
35.
Me removía en la cama. Las sábanas negras de satín me cubrían solo la parte superior de mi cuerpo. Mi pelo negro se esparcía locamente por la almohada. La respiración de alguien más capta mi atención. Aún tengo que adaptarme a amanecer cada día con un hombre. Enzo se encontraba profundamente dormido. Una mano se alza sobre su cabeza agarrando la almohada y la otra está encima de la mía sobre su abdomen. Me deleito con ese cuerpo que me encanta. Todo de este hombre tiene de apellido exquisito. Sus labios ligeramente separados, esos labios carnosos que implican querer morderlos todo el tiempo.
Anoche fue una noche intensa, no puedo describirlo de otra forma. Aún no muestro desencanto con esta relación que pactamos. La playa no solamente fue el terreno donde follamos, utilizamos también la ducha antes de bañarnos y la cocina antes de comer. Llegamos a dormir prácticamente a las seis de la mañana.
Intento levantarme antes con la intensión de ducharme, pero unos fuertes brazos me lo impiden.
―Buenos días mami —expresa y muerde mi cuello.
―Cómo no van a ser buenos si amaneces conmigo, papi —comento.
― ¿A dónde piensas ir sin mí? —inquiere llevando su mano a mi sexo.
Mierda.
No han pasado muchas horas desde nuestra última ronda, cómo puede ser que no tenga suficiente de él.
Su erección en mis nalgas adelanta otro paso a mi excitación. Vale la pena una relación si se amanece así.
Me subo encima de él llevando mi boca a su cuello. Beso cada centímetro de su piel mientras sus manos se apoderan de mis tetas. Las respiraciones se vuelven un jodido caos mientras el placer crece. Nuestros sexos rozan llevándome casi al delirio por desearlo con tantas ganas. Deslizo saliva por su sexo, preparándolo para mí, aunque noto que la mía ya está lista para él. Sin demorarlo más, introduzco su erección completamente en mí.
Los gemidos no tardan en hacer eco en la enorme habitación de Enzo. Mis caderas se mueven buscando el punto exacto que me hace enloquecer. Sus manos se aferran con posesión en mis caderas permitiendo más intensidad a su intromisión en mi interior.
No me limito a expresar libremente como gozo de esto. Jadeos se escapan de mis labios. Mis piernas se aferran más a sus piernas. Enzo lleva una mano a mis nalgas y las retuerce a su antojo. Su mano poco a poco se cuela en el medio de ambas y un dedo se sitúa a la entrada de ese segundo hueco que solamente disfruta él. Me concentro en mis movimientos y en lo que estoy sintiendo. El dedo que anteriormente andaba por camino poco transitado se introduce despacio por ese orificio. El placer que sentía se multiplica por más. Acelero el ritmo buscando alcanzar el éxtasis. Los sonidos eróticos que emite Enzo y el placer que se concentra en mi sexo me indican que estamos a nada de rendirnos al orgasmo. Y así, alcanzando las nubes a pleno día mi cuerpo tiembla sobre el cuerpo de mi hombre de ojos profundos.
Después del sexo mañanero, que vendría siendo medio día ya, vamos hasta el baño. Como cada vez que nos encontramos debajo de la ducha me baña.
―Podría adaptarme a esto ―declaro.
—Eres una diosa y te trataré cómo mereces ―comenta.
—¿Las diosas también merecen una follada salvaje que conlleve a gritos y temblores?.
―Una diosa como tú sí. Es más prometo darte mucho de eso cada día —manifiesta.
La idea de estar con Enzo no estaba siendo del todo descabellada. Me sentía bien aquí, con él. No había nada que no hubiésemos pasado antes. Él no me intentaba presionar a nada. Sabía perfectamente que no sería nada fácil lograr que expresara mis emociones o hablara de lo que alguna vez viví. No quiere tenerme a medias, pero es lo que hay.
Desayunamos juntos. Enzo pidió pizza, sabe perfectamente que la cocina no es lo mío. Mientras discutíamos como dos adolescentes por el último trozo su teléfono suena.
—Necesito ocuparme del trabajo, tendremos un viaje en un día ―me dice después de leer su teléfono—. No tienes que preparar nada, todo lo tendré listo para nosotros.
―Enzo trabajo. No puedo seguir quitándome responsabilidades con Upcide —comento.
―Hugo gana más recibiendo los pagos que obtiene por ustedes ausentarse, que las ventas que tiene en un día —dice y aprovecha para darle una mordida al trozo de pizza que había ganado antes.
