
14.
Hoy por fin era viernes. Se celebraba el cumpleaños de Gabi, la nueva integrante al grupo que por años había sido compuesto por dos personajes, Keira y yo.
Hoy, evidentemente me tocaba trabajar. Así que no me queda otro remedio que dirigirme específicamente a Hugo y plantearle mi situación. El día de hoy sería descontado de mi salario, además de que tenía que sobrecumplir la jornada laboral los próximos días.
Destacar que Hugo es el mejor jefe que puede haber, es por ello que nunca me esforcé a buscar otras opciones de empleo.
Hugo tenía muy buena relación con mi abuela y sobre ella les informaré más adelante. Gracias a eso empecé a trabajar aquí. Por el cariño que le tenía a mi abuela y por el que me iba cogiendo a mí es que me empezó a aguantar todas mis malcriadeces.
Jamás ese hombre me ha mirado con ojos de otra forma que no sea como hija. Nunca se ha metido conmigo, ni me ha insinuado nada. No miento cuando digo que Hugo es un buen hombre.
¡Ahora sí! ¡Hoy toca fiesta! ¡Mi cuerpo ya lo percibe!
Nos bajamos frente a la casa de Gabi.
—Madre mía —exclamo al encontrarme semejante belleza de casa frente a mis ojos—. ¿Acaso es la casa del presidente? —Keira se ríe ante mi comentario.
—No me dijo. Aunque creo que no se le olvidaría contarme ese detalle —declara mi mejor amiga.
La casa era una pasada. Las personas que aquí viven deben sudar billetes verdes, excepto Gabi, que la conocí y más sencilla no puede ser. Aún no podemos observar detalladamente porque estamos frente a una enorme reja negra que separa la propiedad de la calle. Custodiando la entrada habían tres hombres vestidos con traje.
Mi cuerpo me alerta. Sirven para comer. Sin embargo, no me dio tiempo a mostrar mis intenciones pues Keira habla.
—Buenas tardes señoritas —dice el del medio.
—Buenas tardes —respondemos casi al unísono.
—Sus nombres por favor —continúa el bombón cubierto por un papel conocido como "traje".
—Keira y Andrea —responde mi amiga nuevamente.
—Bienvenidas señoritas —le hace una seña a otro hombre para que abra la reja.
Al pasar por el lado de él le guiño un ojo. El tipo con toda la rectitud del mundo, igualmente se me queda mirando.
El camino a la mansión estaba rodeado por pinos. Me quedo mirando el ambiente. Nos encontramos frente a frente con una fuente en forma de ángel detallada en mármol.
Humildemente hablando, esta casa si no es el Paraíso le está tocando cerca.
Llegamos a la puerta principal de la mansión. Keira decide enviarle un mensaje a Gabriela y a los instantes de abre la puerta.
—Ya están aquí —expresa emocionada, como si estuviera celebrando su cumpleaños quince.
Aunque en mi caso particular, ese fue una mierda.
—Nuevamente feliz cumpleaños —comenta Keira mientras la abraza.
—Gracias a las dos. Ya no hay quien me separe de ustedes —responde Gabi.
—Feliz cumpleaños bella —expreso mientras llega otro abrazo de su parte.
—Aquí está nuestro regalo —le extendemos un cuadro envuelto en papel de regalo con un moño rosa encima.
—No sabíamos que regalarte —confiesa Keira.
Detrás de la expresión de que no teníamos que regalarle nada, razga la envoltura del regalo con curiosidad.
El cuadro por lo que me comentó Keira, es una foto nuestra diseñada como si fuese una página de Instagram, algo así.
—Me encantó chicas. Muchas gracias —sus palabras son acompañadas por otro abrazo. Una tía cariñosa...muy cariñosa.
Al entrar a la casa nos encontramos con un recibidor excesivamente grande. Sus muebles blancos y una mesita tallada en madera ocupaban los espacios. Unos pasos más y nos encontramos con una enorme sala.
Madre mía, cuando hicieron esta casa pensaron hasta en los biznietos. En el centro de la sala se podía percibir una enorme lámpara cubierta de perlitas, dos butacas doradas de tamaño y exagerado que estaban en la cabecera de todos los muebles que habían. Las blancas paredes estaban cubiertas por gran cantidad de cuadros de sabe quién rayos, la verdad, no sé nada de arte y destacando entre todos ellos había un retrato enorme de una pareja.
—Vayamos al patio tracero. Ahí están mis padres —informa la chica.
