| -Un caso frenético- |
Tras apearse del vehículo, Sherlock junto a John y Cora entraron a la comisaría de Scotland Yard bajo la atenta mirada de varios policías, entre ellos la sargento Donovan y Anderson. En cuanto llegaron al pasillo principal, Lestrade fue a recibirlos.
-¿Te gustan los casos raros, verdad? -preguntó Lestrade mientras los guiaba a su despacho -. Los sorprendentes...
-Es evidente. -dijo Sherlock interrumpiéndolo.
-Éste te va a encantar. -comentó Lestrade, acabando la frase anterior -. Esa explosión...
-¿Escape de gas, no? -preguntó Sherlock mientras seguía al inspector.
-No. -respondió Greg rápidamente.
-¿No? -preguntó la pelirroja extrañada, a la par que miraba a Sherlock.
-No, han hecho que lo pareciera. -replicó Lestrade mientras los conducía a su despacho, llegando allí a los pocos segundos.
-¿Qué? -preguntó John algo inquieto por esa afirmación.
-En el lugar no ha quedado nada, excepto una caja fuerte de alta seguridad. -les explicó Lestrade a los tres amigos una vez estuvieron en su despacho -. Y dentro estaba ésto...
-¿No la has abierto? -preguntó Sherlock observando al Inspector Lestrade.
-Va dirigida a ti. La hemos pasado por Rayos X y no es una bomba. -respondió Lestrade, mientras los observaba algo desconcertado todavía por la extrañeza de este caso.
-Que alentador... -comentó Sherlock con un ligero tono de interés e impaciencia en su voz, a la vez que observaba lo que Lestrade tenía sobre la mesa de forma concienzuda. A los pocos segundos, cogió el sobre en el que estaba escrito su nombre, y comenzó a analizarlo bajo la luz de una lámpara que el inspector tenía en la habitación. Cora se acercó a él, y también comenzó a observar con detalle el sobre.
-Un buen papel... De Bohemia. -comentó Cora mientras lo analizaba con sus ojos rojos, escudriñando cada centímetro del sobre que su compañero tenía en las manos. Sherlock sonrió de forma leve, pues su compañera comenzaba a sentirse más segura a la hora de deducir en voz alta, mostrando que sus habilidades eran iguales a las suyas.
-¿Qué? -preguntó Lestrade algo confuso, pues hasta ese momento no había sido testigo de las habilidades de deducción de la pelirroja.
-De la República Checa. -comentó Cora, concretando más su análisis.
-¿No hay huellas? -preguntó Sherlock, mientras su mirada seguía escudriñando el papel tras la deducción de su compañera.
-No... -respondió Lestrade algo desanimado.
-Ella ha usado una estilográfica. -comentó Cora tras observar los trazos de las palabras -. Parker Duofold.
-¿"Ella"? -preguntó John, pues no acababa de comprender cómo su compañera podía haber deducido el género de la persona que había escrito el nombre de Sherlock, con tan solo haber visto su caligrafía.
-Elemental. -dijo Sherlock con una sonrisa.
-"Elemental"... -dijo John con un cierto tono exasperado a la par que con retintín, pues odiaba que Sherlock se pusiera a alardear. En ese preciso momento, Sherlock comenzó a rasgar la apertura del sobre con un abrecartas, con la firme intención de averiguar qué era lo que contenía en su interior. En cuanto abrió el sobre, en la cara de Holmes pudo vislumbrase por un momento un gesto de sorpresa antes de meter la mano derecha en el sobre y sacar su contenido a la luz. Cual no es la sorpresa de Cora y los otros dos hombres de la estancia, cuando se dan cuenta de que se trata de un teléfono muy peculiar, el cual ya habían visto anteriormente.
-Pero... si es el teléfono. -dijo John asombrado -. El teléfono rosa...
-¿Como... el de "Estudio en Rosa"? -preguntó Lestrade observando a ambos hombres.
-Es evidente que no es el mismo teléfono. Pero se parece a... -dijo Sherlock antes de girarse hacia John y Lestrade -. ¿"Estudio en Rosa"? ¿Lees su blog? -preguntó algo extrañado a la par que molesto, pues aún seguía algo enfadado por el tema de los títulos que John les proporcionaba a las entradas de su blog.
-¡Pues claro que leo su blog! ¡Cómo todos! -exclamó Greg mientras sonreía levemente antes de apostillar -. ¿De verdad no sabes que la Tierra gira alrededor del Sol?
Ese comentario hizo que Donovan (quien había entrado al despacho de su jefe hacía unos minutos), sonriera de forma sarcástica, y que John mirara a Lestrade y a Sally algo avergonzado y molesto. Tras unos segundos de incómodo silencio, y después de esperar a que Donovan se marchara del despacho de Lestrade, Cora decidió hablar.
-No es el mismo teléfono. -sentenció tras acercarse un poco más a Sherlock y mirarlo de forma amable.
-Este es nuevo. Alguien se ha tomado muchas molestias para que parezca el mismo, lo que significa... -dijo Sherlock tras desviar la vista del teléfono y posarla en John -. Que tu blog tiene muchísimos lectores.
Ante este comentario, John desvió la mirada aún algo avergonzado por lo sucedido con anterioridad. Sherlock pulsó la pantalla del teléfono y ello hizo saltar el contestador de voz.
-"Tiene un mensaje nuevo". -dijo la voz robótica, para después dar paso a cinco pitidos.
-¿Eso es todo? -preguntó John de forma incrédula tras observar el teléfono, a la espera de un mensaje más relevante.
