Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

| -Juicio- |

A las pocas semanas, casi apenas dos, los tres compañeros de Baker Street se encontraban preparándose con sus mejores atuendos para asistir al juicio que tendría lugar a las puertas del Old Bailey, pues Moriarty había logrado atraer mucha atención al haberse colado en El Banco de Inglaterra, El Penal de Pentonville y la Torre de Londres al mismo tiempo. Se había acordado que Sherlock y Cora acudirían como testigos de la acusación para testificar, y así dar al jurado toda la información de la que dispusieran acerca de Moriarty. A la joven pelirroja no le agradaba nada la idea de volver a ver el rostro de ese maníaco, pero mientras daba unos últimos retoques a su maquillaje trató de guardar la calma. John por su parte, estaba arreglando su corbata frente al espejo de la sala de estar, mientras que Sherlock lo observaba. En cuanto vio que estaba listo, Holmes decidió comprobar cómo estaba la joven de ojos rojos, por lo que se dirigió al aseo.

–Todo saldrá bien, todo saldrá bien,...

Eso fue lo que Sherlock pudo escuchar salir de los labios de su novia, en un fútil intento por calmar sus inquietudes. Con calma se acercó a ella por la espalda y la abrazó con cariño mientras daba un beso en su sien.

–Estás preciosa. –le dijo el detective con una sonrisa tranquilizadora a la mujer.

–¡Oh! –exclamó ella, sobresaltándose por un instante–. Sherlock... Tu tampoco estás mal. –comentó tras voltearse, y observar la figura del hombre que más amaba en el mundo.

–Intenta calmarte. –le sugirió el joven de ojos azules mientras le sonreía y acariciaba su rostro–. Moriarty no te hará nada, no estando yo delante, porque te juro que si veo un solo indicio o gesto suyo hacia ti, nada ni nadie, ni siquiera el juez, podrán detenerme antes de que le de un puñetazo o algo peor.

–Sherlock... –musitó Cora con una voz suave y muy cariñosa, antes de abrazarlo y apoyar su cabeza contra su pecho, escuchando el fuerte latido de su corazón–. Gracias.

–Cora, yo te-

–¡Vamos pareja! ¡Ya hablaréis luego! –exclamó John desde la sala de estar, interrumpiendo al sociópata de golpe.

–Si, es mejor que vayamos. –coincidió Sherlock tras carraspear.

Ambos jóvenes se tomaron de la mano y salieron del aseo, encaminándose a las escaleras. Tras bajar y llegar a la entrada del piso, ambos se pararon y dejaron paso a John, quien posó su mano en el pomo de la puerta.

–¿Listos? –preguntó John mientras los observaba.

–Sí. –replicaron ellos mientras asentían.

John procedió entonces a abrir la puerta, dejándolos expuestos a los exaltados reporteros y periodistas, que en cuanto los vieron, comenzaron a aglomerarse para poder acercarse a ellos mientras los bombardeaban con preguntas. Los policías que estaban apostados en la entrada hacían todo lo que estaba a su alcance para evitar que molestaran a Sherlock, John y Cora, pero era bastante tedioso y difícil, sin embargo, lograron abrirles camino hasta el coche que los estaba esperando. Cora se aproximo lo máximo posible a Holmes mientras caminaba, pues detestaba ser el foco de atención. Ante la señal de John de que entrara en el coche por la puerta más cercana, la joven pelirroja sintió la mano de su novio en su espalda, como si intentara darle confianza mientras la ayudaba a entrar al vehículo. Tras ver que Cora entraba sin problemas al coche policial (pues era un coche de la policía), Sherlock entró pocos segundos después, seguido de John, que había entrado por el otro lado. Al comprobar que ya se habían metido en el coche, los dos policías entraron y arrancaron el vehículo, para después encender la sirena y encaminarse a su destino.

Mientras el coche se aproximaba a Trafalgar Square, John se giró hacia Sherlock.

–Recuerda...-

–Sí. –replicó Sherlock al instante, sin dejar que el doctor continuara su charla.

–Recuerda...-

–Sí.

John apartó la vista con un gesto molesto en el rostro, pues no soportaba que el sociópata lo interrumpiera.

–Recuerda lo que te dijeron: no te hagas el listillo. –dijo John de forma rápida en un t¡intento de evitar cualquier tipo de interrupción por parte de Holmes.

