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19.

Mención especial y dedicación a:
Aili0109
andrem97
damiana070526

Aunque no lo vaya a reconocer en alta voz ni en mil años, siento en Enzo algún tipo de protección, es como si estuviese segura con él. No necesito hablar para que él entienda como me siento, lo ha demostrado hoy.

No me expreso abiertamente con él no porque desconfíe, sino porque no me gusta expresar lo que siento con nadie, mucho menos con un hombre, con el hombre que me tiene en una maldita montaña rusa, que cuando no he procesado la primera caída, ya me puso de cabezas.

Lo que me pasaba era mucho mayor que la preocupación de haber quebrado una regla. Era el encuentro con esa mujer. Sin embargo, no estoy lista para hablarle de mi pasado o mis problemas personales y creo que lista nunca estaré.

No quería que se marchara. Y fue sumamente raro sentirme así, porque yo soy la chica que huye después de correrse. Me encantaba la canción de Ricardo Arjona “Ella” por la razón de estar identificada en gran medida. La chica que huye luego de tener sexo.

Lo que nunca compartí fue el final de ese vídeo, cuando llegó el trigueñazo de ojos verdes y no pudo marcharse después de follar. Resulta que me está pasando exactamente eso. Joder.

Cocinar juntos fue una experiencia nueva y hablando abiertamente es la primera vez que cocino a gusto.

Tenía que haber huído cuando tuve tiempo...¿Todavía puedo?

Cuando fui en busca de su teléfono, lo hice por el motivo de que sus palabras eran como arenas movedizas y yo no estaba dispuesta a hundirme ahí.

El nombre Alaska aparece en la pantalla de su teléfono y no sé porqué carajos percibí algo de molestia en mi interior. Le alcancé el teléfono y me aseguré de mantenerme neutra, sin dejar rastros de incomodidad de mi parte. ¡Vamos que celos y Andrea no pega!.

Tengo que reconocer que el hombre maneja la situación de puta madre. No se nota nervioso o incómodo.

—En base a los nietos que tenemos que darle a nuestros padres he preparado esto —dice la rubia mientras muestra una cama con un ambiente romántico y sensual para vomitar. Lo único bueno que muestra es unas esposas. Luego de permitirle una vista del lugar le muestra como lo espera ella envuelta en una lencería roja. 

Lo miré a él, como reaccionaba a la vista que obtenía. Y no noté nada. Cuando se excita, se le nota o al menos yo lo noto.

Espera...¿dijo hijos?. La palabra me produce un miedo cojonudo. Pero, de igual forma eso no tiene nada que ver conmigo.

—Accedí continuar con esto por cuatro años más para que cobres tu jodida herencia, pero no te daré hijos. Ve a buscarlos en otro sitio y asegúrate que el responsable cumpla su papel de padre —responde Enzo.

No entiendo que es lo que tienen que hacer o que hacen realmente, pero yo no estaría con alguien que no me importa. Su excusa claramente debe ser la herencia esa de la que habla Enzo, pero, puedo ver qué esa es solo una excusa, la verdad le gusta este hombre.

¿A mí que me importa?

—¿La nueva sumisa sabe que estás casado? —indaga.

—Mira esta loca como explota una bomba —lo pensé y lo dije en alta voz.

—La única sumisa que tengo vive en Nueva York y no tiene que saber nada de mi vida.

¿Firmará todo y contrato?. Pensé que lo practicaba a veces. Pero el tipo aplica ese método como parte de su rutina.

—No me refiero a esta, sino a la que hablaba contigo aquella madrugada —expone la rubia.

—No es mi sumisa, es mi mujer —dice firmemente y aquello provoca que tosa. ¿Qué mujer? ¿Cuando yo hablé tan despacio con él?—. Cuando regrese a Nueva York no quiero encontrarte en mi casa.

Cuelga la llamada y busca con sus ojos mi cara.

—¿Te gusta rodearte de locas? ¿Verdad? —inquiero de lo más tranquila.

No pienso mostrarme enojada, ni afectada. Él no tiene que darme explicaciones de nada.

