Capítulo 8
Anteriormente
—Me preocupas —Sentí como me tomaba en brazos y me dejaba en un sillón que había traído hasta la habitación, así podría cambiar sábanas y hacer el aseo que cualquier madre haría por su hijo.
—Tranquilo —Mi voz débil, no hacía más que empeorar la situación y lograba que Mark se quejara de tan solo verme.
—No estoy tranquilo, Charlotte. No me queda otra opción que llamar a un médico. No es lindo verte así como estás, necesito que te recuperes —Su voz se aceleraba de a poco y terminaba ahogándose en sus palabras.
Mis ojos se abrieron como platos al escuchar que planeaba llamar a un médico. No era buena idea, podría hacer que nos descubrieran.
—No... no es lo mejor que podrías hacer —Comenté mientras luchaba arduamente para mantener mis ojos abiertos.
— ¿Y qué es lo mejor que podría hacer? ¿Quedarme de brazos cruzamos, mientras tu resfriado aumenta? Esta loca si crees que no haré nada al respecto —Se adelantó a decir, antes de que yo prosiguiera negándome a su ayuda.
—Mark, sabes muy bien que... pueden llegar a descubrirnos —Me quejé dejando que mis párpados se cerraran. Era inútil hacer un esfuerzo más.
—Es solo un doctor, no puede hacer mucho Charlie —Mi cuerpo, a pesar de lo débil que estaba, dio un salto al sentir repentinamente las heladas manos de Mark sobre las mías.
Abrí mis ojos y ahí estaba, arrodillado frente a mí, con los ojos brillantes y expectantes, esperando alguna respuesta positiva de mi parte.
—Los doctores pueden hacer mucho —Argumenté sin sentido. Temía que Mark saliera vencedor del debate, mi estado provocaba un pobre uso de diccionario y no tenía las palabras adecuadas para rebatir.
—No, no pueden. Charlotte, ya deja de ser testaruda y hazme caso de una vez por todas. —Su voz terminó por hacer eco en la habitación y a los segundos sentí sus labios en mi frente, depositando un cálido beso.
—Esperemos unos días más y... —Me acomodé para mirarlo a gusto— si el resfriado se mantiene igual, te prometo que yo misma llamo a un médico —Suspiré y cerré nuevamente los ojos.
No dijo nada. Al parecer prefería eso a que seguir insistiendo para nada.
Acarició mi cabello y me tomó, como una pluma, en brazos para llevarme de vuelta a la cama y abrigarme bajo las brazadas.
Cinco días pasaron exactamente y seguía en el mismo estado deplorable ¿Qué era lo que sucedía conmigo? Ya debía de estar de buena salud, cantando y saltando por el hermoso campo. Algo andaba mal.
Suspiré agotada de la fiebre admirando el hermoso día que se translucía a través del visillo limpio colgado en la ventana, parecía ser una burla.
— ¿Cuántos días más quieres esperar, Charlotte? —Una helada voz apareció en la habitación. Estaba molesto.
Giré mi cabeza con cuidado y fijé mis ojos débiles en los suyos enfadados.
— ¿Quieres esperar a que te pase algo realmente grave? ¿No es cierto? —Seguía hablando en el mismo tono frío, cruzado de brazos y piernas, apoyado en el umbral de la puerta.
—Mark... ya estoy mejor —Susurré. Mi garganta ardía.
—Que mentirosa eres... —Negó con la cabeza en desaprobación y desvió sus ojos de los míos para fijarlos, como punto final, en el suelo.
El silencio que nos rodeaba era tenso y no había demasiadas opciones. Debía de aceptar la visita de un médico.
— ¿Sabes? —Interrumpió el silencio, con la misma voz seca y amarga que traía desde que se había levantado— ya no seguiré haciéndote caso, llamaré a un doctor ahora mismo —Suspiró con pesadez y caminó con paso firme hasta el teléfono que yacía quieto y polvoriento en un mueble antiguo.
— ¡Mark! —Gemí apretando los ojos. ¡No quería un médico!
—Ya basta, Charlotte —Musitó sin importancia mientras marcaba un número— tienes suerte de tener un novio que conozca al mejor médico de New Jersey.
Bufé con dificultad y me volteé en la cama. Aunque darle la espalda no le detendría, era una manera de hacerle saber que estaba enfadada con él.
— ¡Ja! No me interesa que te enfades conmigo, preciosa —Que tramposo, a pesar de que lo decía con sarcasmo, sonaba totalmente sensual para mis oídos, aún más cuando agregaba la palabra "Preciosa" — Créeme que a mí, en estos momentos, me interesa que te mejores pronto y que luego salgamos a caminar, tomaditos de la mano y quien sabe por ahí si te doy una sorpresa, tu sabes —Sentía el tono travieso que empleaba y a decir verdad, le resultaba.
Me giré de un salto, sin pensar en la terrible molestia que causaban las sábanas y la ropa sobre mi piel.
— ¿Qué quieres decir con eso? —Arqueé una ceja al verlo con una sonrisa juguetona en los labios, mientras sostenía el teléfono en su oreja izquierda.
—No lo sé, tú sabes —Me guiñó un ojo y suspiró.
Okay, me convenía que me curara pronto de este apestoso resfriado.
Sonreí y dejé que mi cuerpo debilitado, descansara tranquilo en el colchón. Carcajeó y supe que debí de haberle hecho entender que me rendía.
Las risas cesaron y entendí que habían atendido la llamada.
— ¿Doctor Hanks? —Preguntó y me dio la espalda— Habla con Mark Richards... necesito una atención urgente, me gustaría saber cuándo está usted disponible... ¿Esta misma tarde?
—Maldición— ¡Perfecto!... si, si, como a las cuatro estaría bien... —Terminó por darle la dirección y unas muy afectuosas gracias.
Se volteó de un salto y colgó la llamada.
—Ya se, viene a las cuatro —Rodé mis ojos y suspiré abatida.
—Sí, te recomendará algunos medicamentos y eso es todo. Soy un completo estúpido al haberte obedecido y no haber llamado antes —Carcajeó y golpeó suavemente su frente con su mano derecha.
—Es que tengo un gran poder sobre ti y las cosas se hacen como yo digo —Suspiré con una sonrisa en los labios.
—Quizás —Carcajeo y en segundos nos quedamos en silencio, mirándonos directamente a los ojos.
Mordió su labio inferior y sonrió— creo que comienzo a desesperarme, extraño devorar tus labios
—Musitó con melancolía.
Sonreí débil. Era cierto, desde que el resfriado había comenzado, habíamos quedado en no tener mucho contacto físico... después de todo, no queríamos terminar los dos resfriados, siendo dos personas inútiles en una cama.
—Creo que... necesito a ese médico ahora mismo —Carcajeé.
Rió y se acercó, midió mi temperatura y sin más remedio, terminó por posar una fría toalla húmeda en mi frente.
El reloj que colgaba en una de las paredes de la habitación, marcó la hora exacta en la que el médico dijo que se presentaría... y con una sorprendente puntualidad, unos cuantos golpes en la puerta principal, hicieron eco por toda la casa de madera.
—Debe ser él —Mark saltó de un golpe y sin más que decir, salió disparado de la habitación.
Mientras esperaba la aparición de mi novio junto al profesional, resé en todos los idiomas, rogando a que no fuese nada grave y no me viera obligada a regresar a la ciudad.
—Charlie, el doctor Hanks ya está aquí —Anunció la suave voz de Mark.
Abrí mis ojos y con lentitud me fui acomodando en el acolchado hasta quedar apoyada en el respaldo.
Ahí estaba. Un hombre alto y maceteado, de tez morena pálida y con una escasa barba blanca... al igual que su cabello.
—Buenos días —Musité seria. Su aspecto me daba escalofríos.
—Buenos días —Sonrió y dejó salir ese aspecto que todos los doctores ocultaban, ternura.
Tomó una silla y se acercó hasta sentarse a mi lado. Posó el maletín sobre la cama y sacó todo tipo de instrumento que necesitaría.
Luego de una corta revisión, retiró el estetoscopio de sus oídos y los volvió a guardar en el maletín. De este mismo, sacó una cajita rectangular y la dejó en el velador junto a un gotario.
—Y... ¿Qué es lo que tiene? —Cuestionó Mark al notar que el trabajo del hombre ya había finalizado.
—Es solo un simple resfriado —Se puso de pie, mientras yo clavé mis ojos asesinos en los de Mark. ¡Había sido para nada! —Pero hicieron bien en llamarme, es un resfrío común, pero que debe ser tratado —Me sonrió victorioso. Okay, si tenía razón— este jarabe ira regulando su estado, en un par de días te recuperarás —Me sonrió con ánimo.
—Muchas gracias —Sonrió Mark estirándole una mano, la cual el doctor aceptó gustoso.
—Una duda —Musitó antes de retirarse de la habitación— ¿Dónde están sus padres? Por lo que veo, llevas con fiebre varios días... —Me miró con extrañeza y sentí latir a mi corazón con fuerza. Eso se llamaba nerviosismo.
Miré a Mark con nerviosismo y tragué saliva esperando a que algo alumbrara en mi cabeza.
—Salieron... —Solté la primera palabra coherente que se me vino a la mente— salieron, ellos... se fueron de vacaciones por unos días —Era buena actriz, debía de hacerle creer con una simple sonrisa.
Aun así, después de haber parecido la chica más honesta del mundo, me miró desconfiado.
— ¿Salieron? Pareciera que no están seguros de aquello —Clavó una mirada acusadora en mí y por inercia temblé. ¿Por qué nos cuestionaba? Ese tipo de cosas no eran su incumbencia.
— ¿Cómo no podríamos estar seguros? Son nuestros padres... ¿Qué hay de extraño en que salgan de viaje en vacaciones de verano? —Tomé el valor necesario para enfrentarlo. Con eso debía de callarse.
Se quedó en silencio y giró sobre sus talones para mirar a Mark, quien se encontraba serio, seguramente ayudándome con el teatro.
—Si usted tiene desconfianza, podría llamarlos, no hay problema —Soltó tal como si estuviera molesto. No sabía que se traía entre manos, pero me sonó a Gabriella.
Mantuvo el silencio, me miró una vez más y suspiró.
—No, no tienen para que llamarlos... —Se encogió de hombros y me sonrió amistoso— después de todo... están de vacaciones —Volvió a sonreír con inocencia. No sé cuál era la razón de que me causara tanta desconfianza.
—Cuídate Charlotte y recuerda beber el jarabe dos veces al día, una en la mañana y otra en la noche. Son 15 gotas —Con la última sonrisa agitó una mano con lentitud y salió de la habitación.
Mark salió caminando detrás de él y apenas escuché la puerta principal abrirse, corrí hacia la ventana para observar que era lo que sucedía.
Los vi conversar y durante la corta charla el rostro de Mark se ponía cada vez más serio y frío. No era una buena señal... más terminaron por despedirte con un apretón de manos y sonrisas.
Mark se quedó de brazos cruzados en el portal de la casa, seguramente con la excusa de ver partir al médico, más yo estaba segura de que aprovechaba de refrescarse de la suave y tibia brisa que aparentaba estar en el día de hoy. Después de todo... la mayoría de los días se había quedado a mi lado atendiendo mi resfriado.
El doctor Hanks se subió a su lujoso auto negro y emprendió viaje por la ruta de arena seca que se hundía bajo los verdes árboles al frente de la casa.
Sin nada más, volví a la cama y aproveché de humedecer una vez más la toalla para dejarla reposar en mi frente ardiendo.
Los pasos de Mark se escuchaban pesados en la escalera y en segundos apareció en la habitación con el rostro marcado por la preocupación.
— ¿Sucede algo? Tienes una cara terrible —Carcajeé acomodándome en la cama.
—Y tú deberías tenerla también —Me miró afligido— tienes sospechas, Charlie.
Dejé los ánimos a un lado y esperé a que el silencio inundara la habitación.
—Lo sé —Musité fría— ¿Te dijo algo más? Pensé que luego de nuestro teatro debería de habérselo tragado todo —Volví a sentarme en la cama, para así tomar un aspecto más serio.
—También lo creí, pero... mencionó algo sobre nuestro escape, Charlie —Sentí como vibraba su voz y mi corazón se detuvo ante el miedo.
— ¿Qué... que quieres decir con eso? —Susurré con la voz cortada. Sabía que algo no andaba bien.
—No lo dijo tan concretamente —Se sentó a los pies de la cama— pero quiso mencionar algo, sobre una pareja de New Jersey, alrededor de los 17 años, que se habría escapado, somos nosotros —Musitó serio y clavó sus ojos con los míos.
—Te dije que era una pésima idea llamarlo —Dejé que se me escapara ese tono enrabiado que pocas veces solía usar.
— ¿Y que querías que hiciera? ¿Qué terminaras con algún problema grave? ¿Acaso no sabes que la fiebre es peligrosa incluso mortal? —Su tono de voz comenzaba a elevarse. Por cierto lado tenía la razón y yo por otro... también.
—Pero Mark —Me quejé con debilidad y sentí mis ojos empañarse sin sentido— Ahora nos van a descubrir... esto no tiene nada de bueno —Sollocé.
—Prefiero ir mil veces a la cárcel, antes de que te suceda algo —Me miró tal como si tuviera rencor, pero sabía muy bien que no era nada más que rabia y frustración.
— ¡No digas estupideces! —Grité. Si, grité— ¡Era solo un estúpido resfriado! ¡Nada grave podría haberme sucedido!
— ¡Claro que sí! —Se puso de pie de un salto y me miró enojado— ¿Acaso no escuchaste al médico? ¡Podría haberse convertido en algo serio!
Esto era increíble. Nunca nos habíamos peleado y nunca estuvo en mis planes, ni mucho menos con gritos... ¡Ya ahora estábamos discutiendo por una estúpida razón!
—Ya cállate, tú no tienes idea —Gemí y dejé caer mi cuerpo en el colchón. Era mejor dormir y dejar que todo fluyera como debía de ser.
—Créeme que se mucho, Charlotte —El nivel de su voz había bajado, más aún así sentía su enojo correr en ella— iré por... —Suspiró— iré a tomar algo de aire afuera, si necesitas algo... solo golpea la ventana.
Un silencio frío y desolador se apoderó de la habitación y al segundo me di cuenta de que ya estaba sola.
Me quedé despierta todo el rato, analizando la situación en la que nos encontrábamos. Seguía pensando lo mismo "Las cosas no van por buen camino" y no hay nada más que hacer... un completo extraño, que ya estaba al tanto sobre el escape de dos jóvenes, sabía nuestra localización y eso nos jugaba en contra. Ahora solo nos quedaba rogar que se quedara en silencio.
Me dediqué a mirar mi celular apagado, que descansaba en el velador.
Cuantas llamadas pérdidas debería de tener, cuantos mensajes y notas ahogadas, esperando a que dé señales de vida, pero no... no iba a contestar, no iba a darles una esperanza. Todo esto era culpa de esas dos personas que me criaron en un mundo lleno de codicia y ambición, frías sin sentimientos y sin saber lo que era amar.
Limpié enseguida una lágrima que se deslizaba por mi nariz, era inútil llorar por un mundo tan frívolo como en el que vivía y a decir verdad, mes sentía completamente llena viviendo junto a Mark.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro