Inocente Princesa
Muchas gracias por las 15k lecturas y los 1k votos xD me alegra que les guste, pero lamento informarles que no queda mucho de esta historia, el final se acerca.
Hiashi es un buen padre, siempre lo ha sido y él lo sabe, no conforme con saberlo, se lo hace saber q todo aquello que sobre la faz de la tierra respire, no se cansa de jactarse el cara del mundo, lo bella que es su hija Hinata, lo inteligente —y virgen— que es su hijo Neji y sobre todo, lo tierna —y malévola— que puede llegar a ser Hanabi, la princesita de casa
El gran Hyuga tiene a los mejores en su rama en casa, la mejor cocinera, el mejor chófer, el mejor mayordomo y en fin, el mejor de todo, sin embargo hay alguien entre sus filas del cuidado domestico que no es el mejor, a decir verdad puede que sea el peor, la bestia de la promiscuidad con cabellera rubia, ojos azules y un chico muy sucio. El jardinero Naruto.
Le habría encantado ser quien realizara las entrevistas para aquella vacante hace más de un año, pero él es un padre que ha educado de la manera más pulcra y decente a sus hijas, él jamás pudo sospechar que era el mal en persona el que asomaba la mata por el umbral de la puerta, que se llevaría a su hija entre sus pervertidas garras vestida de látex en un traje de coneja.
No señor, eso jamás lo imaginó.
Hiashi jamás pensó que tras la llegada del demonio rubio, su preciada niña de los ojos perlas —aunque todos en su familia así los tengan— metería las patas, es más, él podría jurar que según la información obtenida —escuchada de boca de Sai—, Naruto el jardinero del infierno, tiene el pene pequeño, lo que lo lleva a un resultado matemático en el que la "Y" baja y la "X" sube, si hacemos la multiplicación por π en la potencia de 327437 y suplantamos el numero por la "Y" en la división con raíz de 3893 nos da como resultado: La pureza conservada de su pequeña Hinata.
Regresando a sus recuerdos del pasado, en el momento justo en que el infierno se desató en su hogar. La cosa iba que su pequeña le hizo la pertinente entrevista al hijo del mal, mismo que cabe destacar, le hacía ojitos a su niña, se cruzaba de piernas de forma coqueta y que le valga Dios, hasta se mordía el dedo ese pedazo de prostipirugolfo. Su pobre niña en toda su inocencia —si como no—, desviaba la carita para el otro lado, toda rojita con lagrimitas —baba— de vergüenza en su rostro.
Bueno, luego él se tuvo que retirar por unos pendientes que tenía que hacer, nada tenía que ver que su amada Hana lo estuviese llamando desde las escaleras que llevaban a su cuarto con azote en mano, hasta le temblaron las carnes pero ese acá no es el asunto. Luego de que supo —de boca del cuidador de los perros— que el señor de los infiernos —Naruto— había sido contratado, Hiashi no se detuvo en ir a visitarle, obviamente después de que su inteligente —y solterón— hijo Neji fuera a dejarle su amenaza pertinente.
Recuerda haber llegado como que no quiere la cosa, con el porte de señorón que lo caracteriza, la frente en alto y el pecho inflado y la trompa como pido de Dodo, al menos eso fue lo que Hanabi le dijo, vistiendo su mejor traje y su reloj de marca, ese que está roto y no ha mandado a componer, dando pasos como la pantera rosa en tiempo de ganancias y haciendo gala de su hermoso —y con olor frutal— pelo largo, tocando el timbre mientras lo movía de lado a otro y en su mente se escuchaba: "Cámbiate a Pantene", hasta notaba la "diferencia" a lo Selena Gómez.
Regresando a aquel momento, el hijo de "Satán" abrió la puerta, y vaya que jacha que tenía el tipo, todo ojeroso y orejón, como quien ha gastado demás la trompa del elefante, pero en ese momento no le parecía importante, él iba con claras intenciones de decirle un par de cosas al nigromante, pero se quedó calladito cuando a su niña vio, ella venía con toda su pureza cargando en sus brazos un perrito naranja, con cara de amargado que le hacía guiños a una patita que iba pasando
—¿Qué haces aquí Hinata? —le habló con voz gruesa de mando, esa de papi que se respeta, ya sea con palabras o madrazos
—Mamá te está buscando —dijo ella viéndolo de arriba abajo, haciendo los ojos de huevo cocido como si no aprobara su Outfit de gran ejecutivo
—Voy a hablar con el jardinero, no tengo tiempo —le dijo abriéndose paso a la cabaña del empleado
—Me pregunto si mamá se molestara mucho cuando sepa dónde está su traje de marinera —le atacó su pequeña traicionera
—No sé de que hablas –dijo digno el señor, sudando como puerco mientras le comenzaba el temblor
—El que vi que llevabas en los brazos hace dos noches, tengo algunas fotos del lugar donde terminó y del culpable, pero yo podría callarme si es que papi se va a donde mami —dijo con voz de niña buena, haciendo gala de su inocencia
—Iré —respondió rápido el mayor—, pero es porque quiero y tengo hambre
—Corriendo —le dijo la muchacha—, que se te enfría mami y ahí quedó el rollo
Claro que su princesita solo fue a darle el emperador de los infiernos al perrito para que se lo cuide, aunque ese día estaba enfermo lo pudo ver, ignorando las locas alucinaciones en la que su pequeña hija le daba un par de nalgadas al rubio maligno y se mordía los labios mientras hacia un sonido de suculencia reprimida.
Llegando a su mansión, el hombre había corrido por sus pastillas de la diabetes y la presión, alegando que eran la causa de sus alucinaciones y que de seguro lo que realmente pasó, era que el desgraciado le había pecado el trasero adrede contra la mano de su pequeña y ella toda molesta se mordió el labio para no golpearlo y que, el perro que apenas y recordaba quien era, había gruñido por la agresión del demonio contra su dueña.
Sí, eso era.
Varios meses después y tras tener al Uzumaki en la mira, Hiashi decidió investigar al hombre, descubriendo que era hijo de Minato, ese hombre lleno de bondad que sucumbió ante las garras del mal con cabellera roja, esa bestia que lo seducía desde la primaria, la señora de los pervertidos, Kushina la tomate.
Podía recordar bien a esa mujer, tantas veces le dio una paliza, ese misma que había corrompido a su mujer para hacerla la bestia —sexy— salvaje que hoy en día es, pero de eso no puede poner quejas porque el cambio le ha caído bien, no por nada le ha dado tres hijos preciosos, porque aunque nadie deba saberlo, él le hecha ganitas al momento, inspiración y mucho amor, pero sobre todo inspiración.
Habló con Neji aquella ocasión, planeando la manera para que su hija despidiera al jardinero, vamos que incluso creyeron ser buena idea provocarle una diarrea de aquella, tan brutal que lo hiciera encerrarse en el baño y no salir, que sui pequeña molesta por su falta de profesionalismo le diera una cachetada y una patada en el trasero bien puesta, recuerda que incluso se consiguieron unos trajes negros con unos lentes de diseñador, porque podrán perder una batalla e incluso la guerra, pero el estilo ni muerta, bueno muerto.
—Hay que hacerlo de Cayetano —le dijo su hijo preciado—, antes de que la puerca tuerza el rabo
—Me voy por la derecha y tú por la izquierda —le había explicado a su orgullo
—Dale
Allá iban los dos tipos arrastrándose por el lodo, dejando en el camino el olor a la colonia del Paco Rabanne que se habían comprado una semana atrás, con sus relojes carísimos y la camisa Gucci. Llegaron a una ventana cada uno, en la mano llevaban los laxantes y otros instrumentos de dudosa procedencia, ingresaron a lugar y acomodaron todo, llevando a cabo la misión de forma exitosa.
"Está muerto el pollo" gritaron mientras iban rodando por el suelo, Neji choco con los rosales y se llenó de espina hasta los dientes, Hiashi se reía como lunático debajo de la mesa de té, rodando como idiota una bajada, cayendo de lleno en el laguito que para los patitos había mandado a hacer.
Hiashi se lanzó de nuevo al suelo en la mañana siguiente, esta vez porque el fracaso en la cara se le estrelló, pues su preciosa hija se fue a la chiza del demonio Uzumaki y le cuidó, pero no cualquier cuidado, al contrario, eran los cuidados especiales con beso y apapacho, el tipo boqueaba como pez sobre la cama y se arrastraba de tanto en tanto hasta el baño, Hinata a cambio lo dejaba llorar su desgracia sobre su suave pecho, donde el desgraciado hacia berrinche hundiendo más su cara y moviéndola de lado a lado, emocionado el cabronazo.
Las cosas no acabaron allí, claro que no, ellos eran una familia y se apoyaban entre sí, 'por ello fueron por la mente maestra de las travesuras, Hanabi Hyuga, esa pequeña que hace cualquier cosa para pegarse de su hermana mayor como garrapata, porque para erradicar al mal es necesario otro mal, y Hanabi era un mal necesario.
Pidieron por su ayuda a cambio de hacerles las tareas por todo un mes, un precio barato había que decir, pues la pequeña dudaba que su hermana la santa, se prestara para darle amor a Naruto, ese jardinero bueno para nada, seguro que a su hermana no le agradaba, pues siempre que tomaba un durazn0, lo llamaba "Naruto-kun" antes de morderlo, imposible que a su hermanita le gustara ese men.
Hanabi planeo mantener a Hinata ocupada a su lado por toda la tarde, pero esta se negó diciendo que habían cosas importantes que hacer, pero igual la pequeña se las ingenió para hacerla ceder al día siguiente, pero no todo fue bien, pues la mujer llevó a su jardinero, diciendo que Naruto-kun era el mejor para algunos cálculos y "el trabajo bruto"
Eso ultimo con las mejillas rojas —según Hanabi del coraje—, mientras observaba el trasero del jardinero, quizá lo tenía sucio y eso a su Hinata le daba asco, seguro que quería limpiarlo y por eso movía sus manos como viejo pervertido a la altura de estas. Hinata era tan tierna
La guerra comenzó desde el momento en que vieron a Naruto tocar la cintura sagrada de la Hyuga —la cosa era al revés—, cuando le hizo ojitos a la pobre mujer —de nuevo fue al revés—, y le lanzó un beso coqueto formando con sus manos un corazón —igual fue al revés— y esbozó lujurioso "Tons que mami, lo quieres o pal perro" —de nuevo al revés—.
Sucio rufián el que entre su hogar está, pero por eso están ellos para defender la pureza de su hija, el hecho de que Naruto tenga pene pequeño en una señal divina de que su Hina es la encarnación de la pureza, destinada a casarse con el Uchiha emo que, a decir verdad, parece más interesado en el jardinero que en su hija, poro no importa, después de todo, ha de poder engendrar un hijo, ¿no?
Hiashi descansaba en su sillón en el jardín, Naruto llevaba perdido varios días, su hija se había ido a un internado de monjas y, regresaba el mismo día que el jardinero y a la misma hora, seguro que Naruto no puede vivir sin ella y por ello se ha ido a dar un recorrido al infierno, ya saben, para ver cómo es que van las cosas.
Mece que mece estaba tomando su té, a un lado su hijo Neji que desesperado buscaba una novia que lo desvirgara aunque sea por internet, Hanabi jugaba a las muñequitas con un robot bastante realista llamado Konohamaru que le robaba besos de vez en cuando, si Hiashi no supiera que era solo un robot, ya lo habría matado.
Sonriendo como menso y tras dejar a su esposa satisfecha —y rellena— en la habitación, suspiró cuando vio a Hinata salir de entre los rosales vistiendo una bata, detrás de ella estaba Naruto subiéndose el pantalón y saboreándose el guarro, a su pequeña se le veía una panza bastante grande, seguro que por comer demasiados postres, en su mano traía ropita de bebé, quizá su Hana estaba embarazada y aún no se lo decía a él, sí, eso tiene que ser.
Medio riendo y medio llorando, Hiashi toma la ropita de bebé en sus manos mientras llora como magdalena, Hinata sonríe y el señor de los infiernos —su yerno— sonríe malvado después de haber hecho sus gracias en su hija amada.
Maldito fuese Naruto Uzumaki son su pene pequeño y puntería milimétrica, desgraciado ese que a su hija había empanzado.
La respiración de Hiashi era pesada, escuchaba grito y todo se movía, pudo reaccionar cuando una mano se estrelló contra su mejilla dos veces o cuatro, estaba medio dormido y no lo recuerda bien, tan solo puede recordar cuando se lanzó a los brazos de su Hana, llorando porque había soñado feo, que su pura y virginal Hinata estaba embarazada.
—No llores —le consolaba su esposa, sobándole el trasero la traviesa, porque lo quiera o no, su dama no pierde el tiempo y la noche es la mejor para retozar y fortalecer el amor.
Hiashi limpió sus lágrimas y corrió por su traje de vaquero a la otra habitación, Hana estaba feliz y mandaba un mensaje a su hija de que todo estaba bien que siguiera montando al caballito y que recordara regresar a casa en dos días.
—Naruto-kun~ —llamó al rubio—, me toca arriba
—Solo si me dejas llevarte a la sala de juegos —le dice lascivo—, te compre un trajecito nuevo
—Prometo portarme bien —dijo emocionada la mujer, su retiro espiritual iba de las mil maravillas, tan bien que ya no sentía estrés—, oh shi bebé~
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