Capítulo 5: El Gran Juego | -Vuelta a la rutina- |
Ya habían pasado unas semanas desde el caso del Perro de Baskerville (así lo había titulado Watson en su blog). Hacía varios días que Cora estaba intentando caminar sin valerse de las muletas, cosa que estaba siendo harto complicada para la joven, pues su cuerpo aún se resentía del disparo. Entretanto, John se esforzaba en ayudar a Cora a caminar y en acomodarla lo mejor posible, cosa que sin ninguna duda molestaba a Holmes.
-¿Necesitas algo más antes de que vaya a hacer las compras? -le preguntó John a la pelirroja, mientras la observaba sentarse en el sofá de la sala de estar.
-Oh, no hay nada que precise ahora John. -le respondió la joven con una sonrisa sincera -. Recuerda que no nos queda leche. -añadió la joven mientras el doctor salía por la puerta.
-¡Gracias por mencionarlo! ¡Hasta luego! -gritó John desde la escalera del piso, antes de marcharse.
Cora sonrió levemente: John y Sherlock la estaban ayudando en todo lo que necesitaba (aunque Holmes en menor medida que Watson). Mientras suspiraba se desabrochó la blusa para poder ver las vendas.
-Oh, tengo que cambiarme el vendaje... -musitó la joven entre dientes, algo asqueada mientras observaba las vendas. En ese preciso momento, Sherlock entró en la estancia. Se dirigía a la cocina con la intención de desayunar algo, pero se detuvo al ver a la pelirroja en el sofá.
-Veo que las vendas están descoloridas... -sentenció con un tono leve mientras la escudriñaba con la mirada -. ¿Y John?
-Ha salido a hacer las compras. -le respondió la joven con una media sonrisa -. Y si, las vendas ya están algo viejas. No es muy higiénico que me las deje puestas, pero no puedo quitármelas yo sola.
Sherlock no dijo nada ante el comentario de la pelirroja, sino que se acercó y se sentó a su lado, mientras sus ojos verdes no dejaban de escudriñarla. Cora lo miraba casi hipnotizada por los hermosos ojos de color verde que la estaban observando, cuando en ese preciso momento, sintió la mano de Sherlock en su abdomen, lo que la hizo dar un respingo y tomar una posición a la defensiva. Ésto último hizo que Sherlock levantara una ceja.
-Tranquilízate, solo voy a ayudarte con las vendas. Nada más. -comentó Sherlock con un tono de voz algo serio, pero con un ligero tono de divertimento por el pequeño respingo de la joven junto a él.
-De acuerdo. -respondió Cora con un tono más calmado, a la vez que retomaba su posición inicial, dejando que Holmes empezara su trabajo. El detective desanudó la venda en la parte baja del abdomen para después comenzar a desenrollarla del torso de la joven. Cora observaba algo maravillada, cómo los dedos del detective se deslizaban por las tiras de vendas que rodeaban su abdomen, cómo palpaba su torso con delicadeza, como si se tratara de un instrumento, al mismo tiempo que sus ojos seguían las vendas y la figura de su cuerpo sin perder detalle. Los brazos del detective, pasaban la venda por detrás de la espalda de la joven con suavidad y lentitud, intentando no lastimarla en la medida de lo posible. Una vez llegó a la parte del pecho, Sherlock tragó saliva de forma disimulada, mientras Cora se sonrojaba un poco.
-¿Porqué te sonrojas? Conozco la anatomía del cuerpo humano sin problemas. -comentó Sherlock, mientras paraba de remover las vendas y posaba sus ojos en el rostro de ella.
-Bu-bueno... -tartamudeó ella -. El caso es que, me da vergüenza que un... hombre me vea casi desnuda.
-John te ha estado cambiando las vendas en más ocasiones. -comentó Sherlock con un tono algo serio -. ¿Con él también te ruborizas? -preguntó con un pequeño tono de envidia en su voz.
-(Sherlock... ¿está celoso?) -pensó la joven tras prestar atención al tono de Holmes -. Es totalmente distinto Sherlock: John es doctor. No me ruborizo con él.
-Oh... -dijo Sherlock tras escuchar su respuesta, sintiendo que un ligero peso se quitaba de su corazón -. Ya veo...
Ambos jóvenes pasaron en silencio unos minutos, en los cuales Sherlock dejó el torso de la joven expuesto. Tras coger unas gasas y desinfectar la herida por precaución, Holmes tomó unas vendas nuevas y comenzó a enrollarlas en el torso de ella, sin embargo, Cora lo detuvo en última instancia.
-¿Qué ocurre? ¿Te he hecho daño de alguna manera? -preguntó Sherlock con un tono de voz algo preocupado -. He hecho las curas como recomendó el doctor. Bueno, ese tipo tenía de doctor lo que yo de tonto y además...
-Sherlock. No ocurre nada malo. -comentó Cora, divertida ante la reacción de Holmes -. Ya han pasado unas semanas, y el doctor me dijo que no sería necesario vendarla más. Creo que será mejor hacer solo las curas, aunque de eso puedo ocuparme yo.
-Como estimes oportuno. -dijo Sherlock mientras la miraba a los ojos. Tras apartar las vendas usadas y lo utilizado para las curas, Holmes se la quedó mirando atentamente.
-¿Qué pasa Sherlock? -preguntó Cora, mientras notaba la intensa mirada que le dirigía el Detective Asesor.
-Cora, lo que ocurrió en Baskerville... -dijo Sherlock, mientras alzaba su vista para mirar a los ojos rojos de ella.
-Fue un impulso repentino. No fue nada importante, olvídalo por favor. -respondió la joven tratando de zafarse de la pregunta, mientras se abotonaba la blusa. Su pecho dolía mientras dejaba salir esas palabras, pero sabía que debía ser así: ya conocía mejor a Sherlock, y le había quedado claro que no le interesaban los sentimentalismos, es más, cómo él ya había mencionado anteriormente: "cualquier sentimiento, en especial el amor se contradice con la lógica pura y fría que yo defiendo".
Sherlock estuvo a punto de decir algo cuando el timbre de la vivienda 221-B sonó.
-(Un único timbrazo, no muy breve pero al mismo tiempo inquieto. Por la duración debe de ser un familiar de Cora, más concretamente su madre: Isabella Izumi.) -pensó Sherlock mientras se levantaba del sofá y se quedaba de pie junto a éste, donde la pelirroja estaba sentada.
-¡Cora! ¿¡Estas bien cielo!? -gritó la señora Izumi tras subir por las escaleras del piso, después de que la señora Hudson la dejara entrar.
-¿¡Mamá!? -exclamó Cora en cuanto vio a su madre cruzar el marco de la puerta -. ¿Qué haces aquí? -preguntó la joven mientras su madre la abrazaba con cariño. A los pocos segundos pudo ver a su padre, Erik, atravesar la puerta con una sonrisa, ayudado por un joven vestido de blanco, quien empujaba su silla de ruedas.
-Verás hija, gracias a Hanon nos enteramos de lo ocurrido en Baskerville. -respondió su padre con calma, mientras observaba a su esposa abrazar a Cora.
-Cora, ¡Hanon nos dijo que te habían disparado! -dijo la mujer mientras soltaba a su hija y la miraba a los ojos.
-(Genial... tengo que darle las "gracias" a Hanon la próxima vez que la vea. ¿¡Por qué los alarma de esta forma!?) -pensó Cora mientras apretaba los puños con firmeza. En ese momento, los padres de la pelirroja se fijaron en Sherlock, quien había estado observando toda la escena en silencio.
-Oh, usted es...
-Sherlock Holmes, Detective Asesor, mucho gusto señor y señora Izumi. -se presentó Sherlock con un ligero aire de superioridad, mientras interrumpía al padre de su compañera.
-Así que usted es el famoso señor Holmes de quien nos habló Hanon. -dijo Isabella mientras lo observaba -. Nos dijo que usted obligó a nuestra hija a volver a Baskerville. ¿Es eso cierto?
-Bueno, verán, el caso es que...
Sherlock no pudo continuar su frase, pues de la nada y sin que nadie pudiera hacer algo para impedirlo, Isabella se había acercado a él y lo había abofeteado en la cara con todas sus fuerzas.
-¡Ella estaba bajo su cuidado! ¡No debería haber permitido que algo como esto le sucediera! ¡Ni siquiera debería haberla obligado a acompañarlo! -exclamó la madre de la pelirroja, mientras las lagrimas se formaban en sus ojos.
-¡Mamá! ¡Sherlock no tuvo la culpa de nada! -gritó la joven mientras se levantaba del sofá, haciendo un gran esfuerzo, cosa que Sherlock notó enseguida, apresurándose a ayudarla. Se acercó rápidamente a Cora y la sujetó en sus brazos para ayudarla a mantenerse en pie.
-¿Qué quieres decir, hija? -preguntó Erik, mientras se acercaba con su silla y alejaba un poco a su mujer de Sherlock, para evitar que volviera a abofetearlo.
-Yo decidí acompañarlo. Soy su nueva ayudante y debo asistirlo en la medida de lo posible en sus casos. Además... -respondió la joven mientras en el ultimo momento giraba su cabeza hacia Sherlock, quien estaba tras ella, con un gesto suave en el rostro, sujetándola -. Es un buen amigo.
Sherlock sonrió levemente a la pelirroja tras escucharla decir esas palabras. Ese detalle entre ambos jóvenes no pasó desapercibido por la madre de Cora, quien sonrió de pronto.
-Ya veo... así que tu amigo, ¿eh? -dijo Isabella con una doble intención, haciendo que su hija la mire turbada, y que Sherlock arqueé una ceja mientras deducía al matrimonio -. Cuide bien de ella Sherlock. Se lo pido por favor, es nuestra vida, y nuestro más preciado tesoro.
-Créame Isabella, nadie lamenta más que yo el que Cora resultara herida en Baskerville. Por esa misma razón me comprometo a cuidar de ella, tal y como ha solicitado. -replicó Sherlock con un tono solemne y a la vez respetuoso, mientras observaba a los padres de su amiga. Tras asegurarse de que su hija estaba en buenas manos, los dos padres decidieron marcharse, con Isabella ayudando al joven a bajar la silla de ruedas por las escaleras. A los pocos minutos John llegó al apartamento con un rostro confuso.
-Acabo de ver salir a un matrimonio bastante simpático... -dijo extrañado, mientras dejaba las bolsas de la compra en la mesa de la cocina.
-Oh, esos eran mis padres. -contestó Cora mientras Sherlock la ayudaba asentarse de nuevo, pues el detective notaba, que el esfuerzo que había realizado la joven para levantarse tras las acusaciones de su madre le producía dolor. Holmes le sonrió a la joven, y tras ayudarla, se sentó en su butaca.
-Pues parecían muy simpáticos. -comentó John mientras salía de la cocina. En ese momento, Watson reparó en la marca de la mano que tenía Holmes en la mejilla izquierda -. ¿Quien te ha abofeteado?
-La madre de Cora. -respondió Sherlock, mientras sonreía de forma sarcástica a la joven, quien parecía algo preocupada por las acciones de su madre -. Parece que viene de familia. -añadió con un ligero tono de sarcasmo, recordando aquel momento en Baskerville. Ante aquel comentario por parte de Holmes, la cara de la pelirroja volvió a tornarse roja por la verguenza.
-¿Y qué has hecho exactamente para que te de una bofetada? -preguntó John, sentándose en su sillón.
-Pues... llevarme a su hija a Baskerville y no evitar que le dispararan. -respondió Sherlock con un ligero tono de ironía.
-Vamos, que la pobre mujer se había preocupado por su hija y te ha echado la culpa. -concluyó John con una sonrisa.
-Si. -respondió Sherlock con una ligera risa, haciendo que Cora y John se rían con él. En realidad, el detective estaba feliz de que Cora estuviera con ellos: las cosas eran mucho más interesantes, y además le alegraba haber encontrado a una persona al alcance de su intelecto.
Pasaron unos pocos meses, y Sherlock estaba en una fría mañana de otoño en la penitenciaría estatal de Minsk, Bielorrusia. Estaba junto a un preso, quien iba vestido de naranja.
-Cuénteme lo que pasó desde el principio. -pidió Sherlock mientras observaba al preso con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina, a la vez que en su rostro se dibujaba una expresión de absoluto aburrimiento.
-Fuimos a un bar. Buen sitio. Eh... yo me puse a hablar con camarera, y a Karen no le hizo gracia. -respondió el chico ruso, evidenciando sus dificultades gramaticales -. Así que cuando volvimos al hotel acabamos discutiendo.
Sherlock suspiró, pues las historias mundanas y corrientes no le asombraban ni divertían en absoluto.
-Siempre se metía conmigo. Decía que: "no eras un hombre de verdad"
-Querrá decir "no era". -corrigió Sherlock con una mirada fría a la par que aburrida.
-¿Qué?
-No es "eras", sino "era". -recalcó el detective con algo de retintín y aburrimiento, mientras su gesto se tensaba por las pocas facultades gramaticales del hombre que tenía delante.
-Oh...
-Continúe. -pidió Sherlock tras lanzar un breve suspiro: ni siquiera sabía por qué razón se había prestado a ayudar a ese tipo.
-Ah, p-pues, luego, no sé cómo tenía... un cuchillo en a mano. -comentó el hombre mientras trataba de corregir su tiempo verbal, para tratar de no aburrir más a Holmes, quien había desviado sus ojos de la ventana, y ahora lo miraba a él -. Mi viejo era carnicero, así que sé manejar cuchillos...
Sherlock volvió a desviar la mirada por unos segundos, centrándose en recordar el calor hogareño del 221-B de Baker Street, dónde cierta pelirroja estaba esperándolo.
-Él nos aprendió a despiezar un animal. -comentó de nuevo el joven, haciendo que Holmes haga un chasquido con la lengua en señal de fastidio, para después interrumpirle y corregirlo de nuevo.
-"Enseñó". -dijo Sherlock, ya más harto de seguir en compañía de aquel hombre, que ni siquiera sabía hablar de forma correcta.
-¿Qué? -preguntó el hombre, algo irritado por la corrección de Sherlock.
-"Le enseñó" a despiezar un animal. -replicó con un tono cortante.
-Bueno, entonces... lo he hecho.
-"Lo hice". -corrigió de nuevo Holmes.
-¡Lo hice! ¡La apuñalé! ¡Una, y otra, y otra vez! -exclamó el joven, ya fuera de sus casillas por las constantes correcciones de Sherlock-. ¡Y miré, y ya no mover!
Sherlock giró la cabeza, ya desinteresado en un caso que en principio podría haberlo hecho. Sin embargo, las faltas gramaticales del hombre estaban empezando a darle quebraderos de cabeza.
-Ya no... ya no... no movió más. -dijo el hombre mientras observaba impotente cómo Sherlock resoplaba levemente -. No se movió. Dios me ayude: no sé cómo pasó, pero fue un accidente, ¡lo juro!
Sherlock decidió que ya había escuchado suficiente y se levantó de la mesa, dispuesto a marcharse de allí con las manos metidas en los bolsillos.
-¡Eh! ¡Tiene que ayudarme señor Holmes! -dijo el hombre mientras lo observaba -. Todos dicen que usted es el mejor: sin su ayuda, me colgarían por esto.
-No, no no, en absoluto. -dijo Sherlock mientras se giraba levemente para mirarlo -. "Me colgarán"... Si. -añadió para corregirlo y marcharse de allí después.
A los pocos días después de la visita de Holmes a Rusia, en Baker Street...
Cora ya empezaba a recuperarse, y ya había empezado a caminar por si misma sin ayuda. Estaba tratando de cuidarse, y Sherlock la observaba para después tratar de ayudarla lo mejor posible. Uno de esos días, la pelirroja estaba en su cuarto, tocando el piano, cuando oyó los disparos de un arma en la sala de estar. Tras suspirar y sonreír deforma sutil, la pelirroja salió del cuarto. En cuanto lo hizo, pudo ver a Sherlock en la sala, recostado en su sillón, pegándole tiros a la pared. La joven pelirroja se fijó en el detective: llevaba una ropa cómoda para andar por la casa, la cual consistía en una camiseta de manga larga de color gris, junto con unos pantalones a juego, además de una bata azul. Cora se acercó un poco al sillón, y se apoyó en la pared con un gesto divertido. En cuanto el detective oyó la puerta de entrada cerrándose, volvió a pegar tiros a la pared. Cora sonrió de forma tenue: Sherlock sabía que John acababa de entrar en la casa.
-¿¡Pero qué diablos haces!? -preguntó John en un grito mientras subía las escaleras hacia el piso, para después detenerse a observar a su compañero.
-Aburrirme. -le contestó Sherlock con un tono que reflejaba claramente sus palabras. La pelirroja sonrió por unos breves instantes ante la actitud de Holmes.
-¿¡Qué!? -preguntó John incrédulo, a la par que molesto.
-¡Aburrirme! -dijo el sociópata levantándose del sillón con un gesto contrariado. Al ver lo que iba a hacer su compañero a continuación, John se puso las manos en las orejas. Cora por su parte, también se tapó los oídos, antes de que Sherlock gritara de nuevo.
-¡Me aburro! -gritó el Detective Asesor, mientras disparaba el arma con su brazo derecho hacia la sonrisa que había dibujado en la pared -. ¡Me aburro!
Cora se acercó a Sherlock rápidamente y cogió el arma de su mano derecha con una sonrisa dirigida a su amigo. La descargó y la depositó en la mesita del lugar con delicadeza. Sherlock observaba con mucho detalle los movimientos de la pelirroja, pues no se había percatado de su presencia, hasta que se le había acercado para cogerla pistola. John entró y se sentó en la butaca del salón.
-No sé que les pasa a los delincuentes. -comentó Sherlock mientras se dirigía al sofá con el propósito de tumbarse a leer el periódico, en un intento por ocupar su mente con alguna trivialidad -. Menos mal que no soy uno de ellos...
-¿¡Y lo pagas con la pared!? -preguntó John de forma indignada, mientras observaba a Cora de reojo.
-Hn, la pared se lo merecía. -respondió Holmes mientras se tumbaba en el sofá.
-¿Qué hay del caso del ruso? -preguntó Cora con una mirada inquisitiva, mientras se sentaba en otro sillón, cercano al sofá y cercano al mismo tiempo al sillón de Watson.
-Bielorruso, caso abierto y cerrado: No merece mi tiempo, Cora. -replicó Holmes mientras cerraba sus ojos, algo exasperado por no encontrar un caso digno de su tiempo.
-Que lastima... -comentó John mientras se dirigía al frigorífico a por algo de comer -. Tengo hambre, ¿hay algo? -preguntó mientras se acercaba al frigorífico. Cuando abrió la puerta, tuvo que cerrarla a los dos segundos por pavor a lo que había dentro. Tras tomar una bocanada de aire, decidió abrir de nuevo la puerta: allí plantada, había una cabeza. A los pocos segundos volvió a cerrar la puerta. Cora estaba observando a John con una ceja levantada, pues tras pasar ya un tiempo viviendo con ambos, la joven ya se había habituado a los extraños experimentos de Holmes.
-Hay una cabeza... -musitó John para después alzar la voz -. ¡Una cabeza cortada!
-Para mi té, gracias. -dijo Sherlock con su habitual e inmutable calma.
-Hay una cabeza en el frigorífico. -sentenció John, mientras salía dela cocina con paso vivo.
-¿Si? -preguntó Sherlock con un tono de mofa evidente.
-¡Una maldita cabeza!
-¿Y dónde querías que la pusiera? -preguntó Holmes algo molesto -. No te importa, ¿no?
Watson simplemente se encogió de hombros y miró a la pelirroja en busca de ayuda, pero Cora se limitó a sonreír con un gesto divertido, dejando claro que no pensaba meterse en medio de Sherlock y sus experimentos.
-Es de la morgue de Barts. Quiero medir la coagulación de la saliva tras la muerte. -comentó Sherlock -. Veo que has escrito el caso del taxista y el de Baskerville... -añadió mientras señalaba al portátil con el brazo izquierdo.
-Ah... sí. -respondió John mientras se dirigía hacia su sillón y se sentaba con un gesto de reproche hacia Holmes por lo de la cabeza.
-"Estudio en Rosa" y "El Perro de Baskerville"... -dijo Holmes, citando los títulos de las entradas del blog de John con cierto desdén, para después añadir con ironía una última frase -. Que bonito...
-Ya sabes, mujer de rosa, maleta rosa, teléfono rosa... había mucho rosa. -respondió John para justificar los títulos de sus entradas-. Y en cuanto al perro... está bastante claro, ¿no?
Cora asintió en silencio mientras observaba a su compañero. Sherlock por su parte, había cogido una revista y la había abierto, con la intención de leerla.
-¿No te gusta? -preguntó Watson tras observar a Holmes coger la revista con un aire molesto y aburrido.
-Em... no. -respondió Sherlock con notable aburrimiento mientras seguía ojeando la revista.
-¿Porqué? Creía que te sentirías halagado... -respondió John algo perplejo, sin embargo, esa respuesta hizo fruncir el ceño al Detective Asesor, quien giró su rostro para mirar a su compañero, antes de contestar.
-¿Halagado? -preguntó Sherlock de forma retórica con cierto desdén -. "Sherlock ve a través de todo y de todos en segundos, pero lo más increíble, es lo escandalosamente ignorante que es para algunas cosas".
Cora miró al doctor con el ceño algo fruncido, pues Holmes había citado unas palabras que él había escrito en su blog, y la pelirroja no pudo evitar sentirse también ofendida, puesto que de alguna manera, Watson había empezado a darse cuenta acerca de sus sentimientos por Sherlock.
-Espera, no lo decía en el sentido...
-¡Ah! Entonces lo decías en el buen sentido. -replicó Sherlock, interrumpiendo a John de forma cortante -. Mira, no me interesa quien sea el primer ministro, quién se acueste con quién,...
-O que la Tierra gire alrededor del Sol. -sentenció John con un tono irónico, mientras lo miraba.
-Ya estamos otra vez. -dijo Holmes con un aire aburrido y molesto mientras giraba su rostro hacia el sofá, antes de volver a mirar a su compañero de piso -. ¿¡Qué importa!?
-¿¡Que qué importa!? -exclamó John -. Son conceptos de Primaria, ¿cómo puedes no saberlo?
-Si alguna vez lo supe, lo he borrado. -contestó Sherlock tras poner sus manos encima de su frente en posición de rezo.
-¿Borrado? -preguntaron Cora y John algo extrañados. Aunque la joven no tardó en darse cuenta de a qué se refería Sherlock exactamente, al contrario que John.
-Escucha. -dijo Sherlock mientras se levantaba y se sentaba en el sofá, mirando a Watson -. Este es mi disco duro, y únicamente pongo en él cosas útiles John, útiles de verdad. -añadió señalándose la sien, para después dejar sus manos en su regazo.
Cora observaba al joven detective con simpatía, pues ella tenía una inteligencia algo parecida a la suya, y entendía perfectamente lo que el Palacio Mental podía almacenar y desechar.
-La gente corriente se llena la cabeza de todo tipo de basura, y eso dificulta acceder a lo que realmente importa, ¿no crees? -dijo Sherlock concluyendo su razonamiento.
-¡Pero es el Sistema Solar! -exclamó John, aun sin comprender cómo Sherlock siendo tan inteligente, podía haber olvidado semejante concepto de la niñez.
-¡Por Dios! ¿¡Y eso qué importa!? -exclamó Sherlock ya exasperado por la falta de comprensión de Watson -. Giramos alrededor del Sol, si fuera alrededor de la Luna o del jardín como un osito de peluche, ¡no cambiaría nada!
Cora suspiró y miró a Holmes despotricar.
-¡Lo único que importa es el trabajo! Sin el, mi cerebro se pudre. -dijo Sherlock mientras miraba a la pelirroja de reojo -. Escríbelo en tu blog. O mejor aún: ¡deja de castigar al mundo con tus opiniones! -añadió para después tumbarse de nuevo en el sofá, pero esta vez, mirando a la pared. John frunció el gesto de su boca y tras unos segundos se levantó y cogió su chaqueta, encaminándose a la escalera del piso.
-¿Adónde vas? -preguntó Sherlock girando la cabeza en dirección a su compañero. Cora lo observaba con un ligero gesto de simpatía hacia Watson, pues era obvio que Holmes había sido bastante brusco con él y necesitaba un tiempo a solas.
-Afuera, a que me dé el aire. -respondió John antes de salir del cuarto y empezar a bajar las escaleras. En el camino se topó a la señora Hudson.
-Lo siento tesoro...
-Perdón. -dijo John, disculpándose por casi chocarse con ella.
Cuando la señora Hudson entró a la estancia, se encontró a Sherlock tumbado el el sofá, mirando a la pared, y a la pelirroja con una leve sonrisa, leyendo un libro.
-Cu-cu... -dijo la señora Hudson mientras tocaba la puerta de la estancia para después pasar.
-Hola señora Hudson. -respondió Cora mientras levantaba su mirada del libro, para saludar a la amable casera.
-¿Habéis tenido una riña doméstica?
Sherlock no dijo nada, y se limitó a levantarse de golpe del sofá, pasar por encima de la mesa, y acercarse a la ventana que daba a Baker Street. Tras unos segundos, se quedó mirando la calle. La señora Hudson por su parte, se dispuso a dejar las compras que había hecho en la mesa de la cocina.
-Fuera hace fresco, tendría que haberse abrigado más. -comentó la señora Hudson, pues era muy entrada la noche. Sherlock observaba como John se marchaba de la vivienda a paso firme, con un ligero gesto de disgusto dibujado en su rostro.
-Fíjese señora Hudson: silencio, calma, tranquilidad... -comentó Holmes mientras observaba la casa, antes de girar su rostro y observar a la pelirroja, quien había retomado su lectura con cierto entusiasmo -. ¿A que es odioso?
-Seguro que surge algo Sherlock... -dijo la señora Hudson tras acabar de dejar las compras en la mesa de la cocina, para después dirigirse fuera -. Un buen crimen. Eso te animará...
Cora, quien hasta ese momento había permanecido serena y callada, levantó su rostro de la novela y se giró hacia Sherlock con una sonrisa:
-Está tardando... -comentó con un tono divertido, mientras los ojos verdes del detective le sonreían a los suyos.
-¿Eh? ¿Qué le has hecho a mi pobre pared? -preguntó la señora Hudson en el umbral de la puerta, observando los tiros en la pared.
Sherlock sonrió entonces y se giró hacia la pared, en la cual había una sonrisa pintada con amarillo junto con los disparos de hacía unos segundos.
-¡Te lo sumaré al alquiler, jovencito! -amenazó la señora Hudson antes de marcharse de allí. Los dos jóvenes se sonrieron de forma recíproca ante la reacción de la pobre mujer. Sherlock rompió el contacto visual con la pelirroja, antes de girar su rostro de nuevo hacia la pared con una sonrisa sarcástica. A los pocos segundos, una explosión hizo estallar las ventanas y los tiró al suelo.
Ala mañana siguiente, John despertó en casa de Sarah (su actual relación), tras haber dormido en el sofá.
-Buenos días. -saludó la mujer, entrando a la estancia con una bata blanca, y su pelo cobrizo ondeando.
-Ah, buenos días. -saludó John mientras se masajeaba el cuello, por las molestias de haber pasado la noche en el sofá.
-¿Ves? Te dije que durmieras en la colchoneta. -comentó Sarah mientras se retiraba un mechón de cabello de su rostro, para después coger el mando y encender la televisión.
-No, no pasa nada. He dormido bien, eres muy amable. -respondió John, con una ligera sonrisa mientras mentía de forma piadosa, pues tenía esperanzas de que la relación fuera duradera.
-Quizá la próxima vez te deje acurrucarte a los pies de mi cama... -bromeó la joven con una sonrisa tras sintonizar el canal de las noticias.
-¿Y la de después de la próxima? -preguntó John con un tono serio.
Tras mirar a John, Sarah volvió su vista a la pantalla del televisor, y pasaron unos segundos en un incómodo silencio.
-¿Quieres desayunar? -preguntó ella con una leve sonrisa.
-Me encantaría.
-Pues puedes preparártelo, voy a ducharme. -contestó Sarah con una sonrisa pícara mientras se dirigía al cuarto de baño. John se quedó sentado en el sofá completamente solo escuchando las noticias, hasta que una de ellas hizo que levantara la vista del suelo:
-"Se ha producido una explosión en el centro de Londres. Por el momento, se desconoce si hay heridos mortales. La policía no ha podido confirmar si se trata de un atentado terrorista..." -dijo el reportero, para después enseñar los destrozos que había ocasionado la explosión en Baker Street. Esa última noticia, junto con las imágenes, hizo que John se levantara de un salto del sofá, cogiera su chaqueta, y saliera a escape del apartamento de Sarah, no sin antes avisar a la joven de su marcha. Tras coger un taxi, John llegó a Baker Street, y se sorprendió al ver que el piso que daba frente al suyo estaba completamente destrozado. Temiéndose lo peor, John entró rápidamente al 221-B de Baker Street. Subió las escaleras y se encontró con una escena desconcertante: Sherlock estaba sentado en su sitio habitual, con el violín en la mano. El detective vestía con un pantalón y chaqueta negros sobre una camisa morada abotonada. Frente a él, estaba su hermano Mycroft, con su usual traje de ejecutivo y su inseparable paraguas. Pero ni rastro de Cora..
-John. -dijo Sherlock en cuanto lo vio aparecer, para después tocar con sus dedos una cuerda de su violín. Mycroft simplemente lo miró de reojo.
-Lo he visto en la tele, ¿estás bien? -preguntó John mientras lo observaba, con la boca abierta por la aparente calma del detective. La sala de estar no parecía haber sufrido ningún daño grave, solo habían estallado las ventanas. En ese momento, una joven pelirroja emergió del pasillo.
-Oh, hola John. -comentó Cora mientras se sentaba en un sillón cercano al de Sherlock, bajo la atenta mirada de Mycroft.
-¿Eh? Oh, sí, estamos bien. Por lo visto ha sido un escape de gas.-respondió Sherlock a su compañero de piso, mientras seguía punteando levemente las cuerdas de su violín con los dedos, produciendo un ligero tono. En ese preciso momento, su mirada se centró en su hermano Mycroft -. No puedo.
-¿No puedes? -preguntó el mayor de los Holmes con ironía.
-Lo que tengo entre manos es demasiado importante, no puedo perder el tiempo. -replicó Sherlock con un tono cortante.
-Si, ya lo veo... -replicó su hermano mientras daba una ligera mirada hacia la pelirroja, quien se tensó al instante por la fría mirada que ahora estaba sobre ella -. Déjate de trivialidades, esto es de importancia nacional. -añadió Mycroft, volviendo su vista a su hermano pequeño.
-¿Qué tal la dieta? -preguntó Sherlock tras volver a puntear su violín.
-Bien. -replicó con sorna el hermano mayor -. A lo mejor tu puedes convencerlo John.
-¿Qué? -preguntó John de forma confusa, pues no sabía de qué estaban hablando los hermanos Holmes.
-Me temo que mi hermano, puede ser muy testarudo...
-Si eres tan agudo, ¿por qué no lo haces tú? -replicó Sherlock de forma fría tras puntear de nuevo.
-No, no, no, no. No puedo ausentarme de la oficina ni un rato, no con las elecciones Coreanas y... -Mycroft se interrumpió al instante, pues Sherlock, John y Cora habían posado sus miradas en su persona -. Bueno, eso no hace falta que lo sepas, ¿no? Además, un caso como este requiere... meticulosidad.
Tras unos segundos, Cora sonrió y siguió manteniendo silencio, pues tratar con Mycroft podía ser tedioso, y la joven tenía la ligera impresión de que no acababa de agradar al mayor de los Holmes.
-¿Que tal Sarah, John? ¿Qué tal la colchoneta? -preguntó Sherlock tras desviar su mirada de su hermano y mirar a John.
-En realidad es el sofá, Sherlock. -dijo Cora interrumpiendo a su amigo-. Dormía en el sofá.
-Sí, por supuesto. -replicó Sherlock dedicándole una sonrisa a la joven. Ante la deducción de la pelirroja, Mycroft alzó una ceja y empezó a observarla con más atención.
-No te canses Mycroft, no vas a poder deducirla. Yo ni siquiera puedo adivinar qué es lo que pasa por su cabeza. De alguna manera, parece ser capaz de bloquear nuestra capacidad deductiva. -replicó Sherlock, tras observar cómo su hermano escudriñaba a su compañera.
John observó a sus dos compañeros de piso con la boca abierta, pues habían adivinado dónde, cómo y con quien había dormido u estado la noche anterior.
-¿Cómo...? Da igual... -dijo el hombre para después sentarse en el sofá.
-Parece que el negocio de Sherlock está en auge desde que os hicisteis... amigos y... encontrasteis nueva compañera de piso. -comentó Mycroft, con un tono esquivo y cargado de veneno, haciendo que Sherlock pose su vista en él -. ¿Cómo es vivir con él, Cora? Un infierno, me imagino.
-Nunca me aburro. -respondió la joven con una leve sonrisa.
-Bien. Eso está bien, ¿verdad? -dijo Mycroft para después proceder a levantarse del sillón. Al ver esa reacción por parte de su hermano, Sherlock lo apuntó con su arco de violín, mientras lo seguía con una mirada fría. Mycroft se acercó entonces a la pelirroja y a John.
-Andrew West. -dijo Mycroft -. Westy para sus amigos. Funcionario. Hallado muerto en las vías de la estación de Battersea esta mañana con la cabeza aplastada. -añadió mientras le entregaba un recorte de prensa a Watson.
-¿Se tiró a las vías? -preguntó John.
-Parece la conclusión lógica... -dijo Mycroft con una ligera sonrisa.
-¿Pero...? -preguntó John con una ligera sonrisa, pues sabía que había algo más detrás de las apariencias.
-Pero...
-Pero no estarías aquí si hubiera sido un mero accidente, ¿me equivoco? -comentó Cora con una ligera sonrisa, haciendo que Sherlock suelte una pequeña carcajada.
-El ministerio de defensa trabaja en un nuevo misil defensivo. El programa se llama Bruce-Partington. -dijo Mycroft -. Los planos estaban en una memoria USB.
-No es muy inteligente... -musitó Cora en una voz casi inaudible, haciendo que Sherlock vuelva a sonreír.
-No es la única copia. -replicó Mycroft con una voz fría mientras miraba a la pelirroja -. Pero es secreta, y ha desaparecido.
-¿Alto secreto? -preguntó John mientras observaba al mayor de los hermanos Holmes.
-Mucho. -respondió de forma serena el hermano de Sherlock -. Creemos que West debió de coger la memoria, y no podemos arriesgarnos a que caiga en según qué manos... Tienes que encontrar esos planos, Sherlock. No me hagas ordenártelo. -añadió mirando a su hermano menor.
Cora respiró hondo: la tensión entre ambos hombres podría cortarse con un cuchillo.
-Me gustaría ver cómo lo haces... -replicó Sherlock mientras colocaba su violín en su clavícula izquierda.
-Piénsatelo. -le aconsejó Mycroft con una sonrisa, para después girarse hacia Watson -. Adiós John.
John le estrechó la mano de forma efusiva a la par que breve. A los pocos segundos, Mycroft se giró hacia la pelirroja.
-Adiós Cora. Un placer... -comentó estrechándole también la mano -. Nos veremos pronto...
Cora se sentía algo incómoda por Mycroft pero se despidió de él. Mientras el mayor de los Holmes recogía su abrigo y su bastón, Sherlock colocó su arco en las cuerdas del violín y comenzó a tocar una estridente melodía, a la par que molesta, para hacer que Mycroft se marchara de allí lo antes posible. Una vez se hubo marchado, los tres amigos respiraron aliviados.
-¿Porqué has mentido? -le preguntó John a Sherlock mientras lo observaba-. No tienes nada, ni un solo caso. Por eso lo has pagado con la pared... ¿por qué le has dicho eso a tu hermano?
-¿Y por qué no? -preguntó Sherlock, mientras jugaba con el arco del violín, pasándolo por los rizos de su pelo castaño.
-Oh... vale. -dijo John, tras llegar a una conclusión tras unos breves instantes de meditación -. Rivalidad entre hermanos, haber empezado por ahí.
A los pocos segundos, el móvil de Sherlock comenzó a sonar. El joven se apresuró a contestar con una voz firme y un rostro serio.
-Sherlock Holmes. -dijo con un gesto serio. A medida que su interlocutor hablaba, el gesto de Holmes se empezaba a tornar más alegre -. Por supuesto, cómo negarme. -añadió antes de colgar.
Cora y John lo miraban expectantes. En ese preciso momento, Sherlock se levantó de su sillón y dejó su violín apoyado allí.
-Lestrade. Solicita mis servicios. -dijo mientras cogía su gabardina -. ¿Venís? -les preguntó a sus compañeros.
-Si... Si. -dijo John levantándose del lugar donde estaba sentado, al mismo tiempo que la pelirroja.
-Si es lo que quieres... -replicó Cora con una leve sonrisa.
-Pues claro. Estaría perdido sin mi blogger y mi asistenta. -respondió Holmes con una sonrisa dirigida hacia sus compañeros. Los tres tomaron un taxi y se dirigieron a la comisaría de Scotland Yard rápidamente.
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