Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

| -Su teléfono- |

A la mañana siguiente, todo amaneció en una relativa calma en el 221-B de Baker Street. Cora se sentó en la mesa de la sala, desayunando un café con leche. La joven pelirroja observaba a Holmes, quien parecía estar más calmado que de costumbre aquella mañana. El sociópata ni siquiera dirigió una mirada a la joven, pues ahora se encontraba enfrascado en un periódico. Desde lo ocurrido ayer, ninguno de los jóvenes había tratado de iniciar una conversación, y aquello dolía mucho a Cora, puesto que no deseaba que el sociópata dejara de hablarle. Sin embargo, ella tampoco deseaba meterse en sus asuntos, en especial, aquellos que concernían a la señorita Adler. John se sentó al lado de la joven de ojos rubí, tras haberse cocinado unos huevos fritos. El hombre que ahora se había sentado a la izquierda del Detective Asesor, y a la derecha de Cora (puesto que ésta estaba frente a Sherlock) le dirigió una amable mirada a la joven, pues ya estaba seguro acerca de los sentimientos que la pelirroja albergaba por Holmes en su corazón. Trató de hacerle una seña para que iniciara una conversación con Sherlock, pero notó en seguida que los ojos de la joven estaban llenos de tristeza. La forma en la que su compañero la había tratado la noche anterior la había dejado tocada, muy dolida, de hecho. A los pocos minutos de empezar a desayunar en un incómodo silencio, el timbre de la puerta principal sonó.

-Yo... Yo abriré la puerta. -dijo la pelirroja, levantándose rápidamente de la mesa, queriendo dejar atrás esa incómoda situación con Sherlock. La joven pelirroja bajó las escaleras del piso con algo de aprensión, cada paso sumiéndola aún más en una honda tristeza. Cuando llegó a la puerta principal, la abrió con lentitud. Al abrirla, los ojos de la pelirroja se encontraron con un traje exquisito y un paraguas negro. No le hizo falta levantar la vista para saber de quien se trataba: Mycroft Holmes.

-Buenos días Cora. -la saludó el mayor de los hermanos Holmes con una leve inclinación de la cabeza, dándose perfecta cuenta de que la joven parecía estar muy triste -. ¿Está mi hermano?

-Si. Él está arriba. -respondió la pelirroja evitando mencionar su nombre, pues estaba demasiado deprimida.

-Ya veo... -comentó Mycroft con un ligero tono serio -. No deberías llorar por mi hermano, Cora. Sabes tan bien como yo que él no es un hombre al que se pueda amar. -añadió, observándola con sus ojos, escudriñando cada centímetro de su rostro, para asegurarse de que lo que ella sentía por su hermano era real. Ella levantó su rostro de forma leve, sus ojos llenos de lagrimas. Simplemente se apartó y lo dejó entrar al piso. Tras suspirar, el mayor de los Holmes le ofreció un pañuelo para que secara sus lagrimas -. Debes mantenerte firme.

Tras decir esas amables palabras, Mycroft subió hasta el piso de Sherlock y sus amigos, colocándose frente a la mesa de la sala de estar. Cora entró tras él, retomando el lugar que había dejado vacío anteriormente.

-Las fotografías están a salvo. -sentenció Sherlock dirigiéndose a Mycroft, sin apartar su vista del periódico.

-¿En manos de una trabajadora sexual fugada? -preguntó Mycroft con ironía.

-No le interesa el chantaje. -le replicó el hermano menor -. Quiere... protección por algún motivo. -añadió, sin mirar a su hermano -. Te habrás retirado de la investigación policial del tiroteo en su casa...

-¿Cómo vamos a hacer nada mientras tenga las fotos? Tenemos las manos atadas. -le recalcó Mycroft con un tono serio.

-Ella aplaudiría esas palabras. -comentó Sherlock con una sonrisa en el rostro, haciendo que Cora deje de tomar su desayuno momentáneamente -. Te cuento: ese teléfono es su carta de "salga de la cárcel gratis". Tienes que dejarla en paz. Trátala como a la realeza, Mycroft. -añadió con algo de burla.

-Aunque ella no trate así a la realeza. -comentó Cora con un tono algo más animado. En ese momento, del teléfono de Sherlock provino un sonido algo sensual, pues se pudo escuchar de forma clara un gemido de mujer. Al escucharlo, Mycroft dejó su expresión estoica y comenzó a observar el entorno, en busca del origen del sonido.