–No. –dijo Sherlock, alzando su tono por encima del de John.

–Y por favor, se breve y conciso.

–Dios nos libre de que el testigo estrella del juicio quede como alguien inteligente... –comentó la pelirroja con un tono algo bajo, señal de que aún no se encontraba cómoda en esa situación.

–Inteligente, bien. Dejemos a un lado lo de listillo. –comentó John algo serio.

–Seré yo mismo, y Cora hará lo propio. –replicó Sherlock con un tono monótono, como si no le importara en lo más mínimo lo que dijera el ex-soldado.

–¿¡Me estás escuchando!? –exclamó John irritado y casi fuera de sus casillas debido a la impertinencia de Sherlock.

Ante su pequeño estallido de furia, la joven de ojos rojos soltó una leve carcajada, provocando que John dirigiera su mirada hacia ella.

–Deberías intentar hacerlo entrar en razón Cora, no animarlo. Eso no os pondrá las cosas fáciles en el juicio. –le sugirió John a la pelirroja con una voz preocupada–. Habla con él. Seguro que a ti te escuchará... –añadió antes de girar su rostro hacia la ventana del coche.

Cariño... –dijo Cora con un tono muy suave para llamar la atención de Sherlock, que parecía ausente–. No hagas enfadar a John solo por divertirte. Ambos sabemos que tiene razón y debes escucharle. Por favor... –apeló la joven de cabellos carmesí mientras tomaba la mano de su novio, para después murmurar un Sí de forma desinteresada, provocando que la joven sacuda la cabeza.

Mientras tanto, Jim Moriarty ya estaba esperando en el banco de acusados. La sonrisa burlona de su rostro no flaqueaba en ningún momento, dejando claro que no todo iba a ser como parecía.

–¿Le importaría meterme su mano en el bolsillo? –le preguntó el Criminal Asesor a la policía que estaba a su lado, cacheándolo por posibles armas u objetos de índole doliente.

La policía miró al compañero que estaba sujetando a Moriarty, quien asintió sin ninguna duda, a lo que la joven policía se dispuso a meter la mano en el bolsillo de sus pantalones, sacando una cajetilla de chicles mentolados. Al ver eso, Jim sacó su lengua, y la policía colocó el chicle en ese lugar.

–Gracias... –dijo Moriarty mientras masticaba el chicle y sonreía.

Antes de que el juicio comenzara, Sherlock había decidido refrescarse un poco en los baños del lugar, pues presentía que no iba a ser todo tal y como pensaba. Mientras se lavaba las manos un anuncio se pudo escuchar por los altavoces.

Caso Moriarty. Por favor, vayan entrando a la sala 10

Mientras tomaba un papel para poder secarse las manos, Sherlock escuchó un fuerte golpe detrás de si mismo, como si acabara de caer un objeto voluminoso.

–Es usted... –dijo una voz femenina, que obviamente no pertenecía a la pelirroja, pues el detective lo habría notado al instante.

Sherlock giró de forma leve el rostro, y por el rabillo del ojo, pudo notar que la mujer tenía un pin en la solapa de la chaqueta en el que ponía:

I ❤ Sherlock

–Se ha equivocado de baño. –sentenció Holmes con una nota de molestia en su voz, pues estaba haciéndole perder un tiempo precioso.

–Le admiro mucho... –comentó ella con un tono de adoración.

–Evidente. –replicó él con ironía.

–Leo sus casos. Los sigo todos. –confesó la mujer con aún ese tono de admiración–. ¿Me firma la blusa, por favor? –añadió, retirando parte de su chaqueta, dejando al descubierto una leve parte de su piel y senos. La mujer también sacó un bolígrafo permanente de su bolsillo, que sujetó para que Sherlock lo cogiera.

–Hay dos tipos de fans. –sentenció el detective.

–¿Eh?

–Atrápame antes de que vuelva a matar..--Tipo A. –replicó él.

–Ajá,... ¿Cuál es el tipo B?

–Mi dormitorio está muy cerca en taxi.

–¿De qué tipo soy? –preguntó la mujer con un tono ligeramente ansioso.

–De ninguno. –sentenció Sherlock tras hacer una rápida deducción de la mujer.

–¿En serio? –inquirió ella algo nerviosa, mientras parpadeaba con rapidez.

–No es admiradora. Esas marcas de su antebrazo son del borde de un escritorio: a tecleado con prisa, agobiada. Seguramente por cumplir un plazo. –explicó Sherlock, dando a conocer parte de su razonamiento y deducción con un tono serio y hastiado, nada amable.

–¿Es todo?

–Y tiene una mancha de tinta en la muñeca y un bulto en el bolsillo izquierdo.

–Revelador... –comentó la mujer con un tono algo complacido.

–La mancha es intencionada; para saber si soy tan bueno como dicen. –dedujo Sherlock rápidamente antes de inclinarse, coger su muñeca y olerla ligeramente–. Hum, oleosa. De la que se usa en la impresión de periódicos. –añadió algo serio–. Pero extendida con un dedo índice... Su dedo. –comentó mientras tomaba la otra mano de la mujer, dejando al descubierto el índice manchado con restos de la tinta.

La mujer dio una leve carcajada complacida, pues parecía haber logrado lo que deseaba.

Periodista. Dudo que se manche las manos en la imprenta... –comentó tras atar los cabos–. ¡La ha puesto ahí para probarme...!

–Caray, me está cayendo bien.

–Quiere decir que sería un buen titular: Sherlock Holmes el hombre del sombrero.

Kitty Riley. –se presentó la mujer de un cabello castaño cobrizo mientras se despojaba de la gorra de caza que llevaba–. Un placer conocerle. –añadió extendiéndole su mano al Detective Asesor.

–No. Le estoy ahorrando el trabajo de preguntar: No, no voy a concederle una entrevista, y no quiero dinero. –replicó Sherlock en un tono serio y algo frustrado, pues sabía a ciencia cierta que cualquier tipo de información podría poner en serios problemas a su querida pelirroja, y no deseaba nada de eso. Debía protegerla. Trató de marcharse del baño pasando al lado de la mujer, pero ésta lo siguió.

–Cora Izumi y usted--¿solo es platónico? ¡Creo que no! ¿O acaso es algo entre usted, Cora Izumi y John Watson? –lo interrogó ella tras perseguirlo a grandes zancadas, cerrando la puerta impidiendo que se marchara e invadiendo su espacio personal.

Sherlock respiró notablemente y la observó con una mirada colmada de ira.

–Entre la prensa hay... todo tipo de cotilleos sobre ustedes. En especial de la señorita Izumi. Muchos dicen que su pasado comenzó en Baskerville, lugar en el que resolvieron uno de sus casos, según John Watson, aunque él lo trata como una historia de experimentos ficticios, pero yo sé que no es así. Hay rumores acerca de que posee habilidades especiales, y que incluso su implicación con James Moriarty es de dudosa moralidad. Sé que hay algo más. Y no hablemos ya de su relación con ustedes dos... obviamente parece ser el típico caso de una caza-fortunas, pero... –le informó la periodista con un tono serio, señal de quería aparentar que parecía saber más de lo que sabía realmente–. Tarde o temprano necesitará a alguien de su lado. Alguien... que aclare las cosas. –añadió con una sonrisa satisfecha mientras metía su tarjeta de contacto en el bolsillo de la chaqueta de Holmes.

–¿Y cree que es la apropiada para eso, no? –inquirió Sherlock con un tono de ironía tras soltar una leve carcajada, pues no le habían agradado nada las palabras acerca de su novia, y estaba decidido a hacérselo pagar con creces.

–Soy lista, y puede confiar en mi... completamente. –replicó ella con un tono meloso.

–¿Lista? Vale. Periodista de investigación... Bien. Míreme y dígame lo que ve. –comentó Sherlock mientras se distanciaba un poco de ella–. Si es habilidosa no necesitará la entrevista: Puede adivinar lo que necesita.

Ante ese rápido comentario por parte de Holmes, Kitty se quedó sin hala, pues claramente no podía deducir ni por asomo nada sobre él, a lo que el sociópta sonrió totalmente satisfecho, pues ahora se divertiría a su costa.

–¿No? Bien, me toca: Veo a alguien que sigue esperando su primera gran exclusiva, para que su redactor jefe se fije en ella. Lleva una falda cara, pero le ha cogido el dobladillo dos veces, la única elegante que tiene. Y las uñas no puede permitirse hacérselas a menudo. Veo a una persona ávida, no-inteligente, y desde luego, no veo que sea de fiar, pero si quiere le daré una declaración con cuatro palabritas –dijo Sherlock tras deducir todo aquello de ella, antes de coger el dictáfono de su bolsillo y sujetarlo cerca de su boca, antes de concluir de forma lenta y recalcando cada una de las palabras–: Usted...me...da...grima.

Tras decir aquellas palabras con gran satisfacción, el Detective Asesor salió del baño para empezar el juicio de una vez.

A los pocos minutos de esa escena en los baños, Cora y Sherlock se encontraban en el banco de testigos de la sala diez del Old Bailey para dar su testimonio. John por su parte, se encontraba en los bancos superiores, observando el desarrollo del juicio.

–¿Un Criminal Asesor? –preguntó la acusación observando a Sherlock.

–Sí.

–Palabras suyas... ¿puede ampliar esa respuesta señorita Izumi? –inquirió la acusación girándose hacia la pelirroja, quien se encontraba en un estrado cercano al de Sherlock.

–James Moriarty ofrece sus servicios. –replicó la joven intentando calmar su pulso, al mismo tiempo que frotaba sus manos, pues sabía que si no se controlaba acabaría por envolverse en llamas carmesí.

–¿Por su cuenta? –preguntó la acusación mientras se giraba hacia Moriarty, quien ahora se encontraba mascando el chicle aún con una sonrisa en el rostro.

–Sí.

–Pero no de los que vienen a repararte la calefacción...

–No, de los que colocan una bomba o planifican un asesinato, pero seguro que le dejaría la caldera como nueva. –comentó Sherlock, intercediendo por la pelirroja, lo que provocó una carcajada entre los asistentes.

–Bien, señor Holmes, ¿lo describiría como-?

–Protesto.

–¿Qué?

–Es una pregunta capciosa. El juez admitirá la protesta. –sentenció Sherlock con un tono serio mientras observaba a la acusación.

¡Señor Holmes...! –exclamó el juez.

–Pregúnteme cómo lo describiría, qué opinión me he formado de él... –comentó el detective–. ¿No le enseñaron eso?

–Señor Holmes, no necesitamos su ayuda. –sentenció el juez con un tono serio.

En ese momento, la pelirroja observó como Kitty se sentaba próxima a John, y tras deducir ligeramente a la susodicha, sonrió de forma imperceptible, pues Sherlock parecía haberla hecho morder el polvo por haberla intentado difamar.

–¿Cómo describiría a este hombre? Su carácter.

–Primer error. James Moriarty no es un hombre: es una araña. Una araña en el centro de su tela. Una red criminal con miles de hilos, y él sabe exactamente cómo mover cada uno de ellos. –replicó Holmes con un tono serio y algo rencoroso, a lo que Moriarty asentía con un rostro impasible.

–Señorita Izumi, ¿desde cuando-?

–No, no, no. No haga eso. Esa no es una buena pregunta. –intercedió Sherlock, intentando por todos los medios salvar a su novia de aquel interrogatorio en particular.

–¡Señor Holmes...! –exclamó el juez, llamándolo al orden.

Está bien. –replicó la pelirroja dando una mirada hacia Sherlock para tranquilizarlo, pues notaba que se encontraba nervioso y preocupado por ella–. Nos hemos visto en dos ocasiones a decir verdad. Tanto yo como el señor Holmes estábamos presentes en esos encuentros. Diría que en total... no sumaron más de cinco minutos. –rememoró la pelirroja de ojos carmesí mientras aventuraba una mirada hacia el banco de los acusados, encontrándose con la mirada fría de Moriarty–. Me secuestró y me llenó de explosivos, concretamente en un momento en el que me encontraba recuperándome de una reciente herida mortal. Ésta se abrió una vez más por ese incidente. Más tarde me ató un ancla pesada a la espalda y me lanzó a una gran profundidad de agua. Cuando al fin parecía haber acabado, intentó volarnos por los aires.

–Esta chica está que echa fuego... –mencionó Moriarty tras escuchar los alegatos de Cora, quien sintió un estremecimiento.

