
17.
📌Cumpliendo peticiones📌
💙Capítulo dedicado a Aili0109 💙
Gracias por todo el apoyo que me das día a día. Por creer en Andrea y Enzo y porque gracias a tí yo seguí con esta historia, incluso recuperé mi adicción a ella.
Estoy en un trance que no pienso, ni siento nada. Me desprendo de toda mi ropa con exasperación. Abro el armario y toma un juego de lencería rojo. Alcanzo un short de mezclilla razgados hasta las nalgas. Tomo un top también de mezclilla que al quedarme tan ajustado hace sobresaltar mis pechos. Me maquillo extravagantemente y me peino.
Coloco en mis orejas unas argollas cuadradas y me hecho perfume. Tomo una cartera blanca y me coloco unas sandalias de tacón del mismo color.
Salgo de mi departamento con mi destino seguro. No voy a pensar en nadie, ni siquiera en mí, voy a hacer lo que tengo que hacer.
—Andrea —expresa asombrado Baris—. Pensé que no querías...
—Ahórrate las palabras Baris y llévame a ese estudio de grabación, voy a hacer la película.
Me mira incluso más asombrado. Parece procesar por segundos todas mis palabras. Mi cara lo hace reaccionar y apresurarse. Entra a su casa y con la misma sale cerrando la puerta a su paso.
***
—Has vuelto —expone la mujer de la otra vez—. Espero que no salgas corriendo está vez.
Señora, no estoy de humor.
—Lo único que te importa a tí es esa película ¿verdad?. Pues no me reclames nada fuera de ello.
Ella me mira extraño, tal vez no se esperaba mi actitud.
—Cinco minutos antes de empezar la grabación —informa.
Me siento sobre una silla esperando no se a quién.
—Hola, soy Ross. Te haré el maquillaj...
Sus palabras quedan suspendidas en el aire al verme el rostro.
—¿Por qué no me avisaron que ya te habían maquillado? —inquiere.
Parece joven. Es una chica rubia, bastante bonita.
—Lo he traído yo hecho —le digo.
—¿Lo has hecho tú? —indaga ella, yo asiento. En serio me cansa hasta hablar—. Eres muy buena en ello. Has probado introducirte a este mundo y no al que quieres entrar hoy. No me malinterpretes, no estoy en contra de esto, simplemente no será fácil...
—Tengo talento en ambos —declaro—. Y sí, ya lo decidí, entraré en esto.
La chica lejos de molestarse, asiente y me extiende una tarjeta.
—Si te arrepientes y decides introducirte al mundo del maquillaje, llámame —dice y se marcha.
Me quedo mirando la tarjeta. No me estoy arrepintiendo, sino que me está haciendo dudar.
No sigo dándole vueltas al asunto. Voy a hacer la maldita película. Me traen un uniforme de preparatoria.
—De esto se va a tratar la porno. ¿Esta compañía es famosa?. A estas alturas colocando en el drama una estudiante y un profesor. ¡Pasado de moda! —expreso.
Baris ríe ante mi comentario.
Me desprendo de mi ropa ahí mismo, bajo la atenta mirada de Baris. Que más da, el verá en minutos mucho más.
Nos mandan a acomodar y nos dan indicaciones. Rodeo los ojos. Me aburre. Ya se qué hacer, no necesitan decirme cómo.
La mujer termina la labia. Y el acción de un hombre no se hace esperar.
Empiezo escribiendo algo en un cuaderno. Me indicaron hacer corazoncitos y dibujos que parecieran una niña inmadura para su edad.
Cambié el rollo, he dibujado pollas, de todos tamaños, he visto muchas.
Baris se encuentra explicando algo en una pizarra. ¡Ah! Destacar que han puesto más personas aquí para simular un aula.
Baris pasa por mi lado, como profesor y me azota con el puntero el muslo. Simulo un brinco y una excitación que no tengo. Me dejaron la camisa entreabierta. Baris se queda mirando mis tetas.
La mano de Baris iría a mis tetas y yo me sobresaltaría como chica ingenua. Eso era la indicación. Yo por el contrario, me abro la camisa y le muestro mis tetas. Miro mis pezones y me doy un chasco. No están duros, ni reflejan exitación.
