Capítulo 2
Apagué la computadora, el aire acondicionado y salí de allí.
Bajé al gimnasio sabiendo que cierta persona iba a estar ahí y así mismo fue.
Luciano Bianco o Lucho, como lo llamaba casi todo el mundo. Capitán de Los Picantes y definitivamente de los mejores jugadores que conocía.
Pelo color carbón con un corte fachero, dejándole largo arriba y rapado por abajo. Con unos ojos marrones súper oscuros achinados y dos hoyuelos que se le marcaban cuando sonreía con sus perfectos dientes blancos.
Estaba trotando en la caminadora con los auriculares puestos, enfocado en todo menos en mi que lo observaba desde una esquina.
Estaba sin remera, exponiendo su físico súper atlético y marcado, con aquella piel bronceada toda sudada.
Traía las bermudas del uniforme del equipo dejando a la vista su pierna derecha casi toda tatuada.
Luciano era un bombón y no era la única que lo pensaba. Tan ciega no estaba, sabía apreciar la belleza de las personas. Tenía ese encanto peculiar al sonreír y sabía enamorar a las chicas con su forma de hablar.
Entré a saludar y al verme me sonrió y levantó la mano. Apagó la máquina y bajó de la misma justo cuando lo alcancé.
Me sacaba una buena cabeza de altura y su brazo tenía el grosor de mis dos piernas.
—Te saludaría con beso pero estoy todo transpirado —se excusó y secó su rostro con una toalla que tenía a mano.
—Tranqui —me reí ahí parada en el lugar—. Con el calor que hace y encima corriendo ahí no te culpo.
Me dio una rápida escaneada visual y finalmente sus pequeños ojos se situaron sobre los míos.
—¿Qué es de tu vida últimamente? —preguntó verdaderamente interesado—. Porque o yo estoy muy ocupado y se me hace imposible cruzarte por estos lados o vos estás evitándome.
Fruncí el ceño hasta que le vi la mueca que estaba haciendo y me di cuenta que lo decía en broma.
—Definitivamente el ocupado sos vos —contesté con los ojos clavados en las abdominales marcadas que tenía. Intenté disimular restregándome el ojo con el dorso de la mano—. Lo único qué haces es entrenar y cada muerte de obispo se te da por salir un fin de semana.
Y me arrepentí de haber mencionado lo último ya que el rostro se le iluminó al acordarse.
Lucho y yo teníamos un historial bastante movido que había empezado en enero de este año.
Se podía decir que éramos de esos conocidos que cuando tenían varios tragos encima terminaban comiéndose la boca.
No era algo que hacíamos seguido, considerando que el cuanto mucho salía dos veces por mes, a veces ni eso. Pero se había dado en varias oportunidades, aún así no pasaba de besos y manoseo.
Sin embargo no se podía obviar la tensión sexual que se generaba cuando ambos estábamos a pocos metros pero uno hacía el esfuerzo por contenerse ya que ninguno parecía querer activar u hondar en el asunto. Era mejor mantenerlo casual.
—De verdad que tengo altas ganas de salir pero nos toca jugar los cuartos de final —se lamentó y dejó caer el peso de su cuerpo sobre los manubrios de la máquina de correr—. Además me eligieron capitán hace poco, no puedo permitirme ahora que vean una foto mía en algún lado viviendo la vida loca.
—Si tranquilo, es totalmente entendible —asentí y me acomodé la gorra.
Si sabía que papá los tenía a full, entrenando cuatro veces por semana y jugando amistosos. Lucho no tendría oportunidad de acercarse a un boliche hasta principio del año próximo.
—Pero vos estás muy linda —dijo cortando el silencio que se había creado. Nuevamente aparecieron aquellos hoyuelos—. Te queda lindísima la gorra así.
La temperatura de mi cuerpo aumentó de repente y empecé a sentir que ese calor emigraba a mis cachetes.
Era la primera vez que lo escuchaba diciéndome un cumplido fuera del contexto nocturno y fiestero.
—Gracias —respondí ocultando cierto nerviosismo—. Se la robé a mi hermano.
—Ya creía yo que la había visto en algún otro lado —comentó y se desvió un segundo para sacar una botella de agua de su bolso—. ¿Y cómo anda Pepi? ¿Sigue jugando al fútbol?
—Si, el sigue jugando con su equipo La Reserva. Les está yendo muy bien en los torneos que se inscriben.
—Que bueno, me alegro por él. Tu hermano tiene un potencial enorme, es una lástima que no haya seguido en el equipo.
Coincidía con Lucho. Era una lástima que Pedro se hubiera perdido la oportunidad de jugar a nivel profesional por culpa de una lesión que tuvo hacía dos años en la rodilla derecha.
—Es una lástima pero por lo menos le permite jugar tranquilo en su equipo nuevo. Sigue siendo de los mejores defensores —hablé siendo completamente honesta.
—Decile que te enseñe a jugar así algún día hacemos un amistoso mixto y te presto mi camiseta para la suerte —comentó con cierta arrogancia en su tono.
Ahí estaba. Aquel gesto típico de Lucho.
Eso era lo que me prohibía dar el siguiente paso entre nosotros. Esa arrogancia típica de chico que sabe lo lindo que es y está convencido de que todas están enamoradas de él. Tan errado no estaba igualmente. Ya que si había mil fanaticas que estaban locas por salir con él y bueno, una vez más aceptaba lo bonito que era.
Pero ese no era el punto.
—Na, no me gusta jugar al fútbol —mentí siendo consciente de lo que solía ser mi nivel—. Prefiero dejárselo a ustedes.
—Si yo te enseño a jugarlo, te aseguro que te empieza a gustar —se me acercó insistiendo con la mirada.
—Na, mejor me quedo alentándote desde las gradas —apoyé la punta de mi uña acrílica en el medio de su esternón y lo alejé siguiéndole el juego—. Así que seguí matándote en los entrenamientos que quiero ver a mi papá contento.
De su boca asomó una sonrisa socarrona luego de beber otro trago de agua.
—Voy a hacer todo lo posible por ver al Marce feliz, te lo prometo.
Lo saludé con un movimiento de muñeca y salí del gimnasio.
Me subí a mi auto para regresarme y a los pocos minutos ya estaba abriendo la puerta de casa.
Agarré el plato con el almuerzo que me había dejado mi hermano y puse una serie en la tele para no comer en silencio.
Apenas terminé todo, metí el plato en el lavavajillas y subí trotando las escaleras.
Llegué agitada y me metí en mi pieza, a rebuscar por todo el placard mis botines naranjas.
Si iba a tener este estado físico y debía jugar, estaba garantizado que no iba a poder.
—¿Dónde carajo fue que los metí? —Dije en voz alta sin poder localizarlos.
Hacía muchísimo tiempo que no los veía por acá metidos pero no podían desaparecer por si solos.
Agarré el celular para mandarle un whatsapp a mi hermano, para preguntarle si por casualidad los había visto.
Lola: Bro, por esas casualidades del mundo, ¿no viste mis botines naranjas en algún lado?
Pepi: Mamá se los había prestado a la hermana de Octi, mi amigo. Pero la chica esta solo los uso un mes pero se olvidó de devolverlos.
Lola: ¿Y quién se supone que es Octi?
Pepi: Un chico que juega en mi equipo, amigo mío y de Fede. Le puedo pedir que pase por casa y te los deje.
Lola: Si por fa, así ya me quedan.
Pepi: Así que es real, se viene la nueva Reserva Fem, ¡Que hermoso!
Lola: Estamos en eso, pero si, se viene.
Mínimo haberme preguntado antes de prestar mis cosas sin avisar. Lo peor era que yo amaba esos botines, tenían "la magia" que me hacía meter goles allá en mi época dorada.
Me reía cuando pensaba que iba a volver a jugar en un equipo. Puede que sea fútbol amateur pero iba a ser una responsabilidad de ahora en adelante. Con entrenamientos, horarios y partidos amistosos semanales.
A los pocos minutos sonó el timbre y cuando abrí la puerta me topé con el que parecía ser el tal Octi.
Alto, de contextura fuerte, definitivamente cuerpo de futbolista. El pelo marrón oscuro con algunos rizos mal formados en la parte alta.
Piel bronceada y labios finos, con la mandíbula marcada en forma puntiaguda y una barba apenas creciente.
Se sacó los los lentes de sol negros que traía y expuso unos bonitos y redondeados ojos marrones, poblados de pestañas que hacían conjunto con sus gruesas cejas oscuras.
—Hola, ¿todo bien? —Saludó con una sonrisa enseñando su dentadura casi perfecta.
—¡Hola! Si, bien por suerte —me apoyé en el marco de la puerta para terminar de analizarlo.
—Pedro no me había dicho que tenía una hermana —se quedó mirándome sorprendido—. Ni siquiera sabía que estos botines eran tuyos, pero acá te los devuelvo así ya te quedan.
Me extendió una bolsita de cartón con el calzado dentro. Los ojeé y estaban tal cual los había dejado la última vez.
—Pedro es el tóxico de los hermanos —empecé a explicarle ya que claramente no tenía idea de mi existencia—. Nunca me nombraría ante sus compañeros de fútbol y menos me los presentaría.
Me reí y una risita de escapó de la boca de Octavio.
—Si, lo entiendo perfectamente mente —me escaneó de pies a cabeza—. Soy el hermano más grande también y no nos queda otra que cumplir con nuestro papel de grandotes celosos.
—Pero bueno, al final me voy a terminar cruzando con todos ustedes ahora que se viene La Reserva Fem —sonreí con cierta vergüenza, ¿por qué carajo le estaba sacando tema de conversación?
—Si, me enteré. —se apoyó sobre el marco donde yo estaba evidenciando la cabeza que me sacaba—. Va a estar muy piola tener la versión femenina...—pareció querer agregar algo más pero se calló—. Así que bueno, te los dejo para que puedas jugar.
Señaló la bolsa y se volvió a calzar los anteojos de sol.
—Gracias por habérmelos traído —le agradecí y cerré la puerta mientras escuchaba un "nos estaremos viendo de su parte".
Capítulo dos bebés, los amo🫶🏻❤️
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