Capítulo 1
La lluvia caía sin piedad contra la ciudad de Tirel. El viento acompañándola en su ira contra los mortales. Incluso los espectaculares de gran tamaño que destacaban sobre los techos tenían problemas para resistir la furia de la naturaleza, sin embargo, eso no impidió el transcurso de la vida cotidiana de varias personas, entre ellas se encontraba la vida de un joven de cabellos blancos y orbes azules, de aproximadamente dieciocho años de edad. Su uniforme escolar está abrazando con fuerza su cuerpo delgado a causa del agua. Era como cargar cinco kilos extras, especialmente por su suéter blanco de lana. Sin duda alguna era un conjunto muy poco convencional para ese tipo de climas, pero no era su culpa no estar preparado, en la mañana el sol parecía gritar que sería un día soleado, a pesar de que las noticias decían otra cosa.
—No desconfiar del hombre del clima otra vez —Se regañó a él mismo, sus piernas dando lo mejor para recorrer las calles de la ciudad de Tirel lo más rápido posible mientras sus manos sujetaban fuertemente el mango de una sombrilla roja para evitar perderla— Que suerte que Meru traía una segunda sombrilla
El joven se detuvo debajo del techo traslúcido de una pequeña cafetería, tomando respiraciones largas para recuperar el aire perdido. Falta poco para llegar a su destino, sólo debía de correr ocho cuadras más y llegaría a la seguridad de su hogar. Tomó una última respiración mientras veía hacia delante, estaba dispuesto a iniciar su carrera una vez más cuando un débil aullido llegó a sus oídos. Abrió sus ojos un poco más de lo normal antes de ver su entorno con curiosidad. Ese aullido fue tan débil que fue difícil discernir si fue su imaginación o la realidad. El sonido de la lluvia tampoco ayudaba a su investigación.
Un segundo aullido hizo presencia, obligando al joven a observar el callejón que estaba al lado de la cafetería, apenas lo suficientemente grande para que caminaran dos personas, una al lado de la otra. Su mirada azul con sombra violeta observa su alrededor antes de acercar más la sombrilla a su cabeza y entrar al callejón. Avanzo con cuidado por el lugar, tratando de pisar la menor cantidad de charcos posibles; aunque en este punto no sabía porque los evitaba, ya que sus calcetines estaban empapados; su mirada azul atenta al suelo e ignorando el aroma del café tostado, buscando al responsable del aullido.
Por suerte, no tuvo que adentrarse tanto en el callejón, sólo necesito dar diez pasos para descubrir la existencia de una caja de cartón pegada a un contenedor de basura. Seguramente la caja tenía algún recubrimiento de plástico, ya que se podía apreciar algo de agua en su interior. El chico se acerco con cuidado a la caja, observando en su interior a un pequeño cachorro de pelaje negro temblando de frio y ahullando de forma debil a causa del agua que le rodeaba. El pobre cachorro apenas podía mantenerse de pie, si se acostaba, era seguro que se ahogaría. El corazón del joven se rompió en ese instante.
Él no dudó en estirar sus manos para sacar al pequeño cachorro del interior de la caja, importando muy poco que la sombrilla cayera al suelo o su ropa se empapara aún más. Lo sostuvo con delicadeza entre sus brazos, apoyándolo contra su pecho, logrando que el cachorro quedara acostado en su brazo izquierdo. Él comienza a acariciar la cabeza del animal, buscando una forma de calmar el pequeño cuerpo tembloroso que aún soltaba aullidos. Seguramente el cachorro apenas tenía un mes de vida, ya que su cuerpo apenas supera la palma de su mano y su muñeca.
—Tranquilo, estás a salvo ahora —Dijo con voz suave el joven, sintiendo como el cachorro se pegó a su pecho, temblando a causa del frío y su pelaje mojado. Un suspiro de alivio salió de sus labios delgados al darse cuenta que el cachorro no le temía, eso era una buena señal.
¿Quién había sido capaz de abandonar a un cachorro en un callejón?
No lo sabía, tampoco quería descubrirlo, pero estaba feliz que el pequeño no parecía temerle a los humanos y no mostraba estar herido.
El estudiante de universidad estiró su mano libre para tomar el mango de la sombrilla, agradeciendo a la diosa que el viento no se la hubiera llevado, acomodó mejor al cachorro en su brazo izquierdo, buscando una posición cómoda y segura para ambos, y una vez listo, él no dudo en salir del callejón, corriendo por las calles de la ciudad una vez más. Ahora tenía una razón más para llegar a casa pronto.
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—Ya casi termino, espera un poco, por favor —Menciono por tercera vez el chico de cabello blanco, sujetando entre sus manos una toalla de color azul, la cual restregaba de forma suave contra el cuerpo del pequeño canino. Una sonrisa apareció en su rostro al ya no sentir humedad en el pelaje, alejo la toalla con cuidado y soltó una risa al ver al cachorro sacudir con energía al sentir la libertad— Me alegra ver que aun tienes fuerzas.
El joven observó al cachorro unos segundos, apreciando el largo pelaje que poseía. Era extraño que un cachorro tuviera un pelaje tan largo, tal vez se equivocó acerca de la edad que tenía el pequeño, aunque él tampoco conocía mucho sobre perros. Tomo su cepillo para cabello de la mesa del baño y no dudo en cepillar el pelaje negro con cariño, deshaciendo los nudos que se habian formado durante el baño. Su pequeña visita ya lucía mucho mejor y más alegre. Dejó el cepillo a un lado, sin darse cuenta de la mirada dorada llena de cariño puro que el canino le dedicaba.
¿Quién no vería con cariño a su salvador?
El chico volvió su vista al cachorro, apreciando esos penetrantes ojos dorados que le observaban. No evitó mostrar su asombro, era la primera vez que veía ese color de ojos en un canino.
—Tienes unos hermosos ojos —Dijo el joven con una suave sonrisa, estirando su mano hacia la cabeza del cachorro para acariciarle de forma suave detrás de la oreja— No tienes un collar, por lo cual no debes de tener un hogar o un nombre, ¿te gustaría quedarte conmigo?
El cachorro ladro inmediatamente, su mirada dorada aún fija en el joven de cabello blanco que le salvó la vida, su cola moviéndose de un lado a otro, feliz ante su presencia y su pregunta. El joven ríe un poco ante el entusiasmo, carga al cachorro con cuidado entre sus manos y lo baja al piso de baldosa blanca.
—Tengo que pensar en un nombre para ti —El chico guardó silencio unos segundos, su mente repasando todos los nombres que conocía, hasta que su estómago sonó y bajo su vista a su vientre. El pequeño cachorro imito su acción ante el ruido desconocido— Pero primero hay que comer algo, tú también debes de tener hambre
El chico sonrió, estirando sus manos para cargar al cachorro entre sus brazos y salir del cuarto de baño. Con paso calmado avanzó a la cocina, buscando en las alacenas algo comestible para el cachorro. Un suspiro escapa de sus labios al no ver nada apropiado para su invitado, tendría que salir de nuevo y enfrentarse a la lluvia. Fue a su habitación y dejo al pequeño en el suelo de madera ficticia, acaricio su cabeza unos segundos antes de ir al closet y sacar un imperneable de color amarillo, lo observo unos segundos y se lo coloco con cuidado, asegurandose de que cubriera por completo su cuerpo. No quería volver a tomar un baño.
—Ya vuelvo —Dijo él joven antes de avanzar a la puerta de su habitación y salir. Cerrando la puerta detrás de él para evitar que el cachorro le siguiera.
El cachorro observó la puerta de madera detenidamente, su cola deteniéndose por completo y sus orejas cayeron al ya no ver a su ángel de cabello blanco con él. El joven que le salvó de la caja le dijo que volvería, así que no debía preocuparse. Observo su alrededor de forma curiosa, olfateando su nuevo entorno. El aroma del joven impregnado en cada esquina, comunicando que el joven pasaba la mayoría de su tiempo en ese lugar, así que era una zona segura o eso le decía su mente. Pronto su atención fue a la cama matrimonial con juego de sábanas color turquesa, el aroma de su salvador era más fuerte en esa zona, así que su misión actual era subir ahí.
Con una mirada llena de determinación, el cachorro de pelaje negro corrio hacia la cama, tratando de impulsarse con sus dos patas traseras para saltar hacia arriba, pero fallo. Él era muy pequeño para alcanzar, pero no pareció importarle la clara derrota, ya que siguió repitiendo el mismo proceso. No se rendiría hasta lograr estar arriba.
Durante veinte minutos el cachorro intentó subir a la cama, exigiendo cada vez más esfuerzo a su pequeño cuerpo sin alimentación, pero pronto su cuerpo cedió ante el agotamiento y cayó acostado de lado en el piso de madera. Sus patas dolían. No fue buena idea exigir tanta energía a su cuerpo.
Observo a la cama una última vez y gruñó lleno de resentimiento y tristeza. Por ahora él dejaría de intentar subir, aceptaría su derrota. Su nariz pronto comenzó a olfatear su entorno, buscando otra fuente del aroma de su salvador, ¿o debería llamarle maestro? Después de todo, su ángel de cabello blanco le preguntó a él si le gustaría quedarse y su madre le había dicho que cuando un humano los adopta, los cuidaba y les daba comida debía de llamarlos de esa forma.
Todo esto era demasiado nuevo para él. Nunca esperó ser adoptado, llegó a pensar que moriría en esa caja, pero no fue así. Cuando todo parecía perdido, su nuevo dueño apareció y le salvó la vida. Su ángel de cabello blanco le gustaba más que su antiguo humano.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar el sonido de la puerta principal abrirse, su nariz moviéndose ante el aroma de la lluvia y tierra mojada, al igual que una débil fragancia que era opacada por las primeras dos. Su cola no tardó en moverse al reconocer al dueño de ese aroma y se obligó a levantarse por completo del suelo. Su mirada dorada pronto se dirigió a la puerta de la habitación, su cuerpo vibrando ante la emoción por ver de nuevo a su dueño. La puerta se abrió, mostrando a su nuevo dueño sin su imperneable amarillo, su ropa pegada por completo a su cuerpo, su cabello blanco en el mismo estado, cubriendo sus ojos y sus zapatos emitiendo un rechinar humedo al avanzar.
El cachorro ladró con alegría al ver a su dueño, no dudando en correr hacia él para restregarse contra sus piernas, importando muy poco el volver a mojarse o manchar su pelaje con lodo. El joven no evita reír ante la alegría del cachorro, agachándose ligeramente para acariciar la cabeza del pequeño.
—¿Me extrañaste? —El joven se rió con ternura después de preguntar lo obvio. Alejo su mano del cachorro y se puso recto de nuevo para regresar su atención a su ropa empapada, ni siquiera el impermeable fue suficiente para protegerlo. Por primera vez en su vida se alegró de que le dieran una bolsa de plástico en vez de papel, ya que esto evitó la pérdida de sus compras en el camino.
El ladrido del cachorro lo saco de sus pensamientos, obligandolo a ver al pequeño de pelaje negro que exigia su atención. Él no reprime su risa al apreciar el lodo que ahora adornaba el cuerpo del canino.
—Creo que necesitas otro baño —El joven sonrió, dejando la bolsa de compras en el suelo para estirar sus brazos y cargar al pequeño cachorro, el cual no tardó en acurrucarse contra su pecho. Al parecer al canino no le importaba la humedad de su ropa, sólo quería estar cerca de él— Vamos a bañarnos juntos, yo también necesito un baño
El cachorro ladro feliz en respuesta, moviendo su cola de un lado a otro con más velocidad. El chico sonrió y avanzó en calma hacia el cuarto de baño una vez más, acariciando la cabeza del cachorro con suavidad durante todo el trayecto.
Al llegar a su destino, el chico se detuvo por completo después de abrir la puerta. Parecía que había recordado algo importante, ya que su mirada se perdió en la pared por unos segundos antes de volver su atención al cachorro que lo veía curioso.
—Cierto, no me he presentado, me llamo Ras —Se presentó así mismo el chico de cabello blanco, una sonrisa encantadora adornando su rostro. Por alguna extraña razón, él tenía la costumbre de presentarse ante los animales, ¿tal vez la inocencia infantil que aún conservaba?
El cachorro ladro feliz al escuchar la presentación de su dueño, no dudando en lamer las manos de Ras al ser las más cercanas, ya había aprendido, gracias a la cama, que era muy pequeño para alcanzar ciertas cosas.
Ras se rió a causa de su comportamiento, no dudando en brindar un par de caricias en su cuello, aunque algo muy dentro de él le decía que su pequeña mascota sería muy pegajosa. Bajo al cachorro al piso después de un par de segundos, permitiéndole ir a la bañera y abrir ambas llaves. Una leve cortina de vapor comenzó a hacer presencia.
El pequeño cachorro avanzó hacia su dueño, tomando asiento cerca de él, observando atentamente sus movimientos mientras movía su cola feliz.
Pasarón diez minutos antes de que Ras cerrara ambas llaves, estirando su mano al agua para hundir las puntas de sus dedos en el agua, verificando la temperatura, no quería quemar al cachorro por accidente. Una sonrisa surco sus labios al sentir el agua en una temperatura aceptable, así que comenzo a quitarse su ropa humeda de forma lenta, esto a causa del nuevo peso que adquirio su ropa a causa de la lluvia, todo bajo la atenta mirada dorada del pequeño cachorro negro, el cual dejo de mover su cola ante la curiosidad.
Ras soltó un suspiro de alivio una vez fue libre de la ropa, dejándola tendida sobre una mesa para no mojar el resto de la ropa sucia del canasto. Sonrió para ir hacia la tina, entrando con cuidado y moviéndose hasta tomar una posición sentada. Un suspirar de gusto escapa de él ante la sensación del agua tibia contra su piel helada, pero ese pequeño suspiro de placer fue mal pensado por el pequeño cachorro que dejó escapar un aullido de dolor.
—No me he olvidado de ti —Dijo Ras estirando sus manos al cachorro— Ven pequeño
El cachorro obedeció, corriendo hacia las manos de Ras, siendo levantado del piso e ingresado en la tina. Por instinto, empezó a mover sus patas con rapidez, intentando nadar.
Ras se rió de ternura ante esto y lo acercó a él, sujetándolo cerca para apoyarlo sobre su pecho y empezar a lavar el lodo de su cuerpo con cuidado. Se regañó mentalmente por no haber limpiado al cachorro fuera de la tina antes de ingresarlo, eso le servirá para no repetir el mismo error en el futuro. Una vez el pelaje estaba limpio, rocía algo de shampoo sobre su pelaje, teniendo cuidado de no jalar de este.
El pequeño cachorro movió su cola feliz, quedándose quieto en su lugar y escuchando los latidos del corazón de su maestro. La mano de su nuevo dueño era suave y gentil, sin mencionar que tenía cuidado con su pelaje. Él no podía pedir una vida mejor.
Ras se rió al ver al cachorro sacudirse en el agua cuando roció agua sobre él para quitarle el exceso de jabón. Una vez el jabón fue retirado, lo soltó para permitirle nadar un momento mientras él se lavaba su propio cabello y el resto de su cuerpo. Él no puede negar que ese fue el baño más divertido e interesante que ha tenido Ras en su joven vida, en especial porque esta vez salió sin ningún rasguño.
Al salir de la tina, Ras se cubrió con una bata de baño color azul, tomando una toalla para secarse el cabello superficialmente antes de ir por su cachorro y subirlo a una de las mesas que tenía en el baño para acomodar los productos de higiene y limpieza. Con cuidado, él se encargó de secar y peinar adecuadamente el pelaje de su pequeño compañero de cuatro patas. Una vez terminó con él, se dedicó a su propio secado y vestimenta, una camiseta blanca de manga corta y un short azul con elástico en la cintura para estar cómodo. Un bostezo escapó de sus labios antes de escuchar de nuevo a su estómago rogando por comida, obligándole a caminar hacia la cocina, su cachorro siguiéndole de cerca. Su vista pronto se posó en la bolsa de plástico sobre la barra, sonrió y se acercó para abrirla, comenzando a revisar sus compras y empezar a sacar lo que sería la cena.
—No encontré croquetas —Confesó Ras sacando un tazón para perros de un cajón que se encontraba debajo de la barra, colocándolo sobre la barra para tomar un par de sobres de comida para perro que sacó de la bolsa de compras, la figura de una pierna de pollo presente en el empaque, los abrió con cuidado y los sirvió en el tazón— Pero encontre esto, según la televisión son buenos y a cada 8 de 10 perros le gusta
—Woof —Ladro el cachorro antes de ver como Ras bajaba el plato a su altura, permitiéndole comer, lo cual sucedió casi al instante. Era la mejor comida que él había obtenido en días.
Ras sonrió con cariño al verlo comer tan animado, hincándose en el piso y estirar su mano para acariciar el lomo de su compañero con ternura mientras pensaba en silencio.
—Creo que te llamare Vildred, es el nombre de uno de mis héroes literarios favoritos. Casualmente también tiene ojos dorados y cabello negro —Ras sonrió ante su elección— Mi lindo Vildred
El cachorro separó su rostro del tazón, lamió sus labios para quitar los sobrantes de pollo procesado y ladró feliz ante su nuevo nombre. Ras se rió un poco antes de levantarse del suelo para dejarle comer en calma, pero sobre todo, porque él también debía de preparar su cena.
—Viva la comida congelada —Exclamó Ras observó con atención el empaque de pizza congelada. Su sonrisa creció mientras abría el empaque y lo metió al microondas. No era un alimento que entraría en la definición de sano, pero ya no tenía fuerzas para cocinar arroz, y no iba a preparar un sándwich, odiaba esas cosas.
El sonido del microondas era música para sus oídos. Abrió la puerta del electrodoméstico y sacó su comida, llevándola a la barra de la cocina para comenzar a comer.
Vildred terminó su cena y lamió sus labios, observando atentamente a su nuevo dueño, su cola moviéndose a causa de su felicidad.
Ras terminó la pizza y estiró sus brazos hacia arriba un poco, sonrió y tomó el plato para tirarlo en el bote de basura, junto con las envolturas de los sobres de alimento para perro. Observó a Vildred unos segundos antes de abrir de nuevo la bolsa de compras y sacar un pequeño empaque de plástico, abriéndolo para mostrar un cepillo de dientes para perro.
—Hay que lavarnos los dientes y dormir Vildred, mañana será un día largo —Dijo Ras avanzando hacia el baño de nuevo, el cachorro siguiéndole de cerca.
Ras se acercó al lava manos, dejando el cepillo de dientes de Vildred a un lado antes de lavar sus manos. Toma su cepillo de diente y la pasta dental con sabor a fresa para comenzar a lavar sus propios dientes con cuidado.
Vildred observando curioso como aparece espuma blanca en la boca de su dueño, para luego desaparecer con ayuda del agua, ¿Qué clase de magia era esa? Él observó en el pasado a muchos perros con espuma en su boca antes de caer muertos o ser llevado por humanos en una caja gigante de aluminio con botones que se movía solo.
Una vez que Ras terminó con su limpieza bucal y guardó su cepillo, cargo al cachorro para subirlo a la mesa y tomar el cepillo de dientes para perro, lo lavó bien antes de acercarse a Vildred y pensar en cómo limpiará sus dientes sin salir herido en el proceso. Las vivencias que compartió con Arkasus, el perro de su madre, invadieron su mente, recordando cada uno de los accidentes que tuvo al intentar limpiar sus dientes, sin embargo, al abrir la boca del pequeño Vildred para lavar sus dientes, él mantuvo su boca abierta, permitiendo que ingresara el cepillo para lavar sus dientes sin problemas.
Vildred sentía incomodidad, era extraño tener esa cosa en su boca, restregándose contra sus dientes. Todo su cuerpo le gritaba que cerrara la boca, pero no quería hacerlo y lastimar a su dueño. Él sabía que Ras no lo estaba lastimando y no haría nada para dañarlo, así que él haría lo mismo.
Gracias a la diosa, Ras terminó rápido de lavar los dientes de su cachorro, lavó el cepillo de dientes de Vildred para quitar la espuma restante y lo guardó de nuevo en el empaque para no confundirlo con el suyo.
Vildred se sacudió apenas sintió la libertad, abriendo y cerrando su boca para quitar cualquier sensación fantasma del cepillo. Un ligero aullido de tristeza escapó de sus labios al ya no sentir el sabor de su cena en su paladar, pero su dueño lo consoló con una caricia en el cuello.
Ras sonrió antes de sujetar al cachorro por cuidado, por debajo de sus patas, y bajarlo de la mesa, sin soltarlo hasta que las patitas de su compañero peludo estuvieran apoyadas por completo en el piso.
—Vamos Vildred —Ordenó Ras con voz suave, comenzando a caminar hacia su habitación, el suave sonido de las garritas de su compañero golpeando contra el suelo avisando que era seguido.
El joven de cabello blanco abrio la puerta de su habitación, avanzando a su cama para sentarse en la orilla, sin darse cuenta de la mirada de odio que Vildred le dirigia a la cama. Ras observo su entorno pensativo, no tenia una cama para perro o una zona aceptable en donde pudiera dormir Vildred en su habitación. Incluso dudaba que el cachorro quisiera dormir sobre el sofa, sin mencionar lo peligroso que era a causa de la altura. No queria accidentes.
—Creo que hoy dormirás conmigo Vildred —Fue la solución más lógica que encontro Ras. Estiro sus manos al cachorro y lo subio a la cama, dejandolo cerca de las almohadas— Sólo no marques territorio aqui, por favor
Vildred olfateo la cama, el aroma de su dueño era más fuerte de lo que pensaba y eso le gustaba. Su cola comenzo a moverse en señal de alegria. La cama gano la primera batalla, pero él gano la guerra. Un ladrido de felicidad salio de su hocico, volteando a ver a su dueño que se escondio por un momento debajo de las mantas para acostarse de lado.
—Mañana te comprare tu propia cama, también una correa, el collar —Ras estiro su mano a la cabeza de su cachorro, acariciandolo de forma suave mientras comenzaba a pensar profundamente en su nueva responsabildiad. Sonrio y alejo su mano del cachorro y alzar un poco la sábana, una invitación silenciosa que Vildred entendio, adentrandose en el suave calor que la tela y su dueño brindaban— Sera mejor que haga una lista, no quiero olvidar nada
Vildred escucho a su dueño con atención mientras se acostaba, doblando sus patas hacia adentro de su cuerpo para estar cómodo. Su mirada doraba observando cómo Ras le cubrio con la sábana, asegurandose de no cubrirlo por completo.
Ras cerro sus ojos, dispuesto a dormir a pesar de la mirada profunda que sentia por parte de su nuevo compañero y el suave calor que emitia la luz. Una risa escapo de sus labios antes de alzar sus manos al aire y aplaudir un par de veces, provocando que la luz de la habitación se apagara. No necesito abrir sus ojos para asegurarse que la luz se fue, la falta de calor sobre su rostro era señal de esto.
—Descansa Vildred, te quiero —Fueron las últimas palabras de Ras antes de soltar un bostezo, quedandose dormido a los segundos.
—"Yo también te quiero Ras" —Vildred se acerco más a Ras, logrando apoyarse ligeramente contra el pecho de su dueño. Una sonrisa se formo en sus labios y cerro sus ojos, dispuesto a dormir cerca de su salvador.
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