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Capítulo 1

8:00 de la mañana y ya estaba sonando la insoportable alarma de mi teléfono.
Ese sonidito repetitivo de todos los días ya me estaba cansando.

Hoy me tocaba ir a abrir el club a pedido de mi papá porque con mamá habían decidido ir a quedarse tres días más en nuestra casa en las Sierras de Córdoba, Argentina desde luego.

No podía quejarme. Haber tenido la casa tres días para mi sola habría sido terapéutico, lastima que mi hermano también tenía que vivir en algún lugar y bueno... no quedaba de otra.

—Lolita, bro —dijo Pedro, mi hermano mayor, quien entró luego de tocar la puerta—. Venía para ver si estabas despierta nada más, total ya sabes que te toca abrir a vos.

Pedro o Pepi, como solían llamarlo la familia y amigos cercanos. Castaño de pelo lacio y despeinado. Ojos verdes, que me habría encantado haber heredado, y plagado de un mix entre pecas y lunares por todo el cuerpo. Yo solía decirle que parecía una girafa.
Para el colmo era alto, flaco y lleno de manchas.

—No me hace falta que me recuerdes lo que ya sé —le respondí de mala gana a medida que me ponía de pie.

—Uy, que humor el tuyo. Siempre tan simpática por la mañana —acotó antes de irse y cerrar de un portazo.

Tendí la cama rapidito y me cambié. Me puse una musculosa negra, unas bikers rosa chicle y una gorra también negra con el logo del club que decía "Los Picantes FC".

Mi papá, Marcelo Suárez, era el dueño de este club.
En los últimos años había logrado conseguir un gran estatus en el fútbol competitivo al haber sido campeón de la Liga Cordobesa de Fútbol por dos fechas consecutivas con su equipo masculino de primera división.
El era el jefe principal y luego estaba mi tío segundo, Ricardo que era su socio.

En mi caso me tocaba estar a cargo de la parte administrativa del club dirigiendo prácticamente la parte contable y evaluando los contratos que se firmaban.
¿Tenía algún estudio que avalara mi trabajo en él área? No.
Todo lo que sabía lo había aprendido con el simple hecho de ver, escuchar y actuar. Mi familia tenía toda una vida dedicada al fútbol y sabía que a final de cuentas me tocaría a mí seguir con lo mismo, ya fuera de la forma que prefieriera.

Mientras tanto me tocaba ir a abrir el portón principal para que el jardinero y el conserje fueran a poner en condiciones las canchas de pasto natural y las de sintético, así ya quedaban listas para las 3:00 de la tarde cuando llegaran los de primera y los juveniles a entrenar.

Pasé al baño de la planta alta y me lavé rápido los dientes. Me puse mis lentes de contacto, porque sin ellos no veía nada. Tenía unos bonitos ojos color miel inútiles y miopes.
Me cepillé un poco mi largo cabello castaño claro y después de ponerme un crema hidratante y protector solar ya estaba lista.
Me miré un momento en el espejo para observar el nuevo lunar que me había nacido en la comisura de mis labios carnosos.
Si, mi hermano estaba lleno de ellos, yo simplemente tenía varios en la cara, cuello y brazos pero si seguía así iba a terminar como él y mamá.

Agarré mis zapatillas deportivas negras que estaban en el lavadero y bajé corriendo las escaleras. Me senté en el último escalón y me las puse.

—Te hice una avocado toast —me avisó Pedro señalando la tostada con palta y huevo revuelto que estaba sobre la mesada.

—Gracias, bro —le di una palmada en hombro de manera brusca y le metí un mordisco a mi desayuno—. Te sienta bien esto de ser chef mientras mamá y papá no están.

—Si yo no cocino, vos no lo haces y no pienso pedir delivery todos los días. Estoy en volumen y quiero comer sano.

Así mismo, Pedro estaba intentando volverse fitness sabiendo que se le venía diciembre encima, y así mismo el verano. Quería ponerse todo marcado y musculoso antes de su viaje a Punta Cana con sus amigos. Por lo cual se había vuelto fanático de la cocina saludable estos últimos meses y a mi me estaba gustando la dedicación que le ponía a cada plato que hacía.

—Entonces espero llegar y tener el almuerzo listo, Mister Músculo —le dije en broma mientras me colgaba mi cartera verde al hombro.

—Hoy no puedo. Tengo que ir a rendir un examen oral ahora en una hora —se lamentó. Pedro estudiaba periodismo deportivo y ya estaba rindiendo los parciales finales—. Pero si queres te dejo hecha una ensalada con pechuga de pollo.

—Que sean dos pechugas, siempre vuelvo con hambre —le pedí sabiendo que con una ensalada liviana no me iba a llenar.