–Señorita Sorrel... ¿en serio afirma que este hombre y esta mujer son unos expertos, tras conocer al acusado durante solo cinco minutos? –inquirió el juez algo incrédulo.

–En solo dos minutos. Me sobraron tres. –sentenció Sherlock para intentar evitar que la atención de la acusación y el juez se desviara de su novia, quien ya parecía bastante nerviosa.

–Señor Holmes, esa cuestión le compete al jurado.

–¿Ah, sí? –inquirió Sherlock mientras giraba su rostro y observaba al jurado.

Esto provocó que John se lleve las manos a la cabeza, pues sabía que el detective comenzaría a alardear sobre sus habilidades deductivas y Cora por su parte, negó con la cabeza y gesticuló un no.

–Una bibliotecaria, dos profesores. Dos trabajos con mucha presión. La portavoz es secretaria médica, a juzgar por la taquigrafía...

–Señor Hol-

–Siete están casados y dos engañan a sus cónyuges, uno con otra, al parecer. Oh, y han tomado té con galletas: ¿sabe quién se tomó el barquillo? –finalizó el sociópata, tras haber interrumpido al juez.

–¡Señor Holmes, se le ha citado para responder a las preguntas de la señorita Sorrel, no para que nos haga una exhibición de su destreza intelectual! –exclamó el juez contrariado–. Responda con brevedad y concisión.

Holmes miró hacia los asistentes al juicio con una sonrisa de superioridad, encontrándose con la dura y reprochadora mirada de John. Dirigió su mirada hacia Cora ésta vez, quien de pronto parecía haber palidecido.

–Cualquier otra cosa será considerada desacato. –sentenció el juez–. ¿Será capaz de sobrevivir unos minutos... sin alardear?

Ante esa pregunta del juez, Sherlock fue a replicar algo tras tomar aliento cuando Moriarty levantó su brazo, como si de una clase se tratase, pidiendo permiso para hablar.

–¿Me permitiría decir algo, su Señoría?

–Adelante señor Moriarty.

Ante ese permiso por parte del juez, Jim dirigió su mirada hacia Cora, y con una sonrisa poco menos macabra volvió a hablar.

–Me gustaría aproximarme al banquillo de los testigos, su Señoría. Tengo algo que quisiera compartir con la señorita Izumi.

–Tiene mi permiso, pero compórtese con decoro, o me veré obligado a hacerlo regresar a su celda.

Con esa macabra sonrisa aún en el rostro, Moriarty se acercó hasta el banco de acusados de Cora y se plantó justo frente a ella. Después de observarla por unos instantes se lamió ligeramente los labios en un gesto indecente, a lo que Sherlock comenzó a perder su auto-control.

Esto es de parte de Papá y Mamá... –susurró de forma inaudible para el juez, pero que por supuesto, Holmes pudo escuchar sin problemas.

Ante aquellas palabras, el rostro de la pelirroja palideció aún más que antes y observó con sus ojos llenos de terror cómo Moriarty sacaba unas fotografías de su bolsillo junto con una piruleta, tomando cuidado de que el juez no lo notara. En esas fotos, se podían ver de forma clara los cuerpos sin vida y mutilados de forma salvaje... de Eric e Isabella Izumi.

No te preocupes muñeca... Pronto jugaré contigo... –comentó el Criminal Asesor dando una mirada hacia Sherlock, cuyo rostro estaba retorcido en un gesto lleno de odio y con un brillo asesino en los ojos–. Primero debo destruir el corazón... –añadió mientras tocaba de forma leve el pecho de la joven, en lo que parecía ser un gesto de colocar bien la chaqueta de ella.

Sherlock ya no se pudo controlar más y se lanzó a por Moriarty, acabando ambos en el suelo entre forcejeos y puñetazos que el Detective Asesor le propinaba al criminal.

A las pocas horas, Cora y John se encontraban junto a Sherlock, quien estaba firmando unos papeles para su salida del juzgado, pues lo habían detenido por desacato.

–¿Qué te dije? Que no hicieras nada de lo que sueles hacer. –indicó John.

–¿Y qué querías que hiciera? No puedo abrirlo y cerrarlo como un grifo –sentenció Sherlock con un tono serio, que se volvió tenso con sus siguientes palabras–: Además, no iba a permitir lo que estaba haciéndole a Cora. Estaba propasándose. Lo que le ha dado...

–¿Qué? Cora... ¿acaso te ha dado algo? –preguntó John, pues claramente, desde su posición, él no había podido ver nada.

–Yo... Yo... –tartamudeó la pelirroja mientras sujetaba las fotografías en sus manos con fuerza.

–Shh... Lo siento. –comentó Sherlock mientras la estrechaba contra él y caminaba para salir del lugar–. Moriarty no va a salirse con la suya. Te juro que pagará por lo que les hizo a tus padres. –sentenció con una voz asesina el sociópata.

John, quien ahora había cogido las fotos de las manos de la joven de ojos carmesí, caminaba junto a ellos.

–Estaba tan pancho. Ni se ha inmutado durante todo el juicio después de tu estallido... –comentó antes de observar las fotos–. Oh, Dios...

–Moriarty no va a preparar defensa... –sentenció Sherlock mientras salía de allí junto a su novia, a quien parecían flaquear las piernas a cada paso.

Cuando llegaron a Baker Street, el sociópata sentó a la pelirroja en el sofá y la arropó con una manta antes de comenzar a pasear por la estancia.

–Banco de Inglaterra, Torre de Londres, Pentonville,... –enumeró John–. Tres de los lugares más seguros del país, y hace seis semanas Moriarty los vulnera, nadie sabe cómo ni por qué. Solo sabemos que-

–Acabó detenido. –sentenció Sherlock tras acercarse al sofá, en el que la pelirroja acababa de recostarse, pues aún estaba con un gran malestar por todo lo ocurrido durante el juicio. A los pocos segundos le dio un beso en los labios y le acarició la mejilla, para después volver su vista a John.

–No hagas eso. –sentenció John.

–¿Hacer qué?

–Esa mirada.

–¿Mirada?

–La has vuelto a poner. –sentenció John con un claro tono de molestia.

–No puedo verla, ¿no?

Ante esa respuesta, John hizo un leve gesto hacia el espejo de la sala, a lo que Sherlock giró su rostro, observando su reflejo en el espejo.

–Es mi cara...

–Sí. –dijo John–. Y pones ese gesto: una cara de los dos sabemos lo que está pasando.

–Y así es.

–No, yo no. Y por eso me fastidia esa cara.

–Si Moriarty quisiera las joyas las tendría, si quisiera liberar a esos reclusos, ya estarían fuera. La única razón por la que está en una celda es porque el ha querido. –explicó el detective–. De algún modo esto es parte de un plan.

John observó a su compañero con un claro gesto de preocupación, mientras miraba una vez más las fotos de los padres de Cora.

–Cora... ¿Qué--qué quieres que hagamos con las fotos? –inquirió John con un tono de voz muy triste y preocupado.

...melas....

–¿Qué has dicho querida? –preguntó Sherlock, pues Cora acababa de murmurar en una voz casi inaudible.

Dámelas... –replicó ella con una voz muy triste y rota.

John obedeció la petición y se las entregó sin rechistar. Cora las cogió en sus pálidas manos y tras observarlas con sus orbes carmesí por unos instantes, la joven se levantó del sofá y se acercó a la chimenea del piso. Cora entonces produjo unas llamas con sus manos y quemó las fotografías, reduciéndolas a cenizas.

–Yo... iré a acostarme si me disculpáis. Me encuentro... cansada. –les comunicó la pelirroja a sus dos compañeros mientras se encaminaba a su cuarto.

–Ve con ella y ofrécele consuelo. –le sugirió John a Sherlock con un tono compasivo mientras la observaba caminar.

Sherlock asintió con rapidez y viendo que la joven casi se desvanecía, ya que se tuvo que apoyar en el dintel de la puerta, la tomó en sus brazos y la llevo a su cuarto, recostándose con ella en su cama. El detective la abrazó contra su pecho mientras le susurraba todas aquellas palabras dulces que le venían a la mente, pues sabía que nada podría consolar más a su amada que el propio tiempo. Sintió como estallaba en un leve llanto, y cómo se estremecía entre sus brazos hasta quedarse dormida. En cuanto notó que su respiración se calmaba, el joven de ojos azules-verdosos se prometió a si mismo que ahora no habría nada ni nadie que fuera a impedirle destruir a Moriarty de una vez por todas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro