| -Irene Adler, La Mujer- |
Una vez salieron del Palacio de Buckingham, Sherlock, John y Cora cogieron un taxi para encaminarse a su pequeño y modesto piso en Baker Street. Mientras iban hacia allí, los tres amigos decidieron charlar un poco.
-Ese tipo... Harry, debería mejorar su forma de disimular. -comentó Sherlock -. Se nota demasiado que fuma, a pesar de haberlo negado mientras charlabais hace unos minutos, en mi ausencia.
-Espera... lo de que fumaba, ¿cómo lo has adivinado sin siquiera estar presente en esa conversación? -preguntó John, algo extrañado.
-Tenías la prueba delante de las narices John. -comentó la pelirroja con una sonrisa.
-Como siempre, miras, pero no observas. -apostilló Sherlock.
-¿Observar qué? -inquirió Watson, desconcertado.
-El cenicero. -respondió Sherlock, sacando un cenicero de cristal del interior de su gabardina, dejando claro que lo había "tomado prestado" del Palacio de Buckingham.
Ante esa respuesta por parte de su amigo, John no pudo contener su risa y Sherlock esbozó una sonrisa, aunque esta pronto se borró, pues debía hablar de algo relevante con la pelirroja a su izquierda.
-Cora. -la llamó, atrayendo su atención -. ¿Es cierto que quieres encontrar otro empleo?
-¿Otro empleo? -dijo ella -. Si es para poder asegurarnos lo básico para vivir, sí.
-¿Acaso no te basta con ser mi ayudante? -preguntó Holmes con un tono algo dolido.
-Sherlock, ¿en serio vas a tener esta discusión ahora? -preguntó John, algo incrédulo y molesto.
-Cállate John, no estoy hablando contigo. -replicó Sherlock de forma rápida.
-Estupendo... va a ser un viaje muy largo... -dijo John, mentalizándose para los restantes minutos de discusión entre ambos jóvenes.
-Sherlock, ser tu ayudante es una de las cosas más divertidas que tengo el placer de hacer, pero nuestro trabajo no nos reporta ningún ingreso, y ¡no podemos depender únicamente del sueldo de John como médico! -explicó la pelirroja, razonando el querer encontrar otro trabajo.
-Con el sueldo mediocre de John nos basta y nos sobra, ¡no hace falta que busques otro trabajo! -dijo Sherlock, aun convencido de que sería una pérdida de tiempo.
-Vaya, gracias. -comentó John por lo bajo.
-¿¡Por qué te molesta tanto que quiera buscar otro empleo!? -exclamó la pelirroja -. ¿¡Qué importa si trabajo en otra cosa, aparte de ayudarte con los casos!?
-¡Porque no quiero que te alejes de mi! -exclamó Sherlock, dejando congelada a la pelirroja en su sitio, pues no se esperaba esa reacción, y mucho menos esas palabras -. Quiero decir, que no deberías malgastar tus habilidades en enseñar cosas inútiles a unos críos estúpidos. Estaría mejor que emplearas tus dones para ayudarme en los casos. -añadió el Detective Asesor, retractándose y corrigiendo rápidamente de sus palabras.
-Genial Sherlock, así lo mejoras mucho... -comentó John.
-Mira Sherlock, pienso aceptar esa oferta quieras o no. -replicó Cora con un tono frío -. Seguiré ayudándote en los casos, y prometo no defraudarte. Pero por favor, déjame trabajar.
Sherlock se quedó callado unos cuantos minutos, pero al final decidió responder.
-De acuerdo. Acepta ese trabajo. -replicó con un tono suave -. Pero si noto que este trabajo reduce tus capacidades deductivas, lo dejarás de forma inmediata, ¿entendido?
-De acuerdo. -respondió ella con una sonrisa.
-Vamos Sherlock, con decir que no quieres que haga sobre-esfuerzos es suficiente. -comentó Watson, adivinando las verdaderas intenciones tras las palabras de su compañero.
-Cállate. -replicó Sherlock con rapidez, mientras el taxi seguía su recorrido.
Mientras, en casa de Irene Adler, ésta estaba ojeando varias fotos de Sherlock en su teléfono móvil, y tras sonreír habló.
-Kate. -llamó con voz serena, apareciendo poco después una joven de cabello rubio en la estancia -. Vamos a tener visita. Voy a tardar un poco en prepararme. -añadió, caminando hacia su tocador, para después sentarse frente a él.
-¿Mucho tiempo? -preguntó Kate con una sonrisa, y una voz algo seductora.
-Siglos. -replicó Irene con un pequeño mohín. Tras unos minutos, la hermosa joven comenzó a revisar su armario, en busca de una prenda apropiada para el encuentro que tendría lugar próximamente.
En Baker Street, Sherlock también estaba buscado un atuendo apropiado para encontrarse con la Dominatrix, mientras que John y la pelirroja observaban (en el caso de Cora, ella trataba de no observar demasiado a Holmes, puesto que sus ojos recorrían todo su torso).
-¿Qué haces? -preguntó John, pues veía que Sherlock tiraba varias vestimentas por la habitación.
-Me voy al frente John, necesito la armadura adecuada. -replicó Sherlock antes de aparecer por la puerta de su cuarto, ataviado con un traje de bombero -. Mm... no. -añadió, volviendo a su habitación para cambiarse de nuevo. Tras unos cuantos minutos, Sherlock ya estaba en un taxi junto con sus dos amigos, encaminándose a la residencia de Irene Adler.
-¿Cual es el plan? -preguntó John, algo confuso.
-Sabemos su dirección. -replicó Sherlock de forma simple.
-¿Llamamos a la puerta, sin más? -inquirió el doctor algo extrañado.
-Exacto. -le respondió Sherlock -. Pare aquí por favor. -añadió Sherlock, dirigiéndose al taxista.
-Ni siquiera te has cambiado de ropa... -comentó John.
-Habrá que darle una nota de color... -comentó Sherlock con un tono algo misterioso.
Tras unos pocos minutos, Sherlock y sus dos compañeros ya se habían apeado del taxi y caminaban por un callejón. Mientras caminaba, Sherlock se quitó la bufanda de una forma que hizo sonrojar a la pelirroja, causando que tenga que tragar saliva, puesto que si Holmes seguía haciendo esas cosas, además de ser amable con ella... no estaba segura de poder contener sus sentimientos encerrados por mucho más tiempo.
-¿Es aquí? -preguntó John con un leve tono de duda, tras observar cómo su amigo se quitaba la bufanda y ahora se colocaba frente a él.
-Está a dos calles, pero aquí vale. -replicó Sherlock.
-¿Para qué? -preguntó John, totalmente confuso.
-Pégame un puñetazo. -pidió Sherlock mientras señalaba a su rostro.
-¿Que te pegue? -preguntaron John y Cora al mismo tiempo, en el caso de la pelirroja algo asustada, pues John ya estaba aguantando mucho estrés debido a las excentricidades de Sherlock, y si éste le daba carta blanca para que le pegara... no sabía de qué sería capaz de hacer.
-¡Si! ¡Pégame en la cara! -exclamó Holmes, gesticulando una vez más hacia sus pómulos -. ¿No me has oído?
-Siempre dices "que me parta un rayo", pero suele ser en sentido figurado. -respondió John -. Además, ¿no deberías pedírselo a Cora? Ella ya te ha abofeteado...
-¡Por Dios bendito! -exclamó Sherlock, antes de soltarle un puñetazo a John en la cara, provocando que éste caiga al suelo. Tras suspirar, el sociópata esperó por el contraataque de John, el cual no se hizo esperar, pues a los pocos segundos de incorporarse del frío suelo, el ex-soldado lanzó un puñetazo contra su rostro, haciéndolo caer al suelo. Tras haberlo pegado, Watson sacudió un poco su mano derecha, pues se había echo algo de daño.
-Gracias, ha sido... -dijo Sherlock, mientras se levantaba, tocando el lugar donde John lo había pegado, sin embargo no termino la frase, puesto que John se lazó contra él y volvió a pegarle un puñetazo, ésta vez en el estómago, cayendo ambos al suelo. Cora observaba la escena algo asustada, pues se estaban sacudiendo de lo lindo. A los pocos segundos, John estaba en la espalda de Sherlock, comprimiendo su cuello con sus brazos.
-Vale, ¡creo que ya hemos terminado, John! -dijo Sherlock, tratando de quitárselo de encima.
-¡Por si no te acuerdas Sherlock, fui soldado! -exclamó John -. Maté gente.
-¡Eras médico! -exclamó Sherlock.
-¡Tenía días malos! -exclamó John, continuando su pelea. En un momento dado, la pelirroja no pudo aguantarlo más y se metió en la pelea. John iba a darle otro puñetazo a Sherlock, cuando Cora se puso en medio y cogió su puño en su mano derecha.
-Parad los dos. Ya. -ordenó con una voz seria y llena de calma -. Si no paráis ahora, os detendré yo. -amenazó con una voz más baja.
-Gracias Cora, pensaba que me iba a apalear hasta la muerte... -comentó Holmes, acercándose a ella. Lo que el Detective Asesor no pudo prever, fue que la pelirroja cogió su brazo derecho, le hizo una llave, y lo tiró al suelo de espaldas. John se quedó sorprendido, y automáticamente relajó su postura: Cora daba mucho miedo cuando se lo proponía.
-Para empezar, Sherlock, esto es culpa tuya, así que ya estás pidiéndole disculpas a John. -comentó la joven con una voz aún baja.
Sherlock se levantó y volvió a acercarse a ella.
-¿Y? Pídele disculpas a John. Sabes que lo que has hecho ha... -Cora no pudo continuar regañando a Holmes, puesto que éste acababa de posar sus labios en los de ella, haciendo latir de forma desbocada su corazón. Sherlock la atrajo hacia si, su torso chocando de forma leve con el de la pelirroja, mientras que la continuó besando con mucha delicadeza, disfrutando de la suavidad de sus labios por unos instantes, antes de separarse de ella. John miraba la escena boquiabierto, pues sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo.
-Bueno, al menos ahora estás algo más callada. -dijo Sherlock con una sonrisa -. Ahora vamos. Todo esto forma parte de mi plan. -añadió el sociópata, caminando hacia la casa de Adler tras pedirle disculpas a John. Cora tocó sus labios con la yema de sus dedos: aún estaban cálidos... Se sintió algo apenada pues sabía que Sherlock únicamente la había besado para acallarla, pero sin poder evitarlo, su corazón aún latía de forma incansable por ese hombre. Tras suspirar, siguió a los dos hombres.
Mientras, Irene estaba dando los últimos retoques a su maquillaje con la ayuda de Kate.
-¿Qué te vas a poner? -preguntó la sirvienta con una sonrisa.
-Mi uniforme de combate. -replicó Irene con una voz suave y melosa.
-Oh... que afortunado... -comentó Kate con una voz igualmente melosa.
A los pocos minutos, ambas mujeres escucharon el timbre de la puerta principal, a lo que Kate se apresuró a ir al recibidor. Tras unos segundos, contestó por el vídeo-contestador.
-¿Hola?
-Oh, si-siento mucho molestarla, me acaban de atracar, y... creo que me han quitado la cartera.... y el teléfono. -respondió Sherlock, con una voz aparentemente preocupada y el rostro levemente herido (a causa de la pelea con John) -. ¿Puede ayudarme, por favor?
-Puedo llamar a la policía, si quiere. -replicó Kate con una sonrisa divertida, ante esa cómica pantomima de Sherlock.
-¡Gracias! ¡Gracias! -exclamó Holmes con un tono agradecido -. Sería tan amable de... ¿le importa que espere aquí hasta que... ¡Gracias, muchas gracias! -añadió, casi sin terminar las frases, para darle más veracidad a la mentira, para después estallar en un llanto falso.
Kate le abrió la puerta, entrando por ella Sherlock junto con John y Cora.
-Gracias... -dijo Sherlock, entrando a la casa, presionando un pañuelo contra la leve herida que tenía en su pómulo izquierdo.
-Lo hemos visto todo, tranquila, soy médico. -dijo John mirando a Kate -. ¿Tiene botiquín?
-En la cocina, por favor. -respondió Kate, dejándolos pasar.
Cora tomó del brazo a Sherlock y lo guió hasta la sala de estar. A los pocos minutos, Sherlock aún seguía presionando una pequeña gasa en su mejilla izquierda.
-¿Ves? Te dije que os habíais excedido con la pelea... -le riñó la pelirroja en plan cariñoso.
-Tu tampoco fuiste demasiado neutral... me tiraste al suelo. -replicó Holmes con una media sonrisa.
-Heh... En esta ocasión te lo merecías. -dijo ella con una sonrisa, sentándose a su lado en el sofá.
A los pocos minutos, ambos oyeron una voz femenina, proveniente del pasillo.
-¡Hola! Lamento que le hayan herido... -dijo la voz con un tono aterciopelado -. Creo que Kate no se ha quedado con su nombre... -añadió la joven, apareciendo por la puerta.
-Lo siento, soy... -Sherlock se interrumpió de golpe, pues Irene Adler acababa de aparecer en la puerta... desnuda. Cora frunció el ceño de forma leve, pues acababa de deducir varias cosas de la señorita Adler, cosas que no le gustaban en absoluto.
-Oh, siempre cuesta encontrar un nombre después de un susto, ¿verdad? -comentó Irene con una sonrisa, aún observando ese tono dulce y algo provocativo, mientras se acercaba a Sherlock, colocándose justo frente a él -. Ya estamos los dos... secularizados. Señor Sherlock Holmes. -añadió con otra sonrisa seductora, mientras quitaba un pequeño papel de la camiseta de Sherlock, el cual había usado para hacerse pasar por un sacerdote.
-La señorita Adler, supongo. -replicó Holmes con un tono cortante y algo frió, tratando de mantener la compostura ante semejante situación extraña, pues no era habitual encontrar a una mujer como Adler.
-Madre mía... ¡qué pómulos! -exclamó la joven que estaba desnuda con una voz aún más melosa -. Podría cortarme de una bofetada... ¿quiere que lo intente? -pregunta, poniendo en su boca el papel que segundos antes había cogido del cuello de la camisa de Sherlock.
Cora estaba observando a Irene con una mirada de pocos amigos.
-(Probablemente nació en 1980, es una Dominatrix, muy astuta, parece que tiene un plan, aunque desconozco por ahora cual será. También parece estar interesada en Sherlock...) -deduce la pelirroja con sorprendente rapidez.
-Bien, con esto servirá... -dijo John entrando en la estancia, quedándose paralizado en el sitio tras observar esa situación, con Irene Adler desnuda frente a Holmes -. ¿Me he perdido algo? -preguntó Watson tras unos segundos de duda e incertidumbre, al no saber cómo reaccionar.
-Por favor, siéntese. -dijo Irene, sacando el papel de su boca -. Si les apetece un té llamo a la sirvienta...
-Ya he tomado en palacio. -comentó Sherlock con simpleza y rapidez.
-Lo sé. -contestó Irene, interrumpiendo al Detective Asesor.
-Mucho. -comentó Sherlock, centrándose en la joven, que acababa de sentarse en el sillón frente al suyo, con las piernas cruzadas, y los brazos tapando su busto.
-Um... yo también he tomado te en palacio... -dijo Cora con un pequeño sentimiento de tristeza, pues se sentía ignorada -. Por si a alguien le interesa.
-Lo mismo digo. -replicó John mientras seguía observando a Irene y Sherlock.
Sherlock se concentró en analizar y deducir a la señorita Adler, pero algo extraño sucedió, pues aunque lo intentara, no podía deducir nada sobre ella. Frustrado, lo intentó en varias ocasiones más, pero sin ningún resultado. Tras percatarse de que no lograba nada, Sherlock volvió su vista hacia Cora.
-(Esta mañana se ha levantado somnolienta, por las recurrentes pesadillas que le turban el sueño estos últimos días. Ha tenido tiempo de cambiarse la ropa que llevaba esta mañana por la que lleva habitualmente, señal de que le tiene apego a ese conjunto, además de que le gusta estar siempre impecable. Hay algo más... Parece como si quisiera...) -Sherlock había comenzado a deducir a su compañera de piso, cuando de pronto, ella lo miró a los ojos por unos breves instantes, haciéndole imposible que siguiera con sus deducciones, pues Cora parecía haber levantado esa extraña barrera, que impedía que dedujeran sobre ella. Tras suspirar, Sherlock posó su vista en John y comenzó a deducirlo -. (Camisa de dos días, afeitado reciente, tiene una cita esta noche, no ha llamado a su hermana y se ha comprado un nuevo cepillo de dientes. Pasó la noche fuera con Stamford) -Sherlock volvió su vista a Irene, y una vez más, intentó deducirla.
-¿Sabe cual es el gran problema de los disfraces, señor Holmes? -preguntó Irene de pronto, haciendo que Sherlock levante las cejas, para que continuara -. Por mucho que lo intente, siempre es un autorretrato.
-¿Cree que soy un sacerdote con la cara sangrando? -preguntó Sherlock mientras se colocaba mejor el cuello de la camisa.
-No, creo que sufre, que delira, y que cree en un poder superior. -replicó la Dominatrix con soltura -. En su caso, usted mismo. -comentó, haciendo que Sherlock la mire, y que Cora se empiece a sentir más insignificante a cada segundo -. Y alguien le quiere... -añadió, lanzando una mirada discreta hacia Cora, que solo John y la susodicha notaron.
Al escucharla decir esas palabras, Watson miró a su compañera, la cual ahora había pasado de un color rosado en sus mejillas a uno más pálido. Cora empezaba a desilusionarse: Irene Adler era claramente más inteligente que ella misma, si bien había descrito con exactitud la personalidad de Sherlock, y había descubierto rápidamente su creciente enamoramiento hacia el Detective Asesor.
-Si tuviera que golpear esa cara... evitaría la nariz y los dientes. -comentó Irene, lanzando una breve mirada a John.
-¿Podría ponerse algo, por favor? -preguntó el doctor tras soltar una carcajada sarcástica -. Lo que sea: una servilleta.
-Sería lo más apropiado, dado que queremos platicar con usted. -comentó la pelirroja, mirando a Irene con algo de descaro, y quizás, resentimiento.
-¿Por qué? ¿Se siente desprotegido, Doctor Watson? -preguntó Irene con una falsa ignorancia e inocencia.
-Creo que John no sabe dónde mirar. -comentó Sherlock, dejándole su abrigo a Irene, para que se tapara con él.
-Nah, yo creo que lo sabe perfectamente. -dijo ella con una sonrisa, levantándose del sillón y cogiendo el abrigo del detective, bajo la atenta mirada de Cora -. De usted no estoy segura... -añadió, mirando a Sherlock y poniéndose el abrigo -. No se preocupe, querida amiga, no tengo ninguna mala intención. -comentó, tras observar cómo la miraba la pelirroja.
-Usted y yo no somos amigas. No me trate como tal. -replicó Cora en un tono gélido, cosa que por unos instantes puso muy nerviosos a los dos hombres de la estancia. Tras unos segundos de incómodo silencio, Sherlock habló:
-Si quiero ver mujeres desnudas, le pido el portátil a John. -comentó Sherlock, dándole la espalda a Irene y observando el espejo que ésta tenía en la pared.
-Lo coges sin permiso. -sentenció John.
-Lo confisco. -replicó el sociópata, girándose hacia Adler.
-Da igual, tenemos cosas mejores de las que hablar... -dijo la Dominatrix, volviéndose hacia el sofá que anteriormente Sherlock dejara vacío -. Dígame, necesito saberlo: ¿cómo fue?
-¿Qué? -preguntaron Sherlock y la pelirroja al mismo tiempo.
-El senderista del golpe en la cabeza. -dijo ella -. ¿Cómo lo mataron?
John avanzó un poco hacia Sherlock, pues éste había afirmado que lo había resuelto en el Palacio de Buckingham. Cora por su parte, observaba a Irene con sus ojos carmesí, escudriñándola, por si se le ocurría hacer algo.
-No he venido por eso... -dijo Sherlock.
-No, no, no, ha venido por las fotos, pero eso no va a poder ser. -comentó Irene de forma rápida -. Y ya que estamos charlando...
-Eso aún no ha salido en las noticias, ¿cómo lo sabe? -preguntó Watson, refiriéndose al caso del senderista.
-Conozco a un policía. Sé lo que le gusta. -replicó ella con una sonrisa.
-Oh... -dijo John -. ¿Y le... gustan los policías? -preguntó John sentándose a su lado, intentando flirtear con ella.
-Me gustan los relatos, y los detectives. -replicó la Dominatrix con un tono suave, a la vez que una sonrisa cruzaba su rostro -. Lo inteligente es sexy. -añadió, haciendo que John sonría de lado de una forma leve.
-(¡Por Dios John! ¿¡No te das cuenta!? ¡Te está engañando y diciéndote lo que quieres oír!) -pensó Cora con rabia, a la vez que se controlaba para no aumentar la temperatura de sus manos.
-La posición... Eh, la del coche en relación al hombre en el momento del petardazo, eso y el hecho de que el golpe mortal fuera en la nuca. -repicó Sherlock tras una breve equivocación haciendo alusión a la pregunta que Adler había hecho con anterioridad. Ante esa pequeña equivocación y distraimiento por parte de Sherlock, Cora lo miró.
-Dígame cómo lo mataron. -pidió Adler una vez más.
-No lo mataron. -dijo Cora con una voz suave, haciendo que Irene la mire y sonría de lado.
-¿Cree, señorita Izumi, que no fue un asesinato? -preguntó La Mujer mientras seguía observando a la pelirroja.
-Sé que no lo fue. -sentenció Sherlock, adelantándose a la pelirroja, no dejando que respondiera.
-¿Cómo? -preguntó Irene.
-Igual que sé que la victima era un gran deportista, que acababa de volver de un viaje, y que las fotografías que busco están en ésta habitación. -comentó Sherlock, sin siquiera posar sus ojos una única vez en Cora.
-Vale, pero... ¿cómo? -preguntó Irene, una vez más.
-Luego están aquí, gracias John. Ponte en la puerta y que no entre nadie. -dijo Sherlock con una sonrisa en el rostro. John agachó la mirada, pero luego sonrió de forma casi imperceptible a Sherlock, quien solo lo observó, para después salir del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Una vez fuera, John cogió un periódico y metió la mano en el bolsillo.
-Dos hombres solos en el campo. Separados varios metros, y un coche. -dijo Sherlock, paseando tranquilamente frente a la chimenea y el espejo dela sala.
-Oh,... creía que ahora estaba buscando las fotos. -dijo Irene, algo sorprendida por la marcha de John y las repentinas palabras de Holmes. Cora sonrió, pues ella sabía de alguna forma qué plan tenían Watson y él para averiguar el paradero de las fotos.
-No, no,... en buscar se tarda siglos. -le respondió Sherlock caminando hacia el espejo y mirándolo por unos breves instantes -. Voy a encontrarlas sin más, pero usted es bastante lista y tenemos tiempo. Dos hombres, un coche, y nadie más. -añadió, determinado a explicarle el caso del senderista. En todo este tiempo, su mirada no había dejado a la señorita Adler, sin siquiera haberse percatado de que Cora estaba allí.
-El conductor intenta arreglar el motor, sin éxito. Y el senderista ha parado un momento a mirar el cielo. ¿Observa los pájaros? En cualquier momento va a ocurrir algo. ¿Qué? -dijo Sherlock, paseando de forma leve por su Palacio Mental, con Irene y Cora dentro de él.
-El senderista... -comenzó la pelirroja, siendo a los dos segundos interrumpida por Holmes.
-Calla Cora. Es necesario que la señorita Adler lo resuelva. -sentenció Sherlock con una voz grave y un tono algo brusco, que la hizo callar al instante, ganándose la pelirroja una mirada y sonrisa de superioridad por parte de La Mujer.
-El senderista va a morir. -dijo Irene con una voz suave, mirando a Sherlock, quien en ese momento, se encontraba rodeando al senderista de su Palacio Mental.
-No. Ese es el resultado. -sentenció él con un tono más suave, cosa que hizo que Cora agachara por unos breves instantes el rostro -. ¿Qué va a pasar?
-No entiendo... -dijo Adler con una leve mueca de descontento.
-Pues inténtelo. -dijo Sherlock, dejándole pensar, cosa que no hacía con nadie, a excepción de la pelirroja.
-¿Por qué? -preguntó ella.
-Porque satisface los caprichos más patéticos, y se quita la ropa para impresionar. -replicó el Detective Asesor con una voz grave -. ¡Deje de aburrirme, y piense! -le ordenó -. Ahora es sexy.
Ante las palabras que ambos intercambiaban, Cora se sentía cada vez más pequeña en ese lugar, optando al final por desaparecer del Palacio Mental de Holmes, sin siquiera éste percatarse de ello.
-El coche va a dar un petardazo. -replicó La Mujer.
-Va a haber un estruendo.
-¿Y qué? -preguntó ella.
-Oh, los ruidos son importantes. Los ruidos... pueden decirte todo. -replicó Holmes mientras observaba a Irene -. Por ejemplo...
En ese momento, se oyó en la casa de Irene el sonido de una alarma de incendios, ya ambos habían vuelto del Palacio Mental. Ese era el plan de Sherlock: John había encendido el periódico para crear algo de humo y hacer saltar la alarma.
Irene fijó su mirada entonces en el espejo que había en la sala de estar.
-Gracias. -dijo Sherlock, empezando a acercarse al espejo -. Al oír una alarma anti-incendios, una madre miraría a su hijo. Es asombroso cómo el fuego revela nuestras debilidades. -añadió, levantando el espejo, gracias a un botón que había debajo de la repisa. Aquello reveló una caja fuerte -. Espero que no tenga un niño aquí. -dijo Sherlock en un tono de burla.
-Está bien John, puedes apagarla. -dijo Cora, levantándose del sofá, casi al mismo tiempo que Adler.
-¡Ya puedes apagarla John! -gritó Sherlock.
-¡Dame un minuto! -exclamó John desde fura, intentando disipar el humo que se había formado. En ese momento, se volvió a su espalda, y vio bajar a unos cuantos hombres las escaleras del piso superior, disparando el primero de ellos a la alarma, apagandola -. Gracias. -les dijo John, una vez se hubieron acercado a él.
-Um... con estas cosas siempre hay que usar guantes. -dijo Sherlock, examinando los botones de la caja fuerte -. La tecla más sucia siempre es la primera, que es claramente un 3. Pero después la secuencia es casi imposible de adivinar. -añadió con una voz serena-. Deduzco que se trata de una combinación de seis dígitos, no puede ser su cumpleaños, no se ofenda. Pero está claro que nació en los ochenta, y el 8 se usa poco...
-(Eso que he oído... ¿¡un disparo!? ¡John!) -pensó la pelirroja, mientras Sherlock trataba de deducir cual era la combinación de la caja fuerte.
-Le diría el código ahora,... -dijo Irene, caminando hacia la ventana del cuarto, haciendo que Sherlock y Cora la miren -. ¿Pero sabe qué? Ya lo he hecho.
Holmes entrecerró los ojos y frunció el ceño tras oír esas palabras salir de la boca de Adler.
-Piense. -dijo ella con una sonrisa. Momentos después, los hombres que acababan de entrar en la casa, irrumpieron en la sala de estar.
-¡Las manos en la nuca! -amenazó el líder de la banda -. ¡Al suelo! -añadió, haciendo que uno de sus hombres haga arrodillarse a Cora a la fuerza, propinándole un golpe en el pecho -. ¡No se muevan!
-Lo siento, Sherlock... -dijo John, a la vez que lo hacían arrodillarse junto a Irene, a punta de pistola.
-Señorita Adler, ¡al suelo! -amenazó el líder, haciéndola arrodillarse.
-¿No quiere que me arrodille yo? -preguntó Sherlock, sus ojos por primera vez desde que había entablado conversación con Adler, percatándose de la presencia de Cora en la sala.
-No señor. Quiero que abra la caja fuerte. -dijo el hombre.
-Americano. Interesante. -dijo Holmes, observando al hombre que lo estaba apuntando con un arma -. ¿A usted qué más le da? -preguntó, girándose hacia Irene.
-Señor, la caja fuerte ya, por favor. -pidió el americano.
-No sé la combinación.
-Estábamos escuchando, ella se la ha dicho. -replicó el americano.
-Si ha estado escuchando, sabrá que no.
-Supongo que me he perdido algo. Por su reputación supongo que usted no, señor Holmes. -replicó el hombre que lo amenazaba.
-¡Por Dios! ¡Ella es quien sabe la combinación! ¡Pregúntele! -exclamó John, algo nervioso, pues seguían apuntándolos con las pistolas.
-Si, señor. También sabe la combinación que avisa inmediatamente a la policía y hace saltar la alarma anti-robo. No confío en esa mujer.
-El señor Holmes no...
-¡Cállese! Una palabra más, solo una, ¡y decoro esa pared con sus sesos! Y se lo aseguro, no me costará nada en absoluto. -replicó el americano, interrumpiendo a Irene, quien había intercambiado una mirada con Sherlock, mientras apuntaba de nuevo a Holmes -. Señor Archer, a la de tres dispare a Cora Izumi.
-¿¡Qué!? -exclamó John, aún más nervioso que antes, y aterrado por la idea de que le hicieran algo más a Cora, o peor aún: que acabara muerta.
-No sé la combinación. -dijo Sherlock con una voz calmada, mientras por el rabillo del ojo, observaba cómo presionaban con más fuerza la pistola contra la nuca de la pelirroja.
-Uno...
-No sé la combinación. -recalcó Sherlock con un tono más grave y elevado, dándose perfecta cuenta de lo que le podría pasar a Cora.
-Dos...
-¡No me la ha dicho! ¡No la sé! -exclamó Sherlock mirando de forma frenética a la joven de ojos rojos, quien tenía la cabeza gacha, negándose a mirar a ninguno de sus compañeros.
-Estoy dispuesto a creerle en un solo segundo...
En ese momento, Sherlock miró a Irene, y ella simplemente miró hacia abajo. Cora cerró los ojos, esperando el disparo.
-Tres.
-¡No! ¡Espere! -exclamó Sherlock, casi en un momento histérico.
El americano hizo una seña a Archer para que no disparara la bala, cosa que tranquilizó a Holmes un poco. Tras unos segundos, Sherlock se dio la vuelta y tras suspirar, comenzó a teclear el código de la caja fuerte: 32-24-34. Tras hacerlo, la caja fuerte dio un pequeño sonido de confirmación, haciendo que Irene sonría por unos breves instantes.
-Gracias, señor Holmes. -dijo el americano -. Ábrala, por favor.
Sherlock comenzó a girar la manivela que estaba colocada en la caja, dando una pequeña mirada hacia Irene, quien volvió a mirar al suelo.
-¡El robo en el Vaticano! -exclamó Sherlock, usando esa contraseña, justo antes de abrir la caja y agacharse, pues había una pistola en su interior, la cual se disparó al abrirla. La bala que se había disparado, mató al que apuntaba a John en la nuca. Sherlock cogió el arma del americano con rapidez y lo noqueó con ella. Irene por su parte, había pegado un severo golpe a la ingle del que la tenía de rodillas, logrando dejarlo inconsciente y arrebatándole el arma, para gran sorpresa de Sherlock. Tras unos segundos y sin que nadie se diera cuenta, Sherlock tomó de forma rápida el teléfono que estaba dentro de la caja fuerte. Pero lamentablemente, ninguno de los presentes se había percatado de que entre la confusión, el que retenía a la pelirroja aún estaba vivo, y ahora la tenía sujeta por el cuello, con la pistola apuntando a su cabeza.
-¡Den un paso más y la mato! -dijo el hombre, mientras presionaba un poco más la pistola contra la sien de Cora.
-¡Cora...! -dijo John, preocupado por ella, pues aún mantenía la cabeza gacha. Irene observaba la escena algo consternada, pues aunque a la joven no le agradaba, era culpa suya que ahora se encontrara en esa situación.
-¿Qué es lo que quiere? -preguntó Sherlock con una inmutable calma, mirando al único de los asaltantes que continuaba consciente.
-Deme el teléfono. -ordenó el hombre con la voz seria y amenazante -. Se lo advierto, si intentan jugármela... ¡la mataré! -añadió antes de sonreír -. Esto es demasiado fácil: ¡harían cualquier cosa por protegerla!
-¿Lo ve? Ese es su mayor error... -dijo Cora con una voz muy baja, al mismo tiempo que levantaba su rostro -. Creer que necesito que me protejan... -añadió, sus ojos carmesí brillando como la sangre. A los dos segundos, Cora ha elevado la temperatura de sus manos, llegando estas a los 620º y haciendo que el tipo la suelte. Tras unos segundos, Cora ya esta a la espalda del hombre, sus ojos brillando con furia asesina. Tras un segundo, y sin tocarlo, gracias a las pequeñas llamas que emanaban de sus manos, empieza a quemar la sien del hombre. Éste poco a poco comienza a sentir su carne abrasándose, gritando de dolor -. Agh, ¡cállese! -exclama la pelirroja, pateando la cabeza de ese sujeto, dejándolo inconsciente al instante. Irene miraba a la pelirroja algo sorprendida, al igual que John, sin embargo, Sherlock no parecía sorprendido, más bien, parecía estar tratando de deducir a la joven, pues no era habitual que ella fuera presa de un arranque de furia.
-Está muerto. -dijo John, tras tomar el pulso al hombre que antes lo tenía a punta de pistola.
-Gracias, ha sido muy... observador. -comentó Irene mientras seguía apuntando a los hombres que estaban inconscientes en la sala.
-¿Observador? -preguntó John, confuso por la elección de palabras de La Mujer.
-Me siento halagada. -replicó ella, tratando de flirtear con Sherlock.
-Hace mal. -respondió Holmes con un tono semejante al de una broma.
-¿Halagada? -preguntó John, aún más confuso que antes.
-Habrá más. Tendrán el edificio vigilado... -dijo Sherlock saliendo del cuarto junto con John y Cora (ésta última iba sujeta por John, puesto que aún estaba con sus ojos brillando intensamente, y no era juicioso dejarla sin vigilancia). Una vez se halló sola en la sala de estar, Irene se dirigió rápidamente a la caja fuerte, con la firme intención de recuperar su teléfono, encontrándose con que ya no estaba allí.
-¿Llamamos a la policía? -preguntó John, saliendo de forma breve al portal de la casa junto a Holmes y la pelirroja.
-Si... -replicó el sociópata, antes de pegar varios tiros al aire con la pistola que le había arrebatado al americano -. Ya vienen. -añadió con calma, adentrándose de nuevo en la casa.
-¡Por Dios bendito...! -exclamó John.
-Calla anda, no tardarán. -comentó Sherlock, algo divertido por la reacción de su compañero, antes de dirigir una mirada algo preocupada a Cora, pues aún seguía sujeta por John y el fulgor de sus ojos no remitía. Sherlock entró de nuevo en la sala de estar, antes de dar una orden a John -. Revisa la casa, a ver cómo entraron.
-Vale... -dijo John, marchándose con la pelirroja aún cogida por el brazo. Ésta, simplemente hizo un leve movimiento con sus ojos hacia Irene y Sherlock antes de caminar con John, alejándose de la sala.
-Bueno... -dijo Sherlock, sacando el móvil de Irene de su bolsillo y lanzándolo al aire antes de volver a cogerlo -. De esta me nombran caballero.
-¡Ja..! Y eso es mío. -dijo Irene, extendiendo la mano hacia Sherlock, esperando a que éste le devolviera su teléfono.
Sherlock pulsó el botón central del teléfono y una contraseña de desbloqueo apareció:
"I AM □□□LOCKED"
-Todas las fotos están aquí, supongo. -dijo Sherlock, observando la pantalla del móvil.
-Tengo copias, por supuesto. -replicó Irene.
-¡Qué va a tener...! Tiene desactivados permanentemente todos los enlaces y conexiones. -le comentó Sherlock -. Al menos que los contenidos fueran exclusivos, no podría venderlos... -añadió, guardando de nuevo el teléfono en su bolsillo.
-¿Quien dice que quiera?
-¿Y por qué tenían tanto interés? Haya lo que haya en el teléfono, está claro que no son solo fotos. -dijo el Detective Asesor, con algo de indiferencia.
-Ese teléfono-cámara es mi vida señor Holmes. -replicó Adler con un tono más bajo y algo amenazante, acercándose a él -. Antes moriré, que dejar que se lo lleve. Es mi seguro.
-¡Sherlock! -exclamó John desde la parte superior de la casa.
-Lo era. -replicó Sherlock, tras volverse hacia el lugar por el que provenía la voz de Watson. Irene puso un rostro serio, pero siguió a Sherlock para ver qué había encontrado John.
En el piso superior, John estaba comprobando que la asistenta/sirvienta de Irene, Kate, estaba aún con vida, pues ésta se encontraba sin sentido en el suelo de la habitación de la señorita Adler. Cora estaba a su lado, ayudándolo a determinar si estaba bien o no, por suerte, su color de ojos volvía a ser el de siempre.
-Tuvieron que entrar desde aquí... -dijo John mientras observaba la ventana de la estancia.
-Claramente. -dijo Sherlock, afirmando la hipótesis de Watson.
-No debe preocuparse, solo está inconsciente. -le comentó Cora a Irene en un tono algo suave, pero aún con la cabeza gacha, negándose a mirar a nadie a los ojos.
-Sabe Dios que está acostumbrada... -dijo Irene, acercándose a la ventana a observar -. Hay una puerta trasera, será mejor que vaya a ver Watson. -añadió, mirándolo.
John miró a Sherlock en busca de confirmación, para saber si debía acatar las ordenes de Adler, a lo que Holmes asintió. Cora miró a John, pero no lo siguió, sino que se quedó junto a Kate.
-Menudo espectáculo que ha montado usted minutos antes, señorita Izumi. -comentó Irene con un tono meloso -. Ha sido espectacular... me ha puesto los pelos de punta, y pocas personas pueden lograrlo.
La pelirroja no respondió al comentario de Adler, sino que se limitó a no mirar sus ojos.
-Oh, vamos querida, ¿por qué rehúsa mirar a sus amigos a los ojos? Comprendo que no me mire a mi, puesto que acabamos de conocernos, pero ¿a sus amigos? -comentó Irene, acercándose a la joven -. No me diga que está avergonzada por sus acciones... No debería. Ha hecho lo que ha sido necesario para defenderse de ese hombre. Si no lo hubiera hecho... quizás ahora estaría muerta. -añadió la Dominatrix, levantando el mentón de la pelirroja, para que la mirara a los ojos.
-Preferiría estar muerta... -replicó Cora en un tono muy bajo, casi inaudible para Irene y Sherlock.
-¿Qué... has dicho, Cora? -preguntó Sherlock, parpadeando varias veces, para cerciorarse de sus palabras, pues no creía haberla escuchado bien.
-Ha dicho... que preferiría estar muerta... -le respondió Irene con un ligero tono de sorpresa, pues no era habitual el encontrar a una joven con esas intenciones -. ¿Por qué dice eso, querida?
-No tengo por qué decírselo a alguien como usted. -replicó Cora, agarrando la mano de Irene con fuerza y firmeza, apartándola de su rostro. Tras unos segundos, por los ojos de Cora pasó un destello de luz carmesí, asustando a Irene en el proceso. La Dominatrix dio un paso hacia atrás, alejándose de Cora, quien simplemente abandonó la habitación, para ir en busca de John. Sherlock observó a la pelirroja marcharse de la sala con un leve ¿sentimiento de pena? Holmes sintió que la joven despreciaba por completo sus poderes, y esa era la razón de por qué había reaccionado de esa manera y de que hubiera contestado así a Irene. Sin embargo, Holmes dejó a un lado sus aparentes sentimientos de preocupación por Cora, y volvió su vista hacia Adler.
-Está muy tranquila. -comentó Sherlock, observándola -. Su trampa acaba de matar a un hombre.
-Me habría matado él a mi. -replicó ella como si fuera una sentencia segura -. Ha sido en defensa preventiva... -añadió, acercándose a Sherlock, y tocando su brazo izquierdo con su mano izquierda de una forma gentil. Se colocó tras él y con un movimiento rápido, le inyectó algo mediante una jeringuilla que llevaba oculta en su mano derecha.
-¿Q-qué...? ¿Qué es eso...? -preguntó Sherlock tras alejarse de ella y dar algunas vueltas sobre si mismo, agarrando la jeringuilla y tirándola al suelo -. ¿Qué...?
Irene no lo dejó terminar la frase, puesto que lo abofeteó con la mano derecha con contundencia, logrando desequilibrarlo ligeramente.
-Démelo. -ordenó Adler, observando a Sherlock, a la vez que extendía su brazo hacia él -. Vamos. Démelo.
-No... -replicó Sherlock, con su vista algo borrosa y ligeramente enfocada en la Dominatrix.
-Que me lo dé... -dijo ella, insistiendo.
-No... -le contestó Sherlock, cayendo al suelo de rodillas, aún con el teléfono de ella en su mano derecha.
-Hay que ver... -musitó Irene para sí misma, cogiendo la fusta que tenía sobre su mesa -. Suéltelo. -ordenó con firmeza, observando a Sherlock en el suelo. El Detective Asesor se resistía aún a darle su teléfono, así que La Mujer no tuvo más opción que actuar en consecuencia -.¡Que... lo... suelte! -exclamó ella, a cada palabra suya dándole un latigazo a Holmes, logrando finalmente hacer que cayera al suelo, soltando su teléfono.
El Detective Asesor cayó de espaldas al suelo, completamente indefenso e impotente, no pudiendo hacer nada por defenderse de ella.
-Oh, gracias cielo... -dijo Irene con una voz dulce -. Y dígale a la pijita esa que las fotos están a salvo conmigo. No son para hacer chantaje, son solo un seguro. -añadió con una sonrisa -. Además, quizá me apetezca volver a verla...
Ante esas ultimas palabras de Adler, Holmes trató sin éxito de levantarse del suelo, cosa que La Mujer notó en seguida, haciéndolo recostar de nuevo en el piso, al mismo tiempo que usaba su fusta para acariciar su pecho.
-Ha sido un placer. No lo estropee. -comentó ella con un tono suave, y ligeramente malicioso, mientras acariciaba su rostro con la fusta -. Así es como quiero que me recuerde: La Mujer que le venció. -añadió con una voz aún más melosa -. Buenas noches, señor Holmes... -añadió, alejándose de él.
-¡Por Dios! ¿¡Qué ha hecho!? -exclamó la pelirroja, entrando de forma atropellada en la estancia, seguida por John. A los pocos segundos ya estaba arrodillada al lado del detective. Al lado del hombre que amaba.... y que por desgracia, jamás llegaría a saber acerca de sus sentimientos, y que de saberlo, nunca los correspondería.
-Dormirá unas horas. -le respondió Irene a Cora con una sonrisa -. Procure que no se ahogue en su propio vómito. Queda un cadáver muy poco estético. -añadió, antes de girarse en el marco de la puerta para mirar a los tres amigos de Baker Street.
-¿Qué es esto? ¿Qué le ha dado? -peguntó John, tras coger la jeringuilla en sus manos.
-Se pondrá bien. Lo he usado con muchísimos amigos. -replicó la Dominatrix con un tono suave y algo indiferente, mientras se sentaba en la ventana de la habitación contigua.
-Sherlock, ¿me oyes? -preguntó Cora, mirando a Sherlock, y tratando de que éste fije su vista en ella.
-Me había equivocado con él. -comentó Adler. Ante ese comentario, Cora alzó su rostro, mirándola con una ligera furia y algo de curiosidad por el significado tras sus palabras -. Si sabía dónde mirar. -añadió Irene, con una sonrisa maliciosa en su terso y algo pálido rostro.
-¿Qué? ¿De qué está hablando? -preguntó John, mirándola.
-La combinación de mi caja fuerte. -replicó ella, devolviendo su mirada.
-¿Cual era ? -preguntó John.
-¿Se lo digo? -bromeó ella con una sonrisa aún más maliciosa -. Mis medidas. -respondió, antes de marcharse por la ventana del cuarto donde estaba. Al fondo se podían oír el ruido de las sirenas de los coches de policía.
Cora miró a Sherlock cerrar sus ojos: Ella sabía que estaba ahora en su Palacio Mental mientras se encontraba inconsciente, lo cual hizo que algo de pena invadiera su corazón, pues sabía a ciencia cierta, que ella no era la persona que estaba con él ahí dentro.
En su Palacio Mental, Sherlock se encontraba en el escenario del crimen del senderista. Estaba dentro del coche cuando de pronto apareció Irene a su lado (vestida únicamente con su gabardina), sorprendiéndolo.
-¡Lo tengo! -dijo Irene.
Sherlock trató de salir del coche y decirle algo, pero ella puso un dedo frente a su boca.
-No se levante. Ya hablo yo. -dijo Adler con una sonrisa seductora y una voz muy suave. Tras unos segundos, se dirigió a la parte trasera del coche, al tubo de escape -. El tubo de escape está a punto de explotar, y el senderista mirando al cielo. -dijo ella, ahora junto al senderista y con Sherlock a su lado, observándola -. No, dijo que podría estar mirando a los pájaros, pero no. Estaba mirando otra clase de objeto volador. -razonó la Dominatrix con soltura, moviéndose frente al senderista junto con Sherlock, el cual permanecía en silencio -. El escape explota y el senderista se vuelve a mirar, lo que fue su gran error. Cuando el conductor levanta la cabeza el senderista ya está muerto, lo que no ve es qué lo ha matado, porque ya se lo ha llevado la corriente. Un consumado deportista, recién llegado de un viaje al extranjero con... un boomerang. ¿Lo adivinó solo con mirar? Sin duda el nuevo sexy. -concluyó ella, para después girar su rostro y mirar a Sherlock, quien parecía desconcertado.
-Yo... Yo... -musitó Sherlock, para instantes después caer en una superficie blanda y cómoda.
Momentos después, Sherlock despertó en su cama, en el 221-B de Baker Street, aún con las palabras de Irene en su mente: "No hable, no pasa nada. Voy a devolverle el abrigo".
Se dio la vuelta en su cama y habló:
-¿John? ¿Cora? -preguntó en una voz levemente elevada, incorporándose de forma leve de su cama, aún envuelto en la sábana -. ¡John! ¡Cora!
Los dos amigos que estaban en la sala, voltearon sus rostros hacia el cuarto de Sherlock en cuanto oyeron sus gritos.
Sherlock trató de salir de la cama, pero acabó dando un traspiés y cayó al suelo de bruces. En ese momento, John abrió la puerta del cuarto, junto a él encontrándose Cora, con un rostro algo preocupado.
-¿Estas bien? -preguntó Cora con una voz suave.
-¿Cómo he llegado hasta aquí? -respondió Holmes con otra pregunta.
-Supongo que no recuerdas mucho... -dijo John -. Decías cosas sin sentido. Ah, te advierto que Lestrade te ha grabado con su móvil. -añadió con una leve sonrisa y un tono amable, mientras entraba al cuarto junto con la pelirroja.
-¿Dónde está? -preguntó Sherlock, una vez se hubo puesto en pie con éxito.
-¿Quién? -preguntó Cora, aunque a pesar de fingir ignorancia, en su corazón sabía de quién hablaba su querido detective.
-La Mujer. Esa mujer. -respondió Sherlock, aún algo mareado.
-¿Qué mujer? -preguntó John.
-¡La Mujer! ¡Alias: La Mujer! -exclamó Sherlock algo eufórico y frustrado.
-Ah, Irene Adler... Se escapó. Nadie la ha visto. -le respondió John -. No ha estado aquí, Sherlock... -añadió el soldado mientras observaba a su amigo caer de nuevo al suelo -. ¿Q-qué? No, no, no,... -comentó, cogiendo a Sherlock por las axilas y levantándolo con la ayuda de la pelirroja. Tras lograrlo, John salió del cuarto, dejando que Cora se encargara del resto.
-Vuelve a la cama, Sherlock. -dijo Cora con un tono suave, mientras recostaba mejor a Holmes -. Estarás bien por la mañana... duerme. -le susurró ella con una voz muy suave, mientras lo arropaba con cariño.
-¡Pues claro que estaré bien! ¡Ya lo estoy! -exclamó Sherlock con una voz algo adormecida -. ¡Estoy perfectamente!
-Si, claro... de maravilla. -dijo Cora con sarcasmo, alejándose de él -. Estaré aquí al lado... si me necesitas. -ofreció la pelirroja con dulzura, a lo que recibió una respuesta fría, que la hizo perder el color por unos breves instantes.
-¿Para qué iba a necesitarte...?
Cora no dijo nada, pero caminó hasta la puerta del cuarto de Sherlock.
-(Eso me gustaría saber a mi. Quiero estar a tu lado... Pero no te soy de ninguna utilidad, ¿verdad? En cambio Irene si...) -pensó la pelirroja con una sonrisa triste antes de cerrar la puerta, encontrándose con la mirada compasiva de John, quien la había escuchado y notaba su dolor interno tras esas palabras por parte del sociópata -. (Quizás habría sido mejor para mi no haberte conocido jamás... Así no sufriría tanto.) -pensó la joven de ojos carmesí, mientras caminaba a su propio cuarto, excusándose ante John, alegando cansancio.
Lo que Cora no sabía, era que al cerrar la puerta, en el perchero que había tras esta, estaba colgada la gabardina de Sherlock, de la cual salió el sonido de un gemido desde el bolsillo derecho. Este sonido hizo que Sherlock se levantara y comprobara los bolsillos de su abrigo. Allí, encontró su propio teléfono, en el que había un único mensaje:
"Hasta la próxima vez, señor Holmes."
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