-¿Qué es eso? -preguntó John, volviendo su vista a Sherlock.

-Un mensaje. -replicó el sociópata con rapidez, doblando el periódico y levantándose del sitio en que estaba sentado, dirigiéndose a la chimenea del piso.

-¿Pero qué ha sido ese ruido? -preguntó John de nuevo, algo confuso.

-¿Sabías que la buscaba más gente, Mycroft? -le preguntó a su hermano mayor, cogiendo su móvil y observando el mensaje que había en la pantalla: "Buenos días, señor Holmes" -. Antes de mandarnos a John, Cora y a mi. Asesinos profesionales de la CIA, para más señas. -añadió, para después dejar el mensaje sin contestar y sentarse en su sitio.

-Si, gracias Mycroft. -comentó John con un ligero tono sarcástico.

-¡Que vergüenza! ¡Enviar a su hermano pequeño a un peligro así! -exclamó la seora Hudson, avanzando hacia la mesa, para después, dejar unos bollos recién horneados antes Sherlock y Cora -. La familia es lo que nos queda al final, Mycroft Holmes. -añadió, provocando que tanto Cora como Holmes sonrían por su comentario.

-Cállese señora Hudson... -replicó Mycroft, con un tono algo molesto por el comentario de la casera.

-¡Mycroft! -exclamaron los tres amigos, sin embargo, las voces de Sherlock y Cora fueron bastante más amenazantes y graves, lo cual hizo que el grito de John apenas se notara. El rostro de Mycroft se desencajó de forma leve, pues no se esperaba que los tres amigos se pusieran en su contra.

Cuando el mayor de los Holmes alzó la vista para mirarlos, se encontró con que los tres compañeros de piso lo estaban fulminando con la mirada, amenazándolo sin decir una palabra, con las terribles consecuencias que sufriría de no disculparse.

-Discúlpeme... -dijo Mycroft tras unos segundos de duda, y con un tono algo bajo y una sonrisa forzada.

-Gracias. -dijo la señora Hudson, caminando fuera de la sala, hacia la cocina.

-Pero cállate, anda. -comentó Sherlock con rapidez mientras la miraba de reojo, su vista posándose ligeramente en la joven de cabellos cobrizos. En ese momento, otro mensaje llegó al teléfono de Sherlock, provocando que de nuevo el extraño y algo sensual tono de mensaje sonara.

-¡Oh! ¿No es un poco grosero ese sonido? -preguntó la señora Hudson tras escucharlo, antes de marcharse del piso de los tres amigos. Tras observarla marcharse, Sherlock abrió el mensaje, y vio que decía lo siguiente: "¿Se encuentra mejor?"

-Ni puedes hacer nada, ni ella lo va a hacer, por lo que veo. -comentó Sherlock con un tono serio.

-Puedo ponerla bajo vigilancia máxima. -dijo Mycroft con un ligero tono de diversión.

-¿Para qué? Puedes seguirla en Twiter. -comentó Cora en un tono bajo, ganándose una leve mirada por parte de Sherlock -. Creo que su nombre de usuaria es "La mano que Castiga".

-Si... Que divertido. -comentó Mycroft mirando a la pelirroja con una sonrisa sarcástica -. Perdonad. -añadió, cogiendo la llamada que acababa de llegar a su teléfono móvil -. ¿Diga?

Bajo la mirada de Sherlock, Mycroft caminó lejos del lugar donde estaban sentados, con la firme intención de hablar con más privacidad.

-¿Por qué suena así tu teléfono? -preguntó John, mirando a Sherlock.

-¿Cómo suena? -preguntó Holmes, fingiendo ignorancia.

-Así, como antes ha sonado. -replicó su amigo con seriedad.

-Es el tono. Significa que tengo un mensaje. -le comentó el sociópata, volviendo su vista al periódico que estaba leyendo.

-Um... Tus mensajes no suelen sonar así. -comentó Cora, terminando su desayuno.

-Pues me habrán cogido el teléfono, y en plan broma habrán cambiado el tono de los mensajes. -le replicó Sherlock con un tono serio.

-¿Y cada vez que te mandan un mensaje...?

En ese momento, Cora fue interrumpida por ese sonido de nuevo, haciendo que la señora Hudson ponga una cara desconcertada.

-Eso parece. -le replicó Sherlock a su compañera, adivinando lo que ella iba a preguntarle.

-¿Podrías bajar un poco ese teléfono? A mi edad es... -comentó la señora Hudson tras unos segundos, ganándose un ligero gruñido exasperado por parte de Holmes. Éste abrió el mensaje, y vio que decía lo siguiente: "Estoy bien, dado que no has preguntado".

-¿Y quién te habrá cogido el teléfono? -se preguntó John en voz alta -. Por que tendría que estar en tu abrigo, ¿no? -añadió, haciendo que Sherlock se tape lentamente la cara con el periódico.

-Te dejo con tus deducciones. -comentó Sherlock con una voz serena, haciendo que John sonría con sarcasmo, y que Cora se ponga algo seria.

-No soy tonto, ¿sabes? -le dijo John.

-¿De dónde sacas esas ideas? -preguntó con sorna.

Tras unos segundos, Mycroft volvió a aparecer en la sala de estar.

-Bon Air tiene luz verde, confirmad con los de Coventrey. Hablamos luego. -le dijo Mycroft a su interlocutor al otro lado de la línea telefónica, antes de terminar la llamada. Sherlock y Cora prestaron atención a sus palabras, ambos guardándolas en un lugar seguro de su memoria.

-¿Qué más tiene? -preguntó Sherlock mirando a su hermano mayor. Mycroft se lo quedo mirando, sin responder -. ¡Irene Adler! A los americanos no les interesaría por una par de fotografías comprometedoras. -añadió Sherlock, antes de levantarse de su sillón.

-Hay algo más. -comentó Cora, mirando a Mycroft a los ojos.

-Mucho más. -comentó Sherlock, concordando con la pelirroja en ese último comentario -. Algo muy gordo, ¿verdad? -añadió, acercándose a su hermano.

-Irene Adler ya no es asunto tuyo. A partir de ahora te quedarás al margen de esto. -sentenció su hermano con una sonrisa.

-¿Ah, si? -preguntó Sherlock con algo de ira claramente latente en su voz.

-Sí Sherlock. -le replicó Mycroft con una sonrisa, antes de que su rostro se volviera serio -. Así es.

Cora observaba ese intercambio de palabras entre los dos hermanos Holmes, y se sintió algo apenada, puesto que volvía a sentir la fascinación que Irene Adler le provocaba a Sherlock. El hermano menor de Mycroft alzó una ceja, antes de alejarse del mayor y coger su violín.

-Ahora, si no os importa, tengo que disculparme larga y arduamente con una vieja amiga. -les comentó Mycroft, despidiéndose de ellos.

-Dale recuerdos. -dijo Sherlock, para después comenzar a tocar con su violín "God Save The Queen", haciendo que su hermano entorne los ojos y se marche de allí. Esto provocó que tanto John como Cora sonrieran ante esa peculiar escena.

Los meses fueron pasando, llegando la Navidad. A los pocos días ya se cumpliría un año desde que Cora se había ido a vivir con Watson y Holmes, cosa que celebraba. Por aquellas fechas, la joven de ojos rubí estaba algo más animada, intentando controlar sus sentimientos en la medida de lo posible. La pelirroja estaba sentada en un sillón de la sala de estar, observando a Sherlock tocar el violín. Cuando terminó su interpretación todos los presentes aplaudieron, siendo éstos John, la señora Hudson, Lestrade y Cora.

-¡Ha sido precioso Sherlock! -exclamó la casera con una sonrisa.

-Si. -dijo Lestrade.

-Maravilloso. -replicó John. En ese momento las miradas de los presentes se centraron en Cora, pues ella aún no había comentado nada, y en todo el día se había negado a quitarse la bata, alegando que tenía frio, cuando en realidad estaba avergonzada, puesto que acababa de comprarse un vestido nuevo con el dinero que había ido ganando como profesora, y estaba nerviosa con lo que Sherlock dijera cuando la viera así vestida.

-¿Tu qué opinas Cora? -preguntó Lestrade, mirando a la pelirroja.

-Pues... ha sido una hermosa interpretación. Ha sido excelente Sherlock, como siempre. -replicó la joven, aún sin querer enseñar su ropa.

-Vamos querida, ¿por qué no te quitas la bata y nos dejas ver lo guapa que estas? -preguntó la señora Hudson, observándola con una sonrisa.

-Um... Yo... -la joven se ruborizó ligeramente, algo nerviosa, pero al final accedió a despojarse de la bata que la cubría. Cuando lo hizo, la estancia se quedó en silencio: era un vestido negro algo ajustado a la silueta del cuerpo, con tirantes. Algunos trazos simulando un corpiño en la cintura y la falda era larga hasta los pies, dejando un leve corte en la pierna derecha, dejando ésta descubierta de forma leve.

-Vaya... estas radiante. -comentó Lestrade, sus ojos observándola con deleite.

-No la mires así Galvin, no es un filete. -replicó Sherlock, poniéndose frente a ella, evitando que Lestrade siguiera observando su figura -. Está hermosa, pero ese no es motivo para que la desnudes con la mirada.

Cora se sonrojó con esas palabras, sorprendiéndose por ellas, puesto que hacía meses desde que estaba algo deprimida y Sherlock no le había dicho ningún halago semejante. Al mismo tiempo, la sala volvió a quedarse en silencio, puesto que nadie se esperaba esa reacción por parte de Holmes.

-¿Qué? ¿Por qué me miráis así? -preguntó Sherlock algo extrañado.

-No es normal que tu le hagas semejante cumplido a nadie Sherlock. Y mucho menos a Cora. -le explicó John -. Nos ha pillado por sorpresa.

-Pues que no os extrañe. Sé reconocer cuando está hermosa. Y hoy lo está, y mucho. -replicó Sherlock, sin darse cuenta de que las mejillas de Cora enrojecían aún más -. Así que no quiero que tus malos pensamientos y tu os acerquéis a ella, Graham.

-Wow... Que posesivo. -comentó Lestrade con algo de ironía.

Todos estallaron en una carcajada tras escuchar esas palabras, mientras que Cora sonreía, y se sentaba en el sillón de nuevo.

-Ojalá te hubieras puesto los cuernos de reno al tocar la canción. -dijo la señora Hudson en plan broma, carcajeándose.

-Hay cosas que es mejor dejar a la imaginación señora Hudson. -le respondió Sherlock con una sonrisa, sentándose junto a Cora, para después darle una copa de champan.

-Señora H... -dijo John, dándole una pequeña taza de café. En ese momento, una chica se acercó a Sherlock: llevaba el pelo negro y la tez algo bronceada. Estaba ofreciéndole unas pastas.

-No, gracias Sarah. -dijo Sherlock, respondiendo al ofrecimiento de la joven.

-Oh, no, a él no se le dan bien los nombres. -dijo John, cogiendo la bandeja y dejándola en la mesa.

-No, no, no, déjame. -dijo Sherlock, tratando de recordar el nombre de la nueva novia de John -. No, Sara era la doctora, y después estaba la de las manchas y luego la de la nariz,... ¿y quién venía después del profesor aburrido?

-Pues nadie. -dijo la joven, cruzándose de brazos.

-¡Ah! ¡Janette! -exclamó Sherlock con una sonrisa -. Ah, proceso de eliminación. -añadió, antes de desviar su mirada a las escaleras del piso -. Ah, la que faltaba...

-Hola a todos. -dijo Molly, entrando el la estancia con un montón de bolsas en la mano -. Perdón, hola. En la puerta ponía que subiera.

-¡Hola Molly! -exclamó la pelirroja, levantándose del sillón y caminando hasta ella para darle y un abrazo.

-Todos os saludáis... que bonito. -dijo Sherlock, levantándose del sillón. Molly dejó lass bolsas con los regalos en la mesita del salón y se dispuso a quitarse el abrigo.

-Dame el... -John se interrumpió, pues el vestido de Molly era muy bonito: era de tirantes, con un escote no demasiado pronunciado, a la vez que disponía de un ribete plateado en la zona superior -. Virgen Santa...

-Oh... -dijo la señora Hudson.

-¡Hala! -exclamó Lestrade, sus ojos como platos -. Parece que tenemos dos bellezas en la estancia...

-¿Entonces vamos a tomar una copita Navideña? -preguntó Molly.

-Si, que remedio. -dijo Sherlock, sentándose en la mesa de la sala, donde el ordenador de John estaba encendido.

-Es el único día del año en el que los muchachos tienen que portarse bien conmigo, así que merece la pena. -dijo la señora Hudson.

Tras unos segundos, Cora le dejó una silla a Molly.

-Vamos, siéntate, no te quedes de pie. -dijo la pelirroja con una sonrisa amable.

-Molly. -la llamó Lestrade, haciendo que vaya a hablar con él.

-John.

-¿Hn?- preguntó el aludido, acercándose al Detective Asesor.

-El contador de tu blog sigue poniendo 1895. -comentó Sherlock.

-Oh no, cancela la Navidad. -dijo John algo frustrado.

-¡Y has puesto una foto mía con esa gorra! -exclamó Holmes.

-A la gente le gusta. -dijo John, alejándose.

-¡Qué va a gustar! ¿Qué gente?

-¿Qué tal la cadera? -le preguntó Molly a la señora Hudson, aún de pie.

-Ah, es un horror. Pero gracias por preguntar. -le replicó la amable casera.

-Las he visto mucho peores. Pero claro... hago autopsias. -comentó Molly, haciendo que John frunza el ceño de forma leve -. Ay Dios, lo siento. -añadió, disculpándose rápidamente.

-No hagas bromas, Molly. -dijo Sherlock, mirándola de reojo.

-No, lo siento.

-Toma. -dijo Lestrade, ofreciéndole una copa de vino tinto.

-Gracias. -dijo ella, cogiendo la copa de vino -. No esperaba verte aquí, creía que te ibas a Dorself por Navidad.

-Mañana por la mañana. Mi mujer y yo hemos vuelto. Lo hemos arreglado. -le replicó Lestrade con una sonrisa.

-Se acuesta con su monitor de gimnasia. -replicó Sherlock con un tono serio.

-¡Sherlock! -exclamó Cora por lo bajo, dándole un leve codazo.

-Y John, me han dicho que tu te vas con tu hermana, ¿es verdad? -preguntó Molly, mirando a John.

-Si.

-Sherlock se estará quejando... -dijo Molly -. ¿Y tu Cora? ¿Vas a visitar a tus padres por Navidad?

Cora se quedó en silencio, un silencio muy incómodo, cosa que hizo a Sherlock levantar la vista del portátil de la mesa: estaba pálida.

-No. No... voy a ir con mis padres. -replicó ella con un tono algo apenado, ligeramente empañado por el dolor.

-Anda, ¿y eso? -preguntó Molly, curiosa por el motivo.

Cora volvió a quedarse callada, sacando una nota de un sobre que tenía en las manos.

-Mientras os saludabais ha llegado esto para mi. -comentó Cora, bajo la atenta mirada de Sherlock -. Es... un certificado de defunción. -añadió, su rostro poniéndose algo más pálido -. Mis padres han muerto.

En ese momento un silencio sepulcral se instaló en el 221-B de Baker Street. Nadie sabía cómo reaccionar ante la noticia, ni siquiera sabían cómo consolar a la joven.

-Yo... lo siento. Yo...

-No pasa nada Molly. No lo sabías. -replicó Cora con un tono suave -. No has preguntado eso con una mala intención.

-Cora... -dijo Sherlock, empezando a decir algo, cuando fue interrumpido por John.

-No, Sherlock. Es mejor que no deduzcas ni digas alguna de las cosas que sueles acostumbrar.

-Si me disculpáis, voy... a salir un momento. -comentó la pelirroja con una sonrisa algo suave, pero falsa.

-Abrígate bien cielo, no vayas a resfriarte. -le aconsejó la señora Hudson.

-Gracias. -replicó Cora mirando a todos -. No tardaré. -añadió con un tono triste, haciendo que Sherlock se la quede mirando y trate de deducir algo sobre ella, pero como de costumbre, le es imposible, puesto que la joven ha bloqueado sus deducciones.

-Um... Respecto a mi hermana... -dijo John -. Parece que se está enmendando. Ha dejado la bebida.

-No. -sentencio Sherlock con un tono serio.

-Cállate Sherlock. -replicó John con un tono enfadado.

-Veo que tienes nuevo novio Molly, vas en serio. -comentó Sherlock, observándola, decidido a hacérselas pagar por haber provocado que Cora se fuera del piso de esa guisa y tan triste.

-¿Qué? Perdona, ¿qué? -preguntó ella, confusa.

-De hecho, habéis quedado hoy y vas a darle un regalo. -dedujo Holmes.

-Tómate el día libre. -comentó John, algo asqueado.

-Cállate y tómate algo. -sentenció Lestrade con un tono molesto, posando un vaso en la mesa en donde estaba sentado Holmes.

-Pero bueno, seguro que todos habéis visto el regalo de la bolsa. -comentó Sherlock -. Perfectamente envuelto con un lazo. -añadió, levantándose y acercándose a la bolsa que Molly había traído -. Todos los demás están apretujados. Es para alguien especial. Papel rojo, como su barra de labios. -comentó tras coger el paquete -. O es una asociación inconsciente, o lo ha hecho a propósito. En cualquier caso, la señorita Hooper tiene el amor en mente. Que va en serio con él queda claro por el regalo. Eso sugiere esperanzas a largo plazo. Vanas, eso si. Y que será esta noche es evidente por el maquillaje y lo que lleva puesto. Claramente, intenta compensar el tamaño de su boca y sus pechos.

Tras haber deducido todo eso, Sherlock miró la etiqueta del regalo, para ver a quién iba dirigido. Su sorpresa fue grande cuando vio lo que estaba escrito: "Querido Sherlock. Con amor, Molly. xxx".

-Siempre dices cosas horribles. -dijo Molly, reteniendo las lagrimas, dolida por sus palabras -. Todo el tiempo. Siempre. Siempre.

-Lo siento... -dijo Sherlock con un tono arrepentido, tras tomar cuenta de sus acciones -. Perdóname. -añadió, haciendo que John frunza el ceño, extrañado, pues Sherlock no era de disculparse por sus palabras -. Feliz Navidad, Molly Hooper. -comentó, para después darle un beso en la mejilla.

Cuando Molly iba a responder, puesto que estaba algo en shock por el beso, se escuchó un grosero tono de mensaje.

-Oh, no, no he sido... -dijo ella rápidamente.

-No, he sido yo. -dijo Sherlock.

-¿¡En serio!? -exclamó Lestrade.

-¿Qué?

-Mi teléfono. -replicó Holmes.

-¿57...? -preguntó John.

-Perdona, ¿qué? -preguntó Sherlock, obviamente confuso por lo que John había dicho.

-57 mensajes, los que he oido.

Sherlock abrió el mensaje y vio lo que había recibido esa vez: "En la chimenea".

-Qué emoción que los hayas contado... -replicó Sherlock, caminando a paso lento hacia la chimenea. Allí, en la repisa, había un regalo envuelto en papel rojo, con un lazo negro, lo que le recordó a Irene Adler -. Disculpad. -añadió, alejándose de allí.

-¿Qué pasa Sherlock? -preguntó John, mientras lo veía pasar.

-He dicho que me disculpéis. -sentenció el sociópata con un tono más firme.

-¿Contestas alguno? -preguntó John, sin obtener una respuesta por parte de su amigo, quien después se encerró en su cuarto. Una vez en su habitación, Sherlock abrió el regalo, encontrándose con una sorpresa: el teléfono-cámara de Irene Adler. Tras unos segundos, hizo una llamada.

Mycroft estaba en su casa,. Cuando el teléfono comenzó a sonar. Tras suspirar, cogió el teléfono para averiguar quien lo estaba llamando. Al ver el nombre entrecerró los ojos y descolgó.

-Dios santo, ahora no iremos a llamarnos por Navidad, ¿no? ¿Han aprobado una ley nueva? -preguntó Mycroft, mientras se levantaba de su cómodo sillón.

-Creo que esta noche vas a encontrar a Irene Adler. -replicó Sherlock, sin darse cuenta de que John había abierto de forma leve la puerta de su cuarto.

-Ya sabemos dónde está. -replicó Mycroft -. Como tuviste la amabilidad de señalar, apenas importa.

-No, digo que vas a encontrarla muerta. -explicó Sherlock, antes de colgar el teléfono.

-¿Estas bien? -preguntó John.

-Si. -le replicó el joven, cerrándole la puerta de su cuarto en las narices.

Esa misma noche, los dos hermanos Holmes estaban en el Hospital de Barts, caminando hacia la morgue.

-La única que encajaba en la descripción. -dijo Mycroft, pasando dentro del lugar, donde Molly los esperaba -. La he hecho traer aquí. A tu segunda casa.

-No hacía falta que vinieras, Molly. -le dijo Sherlock a la joven, mirándola.

-No pasa nada, todos están ocupados con la Navidad. -replicó ella -. El rostro está bastante desfigurado, puede que sea algo difícil. -añadió, antes de destapar la sábana que cubría la cabeza del cadáver.

-Es ella, ¿verdad? -preguntó Mycroft con un tono algo irónico, como si disfrutara de la situación.

-Enséñame el resto. .-pidió Sherlock.

-Es ella. -sentenció Sherlock tras observar el cadáver por unos instantes, antes de marcharse de la sala.

-Gracias, señorita Hooper. -replicó el mayor de los Holmes con una sonrisa.

-¿Quién es? ¿Cómo la ha reconocido Sherlock sin... verle la cara?

Mycroft no respondió, sino que le sonrió y se marchó de allí. Molly se quedó algo extrañada tras esas palabras.

Una vez fuera de la sala, Sherlock se quedó mirando la lluvia que caía por fuera de la ventana. Mycroft salió de la sala poco después y colocó un cigarro al lado de la cara de Sherlock.

-Eres único. -dijo el mayor de los Holmes con una voz serena.

-¿Por qué? -preguntó Sherlock.

-Feliz Navidad. -replicó Mycrot, aun tendiéndole el cigarro. Sherlock cogió el cigarro y miró de reojo a su hermano.

-Fumar en espacios cerrados... ¿no hay una ley que lo prohíbe? -preguntó, poniendo el cigarro en su boca, dejando que Mycroft le de fuego.

-Estamos en una morgue. No perjudica a tanta gente. -replicó el hermano -. ¿Cómo sabías que estaba muerta?

-Tenía un objeto en su poder. -dijo él, dándole una calada al cigarro -. Uno del que dijo que dependía su vida. Se deshizo de él.

-¿Dónde está ahora ese objeto? -preguntó Mycroft.

Sherlock no le respondió, sino que posó su vista en la puerta de la derecha, donde unas mujeres lloraban desconsoladas.

-Míralos... -comentó Sherlock, observándolos -. Cuánto cariño se tienen... -añadió -. ¿Tu te preguntas alguna vez si somos raros?

-Todas las vidas terminan. -replicó Mycroft, volviendo su vista a ese grupo de personas -. Todos los corazones se rompen. El cariño... no es una ventaja, Sherlock.

Sherlock dejó escapar un soplido con el humo del tabaco, antes de toser de forma leve.

-No me digas que es light. -dijo el sociópata.

-Bueno... apenas la conocías. -comentó Mycroft -. Hay otras personas que deberían importarte... -añadió -. Cómo esa pelirroja que vive bajo tu techo.

Sherlock sonrió, para después sonreír y salir caminando.

-Feliz Navidad, Mycroft. -comentó Sherlock, sin siquiera reparar en ese comentario.

-Y Feliz Año Nuevo. -sentenció Mycroft, viendo alejarse a su hermano. Tras unos pocos segundos Mycroft cogió su teléfono e hizo una llamada -. Va para allá. ¿Has encontrado algo?

-No. -dijo John -. ¿Te ha cogido el cigarrillo?

-Si. -replicó Mycroft con pesadumbre.

-Mierda... Ya viene. Diez minutos. -les dijo John a su pareja y a la señora Hudson.

-En el dormitorio no hay nada. -dijo la señora Hudson.

-Parece que está limpio. Hemos mirado en los sitios de siempre. -dijo John -. ¿Estás seguro de que esta noche es peligrosa?

-No, pero nunca lo estoy -. Tienes que quedarte con él, John.

-Eh, tengo planes... -dijo John -. ¿Por qué no se lo dices a Cora? -añadió.

-Lo he intentado, pero su teléfono está apagado.

-¿Qué?

-¿Cuanto tiempo lleva desaparecida? -preguntó Mycroft.

-Cerca de diez horas... -replicó John -. ¿Crees que le ha pasado algo?

-Informa a Sherlock de ello en cuanto lo veas. Si lo que pienso es cierto, él irá a buscarla y por suerte, se olvidará de sus penas. -replicó Mycroft.

-¡Mycroft...! -exclamó John, puesto que el hermano de su compañero había colgado la llamada -. Lo siento... -le dijo John a su novia.

-Mis amigos se equivocaron mucho contigo. -dijo Janette -. Eres muy buen novio.

-Pues que bien, o sea... siempre he pensado que era bueno...

-Y Sherlock Holmes es muy afortunado. -sentenció Janette, levantándose del sofá del piso, dispuesta a marcharse.

-Janette, por favor...

-No, en serio. ¡Es enternecedor! ¡Harías cualquier cosa por él! -exclamó la joven -. ¡Y él ni siquiera distingue a tus amigas!

-¡No! Yo haría cualquier cosa por ti. -dijo John, llendo tras ella -. Dime qué quieres que haga, ¡dímelo!

-¡No me hagas competir con Sherlock Holmes!

-¡Te pasearé al perro! -exclamó John -. Ala, ya lo he dicho. Lo haré.

-¡Si no tengo perro! -exclamó ella.

-No, porque era de la última... Vale. -dijo John algo serio.

-¡Por Dios! -exclamó ella.

-Te llamaré. -dijo John.

-¡No! -exclamó Janette saliendo del piso de forma rápida.

-Vale...

-Eso no ha estado muy bien, ¿verdad? -preguntó la señora Hudson.

La noche siguió su curso, y ya a las tres de la mañana Sherlock apareció por la puerta de la sala.

-Oh, hola. -comentó John, volviendo su vista para saludarlo.

Sherlock comenzó a analizar la estancia de forma concienzuda, sus ojos verdes escaneando toda la sala de estar.

-¿Estás bien? -le preguntó John.

-Espero que ésta vez no me hayas desordenado los calcetines. -dijo Sherlock con un tono serio antes de marcharse a su cuarto.

Al día siguiente, el único sonido que podía escucharse en el piso era una canción triste que Sherlock estaba tocando en su violín.

La señora Hudson y John entraron a la sala de estar, donde la casera cogió el plato de comida que le había dejado a Holmes, solo para suspirar, pues no había probado nada.

-Bonita melodía Sherlock. No la había oído nunca... -dijo la señora Hudson antes de dejar la salita.

-¿Componiendo? -preguntó John.

-Me ayuda a pensar. -respondió para después seguir tocando el violín, durante unos instantes.

-¿En qué piensas?

-El contador de tu blog sigue parado en 1895. -replicó el sociópata, dejando a un lado su violín.

-Si, está estropeado. -admitió John.

-Estropeado, o te han pirateado y es un mensaje. -replicó Sherlock, tratando de descifrar el código de desbloqueo del teléfono-cámara de Irene Adler: I AM 1895LOCKED. Lamentablemente, dio error, por lo que solo le quedaban 3 intentos para averiguar la contraseña -. Estropeado. -añadió Sherlock, volviendo a coger su violín -. ¿Y Cora?

-Lleva sin aparecer 16 horas... -replicó John. Ante esa respuesta, Sherlock siguió tocando su violín -. Bueno, me voy a dar una vuelta, a ver si la encuentro. -añadió John, dirigiéndose a la puerta de la sala, donde lo esperaba la señora Hudson.

Sherlock seguía tocando, una infinita tristeza irradiando de las cuerdas de su violín.

-Oiga, ¿alguna vez a tenido novia, o novio, o una relación de algún tipo? -le preguntó a la casera.

-No lo sé...

-¿Cómo no vamos a saberlo?

-¡Es Sherlock! ¿Cómo vamos a saber lo que le pasa por esa cabeza loca?

-Ya. Hasta luego. Iré a buscar a Cora. -replicó John, saliendo del piso.

A las pocas horas, el tema de Sherlock había cambiado a uno diferente, siendo este más ameno y dulce. El sociópata estaba pensando en Cora, esa chica que no dejaba de atormentar su cabeza a todas horas... Esa chica que era tan parecida a él, pero llena de sentimientos, y la joven que acababa de perder a sus padres el día de Navidad, habiéndose marchado del piso, y ya habiendo estado desaparecida 16 horas. Dejó de tocar el violín y salió en busca de esa chica de pelo rojo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro