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Capítulo 10

Sayumi Higurashi

Cuando por fin pudieron trasladar a la azabache a una habitación, se llevaron a la pequeña bebé para poder revisar y tener la completa seguridad de que la bebé se encontraba sana; después de que verificaron que la madre primeriza estuviera bien, dejaron pasar a sus amigos, Sango y Miroku la acompañaron junto a Inuyasha en la habitación, felicitandola por el duro esfuerzo que hizo, pasaron un largo rato entre risas y anécdotas.

Sango e Inuyasha no paraban de reír por el lenguaje que uso la menor debido al dolor de las contracciones; avergonzada, solo podia reir porque ella tambien se sorprendio de lo grosera que podía llegar a ser, después de lo que fue una hora y media, una enfermera ingresó con una pequeña cuna para recién nacidos, en cuanto la vieron, los ojos de todos se fijaron el la pequeña personita que dormía tranquilamente.

—Alguien vino a visitar a mamá— dijo la enfermera con una sonrisa agradable, acercó la pequeña cunita al lado de la cama de la Ojichocolate— Sayumi se encuentra sana, mañana en la mañana las dos serán dadas de alta— informó la mujer con una sonrisa para luego salir de la habitación, la primera en tomar a la pequeña bebé en brazos fue la azabache, la pequeña peliplateada dormía plácidamente, su piel aun tenia ese leve color rosadito, sus pequeñas mejillas regordetas y su entrecejo estaba fruncido.

—Mi linda hijita, me alegra tanto que estes bien— hablo ella con dulzura a la pequeña, los demás solo miraban la escena con una gran sonrisa, habían esperado la llegada de esa bebé, después de unos minutos; la persona que cargó a la diminuta bebé fue Sango.

—Que linda es… parece una angelito— hablo bajito mientras acariciaba la manito que se aferraba a su dedo índice con algo de fuerza, Miroku la abrazaba por la cintura, y con su mano libre pasaba lentamente sus dedos por la pequeña frente de la bebé.

—Se parece a él…— la azabache tomó por desprevenido a los presentes en la habitación, sentía gran rencor por Sesshomaru, y no veía posible el perdonarlo; pero ahora, tenían una pequeña personita que los uniría por siempre, tenían una hija, un lazo que los ataría por la eternidad, él, era el padre se Sayumi.

—No es necesario recordar a ese tonto, ya no te mates la cabeza con ese asunto, recuerda lo que te dije,¿Si?— Inuyasha habló, tratando de cambiar el tema, cosa que ella agradeció internamente.

Y por un momento en esa noche, se permitió pensar solo en sus hija y sus amigos que se autoproclamaron tios y tia de su bebita, porque no iba a mentir, una parte de ella quería que Sesshomaru estuviera ahí, con ella y su bebé; que la cuidara durante las contracciones, tomara su mano al momento de dar a luz, cargará a Sayumi y luego esperará pacientemente junto a ella para recibir a la pequeña, pero la realidad era otra, y el Sesshomaru que ella conocia era muy diferente; era cruel, egoista, soberbio, estupido. Y esto jamas iba a cambiar, ella estaba matandose la cabeza pensando en él.

Cuando él ni siquiera se tomaba un poco de tiempo en pensar en ella o siquiera preocuparse.

O eso pensaba Aome.

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El ruido a todo volumen que salía de las bocinas de la sala aturdian sus oídos, miro con molestia a la que era su prometida, la cual presumía el anillo de compromiso por milésima vez, alardeando que pronto sería acompañado por otro anillo que sellaría la promesa y el juramento por siempre. El ser su esposa.

Esa noche, la rubia había invitado a varios amigos para hacer una pequeña fiesta de celebración, pues solo faltaban dos meses para la boda, se olvidó por completo las recomendaciones de las autoridades de no hacer fiestas o aglomeraciones debido a la contingencia; el no estuvo de acuerdo, le gustaban hasta cierto punto, pero desde que ya habían llegado a la 'ciudad del amor' le due perdiendo gusto a esas cosas, intento acompañar a su futura esposa, pero terminó en una rincón de la habitación con una cara de perros.

Ya eran las 3 de la mañana aproximadamente, le dolía la cabeza y estaba con un humor horrible, por lo que dejó la cerveza que tenía en las manos en una pequeña mesa que había cerca a la puerta trasera, y salió al jardín en donde para su suerte, no había nadie; respiró el aire puro de la madrugada, y de nuevo esa molesta sensación oprimió su pecho y solo había una razón para ello.

Todo el día estuvo pensando en la dueña de esos ojos color avellana y cabellos azabaches; tenía un presentimiento de que algo impresionante estaba pasando y él estaba perdiendo aquel momento; sentía que Aome lo necesitaba, más que nunca, como si estuviera pasando por gran dolor y lo llamaba con el pensamiento para que fuera y la ayudara.

Seria tonto si solo fuera por solo ese dia, pero desde meses atras ese sentimiento fue haciendose más y más fuerte; lo admitia, extrañaba a Aome, no lo negaria. Pero esa noche en específico la extrañaba más que nunca.

Y por eso, tomó la decisión más estúpida que pudo haber tomado, pero estaba tan desesperado por saber de ella que no tenía de otra.

Sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón, busco entre sus contactos y cuando encontró el número, titubeo en marcar, pero después de unos segundos presiono el botón de llamar.

1 timbre.

2 timbres.

3 timbres.

¿Bueno?— la voz de su hermano al otro lado de la linea.

—Inuyasha, creí que no responderías— hablo con sinceridad a su hermano.

Di que quieres, estoy ocupado, habla ya— su agresividad no lo extraño, Inuyasha siempre había sido así.

—¿Cómo está Aome?— pregunto de forma directa y cortante.

Y una parte de él se inquietó cuando su hermano se quedó en silencio unos segundos, segundos que para él fueron horas.

Ella está perfectamente bien, ¿Eso es todo? Tengo cosas más importantes que hacer— ese tono enojado fue lo que lo hizo dudar más, sentía que no le estaba diciendo todo, pero también sabía que no podía reclamar nada, no después de lo que hizo.

—Solo, cuídala y avisame si llega a pasarle algo— lo sabia, sabia que estaba siendo patético y tonto.

Tu no tienes derecho a saber nada de ella, no quiero que vuelvas a preguntar por ella, no después de que la volviste tu juguete que utilizaste a tu antojo, deja de fingir que te preocupa su bienestar y mejor piensa en cómo vas a manejar tu estupido matrimonio; si me llamas, que sea por cualquier cosa excepto para preguntarme sobre ella, no tienes que saber lo que pasa o no su vida; y no seguiré con esta conversación porque tengo asuntos de los que encargarme así que adiós— la llamada terminó y el se quedo en silencio.

Quieto en sus lugar procesando todo lo que el menor le había dicho, le costó, pero una parte de él sabía que tenía razón, pero la otra parte solo estaba furiosa por pensar como se había dirigido hacia su vida.

Regreso a la casa molesto, ignorando a la rubia y subiendo a su habitación lejos del gentío.

Sin saber que en unos años, conocería a su mayor debilidad y a la que gobernara su vida con tan solo mover un dedo, y no era precisamente la azabache.

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Buenas buenas, no quiero hacer muy larga esta historia, por eso no entre en tantos detalles, en el siguiente capítulo ya daremos el tan esperado salto al futuro, espero hayan disfrutado la historia, las amo. 

Hasta la próxima💕💫

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