-No... No lo es. -comentó Sherlock con una voz baja a la par que seria. En ese momento, algo llegó al buzón del teléfono: una imagen de un cuarto, con una chimenea en el centro. El lugar era enteramente blanco, a excepción del suelo, que era de madera de caoba.
-¿Qué demonios hemos de hacer con eso? -preguntó Lestrade estupefacto ante la imagen -. La foto de una agencia inmobiliaria y las malditas frecuencias horarias...
-Es una advertencia. -sentenció Sherlock con un tono bajo a la vez que algo suave.
-¿Una advertencia? -preguntó Cora observando a su amigo.
-Algunas sociedades secretas emplean semillas de melón secas, pepitas de naranja, cosas así. Cinco unidades. -respondió Sherlock girando un poco su rostro hacia sus dos compañeros de piso -. Nos advierten de que va a volver a ocurrir...
Cora y John miraban a Sherlock algo preocupados por la intención del mensaje y las palabras de su compañero de piso.
-Yo he visto antes este lugar... -musitó Sherlock para después salir del despacho de Lestrade y comenzar a caminar hacia fuera.
-¡Espera! ¿Qué va a volver a ocurrir? -preguntó John, mientras salía tras él junto a Cora y el Inspector Lestrade.
-¡Boom! -respondió Sherlock simplemente, haciendo alusión a la explosión.
Los cuatro cogieron un taxi y se dirigieron rápidamente a Baker Street. Tras entrar al edificio, los cuatro se quedaron en la planta baja, frente a una puerta en la que se leía: 221-C.
-¡Señora Hudson! -gritó Sherlock para llamar la atención de su casera. Tras unos segundos, la amable mujer apareció y le entregó las llaves de ese piso a Sherlock.
-Ya echaste un vistazo cuando viniste a ver el piso por primera vez... -dijo la señora Hudson.
-Han abierto la puerta. -sentenció Cora mientras observaba a Sherlock abrir la puerta.
-No puede ser, es la única llave... -dijo la casera algo sorprendida -. Nadie se interesa por este piso. Supongo que por la humedad... Es la maldición de los sótanos. Cuando me casé por primera vez vivía en uno... -añadió la mujer, comenzando a despotricar de forma incansable, mientras que los tres hombres junto a Cora entraban en el 221-C.
Tras entrar a la sala principal del 221-C, tanto Sherlock como las otras tres personas presentes allí se encontraron con la misma habitación del móvil. Sin embargo, en el centro de la estancia, frente a la chimenea, había un par de deportivas.
-Zapatillas... -musitó John con algo de sorpresa a la vez que cautela. Sherlock comenzó a dar varios pasos hacia esas zapatillas tras meditarlo por unos instantes, mientras mantenía un gesto impasible a la par que mantenía sus manos en los bolsillos de su gabardina.
-Es un terrorista, recuerda. -dijo Cora con un tono leve y suave, indicando que estaba algo preocupada por el detective. Sherlock asintió de forma leve y tras unos segundos, se acercó aún más a las zapatillas. Se agachó a su altura, y estaba a punto de tocarlas cuando el teléfono empezó a sonar. Rápidamente se levantó y cogió el teléfono rosa. En la pantalla se podía leer: Número oculto. Tras unos segundos de vacilación, Sherlock contestó la llamada.
-¿Diga? -preguntó en un tono suave y algo bajo, pues no estaba seguro con qué iba a toparse.
-Hola... Guapo. -dijo una voz de mujer entre sollozos.
-¿Quién es? -preguntó Sherlock tras unos segundos, con un tono algo más calmado. Cora se acercó a él tras unos segundos, pues quería escuchar más de cerca lo que esa persona decía.
-Te he... enviado un pequeño... rompecabezas... para saludarte. -contestó la mujer aún entre sollozos.
-¿Quién habla y por qué llora? -preguntó Sherlock, tratando de averiguar más acerca de su interlocutor.
-No estoy llorando. Estoy tecleando, y... esta estúpida puta... lo va leyendo. -contestó la mujer, dejando claro que alguien la estaba controlando.
-Se levanta el telón... -dijo Holmes girándose hacia Cora, John y Lestrade -. Llevaba algún tiempo esperando esto...
-12 horas... para resolver... mi rompecabezas Sherlock, o... voy a ser muy travieso. -dijo la mujer, antes de que la llamada se cortara.
Tras unos minutos, Sherlock había ido al hospital de Barts, para analizar las zapatillas, y de alguna manera, para encontrar su procedencia. Estuvo una hora aproximadamente analizando los cordones, la suela... todo. Al acabar, se centró en el microscopio, analizando posibles restos biológicos de las zapatillas. Cora y John se encontraban también allí, para ayudarlo.
-¿Quién crees que era? -preguntó Cora mientras se sentaba cerca de Sherlock, ayudándolo a analizar varias muestras, cosa que el detective alababa, pues en ciertas ocasiones, las habilidades de la pelirroja podían resultar idóneas para sus casos.
-¿Hn? -preguntó Sherlock, absorto en su trabajo.
-La mujer del teléfono, la que lloraba. -recalcó la pelirroja mientras analizaba varios materiales.
-Ella no importa, solo es una rehén. -contestó Sherlock de forma casual, sin ningún tipo de remordimiento o pena por la mujer, causando que John lo mire -. No hay pistas en ella.
-Por Dios... No estaba pensando en pistas. -dijo John, intercediendo por la pelirroja en la conversación.
-No le vas a ser de mucha utilidad... -comentó Sherlock mientras lo miraba de reojo. A los pocos segundos fijó su vista en los análisis de las muestras: no coincidían.
-¿Intentamos localizar la llamada? -preguntó John, visiblemente preocupado por el bienestar de la mujer.
-El terrorista es demasiado inteligente. -contestó Sherlock con una leve sonrisa, justo antes de que un sonido de mensaje llegara al teléfono-. Mi teléfono.
-¿Dónde está? -preguntó John mientras miraba a su alrededor.
-En mi chaqueta. -respondió Sherlock, no apartando los ojos del microscopio ni un segundo. John suspiró, pues Holmes llevaba la chaqueta encima, y no debería esforzarse en lo más mínimo por hacer un simple movimiento del brazo y coger el teléfono él mismo. Cora miraba al doctor con una leve sonrisa de: "ya sabes cómo es", en un intento por apaciguar el leve enfado que John tenía en la mirada. El ex-soldado se acercó a su compañero y le metió la mano en el bolsillo de la chaqueta, forcejeando un poco por sacar el teléfono de ahí.
-Cuidado. -exigió Sherlock con un tono leve y serio tras sentir los bruscos movimientos de John, mientras seguía concentrado en el microscopio. John suspiró y le pasó el teléfono a la pelirroja, pues a veces Holmes lo ponía de los nervios. Cora le sonrió a John y revisó el teléfono de Sherlock.
-Un mensaje de tu hermano...
-Bórralo. -sentenció Sherlock sin casi pestañear.
-¿Que lo borre? -preguntó John algo estupefacto por la reacción de su compañero.
-Los planos ya están fuera del país, no hay nada que podamos hacer. -replicó Sherlock tras unos instantes. Cora leyó el mensaje una vez más:
"Re: Planos Bruce-Partington
¿Alguna novedad sobre la muerte de Andrew West?
Mycroft"
-Pues... Mycroft parece creer que sí, te ha mandado ocho mensajes. -comentó la pelirroja tras revisar la bandeja de entrada.
-Parece ser importante. -dijo John tras unos segundos.
-¿Y por qué no ha cancelado su cita en el dentista? -preguntó Sherlock de forma retórica.
-¿Su qué? -preguntó John algo confuso por la salida de Holmes.
-Mycroft nunca envía mensajes si puede hablar. Mira, Andrew West robó los planos, luego intentó venderlos, y acabó con la cabeza aplastada. -dijo Sherlock con voz serena, sin apartar la vista del microscopio-. El único misterio es: ¿por qué está tan decidido mi hermano a aburrirme, cuando hay otra persona tan encantadoramente interesante?
-Recuerda que podría morir una mujer. -dijo John tras escuchar a Holmes. Cora miraba la escena con algo de serenidad, pues estaba casi segura de la respuesta de Sherlock ante ese comentario de John.
-¿Para qué? -preguntó Sherlock mientras desviaba su vista a Watson -. Éste hospital está lleno de moribundos doctor, ¿por qué no vas a llorar junto a sus camas, a ver de qué les sirve?
Cora suspiró por unos breves instantes, antes de que una notificación bastante ruidosa entrara en el ordenador que estaba analizando las pruebas, indicando que las pruebas se habían completado. A los pocos segundos, Molly, la forense (y una joven que estaba claramente enamorada de Sherlock), entró en la estancia.
-¿Ha habido suerte? -preguntó Molly acercándose a Cora y a Sherlock. Molly llevaba una coleta castaña, ojos marrones, e iba ataviada con un conjunto de médico, con la correspondiente bata blanca.
-Oh, si. -dijo Sherlock sonriendo levemente -. Molly, te presento a Cora Izumi, mi nueva compañera de piso. Cora, esta es Molly Hooper, la forense. -añadió haciendo las presentaciones entre ambas mujeres.
-Encantada Molly. -dijo la pelirroja con una sonrisa, mientras le estrechaba la mano.
-Lo mismo digo Cora. -dijo Molly sonriendo a la pelirroja, para después apartar la mano con rapidez -. Vaya, estas ardiendo...
-¿Ah, si? Lo siento Molly, mi temperatura suele ser bastante alta por lo general, no te preocupes... -replicó Cora de forma rápida, tras retirar ella también su mano con celeridad, pues no quería que sus "poderes" quedaran al descubierto.
A los pocos segundos, un hombre se asomó por la puerta: llevaba el pelo corto negro, además vestía una camiseta de manga corta y un pantalón blanco.
-Perdón, no sabía... -dijo el hombre con una voz algo aguda, disculpándose rápidamente por haber entrado sin llamar.
-¡Jim! ¡Hola! -exclamó Molly con una sonrisa, haciendo que los tres compañeros de piso miren al recién llegado a la estancia -. Pasa, pasa.
Cora y Sherlock dirigieron cada uno una furtiva mirada hacia la persona que se dirigía hacia ellos.
-Jim, este es Sherlock Holmes. -dijo Molly con una sonrisa mientras presentaba a Sherlock, con un tono de admiración latente en su voz.
-¡Oh! -dijo Jim impresionado a la par que con una sonrisa.
-Este es John Watson. -dijo Molly con una sonrisa dirigida a John -. Y ella es Cora Izumi.
-¿Qué tal? -preguntó Jim antes de volver su vista a Holmes -. Con que usted es Sherlock Holmes... Molly me lo ha contado todo de usted. ¿Está con uno de sus casos?
-Eh, Jim trabaja en informática. Así nos conocimos, un ligue del trabajo... -dijo Molly con una sonrisa.
-Gay. -dijeron Cora y Sherlock al mismo tiempo tras observar a Jim por unos breves instantes. Sin embargo, la barítona voz de Sherlock logró tapar la voz de Cora, con lo cual, Molly no se percató de que la pelirroja había dicho lo mismo que el Detective Asesor.
-Perdona, ¿qué? -preguntó Molly incrédula.
-Nada... Um, hola. -dijo Sherlock corrigiéndose rápidamente.
-Hola... -dijo Jim, antes de tirar una de las muestras al suelo, para después agacharse a recogerla -. Perdón, perdón...
John y Cora se miraron de forma cómplice y suspiraron de forma breve.
-Mejor me voy... -dijo Jim comenzando a caminar -. Nos vemos en el Fox. ¿A las seis o así?
-¡Si! -contestó Hopper con una sonrisa.
-Adiós. Un placer conocerle... -dijo Jim antes de marcharse de la estancia. Tras unos breves minutos de un incómodo silencio, éste fue roto.
-¿Cómo que gay? -preguntó Molly, claramente confusa -. Salimos juntos.
-Se nota, y te sienta bien: has engordado dos kilos desde la última vez que te vi. -respondió Sherlock, girando su rostro para observarla durante unos breves instantes.
-Uno y medio. -comentó Molly algo molesta ante ese comentario.
-Um... dos. -dijo Sherlock aun con la vista en el microscopio.
-Sherlock... -dijo John a modo de advertencia.
-¡No es gay! ¿¡Por qué me fastidias!? ¡No lo es!
-¿Te has fijado en cuánto se acicala? -preguntó Sherlock de forma retórica.
-¿Porque usa un producto para el cabello? Yo también uso cosméticos. -comentó la pelirroja intentando aliviar el momento de tensión, a la par que intentaba ayudar a Molly.
-Tu te lavas el pelo Cora, es distinto. -contestó Sherlock, dedicándole una sonrisa a la joven a su derecha -. No, no. Pestañas teñidas, claros indicios de crema anti-edad en la frente, esos ojos cansados de trasnochador... y su ropa interior. -añadió Sherlock volviendo su vista a Molly.
-¿Su ropa interior? -preguntó Molly mirando a Sherlock, aún más confusa que antes.
-Visible por encima de la cintura. Muy visible. Una marca muy concreta. -sentenció Sherlock -. Eso y el revelador hecho de que haya dejado su teléfono bajo éste plato. Yo te aconsejaría que lo dejaras ahora y te ahorraras las lagrimas.
Tras escuchar todas las deducciones de Sherlock, el rostro de Molly se contrajo levemente en una mueca de tristeza a la par que de enfado, haciéndola salir de forma atropellada del cuarto.
-Encantador, bien hecho. -comentó Cora mientras suspiraba.
-Le ahorro tiempo, ¿no es un detalle? -comentó Sherlock de forma confusa, mientras se giraba para mirar a la pelirroja.
-¿Un detalle? No, no Sherlock. No es... ningún detalle. -dijo John mientras suspiraba. Sherlock suspiró brevemente tras unos segundos,antes de mirar una de las zapatillas más de cerca, para después dirigirse a John:
-Adelante. -dijo Holmes mirando a su compañero de piso (quien estaba de brazos cruzados).
-¿Hn? -preguntó John sin comprender de todo el propósito de su amigo.
-Ya sabes lo que hago: adelante. -repitió Sherlock con un tono algo indiferente, a la vez que animaba a Watson a analizar las zapatillas.
-Ja... No, no, no,... -dijo John, negándose en rotundo a plegarse a las exigencias de su amigo.
-Vamos. -lo apremió Holmes.
-No pienso quedarme aquí para que puedas humillarme mientras...
-Otro punto de vista. Una segunda opinión. -dijo Sherlock con un tono algo más firme, interrumpiendo a su compañero -. Me es muy útil.
-Si, ya... -comentó John de forma sarcástica, para después girar su rostro hacia su amigo sociópata.
-De verdad. -replicó Sherlock mirándolo a los ojos, con una leve sonrisa cordial en su rostro.
Tras unos segundos de mirarse a los ojos sin pronunciar ni una sola palabra (en los cuales, Cora había terminado de analizar el resto delas sustancias de las zapatillas), John al fin se dio por vencido.
-Está bien. -dijo cogiendo las zapatillas en sus manos, comenzando a voltearlas para examinarlas mejor -. Son unas zapatillas: deportivas.
-Bien. -dijo Sherlock con algo de sarcasmo.
-Están... en buen estado. Diría que son bastante nuevas, solo que la suela está desgastada, luego deben de ser de hace tiempo. Muy de los ochenta, de diseño retro. -dijo John tras observar con meticulosidad las deportivas.
-Impresionante... -comentó Sherlock tras volver su vista a los análisis del microscopio -. ¿Qué más?
-Pues son grandes: de hombre, pero... hay restos de un nombre dentro. -analizó tras inspeccionar con cuidado las zapatillas -. Los adultos no escriben su nombre dentro de sus zapatos, o sea que son de un niño.
-Excelente. -dijo Holmes algo más alegre mientras posaba su vista en el doctor-. ¿Qué más?
-Eh... eso es todo. -dijo John tras depositar de nuevo las zapatillas en la mesa, para después mirar a Sherlock.
-¿"Es todo"? -preguntó Sherlock con algo de sorna en su voz, dándole una pista a la pelirroja acerca de sus verdaderas intenciones.
-¿Qué tal lo he hecho? -preguntó John con algo de esperanza latente en su tono de voz.
-Bien John, muy bien. -dijo Sherlock con algo de seriedad, haciendo que una leve sonrisa se forme en la cara de Watson -. A ver, te has saltado casi todo lo importante pero... en fin.
Ante ese comentario por parte de Holmes, la sonrisa de John se borró de un plumazo de su rostro, pasando a una expresión contrariada, pues ahora Sherlock lo iba a humillar en sus propias narices.
-Y... no soy yo quien te va a humillar John. -comentó Sherlock con una leve sonrisa -. Sino ella. -añadió señalando a Cora, quien ahora estaba algo sorprendida.
-¿Qué? ¿Yo? -preguntó la joven, confusa, pues no sabía cómo sus deducciones podrían ayudar a Holmes, y mucho menos le apetecía avergonzar al pobre de John. Sin embargo, parecía que Sherlock se había percatado de sus inusuales capacidades deductivas y pretendía ayudarla a desarrollarlas, así que el Detective Asesor le respondió rápida y llanamente a la joven pelirroja:
-Si. Tu opinión también cuenta, Cora.
Tras suspirar, Cora se levantó del lugar en el que estaba sentada y se acercó a Sherlock y a John. Tras cruzar con Watson una mirada de arrepentimiento y disculpa, la joven comenzó a deducir.
-Al dueño le encantaban estas zapatillas. Las lavaba, las blanqueaba cuando se decoloraban... Les cambió los cordones tres veces, cuatro veces,... Hasta hay restos de su piel escamosa donde los dedos han entrado en contacto con ellas, es decir, que sufría eccema. Están muy desgastadas por dentro, lo que significa que el dueño tenía pies cabos. Fabricación británica, de hace veinte años.
-¿Veinte años? -preguntó John interrumpiendo la deducción de su amiga algo confuso, pues no comprendía cómo había podido hallar Cora la información.
-No son retro, son originales: Edición Limitada, dos rayas azules del ochenta y nueve. -respondió la joven con una sonrisa, mientras le mostraba una foto de su móvil a John.
-Pero... aún hay barro en ellas. -comentó Watson tras fijarse bien.
-Las han mantenido así. -dijo Sherlock acercándose levemente a la pelirroja -. Tienen bastante barro pegado... El análisis de Cora muestra que es de Sussex con barro de Londres encima. -añadió Sherlock continuando la deducción de la joven, tras sonreirle levemente, en señal de que lo había hecho muy bien.
-Pero... ¿cómo lo sabes? -preguntó John, impresionado por las capacidades deductivas de sus dos compañeros de piso.
-Polen, una referencia clarísima. -intercedió la pelirroja, quien había hecho los análisis del barro -. También del sur del río, luego el niño que tuvo estas deportivas vino a Londres desde Sussex hace veinte años y se las dejó aquí.
-¿Y qué le pasó? -preguntó John algo interesado a la par que preocupado.
-Algo malo. -dijo Sherlock mirando a John y a Cora -. Le encantaban, ¿recuerdas? Nunca las habría dejado sucias, ni las habría perdido. Ese niño con pies grandes se... ¡Oh! -Holmes se interrumpió de lleno para después mirar hacia el frente, pues parecía haber recordado algo de pronto.
-¿Qué? -preguntaron la pelirroja y Watson, intrigados por saber qué era lo que se le había ocurrido a su compañero.
-Carl Powers... -musitó Sherlock en una voz casi inaudible.
-Perdona, ¿quién? -preguntó John, frunciendo el ceño.
-Carl Powers, John.
-¿Qué es eso? -preguntó Cora con interés acerca del pasado de su amigo.
-Es dónde empecé. -respondió Sherlock tras levantarse de la silla y salir del Hospital de Barts junto a John y la pelirroja.
Los tres tomaron un taxi, y mientras se encaminaban a su destino, Sherlock les empezó a relatar sus inicios como Detective Asesor.
-Año ochenta y nueve: niño, buen nadador. Vino desde Braiton para un torneo escolar. Se ahogó en la piscina, una accidente trágico. No os acordaréis, es normal...
-¿Y tú sí? -preguntó John de forma incrédula mientras lo observaba de reojo, al igual que la pelirroja.
-Si.
-¿Hubo algo sospechoso, verdad? -preguntó Cora con cierto aire de entendimiento, pues las piezas del enrevesado rompecabezas comenzaban a encajar en su cabeza.
-Nadie lo pensó. Nadie excepto yo. -respondió Sherlock con un ligero aire de nostalgia -. Yo también era un niño. Lo leí en los periódicos.
-Que pronto empezaste... -comentó John con una nota de sarcasmo en la voz.
-El chico, Carl Powers, sufrió una especie de ataque en el agua, pero cuando lo sacaron ya era tarde. -comentó Sherlock, continuando su relato -. Hubo algo raro: no podía sacármelo de la cabeza.
-¿El qué? -preguntó John.
-Su calzado.
-¿Qué le pasa? -preguntó John una vez más, algo confuso.
-No estaba. -respondió rápidamente Holmes -. Armé un escándalo. Intenté que la policía se interesara, y a nadie pareció importarle...
-(De modo, que esta es una de esas pequeñas razones por las cuales piensa que los policías son unos auténticos incompetentes...) -pensó la pelirroja observando a Sherlock de reojo con una mirada compasiva, pues comprendía cómo él con su inteligencia debió sentirse frustrado al ver que lo ignoraban de esa manera.
-Había dejado el resto de su ropa en la taquilla, pero no había ni rastro de sus deportivas... -comentó Holmes, agachándose en la parte trasera para coger las zapatillas -. Hasta ahora.
El taxi siguió su camino hasta llegar a su destino: Baker Street. En el trayecto, Cora observó su reloj, y comprobó que quedaban solo seis horas para terminar el tiempo límite para resolver el primer rompecabezas del terrorista. La joven dirigió su mirada hacia Sherlock, quien únicamente le sonrió de forma confiada, como si quisiera asegurarle que todo iba a salir bien. En cuanto estuvieron en el piso, Sherlock comenzó a ojear varios recortes de prensa acerca del incidente de Carl Powers, en busca de alguna pista relevante para el caso. Por su parte, la pelirroja se había puesto manos a la obra en su portátil, buscando cualquier tipo de información que pudiera serle de ayuda a Sherlock, hackeando varios sitios web en el proceso para acceder a más información. Ante esto último, Sherlock levantó una ceja algo confuso.
-¿Qué? Cuando eres adolescente, aprendes a hacer este tipo de cosas para robarle el Wi-Fi al vecino... -se justificó la joven con una ligera sonrisa nerviosa. Sherlock simplemente sonrió ante su respuesta.
-¿Puedo ayudar? -preguntó John abriendo la puerta corredera que conectaba la cocina y la sala de estar. Tras recibir un silencio incómodo por parte de Sherlock y Cora, el doctor decidió volver a hablar -. Quiero hacerlo: solo quedan cinco horas.
Tras unos segundos, el móvil de John sonó, indicando la llegada de un mensaje:
"¿Alguna novedad?
Mycroft Holmes"
-Tu hermano. -comentó John con un ligero tono de molestia -. Me envía mensajes. ¿Cómo sabe mi...?
-Será una endodoncia. -musitó Sherlock tras unos segundos interrumpiendo a John en el proceso. Tras devolver el teléfono móvil al bolsillo de su pantalón, John se acercó a la mesa en donde Sherlock estaba trabajando.
-Oye,decía: "importancia nacional". -recalcó John, una vez estuvo frente a Sherlock, al otro lado de la mesa.
-Hn... Que curioso. -comentó Sherlock con un ligero tono cínico.
-¿Qué?
-Tú, John. -contestó Sherlock -. Todo por la patria.
-No puedes ignorarlo. -dijo John algo molesto por la actitud de Holmes.
-No lo estoy ignorando, acabo de poner a mi mejor hombre... en el caso. -respondió el detective con una ligera sonrisa, sin despegar sus ojos de los recortes de prensa.
-Vale... Bien. -dijo John antes de carraspear -. ¿Quién es?
John no tardó en encontrar la respuesta, mientras esperaba sentado en una silla de un despacho en el Club Diógenes. Por consejo de la pelirroja, John había cambiado su atuendo por uno más formal, pues cómo Cora había dicho: "Es un lugar repleto de personas de alto copete y funcionarios importantes del Gobierno de su Majestad, así que será mejor que te pongas de punta en blanco: no creo que quieras destacar". Tras pasar unos breves minutos de espera, la puerta del despachó se abrió, entrando Mycroft por ella a los pocos segundos.
-John, que bien. Tenía ganas de verte. -comentó Mycroft mientras caminaba hacia su escritorio, tras darle una breve bienvenida al socio y amigo de su hermano menor -. ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó tras hacer un breve gesto con la mano, indicando que volviera a sentarse, pues John se había levantado de su asiento al verlo entrar en la estancia.
-Gracias... -dijo John, tomando cuenta del gesto y sentándose de nuevo -. Pues quería... Tu hermano... Me envía a recopilar más datos sobre los planos robados. Los planos del misil. -añadió con un tono algo dubitativo a la par que inseguro, pues no sabía cómo abordar el tema de que Sherlock lo había "forzado" a recabar más datos puesto que él no quería ir. Esa respuesta hizo sonreír levemente a Mycroft, quien comenzaba a sospechar que Sherlock quería escaquearse de la tarea de encontrar los planos del misil.
-¿Ah, sí? -preguntó el mayor de los Holmes con algo de recelo en su voz.
-Si. Lo está investigando. -respondió John con una ligera sonrisa -. Ahora está... ocupándose de ello.
Mycroft simplemente sonreía al escucharlo decir esas palabras: conocía demasiado bien a Sherlock como para averiguar sin siquiera decir ni una palabra, que había enviado a John como sustituto personal, quedándose en la agradable compañía de cierta pelirroja.
-¿Qué más podrías contarme sobre el fallecido? -preguntó John tras unos segundos de duda.
-Em... 27. Trabajaba en Vauxhall Cross: MI6. -respondió Mycroft con una voz tenue, haciendo que John lo mire por unos breves instantes al mencionar el Servicio de Inteligencia Secreto del Gobierno Británico-. Estaba involucrado en el programa Bruce-Partington a menor escala: controles de seguridad, vistos buenos,... No simpatizaba con ningún tipo de grupo terrorista que sepamos. Su prometida lo vio por ultima vez ayer a la noche, a las 10:30. Según la declaración de ella, su prometido le dijo que debía ver a alguien...
-¿Lo encontraron en Battersea, no? ¿Cogió el tren? -preguntó John, tras anotar la información que Mycroft le había facilitado en su cuaderno.
-No.
-¿Qué?
-Tenía una bono transportes. Pero no la había usado. -comentó Mycroft.
-Compraría un billete sencillo... -dijo John, barajando varias opciones.
-Heh, en el cadáver no había ninguno. -le respondió Mycroft tras soltar una breve carcajada cínica.
-¿Entonces?
-¿Entonces cómo acabó con el cerebro aplastado contra las vías de Battersea? Esa es la pregunta. -dijo Mycroft, mientras su tono de voz adquiría algo de gravedad -. Esperaba que Sherlock la respondiera... -añadió con un tono algo molesto.
John agachó el rostro algo avergonzado tras oír a Mycroft decir esas palabras.
-¿Cómo le va? -preguntó el hermano mayor de Holmes.
-Está bien, y está haciendo bastantes progresos... Está concentrado en el caso. -dijo John con cierto simplismo antes de sonreír a Mycroft.
Al cabo de un tiempo, solo quedaban 3 horas para el límite que el asesino les había fijado antes de que la mujer muriese. Sherlock aún seguía analizando las muestras encontradas en los zapatos cuando de pronto vio algo que lo hizo pensar.
-¡Veneno! -exclamó mientras levantaba lentamente su verde mirada del microscopio. La pelirroja se había acercado levemente a observar las pruebas. John por su parte, acababa de llegar a Baker Street tras la "agradable" reunión con el hermano de su compañero de piso.
-¿De qué estás hablando? -preguntó la señora Hudson, quien andaba pululando por el piso.
-¡Clostridium Botulinum! -exclamó Sherlock dando un firme golpe a la mesa dónde estaba analizando las pruebas, haciendo que la señora Hudson salgará pidamente del lugar.
-Es... uno de los venenos más mortíferos del planeta. -comentó Cora mientras lo miraba de reojo.
John observaba a sus dos amigos sin comprender nada, pues acababa de llegar y Sherlock ya lo estaba bombardeando con información.
-¡Carl Powers! -dijo Sherlock enfatizando el nombre de aquel chico que murió en la piscina.
-¿Crees... que le asesinaron? -preguntó John algo dubitativo. Cora rodó los ojos, pues la respuesta era tan obvia que hasta John podría haberlo deducido desde el principio.
-¿Recuerdas los cordones? -le preguntó Holmes a Watson mientras se giraba para mirarlo.
-Huh-huh... -dijo John, indicando que de hecho lo recordaba perfectamente.
-El chico sufría eccema. Sería lo más fácil del mundo: meter el veneno en su medicación. -dijo Sherlock mientras le explicaba su razonamiento a John, pues le encantaba hacerse el chulo cuando John le pedía alguna explicación -. Varias horas más tarde llega a Londres, el veneno hace efecto: le paraliza los músculos y se ahoga.
-¿Cómo es que la autopsia no lo reflejó? -preguntó John algo sorprendido por ese dato. Ante esa pregunta, Sherlock miro de reojo a la pelirroja, indicándole que podía explicárselo ella.
-Es casi indetectable y nadie lo buscaría. -respondió Cora con una voz serena mientras miraba a John. Mientras, Sherlock se había acercado al portátil que tenía en la mesa de la cocina y estaba escribiendo una breve entrada en su web: La Ciencia de la Deducción.
"Las zapatillas pertenecen a Carl Powers. Clostridium Botulinum. 221-B Baker St."
-Pero aún quedan pequeños rastros dentro de las deportivas. -añadió Sherlock tras publicar lo que había escrito -. De donde se puso la crema en los pies: Por eso debían desaparecer.
-¿Y cómo haremos que el terrorista lo sepa? -preguntó John algo confuso.
-Llamando su atención. Parando el tiempo. -dijo Sherlock tras observar la hora en su reloj.
-El asesino ha tenido las zapatillas todos estos años... -musitó John en una voz casi inaudible.
-Si... -dijo la pelirroja acercándose a los dos hombres -. Así que...
-Es nuestro terrorista. -concluyó John gracias a la información que le habían dado Sherlock y Cora.
En ese momento el teléfono móvil de Sherlock comenzó a sonar. Sherlock cogió rápidamente el móvil y descolgó.
-Vale... -dijo la voz llorosa de la mujer -. De acuerdo. Ahora ven a por mi... -añadió de nuevo en un llanto.
-¿Dónde está? -preguntó Sherlock de una forma algo autoritaria -. ¡Díganos dónde está! -la apremió.
Por suerte para la mujer, la policía acababa de ser avisada y ya estaban allí, listos para ocuparse de ella.
A las pocas horas, ya por la mañana, Sherlock se encontraba en la comisaría de Scotland Yard junto a Cora y John.
-Vive en Cornwall. Dos enmascarados forzaron la puerta, la obligaron a conducir hasta el aparcamiento y le colocaron explosivos suficientes para volar una casa. -les comunicó Lestrade, mientras Sherlock paseaba lentamente por el despacho con las manos cerca de las comisuras de la boca (como de costumbre, éstas estaban en posición de rezo) -. Le dijeron que te llamara. Tenía que ir leyendo el texto de este busca...
John cogió el busca con suavidad y comenzó a observarlo de forma lenta.
-Y si cambiaba una sola palabra, el secuestrador apretaría el botón... -comentó Sherlock con una voz serena y baja, mientras seguía paseando.
-O si no hubieras resuelto el caso. -recalcó la pelirroja, quien se encontraba sentada en una de las sillas del despacho.
-Ah.... -suspiró Holmes -. Elegante.
Tras alzar la vista del busca por unos breves instantes con una mirada bastante molesta, John musitó: -¿"Elegante"...?
-¿Pe-pero para qué? ¿Por qué harían algo así? -preguntó Lestrade algo confuso a la vez que indignado.
-No... No puedo ser la única persona del mundo que se... aburre. -dijo Sherlock con una voz leve, haciendo que todos los presentes en la sala se lo queden mirando. En ese momento, un nuevo mensaje llegó al móvil de Holmes. El contestador automático volvió a sonar.
-"Tiene un nuevo mensaje". -dijo la I.A. Antes de que se escucharan cuatro pitidos, cosa que John detectó al instante.
-Cuatro pitidos... -musitó en voz baja.
-Primera prueba superada. -dijo Sherlock -. He aquí la segunda. -añadió, mostrándole la pantalla del móvil rosa a Lestrade. En ella se podía ver la parte delantera de un coche -. Está abandonado, ¿no os parece?
-Veré si lo han denunciado... -dijo Lestrade comenzando a mirar en la base de datos de la comisaría.
-Friki, es para ti. -dijo Donovan, asomando por la puerta del despacho con un móvil en la mano. Al oír esa palabra con la que Sally hacía referencia a Sherlock, la sangre de la pelirroja comenzó a quemar en sus venas. Todo lo veía de color rojo: ¿¡Cómo se atrevía a insultar a su compañero de esa manera sin tan siquiera conocerlo en profundidad!? Sherlock notó la mirada que Cora le estaba dirigiendo a Sally, así que mientras se dirigía hacia Donovan para coger el teléfono, posó su mano derecha en el hombro izquierdo de la pelirroja en un leve intento por aplacar su furia. Cora observó con sus ojos carmesí al Detective Asesor, y se dio cuenta de que éste la estaba observando con una mirada que ocultaba algo... un sentimiento. La joven no supo identificar cual era, pero relajó su postura corporal, para después observar cómo Sherlock salía del despacho. Una vez fuera, Holmes acercó la aurícula del móvil a su oído.
-¿Diga? -preguntó con una voz serena. Tras unos segundos, recibió una respuesta.
-No pasa nada... por haber acudido a la policía. -dijo la voz de un hombre joven, posiblemente de unos 29 años.
-¿Quién es? -preguntó Sherlock manteniendo la compostura, y no levantando su tono de voz -. ¿Eres tú de nuevo? -preguntó, mientras se giraba levemente hacia el despacho de Lestrade.
-Pero no te fíes de ellos... -dijo la voz -. Muy listo, por averiguar lo de Carl Powers. Nunca me cayó bien. -añadió el joven, con una voz que claramente reflejaba su miedo -. Carl se reía de mi, así que le robé la risa.
Entretanto, John y Cora habían salido del despacho de Greg, y se habían acercado a Sherlock, pero no la pelirroja, pues en su lugar, se había girado y había decidido acercarse a Donovan, con quien estaba hablando al otro extremo del pasillo, justo al contrario de donde estaban John y Sherlock.
-Y has robado otra voz, imagino. -dijo Sherlock, mientras miraba por una de las ventanas de la comisaría.
-Esto es... sobre nosotros. -dijo el muchacho al otro lado de la línea telefónica.
-¿Quién eres? -preguntó Sherlock -. ¿Qué es ese ruido? -preguntó tras escuchar un grave estruendo de fondo, como si de un cruce de carreteras se tratase.
-Es el sonido de la vida, Sherlock. -respondió el joven -. Pero tranquilo, puedo solucionarlo. -añadió con algo de temor el muchacho -. Has resuelto mi rompecabezas en nueve horas. Ésta vez tienes ocho. -dijo la voz del hombre antes de colgar el móvil.
Sherlock guardó el teléfono en uno de los bolsillos de su chaqueta y justo en ese momento, Lestrade salió de su despacho, acercándose a él.
-¡Lo encontré! -dijo de forma casi eufórica -. He encontrado el coche.
Tras asentir Holmes, los tres hombres procedieron a salir de la comisaría, cuando repararon en la discusión que estaba manteniendo cierta pelirroja con la Sargento Donovan.
-¿Y qué te importa si lo llamo de esa manera? -preguntó Donovan mientras la miraba de forma altiva -. ¿Quien eres tú para impedírmelo?
-Te lo advierto...
-"Te lo advierto"... -dijo Donovan con un tono de mofa -. ¿Se supone que vas a amenazarme? Podría arrestarte por ello...
-Te lo advierto Sally Donovan. Estas hablando de un amigo mío, al cual tengo afecto. -dijo la pelirroja con un tono muy leve y amenazante, ala par que cerraba los ojos -. Si vuelves a insultarlo, o te atreves a difamarlo de alguna manera siquiera,... Me aseguraré de que tu vida sea un infiero y me aseguraré de que conozcas el verdadero significado de la palabra "dolor". -añadió Cora mientras abría sus ojos rojos, un leve destello de furia pasando por ellos, causando que Donovan se quede momentáneamente sin nada que decir,aterrorizada por la mirada que estaba posada en ella. Cora suspiro y dio media vuelta para caminar hasta John, Lestrade y Sherlock (éste último tenía una leve sonrisa en sus labios). Sin embargo, Sally no tardó en hacer un comentario sarcástico, cosa que iba a lamentar.
-Cómo tu digas... Amante del friki. -dijo con sorna, a la vez que en su rostro aparecía una sonrisa. Cora no se lo pensó dos veces: volvió sobre sus pasos cómo alma que lleva el diablo y le pegó un puñetazo a Donoan en la nariz, rompiéndola, provocando que empiece a sangrar de forma instantánea.
-Te lo advertí. -comentó la pelirroja con una sonrisa de satisfacción-. Además te la debía. Tu antes me has pegado en la cara. -añadió, recordando que mientras discutían hacía unos minutos, Donovan le había dado una bofetada por mencionar su amorío con Anderson y por mofarse de su poca inteligencia -. Da gracias a que ésta vez solo ha sido un aviso, por que a la próxima, te romperé todos los huesos del cuerpo mientras los voy nombrando, y créeme, disfrutaré haciéndolo.
-¡Eres... una psicópata! -clamó Sally mientras trataba de contener la sangre que salía a raudales de su nariz rota.
-Sociópata bien integrada. -corrigió Cora con una sonrisa, haciendo que Holmes también sonría para sus adentros, pues ella era sin duda muy parecida a él en más de un sentido.
Tras decir esas palabras, la pelirroja caminó hasta Sherlock y los cuatro se marcharon de la comisaría, dejando a una Sally completamente indefensa. Tras unos segundos, la Sargento Donovan decidió acompañarlos.
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