—¿Vos también estás en volumen, Lolita? —preguntó a modo de broma por lo mucho que solía comer.

—Hace veinte años estoy en volumen y no necesariamente cuidándome en la alimentación y poniendo un pie en el gimnasio. No gracias.

Se rió y me lanzó una botella de agua cuando me despedí para salir.

Me subí en mi auto, un Toyota SW4 negro.
Este auto se había convertido en uno de mis logros más importantes. Lo esperé un año entero de guardarme los ahorros y ya por fin había terminado el mes pasado de pagar la última cuota cuando me lo entregaron.
Me hacía feliz y sentía que me brindaba independencia. Definitivamente la mejor inversión.

Llegué en diez minutos aproximadamente, súper puntual, como siempre.

Abrí el portón enrejado negro de la entrada y caminé derecho hacia la oficina de mi papá que estaba al fondo.
La oficina era enorme. Se encontraba dentro de un edificio de dos plantas detrás de las canchas de sintético. En la parte baja había un gimnasio con todo tipo de maquinaria para los miembros del club y en la parte de arriba estaba el despacho de mi papá y el mío a su lado.
La de mi padre era un poquito más grande. De paredes grises, techo blanco y con el logo del club en negro pegado en el gran ventanal que compartíamos ambos. Con una mesita de centro de cristal, rodeada por un sillón circular azul y aquel gran escritorio gris donde descansaba el monitor que estaba usando.
También destacar la cantidad de fotografías enmarcadas que coleccionaba mi progenitor. Algunas incluso se remontaban a aquellos años cuando el club estaba empezando a existir.

Prendí el aire acondicionado porque no se aguantaba el calor. Estábamos llegando a fines de noviembre y el sol que había allá arriba te quemaba hasta las pestañas.

Me senté detrás del escritorio y agarré la primera carpeta, donde me había quedado pendiente leer los últimos acuerdos para comprar un jugador que mi papá y mi tío tenían fichado desde hacía meses.
Al abrirla no encontré lo que buscaba pero si divisé unas fotocopias a firmar que contenían los últimos requisitos y los permisos para habilitar la división femenina del club.

Me quedé bastante sorprendida de que finalmente habían aceptado nuestra solicitud, pero por otra parte ya empezaba a sentir la pesadez de tener que organizar las pruebas para las nuevas jugadoras del plantel.

Agarré mi celular y lo llamé. No quería molestarlo en sus minis vacaciones pero tampoco estaba segura de si él estaba al tanto de las noticias.

—Hola, pa —lo saludé apenas escuché su voz— Decime que estás al tanto de que te están por aceptar la división femenina. Apenas llegues firmas y ya está, es tuya.

—Hola, Lolita —me respondió con la voz somnolienta—. Hablame más despacio, por fa, que recién nos despertamos con mamá. Casi me da un infarto el sonido del celular, no me acuerdo cómo ponerlo en mudo.

—Perdón pero tenías que saberlo si o si —me reí ante la confesión que había hecho. El era cero tecnológico.

—Analía, la secretaria debe haberlo dejado ahí ayer antes de irse. Le pedí que fuera a recibir unos papeles importantes que me mandaban desde Buenos Aires y al parecer eran los permisos. Que feliz que estoy.

Me imaginaba la felicidad que este hombre debía de tener por dentro.
Siempre le gustó el fútbol femenino. El decía que las mujeres tenían algo que los hombres nunca iban a poder conseguir en la cancha: orden y pases impecables.
El solía entrenarme cuando era más chica, para que algún día jugara en su equipo. Pero hacía dos años que no tocaba una pelota, exactamente desde que empecé a trabajar acá apenas terminé el colegio.
A él le dolió mucho saber que tanto esfuerzo se había perdido en la nada, pero bueno, esta nueva noticia iba a darle un nuevo propósito.

—Decime que te vas a hacer cargo de organizar las pruebas —me suplicó del otro lado—. El DT de primera no tiene tiempo para meterse con la división femenina. También tendremos que hacer entrevistas para una nueva entrenadora.

—Si, pa. Yo organizo eso y apenas vuelvas empezamos con todo, tranqui —respondí.

—Y ya que estamos, ¿no te gustaría participar del equipo también? Te pondría de capitana y todo.

Ahí estaba lo que más temía. Definitivamente el no se había olvidado de mi participación en el deporte.

—No. No tengo ganas de jugar a nivel profesional por ahora y capitana tiene que ser alguien que se lo merezca. No por ser tu hija —me agarré la cabeza frustrada por el simple hecho de estar teniendo esta conversación—. Me voy a trabajar pa, seguimos hablando cuando vuelvan.

—Dale, gordita. Mamá te manda saludos —se escuchó un "chau" por parte de ella y luego se cortó la llamada.

Dejé el celu y prendí la computadora para responder algunos mails. Para mi mala fortuna había más de cincuenta sin leer en la bandeja de entrada. Odiaba los lunes porque todo el correo del fin de semana se acumulaba.

Respondí varios de los más importantes que implicaban contratos con sponsors a renovar y arreglos de pago en cuanto a los nuevos uniformes que iban a incorporar.

Seguí ojeando hasta que uno en particular llamó mi atención.
"Solicitud aceptada" rezaba el título del mensaje.
Lo abrí queriendo enterarme en qué se había metido mi padre esta vez y quedé gratamente sorprendida con lo que decía.

"Estamos felices de anunciarle que su solicitud como sponsor de nuestro evento Copa Amateur 2022 se encuentra aprobado y listo para firmar contrato.
Todos los detalles se encuentran adjuntos en los documentos a continuación."

Al parecer el equipo de marketing de papá había hecho un muy trabajo este año consiguiendo aquel acuerdo.
Copa Amateur era un evento que tuvo su primera edición el año pasado y fue un éxito en Córdoba.
Era un evento de verano en donde durante todo diciembre, enero y febrero se jugaban encuentros entre equipos todos los sábados.
Lo grandioso de esto, era que cualquier persona podía inscribir a su equipo. No se permitían equipos de liga ya que justamente le daban la oportunidad a otros de tener su propio torneo.
Lo que destacaba por sobre todo era el after game también conocido como Tercer Tiempo en donde a partir de las 7:30 pm traían a un dj invitado y se armaba una gran fiesta al aire libre.

Definitivamente era una gran oportunidad para la empresa formar parte de este evento que estaba de moda.

Mi teléfono sonó y leí el nombre de Sere antes de contestar.

—Hola —le di pie a hablar.

Serena Ita, era mi mejor amiga desde cuarto grado de la escuela primaria. Éramos prácticamente inseparables desde ese entonces.

—¡Decime que viste lo que acaban de publicar! —Gritó emocionada desde el otro lado de la línea—. Ya están abiertas las inscripciones para la Copa Amateur. Fíjate en Instagram.

—Si estaba al tanto. Acabo de leer algunos mails al respecto —hice silencio para oírla respirar, estaba agitada por la emoción—. ¿Y desde cuándo te interesa este tipo de eventos a vos?

—Fede inscribió a su equipo La Reserva y me propuso que nosotras creáramos la versión femenina del mismo. ¡Seríamos la Reserva Fem! —Vitoreó contenta—. Hace mil años no jugamos al fútbol, Lo. Armemos nuestro equipo por fa.

No sonaba tan malo el pedido viniendo de ella.
Sere tenía razón. Hacía años no jugábamos juntas y era probable que nuestro rendimiento no fuera el mejor como solía serlo pero no perdíamos nada intentándolo.
Además, mi hermano jugaba junto con Fede, el novio de Serena, en el mismo equipo. Quizá la noticia de que ambos hermanos jugáramos para el mismo bando iba a alegrar a mi papá y hacer que se olvidara de la idea de que jugara para Las Picantes Fem.

—Listo, lo hagamos —acordé con una sonrisita naciente—. Yo puedo hacerme cargo de nuestra inscripción y de la recaudación del dinero para las cuotas mensuales. Pero vos tenes que hacerte cargo de juntar a las jugadoras.

—Si, tranqui, ya tengo a varias chicas en la mira...

—¿Qué pasa? —le pregunté, sintiendo que estaba intentando no decirme algo.

—Tengo tremenda jugadora casi convencida. Le escribí antes de llamarte y veo que me acaba de responder, igualmente después te cuento el resto.

—Dale, me vas avisando. Ah, y también nos va a hacer falta un DT para que nos entrene porque no estamos en nuestro mejor momento que digamos —dije a modo de broma y las dos nos reímos—. Pero lo digo en serio. Para entrenar podemos usar las canchas de acá de Los Picantes. Tenemos las de sintético de fútbol 7 libres para que coordinemos fechas.

—Perfecto amiga, ¡que lindo que hagamos esto!

Se la escuchaba realmente feliz y no podía evitar que me lo contagiara.
Nos despedimos y retomé mi labor para poder dejar vacía aquella bandeja de entrada antes de las 11:00.

Bueno bebés, espero que esta nueva novela sea de su agrado. La verdad es que yo amo el fútbol y también lo practico así que sepan que me hace muy feliz poder compartirlo con ustedes ❤️

Compartan esta novela con sus primos, tíos y amigos porque se viene una linda historia jeje

Mi Instagram para los que gusten seguirme y conocerme mejor: @abrilfanara

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