«Te Amo» Parte 1
Akko Pov
Nos encontrábamos en la estación de Policía, con Hannah, Amanda y la media Escuadra del Terror en una habitación...que me recuerda a la sala de espera de la consulta de mi dentista. Tiene seis sillones individuales, una mesita de cristal con revistas y periódicos encima y varios cuadros de pintura abstracta.
—Oye, ¿cuánto crees que nos paguen por ese cuadro de pintura robado? —susurró, el más bajito a su compañero.
—Me pregunto exactamente lo mismo... —dijo Amanda, mirando el cuadro, con la mano en su barbilla. Hannah la miró fulminante haciendo que su expresión cambiara a una de inocencia—, o tal vez no.
Minutos después llegaron Barbara y el teniente Alex, acompañados de dos policías, quienes iban a llevarse a los dos miembros de la Escuadra del Terror. De no ser por un fuerte sonido de la puerta principal abriéndose, dejando ver a Diana y a los dos miembros restantes, posando como si estuvieran en una película de acción.
—¿Qué les pareció nuestra entrada, eh? Se nos ocurrió en el camino, y la poli Cavendish aceptó la idea —dijo el más pequeño con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Ah? ¿Qué? ¿Me lo decían a mí? —preguntó Diana simulando no tener ni la menor idea.
—¡Idiotas, ¿Cómo se atrevieron a fallar en el plan?! —exclamó el jefe de la Escuadra, dirigiéndose a sus dos compañeros retenidos por los policías.
—Ah... Poli, creo que será mejor que nos lleven de una vez —dice, con una gotita en la cien.
Y por orden de teniente Alex, la ahora completa Escuadra del Terror fue retirada de la sala.
Listo... ¡Misión cumplida!
No me imaginé estar por unas horas en los zapatos de un policía, ¿o de un rehén?
Omitiendo la parte donde me secuestran y, el cadáver, fue una interesante experiencia; aprendí muchas cosas. Añadiendo que, me encantó conocer ese lado de Diana.. Tan divertido, tentador, despreocupado y seductor. Tal vez podría volver a darle esa poción y ver que pasa si... ¡¿Pero qué estoy pensando?!
Sacudí mi cabeza y observe al jefe de Diana posicionarse en frente de nosotras.
—Muy bien, me alegra que hayan culminado el trabajo sin ninguna herida de gravedad. Ahora, nosotros nos encargaremos del resto y la forense Parker se ocupará de la autopsia. Es todo por hoy —inclina su espalda hacia adelante en forma de despedida.
—Alto ahí, jefe. Tenemos dudas respecto al caso —interrumpe Amanda—. Por ejemplo, ¿quién mató a la chica? ¿Por qué mandó a Diana sola a ocuparse de esos dos? ¿Cómo lograron robar esa arma, teniendo en cuenta la seguridad? ¿Y cómo ust-
—Cálmate O'Neill. En cuanto regresen a su estado normal, y puedan razonar, podrán interrogarlos. Por ahora, vayan a casa a descansar. —Desaparece de nuestra vista.
El ambiente se quedó en un silencio incómodo hasta que Barbara decidió hablar.
—Yo...tengo trabajo que hacer. Si hay alguna novedad, las pongo al corriente. —Camina hacia la puerta, y se detiene—. Creo que deberían hablar con Sucy, ella les ayudará con...—se gira y señala a Diana y Amanda con su dedo índice—, las zombies que babean por ustedes.
—¿Disculpa? Estamos en perfectas...condi...ciones — dijo Amanda, antes de desplomarse en el sillón.
—See... Mejor vayamos a ver a Sucy antes de que me pase lo mismo —afirmó Diana, guardando los lentes en su bolsillo.
—¿Me llamaban? —dijo Sucy, apareciendo detrás de Barbara.
—¡Waaa! —exclamamos todas al unísono.
¡¿Qué carajos?! ¡Apareció de la nada!
Observé como Diana me abrazó por la cintura de forma protectora, y como reflejo, le apuntó con su arma, al igual que Barbara. Por mi parte me soblesalte y me aferre a su pecho. Mientras que Hannah se encontraba en el sofá y usó el cuerpo de Amanda como escudo.
Amanda:—se despierta—¡¿Qué pasó?! ¿Sigo viva?
Barbara:—baja su arma—
¿Có-como llegaste allí?
Hannah: Bu-buena pregunta.
Diana:—guarda su arma—Casi nos matas del susto...
—Ay... La próxima vez apareceré en sus pesadillas —dijo desganada—. Me di cuenta que robaron dos posiones de mi laboratorio, y me dijeron que ustedes atraparon a los culpables y que estarían aquí; por eso vine.
—suspiro—Ya veo... Y sí, fueron dos frascos con un líquido amarillo —expliqué.
Hannah: Que ahora ya no están, porque fueron usados en Diana y Amanda.
Diana: ¿Ah si? —Hace una mueca confundida.
Amanda: ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién? ¿Por qué?
—Conque amarilla, eh —sonríe malévola—. Hasta que la cosa se puso interesante.
Hannah: ¿Cuándo se les pasará el efecto?
—Supongo que dentro de unas tres o cuatro horas —alza los hombros—. Tendrán síntomas como fiebre, dolor de cabeza o locura extrema, depende de la persona. Yo que ustedes no las dejaría solas...
Amanda: ¿Locura extrema? ¡Ja! Como si pudieramos ser capaces de quemar un edificio —dice con sarcasmo.
Diana: No es tan difícil, ¿recuerdas el accidente del año pasado? —la mira divertida.
Barbara: No no no no no, ni de chiste las dejaré solas —niega con la cabeza—. Akko y Hannah, se encargarán de ellas —ordena.
Hannah:—arruga el entre cejo dispuesta a reclamar, pero luego relaja su expresión—Ya que...
No nos queda se otra. Además, me gustaría pasar tiempo con Diana y cuidarla.
—Bien, lo haremos —dije con seguridad.
Barbara: Genial —suelta un suspiro de satisfacción—. Es hora de irnos. Nos vemos luego —se despide con un ademán de mano.
—Ah, y una cosa más. Cinco minutos después de que se les pase el efecto, se acordarán de todo lo sucedido y, probablemente, les dé un dolor de cabeza o se desmayen. Ahora sí, adiós —se despide, retirándose junto a Barbara.
¿Desmayarse? Ojalá que no.
Cuando me giré a ver a la persona que aún me tenía entre brazos, pude notar como hacía ojitos y un pequeño puchero.
—sonrío enternecida—¿Qué sucede?
—me abraza con más fuerza deslizando sus manos hacia mi espalda y deja caer su cabeza sobre mi hombro—Solo quiero que seas tú la que se encargue de mí, Akko —susurró en mi oído.
Un sonrojo se apoderó de mí mejillas y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
¿Cómo es que genera estas sensaciones en mí?
Me separé un poco colocando mis manos en su pecho, y admiré su expresión confundida.
—S-si eso quieres, está bien —muerdo ligeramente mi labio inferior.
Sonrió ampliamente dándome a entender que está conforme con mi decisión.
Me giré para ver Hannah, quien estaba ocupada tratando de quitarse a Amanda de encima. Cuando al fin lo logró, se levantó del sillón y soltó un largo suspiro.
—Ésta va a ser una tarde muy larga...—se estira de brazos.
—Ni...que lo digas... —dije en un bostezo.
—Que aguafiestas, y nosotras que pensábamos divertirnos, ¿cierto, Diana? —dijo Amanda a nuestras espaldas.
Volteamos a verlas quedándonos sorprendidas. Ambas deslizaban una mano por su cabello y con la otra, desabrochaban el segundo botón de su camisa, como si trataran de seducirnos.
Y casi funciona... ¡Pero necesitarán más que eso si quieren vencerme!
Como defensa, cada una agarramos una revista de la mesita y se las tiramos en el rostro.
—¡¿Qué creen que hacen?! —dijo Hannah, apretando sus puños sonrojada.
—Ay... Mi carita —se queja Amanda, tapando su zona afectada con las manos.
—Hubiera preferido un beso, a que esa cosa impactara contra mi cara —comentó Diana, volviendo a abotonoar su camisa.
—Lo mismo digo...
—¿Quieren otra más? —sonrío divertida, jugando con la revista en mis manos.
Negaron rápidamente con la cabeza, para luego poner cara de perrito regañado.
—Ahora que se han calmado, las llevaremos a sus respectivos hogares —anunció Hannah.
—asiento—. Vamos, Diana.
Después de mi llamado, se acercó a mí con una sonrisa y salimos de la estación de Policía, al igual que Hannah y Amanda.
Les hicimos un ademán de despedida, y caminamos hacia su auto.
—No estás en condiciones para conducir, así que lo haré yo.
—¿Segura? —me abre la puerta del conductor y asiento con la cabeza—. Por suerte tenemos seguro de vida —sonríe juguetona.
—Ja ja, muy graciosa —ruedo los ojos y entro en el auto.
Aunque a decir verdad, nunca he conducido en mi vida. Lo hice una vez, en un juego llamado: "Carritos chocones", pero ahí los objetivos eran claros. Sin embargo, he leido sobre cómo hacerlo... Sólo que no lo he puesto en práctica.
Vamos Akko, esto es fácil.
Di un suspiro y admiré todos los mecanismos frente mío.
Wow, cuantos botones, ¿éste es un auto del futuro o qué?
—Si quieres, puedo ponerlo en modo automático —sonríe victoriosa, sentada a mi costado.
—hago un puchero—Bien...
¡Hasta tiene esa opción!
—preciona un botón azul, cerca al volante—Listo.
—"Modo Automático activado. Tenga buen viaje, señorita Cavendish" —dice una vocesita robótica.
¡¿Y puede hablar?!
—Sorprendente... —susurré.
—En muy útil en algunas ocasiones. —Se recuesta en el asiento.
El auto comenzó a andar rumbo a casa de Diana, como lo indica una mini pantalla que muestra un GPS. El transcurso es tranquilo y no está lejos, así que llegaremos rápido; no quiero que le de fiebre mientras estemos aquí...
—Akko... —deja caer su cabeza sobre mi hombro.
Volteo a verla.
Tiene los ojos entrecerrados y las mejillas un poco rojas.
Sostengo su rostro con delicadeza y le toco la frente con la mano. Lo qué me temía.
—Tienes fiebre —la miro con un semblante serio.
—¿Ah, si? De seguro se me pasa con un poco de...helado —sonríe suplicante.
—No. Y no vas a convencerme de que...
Tres doritos después
—¿Cómo pude acceder a ésto? —hago pucheros, mientras camino arrastrada hacia una tienda de postres.
—Nadie se resiste ante mis encantos, princesa —sonríe con malicia y tira de mí para entrar al local—. Además, te prometí que habría tartas.
Parece que ya descubrió mi gusto por las tartas. ¡Y lo está usando a su favor!
—refunfuño—
Ese «princesa» hace que me haga ilusión... ¿Qué sentirá por mí?
Yo ya aclaré mis sentimientos. Antes no comprendía por qué no podía dejar de pensar en ella ni un solo minuto, de desear estar a su lado, hacerla feliz. La quiero. Amo a Diana, más de lo podía llegar a imaginar. Siempre siento un cosquilleo en el estómago cada vez que la veo, y genera sensaciones que desconocía.
Tomamos asiento en una mesa cercana a la puerta y en segundos, apareció la mesera con una pequeña libreta en manos.
—Buenas tardes, ¿qué se les ofrece? —sonríe con amabilidad.
—¡Helado de chocolate! —exclamó, como una niña pequeña.
—Una tarta de frambuesa, por favor —dije.
—lo anota—Perfecto. Enseguida se los traigo.
En este tiempo que conozco a Diana, me he dado cuenta de que le encanta el chocolate, lo puede comer en diferentes postres. Recuerdo que un día le regalé una caja de ellos, y se los terminó en menos de cinco minutos.
Podría decirse que le gusta tanto, como a mí las tartas.
—Aquí tienen su orden —deja los platillos y cubiertos en la mesa—. Que lo disfruten. —Se retira.
—mira el helado frente suyo con estrellas en los ojos—¡A comer!
—Si te enfermas más de lo que ya estás, no será mi culpa —agarro una cucharita.
—Hafbrá vaflido laf pena —dice, con la boca llena.
Sonrío ante lo tierna que se ve, e ingiero el primer bocado de mi tarta. ¡Que delicia!
Sigo metida en nube de pensamientos sobre tartas, hasta que de repente, Diana se acerca y embarra mi nariz de helado.
—¡Está frío! —gimoteo arrugando levemente la frente.
«Pues claro, es helado» Me reprocho mentalmente ante la obviedad de mi comentario.
Se ríe, y seguidamente acerca su rostro al mío...¿Que-é está haciendo?
Sus labios se dirigen a mi nariz, y limpia el helado con un beso. Al sentir su lengua contra mi piel siento una agradable sensación que no puedo describir. El color rojo no tarda en acaparar mis mejillas.
—relame sus labios—. Lo que dicen sobre lo rico que es el helado aquí, es cierto. —Sonríe al ver mi reacción.
Trato de relajarme y pensar en otra cosa que no sea en comerme a la rubia que tengo en frente.
Le doy un gran bocado a mi tarta.
Este será un día muy largo.
[...]
Entramos al auto y Diana presionó un botón para se pusiera en marcha. El ambiente es tranquilo y por fin el logrado calmar mi corazón.
—¿Qué te parece si llamamos a las chicas? ¿Crees que aún siguen enteras? —bromea.
—Seguro. Hay que ver que tal les va —asiento.
Tanteó el teclado táctil que hay al costado de la mini pantalla. La imagen del GPS fue reemplazada por la de un teléfono timbrando, y al segundo bip, aparecieron Hannah y Amanda.
Wow, es como una videollamada.
Amanda: ¡Diana! ¡Akko!, ¿qué cuentan? —acerca su rostro a la cámara.
—¡Fuimos a comer helados y tartas! —respondió Diana animadamente.
Amanda: Oh, ¡vayamos nosotras también! —exclamó, haciéndole ojitos a Hannah, quien parecía estar sufriendo al volante.
Hannah: ¿En serio lo preguntas? No. Menos aún, después de todo lo que pasó por tu culpa —la acusa, frunciendo el ceño.
Amanda: ¿Mi culpa? —pone la mano en su pecho simultando estar ofendida—, eso pasó ¡porque no me dejaste conducir!
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntamos Diana y yo al unísono.
Amanda: Pues..., chocamos dos autos, e incendiamos uno —dice, como si fuese lo más normal del mundo—, ¡Ah! Y luego, casi derribamos un poste.
—¿Có-como sucedió? —pregunté sorprendida.
Hannah: Amanda no deja de fastidiarme mientras conduzco.
Amanda: Esooo —sonríe—, y el hecho de que no sabes conducir.
Hannah le dedicó una mirada asesina y luego volvió a fijar su vista al frente.
—Amanda —sisea Diana cerca de la pantalla—. Se me ocurrió un idea para divertirnos a lo grande.
Amanda: ¿En serio, cuál es?
Hannah: Espero que no se les haya ocurrido comprobar si los autos vuelan —inquiere, mirándolas fijamente.
—¡Quiero desafiar las leyes de la física! —exclamó.
Hannah:—suspira—. ¿Cómo van las cosas por allá, Akko?
—Bien, todo tranquilo. No hemos chocado ningún auto —le digo.
Hannah:—sonríe avergonzada —. Seguro conduces de maravilla.
—Nop, está en modo automático. ¿Por qué no lo pusiste tú también?
Hannah:—cambia su expresión a una neutra y mira a Amanda— ¿Tuvo es maldita opción desde un principio?
Amanda: Ah...—se ríe nerviosa—¡No, no, no!, bueno sí, sí... Lo-lo que pasa es que... —sonríe con inocencia y una aura oscura rodea a Hannah—. Será mejor que cortemos, ¡nos vemos luego, chicas!
Se despidió apresuradamente y la llamada dio por finalizada.
—¿Apostamos a si sobrevive o no? —dice Diana, jugando con una moneda en sus dedos.
—resoplo—No me gustaría ver a Hannah enojada.
—A mi tampoco —niega con la cabeza y luego se lleva la mano a esa zona—. Ahhyy...
Hace una mueca aturdida y se inclina un poco hacia adelante.
Aún no se le quita la fiebre.
—alzo su rostro y la obligo a mirarme—. Tranquila, ¿si? Dentro de un par de minutos llegaremos —aparto un mechón de su cabello que cae por su frente.
—sonríe embobada—Veo tres Akkos, esto es el cielo...
No puedo evitar soltar un risilla por su comentario.
Al cabo de unos minutos, el auto se estaciona en el patio de la mansión. Diana se la ha pasado durmiendo con la cabeza en mi regazo mientras llegamos aquí.
No pude evitar acariciarla y tocar su suave cabello, lástima que tuve que despertarla para bajar del auto.
—paso su brazo por encima de mi hombro para sostenerla—
Escucho pasos acercarse en nuestra dirección.
—Señorita Atsuko —dijo Anna recibiéndonos—, ¡Diana! —camina más rápido.
—Hola..., Anna —dice, somnolienta.
—Buenas tardes —saludo, con un ademán de mano.
—Mmm... —la sostiene de las mejillas y la examina—. ¿Una posión de la señorita Sucy?
—¿Cómo lo...supo? —pregunto algo asombrada.
—Intuición —la suelta—. Una vez, vertió una de sus extraños experimentos en la bebida de su almuerzo, y al instante, le salieron puntos rojos por todas partes. Lo que causó que, Diana, no saliera de su habitación por tres días.
—Fueron tiempos oscuros —hace una mueca disgustada.
—trato de contener la risa— Ya había pasado antes...
—Sí —sonríe con diversión, al recordar algo más.
—Bueno, pueden seguir hablando de mis días trágicos o, llevarme a un lugar seguro para poder desmayarme; el dolor de cabeza me está matando —masculló, haciendo una sonrisa forzada.
—Está bien. —Me dirige una mirada cómplice—. Hablaremos otro día. Llévala a su habitación, yo iré a traer unas cosas para bajarle la fiebre.
—asiento—. Entendido.
Empezamos a caminar hacia donde nos indicó Anna.
—Akko...
—¿Qué sucede?
—No es necesario que me sostengas, estoy bien, puedo caminar sola —asegura, sonriendo confiada—. Y, no quiero ser una molestia.
—No eres una molestia —sonrío, pellizcando su nariz—. ¿No dijiste que el dolor de cabeza te estaba matando?
—¿Yoooo? —dice, en un tono inocente—. Bueno sí, pero puedo soportarlo.
—¿Estás segura? ¿Y si chocas con la puerta de vidrio en frente de nosotras? Es riesgoso.
—Eso no va a pasar —se pone de pie correctamente con un poco de dificultad y camina delante mío—. Por cierto, ¿cuál puerta de vidr-
Antes de que pudiera abrir la boca para advertirle, choca con la puerta corrediza y pestañea un par de veces, desconcertada.
—No recuerdo verla ahí la última vez. Princesa, ¿segura que esta es mi casa? —hace una mueca dubitativa.
Suelto un surpiro, la agarro de la mano y la guío hacia el interior. El comedor está ordenado y de la cocina sale un aroma exquisito. Diana se dirije a un estante donde hay un florero y piezas de cerámica muy interesantes. Abrió el último cajón, y sacó dos trozos de chocolate en forma de cuadrados. ¿Qué hace una caja de chocolates con piezas tan valiosas?
—¿Quieres uno? Son de los mejores que hay en Tokio —me lo extiende.
—Gracias —lo agarro y lo ingiero.
Es verdad. Sin embargo, las tartas siguen estando en mi top número uno.
Sacar otro, y se lo quito de las manos.
—Te lo daré, si subimos a tú habitación, Anna no tardará en venir —digo. Casi olvido el por qué estamos aquí.
—me mira como un cachorrito por enésima vez—. ¿Eh? Pero...
—Nop, nos vamos —dije con autoridad.
—levanta las manos—Bien, tu ganas.
—sonrío victoriosa—Andan-
Antes de que terminara de hablar, me alza en sus brazos colocándome sobre su hombro, me quita el chocolate y hecha a andar.
—¡Hey! ¡Bájame! —gimoteo, dando golpecitos a su espalda.
Se rió alegremente. De tan solo oírla hizo que mi corazón latiera de felicidad. Y las ganas de besarla aparecieron de nuevo.
Subimos los escalones y cuando entramos a su habitación, me dejó en el suelo con cuidado.
—se come el chocolate de un bocado—. Fue un trato justo. Un placer hacer negocios usted, señorita Kagari —esboza una sonrisa.
—Opino lo mismo, señorita Cavendish. Ahora, a la cama —ordené con ternura.
—me abraza por la espalda— Buuu eso es aburrido, ¿por qué no hacemos algo divertido? —me susurra al oído, en tono seductor.
Un escalofríos recorre mi cuerpo al sentir su respiración contra mi nuca y oreja.
«Piensa cosas sanas, piensa cosas sanas, cosas sanas» Contrólate Akko.
—Lo haremos después. —Con el poco juicio que me queda, logro zafarme de su agarre y la empujo hasta su cama.
No deja de refunfuñar y poner morritos mientras intenta quedarse quieta en su lugar. Es muy fuerte, y eso no me ayuda.
La miré con el ceño fruncido y empezó a ceder a regañadientes.
Pero, cuando llegamos al borde de la cama, paró en seco. La fuerza que empleé para empujarla me hizo perder el equilibrio y, como instinto, me agarre de su brazo causando que ambas cayeramos a la cama.
—Uh... —me quejo.
Me recupero, y al darme cuenta que mi mejilla está contra su pecho, me aparto rápidamente, quedando encima de ella.
Pestañeo dos veces procesando la posición en la que nos encontramos.
—esboza una sonrisa pícara—.
Prrincesa, si querías montarrme, solo tenías que decírmelo.
Me ruborizo, cojo una de las almohadas y se la tiro en el rostro. Después, me levanto y salgo de la habitación.
¡Dios! , ¿por qué tiene que ser tan irritantementesexy? Espera, ¿eso es una palabra?
Sacudo mi cabeza.
—Señorita Akko, ¿se encuentra bien, tiene la cara roja, se le ha pegado la fiebre? —pregunta, con una bandeja de agua en sus manos, una toalla pequeña, y un termómetro.
Pego un brinco. ¿Desde cuándo está ahí?
—A-ah estoy... ¡Bien! —me río nerviosa—. Déjeme ayudarle.
Sostengo la bandeja con cuidado y Anna se queda con el resto.
—asiente confundida—. Muchas gracias.
Ingresamos a la habitación, y Diana está recostada en la cama con una camisa blanca y unos pantalones sueltos. Parece una tierna niña esperando a que le den las Buenas noches.
—¿Cuánto tardará el efecto de la posion en desaparecer? —dijo Anna, midiendole la temperatura.
—Unas tres o cuatro horas —dejo la bandeja en la mesita de noche, y pongo la mano en mi mentón, pensativa—. Creo que ya van tres...
—Entiendo. —Sacude el termómetro y lo mira fijamente—. Treinta y ocho grados.
Prosiguió a mojar la toalla y ponérsela en la frente. Caminé hacia el otro lado de la cama y me senté en el borde. Sentí como Diana me siguió con la mirada y cuando estuve cerca, agarró mi mano con delicadeza. Le sonreí y ella empezó a cerrar lentamente sus párpados. Anna me regaló otra de sus sonrisas cómplices y guardo las cosas empleadas.
—Muy bien, he terminado. —Se pone de pie—. Akko, ¿te quedas con ella?
—Sí —responde Diana, aún con los ojos cerrados.
—me mira, y yo asiento con la cabeza—. Si me necesitan, llámenme —se retira.
Diana permaneció en silencio, hasta que pude escuchar leves ronquidos. Su mano sigue agarrando la mía a pesar de estar dormida. Me acomodé acercándome un poco, quedando recostada en la cabecera de la cama, y, con mi mano libre acaricié su mejilla admirando cada parte de su bello rostro.
Al pasar los minutos, su temperatura ha disminuido un poco.
¿Recordará todo esto cuando se le pase el efecto? ¿Qué me dirá o cómo reaccionará? Supongo que no lo sabré hasta que vuelva a la normalidad. Aunque, verla de comportarse de esta forma no ha sido tan malo... Pero qué digo, ¡me ha gustado! No sabía que podía llegar a ser así de seductora y cariñosa.
Intento alejar mi mano de su mejilla, pero gruñe, gira un poco la cabeza, y la aprisiona contra la almohada.
¿Se ha...despertado?
Espero unos segundos muy quietesita y veo que no abre los ojos. Sigue dormida. Dejo escapar un suspiro y varios recuerdos de nosotras invaden mi mente.
Flashback
—Diana, si no te quedas quieta, no podré tomarte la medidas para el traje —frunzo ligeramente el ceño.
—E-es que...m-me hace cosquillas —intenta mantener la compostura, mordiendose el labio inferior para no reírse.
La tengo enfrente de mi, sin camisa, intentando hacer que deje de moverse ante los roces que le hago a los costados del estómago. Luego de prepararme para no tener un derrame nasal o manosear su abdomen marcado, agarro el metro, lo envuelvo en su cintura, y con el lápiz que está en mi oreja, tomó nota en mi libreta de al lado.
—Listo, ahora si puedes respirar.
—resopla—. Al fin...
Ver su expresión de cansancio al intentar contener su risa me causa cierta gracia.
—sonrío malévola— Ven aquí. Me olvidé de algo.
—¿Eh...? —hace una mueca de reproche.
Una vez vuelvo a tenerla cerca, dirijo mis manos a su abdomen y le hago cosquillas.
—He-ey, p-para —dice, entre risas.
Mi celular vibro una vez significando que tengo un nuevo mensaje. Diana, aprovecha la distracción, me sujeta por las caderas, y me tumba en el sofá detrás nuestro.
—Ya verás... —sonríe como un depredador cazando a su presa.
Intento mantener quieta sus manos, pero me es muy difícil.
—Baaasta, ¡lo siento! —me rio a carcajadas.
La puerta de la habitación fue abierta, dejando ver a Amanda con su celular en manos.
—Akko, acabo de enviarte un mensa...je. Bueno, lamento interrumpir —se da media vuelta.
—¡No es lo que crees! —dijimos, al unísono.
¦~~~~~~~¦
—Wow... ¿Dónde estamos? —dije asombrada, admirando las colinas que nos rodean.
Lo único que sé es que este lugar está en medio de la nada. Las colinas están cubiertas por césped verde y ciertas zonas por flores. En la colina más alta hay un gran árbol, que viéndolo bien...se puede trepar en él.
—camina en dirección al árbol, y la sigo—. En otro de los lugares que visité cuando era niña, éste es mi favorito —sonríe, tratando de ocultar su emoción.
Y ya veo por qué. Tiene muy buena vista del atardecer y gran parte de la ciudad. La sueve brisa hace que las flores se muevan a un lado, y que algunas hojas del árbol caigan.
—Es muy hermoso. —Observo el tronco frente a mí, imaginando una entretenida y loca idea.
—Sí. —Me mira, estudiando mi expresión— ¿No pensarás...?
—sonrío desafiante— ¿Te dije que era una excelente trepadora, no?
—junta las cejas—. Puede ser peligroso... Así que me quedaré aquí para atraparte por si te topas con una araña.
—Esa vez me tomó por sorpresa, es todo; no es que le tuviera miedo —hago un puchero.
—Ya... —sonríe petulante—. Ten cuidado, por favor.
Asiento con la cabeza. Empiezo a trepar con cuidado agarrando firmemente las ramas. Al estar a una altura considerable, miro abajo. Diana me observa atenta por si algo llega a pasar.
—¡Subiré hasta la punta! —le digo.
—¿Qué? ¡No! Está demasiado alto, quédate allí.
—sonrío juguetona y haga caso omiso a su petición—
—Akko... No me hagas subir a bajarte —me reta.
—¡Eso sería divertido!
Sigo subiendo, y cuando llego a lo más alto, me siento en una rama admirando la vista.
—frunce el ceño—
—le saco la lengua—. ¡Sube!
Se pasa la mano por el pelo y prosigue que trepar. Salta de rama en rama con agilidad llegando a mi lado en cuestión de segundos.
—se sienta a mi costado—. Aquí estoy, ahora bajemos.
—Quedemonos un ratito más, ¿siiiii? —hago ojitos.
—me mira por un momento y luego, suspira resignada— Bien...
La brisa nos golpea el rostro, mientras vemos, por un lado, el sol ponerse y al cielo tomar un color rojizo, y por el otro, los edificios, casas, y trenes de la ciudad. Las flores del árbol son rosadas y una cae sobre mi cabeza. El teléfono de Diana comenzó a sonar; lo sacó del bolsillo trasero de sus vaqueros y contestó la llamada.
—Buenas tardes, Jefe. ¿Pasó algo?.... ¡¿Qué?! —hace una mueca de molestia—. Ok, dígales que no se muevan, yo me encargo. —finaliza la llamada.
—la miro curiosa— ¿Todo bien?
—Pues... Amanda se metió en un lío, arrastrando a Hannah con ella; Sucy y Constanze hicieron volar el laboratorio; y Bárbara y Lotte están estancadas en un caso. En resumen, necesitan nuestra ayuda.
—Vaya. Entonces, ¿se acabó el tiempo libre? —digo, más como si fuera una afirmación.
—Sí. Bajemos con cuidado. —Se pone de pie.
Imite su acción. Caminamos por la rama, y antes de llegar al tronco, me giro para ver una vez más el atardecer; grave error.
Una araña descendió de las ramas de arriba, quedando justo frente a mi rostro.
Calma... No es nada... No te hará daño, solo es un ser de ocho patas que posee veneno, nada más... ¡Mierda!
—¡Waaa!
Doy un brinco y me subo encima de Diana. Ella me mira confundida tratando de no perder el equilibrio. Me carga en su espalda y yo rodeo su cuello con mis brazos, y su cintura con mis piernas.
—Ak-ko, m-me ahorca-as —dice con la voz entrecortada.
—Uh, lo siento —me río un poco nerviosa y deslizo mis manos hacia sus hombros.
—¿Qué pasó? —continúa caminando.
—Bueno... Un insecto enorme me sorprendió apareciendo en mi cara de la nada. —Al menos no todo es mentira.
—¿Un insecto enorme? —se detiene y se gira—, ¿hablas de la arañita de dos centímetros que está allí? —la señala.
—Cuando la vi me pareció enorme —hago un puchero.
—sonríe—. Sujétate bien, ¿si?
—le devuelvo la sonrisa y asiento—
Bajamos del árbol, y Diana me dejó en suelo con delicadeza. Después, caminamos de vuelta a su auto.
—No sabía que la famosa Atsuko Kagari le tuviera miedo a las arañas —recalca, en un tono divertido.
—pongo los ojos en blanco—Ahora ya lo sabes. —Le doy un amistoso golpecito en el brazo—. ¿Y la famosa Diana Cavendish, a qué le tiene miedo?
—lleva la mano a su mentón, pensativa— A mi mamá, cuando se sacaba la chancla significaba peligro.
—La pura verdad.
¦~~~~~~~¦
Sino bajo de aquí voy a morirme.
—¡¿Por qué tuvimos que aceptar este estúpido reto?! —grita Amanda, agarrándose de la baranda que hay en la puerta del avión.
—¡Quedamos en saltar de una montaña al lago, no de un avión en paracaídas! ¡Tengo una vida por delante! —me agarro de uno de los asientos, no queriendo soltarme.
—No es para tanto, sólo son unos cuantos kilómetros de altura, todo saldrá bien —dice Hannah, atrás de Amanda dándole palmaditas en la espalda.
—Bien, pues saltarás conmigo. —coge un paracaídas y se lo pone a la contraria.
—¡¿Queeé?! ¡No, no, no! —se resiste pero Amanda la alza en brazos y salta del avión—. ¡Voy a matarteeee...!
Su grito desapareció conforme se fue alejando. Me asomé para ver a qué altura estamos, y trague en seco.
Esto es una maldita locura.
—Akko, si quieres, puedo saltar contigo —dijo Diana, que hasta ahora se había mantenido como espectadora.
—giro a verla con entrellas en los ojos—¿En serio?
De repente se me han metido ganas de saltar.
—Sí. Ya lo he hecho antes en una misión. —Se pone un paracaídas, me extiende su mano y sonríe ampliamente— ¿Lista?
Su encantadora sonrisa hace que me olvide de todo por un momento. ¿Para qué debo estar lista?
—Sí... —balbuceo.
Tomé su mano y atrajo mi cuerpo al suyo, rodeandome la cintura con un brazo. Seguidamente, sentí el fuerte viento mover mi cabellera. Abrí mis ojos contemplando el gran campo donde aterrizaremos, a una altura muy alta. Diana sostiene mi mano con firmeza y su cabello rubio también se mueve por el viento.
¡Esto es increíble! Algo aterrador, ¡pero increíble!
Caímos durante unos segundos, en los cuales no dejé de girar la cabeza de un lado al otro, admirando el paisaje. De pronto, sentí un ligero apretón en mi mano sujetada. Volteé a verla. Estaba haciendo una seña para que despliegue el paracaídas. Intento asentir y hago lo que me dice.
—¡Es impresionante! —exclamé, cuando empezamos a descender tranquilamente.
Ver todo desde aquí es maravilloso.
—Sí... Lo es. —Observa a nuestro alrededor y se detiene en el punto donde mi mano y la suya se unen.
Inconscientemente tenemos los dedos entrelazados. Me sonríe con ternura, causando que me ruborice y sonría embobada.
Sólo ella puede generar estas sensaciones en mí, puede hacer que mi corazón se acelere en cuestión de segundos.
Fin del Flashback
La observo dormir plácidamente.
«—Es difícil que no te quiera mucha gente con sólo verte. Pero amarte de verdad, hasta el punto de desesperarse con la mínima posibilidad de perderte, sólo yo» Le digo en mi mente.
Empiezo a tararear.
—Akaneiro no sora... aogu kimi ni, ano hi... koi ni ochita (Aquél día viéndote contemplar el rojizo atardecer, me enamoré de ti). Shunkan no dramatic... firumu no naka no hitokoma mo (ni una instantánea imagen de esta dramática película), kienai yo kokoro ni... kizamu kara (desaparecerá, porque lo grabaré en mi corazón)... —suspiro— Te amo...
Ya. Se lo he dicho, aunque prácticamente no puede oírme. Tomo aire para seguir cantando, pero abre los ojos. Su mirada se dirige a todos lados asimilando el lugar donde se encuentra. Recupera la postura, recostando su espalda en la cabecera, mientras se arregla el pelo con las manos.
—Lo-lo siento, no quise despertarte —me rasco la mejilla, nerviosa.
Dios... Casi me escucha.
Si decir ni una palabra, me agarra de la cintura y me sienta en su regazo.
—Diana... —digo, insegura de ceder o no ante sus acciones.
—Akko, mírame —me obliga a mirarla, poniendo su mano en mi barbilla.
En vez de sus anteriores pupilas dilatadas, el color azul ha vuelto a tomar dominio de su preciosas orbes. La fiebre a desaparecido, al igual que su expresión de diversión y su mirada seductora. Ahora, se ve calmada, y sus ojos me miran con anhelo y... ¿Cariño? Tratan de transmitir un sentimiento que creo conocer.
Amor.
Me encanta la conexión que tenemos para poder comunicarnos y transmitir lo que sentimos sin necesidad de palabras, basta con mirarnos a los ojos. Sólo ella tiene la capacidad para leerme como un libro.
Parece que ya se le pasó el efecto. Entonces, ¿me ha escuchado cantar? ¿Entendió lo que dije?
Me ruborizo y desvío la mirada al entrar en cuenta que acabo de confesarme. Como respuesta, me rodea la cintura con sus brazos pegándome más a su cuerpo, y enconde su rostro en mi cuello.
—People fall in love... In mysterious ways, Maybe just the touch of a hand. Well, me, I fall in love with you every single day. And I just wanna tell you I am... —pone su mano en mi mejilla y la acaricia son su pulgar—. So, honey, now Take me into your loving arms. Kiss me under the light of a thousand stars. Place your head on my beating heart... I'm thinking out loud, Maybe we found love... Right where we are —termina de tararear.
Acaba de cantar en su idioma natal, con ese acento que tanto me gusta. Cuando me enteré de que provenía de Gran Bretaña, me dediqué a estudiar inglés, a pesar que en el colegio no me gustaba el idioma; debí haber presentado más atención en clases. Aunque, entendí algunas partes de lo que cantó...
"Me enamoro de ti cada día"
"Tómame en tus brazos amorosos"
"Bésame bajo la luz de mil estrellas"
"Pon tu cabeza en mi corazón palpitante"
"Estoy pensando en voz alta. Quizás encontramos el amor, justo donde estamos"
Eso quiere decir... ¿Que me ama? ¿Siente lo mismo por mí?
Ante mi mirada dubitativa, sonríe y acerca su rostro al mío. Las llamas de mi interior se encienden cuando nuestra respiración se combina.
—Te amo.
Eso lo entendí perfectamente.
Acorto la distancia que nos separa pegando mis labios a los suyos. Ella abre la boca y me besa, es un beso lento, dulce y deseado. Puedo distinguir el sabor a menta de su lengua cuando la mía explora su boca.
Sus manos se deslizan hasta mi cintura mientras rodeo su cuello y tiro suavemente de su cabello con una mano. Siento un ardor recorrer todo mi cuerpo, y se centra en mis mejillas. Es una sensación maravillosa. No me cansaré de besarla jamás.
Se separa y yo expreso un gruñido ante la falta de contacto. Entonces empieza a besarme el cuello. Sus dientes se aferran a mi clavícula y gimo. Una intensa sensación invade mi cuerpo cuando comienza a lamer suavemente.
—Di-iana... —jadeo.
Sonríe contra mi cuello y le da un ligero apretón a mi cintura.
Nos damos un corto, pero tierno beso, y me convenzo para no continuar besándola todo lo que queda del día.
—Has querido hacer esto desde hace mucho, ¿no? —le pincho el oyuelo que se forma en su mejilla.
Las ganas con que lo hizo no me pasaron desapercibidas.
—Y tú querías que lo hiciera, ¿noo? —me tumba en la cama y se recuesta sobre mi pecho.
—deslizo mis dedos por su cabellera—. No voy a negartelo.
Diana Pov
¡Este es el mejor día de mi vida!
Quién diría que la tendría en mis brazos en estos momentos. No recuerdo cómo llegamos aquí, pero cuando escuché su confesión, simplemente no pude contenerme. Le dije lo que sentía y al fin pude pobrar su carnosos labios.
Suelto una risilla burlona. Hace un puchero y vuelve a tirarme la almohada en la cabeza.
¿Esto...ya lo había echo antes?
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—¿Están bien? —nos preguntó Hannah al ver nuestro aspecto.
—Sí, con alguno que otro golpesito... —afirma Amanda.
—Pero bien —continúo.
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—Bien. Si no regreso, recuerda que —la agarro sensualmente por la cintura—, tú me hiciste ir.
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—Gracias por los alagos, caballeros, pero es mi trabajo arrestarlos —sonrío levemente y camino hacia ellos.
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—¡Poli, hagamos una entrada dinámica!
—Claro, por qué no —digo.
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—Que aguafiestas, y nosotras que pensábamos divertirnos, ¿cierto, Diana? —dijo Amanda.
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—Nadie se resiste ante mis encantos, princesa —sonrío con malicia y tiro de ella para entrar al local—. Además, te prometí que habría tartas.
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—levanto las manos—Bien, tu ganas.
—sonríe victoriosa—Andan-
Antes de que terminara de hablar, la alzo en mis brazos colocándola sobre mi hombro, y le sujeto la cintura con un brazo.
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—esbozo una sonrisa pícara—.
Prrincesa, si querías montarrme, solo tenías que decírmelo.
Se sonroja, agarra la almohada más cercana, y me la tira en la cara.
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Recuerdos cruzaron por mi mente con rapidez, que una fuerte punzada en la cabeza casi me hace perder el conocimiento.
Joder... Sucy debe de quitarle este efecto secundario a sus posiones.
Me incorporo, tratando de levantarme.
—¿Estás bien? —pregunta, con un tono preocupado, ayudándome a sentarme.
—cierro los ojos y me froto la cien— Sólo me duele la cabeza. Acabo de recordar todo lo que pasó —fuerzo una sonrisa.
Incluso en ese estado, mi amor por ella estuvo presente y me animó a hacer todo lo que hice.
Pero... ¿Por qué mi deseo de cuando era niña, de querer un auto volador, tuvo que salir a la luz?
—Dime que no quise desafiar las leyes de la física —meneo la cabeza, en negación.
—En tu defensa, tuviste momentos adorables —tira de mi mejilla como si fuese un bebé y sale de la cama—. Iré a traerte un ibuprofeno.
Intento protestar, pero me calla levantando su dedo índice.
—Sin quejas.
La observo caminar hasta la puerta, donde se detiene y gira un poco la cabeza para verme de reojo.
—No conocía tu lado seductor...
«Yo tampoco». Me digo mentalmente.
—... Y, me gustó —sonríe con picardía y se retira.
Confirmado. Lo usaré más a menudo.
Una sonrisa ladina se forma en mis labios, y miro la ventana. Ya se está poniendo el sol.
Me levanto de la cama, y me percato de mi ropa.
—¿Por qué llevo puesto mi pijama?
Me dirijo al armario y veo que hay para ponerme.
Rayos, aún no he lavado mi ropa, solo tengo una camisa a cuadros de color rojo, y unos vaqueros ajustados azules. No es mi vestimenta habitual... Ya qué.
Primero me pongo la camisa y luego los vaqueros. Estoy lista.
La puerta se abre. Akko entra con un par de pastillas en la mano y un vaso con agua. Me los entrega y le agradezco. Ingiero la pastilla y me bebo todo el agua del vaso.
—se acerca y lleva sus manos a mi cuello, arreglando mi camisa— Anna me ha pedido comunicarte que tienes un papeleo pendiente, y debes terminarlo mañana antes del medio día.
Ah, sí. Mañana es el evento de Andrew, allí firmaremos un contrato con un empresario para asuntos de negocios, y tengo que tenerlo todo listo.
—Gracias —sonrío y asiento—. Lo haré enseguida.
Su celular comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo de su jersey y contestó la llamada.
—Akko, ¿estás con Diana? —preguntó Hannah, del otro lado de la línea.
—Sí. ¿Pasó algo?
—Necesito que vengan al Mall cerca de la cafetería. —Se escucha cosas caerse y personas gritando como si estuvieran en una guerra—... Eso estuvo cerca, ¡Mira a donde apuntas, idiota!... Estábamos en casa de Amanda, y quizo que le compre unas galletas. Decidí venir sola, pero se colo en el auto sin que me diera cuenta, y ahora está aquí, armando todo este lío.
—Típico de Amanda. —Me mira consultandome si vamos a ir, y yo asiento—. Vamos para allá.
—Gracias —¡Boom! —. Mierda...
—¡Abajo! —grita Amanda.
Akko aparta el teléfono de su oreja por el fuerte sonido que se escucha.
—¿Hola? —pregunta.
Amanda: Eso estuvo... ¡Increíble! ¡Hagámoslo otra vez!
Hannah: ¡¿Queeé?! ¡Noooo!
La llamada se cortó dejándonos confundidas.
—¿Locura extrema? —pone la mano en su mentón—, es uno de los síntomas.
—Viniendo de Amanda, ¿por qué no me sorprende? —me encojo de hombros.
[...]
Wow... Amanda se lució esta vez.
Hay carritos de compras por varios lugares, los alimentos del supermercado están esparcidos... ¿Eso de ahí es una botella de champán? Las paredes están cubiertas de...una especie de dulce. Las personas se atacan con la comida como si estuvieran en una guerra, aunque parecen divertirse. ¿Una piscina de pop corn? Y ¡una fuente de chocolate!
—Diana, Akko, por aquí. —sisea Hannah, oculta tras un estante de cereales y galletas.
Caminamos hacia ella, y antes de llegar, me detuve a atrapar un tomate que venía en mi dirección. Lo miré extrañada, y me escondí con ellas.
—¿Cómo pasó esto? —le pregunto.
—¿Sabes dónde está la sección de tartas? —preguntó Akko, asomando su cabeza.
—Larga historia. Y no, ¿es en serio? —enarca una ceja.
—¿Qué? Todas estas golosinas tiradas por el suelo me están dando hambre. —Se defiende.
—masajea su frente— ¿Cómo solucionamos esto?
—No lo sé, será difícil parar a toda esta gente con solo pedírselo. Primero, hayemos la fuente del problema —la miro con curiosidad—. ¿Dónde está Amanda?
—Se fue y me dejó aquí "a salvo". Dijo que tenía un asunto pendiente que atender.
—Oigan... ¿No es la que está allí?
Akko le apuntó al segundo piso del centro comercial. Amanda estaba golpeando ligeramente un megáfono, y se encontraba subida en una especie de mini escenario.
—Uno, dos, tres. Probando. ¿Me escuchan todos? —Al ver que todos los presentes asienten, continúa—: Bien. Se me ha ocurrido una idea para hacer de este desastre, algo divertido.
Murmuros se empezaron a escuchar.
—¡Vamos a jugar! —exclama con emoción—, el juego consiste en hacer lo que estamos haciendo: tirarnos comida mutuamente. La diferencia es que, a quién le caiga tres veces en partes del cuerpo o uno en la cabeza, queda descalificado y por ende, se retirará del local. Reglas son reglas. ¿Entendieron?
—¡Sí! —gritaron.
—Las municiones las sacarán del supermercado de allí —señala nuestra posición—. Y, habrá una tienda de armas creadas por mi amiga Constanze, para este tipo de ocasiones en el tercer piso. Lo único que disparará será crema pastelera, batidos, puré de tomate... en fin, todo lo que sea cremoso y comestible. ¿Están listos?... ¡A jugar!
Toda la gente que se había reunido para escucharla, se dispersó.
—¿Qué no tienen cosas más importantes que hacer? —dijo Hannah haciendo una mueca de fastidio—. ¿Cómo salimos sin ser embarradas de comida?
—Si le ven el lado positivo, podría ser divertido, ¿por qué no jugamos? —sugiere, Akko.
Jugar... ¡Eso es!
—Akko, eres brillante —sonrío ampliamente.
—Por supuesto —sonríe orgullosa con un leve sonrojo, y luego ladea la cabeza—. ¿Por qué lo dices?
—Esa es la manera de acabar con esto. Eliminándolos a todos.
—Oh... Ya entiendo —dice Hannah, retomando su sonrisa.
—asiento— Iré por armas. Ustedes quédense aquí. No tardo.
Salí del escondite, mirando a todos lados para asegurarme de que no haya nadie. Despejado.
Han ido a conseguir armas y después vendrán aquí. Tengo que darme prisa.
Salgo del supermercado. Paso desapercibida hasta llegar a las escaleras eléctricas que me llevarán al segundo piso. Hay algunas personas con tomates, pastelillos... Globos con algún contenido adentro. Pero, no creo que puedan darme teniendo en cuenta la distancia.
Me escondo detrás de una máquina de sodas, y de la nada, un trozo de pastel impacta en la pared, al costado de mi cabeza.
Me giro rápidamente viendo a dos adolescentes.
—Que mala puntería —dice uno de ellos burlándose de su amigo.
—Cálla imbécil, ¿Crees hacerlo mejor? ¡Adelante! —le reta.
El chico obedeció, tirando un tomate en el aire y volviéndolo atrapar. Me miró sonriendo confiado, y yo puse una expresión neutra. ¿Acaso no sabe con quién se mete?
Me arrojó el tomate directamente al rostro, pero lo atrape con mi mano, y se lo devolví, impactando en su cara. Uno menos.
—me mira sorprendido— ¿Quién eres? Te me haces conocida.
—¡Sí, qué demonios fue eso!... Ah, estoy fuera. —Se limpia la cara con su camiseta.
—Soy Diana Cavendish —lo miro con superioridad—. Te recomiendo que te vayas, o terminarás como tu amigo.
—traga en seco—. S-si, ya me iba.
—¿Qué? Eres un galli-
No lo deja terminar, y se lo lleva arrastrando. Aprovecho para subir al segundo piso, donde me escondo entre las atracciones para llegar al tercero. Entro a la tienda que dijo Amanda. Parece una donde venden videojuegos, estas armas son como las que usan en los juegos mecánicos sobre matar zombies. Camino por lo estantes y me llevo una sorpresa al encontrarme con la persona menos esperada; dejando caer su peso sobre el estante.
—¿Barbara? ¿Qué haces aquí?
—¿Diana? ¿No estabas con Akko? ¿Ya pasó el efecto? —me mira confundida.
—Sí y sí. ¿Y la autopsia? —Veo su la zona de su abdomen con crema pastelera—. ¿Te dieron?
—La terminé antes de tiempo. Vine porque Amanda me dijo que era una emergencia. Oh, y esto —apunta la mancha y dramatiza—. Me dierooon...
—Vaya suerte —digo con ironía.
—Barbara, no la encuentro por ninguna... —se da cuenta de mi presencia y sonríe—. Ah, hola Diana.
—Hola Lotte, ¿el resto del grupo también está aquí? —sonrío.
—Sí. Constanze, se encarga de las armas; Jasminka, de la comida; Sucy, de probar sus locos experimentos; y Amanda... Ella es la anfitriona. —Saca un pañuelo de su suéter, y le quita algunas manchas de la cara a Barbara.
Hace unos meses que son pareja, así que no me sorprende ver gestos cariñosos de su parte.
—Gracias. —Voltea a verme—. Ya que estoy fuera, atrápala —me lanza el arma.
—la inspecciono— Es muy parecida a una M4A1.
—Eso creo; tú eres la experta. Aunque, esta no tiene tanta potencia ni fuerza de disparo. Ideal para guerras de comida —suelta una risilla.
—asiento— Voy a conseguir unas más. Las veo luego.
—Ten cuidado —se despide, Lotte, con un ademán de mano.
—¡Véngameee!
Doy media vuelta para continuar con mi camino.
[...]
—¿Dónde está Akko? —le pregunto a Hannah, cuando regreso al escondite.
—No lo sé. Le dije que no se fuera, pero no quizo escucharme. Dijo que iba a dar una vuelta al perímetro —suspira.
—me paso la mano por el pelo en señal de frustración— Ya veo. La encontrare. Por cierto, ten —le entrego un arma.
—la mira atentamente— Es como la de los videojuegos.
—Así es. ¿Crees estar bien sola?
—sonríe— Claro, no te preocupes por mí. Nos reuniremos en el salón principal cuando hayamos acabado con todos, ¿de acuerdo?
Que repentino cambio de actitud. Quizás Akko la haya motivado.
—Bien. Te veo luego.
—Nos vemos.
Caminé hasta la zona de crema batida, yogures, y salsas; necesito municiones. Una vez que estoy lista, salgo con sigilo del supermercado. Hay personas escondiéndose detrás de cosas, y otras disparandose como si su vida dependiera de ello. Me oculto atrás de un letrero de restaurante. A mi lado derecho hay sillas y mesas, y al izquierdo, están los juegos mecánicos. Un lugar bueno para esconderse y con ventaja para disparar. Saco el arma de mi cinturón y les disparo a los que quedaron en pie de la pelea de hace unos momentos.
—Dos, tres, cuatro, cinco, seis... Menos —susurro.
Uno de ellos se percató de mi posición y me señaló. Los quince chicos, entre hombres y mujeres, corrieron hacia a mí tratando de esquivar los disparos que di en mi defensa. Algunos lo lograron y otros no. Quedan nueve.
—Rayos... —maldigo.
Cuándo se acercaron lo suficiente, me apuntaron con sus armas. Si esto fuera real, me lo tomaría más en serio. Además, no quiero ser brusca con estos niñatos.
Estaban a punto de rodearme, de no ser por unos disparos imprevistos. Menos cinco. Giré a ver a mi salvadora. Akko estaba subida en una moto lineal, tenía una banda azul con un símbolo japonés cubriendo parte de su frente , y sujetaba su arma con firmeza. Estaciona la moto a mi costado.
—¡Les he dado! —celebra, levantando los brazos—. ¡Wuuu!..... Y quedan algunos. Deprisa, sube.
Se ve tan linda con eso, y sexy en esa moto.
—¡Oh no, no lo harán! —exclamó una chica, avanzando.
Me subo, y les disparo a los que queda mientras conduce a una zona segura. Menos veintidós.
—Buena puntería —le rodeo la cintura con un brazo.
—me mira de reojo— Aprendí de la mejor —guiña.
—sonrío— Te estaba buscando.
—regresa su vista al frente—. Salí a obtener información, pero me crucé con un trío que intentaron bañarme en tomate. Así que no me quedó de otra que pelear.
—¿Te dieron?
—Por suerte, no. Me encontré a Jasminka que me ayudó a esconderme.
—Yo me encontré a Barbara y Lotte. Amanda las ha llamado a todas.
—suelta una risa sospechosa— Esto va a ser divertido.
—¿Qué información recolectaste? —entrecierro los ojos.
—Hay setenta y ocho personas en el Centro comercial; veintiuno de ellas ya fueron descalificadas. Y en el trayecto eliminé a siete.
—Si le restamos las que acabamos de eliminar... Serían veintiocho.
—Exacto —dice entusiasmada—. Ya no quedan muchos, añadiendo que se eliminarán entre ellos.
—Muy bien.
Llegamos a una zona despejada. Hay tiendas de ropa, helado y, una pastelería, donde Akko se estacionó a la entrada.
—Lograste encontrar la sección de dulces —digo en un tono juguetón y me bajo de la moto—. ¿Es seguro?
—Sip. Hay pastel de chocolate también, ¿quieres? —imita mi acción.
Sabe perfectamente como hacer que haga lo que ella quiera sin el menor el esfuerzo.
—Que lista. —La agarro por la cintura atrayendola hacia mí cuerpo, y la miro a los ojos—. Pero, el chocolate no es lo más delicioso que he probado en la vida.
—¿No?
—No —me acerco a su rostro—. Lo son tus labios.
Se sonroja, y no puedo evitar besarla. Nuestros labios se mueven en perfecta sincronía. Atrapo su labio interior con mis dientes y tiro sensualmente de él.
Jadea entre el beso y se pega más a mí. Me estremezco al sentir que desliza las yemas de sus dedos por mis hombros, mientras traza un recorrido con su lengua desde mi cuello hasta la zona debajo de mi oreja.
—Te sobornaré con un beso, entonces —susurra.
Ya veremos. Llevo mis manos a los costados de su abdomen y hago movimientos circulares con mis dedos. Se le eriza los vellos y sus mejillas toman el mismo color que sus ojos. Me encanta como su cuerpo reacciona ante mí.
—Yo diría que estamos iguales.
Sonríe. Una de esas sonrisas que enloquecerían a cualquiera, y la que me cautivó cuando la conocí.
Entramos a la pastelería. Examiné el lugar con la mirada. Hay mesas agrupadas en los costados dejando una alfombra en centro que guía hacia la vitrina donde están los postres; al frente, una tarta se encuentra en una mesita decorada, como si quisieran que la viéramos.
—Sospechoso —susurro.
Akko se acercó a la tarta y la miró con ojos golosos.
—Akko, espera, quizás sea una-
Antes de que termina de hablar, ya había levantado la tarta de la mesa escuchándose un "bip". En seguida, una red la envolvió y la alejó del suelo.
—¡Oigan! ¡Bajenme de aquí!
Empezó a forcejear sujetando las sogas que la rodean. Intenté acercarme, pero un frazco que reconocí inmediatamente se rompió a mis pies. Retrocedí de un salto antes de inspirar el humo. Sucy...
—Piqué un conejillo de indias —dijo, saliendo detrás de la vitrina—, y uno muy interesante.
Akko se a vuelto su nuevo blanco para probar sus experimentos. Pues, según nos ha contado, hay algún gen en su ADN que la hace más inmune a sus pociones que a nosotras.
—Esto no estaba previsto... —hace un puchero.
—Hubo un cambio de planes.
¿De qué están hablando?
Sucy, hizo una señal con su mano. En seguida, salieron siete chicos de atrás de la vitrina y me apuntaron con sus armas.
—¡Arrivederci! —exclamó, en un gesto teatral. Y antes que me acercara, lanzó otro frazco al suelo, haciendo que retroceda nuevamente.
Cuando el humo se dispersó, solo visualice a los siete chicos, ellas habían desaparecido.
—Mierda —masculle para mí—. No me gusta cuando desaparece y aparece de la nada.
Observé a las personas frente mío.
Me encargaré de ellos y luego buscaré a Akko.
Te rescataré de donde sea que te haya llevado, mi princesa.
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¡Avance del próximo episodio!
—¿Qué le hiciste...? —pregunto asombrada.
—Es...una niña.
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—dejo el tenedor con un trozo de brócoli en el plato— Si no quieres esto, ¿entonces que quieres?
—sonríe y lleva su diminuto dedo índice a mis labios— A ti.
.
—¡Nademos un rato!
—Akko, es más de media noche —me froto las cienes.
.
¡No se lo pierdan!
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