Llevo mi vista ingenua a los otros, los demás están casi dormidos. Muevo mis manos hasta las de Enzo y se las coloco en mis tetas.
Espera...he pensado en Enzo.
Joder.
Las puntas parecen trabajar con mi mente o qué.
Baris las toca a su antojo. ¡Baris! ¡Se fue la magia!
Sonrío haciéndome la complacida.
Baris me levanta de la silla y me sienta sobre la mesa abriendo mis piernas para él. Si boca empieza dejando besos en mi cuello y va descendiendo por mis senos.
Debería gemir, debería excitarme, debería volverme loca, pero no lo consigo. ¿Serán las cámaras que me han puesto nerviosa?
Baja por mi barriga, haciendo leves succiones. Llega a mi pubis. Ahí mi cerebro se puso en modo alerta.
<<Tu sexo solo me lo comeré yo>>.
Me importa una mierda las reglas. Me importa una mierda Enzo. Me importa una mierda todo. Nadie me dirá que hacer.
Baris desciende su boca por sexo. Su lengua baja y sube desde la punta de mi clítoris hasta la entrada. En la entrada mete la punta.
Enzo me ha hecho esto, pero, diferente. Hay más intensidad. No sé. Enzo sabe cómo y cuando tocar cada lugar.
Joder.
A la mierda con Enzo.
Baris sigue chupando mi sexo como si no existiera mañana. No gimo, no simulo satisfacción. Nada. No soporto mentir y menos a mí misma.
Lo empujo hasta que se separa de mí.
—Suficiente por hoy —me bajo de la mesa y voy en busca de mi ropa. La gente habla y protesta pero yo soy sorda a todo eso.
—Andrea ¿A qué juegas? —inquiere Baris.
—Aprende a comerme mejor. En privado practicamos —le susurro al oído y me marcho.
Joder. Qué mierda iba a hacer.
Vuelvo a mi departamento el teléfono no ha decido de recibir llamadas de Enzo. Este tío que quiere ahora.
No contesto. No quiero hablar con nadie. Estoy en un trance.
Al llegar a mi casa me encuentro lo que menos esperaba. El bombón envuelto en un papel llamado traje. El guapísimo custodio de la reja de la casa de los Stone. Esta vez se encuentra muy diferente, pantalones rasgados, pulover que se le adhiere a sus trabajado cuerpo, pelo despeinado y ese toque salvaje que me gusta.
—Preciosa —me saluda al verme—. No me lo pusiste fácil.
Llego hasta él a paso apresurado. Lo único que quiero es follar. Acerco mis labios a los suyos y los devoro en un beso. Agarra mis caderas y me eleva hasta que mis piernas se cruzan a su espalda.
Aprieta mis nalgas con deseo. Siento su dura erección y mi sexo pide a gritos ser poseído por el de él.
Él conmigo en brazos abre la puerta de la casa y tira la llave sabe rayos a dónde. Le indico la habitación y hasta ahí va.
Su boca ya baja hasta mi cuello, la lengua arremete con delicia haciendo que cada poro de mi piel sude placer.
Me bajo de encima de él, con bastante trabajo, pues él no quería.
—Acuéstate —demando.
Él me mira asombrado, incluso curioso.
—No sigo órdenes de chicas —expresa.
—No sigo órdenes de chico —digo.
Me desprendo de mi ropa bajo si atenta mirada.
—Uno de los dos va a tener que ceder —expone.
—Y no seré yo —le informo.
Me quito está vez el sujetador dejando mis pechos a su vista. Sus ojos se quedan fijos ahí.
Llevo mis dedos hasta las bragas y las bajo despacio.
—¿Qué esperas? —inquiero.
El hombre se deja caer en la cama. Alcanzo un preservativo en la mesita de noche y se lo coloco.
Hoy no estoy para tantos trucos y vueltas. Es a lo que quiero y punto.
Años atrás utilizaba a los hombres aún más de lo que podría hacer ahora. Imagino que la forma de moverlo atrajo mucho, porque siempre querían más y yo realmente no le prestaba atención a sus cuerpos.
Le coloco el preservativo ágilmente, realmente he hecho mucho esto. La entrada de mi sexo sola lubrica la intromisión de su amigo. Llevo tantos días portándome bien, que ya me quiero sublevar, pero sublevar a lo grande. Este solo no será la víctima de hoy.
Me inclino hacia atrás y apoyo la palma de mis manos en la cama. Abro más mis piernas. Esta posición les gusta a muchos, pues les permite tener una vista expectacular de su erección invadiendo nuestro sexo. Yo aprendí a disfrutarla.
Muevo mis caderas de alante hacia atrás. Mi cuerpo se emociona de al fin obtener lo que necesito. Contraigo cada dos movimientos las paredes de mi sexo.
Muevo mi cabeza hacia atrás. Los ojos se me cierran perdida de la excitación. Una mano del hombre acaricia mi clítoris.
Joder.
Otra tira fuerte de un pezón.
—¿Así mami? —inquiere el hombre.
—Si papi —digo sin ni siquiera contenerme.
¿Qué? ¿Papi? ¿Mami?
Lo dijo él realmente o yo lo imaginé.
Cuando iba abrir los ojos para mirar en la dirección del hombre, el azote en mi centro me estremece, aquello no para ahí, mis senos también son azotados con fuerza. Si no fuese por lo excitada que esto juro que hubiese dolido.
Una mano me aprieta el cuello.
—Papi soy yo —expone contra mi oído el maldito neoyorquino de los ojos profundos.
Joder.
Que con solo esa frase, esa voz y su aliento chocando en mi oído me entran más ganas. Me muevo desesfrenada, estoy a punto de correrme.
—Mierda —es lo primero que pronuncio cuando unas manos fuertes me agarran de las caderas y me cargan, levantándome por completo de mi sitio, sacando de mi interior el objeto de mi disfrute.
Se sienta en el pequeño sofá que hay en el cuarto y me pone a horcajadas.
—¿Que mierda hacías? —inquiere mientras lleva su boca a mi pezón y tira de él.
—Follando. ¿No ves? —expreso con pesadez.
Desabrocha su pantalón y saca su erección. Me encanta. Siempre está lista para mí.
Saca un preservativo de su bolsillo y rápidamente se lo coloca. Tosco acerca a su sexo y empuja hasta que lo introduce completamente dentro.
Joderrrrr.
Comienzo a moverme sobre él. La excitación de mi cuerpo sube a niveles incalculables. Su mirada como siempre, me examina y detalla todos sus movimientos.
Me azota con ambas manos mis nalgas.
Gimo.
No dejo de moverme. Mi cuerpo explota de deseo, placer, incluso felicidad. La tensión, la agonía, todo lo que sentía hasta ahora se fue al traste.
Apoyo mis manos a sus hombros y brinco una y otra vez sobre su erección.
—¿Estabas teniendo de lo que necesitas o de lo que quieres? —inquiere él sobre mis tetas nuevamente.
—Lo que quiero —expreso. Es mentira, pero se que él quiere escuchar otra respuesta. Pienso ponerlo de los nervios.
—¿Segura? —vuelve a preguntar.
Muevo la cabeza en respuesta. No puedo contestar otra cosa que no sean gemidos. Estoy a punto de correrme cuando él me detiene.
Lo sabía.
Me acerca nuevamente a la cama. El bombón dos, porque el uno es el que me tiene en brazos, aún seguía aquí.
¿Qué tendrá Enzo en mente?
Me sienta nuevamente sobre el bombón dos, este agarra su erección y la introduce en mi entrada.
—Muévete —expone Enzo.
Veo como su mano retira el preservativo que tenía antes. Continúo moviéndome con mi vista perdida en su erección.
Agarra mi cabeza con un poco de fuerza y acerca mi boca a su sexo.
Estoy en medio de dos hombres, llenándome completamente de su manos, sus fortalezas y sus pollas.
Quiero explotar. Ha sido un día de mierda, pero lo cierro a lo grande.
La mano de Enzo empuja mi cabeza hasta que su erección me produce una arcada. Ahí no para, continúa haciéndolo. Por mis ojos caen una lágrima. No estoy incómoda, la verdad. Con toda y su tosquedad estoy disfrutando.
Su otra mano, la que no tenía en mi cabeza llega hasta mis senos y los azota. Brinco ante ello. El bombón dos agarra mis caderas y me mueve más fuerte.
—¿Lo que necesitas o lo que quieres? —inquiere con voz ronca.
Estoy a punto de partirme en dos por el orgasmo, si no le digo lo que quiere escuchar me va a negar a ello y la verdad es que estoy a un punto que si no lo hace suplico.
Juro, que no se que me pasa, pero, necesito correrme.
—Lo que quiero —declaro.
—Respuesta incorrecta —saca su polla de mi boca y se acerca a mi oído—. La polla de otro, la necesitas, la mía es la que quieres.
Me levanta de encima del bombón dos nuevamente. Lo que dije anteriormente, estoy a punto de suplicarle. Jamás me había sentido así. Enzo me estremece, me calienta, me quema, me vuelve loca. Necesito correrme.
Lo miro a los ojos. Él me conoce, así que entenderá como me siento. Su mirada se pierde en mi ojos pero no cambia su postura. Algo en sus ojos no me gusta.
El bombón dos se acerca a nosotros. Enzo me entrega a él. Me colocan a horcajadas mientras el bombón dos vuelve a invadir mi interior. Cruzo mis brazos en el cuello de él. Me embiste solo dos veces y se frena.
Siento la punta de otra erección a la entrada de ese segundo hueco que no doy jamás.
—Espera Enzo —expreso con trabajo.
—Tranquila mami —susurra a mi oído—. Te gusta, disfrútalo.
Entra en mí, está vez con cuidado.
Me embisten a la par. Mi cuerpo flota en el medio de estas dos bestias en cuerpo de humano. Iba a pegar mi boca a la del bombón dos, pero el bombón uno me lo impide directamente. Lleva su mano hasta mi barbilla y hace que gire mi cabeza hacia él. Introduce dos dedos en mi boca. No tiene que decirme nada, hago lo que quiero, los chupo.
El placer se va volviendo más grande. Ahora mismo no domino nada de mi cuerpo. Siento mi corazón a millón, la respiración hecha un lío, mis ojos se cierran en reiteradas ocasiones, los gemidos aún con los dedos de Enzo en mi boca se intensifican.
Me siento igual de perdida que aquella vez que estuve con Enzo. Mi cuerpo está en un nivel tan alto de placer que no sé si reírme, si llorar, si gritar, si suplicar.
Llevo mis ojos a los de Enzo. Él es mi protección en los momentos donde me encuentro perdida, aunque lo niegue rotundamente. Sus ojos profundos hoy no me gusta. Percibo algo en ellos que me inquietan. No es la mirada de siempre.
Sé que me prohibirá correrme. Lo conozco también y sé sus intensiones.
Su ojos no pasan de los míos. Me quedo fija ahí pidiéndole sin palabras que no se detenga, enviándole señales de como me siento.
Empieza a darme las primeras estocadas de un orgasmo próximo. Intento quedarme callada para que Enzo no me lo impida.
—No te contengas —expresa en mi oído—. Conozco las expresiones de tu cara.
Empujan a la vez fuerte. No dan tregua. Mi cuerpo vibra, se agita bajo esas manos fuertes. El cúmulo de todo lo que sentía amenaza con querer salir a la luz.
No. No. No. Andrea no puedes llorar otra vez. No lo hagas.
Joder.
Enzo rápidamente me aleja del bombón dos y le hace una seña. Me lleva en sus brazos hasta el sofá nuevamente y me sienta sobre él.
Pierdo mi vista en otro sitio. No quiero que me vuelva a ver vulnerable.
—Andrea, mírame —expresa con su grave voz.
No lo hago, lo que menos quiero es hacer lo que diga él.
Su mano toma mi barbilla y gira mi cara a la fuerza. Me mira detalladamente el rostro y termina fijando sus ojos en los míos.
—Ahora tu y yo vamos a hablar, sin filtros—dice serio. Sus palabras salieron tan duras. Jamás lo había escuchado hablar así.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro