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Capitulo 3 "Una intrusa muy inusual"

Patrick

Solté las muñecas de aquella menuda muchacha y aparte mi cuerpo que posaba sobre ella con un rápido moviendo. Ahora que la había podido observar más de cerca podía comprobar que tan sólo se trataba de una joven alocada de no más 20 años. No parecía pertenecer a ninguna mafia, más bien parecía un gatito arisco asustado. Me agache para recoger mi arma, y pude ver cómo aquella loca de pelo azul se disponía a coger otra de mis lámparas con paso decidido.
—Como cojas esa lámpara, la situación se va a volver de nuevo muy incómoda para ti. —dije con tono frío mientras observaba sus afilados ojos azules.
—Vale, yo suelto esta lámpara tan hortera, si tu sueltas el arma. No me juzgues podrías ser un loco. No he visto tu placa. —arqueo una ceja y me miro desconfiada. Saqué mi placa del bolsillo trasero de mis pantalones y se la mostré.
— Sabes, debería ser yo quien desconfiara, puesto que has forzado mi cerradura y te has colado en mi casa, para a continuación golpearme con una lámpara. - la mire con expresión irónica y chasquee mi lengua. Dios estaba tan cansado...que no tenía energías ni para proseguir con aquella ridícula situación. —Debería detenerte ahora mismo. —dije al tiempo que guardaba mi arma en la tobillera y me sentaba en una de las banquetas del salón.
—Bueno, vale vale. Tienes algo de razón... No debí forzar la cerradura. Bueno, porque no abres un par de bolsas de patatas y discutimos la situación. — dejo la lámpara en su sitio, y se dirigió a mi sofá para tumbarse en el, con toda la tranquilidad del mundo. Si, aquella joven estaba mal, muy mal, una loca en todo su esplendor.
—¿Pero que crees que estás haciendo? — dije acercándome a ella con el ceño fruncido.
—¿Tu que crees? Ponerme cómoda en mi nueva house. — ¿Pero de que demonios hablaba aquel extraño pitufo?
—Vamos no me mires así, le debías un favor a mi padre, lo pone en la nota que dejo. —me dedicó una sonrisa torcida como si su argumento no tuviera debate alguno.
Vale si, era cierto le debía un favor al viejo de Roger Walker. Gracias a él años atrás había dejado el mundo de la corrupción y las drogas y había tomado la mejor decisión de mi vida: Entrar al cuerpo de policía. Y me gustaría poder dudar de que aquella pícara muchacha realmente fuera hija del hombre que me salvó de la auto destrucción, pero al poder verla tan de cerca no me cabía duda su parentesco; tenía los mismos hoyuelos que su padre, y la misma mirada salvaje que tanto me hacía recordar al viejo de Walker.
—Lo que ponga en una dichosa nota no significa que vayas a quedarte aquí ¿Es que no tienes una casa? ¿O un trabajo? — nada mas pronuncie aquellas palabras, me miro como si yo fuera el ser mas idiota sobre la faz de la tierra y dio un largo bostezo antes de responder.
—¿Crees que si tuviera casa me habría colado en la tuya? Ni que esto fuera un hotel cinco estrellas, no te ofendas...—me respondió mientras miraba el pequeño salón. —Por no hablar de la decoración tan hortera... — menuda descarada, encima se atrevía a cuestionar mi casa. Como me gustaría meterla en cintura...
—Al menos yo tengo un techo donde caerme muerto. —dije mirándola con desdén, era un golpe bajo lo sabía. Pero quería cabrearla lo suficiente como para que se marchara por su propio pié.
—Sabes, te iba a preguntar si el problema era que vivías ya con una mujer...Pero con esa cara de vinagre y esa actitud, ya veo que no hechas un polvo desde hace mucho... — dijo contraatacando con expresión mordaz. Aquel extraño pitufo me había dado justo en el orgullo, más que nada porque tenía razón...
—Muy bien, creo que ya hemos hablado suficiente, te daré un par de pavos para un taxi, y olvidaremos todo esto. —dije mientras sacaba mi cartera del bolsillo. La cabeza me iba a estallar y tan sólo podía pensar en deshacerme de aquel problema hecho mujer.
—¡Venga eres poli! ¿No se supone que tu deber es proteger a los ciudadanos o algo así? ¿De verdad vas a dejar a una pobre chica dormir bajo la lluvia? —me miro con una falsa (y algo ridícula) expresión de mártir. Aquella cara llena de pequeñas pecas, con expresión de cachorro abandonado casi me hizo reír.
—Una noche, nada más. Mañana mismo te irás. — su expresión se mostró gratamente sorprendida. Dios ni si quiera yo me podía creer que hubiera pronunciado aquella frase.
—¡Gracias, gracias, gracias! —se abalanzó sobre mi, y me estrecho fuertemente contra su cuerpo. Dios aquel menudo cuerpo me hizo recordar cuanto tiempo había pasado desde que sentí el calor de alguien por última vez... Rápidamente la aparte de mi.
—Una noche no lo olvides... — dije bostezando mientras me dirigía a mi habitación.
—¡Espera! Se te a caído la cartera. — dijo mientras la señalaba en el suelo. Que extraño pensé, juraría tenerla bien guardada... La recogí y pude observar como faltaban varios billetes. Que raro... Pero aquel insistente dolor de cabeza me hizo no ahondar en ello.
—Bueno ¿no vas a enseñarme mi habitación? — dijo al tiempo que inspeccionaba el resto de la casa. La seguí con paso decidido tratando de parar su tour. Nunca había llevado a ninguna mujer a mi casa, ni si quiera mi madre había estado aquí más de dos veces. Mi piso era mi santuario, mi adorada fortaleza de soledad, el único lugar donde podía huir de la asfixiante sociedad. Y ahora en un abrir y cerrar de ojos había sido invadida por aquel maldito ser de pelo azul.
— ¿A donde crees que vas? —dije mientras la frenaba en seco cuando estaba a punto de entrar a mi habitación. —Como he dicho te quedas una noche tan sólo, noche en la duermes en el sofá.
—Que poco caballeroso...pensé que al menos me dejarías dormir en una cama. —hizo un puchero con los labios y volvió a dirigirse hacia el sofá. — ¿Al menos puedes darme algo como pijama, señor cutre? —dijo esbozando una sonrisa de diversión. La mire irritado, aquella mocosa estaba tensando mucho la cuerda y lo sabía. Fui a mi habitación y cogí la primera camiseta que encontré a mano en mi armario. También cogí una manta un poco roída y me dirigí de nuevo al salón, donde aquella muchacha me miraba con cara de satisfacción.
—Ves, si te esfuerzas un poco nos podemos entender. —dijo al tiempo que cogía mi camiseta y la manta entusiasmada.
—Si haces el mínimo ruido de noche te piras, y si te pillo cotilleando mi casa también te largas. ¿Entendido? —dije mientras la miraba directamente a los ojos.
—También a sido un placer para mí conocerte -dijo en tono exageradamente irónico — Por cierto me llamó Charlotte, Charly para los amigos. Ah, y deberías mirarte esa ceja, aún te sangra. — pude notar como aquel Ángel del infierno trataba de aguantar la risa ante su manera de tratar de sacarme de quicio.
No le di la satisfacción de seguir con aquel ridículo juego, y le di la espalda para dirigirme a mi habitación.
—¡Buenas noches misericordioso agente! —me grito desde la distancia. Seguí caminando y tan solo respondí dando un portazo en mi habitación.

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