Cena incómoda
La situación era algo incómoda para mí, en especial la manera en la que me miraba aquel chico, o será acaso que me estoy volviendo loca. Por suerte para mí, mi madre entró en la habitación informando que la cena estaba lista y podríamos pasar. Di un leve suspiro y comencé a caminar directo al comedor. "Esta noche es importante para tu madre, no la arruines", repetía varias veces mi mente, aunque sentía mucha presión sobre mí. Aún no lograba olvidar lo que acababa de pasar esa mañana con Karen. Negué con la cabeza y alejé todos esos pensamientos de mi mente, y me dispuse a disfrutar de la noche.
Ya estaba todo listo y dispuesto sobre la mesa. La misma estaba decorada con un elegante mantel blanco con encaje negro en los bordes, que hacía juego con las sillas, las cuales eran blancas. Nos sentamos y, para mi sorpresa, no era mi madre quien se sentó a mi lado, sino que se trataba de Alexander, quien por alguna extraña razón me ponía nerviosa. Estando tan cerca, me era casi imposible mover algún músculo de mi cuerpo; sin embargo, él parecía tan relajado como siempre. La cena transcurrió en pleno silencio hasta que mi madre decidió romper aquel silencio.
—¿Les gustó la cena?—pronunció a todos los presentes.
—Realmente es una gran cena— añadió el señor Guzmán, sonriendo con amabilidad.
—Mi esposo tiene razón- agregó Elisa— no recuerdo cuándo fue la última vez que comimos algo tan delicioso. Tras eso, mi madre retiró los platos y trajo el postre, el cual era un delicioso Bavarois de fresa decorado con unas cuantas fresas cortadas en forma de rosa. Todo fue un éxito y yo aporté algo al decidir tocar el piano con una gracia tan digna de mí, la cual solía dejar oculta. Mientras mi madre y los señores Guzmán hablaban sobre el trabajo, yo decidí ir al jardín y sentarme sobre el césped a observar las estrellas.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me di cuenta cuando alguien se sentó junto a mí. "Esto ya se le está volviendo costumbre", me decía aquella voz en mi cabeza mientras me giraba lentamente para quedar frente a frente con aquel chico, el cual por alguna razón no podía o no quería dejarme en paz esa noche. Con la poca paciencia que me estaba quedando, decidí ignorarlo, pero al parecer eso no estaba funcionando.
—¿Qué haces aquí?— le pregunté.
—Vine a buscarte— ¿acaso no es obvio?- respondió, dando un suspiro.
—¿Creo que tu novia se enojaría si supiera que estás aquí conmigo?— di un suspiro y negué con la cabeza.
—Si te refieres a Karen, me gustaría aclarar que ella no es y nunca fue mi novia— estaba molesto.
—¿En serio?—dije con sarcasmo— pues eso no es lo que recuerdo.
—Hoy... comenzó a decir—hoy me ibas a decir de dónde me conoces. Mis lágrimas comenzaron a caer al recordar todo lo que había soportado: las noches sin dormir, insultos, humillaciones. Él, al ver esto, se acercó más a mí y me abrazó, lo cual provocó que llorara aún más.
No sé cuánto tiempo estuvimos así abrazados hasta que finalmente decidí alejarme de él y decirle la verdad de cómo lo conozco. Pero en el momento en que me disponía a hablar, su celular sonó, lo cual tomé como una señal de que este no era el momento adecuado ni el lugar para contarle todo. Él se levantó para hablar tranquilamente con quién fuera la persona detrás de la llamada, y yo decidí quedarme en aquel lugar viendo las estrellas. Cuando de pronto, una pequeña estrella fugaz cruzó el cielo nocturno. Yo me sentí como una niña pequeña, cerré los ojos y pedí un deseo, el cual esperaba se cumpliera.
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