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| -Jim Moriarty- |

Esa mañana, Sherlock había recibido el ansiado mensaje que esperaba por parte de Lestrade y junto a la pelirroja y John, se había encaminado a Southbank.

-¡Crees que esto está relacionado con el terrorista? -preguntó Lestrade, mientras los observaba acercarse al cuerpo que habían encontrado.

-Debería, aunque es raro: no ha habido contacto. -respondió Sherlock, ya junto al cadáver.

-Demos por hecho que un pobre desgraciado está condenado a esperar por él.-dijo Lestrade.

-Si. -dijo Sherlock, asintiendo de forma leve.

-¿Alguna idea? -preguntó Lestrade, observando a Holmes.

-Siete. -respondió el Detective Asesor con celeridad -. Hasta ahora.

-¡Siete...! -exclamó el Inspector Lestrade algo atónito.

Mientras Holmes se dedicaba a estudiar y deducir el cadáver, Cora hacía lo mismo, pero de forma más alejada, sin acercarse demasiado al cuerpo. Cuando Sherlock se separó del fallecido, hizo una señal a Lestrade, para que dejara a Watson examinarlo a conciencia, puesto que era médico.

-Murió hace unas... 24 horas. -dijo John, tras analizar de forma simple el cuerpo del hombre que estaba tendido a orillas del Támesis -. Puede que un poco más...

Cora por su parte, acababa de coger su teléfono, y estaba indagando en las Actividades Regionales de la Interpol, concretamente de la República Checa, pues algo del cadáver había llamado su atención.

-¿Se ahogó? -preguntó John.

-Al parecer no, no tenía suficiente Támesis en los pulmones. -le respondió Lestrade, con un cierto tono de sarcasmo en la voz -. Asfixiado.

-Estoy de acuerdo. -concordó John mientras se levantaba, alejándose del muerto.

Sherlock también estaba buscando información en su teléfono móvil, y ocasionalmente dirigía una mirada hacia Cora, pues ella parecía estar concentrada en lo mismo que él. A los pocos segundos, la joven parecía haber encontrado la información que necesitaba, y levantó su rostro de la pantalla de su teléfono, encontrándose con la verde mirada de Holmes, quien también parecía haber llegado a su misma conclusión.

-Tiene muchos golpes alrededor de la nariz y la boca... -dijo John, observando un poco más detalladamente el cuerpo -. Y más, aquí, y aquí. -añadió, señalando algunos puntos clave del cadáver.

Sherlock entonces, comenzó a recapitular todos los datos que había recabado sobre el fallecido en su memoria.

-Yemas de los dedos. -susurró la pelirroja, ya al lado de Holmes -. También lo he notado.

-Lleva bastante tiempo en el río, el agua a destruido casi todos los datos. -dijo Sherlock, observando el semblante de la pelirroja de reojo, cuya atención estaba ahora en las aguas del Támesis -. Pero os diré una cosa: ese cuadro de Vermeer perdido es falso.

-¿Qué? -preguntó Lestrade, completamente confuso por la repentina salida de Holmes, pues no había manera de entender, cómo un cuadro extraviado tenia algo que ver con el fallecido.

-Hay que identificar el cadáver. -dijo la pelirroja observando a John y Lestrade -. Encontrar a sus

amigos y familiares...

-Espera, espera, espera, espera. -dijo Lestrade a toda prisa -. ¿Q-qué cuadro? ¿De qué estás hablando?

-¿No has visto los carteles? -dijo la pelirroja -. ¡El maestro Holandés!

-Se supone que se había destruido hace siglos, y ahora ha aparecido. -comentó Sherlock, continuando lo que la pelirroja estaba diciendo-. Vale treinta millones de libras...

-¡Bien! ¿Y qué tiene eso que ver con el muerto? -exclamó Lestrade casi al instante.

-Todo. -dijo Sherlock -. ¿Has oído hablar del Golem? -preguntó, fijando su vista en el Inspector.

-¿El Golem? -preguntó Lestrade, dejando claro que no lo conocía.

-Es... una historia de miedo. -dijo John -. ¿Qué tiene que ver?

-Cora, adelante. -dijo Holmes, pues deseaba saber si ella también había prestado atención al cuerpo del hombre, y si había indagado lo mismo que él. De alguna manera, si ella cometía un error, Sherlock estaría encantado de corregirla. Sería, como una pequeña venganza por lo ocurrido la noche anterior en el piso, al no querer ayudarlo.

-Es un relato judío. Un gigante hecho de arcilla. -comenzó ella -. También es el nombre de un asesino: Oscar Dzundza. Uno de los asesinos más mortíferos del mundo. -añadió, su voz tomando un tono serio -. Este es su estilo personal.

-¿Es un crimen? -preguntó Lestrade, atónito aún.

-Por lo que parece, así es... -dijo la pelirroja, no muy segura de sus deducciones.

-No lo parece Cora, lo es. -sentenció Sherlock, acercándosele un poco-. Buen trabajo. -añadió con una leve sonrisa. Habría querido hacerle pagar lo de anoche, pero de alguna forma no podía llevarlo acabo, pues ella era demasiado buena en sus deducciones, y eso... le gustaba.

-Um... gracias Sherlock. -dijo Cora con un leve tono rojo en sus mejillas -. Lamento lo de... ayer. -añadió con algo de vergüenza, tratando de disculparse por su comportamiento.

-Tranquila, lo entiendo. -respondió Holmes con serenidad y una media sonrisa, mientras posaba su mano izquierda en el hombro derecho de la joven.

-¿Y bien? ¿Cómo puede ser ésto un crimen? -preguntó John.

-El Golem estrangula a sus victimas con sus propias manos. -dijo Holmes, volviendo a concentrarse en el caso, intentando no distraerse con la pelirroja más de lo debido.

-¿Pero que tiene eso que ver con el cuadro? No veo la... -preguntó Lestrade, sin comprender nada. Esta pregunta hizo saltar a Sherlock, quien no aguantaba más la ignorancia y estupidez de Lestrade.

-¡Sí que ves, pero no observas! -exclamó Holmes.

-Está bien chicas, calmaos. -dijo John, intercediendo en la discusión, haciendo que Cora casi suelte una carcajada -. Sherlock, ¿quieres explicarte?

-¿Qué sabemos sobre este cadáver? -preguntó Sherlock de forma retórica, mientras comenzaba a rodear el cuerpo lentamente -. El asesino no nos ha dejado gran cosa: solo la camisa y los pantalones. Son de uniforme, quizás hacía el turno de noche. Los pantalones son de batalla, poliester, feos, como la camisa. Barata. Ambos le vienen grandes, o sea que era una especie de uniforme estándar, de trabajo. ¿Qué clase de trabajo? Tiene un gancho en el cinto: para un walkie-talkie.

-¿Guardia de metro? -preguntó Lestrade.

-Guardia de Seguridad. -sentenció Cora con una ligera sonrisa, mientras exhalaba el aire frío de aquella mañana.

-Más probable. -comentó el sociópata con un leve asentimiento hacia la joven -. Eso lo confirmará su trasero.

-¿¡Su trasero!? -preguntó Lestrade, con algo de ironía.

-Fofo. Se diría que llevaba una vida sedentaria, pero las plantas de los pies y las venas varicosas de las piernas dicen otra cosa. -respondió el detective -. Caminaba mucho y se sentaba mucho: Guardia de Seguridad encaja.

-La alarma del reloj muestra que hacía turnos nocturnos regulares. -comentó Cora casi sin pensar -. Oh, lo siento...

-Tranquila. Tienes razón: hacía turnos de noche de forma regular. -afirmó Sherlock con una voz calmada, pues si otra persona lo hubiera interrumpido, lo habría molestado bastante, pero ella no lo importunaba.

-¿Por qué regulares? A lo mejor solo puso la alarma esa noche... -comentó Lestrade.

-No, no, no. Los botones del reloj están duros, poco usados. -replicó el joven con un tono severo -. La puso a esa hora hace mucho. Su rutina no variaba, pero hay algo más: el asesino tuvo que ser interrumpido, sino lo habría desnudado por completo. -añadió con seguridad.

-Si no te importa Sherlock, he observado algo... -dijo la pelirroja con un hilo de voz, temerosa de molestarlo.

-No molestas. Adelante. -replicó él con un tono algo brusco. Sin embargo, Cora notó que bajo ese tono había algo de gentileza oculta.

-La victima llevaba alguna placa o insignia en la camisa, que el asesino le arrancó. -dijo Cora con una voz seria, concentrada en sus pesquisas -. O sea, que trabajaba en un sitio reconocible. En alguna institución. -añadió para concluir su hipótesis.

Sherlock asintió, pues los datos de la joven eran precisos y todos estaban en lo correcto.

-He encontrado esto en el bolsillo de su pantalón. -comentó Holmes con un tono sereno -. Las letras empapadas por el río, pero aún reconocibles.

-¿Entradas? -preguntó John, acercándose un poco a Sherlock y a su compañera de piso.

-Resguardos. -explicó Sherlock, guardando el papel en su bolsillo -. Trabajaba en un museo o galería. He investigado, al igual que Cora.

-Si. La galería Hickman denunció la desaparición de Alex Woodbridge. -respondió Cora mientras asentía de forma leve -. Esta noche iban a mostrar la obra maestra re-descubierta, ¿Por qué alguien pagaría al Golem para asfixiar aun empleado de galería corriente y moliente?

-Conclusión: El muerto sabía algo sobre el cuadro. -intercedió Holmes -. Algo que impediría que al dueño le pagaran treinta millones de libras: el cuadro es falso. -sentenció el Detective Asesor, para dar por zanjada su explicación.

-Fantástico... -dijo John, asombrado por la capacidad deductiva de sus dos amigos.

-Gracias... -dijo la pelirroja algo sonrojada, cosa que Holmes notó al instante, apresurándose a interrumpirla antes de que dijera algo más.

-Un regalo de Navidad. -dijo Sherlock.

-Feliz Año Nuevo... -musitó Lestrade, felicitándoles las fiestas, pues con todo aquel ajetreo del terrorista, ni siquiera habían podido celebrar el fin de año como se merecía.

-Pobre hombre... -musitó la pelirroja algo apenada.

-Tantearé el terreno, a ver quién es el tal Golem. -dijo Lestrade, dispuesto acoger a ese asesino.

-Es inútil. Nunca lo encontrarás. -dijo Holmes -. Pero conozco a un hombre que lo hará...

-¿Quién? -preguntó Lestrade.

-Yo. -respondió Sherlock, empezando a caminar lejos de allí, seguido de cerca por John y Cora, ésta última con una sonrisa en los labios.


Ya estando los tres en un taxi, Sherlock comenzó a reflexionar un poco.

-¿Por qué no ha llamado? -se preguntó en voz alta con un tono algo frustrado -. Ha cambiado su pauta, ¿por qué...? -volvió a decirse el detective, algo enfadado consigo mismo -. Al puente de Waterloo. -ordenó al taxista con voz firme.

-¿Por qué no a la galería? -preguntó Cora, algo confusa acerca de su cambio de ruta.

-En un rato... -replicó Sherlock sin dar más explicaciones.

-La Hickman es de arte contemporáneo, ¿por qué se han hecho con una obra clásica? -preguntó John, algo intrigado.

-Que sé yo... -dijo Sherlock mientras sacaba un bloc de notas y apuntaba algo en él -. Es peligroso sacar conclusiones precipitadas. -añadió mientras seguía anotando en el bloc -. Necesito datos...

Sherlock anotó algo entonces en un billete y lo dobló. Éste extraño gesto, hizo que tanto Cora como John alzaran una ceja algo intrigados y desconcertados. Tras guardar el billete en el bolsillo de su abrigo, Sherlock se dirigió al taxista:

-¡Pare! -pidió, para después apearse del vehículo -. Puede esperar aquí, será un minuto. -añadió, antes de pasar por encima de la barandilla que daba a la acera.

-Sherlock... -dijo John, mientras seguía a su compañero (teniendo algunas dificultades para pasar por encima de la barandilla). Cora seguía al sociópata de forma rápida y ágil, al mismo tiempo que sonreía, pues hacía mucho desde que no se divertía tanto con una persona. Tras caminar un rato, los tres amigos llegaron a un pequeño mirador que estaba bajo el puente, donde hallaron a una mujer pidiendo limosna.

-Unas monedas... Deme unas monedas... -pedía la joven.

-¿Para qué? -preguntó Holmes, acercándose a ella.

-Para un té, claro. -respondió ella, haciendo que Cora sonría por un instante.

-Solo tengo cincuenta... -contestó Holmes con una leve sonrisa, entregándole el billete que anteriormente había guardado en el bolsillo de su gabardina.

-Gracias... -dijo la joven con agradecimiento. Tras hacer aquella "obra de caridad" Sherlock se alejó de la muchacha con paso vivo.

-¿Qué haces? -preguntó John con un ligero tono de indignación e incredulidad.

-Invertir. -respondió Holmes con rapidez.

John suspiró y siguió a su compañero con resignación. Cora sonreía, pues tenía una ligera idea de por qué razón había hecho eso su amigo sociópata.

-Vamos a la galería. -le dijo Sherlock al taxista, antes de subir al coche -. ¿Tenéis dinero? -les preguntó a sus compañeros. Al cabo de unos cuantos minutos llegaron a la galería Hickman. Sherlock se apeó del coche, Cora hizo lo propio, pero cuando John iba a bajar, Holmes lo detuvo.

-No. Averigua todo lo que puedas sobre el encargado de la galería. -le pidió con una voz seria -. Lestrade te dará la dirección.

-¿Y por qué no viene Cora conmigo? -preguntó John, algo confuso y enfadado -. No me digas que vas a ponerla en peligro...

-¿Por qué haría algo así? -dijo Sherlock en un susurro, aprovechando que la pelirroja se había alejado un poco de ellos -. Además, ¿qué te importa si viene conmigo?

-Es nuestra amiga, y le tengo aprecio. -respondió el doctor -. Recuerda Sherlock: Cora es una chica muy sensible. No hagas tonterías. -lo amenazó Watson con un tono algo bajo -. No le hagas daño.

-No veo cómo podría hacerlo. Deja de preocuparte y vete. -dijo Sherlock antes de cerrar la puerta del taxi, para después comenzar a caminar hacia la pelirroja.

-(Ya... Mira que eres idiota. No te has dado cuenta siquiera de cómo te mira ella.) -pensó John tras observar marchar a Sherlock.


Al poco tiempo, John ya había llegado al piso de Alex Woodbridge. Lo recibió la compañera de piso de éste, una joven mujer bastante amable.

-Compartíamos piso desde hacía un año. -le comentó la joven a Watson -. Solo eso.

-Aja...

-Por aquí. -dijo ella, haciéndolo pasar al cuarto de Alex. Tras examinar un poco la habitación, la cual era pequeña y algo desordenada, John reparó en un objeto que estaba tapado con una sábana.

-¿Puedo? -preguntó, pues deseaba saber qué había debajo.

-Claro... -dijo la joven, haciendo un leve gesto con la mano, indicándole que se lo permitía. Cuando John quitó la sábana, apareció un telescopio bajo ella.

-Astrónomo, ¿verdad? -preguntó John, refiriéndose a Alex.

-Dios, si. Un apasionado. -respondió ella -. Es lo único que hacía en su tiempo libre. Era un tipo majo, Alex... Me caía bien. Aunque... no se llevaba demasiado bien con el aspirador. -añadió con una leve sonrisa.

-¿Y con el arte? ¿Sabía algo de arte? -preguntó John.

-Ah, solo era un trabajo... -contestó ella tras suspirar.

-¿Ha venido alguien más... preguntando por Alex?

-No. -contestó con algo de melancolía -. Pero han entrado en casa...

-¿Hm? ¿Cuando?

-Anoche. No se llevaron nada. -respondió la compañera de piso de Alex concierto tono de preocupación -. Ah, pero... dejaron un mensaje en el contestador del teléfono fijo para Alex.

-¿De quién era? -preguntó John, interesado, pues ese dato podría arrojar algo de luz acerca de la razón tras el asesinato del guardia de seguridad.

-Si quiere se lo pongo, voy a por el teléfono... -dijo la mujer, caminando fuera de la habitación.

-Por favor. -dijo John, tras observarla salir de la habitación. Esperó durante unos breves minutos, hasta que la joven volvió a aparecer con el teléfono en la mano. Tras unos segundos de espera, se reprodujo el mensaje grabado:

-"¿Hablo ya? Alex cariño, soy la profesora Cairns. Escucha, tenías razón. Tenías toda la razón. Llámanos cuando..."

-¿Profesora Cairns? -preguntó John a la joven, pues no le era conocido el nombre.

-No sé quien es. Lo siento... -respondió ella algo apenada.

-¿Funcionará la devolución de llamada?

-Ah, no lo creo. Ha llamado mucha gente... Para darme el pésame. -respondió la mujer, antes de marcharse de la estancia. Tras unos segundos, John recibió un mensaje en su teléfono:


"Re:Planos Bruce Partington

¿Has hablado ya con la prometida de West?

Mycroft Holmes"


John suspiró, pues el hermano de su compañero de piso era igual o incluso más insistente que él. Tras guardar el teléfono en su chaqueta, salió del apartamento.


Entretanto, en la galería Hickman, la directora de ésta andaba por los pasillos del gran complejo, revisando que no hubiera nada fuera de su sitio. Tras pasar por varias salas, las cuales estaban en completa calma, la mujer halló a un guardia de seguridad observando uno de los cuadros. Concretamente, el Verneer desaparecido.

-¿No tiene nada que hacer? -preguntó con un tono de superioridad.

-Estaba admirando la obra... -contestó el guardia con un barítono tono de voz, aún dándole la espalda a la directora de la galería.

-Es preciosa... -afirmó ella con un tono de admiración palpable, para después, volver su tono mucho más frío y autoritario -. Ahora vuelva al trabajo. Inauguramos esta noche.

Ante ese comentario, el guardia de seguridad giró su rostro hacia la mujer.

-¿No le preocupa? -preguntó, sus rizos castaños apenas balanceándose con cada paso que daba hacia la mujer.

-¿El qué? -preguntó ella, algo confusa.

-Que el cuadro sea falso. -dijo otra voz, apareciendo por detrás de la directora una mujer vestida de ejecutiva, con lentes negras, su pelo rojo recogido en una coleta y sus ojos rojos centelleando.

-¿Q-qué? -dijo la directora, impresionada por esa afirmación, a la par que asustada por las dos personas que estaban en su presencia, a las cuales, no recordaba haber contratado.

-Es una falsificación. Es la única explicación posible. -dijo la ejecutiva de pelo rojo mientras se acercaba al guardia de seguridad,para después girarse hacia la directora.

-Usted es la directora, ¿verdad, señorita Wenceslas? -inquirió el guardia de seguridad, observando por un breve instante con sus ojos verdes, a la ejecutiva que se encontraba a su derecha.

-¿Quiénes son ustedes? -preguntó la señorita Wenceslas con un tono de voz más firme, señal de que estaba asustada.

-Alex Woodbridge sabía que era falso, así que alguien mandó al Golem a ocuparse de él. Fue usted. -dijo el guardia de seguridad,acercándosele un poco más.

-¿Golem? ¿De qué demonios habla? -preguntó la directora con aire de ignorancia.

-¿Trabaja para otra persona? ¿Lo falsificó para otro? -preguntó la pelirroja.

-No es falso. -sentenció ella.

-Es falso. -recalcó con voz seria el guardia -. No sé qué es, pero algo le pasa, es evidente.

-¿Qué están diciendo? Podría hacer que los echaran a ambos ahora mismo. -amenazó la directora.

-No hay problema... -dijeron ambos.

-¿No? -pregunto la señorita Wenceslas, confusa.

-No trabajamos aquí. Solo hemos pasado a darle un consejo con la mejor intención. -respondió la ejecutiva de ojos rojos.

-¿Cómo han entrado?

-Por favor... -dijo el guardia, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Quiero saberlo. -exigió la directora de la galería.

-El arte del disfraz consiste en esconderse a simple vista... -dijo el hombre, dando media vuelta y caminando lentamente, a medida que se despojaba de la gorra. La pelirroja por su parte, se despojó de sus lentes y soltó su cabello, a la vez que caminaba junto al hombre.

-¿Quienes son ustedes?

-Sherlock Holmes. Cora Izumi. -dijeron ambos, mientras seguían caminando hacia una de las salidas laterales de la galería.

-¿Debería estar impresionada? -preguntó la señorita Wenceslas.

-Si. Debería. -dijo Sherlock, tras despojarse de la chaqueta -. ¡Que tenga un buen día! -añadió con un cierto tono de alegría,mientras abría la puerta de la salida lateral con cierto aire cómico, acompañado por la pelirroja. Una vez fuera, la pelirroja estalló en una carcajada.

-¿Has visto lo desconcertada que estaba? ¡Casi se le salen los ojos de las órbitas cuando hemos mencionado que el cuadro era falso! -dijo Cora, sonriendo a Holmes, quien al ver su sonrisa, no pudo evitar hacer lo mismo.

-Si, tienes razón. -contestó Sherlock con una carcajada -. Espera, deja que te ayude. -añadió, pues observaba cómo su compañera trataba de deshacerse de aquel traje de ejecutiva, el cual, llevaba una cremallera trasera, y el cual se había puesto encima de la ropa de diario -. Aún estas recuperándote de la herida de bala, intenta no forzar demasiado tus músculos. -la reprendió de manera casi afectuosa, antes de bajar con cuidado la cremallera, sin poder evitar observar parte de espalda de su compañera al descubierto.

-Gracias Sherlock... -respondió ella, su corazón acelerando su ritmo al sentir los dedos de Holmes bajar la cremallera de su espalda. Ello, hizo que recordase aquel momento en el que él la ayudó con las vendas, adquiriendo su rostro un color carmesí debido a sus pensamientos -. (¡Vamos! ¡Contrólate! ¡No pienses en eso ahora!) -se reprendió a si misma.

-Listo. -dijo Holmes, habiendo acabado con su tarea. Cora se despojó al fin del traje, quedándose en su ropa habitual: otro traje parecido al que había usado para infiltrarse en el museo, éste era de color negro, pero con una camiseta blanca, además de que era mucho más cómodo. Tras sonreír levemente, ambos comenzaron a caminar.


Mientras tanto, John se había acercado a la residencia de la novia de Andrew West, el hombre que participaba en el proyecto Bruce Partington, puesto que ya estaba algo harto de que el hermano de Sherlock le enviara mensajes.

-No lo haría, se lo digo yo. -dijo la novia de Andrew con un tono triste, mientras tomaba una taza de café, habiendo servido otra a Watson.

-Ya... -musitó él con algo de compasión dirigida a la pobre muchacha -. Cosas más raras han pasado...

-¡Westy no era un traidor...! -dijo ella, casi en un grito ahogado -. ¡Es feísimo decir eso! -exclamó en una voz baja, algo enfurecida.

-Lo siento, pero tiene que entender que...

-Eso es lo que creen sus jefes. -sentenció ella, cortando a John.

-Era un hombre joven, con deudas, a punto de casarse... -dijo John.

-¡Oh, por favor! ¡Todos tenemos deudas! -exclamó ella, poniendo un grito en el cielo -. ¡Y Westy nunca querría saldarlas vendiendo a su país!

-¿Puede... contarme qué pasó exactamente aquella noche?

-Nos quedamos en casa tranquilos, viendo un DVD. -contó ella -. El solía quedarse dormido, pero aquel se lo vio entero. -añadió con algo de alegría, para después dar paso a una breve pausa -. Estaba callado. De repente dijo que tenía que ir a ver a alguien...

-¿Y no sabe a quién? -preguntó John, sintiendo mucha lastima por la joven. La novia de West simplemente negó con la cabeza, a la vez que unas lagrimas afloraban desde sus córneas. Tras haber recabado esa información, la mujer lo acompañó hasta la entrada de la casa, donde al salir, John se topó con un hombre que venía con una bicicleta a la par.

-Hola cielo, ¿estás bien? -preguntó el hombre de la bicicleta.

-Si... -respondió ella.

-¿Quién es?

-John Watson, hola. -dijo el doctor, presentándose de forma leve.

-Es mi hermano Joe. -dijo la joven, presentando a su pariente -. John intenta averiguar qué le pasó a Westy. -añadió, mirando a su hermano.

-¿Es de la policía? -preguntó Joe.

-Masomenos...

-Pues dígales que muevan el culo y no hagan el ridículo.

-Haré lo que pueda. -respondió John con algo de calma, ante arrogante respuesta por parte de Joe.

Tras entrar Joe en la casa, John procedió a despedirse de la amable muchacha.

-Bueno... gracias por su ayuda. -dijo con un tono amable -. De verdad que lo siento muchísimo... -añadió, comenzando a alejarse de allí.

-El no hizo nada, señor Watson. -dijo la joven una vez más -. Conocía a Westy, era un buen hombre. Era mi buen hombre... -añadió, antes de entrar dentro de la casa. John suspiró con algo de pena, y comenzó a caminar para alejarse de aquel lugar.


Cuando John llegó a Baker Street ya era de noche. Sherlock y Cora lo estaban esperando cerca de la puerta de entrada al piso. Al verlo llegar, ambos avanzaron hacia él.

-Alex Woodbridge no sabía nada sobre arte...

-¿Y? -preguntó Sherlock, pues necesitaba saber si John había recabado algo más útil.

-¿Eso es todo, John? -preguntó la pelirroja con algo de suavidad.

-¿No tenía costumbres? ¿Aficiones...? -preguntó Sherlock, comenzando a caminar lentamente hacia su piso.

-Algo hay: era astrónomo aficionado. -replicó John, recordando ese dato.

-Reten el taxi. -le dijo Holmes, acercándose a una vagabunda que pedía limosna, a la cual, Cora reconoció como la misma chica que estaba en el mirador, bajo el puente de Waterloo.

-¿Tiene algo suelto, señor? -preguntó la vagabunda.

-Para ti, cómo no. -respondió Sherlock con una sonrisa. Desdobló la hoja de papel que le había dado la muchacha y lo siguiente estaba escrito:


"ARCOS VAUXHALL"


Tras montarse en el taxi junto a John y la pelirroja, Sherlock sonrió.

-Por suerte, no he estado ocioso. -musitó con algo de entusiasmo -. Vamos. -ordenó al taxi, poniéndose en marcha este tras unos segundos.


Al cabo de unos minutos, los tres llegaron a una avenida bastante oscurecida.

-Bonito, ¿verdad? -comentó Sherlock mientras observaba el cielo y se abotonaba la gabardina, pues la noche era bastante fría.

-Creía que no te importaban estas cosas... -dijo John con una sonrisa sarcástica.

-No significa que no sepa apreciarlas. -respondió Sherlock con un tono algo serio. La pelirroja sonrió y observó el esplendido cielo nocturno, con todas las luminosas estrellas iluminando el firmamento.

-Es muy bonito... -comentó, con un tono de felicidad -. Hacía mucho desde que no contemplaba las estrellas en toda su magnificencia... Hacía mucho desde la última vez que contemplé un cielo tan despejado y hermoso... -añadió con un tono muy suave, y algo soñador. Tanto Sherlock como John la miraron de reojo, pues Cora nunca había expresado de esa forma tan clara y poética sus sentimientos. Tras bajar su vista del cielo, la joven se concentró en frotar sus manos, pues estaban algo heladas, y puesto que su temperatura corporal era más alta que la media, sentía con mayor intensidad el frío de aquella noche. Al notar que Cora frotaba sus manos, Sherlock hizo un gesto para que se apegara algo más a ellos(más concretamente, a él), cosa que ella negó con la cabeza, pues si llegaba a hacerlo, nada podría impedir que Holmes viera su turbado rostro. El Detective Asesor suspiró, y tras unos segundos le ofreció la mano a la joven, quien no tuvo más remedio que aceptar, puesto que la mirada de Sherlock se había vuelto de pronto muy intensa para la pelirroja, quien no se atrevía a mirarlo a los ojos. John observaba a los dos con una sonrisa en el rostro, cosa que hizo espetar a Sherlock de forma molesta.

-¿Qué ocurre John? ¿A qué viene esa sonrisa? -preguntó molesto.

-Nada. No es nada. -contestó Watson aún con una sonrisa en los labios -. Es solo que pareces tomarte muchas confianzas con Cora... -añadió, levantando una de sus cejas.

-¡Que va! Solo le he ofrecido mi mano porque está helada. -recalcó Sherlock, intentando desviar esa última frase.

-Espera, que alguien me pellizque: ¿Tu? ¿Preocupado por otro ser humano? -inquirió Watson de forma sarcástica mientras observaba a Cora, quien tenía su rostro aún más carmesí que antes. Pasaron unos minutos en silencio mientras seguían caminando por los callejones de Vauxhall.

-Escucha, Alex Woodbridge tenía un mensaje en el teléfono de su casa. -dijo John, rompiendo el incomodo silencio -. Una tal Profesora Cairns...

-Por aquí. -dijo Holmes, guiándolos por los oscuros callejones.

-Bonito... Bonita parte de la cuidad. -replicó John con ironía mientras seguía al sociópata.

-¿Me puedes explicar algo? -preguntó John.

-Red de Vagabundos. Es indispensable. -respondió Sherlock, aún con la pelirroja de la mano.

-¿Red de Vagabundos? -preguntó Cora, de forma curiosa.

-Mis ojos y oídos por toda la ciudad. -le respondió, Sherlock con una sonrisa.

-Ya veo. -dijo John -. O sea que tu les rascas la espalda y...

-Si, y después me desinfecto. -concluyó Sherlock con un leve tono de indiferencia. Estuvieron paseando por los callejones, alumbrando el entorno con unas linternas, hasta que de pronto, al abrigo de la oscuridad de un callejón, pudieron distinguir en la pared de enfrente, la sombra de una silueta alumbrada por la luz de las calles.

-¡Sherlock! ¡Vamos! -exclamó John en voz baja, escondiéndose detrás de un muro junto a Cora y el detective.

-¿Por qué hay alguien durmiendo al raso? -preguntó Cora algo atemorizada. Sherlock había asomado la cabeza de forma leve, cuando captó que la sombra parecía estar agachada, poniéndose de pie unos pocos segundos más tarde, dejando claro que su estatura era considerable. Tras volver a cubrir su cabeza tras el muro, Sherlock habló:

-Tiene un aspecto muy peculiar, tiene que esconderse donde no le vean. Demasiado -musitó Sherlock en voz baja.

-¡Mierda...! -exclamó John en voz baja -. ¡Ojalá...! -mencionó con algo de ira, haciendo alusión a que no había cogido su revolver.

-Ni lo menciones. -dijo Holmes, mirándolo.

Sin que ninguno se percatara de ello, la sombra comenzó a correr, pero por suerte, Sherlock pudo ver al hombre corriendo, así que empezó a ir tras él. Lamentablemente, el Golem parecía estar preparado, y había dejado su vehículo aparcado al otro extremo del túnel donde se encontraba. Para cuando quisieron cogerlo, ya era demasiado tarde.

-¡No, no, no, no! -exclamó Sherlock enfadado -. ¡Tardaremos semanas en volver a encontrarle!

-O no. Sé a dónde podría ir. -dijo John, recordando cierto mensaje.

-¿Qué? -preguntó Sherlock, mirando a su compañero.

-Te lo dije. Le dejaron un mensaje a Alex Woodbridge. -respondió John con algo de confianza -. No puede haber muchas profesoras Cairns en la guía... -añadió, mientras empezaba a caminar, con la pelirroja y Sherlock siguiéndolo.


En el planetario, la profesora Cairns estaba revisando una filmación acerca del cosmos y los astros una y otra vez. Sin siquiera darse cuenta, en la sombra que reflejaba el proyector sobre ella apareció un brazo, acercándose cada vez más a su cuello. Aunque trató deliberarse del agarre del Golem fue inútil, pues la profesora Cairns acabó siendo asesinada por asfixia.

-¡Golem! -gritó Sherlock, llamando su atención, mientras que John lo apuntaba con su revolver (ya que habían dispuesto de tiempo para volver a Baker Street con el fin de localizar a la profesora). Cora por su parte, se encontraba cerca de Sherlock, sus manos comenzando a subir de temperatura, pues sabía a ciencia cierta, que ni Sherlock ni John podrían tumbarlo ni hacerle un arañazo siquiera. Por desgracia, eso implicaba que ella tendría que emplear sus habilidades una vez más. Cuando el Golem soltó el cuerpo sin vida dela profesora, ésta aún tenía la mano apoyada en los controles del proyector, provocando, que al deslizarse, una luz de color azul empezara a encenderse y a apagarse una y otra vez.

-¡John! -exclamó Sherlock, mientras mantenía a Cora cerca de él.

-Iré por el otro lado. -dijo John en voz casi queda.

-Ten cuidado. -le dijo la pelirroja al doctor. La estancia volvió a quedarse en penumbras unos pocos segundos, antes de que la luz azul comenzara a parpadear de nuevo.

-¿Para quién trabajas esta vez, Dzundza? -preguntó Sherlock a la oscuridad donde estaba el Golem. En ese momento, Sherlock iba a girarse cuando el Golem lo cogió por la espalda, intentando asfixiarlo.

-¡Golem! -amenazó John, apuntándolo con su revólver, aún cuando éste tenía a Sherlock entre sus manos. John buscó con la mirada el mas mínimo rastro de la pelirroja, pero no la encontraba: ¿Acaso el Golem la había atacado?

-Suéltalo. -dijo John, con un tono mas serio aún -. O te mato.

El Golem giró sobre si mismo, alcanzando a darle una patada al revólver de John, que salió disparado hacia otro lugar. Sin embargo, ¡el gigantesco hombre había soltado a Sherlock para dirigirse a por John! Tras un forcejeo, John cayó al suelo. Mientras tanto, Sherlock se había incorporado, pues había caído al suelo cuando el Golem lo había soltado de su agarre. Holmes se acercó al Golem con los puños en alto, en posición de pelea. Dio un derechazo, pero el Golem lo paró sin problemas, puesto que a pesar de su altura, era muy ágil. Una vez agarró el brazo derecho de Sherlock, el hombre gigante alzó su puño derecho y golpeó con tal fuerza al Detective Asesor, que éste cayó al suelo. Inmediatamente después de haber caído al suelo, Sherlock sintió cómo el Golem comenzaba a estrangularlo de nuevo.

-¡Suéltalo maldito engendro! -gritó Cora, apareciendo de la nada y saltando a su espalda. El Golem comenzó a revolverse, buscando la manera de cogerla. La joven, se asía de forma férrea al cuello del hombre que había intentado matar a Sherlock y a John -. Esto no te va a gustar... -añadió con una leve sonrisa, dejando que su cuerpo empiece a arder, quemando los hombros, el cuello, y parte de las costillas del Golem. El hombre pegó un grito de dolor al sentir el fuego quemar su carne, y en un momento de descuido de la pelirroja, logró agarrarla por el cuello, golpeándola en el estómago, haciéndola escupir sangre. Cora resistió los golpes que el Golem le propinaba en el estómago, y con unas ultimas fuerzas (pues ahora el Golem estaba intentando estrangularla a ella también), alzó sus manos y quemó la cara del gigante. Éste, en última instancia, la lanzó con mucha fuerza contra una de las paredes de la sala, cayendo unos cuantos metros. Tras hacer aquello, el Golem comenzó a escapar. Sherlock, al ver que huía, cogió el revólver de John y comenzó a disparar. Sin embargo, el Golem logró huir de la escena.

-¡Sherlock! ¿Estás bien? -preguntó John, corriendo al lado de su amigo.

-Si, algo entumecido pero... -en ese momento Holmes detuvo sus palabras -. Un momento, ¡Cora! ¿¡Dónde está!? -exclamó, levantándose del suelo y encendiendo las luces de la sala rápidamente -. ¡Cora! ¡Cora! -exclamaba el detective con frenesí. No la había visto en ningún momento, pero estaba seguro de haber escuchado su voz. Con cada mención de su nombre los serenos latidos de su corazón comenzaban a acelerarse, preguntándose qué había podido pasarle a su amiga. John ayudaba a su compañero, buscando a la pelirroja entre las butacas superiores cuando...

-¡Sherlock! ¡Está aquí arriba! -gritó John desde la última fila de asientos. Con el corazón latiendo desbocado, Sherlock subió las escaleras rápidamente. Cuando lo hizo, encontró a John arrodillado junto al cuerpo inmóvil de Cora, el cual estaba muy magullado: parecía haberse roto la pierna en la caída, además de que había sangre en su boca y nariz. Su ropa estaba ligeramente chamuscada, debido a que había usado sus poderes. Sherlock se acercó y se arrodilló junto a la joven. Cora, abrió los ojos lentamente al sentir que había alguien su lado.

-Hey... ¿estáis bien? -preguntó la pelirroja con una voz muy suave y baja.

-Idiota. Eso tendríamos que preguntártelo nosotros a ti. -le recriminó Sherlock con un tono suave -. ¿Por qué me has salvado? ¡Podrías haber muerto! -añadió, mientras la tomaba de forma leve en brazos,sin atreverse a levantarla del suelo, por temor a hacerle daño.

-Es lo que hacen los amigos... -musitó ella con un hilo de voz, a la vez que les sonreía. Sherlock dejó escapar una leve sonrisa, pero no duro mucho tiempo, pues notó al instante que también el estómago de Cora estaba sangrando -. John, tenemos que llevarla a un hospital de inmediato. -dijo con un tono algo alarmado.

-¿Qué?

-La herida de bala ha vuelto a abrirse. -respondió Sherlock, levantándola cuidadosamente en brazos, y envolviendo su cuerpo con su gabardina, para que no tuviera frío. A las pocas horas, la pelirroja ya había sido intervenida en el hospital, y tras pasar unos días allí, bajo la atenta mirada de cierto detective, pudo salir.

-No puedes venir con nosotros. Aún debes recuperarte de la herida en el estómago, y te recuerdo que aún tienes la espalda magullada. -dijo Sherlock mientras se preparaba para ir a la galería Hickman.

-Voy a ir contigo Sherlock. No pienso quedarme aquí sin saber el final de esto. -dijo Cora con terquedad, mientras terminaba de abotonarse la chaqueta. Tras unos segundos, comenzó a caminar hacia la puerta que conectaba la sala con las escaleras del piso.

-¡No voy a permitir que te dañen por mi culpa! -exclamó Sherlock, tomándola por los brazos y deteniéndola, para sorpresa de Cora, puesto que Holmes nunca era tan visceral ni dejaba ver sus sentimientos -. No quiero que mueras... -añadió con un tono muy suave y cariñoso, mientras la abrazaba por la espalda, apoyando su cabeza en su clavícula. Cora se sonrojó violentamente al escucharlo decir esas palabras. Suspiró, y posó una de sus manos en los brazos de Sherlock.

-Todo ira bien. -dijo la pelirroja con una voz serena y afectuosa -. Si estoy contigo no me pasará nada.

Sherlock suspiró y se separó de ella. La hizo girarse, y tras escudriñar su rostro por unos instantes, volvió a suspirar.

-No vas a darte por vencida ¿no?

-Nope. -negó ella con la cabeza, y una sonrisa.

-Está bien cabezota. Ven conmigo. -añadió, poniéndose la gabardina -. (¿¡Por qué demonios he actuado de esa forma!? ¡Diantres! ¡No puedo hacer ese tipo de cosas! ¡Los sentimientos son una distracción!) -pensó para sus adentros, mientras se encaminaba acoger un taxi junto a Cora, puesto que John se había adelantado, y ya los esperaba allí junto con Lestrade.


A los pocos minutos llegaron a la galería, y Sherlock comenzó a observar el cuadro de Vermee.

-¡Cora! ¿¡Pero qué haces aquí!? ¡Deberías estar guardando reposo! -exclamó John al verla allí.

-Oh, vamos John, no eres mi padre... -musitó ella con algo de fastidio, pero a la vez contenta de que se preocupara por ella.

-Déjala John, es más terca que una mula cuando se lo propone. -sentenció Sherlock mientras volvía su vista al cuadro -. Tiene que ser falso...

-Ese cuadro se ha sometido a todas las pruebas conocidas... -dijo la directora de la galería.

-¡Será una falsificación buenísima! -replicó Sherlock, desviando sus ojos ligeramente hacia Cora, quien se apoyaba en John, puesto que aún le dolía de forma leve la pierna -. Usted lo sabe todo. Es usted,¿verdad?

-Inspector, estoy perdiendo el tiempo. -dijo la señorita Wenceslas -. Ya saben... dónde está la salida.

En ese preciso momento, antes de que la mujer se marchara, el teléfono rosa comenzó a sonar. Sherlock suspiró, pues hacía mucho tiempo desde que no contactaba con él. Tras unos segundos, descolgó.

-El cuadro es falso. -sentenció Sherlock -. Es falso. Por eso mataron a Woodbridge y a Cairns. -añadió Sherlock. Tras recibir una callada por respuesta, Holmes volvió a hablar -. Oh vamos, ¡demostrarlo solo es un detalle! ¡El cuadro es falso! ¡Lo he resuelto y lo he averiguado!

Cora se sentía algo apenada por Sherlock: ya había soportado bastante tensión con su internamiento en el hospital, era muy cruel que ahora le hicieran esto.

-¡Es una falsificación! ¡Por eso les mataron! -exclamó Sherlock, ya comenzando a perder la calma. Tras mirar a Cora, quien estaba aún apoyándose en John, el Detective Asesor suspiró y trató de serenarse -. Bien, lo demostraré. Dame tiempo. ¿Vas a darme tiempo? -preguntó más calmado.

-10...- dijo una voz aguda, comenzando la cuenta atrás.

-¡Es un niño! -exclamó Lestrade, completamente preocupado -. ¡Por Dios! ¡Es un niño!

-¿Qué ha dicho? -preguntó John.

-Es una cuenta atrás, le está dando tiempo. -respondió Cora.

-9...

-¡Es falso! Pero... ¿¡cómo puedo demostrarlo!? -exclamó Sherlock, sintiendo la presión que crecía a cada segundo -. ¿¡Cómo!? ¿¡Cómo!?

-8...

-¡Ese niño va a morir! ¡Dígame por qué es falso! -exclamó Sherlock, girándose hacia la señorita Wenceslas -. ¡Dígamelo!

-7...

-No, ¡cállese! No diga nada. -comentó Sherlock, volviendo su vista al cuadro -. Solo funciona si lo descubro yo.

John se llevó las manos a la cabeza: ¿¡cómo podía Sherlock alardearen un momento así!? Cora se sujetó a el bordillo de una mesa que había por allí: la presión de la cuenta atrás, y la reciente re-apertura de la herida de su abdomen, le estaban complicando el poder mantenerse en pie.

-¡Tiene que estar delante de mis narices...! -se dijo Sherlock a si mismo.

-6...

-¿¡Cómo!? ¿¡Cómo!?

-5...

-¡Vamos deprisa! -dijo Lestrade.

-¡Sherlock! -gritó la pelirroja, temiendo por la vida de ese pequeño.

-4...

-¡En el planetario! ¡Tu también lo oíste! -exclamó Sherlock mientras se alejaba un poco del cuadro, recordando el vídeo que la profesora estaba viendo -. ¡Es brillante!

-3...

-¿¡Qué es "brillante"!? ¿¡Qué!? -exclamó John, enfurecido y angustiado por la presión.

Sherlock estaba ahora consultando algo en su teléfono móvil: astrónomos y supernovas.

-Es precioso... -comentó con cierto tono de entusiasmo -. ¡Me encanta!

-2...

-¡Sherlock! -le gritó Lestrade, indicándole que se dejara de rodeos y diera la respuesta de una buena vez.

-¡La Supernova de Van Buren! -exclamó Sherlock al teléfono rosa. Pasaron unos cuantos segundos de tensión e incertidumbre hasta que...

-Por favor... ¿hay alguien ahí? -preguntó la voz infantil, inocente y aguda del pequeño -. ¡Que alguien me ayude!

-Uf... Ya está. -dijo Sherlock, suspirando tras aquel tenso momento -. Averigua dónde está y ve a recogerlo... -le dijo a Lestrade.

Cora, quien había permanecido de pie todo el tiempo, se desvaneció al suelo, su adrenalina agotándose por completo. John la cogió por los hombros de forma veloz, al notar que estaba a punto de desmayarse.

-¿Estás bien? -le preguntó John.

-Si... Es solo que... Mi adrenalina ha llegado al limite. -respondió la pelirroja casi sin aliento -. ¿Me ayudas a levantarme?

El doctor hizo lo debido y la ayudó a levantarse. Mientras, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor, Sherlock comenzó a alardear de cómo había logrado averiguar lo de la supernova.

-La llamada "Supernova de Van Buren", una estrella que estalló. -explicó Sherlock -. Solo se vio en el cielo en 1958. -añadió, acercándose a Cora, y pasando uno de sus delicados brazos por su cuello, con la intención de ayudarla a caminar. Tras lograr que se estabilizara, Sherlock salió de allí junto a Cora.

-¡Ja! ¿Cómo es posible... que en 1640 fuera pintada? -inquirió John, con un tono de alegría e incredulidad por haber resuelto el caso. En ese momento, otro mensaje llegó al móvil de Watson:


"Se me agota la paciencia

MycroftHolmes"


-Claro...-dijo en un susurro Watson mientras seguía a Cora y Sherlock. La señorita Wenceslas se quedó allí sola, con el cuadro falso.


Al cabo de unas horas, en el despacho de Lestrade, en la Comisaría de Scotland Yard...

-Es interesante. -dijo Sherlock, con sus manos en posición de rezo, tocando éstas su barbilla de forma leve -. Papelería bohemia, un asesino con nombre de leyenda de Praga, que además intentó matar a mi... em, a Cora,... -añadió mientras miraba al frente, antes de girar el rostro hacia quien se sentaba a su izquierda -. Y usted... señorita Wenceslas.

Ese comentario de Sherlock hizo que la mujer lo observara, mientras que Cora se recostaba un poco en un pequeño sillón, que Lestrade había mandado traer expresamente para ella.

-Este caso destila nostalgia Checa por todas partes. -dijo el sociópata -. ¿Ahí es a donde conduce esto?

-¿Qué tenemos, Inspector Lestrade? -preguntó Cora, pues el silencio que se había formado era del todo incómodo. Era como si Sherlock quisiera hacer picadillo a la señorita Wenceslas, solo por que ella había resultado herida por su silencio.

-Bueno... Conspiración criminal, fraude, cómplice, como mínimo el asesinato de la anciana, toda la gente de los pisos,... -dijo Lestrade, enumerando los delitos de los que se la podía acusar.

-Yo no sabía nada de eso. -dijo la directora de la galería -. Oh, ¡por favor! ¡Créanme! -añadió ella, algo asustada -. Yo solo quería mi parte... de los treinta millones.

Parecía que a cada segundo a la señorita Wenceslas le costara mantener su silencio, un silencio que por poco podría haberle costado la vida a Cora...

-Conocí a un viejecito en Argentina. Un autentico genio... -dijo la directora-. Con unas pinceladas impecables, que engañarían a cualquiera...

Anteesa afirmación de la señorita Wenceslas, Sherlock dejó escapar un leve gemido de superioridad y desaprovación.

-O casi a cualquiera. -rectificó ella con un tono algo serpentino -. Pero no sabía cómo convencer al mundo de que el cuadro era autentico. Solo fue una idea, una chispa que se convirtió en llama...

-¿Quién? -preguntó Sherlock, volviendo a mirarla.

-No lo sé...

Lestrade soltó una carcajada irónica ante esa respuesta por parte de la mujer.

-¡Es cierto! -exclamó ella, ofendida por esa risa -. Tardaron mucho tiempo, pero al final me pusieron... en contacto con gente. -añadió con una voz más quebrada y baja -. Su gente...

Esa última frase pareció despertar el interés de Sherlock, quien se irguió levemente y giró su cuerpo hacia ella.

-Pero nunca hubo contacto real. Solo hubo mensajes... -explicó la señorita Wenceslas -. Susurros...

-¿Y esos susurros tenían nombre? -inquirió Sherlock con un tono de voz firme, autoritario, y algo elevado. La mujer parecía reacia a decirlo, pues su cuerpo temblaba, pero al final sus labios articularon ese nombre.

-Moriarty.

Esa respuesta hizo que Sherlock y Cora se miraran al instante, retomando Sherlock una postura cómoda en su asiento. Tal y como había sospechado, Moriarty era el terrorista.


Mientras tanto, en las vías de Battersea...

-¿Fue aquí donde encontraron a West? -preguntó John, caminando junto al encargado de limpiar las vías del ferrocarril.

-Si. ¿Va a tardar mucho?

-Puede. -respondió John.

-¿Es de la policía?

-Masomenos... -dijo John -. (¿Por que será que siempre me preguntan lo mismo?) -pensó Watson, pues la pregunta ya había sido formulada con anterioridad.

-Los odio...

-¿A la policía?

-No, a los suicidas. -respondió el encargado -. A los que se tiran a las vías del tren. Cabrones egoístas...

-Bueno, es una forma de verlo... -comentó John con un tono cínico, pues el hombre realmente parecía contrariado.

-Hablo en serio: para ellos, todo se acaba en un segundo. ¡Mermelada de fresa por toda la vía! ¿Y los maquinistas qué? Tienen que vivir con ello, ¿no?

John escuchaba al maquinista despotricar mientras analizaba con cuidado las vías.

-Hablando de... mermelada. No hay sangre en las vías... -comentó John, pues ese dato faltante no parecía encajar en la ecuación -. ¿La han limpiado?

-No había mucha.

-¿Con una cabeza aplastada?

-Si, pero había poca. -reincidió el encargado, seguro de su afirmación-. Bueno, yo le dejo. Avísenos cuando termine, ¿vale? -añadió el hombre, antes de dejar solo a John con las vías del tren.

-Vamos a ver... Andrew West subió al tren en algún sitio, bueno, no. En el cadáver no había billete... ¿Cómo acabó aquí...? -se decía Watson a si mismo, recordando todo lo que sabía hasta ese momento. En ese preciso instante, hubo un cambio de aguja, cambiando la dirección de las vías del tren.

-Las agujas. -dijo Sherlock, sobresaltando a John por la espalda.

-¡Sí!

-Sabía que al final darías con ello. -dijo Sherlock sonriendo a su amigo.

-¿Que has hecho con Cora? -preguntó John, extrañado de no verla por allí.

-La he dejado en casa. Todo este embrollo con el último caso la ha dejado para el arrastre, en más de un sentido... -contestó Sherlock -. Básicamente, le he dejado dormida en el piso y me he escapado sin que me viera. Me he asegurado de taparla con una manta, estaba helada...

-Ya... -dijo John, sonriendo de lado, pues Holmes ya parecía preocuparse un poco más por ella.

-Respecto a Andrew West: No lo mataron aquí, por eso había tan poca sangre.

-¿Cuanto tiempo llevas siguiéndome?

-Desde el principio. -respondió Sherlock -. ¿No creerías que iba a renunciar a un caso así, solo para molestar a mi hermano...? -añadió con una sonrisa -. Venga, tenemos que ir a robar un poco.

A los pocos minutos, estaban ya en uno de los barrios algo alejados del centro de Londres.

-Los planos del misil de defensa no han salido del país. La gente de Mycroft se habría enterado. -comentó Sherlock -. A pesar de lo que digan, aún tenemos Servicio Secreto...

-Si, lo sé. Los he conocido... -dijo John, concordando en ese ultimo dato.

-Es decir, que quien robara la memoria no puede venderla, o no sabe qué hacer con ella. -dijo Sherlock con un tono algo indiferente -. Voto por lo último.

Siguieron caminando un poco hasta llegar a una casa algo apartada.

-Hemos llegado. -sentenció Sherlock.

-¿A dónde?

John siguió a Sherlock, a quien no parecía importarle lo más mínimo que estuvieran allanando una casa a plena luz del día.

-¡Sherlock! -exclamó John en un susurro -. ¿Y si hay alguien dentro?

-No hay nadie.

Sherlock abrió la puerta tras unos pocos segundos y se metió en la casa, seguido de cerca por John.

-¿Dónde estamos? -preguntó John, aún en voz baja.

-Perdona, ¿no te lo he dicho? En el piso de Joe Harrison. -respondió Shelock, mientras analizaba una de las habitaciones.

-¿Joe?

-El hermano de la prometida de West. Él robó la memoria y mató a su futuro cuñado.

-¿Y por qué lo hizo? -le preguntó John a Sherlock, quien estaba analizando el alfeizar de la ventana.

-Vamos a preguntárselo. -comentó Sherlock, tras escuchar que la puerta del piso se abría.

John salió al recibidor, donde vio a Joe con su bicicleta. Cuando Joe vio a John trató de lanzarle su bicicleta, pero el doctor lo amenazó con su revólver. A los pocos minutos, Joe ya estaba contándoselo todo a Sherlock y a John.

-¿Por qué le mató? -preguntó John con el semblante muy serio.

-Fue un accidente. Se lo juro.

-Pero robar los planos de un misil de defensa no fue un accidente, ¿verdad? -preguntó Sherlock de forma retórica.

-Empecé a traficar con droga... Lo de las bicis es una gran tapadera. No sé... No sé cómo pasó. Me metí en la boca del lobo. Debía miles de libras... a gente peligrosa. Entonces, en la fiesta de pedida, Westy empezó a hablar de su trabajo. En general era muy discreto,pero aquella noche, tras varias copas, se fue de la lengua. Me habló de los planos ultra-secretos del misil. Me enseñó la memoria USB. Mela puso delante de las narices. Ya se sabe que esas cosas se pierden, que acaban en cubos de basura. Pero ahí estaba, y pensé... pensé que podía valer una fortuna. Era muy fácil quitársela, estaba muy borracho. Cuando volví a verle, adiviné por su mirada que lo sabía. -les contó el hermano de la prometida de West.

-¿Qué pasó?

-Cayó por las escaleras tras un forcejeo. Iba a llamar a una ambulancia, pero ya era tarde. No tenía ni idea de qué hacer, así que lo traje hasta aquí. Me senté en la oscuridad, a pensar.

-Y entonces se le ocurrió una brillante idea... -dijo una voz conocida para los dos compañeros de piso. En cuanto giraron sus rostros,ambos se quedaron momentáneamente sin habla.

-Si Sherlock, soy muy cabezota. Ya lo sé. -dijo Cora con una sonrisa -. Deberías aprender a no dejar rastro alguno Holmes, me ha sido muy fácil seguirte la pista.

-Entonces... -dijo Sherlock, caminando hacia ella, quedándose solo a unos pocos pasos de su rostro -. Me esforzaré mejor... la próxima vez. -añadió con un tono muy bajo, y casi... ¿sensual? La pelirroja se turbó rápidamente al oír ese tono en la voz de Sherlock.

-(Es tan sexy... Como me gustaría... ¡Pero en qué estoy pensando! ¡No es momento de flirtear con mi sexy compañero de piso! ¡Agh! ¡Ya estoy otra vez! ¡Mira lo que me haces, Sherlock!) -pensó la joven, recriminándose a si misma sus poco decentes pensamientos.

-Por favor señor Harrison, continúe. -pidió el Detective Asesor, volviendo su rostro hacia el hombre que estaba sentado en el sofá.

-Lo... Lo subí al techo del vagón... y...

-Sip. Esa genial idea fue llevar a Andrew West lejos de aquí. -apostilló Sherlock -. Su cadáver habría llegado muy lejos, si el tren no hubiera pillado un tramo de curvas.

-Y con agujas. -añadió John.

-Exacto. -dijo Holmes.

-Todavía tienes la memoria, ¿no es así? -preguntó la pelirroja, apoyándose de forma leve en Sherlock, quien la sujetaba con el brazo izquierdo para que no se hiciese daño.

-Si...

-Démela, si no le importa. -pidió Sherlock, con un tono más sereno de lo habitual. Joe se levantó del sofá y fue a buscar la memoria USB. Aprovechando su marcha, los tres amigos se acercaron para hablar.

-Fin de la distracción: el juego continúa. -dijo Sherlock mirando a sus dos compañeros.

-Puede que haya terminado, no hemos sabido nada del terrorista. -comentó John con algo de esperanza.

-Cinco pitidos, recuerda John. Es una cuenta atrás. -le recordó la pelirroja al ex-soldado -. Solo hemos oído cuatro.


Esa noche, en Baker Street, John estaba actualizando su blog, Cora estaba algo recostada en el sofá, observando sus vendas en el estómago, mientras que Sherlock estaba sentado en su sillón viendo la televisión.

-"¿Está segura de que este es su hijo?" -preguntó el presentador de la televisión.

-¡No! ¡No! ¡No! ¡Pues claro! ¡No es el padre del niño! -gritó Sherlock, provocando que la pelirroja sonría y se lo quede mirando -. ¡Mírale el bajo de los vaqueros!

-Sabía que era peligroso... -dijo John con algo de humor en su voz.

-¿Hm? -preguntó Sherlock.

-Que vieras telebasura. -respondió John con una sonrisa. Ante esa respuesta de John, Cora sonrió aún más: definitivamente, vivir con esos dos era lo mejor que podría haberle pasado.

-Hn, ni una palabra de Connie Prince. -comentó Sherlock con algo de ironía, mientras que miraba a Cora de reojo, dándose cuenta de que lo observaba. Cuando sus ojos se encontraron, la joven desvió rápidamente la mirada.

-¿Le has dado a Mycroft ya la memoria? -preguntó John, interesado en saberlo.

-Si. Se ha puesto como loco. -respondió Sherlock con algo de ironía, haciendo que Cora no aguante más la risa, y deje escapar una leve carcajada -. Ha amenazado con nombrarme "Sir", otra vez. -añadió con una leve sonrisa.

-Sabes que sigo esperando. -dijo John.

-¿Hn?

-A que reconozcas, que con el mínimo conocimiento del Sistema Solar habrías resuelto lo del cuadro falso mucho antes. -respondió John con una voz calmada.

-A ti no te ha servido, ¿no?

-Yo no soy el único Detective Asesor del mundo... -recalcó John con ironía, haciendo que Sherlock y Cora sonrían, ésta última intercediendo por Holmes.

-Vamos, vamos, calmaos los dos de una vez... -comentó divertida -. Por un lado, creo que el título de "Sir" te quedaría muy gracioso Sherlock. Y tu John, deja de molestarlo con ese tema, no todos memorizamos las mismas cosas, ya deberías saberlo.

-Venga ya Cora, se nota a leguas que bebes los vientos por Sherlock. -dijo John a modo de broma, pero que sin embargo hizo enrojecer un poco a la joven.

-¡Cállate! -exclamó Cora en una carcajada, lanzándole un cojín del sofá a John.

-¡Ay! ¡Vale! ¡Me rindo! ¡Pero deja de lanzarme cojines! -decía John entre risas, mientras intentaba esquivar los lanzamientos de la pelirroja.

-¡Jamás! ¡La venganza será mía! -exclamó la joven.

-Hay que ver... parecéis dos críos... -comentó Sherlock. A los pocos segundos, un cojín se había estrellado contra su cara.

-¡En garde, Monsieur Holmes! -exclamó Cora, colocando los asientos del sofá como si de un fuerte se tratase, para defenderse de Sherlock, quien acababa de volver de su habitación con unas cuantas almohadas.

-¡Comme vous aimes, Mademoiselle Izumi! -respondió Sherlock, comenzando una batalla campal de almohadazos y lanzamiento de cojines, entre la que el pobre John estaba por medio. A las pocas horas la batalla ya había acabado, y tras ordenar toda la habitación, John se disponía a salir.

-No me quedo para el té, me voy a casa de Sarah. Todavía queda rissoto en el frigorífico. -comentó John mientras se preparaba.

-Hm... -dijo Sherlock.

-Necesitamos leche. -dijo John volviendo su vista a sus compañeros.

-Ya la compro yo. -sentenció Sherlock de forma suave y amable.

-¿En serio? -preguntó John, incrédulo.

-En serio. -afirmó Holmes.

-¿Y también... unas judías?

-Sep. -contestó Sherlock con rapidez. Tras unos pocos minutos John ya se había marchado del piso. Cora, que ahora se encontraba absorta en un libro, notó una molestia e hizo un leve sonido de dolor.

-¿Estas bien? -preguntó Holmes, girando su rostro hacia ella al escucharla.

-¿Eh? Oh, si... Claro. -contestó ella, sin embargo, no pudo reprimir un leve gemido de dolor.

-Déjame ver. -pidió (más bien, ordenó) Sherlock, acercándose a ella. Holmes se agachó frente al sofá y examino las vendas: estaban todas bien, exceptuando que había sangre en ellas. Al ver la sangre, Sherlock chasqueo la lengua.

-Tch, por eso te dije que te quedaras aquí. -la regañó, quitandole las vendas poco a poco, dejando descubierto su abdomen.

-Lo siento... -dijo Cora, totalmente avergonzada.

-No hagas cosas innecesarias. -recalcó el sociópata con una voz seria-. ¿Qué haría sin ti? -musitó en voz baja -. Te protegeré. -añadió con una voz suave, mirándola a los ojos. Tras desinfectar la herida, Sherlock se sentó a su lado, y comenzó a reemplazar las vendas viejas por otras nuevas. Mientras las envolvía alrededor de su cuerpo, sus ojos verdes se encontraron frente a frente con los hipnotizantes ojos carmesí de Cora. Los dos jóvenes comenzaron a acercar sus rostros llevados por un deseo desconocido, aquel recuerdo del beso que habían compartido aún latente en su memoria. Los rostros de ambos fueron acercándose cada vez más, ambos podían sentir ya la respiración del otro, sus labios casi rozándose, hasta que...

-Sh-sherlock... -dijo Cora con una voz algo tímida, alejando su rostro sonrojado del de el Detective Asesor.

-¿S-si..? -preguntó él, alejándose también de ella, tratando de recobrar el control sobre su cuerpo y sus emociones, al mismo tiempo que intentaba regresar su tono de voz al habitual, pues ahora había adquirido un tono algo ronco.

-Yo... Voy a la farmacia. Tengo que comprar unos medicamentos que me prescribió el doctor del hospital. -contestó ella, levantándose del sofá al mismo tiempo que él -. Nos... vemos luego.

-Adiós... -dijo Sherlock, despidiéndose de esa joven que volvía su mente del revés.

Cuando se hubo cerciorado de su marcha, Sherlock cogió el ordenador y escribió un nuevo mensaje en su página web:


"He encontrado los planos de Bruce-Partington. Por favor, recógelos. En la Piscina. Medianoche."


A los pocos minutos, Sherlock acababa de llegar a la localización donde se había citado con el terrorista. Abrió la puerta, y entró a la piscina al aire libre. Tras observar el entorno y dar unas cuantas vueltas, Sherlock habló:

-¡Te traigo un regalito para conocernos mejor! -exclamó, alzando una memoria USB en su mano derecha -. En eso consistía todo esto, ¿no? Todos tus rompecabezas, hacerme bailar,... Todo, para distraerme de ésto. -añadió, mientras seguía observando los alrededores. En ese momento apareció John, saliendo de una puerta lateral de la piscina.

-Buenas. -dijo John sin un tono claro de emoción -. Menuda sorpresa, ¿verdad Sherlock?

-John... -dijo Sherlock, totalmente sorprendido por verlo allí, y por esas palabras -. ¿Qué demonios...?

-¿A que no te lo esperabas? -preguntó John aún con un tono monótono. Sherlock comenzó a acercarse levemente a John, quien en ese momento, retiró su chaqueta, dejando al descubierto que estaba equipado con un chaleco lleno de explosivos.

-¿Qué quieres... que le haga decir ahora? -preguntó John -. Una marioneta, es lo que soy. Una marioneta.

-Basta. -dijo Sherlock, contrariado y a la vez frustrado, puesto que estaban utilizando a su amigo como rehén.

-Bonito detalle. La piscina. Donde murió el pequeño Carl. Acabé con él. -dijo John entre pausas, dejando claro que se las estaban dictando -. También puedo acabar con John Watson. Pararle el corazón.

-¿¡Quién eres!? -gritó Sherlock, ya algo más enfadado. En ese momento, se oyó el sonido de una puerta abriéndose.

-Te di mi número... -dijo una voz algo suave y melosa -. Creí que me llamarías. -dijo el hombre, avanzando lentamente desde el otro extremo de la piscina. Sherlock giró un poco su rostro para observarlo con más detalle, mientras caminaba hacia ellos.

-¿Lo que llevas en el bolsillo es una Browning L9A1 del ejercito Británico? ¿O es que te alegras de verme?

-Ambas. -respondió Sherlock, sacando su pistola del bolsillo con su mano derecha, y apuntando al hombre con ella.

-Jim Moriarty. -dijo con una voz melosa -. ¡Hola! -añadió con un leve grito de sorpresa cómico. Sherlock frunció el ceño al escucharlo-. ¿Jim? ¿Jim del hospital?

Sherlock se puso en posición de disparo, en caso de que tuviera que hacerlo.

-Mmh... ¿En serio te causé tan poca impresión? -dijo con un tono apenado -. Pero claro, supongo que se trataba de eso...

En ese momento un láser rojo de francotirador apareció en las bombas que John llevaba puestas.

-No seas tonto, hay alguien más empuñando un arma. -dijo con un tono falto de empatía y sentimiento -. No me gusta mancharme las manos...

Sherlock seguía concentrado en Moriarty, pero su vista se desviaba un poco hacia John y el láser del francotirador.

-Has visto un atisbo Sherlock, solo un pequeño atisbo de lo que tengo en marcha en este inmenso mundo... -dijo con una voz que casi parecía estar feliz -. Soy un especialista, como tu.

-"Querido Jim, ¿por favor, me ayudas a deshacerme de la horrible hermana de mi amante? Querido Jim ¿por favor, me ayudas a desaparecer en Sudamérica?" -dijo Sherlock con un tono ligero de mofa.

-Justo eso.

-Un Criminal Asesor... -dijo Sherlock, dándose cuenta de la naturaleza del trabajo de Moriarty -. Brillante.

-¿A que si? -preguntó Moriarty, con un ligero tono infantil -. Nadie llega nunca hasta mi. Y nadie lo hará.

-Yo si. -sentenció Sherlock, cargando la bala en el revólver, dispuesto a disparar.

-Te has acercado. -respondió-. Y ahora me estorbas. -añadió con una voz intencionalmente más grave.

-Gracias. -dijo Sherlock.

-No era un cumplido.

-Claro que si.

-Bueno, si, vale. -respondió Jim con un ligero tono de broma -. Pero se acabó el flirteo Sherlock, papá ya se ha cansado... -añadió con una voz cantarina -. Te he enseñado lo que puedo hacer. He librado a esa gente de todos sus problemillas, hasta treinta millones de libras para que vinieras a jugar. -añadió con sorna, mientras seguía avanzando en dirección a Holmes y Watson. Sherlock miraba a Moriarty: parecía tranquilo... demasiado tranquilo. Como si tuviera un As bajo la manga...

-Así que tomate esto como la advertencia de un amigo: Aléjate. -sentenció Moriarty, casi amenazando a Holmes -. Aunque esto... me ha encantado. Este jueguecito tuyo me ha encantado. Hacerme pasar por "Jim el informático", por gay,... ¿Te gustó el detalle de la ropa interior? -añadió aún con una voz más melosa.

-Ha muerto gente. -sentenció Sherlock con un rostro serio.

-Todo el mundo... ¡se muere! -gritó con una voz más profunda.

-Te pararé los pies.

-No lo harás. -dijo Jim, negando con la cabeza.

-¿Estas bien? -le preguntó el sociópata a John, quien no había articulado ni una sola palabra en todo ese tiempo. Moriarty se acercó hasta donde estaba John y le habló casi al oído:

-Puedes hablar. -dijo Moriarty con una voz algo fuerte -. Johnny, adelante.

-Cógela. -dijo Sherlock, aún apuntando a Moriarty con su revólver, mientras con el otro brazo le extendía la memoria USB.

-Oh... Eso. Los planos del misil. -dijo Jim, para después darles un beso -. Que aburrido, podría haberlos cogido de otro sitio... -añadió, tirando el USB al agua de la piscina. En ese momento, en el que Moriarty estaba distraído, John saltó sobre él, agarrándolo por la espalda.

-¡Sherlock, corre! -exclamó John.

-¡Bien! ¡Jajajaja! ¡Muy bien! -dijo Moriarty con un tono cómico, y una sonrisa.

-Si su cómplice aprieta ese botón, volaremos los dos. -amenazó John.

-Que bonito... Ya veo por qué te gusta tenerlo cerca. La gente también coge cariño a sus mascotas... -dijo Jim con un tono meloso mientras John aún lo retenía -. Es tan conmovedoramente fiel... Pero ¡uy! Te has precipitado... Doctor Watson. -añadió Moriarty antes de que otros lasers de francotiradores aparecieran en la frente y pecho de Sherlock -. Picaste. -dijo Jim con una sonrisa burlona. John se separó de Moriarty, el punto del francotirador volviendo a aparecer en su chaleco. Moriarty por su parte, se acercó un poco más a Sherlock.

-¿Sabes lo que te va a pasar si no me dejas en paz, Sherlock? ¿Lo sabes?

-A ver si lo adivino: ¿me matarás?

-¿Matarte? Uf... No seas soso, algún día te mataré, claro... Pero no tengo ninguna prisa. Lo reservo para una ocasión especial -dijo Moriarty aun con ese tono de burla -. No, no, no,... Si no dejas de fisgonear, te destrozaré. Quemaré tu.... corazón. -añadió con una risa.

-Según varias fuentes carezco de él.

-Pero los dos sabemos que eso no es cierto... -dijo Moriarty con una sonrisa, antes de chasquear los dedos. -Ven querida.

Ante sus palabras, por la misma puerta por la que John había entrado,entró una pelirroja que ambos conocían bien.

-Cora... -musitó Sherlock, observando cómo además de un chaleco de bombas, había un enganche en la parte posterior del abrigo.

-Lo siento... -dijo ella, las lagrimas comenzando a brotar.

-Oh, ¡pero mira que preciosidad! Y pensar que la tienes solo para ti... -dijo Moriarty, tocándole el rostro a la pelirroja -. Tch, tch, tch, eso no es jugar limpio Sherlock.

-Suéltala. Ya nos tienes a nosotros, ¿qué quieres de ella? -dijo Sherlock, perdiendo por un momento la calma, pues Cora volvía a sangrar del estomago.

-Ella es tu corazón Sherlock. Digas lo que digas, te importa mucho. -contestó el criminal asesor -. Y ella te ama... Pero tu ni siquiera te das cuenta... Que triste debe de sentirse...

Sherlock no sabía qué hacer, pero en ese momento ocurrió algo que casi lo hizo perder la compostura. Tras unos leves segundos, un ancla apareció allí. Era pequeña, pero parecía ser lo suficientemente pesada como para hundirse con rapidez.

-Vamos querida, seca tus lagrimas. Eres la estrella del juego al fin y al cabo...

-¿¡Qué juego!? -preguntó Sherlock, ya empezando a perder los estribos.

-El ahogado. -contestó Moriarty -. Esta vez no me importara ensuciarme las manos contigo muñeca... -añadió, mientras con un acuerda ataba el ancla al enganche de la chaqueta que Cora llevaba puesta -. ¡Bon voyage! -añadió, empujando a Cora al fondo de la piscina.

Pasaron unos minutos en silencio, en los cuales Sherlock no dejaba de observar las burbujas de aire que salían a la superficie, disminuyendo estas cada vez más.

-Bueno, será mejor que me marche... Ha sido un placer charlar contigo. -dijo Moriarty.

-¿Y si te disparase ahora mismo? -preguntó Sherlock, alzando un poco más su arma.

-Pues disfrutarías de mi mirada de sorpresa... ¡Oh! -respondió Moriarty con burla -. Por que me sorprenderías Sherlock, de verdad. Y me decepcionarías... un poquito. Aunque no disfrutarías por mucho tiempo...

Sherlock asimilaba todo lo que este hombre iba diciendo, mientras, en su fuero interno, su mente gritaba para que se lanzara a las aguas a por la joven pelirroja, que desde hacía unos minutos ya no soltaba ninguna burbuja de aire.

-Chao... Sherlock Holmes. -dijo Moriarty, saliendo por la puerta lateral por donde habían entrado John y Cora.

-Ya nos... veremos. -dijo Sherlock, siguiendo la figura del hombre aún apuntándolo con su revólver.

-¡No lo creo! -gritó Jim con una voz aguda y fanfarrona.

Pasaron unos segundos antes de que Sherlock reaccionara. Se acercó a John y le empezó a quitar el chaleco de las bombas.

-Vale... -musitó, mientras desabrochaba las tiras de cinta.

-Sherlock, estoy bien... -dijo John, mientras Holmes tiraba lejos de ellos el chaleco de bombas que John llevaba puesto anteriormente -. Sherlock... ¡Sherlock...! -exclamó John para llamar su atención -. ¡Cora!

Sherlock no se lo pensó dos veces tras oír el nombre de la pelirroja: se despojó de la chaqueta negra y se lanzó a las aguas. No tardó mucho en encontrarla. Cora se encontraba inconsciente en la parte más honda de la piscina, aún con la pequeña ancla atada a la chaqueta con una cuerda. Buceó hasta ella con rapidez, desatando la cuerda con sus hábiles dedos, deshaciéndose del chaleco de bombas en el proceso, y emergiendo a la superficie con la joven en brazos. Cuando la sacó de la piscina John le tomó el pulso: no había nada. En cuanto Sherlock vio la expresión de John, supo lo que ocurría al instante. Sin perder un segundo más, Sherlock comenzó a realizarle a la pelirroja una RCP avanzada, ayudándose del boca a boca. Tras golpear un poco en el pecho, simulando el bombeo del corazón, Sherlock procedió a darle el boca a boca. No se lo pensó demasiado, y tras tomar una bocanada de aire, tapo la nariz de Cora con una mano, y con la otra le abrió un poco la boca. Posó sus labios en los suyos, pegando sus bocas e insuflándole el aire que les faltaba a los pulmones de la pelirroja. Hizo esta maniobra unas cuantas veces, en cada una de ellas, el sabor dulce de los labios de Cora inundando sus sentidos. Tras unos pocos segundos, y tras besarla de nuevo, Cora comenzó a toser.

-¡Cough! ¡Cough! ¡Cough!

-Cora... -dijo Sherlock, aliviado de que estuviera viva -. ¿Estas bien? -preguntó, acariciando su mejilla con suavidad, por una vez, dejándose llevar por sus sentimientos.

-Si... -contestó ella con una voz suave. A los pocos segundos, sintió que Sherlock la apretaba contra su pecho, tapándola con su chaqueta -. Sh-sherlock... ¿Qu-qué haces?

-Evitar que caigas en la hipotermia. -respondió él, pegándola más a su cálido torso -. Es la única manera de que entres en calor.

-Mi-mis labios... Están cálidos... -dijo ella, palpándolos.

-Si, están así por el RCP.

-¿M-me has hecho el boca a boca? -preguntó Cora, casi segura de que iba a desmayarse.

-Hablaremos de ello cuando volvamos a casa. -le respondió Sherlock.

En ese momento oyeron el sonido de una puerta, Moriarty apareciendo por ella poco después.

-¡Lo siento chicos! ¡Soy terriblemente caprichoso! -exclamó con sorna -. Es mi punto débil, pero a decir verdad, ¡es el único que tengo!

Sherlock se levantó y recostó a la pelirroja contra la pared del lugar, para después besar su mejilla de forma suave, y coger el arma que anteriormente había dejado en el suelo, con el fin de ayudar a Watson a quitarse el chaleco de las bombas.

-No puedo permitirte continuar... No puedo. -dijo Moriarty con una sonrisa -. Podría intentar convencerte, pero... ¡todo lo que tengo que decir ya se te ha pasado por la cabeza!

Sherlock miró a sus dos compañeros. La próxima decisión que tomara decidiría el destino de todos.

-Y puede que mi respuesta también a ti... -respondió Sherlock, girándose hacia Jim con el revólver apuntándole. Tras sonreír de lado, bajó el arma, apuntando esta vez al chaleco de bombas de John, ahora cercano a Moriarty...

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