La verdadera locura de la casa se concentraba en el patio, puesto que la gente caminaba de aquí para allá.
Eran un total de diez chicas decorando el lugar. Por otra parte se movían unos hombres, ¡qué hombres! montando un escenario. Mi vista se queda pegada ahí, al grupo de delicias que sudan bajo los rayos del sol, haciendo que sus pieles brillen...
—Mamá, papá. Ellas son Keira y Andrea. Mis amigas —comenta Gabriela, distrayéndome de mi maravillosa vista.
La madre estaba distraída como yo, pero no por el mismo motivo.
—Disculpen, mi hija no acostumbra a traer amigos, por eso mi asombro —dice la madre—. Eso no quiere decir que no esté contenta. Al contrario me alegro de que cuente con ustedes.
Se acerca a nosotras y nos saluda. Me imaginé que la señora de esta casa sería prepotente o bastante estirada, pero no, me equivoqué rotundamente es muy agradable.
—Mucho gusto soy James —nos extiende la mano el papá—. Ella es Amanda. Estaba tan emocionada que no se presentó.
Amanda se ríe.
—Mucho gusto señor James —saluda Keira.
—Nada de señor, ni señora. Somos parientes. No crea que porque nos ves así somos unos viejos amargados y rígidos —expuso James divertido—. Aquí el único así es mi hijo. Por cierto allí viene.
Cuando volteamos la cara para ver al hermano de Gabi, yo por una parte me quedo sorprendida y por otra no puedo aguantar la sonrisa pues a Keiri le quiere dar un infarto.
Este tío se luce, captando toda la atención. Pues, pedí un hombre que le mojara las bragas a mi amiga, y aquí está, pero no pedí la prepotencia incluida.
Vuelvo a reírme, Keira no deja de mirarlo embobada. Aiden por el contrario, no se encuentra sorprendido. Creo que él sabía perfectamente que su hermana y Keira estan plan amigas.
—Hermanita —le da un beso a la hermana—. ¿Cómo puede ser que no crezcas?. Veinte años ya y sigues siendo una enana. Feliz cumpleaños —le dice.
—Tu como siempre tan insoportable —responde Gabriela.
—Madre —besa a Amanda—. Padre —saluda a James.
—Hijo, ni parece que vivamos en el mismo estado —se queja Amanda.
—Mamá, trabajo mucho. No tengo demasiado tiempo.
Y a partir de ese momento yo me pierdo de su conversación y vuelvo a fijar mi vista en los tíos que terminan el escenario. Uno de ellos se da cuenta de mi vista y repara en mi dirección.
Me quedo mirándolo, y él se pierde aquí. Se mueve en busca de algo y cuando lo tiene vuelve a su posición. Es un lapicero. Mantengo mi vista en sus movimientos. Toma la pluma y en su pecho escribe un número.
Se me ocurre algo mejor. Me acerco a él, aprovechando que todos están distraídos en la conversación.
Ahora de cerca reparo mejor en el chico. Es un trigueñazo al que le daría más de una vez. Unos ojazos negros, no lo profundo que me gustan, ni se le asemejan, pero igual y es mejor no acordarme del neoyorquino mientras follo.
Cuando llego hasta el tío, le quito el lapicero de su mano y en su abdomen escribo Upcide.
El tipo presta atención. Lo miro a los ojos, le entrego el lapicero y regreso a mi lugar.
—No te recomiendo que estés tan esperanzada mamá —habla Gabi—. Tu hijo no sabe como tratar a una mujer. Dudo que alguien sea capaz de estar a su lado. Y ahora si nos disculpan, necesitamos arreglarnos.
Entramos nuevamente en la casa.
—Trini —llama Gabi a la señora—. Te presento a mis amigas Keira y Andrea. Chicas ella es como mi segunda mamá.
—Hola mis amores. Estoy en la cocina, para lo que necesiten —comenta ella muy carismática.
—Muchas gracias —responde Keira con una sonrisa.
—Buckett —llamo la atención de mi amiga, imitando a su jefe—. Vaya amiga, tu si tienes suerte.
—Lo juro que no tenía ni idea que mi hermano era tu jefe y el sinvergüenza que te hace la vida imposible -comenta Gabi.
—Lo sé Gabi. No te preocupes —le responde ella.
Entramos al cuarto de Gabi. Una decoración más bien para una pequeña de diez años, hay que comentar todo lo que deba ser comentado. Está bonito sí, pero un poco infantil...mucha pulpurina.
—No fue mi idea decorar el cuarto así. Fueron mi madre y Trini, que piensan que no voy a crecer —se excusa.
—Tranquila está hermoso —contesto. Mentira no es, porque bonito si está, lo que comenté antes mucha pulpurina. Claro, eso se puede arreglar cuando tengamos más confianza y vayamos de compras más veces. Lo primero que cambiaría sería ese espejo con pegatinas.
—Dentro de media hora llegarán los estilistas.
—¿Para qué?, Andrea maquilla genial —informa Keira.
Sé que soy buena en ello, pero mi amiga también puede exagerar.
—No lo sabía, para la próxima lo hace ella —declara Gabriela.
Tocan la puerta.
—¿Dónde está mi enana favorita? —inquiere un rubio, de esos que te darían ganas de coger sin necesidad de hablar ni una palabra—. Feliz cumpleaños princesa —expone y la carga.
—Gracias Liam. Lástima que no fuiste tú mi hermano —dice Gabriela.
—Preciosa, me alegro de verte de nuevo —le dice a mi amiga y deposita un beso en su frente ¡Mi amiga está poniendo en práctica mis clases!—. Lamento lo de aquel día.
Otro hombre de esos con exceso de todo, se cuela en la habitación de Gabriela. Este tiene un aire de mujeriego que se le nota a mil leguas. Es de pelo negro, labios deliciosos y del cuerpo para que hablar, está hecho a manos. Seguido de este pasa Aiden y bueno de Aiden solo puedo decir que es el hombre que le moja las bragas a mi mejor amiga.
—Liam, lo mismo digo —expresa Keiri.
—Feliz cumpleaños enana. Hace, no mucho, corrías de aquí para allá y ya tienes veinte años —le dice el chico de cabellos negros a Gabriela.
—Gracias Dylan.
¡Ah! ¡Dylan!
—Keira —este último también saluda a mi amiga—. Todavía nos debes una ronda de whisky.
¿Whisky Keira? ¡Esta chica es una réplica de mi amiga!
—Creo que eso se resuelve orita —sonríe ella.
—Creo que no estoy pintada en la pared —llamo la atención de todos—. Al terriblemente odioso de tu jefe lo conozco, pero, a ellos no. Eres una caja de sorpresas Buckett —al decir su apellido imito la voz de Aiden. Keiri ríe a modo de "no tienes remedio".
—Andrea, ellos son los amigos de mi terriblemente odioso jefe —me parafrasea.
Los saludo a los dos. Vamos que descubriría a un fuckboy a leguas y estos dos no solo lo parecen, el olor los delata.
—¿Es la chica de Enzo? —pregunta el chico rubio.
¡Mal movimiento rubito!
—Vamos, soy Andrea. Y no soy la chica de nadie —comento.
—Ya me encantas —expone el pelinegro.
¡Vamos que yo también te daría!
—No jodas Dylan, a tí te encantan todas —comenta Aiden provocando la risa de todos.
—Aquí tienes los regalos —le extiende el pelinegro, creo que Dylan dos cajas y un sobre a Gabriela.
—Sois inseparables, hasta para dar regalos —replica Gabi.
Comienza a abrir la primera caja. Es un colgante. Abre la segunda es una pulsera. Abre el sobre y sonríe al ver a Aiden.
—Muy de tí. Mandar a comprar mi regalo —le comenta Gabi a Aiden.
—Pensé que una chica elegiría mejor que yo —responde este, como si fuese obvio.
—No te excuses. Solo porque quiero ir te perdono.
—Hay un solo pasaje. Si quieres ir con más personas solo dímelo y te compro los otros.
—Hablando de eso. ¿Por qué no vamos todos? —determina Gabi.
—Por nosotros está bien —comenta el tal Dylan.
—No es lo mío los viajes en pandilla —era obvio que tenía que saltar el ogrito—. Yo paso.
—Ustedes no dirán que no —dice casi suplica Gabi—. Por favor, será genial.
—Gabi. Tenemos que trabajar —le informa Keira.
Y a mí se me había olvidado ese detalle. Ya le pedí el día de hoy a Hugo. No me permitirá también vacaciones.
—Aiden, ¿le darás permiso de faltar, verdad?. Soy tu hermana y es mi regalo de cumpleaños —pide Gabriela.
—Si cumple con todo su trabajo. Trabajando horas extras cada día —comenta el muy imbécil.
—Lo siento Gabi. Pero no soy un robot. No pienso hacer eso por nada y eso abarca el viaje a París —declara mi amiga.
—Eres un cabrón Aiden. Tu no quieres a nadie —expresa Gabi enojada.
—Eso ya lo sé hermana —dice este, como si las palabras de la hermana no le molestaran.
—Tranquila Gabi. No tienes por que arruinar tu vigésimo cumpleaños. Todavía quedan muchos clubes por disfrutar antes de tu viaje —comenta Keira. Espera, ¿Dijo clubes? ¿Fiesta y Keira se conjugan?—. Además Andrea puede acompañarte.
Espera... qué. ¿Qué coño hago con mi trabajo?.
—Ya está, tres pasajes más —comenta Aiden.
—Te equivocas, cuatro —le responde Gabi.
—¿Dónde está el cuarto? —pregunta Aiden.
—Lo sabrás hoy -Gabi deja la intriga.
—Enana, no me digas que tienes novio —expresa Dylan.
—Si. Y a este sí no van a joderle la vida.
—El gilipollas aquel se lo merecía —rebate Liam, el rubio.
—Totalmente de acuerdo. Pero este es diferente en todos los aspectos.
—¿A qué te refieres? —pregunta Aiden.
—Primero que no es ningún gilipollas, cabrón, mujeriego, abusador... sabes esas palabras que te caracterizan muy bien —Aiden se apoya en la mesa de maquillaje de Gabi y cruza sus manos—. Si, no me mires así, sabes perfectamente lo que digo y considero que a este punto ya todos nos conocemos bien. En segundo no es un chico así lleno de lujos como ustedes tres.
—Te aseguraste de que tenía buenas intensiones —pregunta Dylan.
¡Qué bendecida la Gabi!
—Si, me aseguré de ello —le respondió.
—Entonces princesa. ¿Cuál es el problema?. No digo que me agrada que ya estés tan grande y con novio, pero imagino que ya llegó el día en que te veremos alejarte con otro hombre —comenta el rubito.
—Aún con tus 20 años soy capaz de remover cielo y tierra si ese chico no se comporta como debe —habla esta vez Dylan.
¡Vaya fuckboys!
—Parece sermón de padres. Ya está crecida y bastante, puede hacer lo que quiera —expresa Aiden.
—Alucino contigo, la verdad —manifiesta Keira a su jefe. ¡Se sublevó mi chica!
Keira se marcha de la habitación. Aiden hace lo mismo. Haciendo cuentas quedamos Gabi, los buenorros y yo.
—Andrea ¿Verdad? —el chico rubito se acerca.
—No, Juana. Cada cinco minutos me cambio el nombre —comento irónica. Si pretende hacerse el machito conmigo va mal.
Él tipo ríe.
—Me pregunto que habrá hecho Enzo —interviene el pelinegro que también se acerca.
Me río.
—¡Ah! Enzo. ¿Qué hice yo?. Esa es la pregunta correcta. O ustedes se piensan que todos los tíos con plata, cuerpo y postura son unos dioses en la cama. Pues no, estamos las diosas.
—¿Diosa? —inquiere está vez el rubio.
—¿Quieren probar? ¡Ambos!. Así me follo a dos a la vez y cumplo por segunda vez con esa deliciosa fantasía.
Ellos se quedan viéndome con los labios curvados hacia arriba. Soy impredecible, ya lo he dicho.
—¿Qué pasa? —indago nuevamente, llevando mi vista de uno a otro—. Tienen un regla de bestfriends que no les permite cogerse la misma chica, al mismo tiempo o ninguna se los ha propuesto.
Ellos se miran entre ellos. Gabriela por otra parte ríe.
—Me cambiaría aquí delante de ustedes, pero para que jugar con lo que no van a comer —deposito un beso en la cara de cada uno.
—Andreita nos llevaremos muy bien —declara Liam.
—Lo mismo digo —manifiesta Dylan.
Se miran fugazmente y me dan un beso en el cuello ambos, a la misma vez.
—¿Eso significa que tenemos pendiente un trío? —inquiero.
En realidad esto es broma, no voy a follar con ellos. Enzo se involucra amigablemente con todos, ya con eso basta.
—Esto es lo único que te podemos ofrecer juntos —comenta Dylan—. Sin embargo, por separado podemos hacer muchas cosas.
—O todo o nada —declaro.
Ellos ríen y se marchan. Sin dudas me llevaré de puta madre con ambos.
Los próximos minutos pasan en Gabriela sentada en una silla siendo maquilladas por dos estilistas y yo revisando mi cuenta de Instagram, hasta que toca mi turno.
—Keiri ¿Dónde estabas? —pregunto cuando Keira entra en el cuarto.
-Hablando con Trini -expresa, pero le noto a leguas que me miente.
Gabriela sale perfecta del vestidor.
—Estás preciosa —expresa Keira.
Su pelo castaño recogido en una trenza, sobre la que habían pequeños adornos en blanco. Flequillos caían sobre su cara. El vestido es el que le ayudé a elegir en Plaza Ghirardelli.
—¿En serio? —pregunta, indecisa.
—En serio. Ryan pegará su mandíbula al suelo —comenta Keiri.
—A lo mejor no la pega al suelo, sino en otro sitio. Uno mejor, más suave, más húmedo...—intervengo.
—Si vas a andar con Andrea —Keiri le dice a Gabi—. Tienes que saber que al día puede salirte con una de su frases épicas del famoso libro "Mil ideas guarras para tu vida". Pero que no se te pegue ninguna, ella tiene derechos de autor.
—Estas graciosilla hoy, Buckett —imito la voz de Aiden, haciendo que rodee los ojos. ¡Me sale de puta madre!—. La paciencia no es mi fuerte —una frase muy de Aiden. Keira se ríe.
—Gracias chicas. Jamás había empezado un cumpleaños tan bien —declara Gabi.
—¿Qué tal estoy? —le pregunto a las chica adoptando una pose.
—Hermosa —comentan las chicas al unísono.
—Lo sé —camino hasta el vestidor de Gabi—. Igual gracias.
Las chicas ríen.
—Tu turno Kei —notifica Gabi.
Y esas tres palabras creo que se vuelven el terror de Keira.
***
Después de arreglarnos y de conocer oficialmente al novio de Gabriela nos dirigimos al patio. Todos nos encontramos alrededor de una mesa con un whisky en la mano. Aunque esta bebida no es especialmente lo mío está buena y todo lo bueno se debe saborear.
Un chico, que no es de los que llamaría mi atención, con pinta de riquillo, estiradillo y un montón de illos más que aburre llega hasta nosotros. Después de saludarlos a todo presta gran atención a Keiri.
¡Esto se pone divertido!. El imbécil de Aiden está de los nervios.
Mi mejor amiga no solo está tomando whisky como toda una profesional, sino que destaca, llamando la atención de dos hombres en un mismo espacio.
—Amo a esta nueva Keira —expreso alto—. Mi más sincero pésame para el difunto.
—¿Que difunto Andrea? —pregunta Keira, pero me conoce y sabe que puedo soltar más de una pendejada—. Mejor cállate...
—El que vas a enterrar ahí está noche —respondo interrumpiéndola. Todos ríen excepto el ogrito.
Comienza a hablar Gabriela sobre el escenario. Le colocan un enorme pastel enfrente. El novio comienza a tocar el piano que había atrás. Mientras todos cantan al unísono el feliz cumpleaños.
Gabriela y su novio comienzan a bailar al ritmo de Shawn Mendes y Miley Cyrus. Otras parejas los imitan.
—Keira ¿quieres bailar? —pregunta Christian y ella acepta. Vamos que mi amiga hoy está gozando.
—Andrea ¿bailamos? —pide Dylan.
—Pides todo así tan decente —expreso—. Tipo, "hola linda ¿Te la meto?"
Todos ríen, ya me van conociendo. No tengo límites, así que mejor se adaptan.
Voy al escenario con Dylan.
—Me extraña que sepas bailar este tipo de música —le digo al pelinegro.
—Esta puede ser una técnica de seducción espectacular —declara haciendo que ría.
—No precisamente —expreso—. Por ejemplo, yo siendo hombre, me fuera por una que tiene una alta de probabilidad de funcionar con casi todas las mujeres.
—¿Cuál sería esa? —inquiere él.
—Susurra algo en el oído. Que la piel sienta el aire que sale de tu boca —digo.
—Eso lo hago de maravilla, ¿quieres ver?
Esta vez la que ríe soy yo.
—O como doble o no me como el alimento. Si no lo entiendes aún, o me los como a ambos o a ninguno —digo.
—Mejor nos quedamos como compañeros, que tú eres una jodida loca —dice Dylan y terminamos por reír ambos.
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