Especial de Halloween: Vamos dibujando
La jaqueca está cruda, pero sabía que esto pasaría. Necesito recuperar el control rápido mientras Rui sigue adentro, encerrado, en pánico. Aún nuestra respiración va errática; me apoyo contra la estantería a mi espalda para tratar de recobrar la compostura. Aprieto con fuerza un entrepaño, si no, podría caer; necesito un ancla si quiero estabilizarnos con mayor velocidad. «Perdoná…»
—Tranquilo, Rui, vamos dibujando la salida a nuestra libertad —murmuro con la cabeza recostada hacia atrás mientras sigo nivelando respiración.
Ya consigo ver con claridad la lámpara del techo dentro de este armario de limpieza al cual conseguimos llegar, lo que es buen indicio para continuar adelante antes de que Rui regrese, de nuevo; no sé cuánto tiempo tengo, podrían ser días como también horas por eso es necesario ser veloz.
Desde este escondite consigo escuchar los gritos y radios de los hombres de Morgan que nos buscan, aunque me ponen nervioso esos pelotudos, a Rui le prometí que sería nuestro último día en esta pocilga y no pienso fallarle. Maldigo a la bestia por enviarnos a este lugar, pero ya nos la pagará. Sin embargo, escucho más pasos de los que esperaría, parece una marcha.
Por extraña que resulte la situación, no podemos perder tiempo en intentar descifrar, así que aprovecho mi estancia en este sitio para revisar y hacerme con algo que pueda usar como arma, en caso de necesitarla.
—Vamos, vamos…
Empiezo a desesperarme; pero no puedo salir de acá sin algo filoso. ¡Maldición! Alguna mierda debe haber, un cuchillo, navaja, hojilla.
—¡Maldita sea, cualquier cosa, che!
Siento el corazón a toda máquina luego de golpear la estantería porque acabo de provocar que varias cosas caigan alrededor «¡serás pelotudo!», me recrimino, temblando de escalofríos ante el sonido de las latas que repiquetean en el suelo; ahora es seguro, captaré la atención de esos malditos, no puedo quedarme más luego de eso. Salgo con cuidado y tanteo puertas a toda velocidad por el corredor en busca de un nuevo escondite, sin suerte.
—La concha de la lora… —Aunque sigo con el corazón a mil, agradezco la oscuridad de este corredor, pero necesito pensar rápido porque puedo escuchar a esos pelotudos más cerca.
—Por qué están… —murmuro en bajo al comprender que la extraña marcha se debe a los otros estudiantes que caminan en formación por un corredor quién sabe a qué lugar—. ¿A dónde… los llevan?
Decido ignorar y seguir adelante «¿qué podemos hacer? Rui, quedate afuera, no te atrevás a entrar», sigo pensando mientras corro como orate en busca de una nueva…
—Puerta… —murmuro con una sonrisa que apenas se asoma. Esta es la que menos esperaba encontrar abierta.
Me agacho antes de entrar al comedor. Empujo con cuidado el frío metal, siento palidecer ante el chirrido de la bisagra y trago grueso. Acelero el paso, debo llegar a la cocina por un cuchillo; espero no haber llamado la atención y que tampoco me atrapen antes de hallar lo que necesito.
Por un segundo veo a través de una pequeña ventana hacia el patio y noto que a los otros pibes los ubican en filas al centro de la cancha «esto no me da buena espina». Mi respiración se acelera cuando noto al pastorcito de mierda frente a los boludos y jalan a dos chicos al azar o es lo que me parece hasta que consigo detallar sus rostros «¡Mierda!», pienso luego que los guardias les quitan las camisas delante de todos y luego los obligan a postrarse de rodillas.
—Qué está…
—¡Oh, San Antonio de Padua! Ayúdanos a encontrar esa causa pérdida…
Dejo de escuchar lo que dice en cuanto golpea con un látigo, cinto o alguna mierda a uno de los chicos…
—¡Maldición! —Mi pecho se infla y desinfla sin control «Rui, ni te atrevás a venir, quedate allá», es mi único pensar ante cada grito emitido por el chico.
—Joven Robinson, por causa suya, el resto del rebaño cargará con la penitencia…
—¡Pastorcito marica! —Me quejo en bajo, empuño las manos y reposo por un segundo la frente en el borde de la ventana.
Muchos, por no decir la mayoría, estamos en este sitio obligados; pero hay quienes, a posta, se creen que serán “curados”, por eso oran como imbéciles, asienten ante cada azote que ellos creen esos chicos merecen. Si hubiesen visto lo que hacía el pastorcito junto a ese par de chicos en esa oficina no seguirían así.
Me alejo y continúo con mi búsqueda, revuelvo todo en la cocina. ¡Maldita sea! Me asusta lo que pasa afuera, también el tono empleado por ese hijo de puta. Estos cretinos parece que esconden las posibles armas porque no encuentro nada; los desgarradores gritos me hacen saltar, pero todo aquello será en vano si no consigo…
—¡Sí! —exclamo al hallar un cuchillo, luce bastante afilado para su tamaño.
Decido guardármelo antes de continuar. El pastorcito sigue afuera con su teatrito, eso significa que podría llegar a su oficina, si lo consigo quizás no solo escapemos nosotros sino ellos también, pero debo esquivar a los guardias porque si nos atrapan estamos muertos, esos tipos no entraron armados por gusto.
—Maldición, ¿qué hago?
—¡Joven Robinson! Apersónese en el patio en este momento. —Tiemblo ante eso.
Mientras pienso cómo diablos llegar, mi vista se fija en una ventanilla del aire acondicionado en el techo y una idea muy loca se me atraviesa, aunque no sé si sea factible un plan improvisado, sacado de alguna película; pero sin tiempo para más, decido intentarlo.
Tomo un par de frascos vacíos y lleno la mayor parte con aceite de la freidora, luego sumerjo un trozo de paño envuelto con una servilleta en cada uno, corto las mangueras de gas que conectan a las estufas, abro las refrigeradoras y dejo correr el resto del aceite de la freidora al suelo; trago hondo, nervioso, contemplo por un instante el caos. El olor a gas es más fuerte y esa es la señal de partida.
Subo sobre la encimera metálica, lo único que agradezco a la bestia mientras me guardo la caja de cerillas en un bolsillo, es mi altura porque consigo alcanzar el acceso; con cuidado, uso el cuchillo para soltar los tornillos, escucho pasos por el corredor, también puertas azotadas que asumo están derribando para tratar de hallarnos, así que acelero esto. Subo primero los frascos, luego me impulso hacia arriba, consigo introducirme en la ventila y justo antes de cerrar veo a un grupo de cinco guardias ingresar de golpe al comedor.
Me siento como estatua, no puedo moverme hasta que los tipos dejen este lugar o el gas se halla extendido lo suficiente —lo que pase primero—, debo evitar cualquier ruido dentro del conducto que pueda delatarme. ¡Maldición!
—¡Oh, venerado San Antonio! Concédenos el milagro expresado en nuestras súplicas… —Resulta irónico escuchar el murmullo del pastorcito marica, orando afuera al mismo tiempo que estos tipos, armados, maldicen y revuelven todo en el comedor; mesas son volteadas o azotadas, cada puerta es abierta y revisada «rájense de acá, pelotudos»—. Oro desde mi corazón por este joven que se ha desviado en el camino…
Un pelotudo ingresa a la cocina y por la cara que trae asumo que ya se dio cuenta del gas así que, ¿para qué esperar? Enciendo las cerillas, quemo los papeles que envuelven cada paño, una vez han ardido, ataco desde la ventila y huyo cuando el tipo nos apunta; el pelotudo dispara hacia el ducto mientras me apresuro a arrastrarme como serpiente al mismo tiempo que oigo el estruendo de una explosión, siento el corazón a mil por hora. Los tipos gritan y piden apoyo, yo sigo adelante con el miedo impulsándome a escapar.
Alarmas suenan, a través de las ventilas por las que paso veo a los tipos correr desesperados, no sé cuán grave ha sido el desastre que provoqué y eso a posta me asusta así que con mayor razón quedate afuera y a salvo, Rui...
—¡Maldición! —grito aterrado cuando el ducto cede y quedo colgando. Sin más remedio, me dejo caer y acabo con el tobillo lastimado— ¡La concha de la lora!
Estoy cerca de la enfermería, podría ir a ese lugar por algo para mí tobillo, pero no tengo tiempo, debo aprovechar el caos para escurrirme hasta la oficina de Morgan, es el único sitio con comunicación al exterior.
Luego de caminar lo mejor que puedo, lenta y cuidadosamente, consigo llegar a la oficina, pero está cerrada. ¡Maldición! Ni modo, golpeo el cristal con el cuchillo y despejo un agujero lo suficientemente grande para pasar el brazo y destrabar el cerrojo. En cuanto entro corro al teléfono y llamo a emergencias.
—Necesitamos ayuda, el colegio se quema!
—¿Puede repetir, por favor?
—¡Qué vengás pronto, pelotudos!
Dejo la bocina colgando del escritorio y voy al cuartucho de los castigos, siento escalofríos, pero reviso entre cajones buscando llaves de algún vehículo, en cambio consigo algo que me hace temblar. Ese sádico de mierda suele grabar los castigos y el montón de videos almacenados acá lo confirma.
—Apuesto a que el infeliz debe tener algo de la orgía sadomasoquista que mantenía con esos chicos, más temprano…
—Supone mal, joven Robinson.
¡La puta madre! Morgan acaba de entrar.
—¿Qué intenta?
No digo una sola palabra, mantengo mi desafiante mirada clavada en él, aunque siento miedo de lo que pueda pasar ahora. Maldita sea, perdoná, Rui, te fallé.
—Ha provocado un incendio, Joven Robinson, hay una gran cantidad de heridos… —Niego con la cabeza sin variar mi gesto porque sé que miente, los pibes están afuera—. Algunos de sus compañeros han muerto por su mano…
—¡Eso no es verdad! Todos están afuera, sádico de mierda.
—Atrá… —Morgan es interrumpido por un gran estruendo que hace correr a sus hombres.
Ha sido una enorme explosión lo que sacudió el edificio, no tengo idea de qué lo provocó y tampoco deseo averiguarlo, pero es la distracción perfecta para escapar. Morgan intenta agarrarnos, sin embargo, el miedo y, aún más, la rabia, me obligan a atacarlo con el cuchillo, justo en el lado derecho de su rostro.
Corro como orate por el pasillo hasta llegar al patio donde los otros pibes huyen a toda velocidad hacia la salida en cuanto bomberos y patrullas derriban el enrejado. Sigo por inercia a los boludos y me adentro en el bosque más cercano desde el cual contemplo, boquiabierto, por un instante la bola de fuego que se ha tornado el internado. Las piernas ya no me responden y eso solo es señal de que vos estás próximo a entrar, así que, pelotudo, yo ya me encargué del boceto de libertad queda en vos darle color al resto…
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 Feliz Halloween 🎃 espero hayan disfrutado este pequeño especial.
Hay quienes me han preguntado qué onda con el incendio o qué pasó en la oficina... En fin, espero haber respondido 😅🙈
Lo sé, no es Halloween ahora mismo, pero estoy editando todo😂
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