―Te advierto desde ahora que seguiré trabajando. No me tendrás de burguesita en tu cara mansión —espeto.
―No pienso encerrarte aquí, solo quiero que salgamos de viaje. Tómalo como unas vacaciones —expresa.
***
Enzo se marchó en la noche. Pasado mañana iría a Nueva York, de ahí saldríamos con destino a las supuestas vacaciones. Pidió que me quedase en su mansión, pero no acepté. Para quedarme en soledad prefiero mi mansión de solo sesenta metros cuadrados.
Recibo una llamada a mi móvil, voy en su búsqueda pensando que es Enzo, pero no, es un número que no tengo registrado.
―Dime —contesto después de descolgar la llamada.
―Lanna hija, por favor tengo algo importante…
Cuelgo la llamada si dejarla terminar la frase. No le seguiré el juego a Loyce. El inicio de todas mis desgracias llevan su nombre. Ahora que no llegue a querer asumir el papel de mamá que cuando de verdad le tocaba no cumplió.
Esta noche no hablaría con Enzo así que decidí dormir temprano.
Unos golpes en la puerta me levantan bruscamente de la cama. Miro la hora, apenas eran las seis. Automáticamente mi humor se va al traste.
¿Quién mierda me levanta a esta hora?.
Me coloco una bata por encima de mi ropa interior y salga del cuarto con la intensión de abrir la puerta.
¡No puede ser!
—¿Qué demonios haces aquí Loyce? ―inquiero de mala forma.
—Hija, tienes que escucharme, por favor ―suplica mirando a sus espaldas—. Él está cerca, tiene un plan…
―Vete Loyce —espeto―. Ninguno de ustedes volverá a dominar mi vida. No les tengo miedo.
—Lanna no estoy diciendo mentiras…
―Soy Andrea, no Lanna —la interrumpo―. Y él ya apareció. Tú eres la culpable de todo esto, así que no quieras hacer las cosas bien ahora.
―Por eso mismo hijita. Me arrepiento mucho de lo que hice. No quiero que vuelvas a sufrir cariño.
—¿Qué gano yo con tu arrepentimiento?. Dime ―espeto—. ¿De qué mierda me sirve ahora?. No tienes idea de todo lo que viví. Ni tu miserable vida se compara con todo lo que yo pasé. Con un puto preservativo te hubieses ahorrado las molestias que yo podría haberte ocasionado…molestias que solo las veías tú, porque yo como hija no recibí ni un plato de comida tuyo.
―Hija mía…
Le cierro la puerta en la cara sin dejarla terminar la frase.
Cada vez que me encuentro con Loyce siento una impotencia. Algo tan grande como es una madre y que la mía me provoque estas cosas. ¿Para qué demonios traes a un ser a este mundo si no serás capaz de cuidarlo?. Yo decidí no ser madre porque sabía que el papel me queda grande. ¿Por qué carajos ella no pensó lo mismo?.
Un sobre pasa la apertura de la puerta.
Voy hasta ella y la alcanzo.
Definitivamente Loyce no se dará por vencida.
Lo coloco sobre la mesa. No me interesa leer ahora sus lamentos. Dormiré un poco más, si es que puedo. Mi pasado advierte con hacer presencia nuevamente y yo no volveré a sentirme cómo aquella vez.
Cuando me levanto nuevamente ya pasaba la hora de almuerzo. Pasé bastante trabajo para concebir el sueño. ¿Por qué después de tanto tiempo Maurice volvía?. No tenía dudas que el hombre aquel estaba cerca, lo demostró aquella maldita vez en la cabaña. La diferencia era que ahora no tenía a su aliado Baris, para tomarme otra vez tenía que presentarse aquí en mi propia casa. Qué lo podría hacer, de eso no tengo dudas, pero no viviré con miedo.
Voy a la cocina en busca de comida. La pizza es mi primera y única opción. Realmente la forma de mi cuerpo no sé a qué se debe, porque cuidado con la comida chatarra no tengo y miedo de comer en proporciones tampoco.
Mis ojos enfocan en el sobre de Loyce. La curiosidad mata y si no te mata al menos te deja herido. Acabo tomando el maldito sobre.
Lo primero que encuentro es una foto. Un hombre demasiado serio aparecía en ella. Esos ojos los conozco, esos son los ojos que me mostraron el terror hace muchos años. Debería rondar los sesenta y si no, está cerca. En su cabeza yacían diversas canas, confirmando su edad. Estaba completamente vestido de negro. Una mano estaba en su bolsillo y la otra sobre su abdomen. Esas manos también me recuerdan la oscuridad.
Es él no hay dudas.
Detrás de la foto había dos iniciares EF. Sería su nombre verdadero. Loyce esclarece una mierda. Me tomará tiempo descubrir la verdadera identidad de esa persona. Hay posteriormente a la foto un papel doblado. Lo abro esperando encontrar ahí lo que necesito.
Sé que alguien te llevará a descubrir la verdadera identidad de ese hombre que les ha jodido tanto la vida a muchas más personas de las que crees. Lamento haberme equivocado tanto y sé que mis lamentos ahora no resolverán nada, ni borrarán todo lo malo que pasaste por mi culpa, pero hija, no hay un maldito segundo de esta vida en que no he pagado las consecuencias de mis acciones. En el burdel no solo bailaba, también tenía una jodida adicción a las drogas. No hay excusas, pero fue la forma que encontré de no pensar en la vida que tenía y en la que te estaba dando a ti. Ese hombre que más tarde fue tu tortura, un día fue la mía también. Le debía mucho dinero. Un día te observó mientras estabas estudiando en el burdel y se obsesionó contigo. Yo no tenía cercanía contigo para evitar que él me viera a mí y mi maldita deuda cómo un método de obtenerte. No sé quién diablos le proporcionó tanta información de ti, el caso es que ya tenía una forma de tenerte y era a través de mí. No tenía otra opción, Lanna. Ese hombre tiene descendencia y una mano derecha, personas que tendrá cerca de ti, porque no se dará por vencido hasta tenerte nuevamente. Te pido que te cuides mucho y si tienes a alguien que te cuide también aún mejor. Por muy valiente que seas, todos necesitamos el cuidado de alguien. En lo que me respecta a mí haré mi parte, la parte que debería haber asumido en su momento. Te quiere, tu madre, aunque ese título me haya quedado grande.
Sus palabras no calan profundo. Vi su rostro antes de ser raptada por esos imbéciles, no vi sufrimiento en él, no había desesperación y debía haberla, porque era su hija. A estas alturas es muy difícil que logre algún sentimiento en mi oscuro corazón.
Tomo la foto del hombre en mis manos.
—No volverás a estar un paso antes de mí ―digo en alta voz hacia la foto.
Guardo el sobre con su contenido. Investigaré luego de mi viaje con Enzo a ese hombre. Tendría que contratar a un hacker e investigador privado. La verdad es que mi importa poco, si tengo que movilizar al FBI lo haré, con tal de descubrir al maldito obsesivo.
No puedo negar que otra capa invisible de protección rodea mi cuerpo. Nunca quise sentirme segura al lado de un hombre, tampoco pensé que podía pasarme, sin embargo, sucedió, el hombre de ojos profundos y cogidas de infarto me hace sentirme protegida. Espero no volver a equivocarme como lo hice con el primer chico.
Opto por hacer la limpieza de la casa que toca por semana. Mi abuela era muy quisquillosa con eso. Me coloco ropa cómoda, tan cómoda como desaliñada, todo hay que mencionarlo. Me recojo el cabello despreocupadamente dejando caer flequillos en mi cara. No lo pienso más y me pongo manos a la obra.
Después de una hora aproximadamente tocan la puerta. Deduzco que son las chicas. Eileen necesita los consejos de la devoradora de hombres. Utilizaría otra palabra pero sacando cuentas ya Andrea practica la exclusividad.
Hoy será un nuevo día de fiesta, así que no podré cocinar. Me encanta cómo utilizo cualquier excusa para no hacerlo. Yo le daría una patada en el trasero a todos esos hombres que exigen un delicioso plato en la mesa.
No hay que recordármelo, lo sé perfectamente Andrea y el papel de esposa no pegan ni con cola. Aunque tampoco está en mis planes casarme. Por tanto, Enzo, que es lo más próximo a una obligación sabe que o cocina o me lleva a comer o comemos pizza.
Abro la puerta sin vacilar. Automáticamente la cierro, pero una mano me lo impide.
—¿Qué mierda haces aquí? ―espeto.
Baris me mira con seriedad.
