Capítulo 4: El perro de Baskerville | -Experimentos- |
Cora miraba atónita el vídeo que se acababa de reproducir en la pantalla del ordenador: así que eso era lo que le habían hecho a Michael...
Tras sopesarlo por unos instantes, John decidió mirar en su blog en busca de algún caso nuevo que no requiriera ir a Baskerville, pues notaba que la joven pelirroja estaba todavía muy afectada por lo que había recordado y por lo que acababa de ver. A los pocos segundos logró encontrar algo en el e-mail de Sherlock (el cual había dejado abierto la bandeja de entrada de su correo).
-Sherlock, ¿por qué no aceptas este caso? -preguntó John mirándolo mientras Sherlock no dejaba de observar a la pelirroja, quien aún estaba temblando.
-"Querido Sherlock Holmes: No encuentro a Bluebell por ningun sitio porfi porfi porfi ¿puede ayudarme?" -dijo Sherlock con una voz aguda, notablemente molesta mientras recitaba de memoria el correo, y paseaba por la estancia.
-¿Bluebell? -preguntó John.
-¡Un conejo John! -gritó Sherlock muy enfadado mientras lo miraba.
-Oh... -dijo Watson con un pequeño suspiro, pues sabía que este tipo de peticiones resultaban muy sosas y aburridas (además de estúpidas, como lo calificaba Sherlock) para su compañero de piso.
-Oh, pero hay más: Antes de que Bluebell desapareciera se volvió luminoso, "como un hada",según la pequeña Kirsty. ¡A la mañana siguiente Bluebell no estaba! La conejera sigue cerrada sin indicios de haber sido forzada... -dijo Sherlock mientras les contaba los detalles del caso a sus dos compañeros de piso. -Oh... ¿Pero qué digo? ¡Si es magnifico! Llama a Lestrade, dile que se ha escapado un conejo.-añadió con una voz más calmada.
-¿En serio? -preguntó John con una voz incrédula al escuchar a Sherlock decir esas palabras.
-O esto.... ¡o el Cluedo! -amenazó el sociópata con una voz seria.
-¡Ah, no! -exclamó John mientras cerraba su portátil-. No vamos a volver a jugar a eso.-añadió mientras dejaba su ordenador encima de la mesa de la sala de estar.
Cora ya se había calmado y observaba la escena con atención.
-¿Por qué no? -preguntó Sherlock desconcertado mientras miraba a John.
-Porque no es posible que el culpable sea la victima, Sherlock. -contestó John con un tono de pesadumbre.
-Es la única solución posible. -dijo Sherlock algo exasperado.
-¡No viene en las reglas! -exclamó John mientras volvía a sentarse en su sillón.
-¡Pues las reglas estarán mal! -gritó Sherlock, ya asqueado de esa discusión tan estúpida y sinsentido.
Cora no pudo evitarlo y se echó a reír por la pequeña discusión entre los dos hombres.
Sherlock al escuchar la risa de la joven sonrió de forma imperceptible mientras la observaba: ahora parecía menos tensa que hacía unos minutos.
-¿Qué hacemos aquí parados? ¡Vayámonos a Baskerville! -exclamó el detective asesor mientras se dirigía a su cuarto.
-Espera Sherlock: ¿qué te hace pensar que Cora va a querer volver allí después de lo que sufrió? -le espetó John mientras se levantaba del sillón-. ¡Ten un poco de consideración hacia ella por Dios santo!
Cora se levantó del sofá y puso una mano en el hombro de John para tranquilizarlo.
-No te preocupes John. -le dijo con una sonrisa-. ¿Una desaparición de hace veinte años? ¿un sabueso monstruoso y la oportunidad de cerrar ese lugar para siempre?¡No me lo perdería por nada! -añadió con una euforia casi palpable.
Sherlock sonrió al escucharla decir esas palabras: ella era realmente muy parecida a él mismo en más de un sentido.
A los pocos minutos, los tres habían empacado ya sus pertenencias y estaban en la calle guardando las cosas en el maletero del coche, cuando pudieron escuchar una conversación muy alta entre la señora Hudson y el panadero.
-Parece que la señora Hudson ha descubierto al fin a la esposa de Don Caster. -comentó John con una cara de sorpresa y pena tras observar la discusión.
-Verás cuando se entere de lo de su amante... -comentó Cora mientras subía a la parte trasera del coche vestida con un conjunto negro, el cual contaba con una capucha para ocultar su rostro.
Sherlock sonrió de nuevo y se montó en el lado del conductor mientras que John se montaba ene del copiloto.
Pasaron unas cuantas horas y ya estaban de camino hacia el pueblo de Greenpeen, en el cual, a pocos metros se divisaba la central de Baskerville.
Cuando llegaron al pueblo,los tres compañeros decidieron inscribirse en el hotel de la zona para descansar.
Cuando iban de camino al pequeño hotel del lugar pudieron ver a un joven hablando con un puñado de turistas. A su lado había un cartel, advirtiendo acerca del sabueso del que había hablado Henry.
Sherlock se subió el cuello de la gabardina, haciendo que John lo mire de forma sarcástica.
-Que frio... -comentó Sherlock para justificarse, mientras ignoraba la mirada de divertimento que tenía John en su rostro.
Mientras tanto, Henry había ido a consultar a su psicóloga, pues las pesadillas con el sabueso no habían hecho otra cosa que empeorar.
-Esa parte no cambia...-dijo Henry mientras fijaba su vista en el techo de la consulta.
-Entonces, ¿qué es lo que cambia Henry? -preguntó la psicóloga mientras lo observaba.
-Hay algo más... -dijo Henry algo nervioso-. Es una palabra: "Libertad"... Y veo otra: "En"... -añadió Henry mientras trataba de recordar.
La psicóloga lo miraba inexpresiva.
-"Libertad en"... ¿qué cree que significa? -le preguntó a la mujer.
Ella simplemente negó con la cabeza.
De vuelta en el pueblo de Greenpeen, los tres amigos estaban registrándose en el hotel.
-Lamentamos no tener habitaciones de matrimonio... -comentó el dueño del local mientras miraba a Cora y a Sherlock (quien estaba paseando por la estancia).
-No pasa nada. -contestó Cora con una sonrisa algo forzada-. No somos...
Ante la mirada del dueño,Cora no pudo acabar la frase, pues sentía que era algo descortés ante alguien que la había tratado con amabilidad.
-Tome. -dijo John mientras le daba el dinero correspondiente para pagar el alojamiento. En ese momento, tanto John como Cora repararon en un papel que estaba clavado cerca del mostrador.
-(Proveedor de carne...) -pensaron ambos sin mediar palabra alguna, mientras levantaban una ceja y se miraban. Sin que John pudiera evitarlo, Cora cogió ese papel de forma rápida, antes de que el hostelero se diera cuenta.
-Tenga señorita. -dijo el dueño mientras le daba las llaves de las habitaciones.
-Gracias. -dijo Cora sonriendole al dueño, mientras echaba una mirada furtiva a Sherlock,quien seguía inspeccionando el lugar-. Disculpe, no he podido evitar fijarme en el mapa del páramo: hay unas tibias con una calavera...
-Oh... eso. -dijo el hombre algo más inquieto, recalcando la palabra "eso".
-¿Piratas? -preguntó John con una sonrisa algo divertida.
-Em... no. El gran campo de minas de Kimbell. -respondió el hostelero.
-Ah, ya... -dijo John, fingiendo que perdía el interés momentáneamente.
-No es lo que cree. Es la zona de pruebas de Baskerville. -dijo el hostelero, haciendo que Cora empiece a ponerse tensa ante la mención del nombre-. Lleva en funcionamiento ocho años. Yo creo que ya ni saben lo que hay allí.
-Ah... -dijo John algo interesado en la historia-. ¿Explosivos?
-No solo explosivos... Si te cuelas allí lo mejor que te puede pasar es que vueles por los aires. Eso dicen. -respondió con una sonrisa despreocupada-. Por siles apetece darse un paseo.
-Gracias, lo recordaremos.-contestó Cora con una leve sonrisa.
-La verdad es que atrae al turismo, así que, doy las gracias por la Olla del Diablo. -dijo el hostelero mientras salía de detrás de la recepción-. ¿Ha visto el programa? ¿El documental?
-Hace poco, si. -contestó Cora mientras lo observaba minuciosamente.
-Ah... Dios bendiga a Henry Knight y a su monstruo del infierno. -comentó con cierto agradecimiento.
Sherlock ya había terminado de inspeccionar el lugar, y ahora se encontraba a pocos pasos de Cora, escuchando la conversación atentamente.
-¿Usted lo ha visto?-preguntó la pelirroja con una sonrisa falsa, aparentando interés-.¿Ha visto al sabueso?
-¿Yo? No... -contestó el dueño del hotel negando con la cabeza-. Pero Fletcher sí. Organiza las rutas del monstruo para los turistas, él lo ha visto. -añadió mientras señalaba hacia fuera del local, al mismo joven que habían visto minutos atrás hablando con unos turistas. Sherlock giró su rostro hacia el joven al oír esas palabras.
-¿Viene bien para el negocio? -preguntó Cora mientras observaba a Sherlock de reojo.
-Yo solo digo que no nos falta trabajo... ¿verdad Billy? -dijo el hostelero mientras miraba a su socio, quien llevaba puesto un atuendo de cocinero.
-Si, muchos cazadores de monstruos. Ahora tampoco es que sea muy difícil: un comentario en Twitter y... ¡zas! -dijo el socio con una voz algo melosa mientras miraba al dueño-. No nos queda vodka...
-Oh si... -dijo el otro mientras salía de la estancia para buscar en la despensa.
En ese momento, Cora pudo advertir que Sherlock salía de la recepción del hotel, en busca del joven que hacía las rutas para los turistas.
-Entre el monstruo y la puñetera cárcel no sé cómo dormimos por la noche. -dijo algo nervioso-. ¿Y tú Gary? -le preguntó al dueño del hotel en cuanto lo vio aparecer.
-Como un bebé... -dijo con una voz melosa mientras le ponía una mano sobre los hombros,indicando claramente que su relación era mucho más que la de simples socios.
-Mentira. Ronca un montón. -dijo Billy con una sonrisa.
-¡Shh! -dijo Gary, tratando de acallar a su compañero.
-¿Su chico ronca querida?-le preguntó a la pelirroja, haciendo que Cora se tense de nuevo-. ¿Cual de ellos ronca más?
-¿Ti-tiene patatas?-preguntó Cora algo incomoda mientras intentaba zafarse de una pregunta incomoda. John simplemente soltó un pequeño suspiro ante la pregunta: definitivamente era mejor que Cora los acompañara, al menos la gente dejaría de insinuar que él y Sherlock eran homosexuales (cosa, que la mayoría pensaba al verlos juntos).
Sherlock estaba fuera del local y estaba observando el entorno tratando de aparentar interés.En unos pocos segundos, pudo fijarse sin problema en el periódico que llevaba el guía turístico en el bolsillo trasero de su pantalón. Decidió acercarse al hombre de forma cautelosa, mientras en su mente se ideaba un plan para recabar más información.
-¿Me puedo sentar? -le preguntó a Fletcher con un ligero tono de amabilidad. El joven únicamente hizo un gesto con la mano, indicando que no le molestaba su presencia. Sherlock se sentó al lado del muchacho, concretamente tras el.
-¿No es verdad, no?-preguntó con cierto tono de ironía, haciendo que Fletcher lo mire-. No has visto al bicho perruno ese. -añadió para después sonreír.
-¿Eres de la prensa?-preguntó el joven con desconfianza.
-No, que va. Mera curiosidad. -le respondió el detective asesor-. ¿Lo has visto?
-Puede... -respondió mientras se encogía de hombros.
-¿Tienes pruebas? -le preguntó Sherlock de forma seria, mientras sus ojos verdes escudriñaban el rostro del joven guía, en busca de más información que la de su testimonio.
-¿Por qué te lo iba a decir si las tuviera? -preguntó el joven con ironía, a la vez que se dibujaba una media sonrisa en su rostro-. Perdona...
En el mismo momento en el que Fletcher iba a marcharse, John y Cora llegaron a la mesa con algo de comida y bebida.
-He ganado la apuesta Cora, John, lo siento. -dijo Sherlock en cuanto ambos se sentaron en la mesa junto a él.
-¿Qué? -preguntaron ambos, pues no habían hecho ninguna apuesta con el sociópata.
-¿Qué apuesta? -preguntó Fletcher, visiblemente interesado en el tema.
-Mi plan necesita oscuridad. Creo que queda otra media hora de luz. -dijo Sherlock, ignorando por completo a Fletcher.
-Espera, espera, ¿qué apuesta? -preguntó de nuevo, interrumpiendo a Sherlock.
Sherlock abrió los ojos algo pasmado: tenía que actuar deprisa.
-Les aposté a John y a Cora 50 libras a qué no podrías demostrar que habías visto al sabueso.
-La gente del pub dijo que sí podías. -dijo Cora, mientras miraba hacia el pequeño hotel con sus ojos marrones (al salir de casa se había asegurado de ponerse lentillas, pues sabía que con sus ojos naturales llamaría mucho la atención).
Fletcher soltó una leve risa antes de responder y mirar a Sherlock, quien estaba sonriendo de forma triunfante.
-Pues vas a perder tu pasta macho... -dijo con un sonrisa pícara dirigida a Cora, cosa quede alguna manera puso tenso a Sherlock por unos breves instantes.
-¿Ah si? -preguntó Sherlock mientras lo miraba de forma desafiante.
-Si. -dijo el joven mientras asentía con la cabeza, totalmente convencido acerca de la veracidad de sus pruebas-. Lo he visto, hace solo un mes: en la Hondonada. Había niebla, no pude distinguirlo bien... -añadió mientras empezaba a buscar en su teléfono móvil.
-Y no habría testigos supongo... -dijo Sherlock mientras su sonrisa se desvanecía y hacía una leve mueca de burla.
-No, pero...
-Cómo siempre. -dijo Sherlock con una mirada de reprobación, interrumpiendo al joven guía.
-No, espera. Mira. -dijo Fletcher mientras les dejaba ver la pantalla de su teléfono: en ella había una foto algo borrosa, de lo que parecía ser un cuadrúpedo, negro como el carbón.
-Heh... ¿es todo? -preguntó Sherlock con sorna, mientras se mofaba de una prueba tan poco concluyente-. Pues vaya una prueba ¿no? Lo siento Cora, John, he ganado. -añadió mientras los miraba.
-Espera, esto no es todo. -dijo Fletcher negando con la cabeza-. A la gente no le gusta subir ahí: a la Hondonada. Les da... mal presentimiento. -añadió con una voz algo más lúgubre.
-Uhh... ¡está encantada! ¿Eso tiene que convencerme? -preguntó Sherlock con una ironía mayor.
-No seas tonto, no está encantada. -dijo con una mirada seria-. Pero creo que allí hay algo. Algo de Baskerville, que se escapó.
-¿Un clon? ¿Un"super-perro"? -preguntó Cora con algo de ironía también. John observaba cómo se desarrollaban los acontecimientos, mientras bebía un poco del vaso que había traído a la mesa.
-Puede. A saber con qué nos habrán estado rociando estos años, o qué habrá en el agua... Yo no me fiaría un pelo. -comentó el guía mientras miraba a la pelirroja con algo de interés.
-¿Y eso es todo? -preguntó Sherlock, esta vez con un punto de dureza en la voz, al notar algo de interés dirigido a Cora en la voz de Fletcher.
Pasaron unos segundos en silencio hasta que el guía decidió hablar de nuevo.
-Un colega trabajaba para el ministerio de defensa. Una vez quedamos para ir a pescar, pero no apareció. Bueno, hasta más tarde. -dijo Fletcher comenzando a relatar algo realmente interesante, lo cual captó la atención de Sherlock, y en su rostro se podía notar algo de inquietud-. Cuando llegó estaba blanco como la pared. Todavía le veo la cara: "hoy he visto cosas Fletcher" dijo, "que no quiero volver a ver. Cosas terribles". -añadió mientras su voz iba bajando de tono.
Cora y John miraban al joven algo turbados pero Sherlock parecía impasible.
-Lo habían mandado a un lugar secreto del ejercito. Puede que Baskerville u otro sitio, y en los laboratorios que había, "laboratorios secretísimos", dijo que había visto... cosas terribles. -dijo mientras el gesto de Cora empezaba a ponerse tenso a la mención de los laboratorios-. "Ratas como perros de grandes", dijo, "y perros... perros como caballos". -añadió mientras les mostraba una huella de perro gigantesca en escayola.
Sherlock fijó su vista en la huella y pudo comprobar que era autentica. John estaba con la boca abierta, y el rostro de Cora había palidecido de forma considerable.
-Um... ¿cincuenta dijimos? -preguntó John mirando a Sherlock, refiriéndose al tema de la apuesta.
Fletcher simplemente sonreía, al ver cómo Sherlock rebuscaba en su billetera las cincuenta libras que se habían "apostado". Tras cogerlas, Sherlock se las entregó a John.
-Ten Cora, veinticinco para ti. -dijo John mientras repartía las ganancias con su compañera. Después de eso los tres se levantaron de la mesa, cogieron el coche y se marcharon.
A los pocos minutos de viajar en coche, pudieron llegar con éxito a la central de Baskerville. Sherlock empezó a fijarse en todos los detalles que llamaran su atención: la señal de "área restringida", las imponentes vallas electrificadas que aislaban el lugar, los guardias de seguridad con sus perros, los enormes camiones que parecían transportar algún tipo de mercancía, los guardias de seguridad que iban armados...
A los pocos minutos llegaron a un área restringida, el paso estaba bloqueado por una valla de metal y unos guardias de seguridad la custodiaban. Éstos guardias les hicieron detenerse.
-Su pase por favor. -le pidió uno de los guardias tras acercarse a la ventanilla.
-Tenga. -dijo Sherlock mientras le entregaba una tarjeta.
-Gracias. -dijo el soldado, mientras se marchaba para comprobar la validez de la tarjeta.
Cuando se hubo marchado John no pudo evitarlo y formuló una pregunta:
-Tienes identificación para Baskerville, ¿cómo?
-No es específica para este sitio, es de mi hermano: acceso a todas las áreas. -respondió Sherlock, haciendo que Cora suelte una pequeña risa-. Me... hice con ella hace siglos por si acaso.
-Estupendo... -dijo John con una voz pesimista.
-¿Qué pasa? -preguntó Sherlock mientras lo miraba, confuso.
-Nos van a pillar. -dijo Cora, mientras se acercaba un poco a los dos hombres desde el asiento trasero, quedando su cabeza en el pequeño hueco que había entre ambos.
-¡Que va! -exclamó Sherlock-. Bueno, aún no.
-En cinco minutos: "Ah hola, se nos ha ocurrido pasar a dar una vuelta por su base militar secreta. ¿En serio? ¡Qué bien, pasen! La tetera está lista". -dijo John imaginando una utópica e hipotética situación-. Si nonos pegan un tiro antes, claro...
-Adelante. -dijo el guardia tras regresar a la ventanilla del coche y entregarle la tarjeta a Sherlock.
-Gracias. -dijo Sherlock tras poner en marcha el coche para seguir adelante.
A los pocos segundos ya habían atravesado el primer control.
-El nombre de Mycroft abre puertas, literalmente. -comentó Cora algo asombrada, y con un tono divertido a la vez.
-Ya te lo dije: es prácticamente como del Gobierno Británico. -dijo Sherlock en respuesta a Cora con una leve sonrisa mientras seguía conduciendo-. Creo que tenemos veinte minutos antes de que descubran que pasa algo raro.
Al llegar a la parte más accesible por vehículo de la central, los tres amigos decidieron continuar a pie.
Estuvieron caminando durante unos minutos, de los cuales Cora seguía con la capucha puesta y con una postura de cuerpo muy tensa, cosa que Sherlock notó enseguida. Puso su mano en el hombro de la joven, quien dio un respingo al notar el contacto físico, pero al ver que la mano era Sherlock, su gesto se relajó un poco. A los pocos minutos un soldado les salió al paso.
-¿Qué ocurre aquí? ¿Algún problema? -preguntó mientras les cortaba el paso.
-¿Hay algún problema,señor? -preguntó Sherlock, visiblemente molesto por la interrupción.
-Sí señor, lo siento.
-¿No nos esperaban? -preguntó Sherlock mientras miraba al soldado de forma desafiante, y su tono adquiría algo de gravedad.
-Nos acaban de pasar su acreditación señor Holmes, cabo Lyon, seguridad. -dijo el joven soldado presentándose-. ¿Ocurre algo, señor?
-Pues espero que no cabo, espero. -respondió Sherlock con un aire de superioridad.
-Aquí no solemos tener inspecciones ¿sabe? -dijo el cabo Lyon-. Nunca ha habido.
-Es una inspección sorpresa. -dijo John mientras sacaba algo de sus bolsillos-. Capitán John Watson, quinto regimiento de Northumberland. -añadió, mientras le mostraba su grado al soldado y hacía el saludo correspondiente.
-Señor. -dijo el cabo Lyon devolviendo el saludo. En ese momento su vista se quedó fijada en la pelirroja, quien tenía la cabeza gacha-. ¿Quien es ella?
Cora palideció aún más de lo que ya lo había hecho, pues esa pregunta la había tomado por sorpresa, y no había preparado ningún tipo de identidad para esa situación.
-Ella es la teniente Alexandra Wilkes, del tercer regimiento de Northumberland. -dijo Sherlock sacando una identificación falsa de su chaqueta y mostrándosela al soldado. El cabo Lyon hizo de nuevo el saludo reglamentario y Cora correspondió el saludo.
-El comandante Barrymore no se va a alegrar. Querrá verles. -dijo mientras observaba los rostros de los tres compañeros.
-Me temo que no tenemos tiempo, hemos de hacer la visita completa. En seguida. Es una orden cabo. -dijo John con un tono firme, mientras miraba al soldado deforma altiva.
-Si señor. -respondió el cabo, comenzando a guiarlos por el centro.
Sherlock dejó escapar una sonrisa tras lo ocurrido hacia unos segundos atrás. Los tres amigos siguieron caminando, hasta llegar a una puerta con un control electromagnético para tarjetas. El cabo Lyon pasó su tarjeta de identificación por el escáner y se encendió una luz verde. Sherlock hizo lo mismo y una luz verde se encendió en la pantalla del escáner, permitiéndole el acceso a la zona. A los pocos segundos de haber pasado la tarjeta por el escaner, Sherlock miró su reloj, pues el tiempo hasta que los detectaran como intrusos, empezaba a correr desde ese mismo momento.
Mientras tanto, en Londres, el acceso de la tarjeta de Mycroft estaba siendo procesada en uno de los ordenadores del Gobierno.
Mientras caminaban por los pasillos del primer piso de Baskerville, Sherlock esbozó de nuevo una sonrisa.
-Buen detalle. -le dijo Sherlock a John mientras lo miraba de reojo. Cora por su parte se apegó un poco más a los dos hombres, pues sus recuerdos del lugar aún la atormentaban.
-Hacía siglos que no tiraba de rango... -comentó John.
-¿Te ha gustado? -le preguntó Sherlock mientras cogía a Cora de la mano, en un gesto tranquilizador, para tratar de que no se pusiera más nerviosa de lo que ya estaba.
-Oh si... -dijo John con una sonrisa.
Los tres llegaron a otra de las puertas de seguridad con la clave electromagnética, y Sherlock pasó la tarjeta por el escáner, provocando, que llegue otra notificación acerca del uso de la tarjeta para acceder a zonas restringidas. Daba la casualidad de que esa puerta era del ascensor y Sherlock se fijó inmediatamente en cuantos pisos había: cuatro pisos bajo el nivel del suelo, además de el sótano. El cabo Lyon pulsó la tecla del piso -1 y el ascensor comenzó a moverse. Tras salir del ascensor, los tres pudieron adivinar de forma clara cual era el piso en el cual estaban: genética animal.
En cuanto Cora divisó a los animales encerrados en sus jaulas, su corazón se estremeció, pues sus recuerdos volvieron a atormentarla una vez más.
-¿Cuantos animales guardan aquí? -preguntó Sherlock tras observar su entrono (sin dejar de vigilar el estado de nerviosismo de Cora).
-Muchos señor. -contestó el cabo con una leve sonrisa.
-¿Alguna vez se les ha escapado uno? -preguntó Cora casi con un hilo de voz, mientras se soltaba del agarre de Sherlock.
-Tendrían que saber usar ese ascensor, no los hacemos tan listos. -comentó el soldado mientras seguía caminando.
-A menos que tengan ayuda... -musitó Sherlock en voz baja.
En ese momento se cruzaron con un hombre de avanzada edad, de no mucho menos de sesenta años, vestido con una especie de traje aislante blanco.
-Ah, ¿y ustedes son? -preguntó el anciano hombre con una agradable sonrisa, que sin embargo dio escalofríos a la pelirroja.
-Dr. Franklan, les estoy enseñando esto a los caballeros y a la señorita. -respondió el cabo con seriedad y educación.
-Ah, caras nuevas, que bien. Pero procuren que no les retengan aquí, yo vine a arreglar un grifo... -dijo el hombre para después marcharse carcajeando.
-¿Hasta donde baja ese ascensor? -preguntó John mientras miraba de reojo a Cora.
-Muy abajo señor.
-¿Y qué hay tan abajo? -preguntó John mientras lo observaba.
-Bueno, en algún sitio hay que guardar la basura, señor. -respondió el cabo con una leve sonrisa-. Por aquí, por favor. -añadió mientras continuaba su camino.
Sherlock, se quedó unos instantes observando cómo el Dr. Franklan se dirigía al ascensor para marcharse, antes de seguir al soldado.
Tras caminar durante unos instantes los tres compañeros llegaron a una habitación enteramente blanca (como la mayoría de las que había por toda la central). Allí, había una mujer de cabello rubio y ojos turquesa que Cora no tardó en reconocer.
-Dra. Stapleton... -dijo el soldado mientras se dirigía a la mujer.
-Stapleton... -dijo Sherlock en voz baja, como si hubiera escuchado su nombre antes.
-¿Sí cabo? -preguntó la doctora con algo de molestia en su voz, a la vez que se giraba para mirar a las cuatro personas que acababan de entrar en el cuarto-. ¿Quienes son? -preguntó tras observar a Sherlock y compañía.
-Prioridad máxima señora, ordenes de arriba. -respondió el soldado-. Es una inspección.
-¿Ah si? -preguntó la doctora, no muy convencida con la explicación.
-Deben atendernos al detalle doctora, ¿cual es su papel en Baskerville? -dijo Sherlock con una mirada fría, mientras observaba a Cora. La doctora se echó a reír.
-No puedo revelar secretos oficiales. -contestó con seriedad.
-Oh, desde luego que puede y le sugiero que lo haga inmediatamente. -dijo Sherlock con un tono muy frio.
En ese momento los ojos de la Dra. Stapleton se fijaron en la pelirroja que estaba junto a Sherlock. Con un suspiró dio una orden a todos los que estaba en la sala.
-Todos fuera. Usted también cabo. -dijo mientras los miraba de uno en uno. El cabo trató de negarse, pero no tuvo más remedio que aceptar, tras la insistencia de la doctora y Sherlock de hablar en privado.
-Usted es Sarah Reinchberg ¿no es cierto? -dijo Cora observándola con detenimiento.
-¿Cómo es posible que sepa mi antiguo nombre? -preguntó Stapleton totalmente confusa.
-Porque hace ya diecisiete años, usted ayudó a cuatro niños a escapar de este lugar. -dijo Cora con una sonrisa mientras se quitaba la capucha que ocultaba parte de su rostro-. Soy Cora, Dra. Reinchberg.
La doctora (ya de 49 años), tuvo que parpadear varias veces para cerciorarse de que la joven que estaba ahora frente a ella era la misma niña de hace diecisiete años.
-¡Cora! ¡Dios mío! ¡Cuanto has crecido! -exclamó mientras la abrazaba de forma cariñosa, para después separarse de ella, y que en su rostro se dibuje un gesto de preocupación-. Pero, ¿¡qué haces aquí insensata!? ¡Podrían tratar de matarte si descubren que sigues viva y que has regresado! -exclamó de nuevo mientras la zarandeaba.
-Tranquila Sarah, hemos venido a cerrar Baskerville para siempre... Por cierto, ¿cómo se encuentra Amanda? -dijo Cora con una sonrisa en los labios-. Por lo que veo volvió a casarse, de ahí su cambio de nombre y apellido: ahora ha asumido la identidad de Jacqui Stapleton. Ha tenido otras dos hijas llamadas Lilly y Kristy. -añadió la joven pelirroja mientras seguía analizando a Stapleton.
-¡Stapleton! ¡Sabía que conocía su apellido! -exclamó Sherlock interrumpiendo a Cora, para después mirar a Sarah a los ojos.
-Lo dudo. -dijo la Dra. Stapleton, mientras miraba al alto hombre que estaba a la izquierda de Cora.
-Dicen que las coincidencias no existen, que vidas más tristes las suyas. -dijo Sherlock mientras sacaba un bloc de notas del bolsillo interior de su chaqueta. En él se podía ver escrito en mayúsculas: Bluebell.
Stapleton se quedó sin habla durante unos minutos, mientras que la expresión facial de Sherlock se tornaba algo seria.
-¿Ha hablado con mi hija? -preguntó asombrada mientras miraba a Sherlock a los ojos.
-¿Por qué tenía que morir Bluebell Dra. Stapleton? -preguntó Sherlock con un tono de voz barítono.
-¿El conejo? -preguntó John algo pasmado ante la revelación.
-Desapareció del interior de una jaula, lo cual da qué pensar. -dijo el detective asesor, mientras seguía con su razonamiento.
-¿El conejo? -volvió a preguntar John por segunda vez, aún confuso.
-Está claro que fue alguien de casa. -dijo Sherlock mientras sus ojos se entrecerraban de forma amenazante.
-¿Oh, usted cree? -preguntó Stapleton con nerviosismo, mientras trataba de zafarse del interrogatorio.
-¿Por qué? ¿Por que brillaba en la oscuridad? -preguntó Cora, mientras ataba los cabos sueltos del caso en su mente.
-No tengo la más remota idea de lo que me hablas Cora. -dijo la doctora de forma cortante.
En ese momento el cabo volvió a entrar en la sala a un gesto de Stapleton. En Londres, la tarjeta de Mycroft había hecho saltar una alerta de seguridad: "violación de nivel 5".
-Creo que hemos visto suficiente cabo. Muchas gracias. -dijo Sherlock mientras se giraba hacia él.
-¿Ya está? -preguntó el soldado, claramente confuso ante la prisa que de pronto tenía Holmes. Antes de que se girarse y se marcharse, Stapleton le entregó una nota a Cora en la mano de forma disimulada.
-Ya está. -confirmó Sherlock mientras empezaba a caminar a grandes zancadas hacia la salida.
-¿Nos hemos colado en una base militar para investigar a un conejo? -preguntó John indignado y en voz baja, dirigiéndose a Sherlock. Mientras tanto, en el Club Diógenes, a Mycroft le llegó una notificación acerca de una brecha en la seguridad, lo cual hizo que suspirara y empezara a teclear en su teléfono.
Sherlock junto a sus compañeros salían del área de genética animal de la central, e iban hacia el ascensor, cuando al sociópata le llegó un SMS al móvil:
"¿Qué estas haciendo?
M"
-Hah, veintitrés minutos. Mycroft está mayor. -dijo Sherlock mientras esbozaba una sonrisa, y devolvía el teléfono al bolsillo izquierdo de su chaqueta. Cuando estaban a punto de tomar el ascensor para subir al primer piso de la central, dentro de éste se encontraron al doctor Franklan.
-Hola otra vez. -dijo el hombre con una sonrisa mientras les dejaba sitio. Tras unos segundos llegaron al primer piso, pero al salir del ascensor se encontraron con otro soldado al que no esperaban ver: el hombre de una cicatriz en el rostro.
-Comandante Barrymore, yo...
-¡Esto es inadmisible! -gritó el hombre fuera de sus casillas mientras observaba a las personas del ascensor. A Cora, se le pusieron los pelos de punta al reconocer al hombre frente a ella-. ¿Por qué no se me ha avisado? -preguntó con un tono más demandante.
-¿Comandante Barrymore, no? -dijo John mientras le estrechaba la mano-. Capitán John Watson. Todo está perfecto. Nos ha impresionado, ¿no es así señor Holmes? -añadió mientras miraba a Sherlock de reojo, quien pasaba a su lado.
-Mucho, un montón... -dijo Sherlock mientras volvía a sacar su móvil, pues otro mensaje de Mycroft había llegado.
"¿Qué está pasando Sherlock?
M"
-No te pares Cora. -musitó en voz baja el detective (mientras el comandante Barrymore despotricaba), para después agarrar el brazo de la pelirroja con algo de brusquedad.
-¡Señor! -gritó el cabo Lyon tras salir de una de las habitaciones, para después presionar uno de los botones rojos de emergencia que estaba en la pared (lo cual hizo, que las puertas se cerraran por si solas y que una estruendosa sirena comenzara a sonar)-. ¡Autorización no autorizada! -dijo mientras corría hacia ellos.
-¿Qué? -preguntó Barrymore con un ligero tono de confusión.
-Me acaban de avisar. -contestó el cabo Lyon.
-¿De verdad? -preguntó el comandante Barrymore con ironía-. ¿Quién es usted?
-Mire, es evidente que se ha producido un error. -dijo John tratando de suavizar la situación. Mientras todo empezaba a ponerse algo violento, el doctor Franklan comenzó a caminar hacia ellos a paso lento. El comandante Barrymore cogió la identificación de Sherlock y la miró con desconfianza.
-De "evidente" nada, Mycroft Holmes. -comentó con odio el comandante.
-Error informático comandante, aparecerá todo en el informe. -dijo Cora con algo de valentía, mientras alzaba su rostro.
-¿¡Qué coño pasa aquí!? -preguntó con furia Barrymore, mientras de la nada cogía a Cora por el cuello y la estampaba contra la pared cercana, elevándola un poco del suelo. Cora trató de liberarse del agarre, pues sus pulmones comenzaban a estar faltos de aire.
-No pasa nada comandante Barrymore, sé quienes son estos hombres y esa señorita. -dijo el Dr. Franklan mientras intercedía por los tres amigos.
-¿Ah sí? -preguntó Barrymore de forma dubitativa mientras aún tenía agarrada a Cora por el cuello.
-Cada vez soy peor para las caras, pero el señor Holmes no es alguien a quien esperara ver por aquí. -comentó Franklan con una leve sonrisa-. Me alegro devolver a verle Mycroft. -añadió estrechándole la mano a Sherlock (quien tardó en reaccionar debido al giro que había pegado la situación). El comandante Barrymore aún no parecía del todo satisfecho por la respuesta, pero empezó a bajar a Cora del aire.
-Conocí al señor Holmes en la conferencia de la ONS en... Bruselas ¿verdad? -dijo el Dr.Franklan con una sonrisa amigable.
-En realidad fue en Viena. -contestó Sherlock para añadirle mayor credibilidad a la mentira.
-¡Viena, eso! Es el señor Mycroft Holmes comandante, está claro que ha habido un error. -dijo el Dr. Franklan mientras hacía que el comandante soltara a la joven pelirroja, quien aún estaba pálida por la presencia del hombre con una cicatriz en la cara. El comandante Barrymore asintió y el cabo Lyon apagó la alerta.
-Bajo su responsabilidad, Dr. Franklan. -dijo Barrymore mientras observaba a la pelirroja (quien se estaba agarrando el cuello).
-Yo les muestro la salida. -dijo Franklan para después empezar a caminar tras Sherlock, John y Cora (ésta ultima iba ayudada por John, pues debido a la falta de aire le costaba respirar).
Al salir del recinto Sherlock dio un suspiro de alivio. Cora entonces decidió mirar el papel que Stapleton le había dado:
"Ven a mi casa. Es la tercera a la izquierda del hotel donde os alojáis. Allí hablaremos de todo. Stapleton."
-Gracias por ayudarnos Dr. Franklan. -dijo Cora sonriendo de forma amable al doctor, a pesar de que aún la ponía nerviosa.
-Todo esto es por Henry Knight ¿verdad? -preguntó el doctor con una notable preocupación-. Eso pensaba. Sabía que quería ayuda pero... no se me había ocurrido que contactaría con Sherlock Holmes. -añadió con un ligero toque de asombro y fascinación, haciendo que Cora sonría y Sherlock se suba el cuello de la gabardina.
Los tres siguieron caminando en dirección al coche que Sherlock había alquilado para desplazarse.
-Oh tranquilos, sé quienes son. No salgo de su pagina web. Aunque creí que llevaría la gorra... -comentó Franklan, haciendo alusión a una foto publicada en un periódico, en el que se ve a Sherlock con una gorra en la cabeza.
-Esa gorra no era mía. -contestó de forma tajante Sherlock mientras echaba una mirada furtiva hacia Cora, quien caminaba a su derecha.
-Me cuesta reconocerlo sin ella...
-¡Que no era mi gorra!-exclamó Sherlock entre dientes, a la vez que empleaba un tono de voz algo brusco.
-El blog también me encanta Dr. Watson. -comentó el Dr. Franklan con una sonrisa.
-Oh, gracias. -dijo John sintiéndose halagado.
-También he oído hablar de usted señorita Izumi. -dijo el Dr. Franklan mirando a la pelirroja-. Dicen que es usted una gran analista y experta en cualquier tipo de armas, además de una psicóloga y maestra impresionante. -añadió mientras la escudriñaba atentamente, cosa que puso tensa por un momento a Cora.
-¿Conoce a Henry Knight? -preguntó Sherlock, tratando de desviar la atención de su nueva compañera.
-Conocía mejor a su padre. Tenía todo tipo de teorías descabelladas sobre este lugar. -respondió el Dr. Franklan mientras Sherlock lo observaba atentamente, casi sin pestañear-. Pero era un buen amigo. -añadió con una sonrisa, antes de girar su rostro y ver al comandante Barrymore parado a unos pocos metros de distancia. Cora palideció aún más en cuanto fijó su vista en el hombre, quien al verla sonrió de forma amenazante y macabra: como si recordara quien era ella... Eso hizo que por la espalda de Cora corriera un escalofrío.
-Oigan ahora no puedo hablar. Aquí tiene mi... celular. -dijo el Dr. Franklan dándole su número de teléfono a Sherlock, quien alzó levemente su ceja izquierda, a la vez que lo observaba de forma más atenta-. Si puedo ayudarles con Henry, llámenme.
-No he llegado a preguntarle Dr. Franklan, ¿cual es su cometido aquí? -dijo Sherlock con una mirada algo seria.
-Oh señor Holmes, me encantaría decírselo... -dijo el Dr. Franklan con algo de pena-. Pero después tendría que matarlo. -añadió para después echarse a reír.
-Eso sería tremendamente ambicioso por su parte. -dijo Sherlock con una mirada de reproche ala vez que seria, junto a un tono de voz gélido-. Hábleme de la Dra. Stapleton. -pidió, con un tono algo más serio que antes.
-No hablo mal de mis compañeros. -respondió el doctor mientras negaba con la cabeza.
-Pero hablaría bien, y claramente lo está evitando. -dijo Sherlock de forma cortante.
-Eso parece, ¿no?
-Estaremos en contacto. -dijo Sherlock para después comenzar a caminar hacia su coche, tomando un camino diferente al de Franklan. Cora y John lo siguieron al cabo de unos segundos.
-¿Y? -preguntó John, una vez los tres se hubieron alejado lo suficiente del doctor.
-¿"Y"? ¿Qué? -preguntó Sherlock mirando a John, quien ahora estaba a su izquierda.
-¿A qué ha venido lo del conejo? -preguntó John algo desconcertado.
Sherlock no respondió, sino que se limitó a subirse el cuello de la gabardina.
-Ah, por favor, ¿podemos dejarlo por esta vez? -inquirió John con algo de sarcasmo.
-¿Dejar qué? -preguntó Sherlock mientras observaba a John.
-Que te pongas en plan misterioso con... esa cara, y te subas el cuello del abrigo para hacerte el chulo. -respondió Cora en lugar de John, haciendo que éste la mire asombrado, pues era justo eso lo que él iba a decir.
-Yo... no hago eso. -dijo Sherlock mientras los tres se subían al vehículo.
-Si lo haces. -replicó John mientras sonreía.
Mientras iban de camino al pueblo de Greenpen, los dos hombres se miraron y comenzaron a charlar entre ellos, mientras Cora escuchaba atentamente.
-El e-mail de Kirsty... el conejo luminoso desaparecido. -dijo John mientras ataba cabos, cosa que Cora y Sherlock ya habían hecho con anterioridad.
-Kirsty Stapleton. Cuya madre es especialista en manipulación genética.... -dijo Sherlock, mientras miraba a Cora por el retrovisor interior del coche. En ese preciso instante, los ojos de Sherlock se abrieron con pasmo unos pocos segundos: Cora estaba tendida en el asiento trasero del coche,con la cara tan lívida como el marfil-. John, ¡Cora está inconsciente! -dijo Sherlock con un tono de voz levemente alterado, haciendo que el doctor mire hacia atrás y le tome el pulso a la joven.
-Sherlock, Cora tiene el pulso muy irregular. -dijo John tras esperar unos segundos-. Esta experiencia es demasiado para su psique y su aguante emocional. Si la seguimos obligando a participar en éste caso, al final... se volverá loca.
-Debemos llevarla a un hospital. -sentenció Sherlock mientras miraba por el retrovisor.
-Espera Sherlock. Cora tiene algo en la mano... -dijo John para después coger la nota que Stapleton le había dado a la pelirroja-. Es una nota de Stapleton. -añadió John para después leerla en voz alta.
A los pocos segundos de leer la nota, Sherlock aumentó la velocidad del coche y llegaron al pueblo de Greenpen en unos minutos. Cuando se apearon del coche, Sherlock cogió a Cora en brazos, y se sorprendió gratamente de lo ligera que era. Tras seguir las instrucciones de la nota, los dos hombres llegaron a la casa de Stapleton. John tocó la puerta y esperó a que alguien les abriera.
-¿Si? ¿quién es? -preguntó Jacqui Stapleton mientras abría la puerta, quedándose helada ante la visión pálida de la joven, que ahora Sherlock llevaba en brazos. La Dra. Stapleton les abrió la puerta rápidamente, y los invitó a pasar a la casa. Indicó a Sherlock que dejara a Cora recostada en el sofá, cosa que el detective hizo.
-¿Qué le ocurre? Hace unos minutos parecía encontrarse bien... -comentó Sherlock mientras la observaba.
-¿Desde cuando hace que se ha puesto pálida? -preguntó Stapleton mientras le tomaba el pulso.
-Desde que llegamos a Baskerville. Hará una hora aproximadamente. -contestó John mientras miraba la hora en su reloj.
-Unas pocas horas de descanso deberían bastar para que se recupere. -comentó la Dra. Stapleton mientras la tapaba con una manta y le hacía tragar un antibiótico especial.
-¿Qué es lo que le está administrando doctora? -preguntó Sherlock con cierto tono de desconfianza.
-Esto que le estoy administrando señor Holmes, es un compuesto creado específicamente para Cora a partir de su sangre, mezclado con varios compuestos de plantas del lugar. Cada año les enviaba un paquete a sus padres, pues estos ataques de palidez repentina juntados con episodios de psicosis, esquizofrenia y ataques de ansiedad, la dejaban casi anémica. -respondió Jacqui mientras seguía administrándole la medicina-. Dígame Dr. Watson, ¿ha notado si Cora ha vomitado un liquido rojo en algún momento?
-Pues... ahora que lo menciona si. -respondió John mientras recordaba-. En cuanto salimos del hotel Cora mencionó que había vomitado un liquido rojo, pero cómo ella me aseguró que se trataba de zumo de uva no le dí más importancia.
-Ya veo... -dijo la Dra. Stapleton algo seria-. No se preocupe Dr. Watson, no es culpa suya. -añadió con amabilidad, al ver el rostro de culpa que tenía John en ese preciso momento.
Pasaron unas horas y Cora comenzó a despertarse. En cuanto abrió los ojos, pudo distinguir a una niña pequeña de unos 6 años aproximadamente: tenía unas orejas de gato, que sobresalían de la parte superior de su cabeza.
-¡Mamá mamá! ¡Cora Izumi ha despertado! -gritó la niña mientras giraba la cabeza hacia la puerta de la cocina. A los pocos segundos, apareció otra niña pequeña acompañada por una joven algo más mayor, de unos 17 años de edad. Al lado de ésta estaba la Dra. Stapleton.
-¡Lilly! ¡Relájate gatita! -le dijo la mayor mientras su cabello castaño caía sobre su rostro, a la vez que sus ojos azules brillaban por un instante con un brillo amarillento.
-Amanda, aparta a Lilly de Cora, por favor. -pidió la Dra. Stapleton mientras se acercaba al sofá. La hija mayor hizo lo que se le había ordenado, y alejó un poco a la pequeña niña con orejas de gato.
-De modo que tú eres Amanda... Has debido de crecer mucho. -comentó Cora mientras miraba a la mayor con una leve sonrisa.
-Me alegro de que se preocupe por mi señorita Izumi. He oído hablar mucho de usted por parte de mi madre. -contestó Amanda con una sonrisa.
-Oh, no hace falta que me trates de usted, llámame Cora. -dijo la pelirroja mientras se sentaba en el sofá.
En ese momento Sherlock y John entraron casi escopeteados a la estancia.
-Cora, ¿ya te encuentras mejor? -preguntó John mientras se acercaba al sofá junto a Sherlock (quien tenía una mirada algo severa, mientras escudriñaba a las dos niñas).
-Si John, me encuentro mejor ahora. -contestó la joven con una sonrisa.
-¡Ala! ¡John Watson y Sherlock Holmes! -gritó Kirsty en cuanto los vio aparecer por la puerta.
La Dra. Stapleton se acercó a la pelirroja y le tomó el pulso.
-Por lo que veo todo es normal. Tus constantes son estables. -dijo Jacqui mientras la miraba con una sonrisa-. Ahora asegúrate de comer algo y reponerte pronto.
-Gracias Sarah. -dijo Cora mientras la observaba.
-¡Cora! ¡Cora! ¡Juguemos a la pelota! -pidió Lilly mientras cogía de la mano a la pelirroja y la llevaba al patio con una risa despreocupada. Kirsty decidió seguirlas con una sonrisa.
-Lilly, ¡ten cuidado con Cora! -le gritó Amanda a su hermana menor, mientras la observaba arrastrar a Cora, antes de marcharse a su cuarto.
-¡Jajaja! ¡Tranquila pequeña neko! -dijo Cora entre risas (usando la expresión que había aprendido en Japón para referirse a los gatos), mientras caminaba con ambas niñas de la mano.
Una vez estuvo todo en calma, Sherlock se sentó en el sofá dispuesto a hablar con la Dra. Stapleton, mientras no dejaba de observar a la pelirroja.
-Dígame señor Holmes, ¿está usted al corriente de los "poderes" de Cora? -le preguntó Jacqui, mientras miraba al detective a los ojos.
-Cora me comentó su pasado, hace diecisiete años. Sin embargo, me temo que no me ha mostrado sus poderes. -respondió Sherlock, mientras posaba su mirada en la doctora que estaba sentada a su lado-. ¿Es peligroso que lleguen a manifestarse? -preguntó el sociópata mientras volvía su vista hacia la pelirroja (quien ahora estaba jugando a la comba con Lilly y Kirsty), para después, dar un sorbo del té que había preparado.
-Eso me temo señor Holmes... -contestó la Dra. Stapleton mientras suspiraba levemente-. Me temo que pronto lo harán, pues estos ataques de ansiedad siempre preceden al despertar de sus poderes.
-Ya veo... -dijo John, mientras él también tomaba un sorbo del té-. Espero que sus habilidades no le hagan daño.
-No lo harán Dr. Watson. Cora simplemente volverá a despertarlos una vez más. -comentó la doctora con cierto tono de misterio.
-¿Qué quiere decir con eso? -preguntó John algo preocupado-. ¿Acaso los ha despertado ya en alguna ocasión?
-Cora ya despertó sus poderes a una edad muy temprana. -dijo Sherlock mientras deducía a la Dra. Stapleton y averiguaba la información que iba a darles-. ¿No es así doctora?
-Así es señor Holmes. Cora despertó por primera vez sus poderes cuando tenía 17 años. Es la edad más común para su primera manifestación. -respondió Stapleton mientras asentía. Tras observar como Cora jugaba con sus hijas Stapleton sonrió.
-Dígame una cosa Dra. Stapleton, ¿esas orejas de gato que su hija tiene en su cabeza... fue su ex-marido quien se las hizo? -preguntó Sherlock mientras observaba a la pequeña.
-Así es. -respondió la doctora mientras seguía observando a Lilly-. Oigan, ¿por qué no se quedan esta noche aquí? A Cora le vendría bien alejarse de la central por unas horas... -dijo Jacqui, mientras su gesto se relajaba y miraba a los dos hombres.
-De acuerdo. -respondió Sherlock tras pensárselo durante unos minutos-. Es cierto que ella estará más tranquila si pasa la noche aquí. -añadió mientras se levantaba del sofá.
Esa misma noche, Cora se levantó de su cama (la cual compartía con Lilly) y ya que no podía dormir, decidió bajar al salón a calentarse junto al fuego de la chimenea. Bajó a tientas por el pasillo oscuro de la casa (con cuidado de no tropezar en las escaleras) y tras caminar un poco llegó a la sala de estar. Sin embargo, no era la única persona en la estancia: Sherlock estaba sentado en el sofá frente a la chimenea, pensando (pues tenia sus manos en posición de rezo, mientras se tapaba los labios), mientras estaba algo recostado en el propio asiento. Sin tan siquiera girar la cabeza, Sherlock dijo:
-¿No puedes dormir, Cora?
-Veo que tú tampoco Sherlock... -dijo la pelirroja mientras se acercaba lentamente hacia el sofá.
-Cora, cuando estoy en un caso dormir y comer son cosas de las que puedo prescindir. -le respondió el sociópata, mientras la observaba por el rabillo del ojo.
-Dime entonces, ¿has conseguido hallar alguna pista en lo referente al sabueso? -preguntó Cora, mientras se sentaba en el sofá cercano al suyo, algo más próximo a la chimenea. Sherlock observaba con detalle cómo Cora se sentaba, y a los pocos minutos, volvió su vista al fuego: de alguna manera, éste parecía reaccionar ante su presencia, inclinándose en su dirección. Tras observar el fuego por unos segundos, Sherlock volvió su vista hacia la pelirroja. En ese preciso instante, sus ojos verdes se encontraron con los rojos de ella. Estuvieron mirándose en silencio durante unos minutos, en los cuales, Sherlock pudo discernir que su pulso había aumentado levemente.
-Por ahora no he descubierto ninguna pista relevante para la investigación. -respondió Sherlock, rompiendo el silencio que se había formado-. Sin embargo, he averiguado más cosas sobre ti. -añadió, mientras se levantaba del sofá, y caminaba hasta el lugar en donde estaba sentada Cora.
-¿Ah, sí? -preguntó Cora con un pequeño tono de nerviosismo, mientras observaba al detective sentarse a su lado.
-La Dra. Stapleton nos ha referido varios puntos a tener en cuenta acerca de tus poderes, entre ellos, que no es la primera vez que se manifiestan. -dijo Sherlock con una voz algo serio, haciendo que el cuerpo de Cora, se tense ante esas palabras-. Por tus pupilas dilatadas deduzco que tienes miedo, miedo de herir a las personas... importantes para ti. -añadió mientras su vista se posaba en sus ojos rubí.
-Sherlock, no quiero herir a la gente. Menos aún a los que tienen un valor sentimental para mi.-respondió la joven, mientras su voz bajaba de tono y adquiría un tono triste-. Estos poderes son una maldición, no una bendición... ¡y los odio! -añadió la pelirroja al borde de las lagrimas, mientras cerraba sus puños con rabia (los cuales estaban sobre su regazo).
Sherlock la observó con detenimiento durante unos instantes antes de hablar:
-Cora... enséñame tus poderes. Te prometo que no huiré. -dijo Sherlock mientras la miraba a los ojos-. Además, estos poderes llevan contigo 17 largos años, estoy seguro de que puedes controlarlos. -añadió mientras sonreía de forma imperceptible.
Cora, lo miró a los ojos por unos breves instantes para después respirar hondo. Extendió su mano derecha en dirección al fuego de la chimenea, y casi de forma automática, éste fue a parar a la palma de su mano. Mantuvo la llama en su mano durante unos segundos para después cerrar el puño, haciéndola desaparecer. Todo quedó en una completa oscuridad. A los pocos segundos, Cora hizo un movimiento rápido con el brazo, y una llama salió de ella, encendiendo de nuevo la chimenea.
Sherlock miraba ese espectáculo algo asombrado. Después de que Cora hiciera su demostración, el detective cogió su mano derecha para averiguar sise había quemado. Para sorpresa de Sherlock, sus manos no mostraban ninguna magulladura o quemadura: seguían siendo suaves y dulces al tacto.
Cora se sorprendió por el contacto físico por parte de Sherlock y se sonrojó violentamente. Después de que Sherlock decidiera soltar su mano, ella se levantó rápidamente del sofá, y se dirigió a paso lento al pasillo.
-Bu-buenas noches Sherlock... -dijo la pelirroja mientras un ligero rubor adornaba sus mejillas, antes de desaparecer en el oscuro pasillo para subir a su cuarto.
Sherlock se quedó allí, solo, en la fría habitación. Pero por alguna extraña razón que no lograba comprender, no sentía frió. Al contrario, sentía una sensación agradable de calidez en su pecho.
Lo que ninguno de los presentes en la casa sabía, era que el misterio que rodeaba a Baskerville era un enredado rompecabezas, con secretos y trampas ocultas. Ninguno de ellos podía sospechar, que unos ojos amenazantes con brillo carmesí los estaban vigilando...
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