—Es solo lo que dices —expresa.

—Enzo no tienes que darme explicaciones, lo que haces o dejar de hacer es tu problema —le digo. Es cierto, es su vida. En nuestras reglas dije no amor, no prohibiciones, no obligaciones, no relación.

—Igualmente te las daré —sus palabras se tornan más duras. Como si le molestase el hecho de que me comporte así ante lo que escuché.

¿Que espera? ¿Que haga una escena de celos? ¿Que me altere? ¡Pues no!. Él no me ha prometido nada, él no ha jugado un doble papel, yo no le pedí que me contara de su vida. A mí me cuesta y me resulta casi imposible las conversaciones profundas y se que si fuera por él la tuviéramos muchas más veces, pero realmente me cuestan.

En fin, no tengo nada que reclamarle.

Suelta el plato con el mío y se acerca a mí. Sigo neutra. Si él quiere decirlo es por su decisión propia, yo realmente no quiero explicaciones.

—Mi padre llevó muchos años de mi vida dominándome, diciéndome que hacer. Cuando entré a la Universidad, carrera que eligió él, me obligó a comprometerme y posteriormente casarme con Alaska. Es un matrimonio que adjunta un contrato de ocho años para poder cobrar cierta cantidad de dinero por ambas partes. En mi caso, logré independizarme de mi padre. No necesito el dinero que él pueda darme pues tengo mis propios negocios. Sin embargo, Alaska no va a dejarlo fácil. Ella si quiere ese dinero que le entregará su padre.

—Lo padres de ustedes los riquillos siempre hacen lo mismo. Planear matrimonios entre sus hijos —comento.

—No todos son así, pero un gran porciento sí —dice—. Es una forma de hacer crecer su imperio.

Vaya vida más complicada. Prefiero ser simplemente yo, la hija de nadie y vivir mi vida como me plazca.

—Suerte con ello —expreso—. Por lo que pude escuchar ya viene la etapa de los hijos.

—No voy a tener hijos, no ahora, no con ella —espeta.

—Cuando una mujer quiere algo, así tenga que mover el puto cielo por ello, lo consigue —le informo.

—Lo sé, pero no lo conseguirá —expresa con mucha seguridad.

—Entonces papi está comiendo en gran cantidad —suelto y termino la frase con una sonrisa—. En casa desayunas, por ahí almuerzas y aquí cenas. Te estás alimentando bien.

Él no puede evitar reír por la forma en que lo digo.

—No me follo a Alaska. Cuando nos casamos sí, evidentemente. Yo ya había hecho mucho de eso, para ella era nuevo. Al principio fue entretenido, hasta que me di cuenta que ese placer lo recibiría en otro sitio. Es por ello las sumisas. Esa no es la primera, han habido antes.

—¿Con todo y contrato? ¿Palabras de seguridad?

—No. No las obligo a firmar ningún contrato y tampoco le ofrezco palabras de seguridad. Desde el momento en que aceptan se someten a lo que yo quiera.

No sé que busca realmente conmigo. Yo no le podría dar ese tipo de práctica jamás.

—Sabes que yo no me sometería a tí nunca. Te lo aclaro, por si tus intensiones son esas vayas descartando la idea.

—Te expliqué más de una vez que no te quiero como sumisa, te quiero como Andrea.

¡Huye Andrea! ¡Huye! ¡Este tipo es peligroso!.

—¿Por qué no salimos un rato? —indaga.

—Ve tú, ya me acostaré a dormir —expreso. Y no, no era lo que quería hacer pero me cuesta hasta el hecho de pedir o responder a palabras que signifiquen más tiempo juntos.

—Dormiré hoy contigo —informa.

Esas palabras son un cubo de agua fría. No duermo con nadie y menos con él, que ya me hace sentir algo raro dentro en cada cosa que hacemos juntos.

—No duermo con nadie —manifiesto—. Nunca.

—Salgamos entonces —dice.

—No...

—Tengo que amarrarte —comenta, interrumpiéndome—. Sabes que sería capaz. Mejor vamos por tu cuenta.

Claramente no me levanté del sofá. Él por su parte me tomó en brazos me llevó hasta frente al armario y me vistió. Sí, como escuchan, me vistió.

Tomó un vestido de mangas ajustado al cuerpo y unas zandalias. Me quitó las bragas y las lanzó sobre la cama.

¡No bragas! ¿Sexo?

—¿También me peinarás? —inquiero.

Él sin responder, toma el cepillo y lo pasa por mi cabello.

—Listo —lo lanza sobre la cómoda.

—¿El maquillaje? —pregunto.

—No lo necesitas —expresa mientras se coloca un pantalón sport y un pulover ancho.

                           ***
—Me marcho —digo cuando entro casi arrastrada por él al cine—. Esto no es parte de mis actividades favoritas.

Ya mencioné antes que no tenía nada que ver con cenitas con velas, a la luz de la luna, tampoco tengo que ver con ir al cine en pareja...estos planes románticos no son mi predilección, ni siquiera me llaman la atención.

—Pues la haremos tu favorita —expresa Enzo sin soltarme.

—¿Me amarrarás ahí dentro? —inquiero—. De lo contrario me marcharé en cuestiones de segundos.

Él solo se ríe.

Eligió la película Pretty Woman. Sí, la he visto antes. Todo le iba de maravillas hasta que le dio ese beso en la boca a él, desde ese momento ya no había más remedio. Cayó a las redes del amor o del terror, en mi caso es como lo veo.

Y esto me enseñó algo, cuando te tengas una propia regla impuesta, que no piensas romper con nadie, y lo haces con cierta persona, es que ya caíste.

Claramente no es, ni será mi caso. Mis reglas son indestructibles.

Ocupamos dos asientos casi al final de la sala. Había poca luz. Todavía llegaban más personas.

¡Poca luz y yo sin bragas!

Era en lo único que pensaba.

No es lo mío el plan romántico, pero podemos darle un giro a la trama y entonces si podría quedarme aquí.

Empieza la película, Enzo se encuentra al lado mío prestando atención. Cómo debe estar en modo castigo, seguramente no me follará aquí.

Me levanto del asiento dispuesta a marcharse, pero su mano agarra mi muñeca y hace que me siente de nuevo.

—Tranquila mami —expresa. Cada vez que me habla así mi cuerpo se excita—. Aún no llega la parte interesante.

—Enzo no...—mis palabras se quedan suspendidas no sé dónde, cuando este cuela su mano por debajo de mi vestido.

Un gemido se escapa de mis labios sin controlarlo llamando la atención de una pareja que se encontraba a algunos centímetros de nosotros.

—Deberías controlar tu boquita —susurra Enzo a mi oído—. Observa la película.

Si mano juega con mi clítoris, como él sabe que me gusta. Recorre cada parte de mi sexo despacio. No mojó con saliva sus dedos antes de llevarlos ahí, sin embargo ahora, mi propio sexo los moja producto a la excitación.

—Levántate el vestido  —susurra nuevamente.

Al contrario de hacer lo que me pide, hecho la cabeza hacia delante hasta que me encuentro con su erección. La libero del pantalón y sin esperarlo mucho la introduzco en mi boca.

Muevo una y otra vez la boca y la mano a la par. La mano de Enzo se apoya en mi cabeza haciendo que su sexo llegue mas lejos, hasta el punto de producirme una arcada. Así es una y otra vez. Siento como sus muslos se tensan y rápidamente me toma del pelo y levanta mi cabeza.

Desliza un dedo por mi labio inferior tosco. Agarra mi nunca y lleva su boca a mi oído.

—Súbete el vestido —dice con voz ronca—. Siéntate en la orilla del asiento y arrecuéstate hacia atrás. Tus piernas las quiero bien abiertas.

No fue todo lo que dijo, sino como lo dijo. Ya me imaginaba todo incluso antes de hacerlo y me encantaba.

Y así lo hago.

Enzo saca de su bolsillo el vibrador que funciona por una aplicación, como el que me envió al principio.

Lo mete directamente en mi sexo. Estaba tan ansiosa y mojada que pasó sin problemas.

—Mira la película —expone mientras lleva la mano que no tenía teléfono a mis tetas.

Es increíble como las roza por encima de la tela del vestido y aún así me vuelve loca.

Mueve el dedo sobre la pantalla del teléfono y con ello pone en movimiento el juguetico dentro de mi sexo.

Aquello se asemeja al puto paraíso si no lo es. El ritmo es aún lento en comparación hasta donde llega realmente, pero aún así estoy a punto de gritar aquí.

Acerca su boca a la mía y no demoro esto. Busco por todos los medios besarlo. El ritmo a subido y yo no sé si sea capaz de contenerme.

Antes de que sucediera el beso lleva su boca a mi oído y susurra:

—Un plan romántico no es lo tuyo ¿verdad?. Voy a follarte duro y no habrán besos. Así que saca de toda tus fuerzas para no gritar.

Aquello me llevó a otro nivel de excitación. Me había perdido de lo que estaba sintiendo mi cuerpo producto al vibrador con las palabras de Enzo, pero he vuelto a percibirlo...o le habrá subido la velocidad.

¡Si joder!

Subió más...mucho más. El movimiento dentro hace que mi cuerpo tiemble incluso sin haber alcanzado el orgasmo. Tengo que aguantarme fuerte de la silla porque creo que me voy a caer. Es más fuerte... más. Joder, mucho más que aquella vez que lo tuve. Mientras me muerdo el labio lo más que puedo para no gritar.

Enzo tiene que agarrarme porque juro que estuve a punto de caerme.

—Agárrate —susurra con voz ronca a mi oído.

Lo hago. El utiliza la mano donde me agarraba para llevar hasta mi sexo. Mueve los dedos frenéticamente sobre mi clítoris. El orgasmo me revuelve, me hace temblar, me parte en dos y Enzo rápidamente saca el juguetico de mi interior y con ello todo el líquido incoloro que no imaginé que podía salir de ahí. Tuve también un squirting aquella vez, pero en comparación con ahora, aquel dejó menos huella.

Enzo no me dejó recuperarme cuando me puso de pie frente a él y se paró detrás de mí. Todos estaban concentrados en la película. Solo la pareja que anteriormente escuchó mi gemido voltea a vernos de vez en cuando.

Enzo se para detrás de mí y bruscamente introduce su erección en mi interior. Con una mano jala mi pelo hechando mi cabeza ligeramente hacia atrás. Cumpliendo con sus palabras arremete fuerte y tosco contra mí, embistiéndome como nunca antes había hecho. Haciendo que me mordiera nuevamente el labio.

—Estos son nuestros planes románticos Andrea —expone en baja voz.

—Me encantan —respondo.

Enzo me quita la mano del pelo y la coloca en mi cuello. Al principio me molesta un poco pues acostumbrada a esto no estoy, pero sus salvajes acometidas me distraen rápidamente.

Mi cuerpo olvida que hace poco tuvo un orgasmo y ya se revoluciona ante la llegada de otro.

Saca su erección de mi interior y la introduce por su otro lugar favorito. Me quedo tranquila ante su intromisión. Ya esta es la tercera vez que lo hace, ya me hizo perder los nervios. Una vez completamente dentro comienza a moverse con prisa.

Dijo que sería duro y lo está cumpliendo. Tengo una jodida bestia sobre mí. La incomodidad se va transformando placer. Presiento ojos sobre nosotros, así que busco dónde están. La pareja de la que anteriormente hablaba tienen sus ojos en nosotros, ya ni siquiera disimulan. Enzo pega su boca a mi oído y pasa su lengua por mi lóbulo.

La otra mano que tenía libre la lleva hasta mis senos y los aprieta a su antojo. Los dos pares de ojos todavía siguen aquí. Cuando el placer se vuelve aún más intenso vuelvo a morderme el labio. La mano de Enzo que estaba en el cuello baja está vez hasta mi clítoris.

El lugar, la adrenalina, los ojos de otros en mí, la brusquedad de Enzo y el ritmo de su mano hacen que explote en un orgasmo exquisito. No me había dado cuenta lo duro que apreté mi labio hasta que siento el sabor de la sangre. Joder. Enzo se corre dentro y saliendo de mí pasa una toallita.

Nos acomodamos veloz la ropa y nos sentamos en las sillas. Enzo al ver mi labio pasa su lengua sobre este retirando la gota de sangre que tenía.

—¿Dónde estuvo el puto preservativo hoy? —inquiero bajo—. No lo vuelvas a pasar por alto.

—Sé lo que hago Andrea. Y no, no lo volveré a pasar por alto.

Terminamos de ver la película.

—Es increíble como ella cambiará su modo de vivir por alguien que ni siquiera va a apreciar su cambio —expongo.

—Él va a buscarla ¿no? —responde Enzo.

—Sí, pero suponiendo que él no haya ido a buscarla. Ella tuvo la voluntad y la disposición de cambiar de vida, solo porque él no quería que ella siguiera haciendo eso, pero él se iría lejos sin ver cómo ella se esforzaba por ser algo diferente.

—Debe ser cosas del amor, que te hace mejorar por la persona que te importa.

—No tenía que haber quebrado su propia regla de no besar a nadie —declaro.

—Estaba luchando contra ello, pero ya no podía controlarlo —responde.

—Existe la opción de huir —digo—. Yo me marcharía.

—Una persona no puede marcharse de un sitio dónde se siente tan bien. Ese lugar dónde quieres estar. 

Mi yo interior afirma sus palabras. Aquí está el típico ejemplo, he huido con todos y no lo he hecho con él.

—¿Te ha pasado? —inquiero.

—Me pasa —expone mirándome.

Pero la película se acaba librándome de la situación. Ya lo mencioné antes, las conversaciones profundas me ponen de los nervios.

Salimos detrás de varias personas.
—Esperen —nos llama una voz femenina a nuestra espalda.

Son la pareja que tuvo en primera plana nuestra propia película erótica.

—Qué película más entretenida ¿Verdad? —expresa la chica.

—La que pusieron en el cine o la que ofrecimos nosotros —digo.

—Solo le prestamos atención a una —informa—. Somos Kim y Marcus.

—Andrea y Enzo —contesto.

Ella mira descaradamente a Enzo y su hombre a mí.

—Queremos comentarles algo —expone.

—Dilo deliberadamente, pues ya me imagino que desean —apremio.

—Cambio de parejas.

Miro a Enzo, Enzo a mí.

Por mi parte, hoy no me apetece eso. No sé que me lo impide, pero algo en mi interior, que no sé a qué se debe, me grita que no.

Me siento rara.

—Hoy no será posible —responde Enzo—. En caso que surjan las ganas nos encontraremos, un día como hoy, nuevamente en este cine. 

La pareja asiente algo descontenta y nosotros nos marchamos a mi casa.

—Adiós —pronuncio al abrir la puerta de mi casa.

—No me dejarás dormir aquí —expone con una sonrisa discreta.

—Tú tienes una casa diez veces más grande que esta —digo—. Además no duermo con nadie.

—He tenido que vender la casa para pagarme el pasaje de visita a San Francisco —expresa, claramente miente—. Además yo no soy nadie.

—¿Y con qué dinero regresarás? —indago conteniendo la risa que me da ver su cara.

—El dinero de la casa —declara.

—Espero que no haga mucho frío en el parque entonces —comento entrando a la casa y moviendo la puerta para cerrarla.

El pie, una mano e incluso la cabeza de Enzo impiden que cierre la puerta.

—Dormiré en el sofá —expone—. Pero no dejaré que cierres la puerta.

Finalmente lo dejo pasar. Estoy exhausta y quiero dormir. Voy hasta mi habitación y le busco una sábana y almohada.

—Aquí tienes —le entrego ambos artículos.

—No piensas taparme y darme el beso de buenas noches —dice mientras se acuesta en el sofá.

—Soy mami, no mamá —expongo y me marcho a mi habitación riéndome.
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. Si estás al pendiente de cada actualización házmelo saber, no seas lector fantasma🙃

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