Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4.

La mañana se torna bonita...jodidamente bonita. El aire golpea mi cara y revuelve mi cabello a su antojo. No me quejo. A mi pasarela por la acera de la calle Sánchez le viene de perlas un toque sensual. Camino segura por medio de las personas que van en sentido contrario. Más de un par de ojos se me quedan observando embobados y más de otro par de ojos con arrogancia...envidia, esa es la palabra clave. Sin dudas, esta perra mañana no me la estropea absolutamente nadie.

Miro la hora en la pantalla de mi móvil. No falta mucho para entrar a Upcide. Sin embargo, hoy me tomo el tiempo en recrearme.

Tengo rastros de resaca en mi cuerpo, pero, soy una vieja maestra en esto. Emborracharme y levantarme al día siguiente como toda una reina es mi pasión.

Al fin llego a mi humilde hogar. Tiro la llave hacia cualquier lugar no medido. Soy un desastre andante, que no quepa duda. Sin embargo, el día que muera más que lamento será satisfacción, de que durante mi vida hice lo quise, cuando y como lo quise. Me identifico con Madonna cuando expresó que ella no se iría de este mundo sin haberlo probado todo...no sé si esas fueron sus palabras textuales, pero si la esencia.

De camino a mi habitación mi teléfono suena. Es Hugo, mi jefe. Me fijo en la hora, ya voy por cinco minutos tardes.

―Vamos Huguito solo han pasado cinco minutos —expreso mientras dejo caer el teléfono en la cama y continúo mi camino hacia el baño.

Dejo que el agua me revitalice y me otorgue aún más energía para el día de hoy. Vuelvo a repetirlo, el día de hoy promete...lo presiento.

Otras chicas dijeran algo como, mi corazón presiente que hoy será un grandioso día...yo...mi vagina promete que hoy será un perro día. Es así. Soy alma de hombre en cuerpo de mujer, explicándome mejor, soy una mujer que piensa como hombre...con lo de abajo.

Alcanzo una toalla y me envuelvo en ella. Al pasar por el espejo me observo, por largos segundos. Practico este ritual todos los putos días.

—Eres una diosa Andrea —repito en alta voz.

No, no es una forma de subirme el ego, es una forma de recordarme que puedo con todo en la vida, que nadie volverá a gobernarme, que otro hombre no volverá a joderme, que no volveré a sentirme apuñala por un sentimiento llamado amor.

Me seco el cabello y lo recojo en una trenza que se hace bastante larga, mientras flequillos caen sobre mi cara. Busco un conjunto de ropa interior color beige y me la coloco. Elijo para tapar esta preciosidad de cuerpo una licra corta y un tope, ambos del color de la ropa interior.

¡Pobre pero con estilo!

El maquillaje, que no puede faltar. Delineo mis ojos y aplico rímel en exceso hasta que mis pestañas destacan. Unos pendientes en forma de nudos pegados a la oreja, que compaginan perfectamente con los demás aretes dorados que cubren la parte superior de mi oreja izquierda. Me pongo mis zapatillas Nike, por las que ahorré como posesa para comprármelas. No puedo negar mi obsesión por los zapatos.

Me miro una última vez al espejo mientras me hecho perfume...caro también. Vamos a aclarar, soy una mujer pobre con gustos de chica rica...que le vamos a hacer.

Miro la hora otra vez, en la pantalla del teléfono, me tomó treinta minutos después, sumando ya voy treinta y cinco minutos tardes.

—Buenos días —expreso mientras entro al restaurante. La cara de mi jefe dice de todo...de todo lo que no ronde lo agradable.

―Andrea ¿sabes qué hora es? —dice con fastidio.

—Tuve que llevar a mi mamá al médico, la van a operar... —empiezo a inventarle una historia. La pelirroja y David se comienzan a reír.

Todos saben que no tengo familia o no una de sangre. La única persona que tenía falleció para mí el día que decidió venderme a otra persona.

―Imagino que también tenías que dejar a tus hijos en la guardería —comenta y aquello provocó aún más la diversión de los chicos.

―No, con esas cosas no juegues —añado.

—Y con tu madre enferma sí —indaga.

―Que te puedo decir Hugo, cada quién recoge lo que cosecha —expongo mientras sigo a guardar mi bolso y ponerme el delantal.

Hugo pasa de mí y se va hacia su despacho. La verdad es que el viejo me ha cogido cariño, por eso me aguanta mis malcriadeces. En otro empleo me hubiesen puesto de patas a la calle.

La campana del gastropub suena llamando mi atención. Por ella entra una pareja que desprenden azúcar por donde caminan. Son pura almíbar. Imagino que están en la etapa rosita de la relación. Corazones, cenas fuera, besos hasta que se acaben, risas hasta que duela la boca y sexo, mucho sexo. Cuando lleguen a la etapa negra se acordarán de mí.

Me acerco a ellos a tomar el pedido. Ni siquiera me han visto. Están enfocados en sus manos juntas.

— ¿Desean un limón? —inquiero, ganándome la mirada de ambos.

―¿Qué? —pregunta la chica perdida.
Limón para la baba niña.

— ¿Qué si desean algo? —interrogo.

―Pide tu corazón ―comenta ella―. Confío en tí y en tu buen gusto.

Interiormente me río.

Si eres mujer y me escuchas...elige niña, siempre. A si te toca pedir un whisky y no tiene idea cual sería el mejor. No los acostumbres a que ellos tengan la última palabra.

¿Confiar en ti? ¿En tu buen gusto?.

En la etapa negra sería tipo "Mejor elijo yo. Cómo es que llevamos años juntos y aún no sepas lo que me gusta".

—Dos hamburguesas de pavo y dos coca cola —determina el hombre.

Tomo el pedido y se lo entrego a David.

—Tienes cara de persona sacrificada —expreso cuando la pelirroja se sitúa a mi lado.

La pelirroja se llama Eileen. Empezó a trabajar después que yo, pero nos estamos llevando bien. Es como Keira en cuanto a personalidad. Creo que por eso ligo tan bien con ella. Con la única loca que estoy dispuesta a tratar es conmigo.

―Soy una persona sacrificada. Hace pocas horas pidieron mi mano en compromiso —declara.

―Joder. Maquíllate, ponte guapa, vístete de negro y siéntate a esperar a la parca, que ya tu vida valió —expongo, haciendo que ella se ría.

—No debe ser tan malo...-comprometerse —expone.

―Pues grítaselo a tu cara, que te está traicionando feamente —comento mientras recojo la orden de la mesa de los tortolitos.

―Buen provecho —expongo, pero mis palabras caen al suelo.

En verdad, las personas cuando se enamoran pierden todos los sentidos. Se vuelven tan tontos.

Dios, líbrame de todo mal.

Las horas pasan en Bugatti Veyron Super Sport, a 431 km/h. Y me alegro enormemente, pues, necesito que se acabe el turno e irme a dormir. Sí, a dormir, mi cuerpo me pasa factura de las 27 calorías que perdí durante el orgasmo de ayer y los incontables vasos de tequilas.

Sé que todavía se quedaron pensando en lo del auto...a quién engañan, en las 27 calorías del orgasmo. Les explico que sé de este tipo de coche por un tío que hace tiempo conocí, fanático a los autos, a nivel de hablar de ellos hasta en el sexo. Fue una experiencia tan mala en mi vida que el puto auto del que hablaba como enamorado se quedó en mi mente como causante de tan mal palo.

En cuanto a las 27 calorías, fue poco, realmente en un buen sexo se pierden 150, sin contar besos y caricias...sabemos que eso no es lo mío.

Mi móvil indica la entrada de un whatsapp. Es de Keiri.

Llámame cuando leas esto.

Me preocupa su mensaje aunque no exponga mucho en él. Algo me dice que no está bien, por ello decido llamarla.

—Dime Keiri, ¿qué te pasa? ―inquiero.

—Necesito que hablemos. ¿Estás en Upcide?.

Me preocupa más la intriga que derrocha.

―Sí, aquí estoy.

—Muy bien. Llego en unos minutos ―expresa y cuelga.

Atiendo otras mesas, para que no me coma la impaciencia de estar esperando a mi amiga. Sonaba realmente preocupada.

Al fin la veo entrar. Se sienta en una de las mesas cerca del ventanal. Su mirada se pierde en la visión que le aporta dicha ventana, a tal punto de no verme llegar.

—Anda, suéltalo ya ―comento.

—Necesito que hables con tu jefe para trabajar aquí.

― ¿Qué? -grito sin contenerme—. Estás loca o volviste a montar un espectáculo en la empresa de tu queridísimo señor Stone.

―Nada de eso, es mío el puesto. Comienzo mañana. Pero necesito otro trabajo, mi papá necesita una operación y tratamientos.

— ¿Qué? —otro chillido que no controlo. Algunas personas me enfocan pero me importa bastante poco―. ¿Qué le sucede?.

—No te preocupes por ello —capto la indirecta de no querer hablar del tema, así que no la presiono.

―Keira —la voz de un hombre nos descentra de la conversación y hacen que lo busquemos con la mirada.
Es un hombre de estos con los que se te moja la braga con solo verlo. Tiene el pelo negro, un poco alto y está perfectamente peinado. Y ese atributo de su pelo como un pincel es lo único que descuadra. Le quedaría mejor, despeinado, que le diera un toque salvaje. Pero, de eso me voy a encargar yo. Sus ojos son oscuros, las cejas son más perfectas que las mías y sus labios son pronunciados al punto de querer desearlos no solo contra los míos. Su cuerpo es algo que yo describiría como sabroso y eso que lo estoy viendo con ropa. Sin nada, mientras el sudor se apodera de su piel debe ser adictivo y caliente. Detallo hasta sus manos, son fuertes y hay un tatuaje en una de ellas. Tiene pinta de empresario, de estos que se creen...

¡A porque se ríe! ¡Sí, sonrió!

Disculpen, retiro mi última frase. El tipo sonríe.

Joder. Su sonrisa debería ser ilegal.

¡Concéntrate Andrea, tú estás vacunada contra los encantos de estos hombres! ¡Solo los utilizas! ¿Recuerdas?.

¡Y los puedo seguir utilizando!

¡Es, que siempre he querido uno como este!...para utilizarlo claro.

—Enzo no te escuché llegar —expone Keiri―. Mira ella es mi mejor amiga Andrea —nuestros ojos conectan, así por segundos—. Andrea, él es Enzo, estudiamos juntos en la preparatoria.
Enzo se me queda mirando, directamente a los ojos. Intento detectar algo en ellos, pero fallo enormemente. No refleja nada. La curiosidad aumenta a mil en mi...en mi cuerpo.

Me levanto de la silla, sonriendo. No le sonrío a ninguno, pero este se lo ganó...mojó mis bragas.

―Mucho gusto —Él extiende su mano. Que tipo tan correcto. No es lo que acostumbro a tratar. No puedo ser tan formal, me es imposible. Así y siendo fiel a mi personalidad, lo beso―. Eso de dar la mano a modo de saludo me parece muy formal. Si eres su amigo, —señalo a Keira—, eres mi amigo.

—Ahora sí. Voy a trabajar. Keiri, después te digo.

Me alejo de ellos y me acerco a David. Le pido que me acerque un martini y un whisky. No sé que le guste al guapo, extra correcto, pero, como no sea whisky me voy a dar tremendo chasco.

Regreso a la mesa al cabo de instantes.

—Aquí tienen —Coloco las bebidas en la mesa—. Enzo te traje un whisky.

—Gracias, es lo que tomo.

Bravo. Las ideas que ocuparon mi mente contigo y el whisky no podrían irse por la borda.

—Lo deduje —expreso y le guiño un ojo.

Nos miramos por instantes y la tensión en mi cuerpo se desborda. Él tiene que estar debajo de mí, esposado a la cama. De eso me encargaré. Donde pongo el ojo, pongo la bala.

Aprovecho que quedan pocas mesas con personas y voy a hablar con Hugo.

Toco la puerta y antes de que terminara de darme pase ya yo estaba casi sentada en la silla.

—Hugo, necesito un favor —expongo.

—No estás como para pedir favores, después de haber llegado tarde —declara.

—Fueron diez minutos, no seas exagerado —protesto.

—Te salvas que te he cogido cariño, como si fueses mi hija. De lo contrario ya no estuvieras trabajando aquí.

—Sí, lo sé. Gracias por ello. De verdad, ¿me puedes ayudar?.

Él va a responder pero no lo dejo.

—Mi amiga Keira necesita un empleo a medio tiempo. Su papá necesita una operación y tratamientos. ¿Podrías darle una oportunidad de trabajar aquí?.

Pongo cara de perrito degollado. Si funciona, la utilizaré más seguido.

—Está bien Andrea. Que empiece mañana a las seis —le sonrío emocionada y le agradezco.

Cuando me dirijo hacia la mesa de mi amiga y mi futuro ligue, él mismo me hace una seña para que le lleve otro whisky.

—Aquí tienes —expreso, poniéndole el whisky en la mesa. Vuelve a mirarme, no como me miran otros con lujuria, sino diferente...no sé explicarlo.

—Gracias —expone el recobrando la compostura.

— ¡Ah! Sí Keira puedes comenzar mañana a las seis.

— ¿De qué hablan? —pregunta Enzo—. No creo que vayas a trabajar en dos lugares.

Es entonces que me doy cuenta que también estaba Aiden, el jefe de Keira. Es la primera vez que esto me sucede. Quedarme embobada por un tío, que no distingo su alrededor.

Enzo. Enzo.

Le pronuncio un lo siento a Keira y me marcho. Acabo de meter la pata. Sé lo reservada que es Keiri. Sé cómo no soporta que la miren con lastima o intenten ocuparse de algo que le corresponde.

Escucho un ruido en la mesa y Keira sale disparada hasta la salida. Cuando ella se siente así necesita aire puro. Doy por hecho que se sentará en la playa a meditar, incluso a respirar en paz varias veces para seguir con su vida.

—Oye tú —me llama el jefe de mi amiga. Le hago una seña para que se espere. ¿Quién le dijo a él que yo corro cuando me llaman?—. Mueve el culo hasta aquí rápido o hablo con el dueño de este lugar para que te expulse.

De mala gana voy hasta él. Me estás cayendo mal Aiden Stone.

—Vaya carisma que te montas. Y yo que quería que Keiri trabajara en tu empresa. Cuanto lo siento. Debe ser difícil aguantarte todo el día —comento.

—Te aseguro que preferirías trabajar conmigo y aguantarme todo el día que estar metida sirviendo mesitas aquí. Así que no te sientas la gran cosa —espeta.

—Dime que quieres no tengo todo el tiempo del mundo, como ves tengo que servir mesitas.

—Dime donde coño puede estar metida Keira.

— ¿Qué voy a saber yo? Es mayor de edad hace lo que quiera —Me mira como si quisiera asesinarme—. ¡¿Qué?! —suelto al ver que no cambia su vista-. Ahora mismo podría estar en unos cuantos lugares.

—Eres su mejor amiga, ¿verdad?, entonces debes saber. Y más vale que me lo digas ya porque la paciencia no es mi fuerte.

Sigo callada. A la fuerza ni los zapatos entran.

—Tú lo decidiste. Hablaré con tu jefe. —Se levanta de la silla.

—En la playa. Ahí debe estar —respondo.

No puedo darle más motivos a Hugo de regañarme. Por hoy, me ha pasado bastante la mano.

—Muy bien, pero ya es demasiado tarde. Me hiciste perder el tiempo.

El muy imbécil se larga con destino a la oficina de mi jefe.

—Tranquila —expone Enzo—. No pasará nada con tu empleo.

— ¿Crees que me preocupa? —indago. Hugo no me botará por un capricho del egocéntrico de Aiden, pero, si me puedo ganar unas palabras. Y la verdad, es que estoy grande para regaños—. Me preocupa no tener sexo por una semana.

Me mira directamente a la cara. Sus ojos oscuros parecen un pozo ciego dónde no ves el fin. No puedo interiorizar su expresión.

— ¿No puedes pasarte una semana sin sexo? —interroga este. Girándose completamente en mi dirección y embriagándome con esa mirada sin emociones visibles.

—Tres días cuando mucho —me sincero.

— ¿Ayer tuviste alguna dosis? —inquiere simulando una sonrisa mientras se muerde el labio.

No era ese un gesto de mujer. Si a los hombres, que las chicas hagan eso, le provoca, lo mismo que me ha provocado a mi cuando esté tío lo hizo, los entiendo, joder, ahora sí los entiendo.

—Una verdadera dama no respondería a eso —contesto—. Pero como no soy una dama, sí, la tuve.

Enzo sonríe.

—Sabes lo exquisito que se puede volver el sexo si te pusieras al límite —susurra cerca de mi cara—. Abstinencia sexual cuatro días y hablamos.

¿De qué habló? ¿Qué pretende este tío?

Lo único que no me gustó de ahí fue las palabras "Abstinencia sexual"...odio esas palabras.

Aquí es donde me hago la pregunta
¿Follo o no follo?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro