativo para luego recostarme a su lado. Aunque estoy muerto, observo su enrojecido rostro y le muestro una sonrisa burlona, él responde con un débil golpe contra mi hombro, luego se acerca a mí para abrazarme y reposa su cabeza sobre mi pectoral izquierdo.  

—Debería irme, rulo, no te vayas a meter un lío con tu jefa. —Río bajo en medio de un bostezo.

—Rob, ¿crees que haría todo esto con mi madre aquí? Estoy solo, quédate. —Beso su frente y poco a poco siento que me duermo, aunque él me interrumpe a cada rato, pregunta si es correcto y tonterías por el estilo—. Rob, ya cállate y duérmete. —Bostezo.

—Rulo, pero debí decírtelo antes porque… —Otro bostezo.

—Rob, dilo y ya.

El sueño me está ganando y él no se calla. Solo sigue, sigue y sigue, creo que no fue buena idea pedirle quedarse…

—¿Me estás escuchando?

¿Qué? Ni idea de qué dijo.

—Yo soy Rui. —Bostezo.

—Lo sé.

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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖

Les contaré un secreto: en la versión original está era la forma en que Rob confesaba la verdad🙊 y desde allí pasaban muchas otras cosas que no tocaré, espero que les haya gustado y ahora me retiro lentamente 😅🙈

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