—Me enviaron a darte un mensaje ―informa. Señala el pequeño micrófono que tiene adjunto a su camisa. Con rapidez coloca un dedo sobre sus labios indicando que haga silencio. ¿A qué carajos juega?—. No podrás escapar. Tu lugar está al lado del jefe y él va a reclamarte cómo suya, porque a pesar de los años, seguirás siendo de su propiedad. Pide que tengas paciencia, que volverá a tenerte en sus brazos.
―Dile a tu jefe que se vaya a la mierda —expreso de mala gana―. No le tengo miedo.
Baris me extiende una tarjeta y se coloca nuevamente un dedo sobre sus labios.
No te alejes de Enzo, Andrea. El jefe vive para tenerte y mientras estés con Enzo no actuará.
Me quedo atónita con su mensaje.
¿Qué pretende ahora con esto? ¿Qué tiene Enzo que le impide actuar?
Baris me señala que cierre la puerta.
—Ya sabes Andreita ―expone.
—Váyanse al demonio tú y tu jefe ―manifiesto y cierro de un portazo la puerta.
¿Qué jodido juego llevarán a cabo todos?
Después de tantos años que Loyce intente ayudarme es bastante hipócrita. Yo vi su cara cuando me alejaban de ella y no había tristeza. Por otra parte Baris estuvo a punto de follarme a la fuerza y fue el intermedio a que su maldito jefe me pusiera las manos encima.
Ambos fueron una vez, en tiempos diferentes, las vías de acceso de ese hombre obsesivo a mí. No volverá a lograrlo con ellos de intermedios. Esa piedra no me volverá a golpear, seguro que no.
Rompo la tarjeta que me ha entregado Baris y la lanzo al cesto.
***
Estoy llegando al avión y al semejante hombre que se encuentra situado frente a él. El carro va demasiado lento para mi gusto, pues las ganas que tengo de morder a esa bestia cubierta por un casual atuendo son enormes.
No sé qué destino tiene el viaje, pero seguro que él lo hará delicioso.
Al fin el carro se detiene y yo me bajo despacio, sin hacer notar mi exasperación por tocarlo. Sus manos van ágiles a mis caderas y me eleva hasta que rodeo las de él con mis piernas. Sonríe y esa sonrisa se contagia en mi rostro. Nuestros labios se unen deseosos e intensos. Ejerce presión sobre mis caderas y mi cuerpo desea más que solo un beso.
Una tos nos interrumpe a nuestras espaldas. Maldigo interiormente, iba en busca de mi cometido. Separo mis piernas de las caderas de Enzo y me coloco nuevamente en el suelo. Me giro a ver al o la intrusa que nos ha interrumpido.
Es una pareja.
Solo enfoco en el hombre. Me parece conocido. Tiene los mismos rasgos que aquel chico que conocí en el burdel donde trabajaba mi madre, cuando apenas tenía catorce. El chico cobarde que no supo enfrentar al hombre que me haría la vida imposible, el chico que me vio siendo maltratada en otro burdel y no hizo nada. El chico que yo creí amor de mi vida y me demostró que ese término no existe.
Han pasado muchos años, evidentemente las personas cambian, pero juro que se parecen muchísimos en rasgos específicos del rostro.
Igualmente podrían ser alucinaciones mías. Debo estar paranoica por tantas apariciones que últimamente he tenido en mi vida.
Él, al ver que yo me he quedado observándolo mantiene su mirada en mí.
—Andrea, él es mi mejor amigo, mi hermano, Andro.
Mi mente se quedó en el nombre, ni siquiera en el hecho de que sea casi como su hermano.
Así se llamaba ese chico. No pueden ser tantas coincidencias.
―¿Estuviste alguna vez en Arizona? —le pregunto a Andro. No me quedaré con la duda de si es él o no aquel chico.
―Hace muchísimos años, cuando yo era prácticamente un chico.
—¿Visitabas burdeles ahí? ―otra pregunta que hago.
—Sí, uno.
Cada respuesta de él me confirmaba lo que intentaba saber. Solo queda una pregunta que terminará de esclarecer la duda.
―¿Conociste a Lanna? —indago. Su cara cambia rotundamente. No sé descifrar francamente su expresión.
―¿Eres tú? —inquiere acercándose.
―Ahora soy Andrea. Lanna, esa chica ingenua y con miedos qué conociste un día y que no supiste defender por cobarde, esa chica ya no existe —declaro. Me giro hacia Enzo―. No me apetece el viaje en pandilla. Id sin mí.
Continúa....
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro