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| -Rompecabezas- |

Los cuatro llegaron a un puerto, donde Lestrade había localizado el coche que estaban buscando.

-El coche lo alquiló ayer por la mañana un tal Ian Monkford. -les informó Lestrade -. Un tipo que se dedicaba a las finanzas. Pagó en efectivo. -comentó mientras caminaban hacia el vehículo -. Le dijo a su mujer que iba de viaje de negocios y nunca volvió.

-¿Todavía sigues con él? -le preguntó Donovan a John, acercándose, bajo la atenta mirada de Cora.

-Si... es mi compañero. -respondió John.

-Y ahora con esa nueva amiguita vuestra... -dijo Sally, interrumpiendo aJ ohn en el proceso -. Los polos opuestos se atraen, pero en el caso de esos dos frikis diría que es lo contrario. Son tan parecidos... Tanto que da grima.

-¿No te ha dejado Cora bien clara la situación? -preguntó John, haciéndole recordar la discusión de hacía unos minutos -. Y para que te quede aún mas claro Donovan: Cora es la sociable y amable de los dos, así que no esperes más tratos de amabilidad por su parte si sigues molestando a Sherlock.

Donovan cerró la boca ante la respuesta de John y no dijo nada más. Sherlock seguía analizando el interior del coche, donde se podía ver un liquido rojo.

-Antes de que preguntes, sí, es sangre de Monkford. -dijo Lestrade -. El ADN concuerda.

-¿No hay cadáver? -preguntó Sherlock, tras sacar su cabeza del interior del vehículo.

-Aún no. -respondió Donovan, quien se había acercado a Lestrade, aún con los orificios de la nariz taponados con papel higiénico, para parar el sangrado producido por el puñetazo.

-Que envíen las muestras al laboratorio. -dijo Sherlock tras alejarse de ellos. Lestrade hizo un gesto a Donovan, quien se marchó de allí. Después de alejarse de Lestrade, Sherlock se acercó a una mujer que había cerca del vehículo, a unos pocos pasos -. Señora Monkford...

-¿Sí? Lo siento... Pero ya he hablado con dos policías. -dijo la mujer con un tono triste.

-No somos de la policía, somos...

-Sherlock Holmes. Un viejo amigo de su marido... -dijo el detective, interrumpiendo a John. Cora alzó una ceja de forma divertida, pues notaba el fingido tono de tristeza de su compañero -. Nos... Nos criamos juntos. -añadió Sherlock.

-No... No le conozco. -dijo la mujer del hombre mientras negaba con la cabeza -. Creo que no le mencionó nunca.

-No puede ser... Seguro que sí. -dijo Sherlock mirando por un breve instante a John, quien se encontraba a su izquierda -. Es terrible ¿verdad? Es decir, no puedo creerlo, si le vi el otro día... -añadió aún con ese falso tono de pena -. El mismo día de siempre, sin preocupaciones...

-Perdone, pero mi marido llevaba meses deprimido. -dijo la mujer, sin un tono de pena aparente, el cual había sido reemplazado por uno de molestia-. ¿Quién es usted?

-Es muy raro que alquilara un coche... ¿Por qué lo haría? Es un poco sospechoso. -dijo Holmes mirando a la mujer frente a él.

-¡Claro que no! Olvidó pagar el impuesto de circulación, eso es todo.

-¡Ah, claro! Muy de Ian... -dijo Sherlock con una breve sonrisa -. Eso era algo muy suyo...

-No, no lo era. -dijo la mujer con un tono ofendido.

-¿Ah, no? -preguntó Sherlock, ya con su tono habitual de voz -. Interesante. -añadió, alejándose del lugar en compañía de John y Cora. Tras pasar el cordón policial, John comenzó a hablar.

-¿Por qué le has mentido?

-A la gente no le gusta contarte cosas, les encanta contradecirte. -respondió Sherlock, mientras dirigía una leve mirada hacia la pelirroja que caminaba a su izquierda -. Tiempo pasado, ¿te has fijado?

-Perdona, ¿qué? -preguntó John, confuso por la formulación de esa pregunta.

-Me he referido a su marido en pasado, y ella también. Un poco prematuro, solo han encontrado el coche...

-¿Crees que ha matado a su marido? -preguntó Watson no comprendiendo del todo la lógica de Holmes.

-No. Un asesino no cometería ese error. -respondió el detective rápidamente.

-Entiendo... -dijo John -. Bueno, en realidad no. -añadió mientras caminaba junto a Sherlock -. ¿Y ahora?

-"Coches Janus" -dijo Sherlock -. He encontrado esto en la guantera... -añadió, dándole una tarjeta a su compañero.


A los pocos minutos, los tres compañeros ya habían llegado al concesionario dónde Ian Monkford había alquilado el coche. Solo quedaban 6 horas hasta el tiempo límite marcado por el terrorista.

-No veo en que puedo ayudarles caballeros, y señorita. -dijo el dueño del local.

-El señor Monkford le alquiló un coche... ayer. -dijo la pelirroja, mirándolo a los ojos.

-Si, buena máquina. Magda RX 8. No me importaría tener uno. -contestó el dueño, sonriendole a Cora.

-¿Es ese? -preguntó Sherlock tras señalar una foto, acercándose un poco por detrás al dueño.

-Eso son Jaguars. -respondió -. Veo que no es un amante de los coches...

-Pero seguro que puede permitirse uno. Un Magda quiero decir. -comentó Sherlock con una leve sonrisa.

-Sí, tiene razón. Pero ya sabe, es como trabajar en una confitería: cuando pruebas los mejores dulces, ya no puedes parar. -le respondió el dueño con una moraleja.

-¿No conoce al señor Monkford? -preguntó Cora, observándolo detenidamente.

-No, solo era un cliente... -respondió con una sonrisa -. Vino y me alquiló un coche. Ni idea de qué le pudo pasar... Pobre.

-¿Ha pasado buenas vacaciones? -preguntó Cora, interrumpiéndolo de golpe, yendo directamente al grano, pues la pelirroja odiaba perder el tiempo.

-¿Eh?

-¿Ha estado fuera, no? -preguntó la joven con un punto de dureza en la voz.

-Ah, el... No, son rayos uva. -respondió el dueño del lugar, tras señalarse de forma leve el rostro -. Estoy demasiado liado para irme. Aunque a mi mujer le encantaría un poco de sol...

-¿Tiene cambio para la máquina de tabaco? -peguntó Sherlock, colocándose al lado de la pelirroja, justo delante del dueño del lugar.

-¿Qué?

-He visto que hay una en la entrada y no llevo suelto. Tengo mono. -dijo Sherlock, extendiéndole un billete. El hombre suspiró y tras sacar su billetera, empezó a rebuscar.

-Em... no, lo siento. -respondió al final.

-Oh... Bueno, gracias por su tiempo señor Itward. Nos ha sido de gran ayuda. -dijo Sherlock tras sonreír y salir del lugar, con John y la pelirroja caminando a su lado.

-Yo tengo suelto si quieres. -dijo John mientras caminaban.

-Llevo parches de nicotina, ¿recuerdas? -le dijo Sherlock -. Me van bien...

-¿Y a qué ha venido eso? -preguntó John, de nuevo confuso ante las acciones de Sherlock.

-Tenía que ver su cartera... -explicó Holmes con un tono simple, a la vez que una ligera mueca de divertimento asomaba en su rostro.

-¿Por qué? -preguntó Watson aún sin comprender.

-El señor Itward miente. -sentenció Cora con un tono serio, mientras caminaba a la par del detective asesor, dedicándole éste una sonrisa a modo de alabanza por sus precisas deducciones.

Tras salir del concesionario del señor Itward, Holmes y sus dos compañeros de piso se dirigieron de nuevo al Hospital de Barts, para examinar con más detenimiento las pruebas que habían obtenido en el escenario de la "supuesta" muerte de Ian Monkford. Sherlock comenzó a mezclar varios compuestos, valiéndose de los tubos de ensayo para agilizar y acelerar el tiempo que precisaban para dar con la respuesta al caso. Mientras Sherlock se encontraba totalmente absorto en sus quehaceres, el teléfono rosa volvió a sonar, indicando que el terrorista estaba a punto de comunicarse con ellos. Tras lanzar un breve suspiro por la tensión de saber lo que esa persona iba a decirle, Holmes descolgó:

-¿Diga? -preguntó con serenidad, mientras la pelirroja no dejaba de analizar las muestras por él, a la vez que mantenía el oído alerta, para poder escuchar de forma leve al terrorista.

-La pista está en el nombre: "Coches Janus". -dijo el joven que iba leyendo las palabras del terrorista.

-¿Por qué ibas a darme una pista? -preguntó Sherlock levemente enfadado, pues sabía que se había quedado algo atascado con ese puzzle, y odiaba tener que admitir que necesitaba ayuda.

-¿Por qué hace las cosas la gente? -preguntó el hombre de forma retórica-. Porque me aburro. -añadió con un ligero tono cínico, haciendo que Holmes sonría de forma fugaz -. Somos el uno para el otro, Sherlock.

-Pues háblame con tu propia voz. -pidió Sherlock con un tono algo más calmado que antes.

-Paciencia. -dijo el hombre, antes de colgar la llamada.

Cora observaba a su compañero con el corazón en un puño: sabía que debían darse prisa para salvar a esa persona. Tras mirar a la pelirroja y asentir para darle las gracias por seguir ella con el trabajo, Sherlock retomó su análisis de las muestras que había obtenido con un aire más determinado. Al cabo de unas horas, Holmes sonrió, indicando que acababa de resolver el enigma de Ian Monkford.


A los pocos minutos de haber logrado hallar los resultados de los análisis, Sherlock junto a John y Cora se encontraba en uno de los garajes de la comisaría de Scotland Yard, donde tenían guardado el coche del supuesto difunto. Mientras caminaban hacia el coche, Cora miró su reloj: solo disponían de tres horas. El tiempo se les estaba agotando muy rápido.

-¿Según tú cuanta sangre había en el asiento? -le preguntó Holmes al Inspector Lestrade.

-¿Cuanta? Casi medio litro. -respondió el hombre con algo de inseguridad.

-No casi, exactamente medio litro. -intercedió la joven pelirroja con un tono algo suave. Sherlock sonrió de nuevo, pues las deducciones de su compañera eran sin duda equivalentes, o incuso más rápidas y agudas que las suyas propias.

-Ese fue su primer error. -comentó Sherlock con cierto tono de superioridad, indicando que estaba a punto de hacer gala de sus habilidades deductivas -. La sangre es sin duda de Ian Monkford, pero estaba congelada.

-¿Congelada? -preguntó Lestrade, visiblemente confundido por este dato.

-Hay claros indicios. -respondió Holmes -. Creo que Ian Monkford donó medio litro de sangre hace algún tiempo y que es la del asiento.

-¿Quien lo ha hecho? -preguntó John, interesado en oír su teoría.

-"Coches Janus". La pista está en el nombre. -dijo Sherlock, recordando lo que el terrorista había dicho.

-El... Dios con dos caras. -comentó John, dejando claro que se había documentado acerca de él, o que como mínimo, recordaba algo de mitología e historia.

-Exacto. -respondió Sherlock con una sonrisa dedicada a su compañero -. Ofrecen un servicio muy especial: si tienes cualquier problema, matrimonial, de dinero,... lo que sea, "Coches Janus" te ayuda a desaparecer. -añadió, mientras observaba de reojo a la pelirroja, quien parecía estar algo pálida a la vez que turbada por algo -. Ian Monkford estaba metido en algún lío, probablemente económico, y no veía el modo de salir. Pero si se esfumara, si el coche de alquiler apareciera con el asiento del conductor manchado de su sangre,... -dijo Sherlock, para después cerrar la puerta del conductor perteneciente al coche de alquiler de Ian Monkford.

-¿Y dónde está? -preguntó John, pues parecía que Sherlock ya había atado todos los cabos del caso, y lo sabía perfectamente.

-Colombia.

-¿¡Colombia!? -exclamó Lestrade, casi atónito e intrigado por saber cómo Holmes lo había averiguado.

-El señor Itward de "Coches Janus" llevaba un billete de veinte mil pesos colombianos en la cartera, y también algunas monedas. Nos dijo que no había viajado recientemente. Pero cuando le pregunté por los coches y giró su rostro, le vi claramente las marcas del sol. Nadie toma rayos uva en camiseta... además de lo de su brazo. -explicó Sherlock, mientras volvía a sonreír.

-¿Su brazo? -preguntó Lestrade, no comprendiendo ese dato.

-Cora... -dijo Holmes, indicándole a la joven que deseaba que fuera ella quien respondiera a la pregunta del Inspector Lestrade.

-No paraba de rascarse, lo tenía irritado y le sangraba: ¿Por qué? Porque hace poco se puso una vacuna de recuerdo. Hepatitis B probablemente, a distancia es difícil saberlo. Conclusión: acababa de volver de acomodar a Ian Monkford en su nueva vida en Colombia. -explicó la joven, devolviendo su mirada a Sherlock, dándole las gracias indirectamente por permitirle exponer sus deducciones, y a la vez, indicándole que debía acabar de relatar su razonamiento.

-La señora Monkford cobra el seguro de vida y lo comparte con "Coches Janus". -dijo Holmes, tras apartar su vista de la pelirroja.

-¿L-la señora Monkford? -preguntó John, atónito.

-Si, también está implicada. -respondió Sherlock, mientras asentía -. Ve a detenerles Inspector, se te da muy bien. -añadió, sonriendo deforma leve -. Hay que decirle a nuestro amigo de las bombas que el caso está resuelto...

Tras decir esas últimas palabras, Sherlock comenzó a alejarse de allí agrandes zancadas.

-¡Estoy lanzado! -exclamó Holmes mientras se marchaba de allí.


A los pocos minutos ya estaban los tres de vuelta en el acogedor piso de Baker Street. Sherlock acababa de escribir un comentario en su blog, para hacerle saber al terrorista que ya habían resuelto el caso:


"Felicidades a Ian Monkford por su re-emplazamiento en Colombia"


A los pocos segundos, el teléfono rosa volvió a emitir un sonido, indicándoles a los tres amigos que el terrorista ya estaba al corriente de la resolución del caso. Sherlock descolgó rápidamente, y tras hacerlo los tres pudieron oír la voz del joven que había usado para transmitir sus palabras.

-Dice... Que ya pueden venir a buscarme. -dijo el joven, con una voz muy baja y atemorizada aún por la misteriosa mente maestra detrás de todo aquel embrollo -. Socorro. Ayúdenme, por favor.

Tras colgar el teléfono, en el rostro de Sherlock volvió a aparecer aquella sonrisa de entusiasmo por aquel juego al que estaban jugando, cosa que ni John ni Cora compartían. Tras suspirar, los tres amigos fueron a acostarse en sus respectivos cuartos.

A la mañana siguiente, ya se encontraban desayunando en un pequeño bar, que ofrecía al consumidor desayunos vegetarianos.

-¿Estás mejor? -le preguntó Holmes a su amigo, quien parecía encontrarse algo pálido, a la par que agotado. La pelirroja por su parte, parecía también haber prescindido del sueño la noche anterior.

-No he parado a tomar aliento desde que esto empezó. -respondió John mientras tomaba un bocado de su desayuno -. ¿Se te ha ocurrido...?

-Seguramente. -dijo Sherlock de forma rápida, interrumpiendo a John, cosa que ya iba siendo frecuente observar para la pelirroja.

-¿Se te ha ocurrido pensar, que quizás el terrorista esté jugando contigo? -preguntó John, mirando a su amigo a los ojos de forma severa -. El sobre, entrar en el otro piso, las deportivas,... Todo iba dirigido a ti.

-Si, lo sé. -replicó Holmes con su habitual sosiego y calma.

-Entonces es él. -dijo la pelirroja, tras tomar un sorbo del café con leche-. Moriarty.

-Tal vez. -contestó Sherlock, observando los gestos de la pelirroja por unas fracciones de segundo, para después volver su vista al teléfono rosa, cuyo sonido acababa de escuchar. Tras desbloquear la pantalla, Sherlock giró el móvil hacia sus dos compañeros para que pudieran ver la pantalla. En ésta, aparecía la foto de una mujer. Junto con la imagen, tres pitidos característicos sonaron.

-Podría ser cualquiera. -dijo Holmes algo exasperadamente.

-Podría ser, si,... -dijo John tras suspirar. Iba a decir algo cuando la pelirroja se le adelantó.

-Por suerte para vosotros, ya llevaba algo de tiempo en paro antes de encontraros. -dijo ella con una sonrisa en los labios.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Sherlock observándola con una ceja levantada, en señal de confusión.

-Por suerte, la señora Hudson y yo vemos demasiado la tele. -replicó Cora con un tono divertido, para después levantarse de su asiento bajo la atenta mirada de los dos hombres. Se dirigió a la barra, y cogió el mando de la televisión del local. Tras pasar por varios canales, se detuvo en uno en concreto. En él salía la mujer que aparecía en la pantalla del teléfono rosa.

Tras hacerlo, el teléfono rosa comenzó a sonar, haciendo que Sherlock descuelgue casi al instante.

-¿Diga?

-Es... un poco... defectuoso. -dijo una voz de mujer -. Lo siento... Es ciega. -añadió con algo de lentitud -. ¡Que divertido...! -exclamó con un tono leve la anciana mujer, era anciana si, por su bajo y lento tono de voz al pronunciar las palabras que le ordenaban.

Mientras observaba a Sherlock hablar por teléfono, la pelirroja se había acercado a la mesa y había vuelto a sentarse en su sitio, a la izquierda de John.

-Te doy... doce horas. -dijo la anciana, de nuevo con algo de lentitud.

Tras observar a la pelirroja y a John de reojo, Sherlock habló:

-¿Por qué haces esto?

-Quiero... verte... bailar. -dijo la mujer, dejando un espacio considerable de tiempo entre sus palabras, creando un momento de tensión. Sherlock abrió de forma leve sus ojos, para después dejar escapar un leve suspiro y colgar el teléfono. Tras guardar el teléfono rosa en su chaqueta, Sherlock volvió su vista a la televisión, la cual estaba transmitiendo la siguiente noticia:

-"Seguimos con la repentina muerte de la famosa presentadora Connie Prince. La señorita Prince, famosa por sus programas de cambios de imagen, fue hallada muerta hace dos días por su hermano en la casa que compartían"-.


Al poco tiempo, los tres amigos ya se encontraban en la morgue del Hospital de Barts, dispuestos a resolver otro de los rompecabezas del maníaco detrás de aquello.

-Connie Prince. 54. Tenía uno de esos programas de cambio de imagen, ¿lo veías? -preguntó Lestrade, mientras los acompañaba dentro de la sala, donde estaba el cadáver.

-No. -respondió Holmes de forma seca y cortante, puesto que no le interesaban los asuntos banales.

-Muy famosa, estaba en todas partes... -apostilló Lestrade, disfrutando de una de las pocas, y raras ocasiones, en las que Sherlock desconocía algo.

-Ya no. -replicó Holmes con el mismo tono severo que había empleado con anterioridad -. Murió hace dos días...

-Murió hace dos días... -dijo la pelirroja con seriedad.

Cora y Holmes se miraron tras haber pronunciado las mismas palabras. Lestrade y John por su parte, observaban divertidos a la pareja.

-Oh, lo... lo siento Sherlock. No pretendía... -dijo la pelirroja, disculpándose rápidamente por haberlo interrumpido.

-Oh, no por favor, diculpame tú. -dijo Holmes, mirándola a los ojos -. Por favor, adelante. -añadió con un tono más amable y menos brusco. La pelirroja le sonrió de forma leve y comenzó a deducir.

-Connie Prince murió hace dos días. Según uno de sus empleados, Raúl de Santos, se cortó la mano con un clavo oxidado en el jardín. -dijo Cora mientras observaba la mano derecha del cadáver -. Una herida fea. La bacteria del tétanos entra en el flujo sanguíneo,...

-Y adiós muy buenas. -apostilló Sherlock con un ligero tono cínico, desprovisto de empatía.

-Supongo... -dijo John, mientras él también comenzaba a analizar levemente el cadáver de la mujer.

-Hay algo que no encaja... -dijo Holmes, tras sopesar un momento las deducciones de la pelirroja con las suyas propias.

-¿Eh? -preguntó Lestrade, algo confuso ante sus palabras.

-No puede ser tan sencillo... -musitó Sherlock -. Si no, el terrorista jamás nos habría dirigido hasta ella. Algo va mal.

Tras empezar a deducir en su mente, Sherlock comenzó a observar el cadáver más de cerca, valiéndose de su pequeña lupa.

-John, el corte de la mano... Es profundo. Habría sangrado mucho, ¿verdad? -dijo, sin apartar su vista del cadáver.

-Si...

-La herida es limpia. Muy limpia... y reciente. -musitó, antes de incorporarse y observar a las personas de la sala -. ¿Cuanto tiempo tendría que haber incubado la bacteria?

-De ocho a diez días. -respondió John con rapidez, haciendo que Sherlock sonría de lado. Al observar la sonrisa de su compañero, John musitó -. El corte se hizo después...

-¿Después de muerta? -preguntó Lestrade, aún atónito.

-Al parecer. La única pregunta es: ¿cómo entró el tétanos en su organismo? -dijo Sherlock con algo de seriedad -. ¿Quieres ayudar,verdad? -preguntó mirando a John.

-Por supuesto. -respondió rápidamente.

-Pasado de Connie Prince: historia familiar, todo. Quiero datos. -pidió Sherlock con autoridad y una voz firme, mientras sus ojos pasaban por un breve instante hacia la pelirroja.

-Bien. -dijo John, para después salir del lugar a paso firme y rapido: debían solucionar este caso cuanto antes. Tras unos pocos segundos de haberse marchado John, Sherlock hizo un leve gesto a la joven que estaba a su lado, para después comenzar a caminar con el propósito de marcharse de allí.

-Hay otra cosa que no hemos pensado... -dijo Lestrade.

-¿Ah, sí? -preguntó Sherlock en el umbral de la puerta.

-Si. ¿Por qué hace esto el terrorista? -respondió Lestrade, mientras se acercaba ligeramente a los dos -. Si la muerte de esa mujer es sospechosa, ¿por qué quiere que lo veamos?

-Un buen samaritano... -respondió Sherlock de forma breve.

-¿"Un buen samaritano" que recluta inmolados? -preguntó Lestrade con una ironía palpable.

-Un mal samaritano... -apostilló Sherlock con un ligero tono de sarcasmo.

-Hablo en serio Sherlock. -dijo Lestrade algo preocupado -. Escucha, te estoy dando plena libertad, confío en ti, pero por ahí hay una pobre mujer envuelta en explosivos y esperando a que resuelvas el rompecabezas... -añadió con un tono de gravedad, indicando que no era un asunto para tomar a broma -. Así que dime: ¿a qué nos enfrentamos?

Sherlock, escuchó pacientemente todo el razonamiento de Lestrade con un semblante serio hasta esa última pregunta, la cual, lo hizo sonreír de lado.

-A algo nuevo. -respondió de forma breve, para después marcharse del deposito dónde estaba el cadáver junto a Cora.


Mientras tanto, la anciana mujer aún seguía con los explosivos pegados a su cuerpo, la cuenta atrás de la detonación siendo más precisa a cada segundo: solo quedaban 8 horas para el plazo final.


Tras salir de la morgue de Berts, Sherlock había regresado a su piso en Baker Street junto a Lestrade y Cora. Había dispuesto un mural con los datos del caso en la pared, entrelazando los hechos con un cordon y con notas.

-Relación, relación, relación,... Tiene que haber una relación. -musitaba Sherlock, mientras paseaba en círculos con las manos en las comisuras de la boca, en su habitual posición de rezo -. Carl Powers: Asesinado hace veinte años. El sujeto lo conocía, lo admitió. Su Iphone venía en un sobre de la República Checa. La primera rehén de Cornwall, la segunda de Londres, la tercera de Yorkshire por su acento. -dijo el sociópata mientras analizaba las conexiones delmural, bajo la atenta mirada de Lestrade y la pelirroja -. ¿¡Qué está haciendo!? ¿¡Recorrer el mundo!? ¿¡Alardear!? -exclamó Sherlock, su tono elevándose cada vez más debido a la frustración.

En ese preciso momento, el teléfono rosa volvió a sonar: el terrorista lo estaba llamando. Tras intentar rebajar su frustración, Sherlock descolgó y activó el altavoz.

-¿Disfrutas con esto... verdad? -preguntó la anciana -. ¿Vas uniendo puntos?

Sherlock y Lestrade se miraron por unos segundos, mientras que la pelirroja se acercaba lentamente a ellos.

-3 horas... -dijo la mujer, rebajándoles el poco tiempo que tenían -. O... ¡bom! -añadió la asustada anciana, para después sollozar y colgar la llamada.

Ante esa inesperada presión, Sherlock dirigió una mirada a Cora, cuyo rostro ahora estaba más pálido. Volvió a juntar sus manos cerca de su boca, y empezó a deducir de nuevo.


En ese preciso momento, John había entrado a la casa que compartía Connie Prince con su hermano. Debía encontrar más información, y rápido.

-Estamos destrozados... -dijo el hermano de la fallecida -. Por supuesto que sí. -añadió, mientras se acercaba a un retrato que tenía sobre la chimenea del salón.

John por su parte, decidió sentarse en el sofá.

-¿Le traigo algo, señor? -preguntó Raúl desde detrás del sofá.

-Eh, um, no, no, gracias. -replicó John, rechazando su oferta. Tras oír esas palabras, el empleado salió de la sala de estar.

-Raúl es mi apoyo. -dijo el hermano de Connie -. No sé qué habría hecho sin él... -añadió, mientras lo veía desaparecer en el interior dela casa.

Ante el comentario del hombre, John giró el rostro para observar al empleado marcharse de allí.

-No siempre estábamos de acuerdo, pero tenía mucho cariño a mi hermana. -dijo el hombre, volviendo su vista a John. Éste por otra parte, estaba intentando desembarazarse del gato sin pelo que se había subido a su regazo, el cual dio un leve maullido cuando John lo cogió.

-Y también... se lo tenía el público, señor Prince. -dijo John, respondiendo de forma leve al hombre.

-Oh, la adoraban... -dijo él -. La he visto coger chicas feas como demonios, y convertirlas en princesas.

John suspiró de forma disimulada, pues el gato era muy insistente, y había vuelto a subir a su regazo.

-Aún así, es un alivio saber qué ha dejado atrás este valle de lagrimas. -dijo el hermano con un tono melancólico.

-Desde luego... -dijo John, mientras "jugaba" con la gata, pues ésta se había empeñado en enganchar su mandíbula a su mano, y no parecía querer soltarse.


Mientras tanto, en el 221-B de Baker Street, Sherlock aún se encontraba tratando de resolver qué tipo de conexión podían compartir los tres rehenes.

-Muy bien. Gracias, gracias de nuevo. -dijo Sherlock tras recibir la respuesta de su interlocutor, para después seguir platicando con él.

-Es una lastima... -dijo la señora Hudson, quien había subido al piso para averiguar qué se traía Sherlock entre manos -. Me caía bien. Te enseñaba cómo combinar colores...

-¿Colores? -preguntó Lestrade, confuso.

-Ya sabe: qué va mejor con qué. -respondió la señora Hudson -. Por lo visto a mi no me va el color cereza... -añadió, haciendo que Cora sonría de forma leve -. Me afea.

Mientras la señora Hudson entretenía al Inspector Lestrade con su cháchara, Sherlock ya había finalizado su llamada y se les había acercado.

-¿Quién era? -preguntó el Inspector.

-Ministerio del Interior. -respondió Sherlock rápidamente.

-¿El ministerio? -preguntó Lestrade más confuso aún.

-Bueno, el ministro en realidad. Me debe un favor. -replicó Holmes con soltura y algo de indiferencia.

-Una chica mona, pero se pasó con los retoques... -dijo la señora Hudson, no aguantando más de dos segundos sin decir algún comentario inútil, según lo calificaba Sherlock -. Como todas hoy en día. ¡Hay gente que apenas mueve la cara! ¿Que tontería, no? -añadió con una carcajada, mientras Sherlock seguía deduciendo el mural para sus adentros.

-Señora Hudson... -dijo Cora con un tono suave pero lleno de advertencias, pues sabía que al Detective Asesor le molestaba bastante la verborrea de la alegre casera.

-¿Veías su programa? -preguntó la casera. Esa pregunta, hizo que Sherlock abriera los ojos durante una fracción de segundo y recogiera algo dela mesa.

-No hasta ahora. -respondió, una vez cogió lo que necesitaba, mientras fijaba de nuevo su vista en el mural. Abrió lo que había recogido, lo cual resultó ser el portátil, y puso en marcha un vídeo del programa de Connie Prince.

-Ese es su hermano. -dijo Cora, intercediendo un momento, identificando al hombre que aparecía en el vídeo junto a la presentadora.

-No eran uña y carne según decían los periódicos... -apostilló la señora Hudson.

-Eso creo. -dijo Sherlock -. He tenido una charla muy fructífera con gente aficionada al programa: webs de fans, pensadas para cotillear. -añadió con ligera ironía y un tono de desgana.


Mientras, John seguía charlando con el hermano de Connie Prince, tratando de sonsacarle más información.

-Si, es más normal de lo que cree la gente... La bacteria del tétanos está en la tierra. -dijo John -. La gente se corta con rosales, astillas,... esas cosas. -añadió, sin darse cuenta de que el hermano de la fallecida se había sentado justo a su lado -. Si no se trata... -John se interrumpió, pues acababa de girar el rostro y se había encontrado de bruces con la mirada del señor Prince -. ¿Qué?

-No sé qué voy a hacer ahora. -dijo el hombre, con su apagado tono de voz -. Me ha dejado esta casa. Es preciosa,... pero sin ella no es lo mismo.

-Po-por esa razón, mi periódico quería escuchar la historia directamente de primera mano. -dijo John, hablando apresuradamente, para encubrir el verdadero motivo de su visita a la casa -. ¿Seguro que no es muy pronto?

-No, no. -respondió el señor Prince con celeridad.

-Bien... -replicó John con un tono bajo y algo serio.

-Dispare... -comentó el señor Prince con un tono algo bajo.

Ante aquel comentario, John se rascó un poco la cara, puesto que estaba nervioso, ya que no sabía qué preguntarle. En cuanto sus manos rozaron sus orificios nasales, captó en ellas un olor poco común.


Sherlock aún seguía analizando el mural, cuando recibió una llamada. Rápidamente se apresuró a contestarla, puesto que la persona que lo llamaba era John.

-¿John?

-Hola. Oye,... ven aquí. Deprisa. -pidió John con un tono de nerviosismo-. Creo que tengo algo. Antes tendrás que apuntar algunas cosas... ¿tienes bolígrafo?

-Me acordaré. -dijo Sherlock, para después salir a escape del piso junto a la pelirroja.


El señor Prince estaba acicalándose en un espejo de la sala de estar, cuando John habló:

-Aquí están. -dijo mientras se giraba levemente para ver entrar a Sherlock y a Cora en la habitación.

-Bien... -dijo el señor Prince.

-Ah! El señor Prince, ¿verdad? -preguntó Sherlock, fingiendo ignorancia, y estrechándole la mano al hombre -. Es un placer conocerle.

-Gracias....

-Lamento lo de su... -dijo la pelirroja mientras se acercaba y le estrechaba también la mano.

-Si, si, muy amable. -dijo el señor Prince con desgana y rapidez.

-(¡Pero bueno! ¿¡Ni siquiera me deja darle las condolencias por lo de su hermana!? Que hombre más desagradable...) -pensó Cora mientras le sonreía de forma falsa, y empezaba a sacar junto a Sherlock, unos cuantos bártulos que éste había traído en una bolsa.

-Tenías razón, se contagió de la bacteria de otra forma... -musitó John en voz baja, mientras le daban los tres la espalda al señor Prince.

-¿Ah, si? -preguntó Sherlock.

-Si. -sentenció John, seguro de si mismo.

-Bueno, ¿preparados? -preguntó el señor Prince, tras observar que Sherlock y Cora sacaban unas cámaras de la bolsa.

-Si. -dijo John -. ¿Quieres... ? -le preguntó a la pelirroja, quien se acercó al hombre y comenzó a fotografiarlo.

-No tan cerca, tengo mala cara de cerca... -dijo el hombre.

-Meow...-dijo la gata, pasando por las piernas de Sherlock.

-¡Anda! -exclamó Sherlock mirando a la gata sin pelo -. ¿Quién es ésta? -preguntó.

-Sejmet. Se llama así por la diosa egipcia. -respondió el dueño de la casa.

-Que bonita... ¿era de Connie? -comentó la pelirroja, con un cierto tono de interés fingido.

-Si. Un regalito de un admirador... -contestó el señor Prince, cogiendo la gata en brazos.

-Sherlock...-dijo John -. ¿Mides la luz? -preguntó con ironía.

Sherlock y Cora se miraron y asintieron, comenzando a deslumbrar al señor Prince con los flashes de las cámaras, haciendo posible que John toque las patas de la gata y vuelva a oler la sustancia sospechosa.

-Por favor, ¿a qué creen que están jugando?. -dijo el hombre entre los flashes de las cámaras.

-¿Perdón?

-¡Son como flor en el puñetero jardín! ¿¡Qué ocurre!? -exclamó el hombre.

-Creo que ya teníamos lo que queríamos. -dijo John de forma apresurada.

-¿Qué? -dijo el hombre, atónito.

-Discúlpenos... -dijo Cora, poniendo pies en polvorosa -. Sherlock.

-Eh, ¿qué? -preguntó desconcertado, pues el inventar una tapadera improvisada era algo complicado para él.

-Tenemos un plazo de entrega... -recalcó la pelirroja, uniéndose a Sherlock para marcharse de allí.

-¡Pero si no han sacado nada! -exclamó el hermano de Connie Prince.

Ya una vez fuera de la casa, los tres amigos estallaron en una carcajada.

-¡Sí! Oh, si.... -dijo John mientras se alejaban de allí.

-¿Crees que fue la gata? -preguntó la pelirroja con ironía -. No fue la gata.

-¡Claro que si! -exclamó John con tenacidad, convencido de su razonamiento-. Así introdujo el tétanos en su organismo. Le apestan las patas a desinfectante...

-Bonita idea... -dijo Sherlock con un tono de voz algo sarcástico, a la vez que sonreía.

-Lo disimuló entre las zarpas de la gata. Hace poco que la tiene, es normal que se asuste. Un arañazo en inevitable. -dijo John,exponiendo su teoría -. No habría...

-Lo pensé en cuanto le vi los arañazos, pero es demasiado fortuito e inteligente para el hermano. -replicó Sherlock de forma más calmada.

-Asesinó a su hermana por dinero. -dijo John.

-¿Ah, si? -preguntó Cora con una ceja levantada.

-¿Ah, no? -preguntó John, pues las miradas de Sherlock y la pelirroja eran casi la misma.

-No. Quería venganza. -replicó Cora con un tono serio.

-¿Quién quería vengarse? -preguntó John, algo perdido.

-Raúl, el criado. -replicó Sherlock, asintiendo por las deducciones de la pelirroja -. Kenny Prince era objeto de las constantes burlas de su hermana. Le acosaba.

-Al final se cansó y se puso a malas con ella. -dijo Cora, añadiendo información a la deducción del sociópata -. Está todo en la web.

-Ella amenazó con desheredar a Kenny. Raúl se había acostumbrado a cierto estilo de vida... -dijo Sherlock, antes de ser interrumpido por John.

-Espera, espera un momento. ¿Y el desinfectante de las patas de la gata? -preguntó John, reteniendo a su compañero y a su amiga de seguir avanzando por la calle.

-Raúl tiene la casa limpísima. ¿Has visto cómo estaba el suelo de la cocina? Fregado a conciencia. -le respondió Cora con cierto aire de seguridad en lo que afirmaba.

-Hueles a desinfectante. La gata no tiene nada que ver. -sentenció Sherlock, para zanjar la discusión -. Los registros de internet de Raúl... -empezó a musitar Sherlock para si mismo mientras caminaba de nuevo,dejando a John atrás con una cara de haber sido un inútil. Cora le sonrió a John, y le dio una leve palmada en la espalda con el fin de animarlo, para después seguir ambos a Sherlock.


A los pocos minutos, Sherlock aparecía por las puertas de la comisaría de Scotland Yard con una carpeta llena de archivos en la mano.

-Raúl de Santos es tu asesino. -dijo el Detective Asesor, caminando hacia Lestrade junto a sus dos amigos.

-El criado de Kenny Prince. La segunda autopsia muestra que no fue el tétanos lo que envenenó a Connie Prince, sino la toxina botulínica. -dijo la pelirroja con un semblante serio, pero confiado.

-Ya hemos pasado por esto. -dijo Sherlock acercándose a Lestrade -. ¿Carl Powers? Toc-toc, nuestro terrorista se repite. -añadió con un ligero tono cómico en su voz.

-¿Y cómo lo hizo? -preguntó Lestrade, pues necesitaba más datos para llevar a cabo una detención.

-Inyección de botox. -dijo Sherlock con una sonrisa muy confiada.

-Inyección de botox. -respondió la joven pelirroja con rapidez.

Ambos jóvenes volvieron a mirarse y sonrieron de forma leve.

-Ya me dejaste paso a mi ¿recuerdas? -dijo Cora con una sonrisa, recordando la vez anterior en la que habían dicho lo mismo -. Ahora es tu turno.

Sherlock asintió y comenzó a explicar su deducción.

-Fue por una inyección de botox.

-¿Botox? -preguntó Lestrade algo confuso, pues no sabía cómo habría podido acabar con Connie Prince.

-El botox es una forma diluida de botulina. Entre otras cosas, el trabajo de Raúl consistía en poner a Connie sus inyecciones faciales.-explicó Sherlock -. Mi contacto en el Ministerio me ha proporcionado todos los datos de las compras de Raúl en internet. Lleva meses pidiendo botox. Esperando el momento oportuno para administrarle una dosis mortal.

-¿Estás seguro? -preguntó Lestrade, cogiendo todos los datos que había en la carpeta que Sherlock había traído.

-Lo estoy. -aseguró el Detective Asesor.

-De acuerdo, a mi despacho. -dijo Lestrade invitando a los tres a que lo siguieran.

-Sherlock, ¿desde cuando? -preguntó John, deteniendo a su amigo.

-¿Qué?

-¿Desde cuándo lo sabes?

-Este ha sido muy fácil. El terrorista se repite, ha cometido un error. -respondió Sherlock con su calma habitual.

-Pero Sherlock, ¡la rehén! ¡La anciana! -exclamó John algo frustrado por la aparente falta de empatía de su colega -. ¡Lleva allí todo este tiempo!

-Sabía que podía salvarla y que el sujeto nos había dado doce horas. Resolví el caso deprisa, eso me dio más tiempo para otras cosas. -respondió Sherlock aún sin rastro alguno de preocupación por la rehén -. ¿No lo ves? ¡Le llevamos ventaja! -añadió con una euforia casi palpable, para después ir al despacho de Lestrade.

John se quedó ahí parado junto a la pelirroja.

-¿A ti te parece normal, Cora? -preguntó, observando a la joven.

-¿Hm? ¿El qué?

-¿¡Qué va ser!? ¡Que Sherlock no se preocupe para nada de la rehén! -exclamó John, dejando claro que estaba muy frustrado con el sociópata.

-Es obvio que ahora no piense en ella. Ha dejado a un lado ese pensamiento para poder trabajar más deprisa en resolver el caso. De esa forma, podría salvarle la vida a la anciana. -respondió la joven mirando a John.

-¿¡Pero tu te estás oyendo!? ¡Hablas cómo él! -le recriminó a la pelirroja -. Ni siquiera pareces estar afectada por lo que pueda pasarle a esa pobre mujer...

-¡No pagues tus frustraciones conmigo, John! -exclamó la joven, su rostro pasando a estar pálido -. ¡No creas que se me hace fácil mantenerla compostura en este tipo de situaciones! ¡Pero ahora es lo único que podemos hacer para salvarla! ¿¡Entiendes!?

-Si,... Yo... lo siento. -dijo John algo más sereno mientras la observaba.

-No te preocupes. Todos estamos estresados con esto... -contestó ella, calmando sus nervios.

Al poco tiempo de haber llegado a la comisaría, Sherlock ya estaba enviando su respuesta al terrorista gracias a un ordenador que Lestrade le había facilitado, en su despacho. Accedió a su pagina web y comenzó a escribir:


"Raúl de Santos, el criado. Botox."


Después de que hubieran pasado unos pocos segundos de haber escrito el mensaje y haberlo publicado, el teléfono rosa sonó una vez más. Sherlock contestó con calma.

-¿Diga?

-Ayúdenme. -pidió la anciana con un leve sollozo.

-Díganos dónde está. -ordenó Sherlock, pues debían averiguarlo para ir a rescatarla -. Una dirección.

-Su voz...

-No, no, no, no me cuente nada sobre él. -dijo Sherlock rápidamente -. ¡Nada!

-Su voz era tan... suave -dijo la mujer. Antes de que algo más llegara a sus oídos, un disparo pudo oírse a través del teléfono: la anciana había sido asesinada.

-¿Hola...? -preguntó Sherlock, no queriendo afirmar el hecho de que había sido asesinada. La línea únicamente emitía un pitido largo y silencioso. Nada había ya que pudieran hacer por la anciana.

-Sherlock... -dijo Lestrade, observando cómo la cara de Sherlock parecía palidecer durante un leve instante.

-¿Qué ha pasado? -preguntó John observando a su amigo.

Cora,quien estaba apoyada en la pared con la cabeza gacha, alzó su rostro y asintió, para confirmar la terrible sospecha de Lestrade y John. Tras aquel gesto por parte de ella, Sherlock devolvió el teléfono a su chaqueta y la sala quedó en silencio.


Todoamaneció con calma en el 221-B Baker Street. Cora estaba en sucuarto, tocando música, no queriendo escuchar nada aquella mañana.Se sentía culpable. Ella se decía que había sido culpa suya, quedeberían haber actuado más deprisa... Por su parte, Sherlock estabasentado en su sillón, al igual que John, observando las noticias deaquella mañana, dónde se decía que una anciana había muertodebido a una explosión en su piso.


-"La explosión, que ha afectado varias plantas, y matado a 12 personas, se cree que se ha producido por una tubería de gas defectuosa..."


-Un edificio entero... -dijo John mirando a Sherlock por un instante.

En ese momento, Cora emergió de su cuarto, y tras observar un momento la televisión, se sentó en el sofá.

-Si que se mueve rápido... -musitó el doctor en voz baja.

-Es evidente que he perdido este asalto, aunque técnicamente he resuelto el caso. -dijo Sherlock, provocando que tanto John como Cora, lo miren de forma incrédula tras oír sus palabras -. Ha matado a la anciana porque comenzó a describirle... Por una vez, se ha puesto en la línea de fuego.

-¿Qué quieres decir? -preguntó John, con un tono de voz algo serio.

-En general, él debe estar por encima de todo. Organiza estas cosas, pero nadie tiene contacto directo con él. -respondió Cora, adelantándose a su compañero.

-¿Como el asesinato de Connie Prince? -preguntó John -. ¿Lo organizó él? ¿La gente acude a él para preparar sus crímenes? ¿Como reservar unas vacaciones?

-Original... -dijo Sherlock, su voz adquiriendo un tono suave y lleno de expectativas.

En ese momento, una noticia llamó su atención: por lo visto, acababan de detener a Raúl de Santos por el asesinato de Connie Prince.

-Esta vez se lo toma con calma... -dijo Sherlock observando el teléfono de reojo.

Tras suspirar, John habló:

-¿Hay algo del caso de Powers?

-Nada. Todos sus compañeros de clase están limpios. Ninguna relación. -respondió Sherlock.

-Puede que el asesino fuese mayor que Carl... -dijo Cora tras suspirar.

-Ya lo había pensado... -musitó Holmes con calma.

-¿Y por qué lo hace? ¿Jugar a esto contigo? -le preguntó John, ya harto de tener que seguirle el juego al terrorista -. ¿Quiere que lo cojan?

-Creo que quiere distraerse... -dijo Sherlock casi en un susurro.

-Espero que seáis muy felices juntos... -dijo John con ironía y sarcasmo, levantándose del sillón.

-Perdona, ¿qué? -preguntó Holmes, mirando a su compañero.

-¡Hay vidas en juego! -exclamó John, apoyando sus manos en el respaldo del sillón -. ¡Sherlock! ¡Vidas humanas! ¿¡Es que no te preocupan lo más mínimo!? -le espetó a su amigo, a la vez que su tono iba elevándose.

-¿Eso ayudaría a salvarlas? -preguntó Sherlock con un tono sereno e inalterable.

-No. -respondió la pelirroja, observando a ambos hombres. Ante su respuesta, John le lanzó una mirada, como si le estuviera pidiendo ayuda para que Sherlock comenzase a preocuparse. Cora sin embargo, negó con la cabeza, pues aunque fuera brusco, ella opinaba al igual que Sherlock: preocuparse no haría que salvar a los rehenes fuera más fácil.

-Pues entonces seguiré sin cometer ese error. -sentenció Sherlock sin inmutarse un ápice.

-Y eso te resulta fácil. -comentó Watson con algo de ira.

-Si, mucho. -respondió Holmes -. ¿Te sorprende?

-No, no... -dijo John, casi en una carcajada sarcástica.

-Te he decepcionado... -sentenció Sherlock, tras observar el rostro contrariado de su colega unos segundos.

-Si, es una buena deducción. -respondió John -. A Cora también la has decepcionado, aunque no quiera decírtelo. -añadió, señalando a la joven, que acababa de incorporarse del sofá, y caminaba en dirección a su cuarto

-Cora. -la llamó Holmes, con un tono más suave.

Ella se detuvo en su sitio, justo en el umbral del pasillo que conducía a su cuarto.

-¿Es eso cierto? ¿Tu también estás decepcionada? -preguntó el Detective Asesor con un tono serio, pero algo más suave y bajo.

-¿Y eso qué más da? -dijo ella, sin siquiera girar su rostro para mirarlo. Aunque compartiera ciertos puntos de vista con él, Sherlock era demasiado radical en ese tipo de cosas, siempre actuando sin sentimientos de por medio. Eso, era algo de lo que Cora no podía carecer. Ella podría ser igual a él, sí, pero ella era capaz de sentir. Cora era muy visceral en lo que se refería a las vidas de otras personas, así que, no podía comprender cómo Sherlock no podía siquiera preocuparse por ellos. Por todas esas razones... ella estaba decepcionada con él.

-Cora... Tu también estás decepcionada, por tu tono de voz...

-No digas ni una palabra más Sherlock. No te atrevas. -amenazó la joven con un tono serio, interrumpiéndolo al instante. Al ver así a su compañera de piso, Holmes decidió escuchar lo que ella tenía que decirle -. ¿¡Cómo puedes no preocuparte por las vidas de las personas que hay en juego, ni siquiera un ápice!? -le espetó Cora, girando su rostro para mirarlo. Sus ojos rojos centelleaban de furia-. ¡Son vidas humanas! ¡Preciosas y cortas! ¡No determines de esa forma su muerte!

-¿Porqué no? ¿Qué importan unas cuantas vidas? Hay personas suficientes en este mundo. -respondió Holmes con un tono sereno.

-¡No entiendo cómo puedes decir eso Sherlock! -exclamó ella, girando su cuerpo por completo y cruzándose de brazos, resistiendo la tentación de abofetearlo de nuevo, pero esta vez más fuerte.

-No conviertas a la gente en héroes Cora, si existieran los héroes yo no sería uno de ellos. -le respondió el detective con severidad.

Tras unos segundos de incomodo silencio, el teléfono rosa volvió a emitir un tono de mensaje.

-Excelente. -dijo Sherlock, apresurándose a coger el teléfono. Junto a dos pitidos, se podía ver en la pantalla del teléfono la foto de un río-. Una vista del Támesis. Southbank. Entre el puente de Southwark y el de Waterloo. -dijo el joven tras deducir el lugar -. Comprueba los periódicos John, Cora yo miraremos en la red.

Cora y John permanecieron en silencio, mirando a Sherlock sin decir nada.

-Oh, os habéis enfadado conmigo y no me vais a ayudar... -comentó Holmes tras ver sus rostros. Éstos negaron con la cabeza, afirmando que no iban a ayudarlo -. No vais a conseguir mucho preocupándoos...


Tras unos segundos en silencio, Cora cogió su teléfono móvil y comenzó a buscar información, mientras que John empezaba a buscar por el periódico.

-Suicidio en un pasaje. -dijo John, comenzando a buscar noticias locales.

-Muy común. -dijo Holmes.

-Hombre hallado en las vías de un tren. Andrew West. -dijo John de nuevo.

-¡Nada! -dijo Sherlock de forma exasperada. Tras unos segundos, tecleó en su teléfono móvil -. ¿Sabes de algo en Southbank entre el puente de Southwark y el de Waterloo?


A la mañana siguiente, una vez el nivel del agua en el río Támesis hubo descendido, obtuvieron lo que buscaban. La nueva prueba del terrorista.

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