Capítulo 7
Ya había oscurecido.
Bajé de mi auto y fui a encender las luces de las canchas antes de que llegara el nuevo equipo de La Reserva Fem.
Dejé mi bolso sobre el pasto sintético, al borde de la cancha y me dispuse a ponerme los botines, mientras recordaba lo sucedido en la mañana.
Cuando los jugadores abandonaron el gimnasio, salí del baño procurando ser veloz al agarrar mis cosas y desaparecer de ahí.
Para mi suerte nadie me había visto, o eso creí hasta que vi a Luciano, descolocándose el cuello con tal de buscarme con la mirada, mientras trotaba alrededor de las canchas.
Me acuerdo que agarré mis cosas y me fui sin saludarlo.
Pasé toda la tarde enojada por varias estúpidas razones que trataba de justificar.
Lo único que me mantenía un poquito feliz, era saber que esta noche conocía a mi equipo.
Pero más que gozo era nerviosismo y no me quedó duda de ello cuando me empezaron a temblar las piernas involuntariamente al ver la primera silueta que cruzó por el portón de la entrada.
Lola, contrólate por favor y nada de papelones.
—Pareces un fantasma debajo de esa luz blanca en medio de la noche —dijo Serena, mientras me saludaba con un beso en el cachete—. Estás pálida como uno también.
—Creo que se me bajó la presión —pronuncié, con la garganta seca.
Me ate el pelo en una cola alta y le di un buen trago a mi botella de agua.
Hacía mucho calor a pesar de no haber ni un rayo de sol. Debía de ser la humedad que abundaba en el ambiente.
—Tomate la botella entera si te hace falta que te necesito viva cuando llegue el resto —pidió esta, mientras abría un chicle de menta y me lo daba—. Masticalo un rato, así te distraés.
Sorpresivamente, había funcionado el tip de mi amiga.
Llegaron tres chicas juntas y las saludé con la mayor naturalidad posible.
Nos presentamos y charlamos un rato hasta que poco a poco fuimos completando la cancha.
—Ahí viene nuestro Director Técnico —sonrió Sere y agitó su mano por los aires para que el chico la viera.
No alcancé a ver su rostro hasta qué pasó por debajo de aquel reflector blanco que le dio un aspecto misterioso.
Alzó la cabeza y pude ver al famoso Octavio del que tanto oía hablar. El mismo chico que me devolvió los botines el otro día.
Nunca pensé que fuera a ser el nuestro DT y se me debe haber notado la sorpresa en la cara, ya que Serena me dio un codazo para que me recompusiera.
—Hola, chicas —nos saludó y dejó su bolso negro junto al nuestro.
Traía puesto un jogging gris oscuro y una remera negra manga corta.
Su pelo castaño estaba peinado hacia atrás y tenía la sombra de una barba creciente que se tocaba sin poder evitar el nerviosismo.
El resto de las chicas se acercaron a saludar. Algunas por educación y otras con un coqueteo apenas perceptible.
No las culpaba, este chico era lindo y el físico marcado que tenía le sumaba puntos.
Se armó un círculo de diez chicas a su alrededor que no paraban de llenarlo de preguntas.
El pobre no sabía cómo responder a todo junto, así que levantó la cabeza en busca de ayuda y ahí fue cuando se topó con mi mirada fija en él.
—¡La chica de los botines naranjas! —Dijo con un tono contento mientras se abría paso entre la multitud de jugadoras—. Que bueno verte de nuevo.
—¿Se conocen? —Inquirió Serena, ya que ella no había tenido la chance de presentarnos.
—Si. Hace poco me enteré que es la hermana de Pedro —respondió este, aún incrédulo de mi parentesco con Pepi.
No lo culpaba, éramos agua y aceite, lo cual hacía difícil notar a simple vista el parentesco.
—Lo vi una sola vez, pero nunca pensé que fueras a ser nuestro DT —admití sorprendida—. Que genial.
—Y Lola será nuestra capitana —agregó mi amiga para finalizar con toda esta presentación espontánea—. Estamos en buenas manos.
—Estoy seguro de que si —dijo este y se me acercó, tomándome desprevenida—. Permiso, quiero agarrar la bolsa de pelotas.
Ay que diminuta que me sentí en aquel momento.
No por la diferencia de altura y tamaño, sino por la forma en la que lo miré mientras él intentaba agarrar la bolsa.
¿Habrá pensado que era igual a las otras jugadoras que estaban revolucionadas con su llegada?
Había entrado en calor y sin siquiera haber movido un solo dedo. Seguro estaba roja de la vergüenza, que espanto.
—¡Perdón por llegar unos minutos tarde! —Dijo una voz femenina que logró sacarme del trance.— Había tremendo tráfico.
No era nada menos que la mismísima Belén Rostoll en persona.
Esta chica captaba las miradas de todo el mundo con tan solo entrar en el lugar.
Podía ponerse la prenda de ropa más fea en la tierra y aún así, todo le quedaría bien.
Mucha gente la veía y no podía relacionarla con una jugadora de fútbol. Prácticamente veías a una modelo que se daba maña con la pelota y resultaba ser de las mejores jugadoras a nivel nacional.
Se acomodó, apurada, su largo pelo rubio en una cola alta, mientras ingresaba a la cancha.
Traía un short negro y una remera del mismo color. Algo tan común como eso la hacía destacar entre todas las que éramos.
Poco fue el revoloteo que se armó cuando esta chica se sumó. Se sentía en el ambiente el fanatismo de las otras miembros que secreteaban para mantener la compostura.
—Hola, no pasa nada —la saludó Octavio y le hizo una seña para que se pusiera rápido los botines.
¿Cómo podía estar tan tranquilo teniendo a una tremenda jugadora en frente?
Lo hacía parecer tan fácil, que por un momento creí que iba a lograr saludarla como una persona normal.
Pero escucharla pronunciar mi nombre, como si fuésemos conocidas de toda la vida, me dejó helada.
—¡Hola, Lola! —Se alegró al verme y me saludó con un ruidoso beso en el cachete.
Me quedé parada como un poste, sin poder creer lo cerca que la tenía.
Controlá tu fanatismo, Lola, por favor —me dije para mis adentros—. No queremos hacer un papelón innecesario.
—Hola —respondí seca como un desierto, producto de los nervios—. Que lindos botines.
Sentí la decepción de Serena a mi lado luego de responderle a la rubia. Supe que no me pegó un codazo por el simple hecho de que sería muy evidente. Pero habría sido muy útil.
¿Lindos botines? Era más fácil preguntarle cómo andaba antes de tirar el peor halago futbolístico de todos.
—Gracias, también me gustan los tuyos —dijo por cortesía y se dedicó a hacerle doble nudo a los suyos.
Serena me salvó de seguir abriendo la boca, y convocó a todos los allí presentes, a una ronda para presentarnos y dejar pautas claras.
—Capitana —dijo sin más, exponiéndome para que me las apañara sola.
La iba a matar más tarde.
—Hola a todas —pronuncié, luego de una buena inhalada de aire—. Mi nombre es Lola y como ya dijo mi amiga, seré la capitana.
Habíamos arrancado bien.
Respiré una vez más y me animé a levantar la cabeza para dirigirme apropiadamente al grupo.
Tenía todos los ojos clavados en mi.
—Algunas son nuevas y otras ya tienen experiencia en esto del fútbol, así que va a estar muy bueno esto de mezclar todo lo que sabemos y progresar con el equipo.
Ya las tenía en la palma de mi mano. Nadie hablaba y afortunadamente, el cuerpo me había dejado de temblar cuando sentí la mano de Octavio en mi hombro.
Simulé no darme cuenta, sabiendo que varias de las allí presentes lo había notado y continué con mi discurso.
—La idea es debutar en el torneo de la mejor manera. Este equipo va a salir a ganar desde el minuto uno, pero no por ello vamos a dejar de lado la diversión —hice una breve pausa y continué—. La puntualidad es importante, la asistencia también lo es y el compromiso que demuestren con el equipo es lo que les va a garantizar la titularidad de ahora en adelante. Acá nadie tiene coronita, por lo cual den lo mejor de ustedes y gánense las oportunidades que se les presenten.
Todas asintieron animadas y una de ellas alzó la mano para hacer una pregunta.
—¿No se supone que es contra las reglas tener una jugadora de liga? —consultó, refiriéndose a Belén.
Esta otra solo se quedó callada, mirándome fijamente y esperando mi respuesta.
—Si tiene más de un año fuera de la liga puede jugar y se permiten máximo dos jugadoras de este tipo por equipo —expliqué, recitando las reglas y recordando que luego se las enviaría para que todas las leyeran.
—Y resulta que este equipo ya tiene a dos —acotó Belén, mientras me miraba con una sonrisa perfecta—. Así que estamos bien.
No quería sacar el tema a flote así que le di la palabra a Octavio para que se presentara con el resto.
Nos contó que tenía veintidós años de edad y que estaba estudiando profesorado en educación física.
También contó un poquito sobre su trayectoria en el deporte. Empezó jugando en un club de barrio, luego fue convocado por un club importante en Buenos Aires, lo cual lo obligó a vivir allá durante cinco años.
Luego se cansó de lo monótono y decidió volverse a Córdoba donde retomó los estudios y ahora entrena en La Reserva masculina y trabaja en una escuelita de fútbol.
Todas lo escucharon con atención y luego tuvieron su turno para presentarse y contar un poquito sobre su vida.
Todas tenían historia futbolística, no a nivel profesional pero si por hobby desde que eran chiquitas.
Solo había dos que recién el año pasado habían empezado a entrenar pero querían entrar al equipo para seguir mejorando.
Era más que válido, por supuesto.
—Presiento que va a ser un muy buen equipo —dijo Octavio, dándole cierre a la ronda de presentaciones—. Ahora, ¡cuatro vueltas con trote a la cancha!
Con este capítulo retomo esta bella novela que tiene potencial, solo que soy muy vaga para escribirla ✨🤌🏼
Espero la disfruten bebés
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