Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ya quiero acabar con esto

En la sala de espera del hospital, la familia Loud se encontraba en una tensión insoportable. Rita no podía dejar de caminar de un lado a otro, con el rostro pálido y las manos temblorosas. Lynn Sr. estaba sentado, con la cabeza entre las manos, en un profundo silencio. Las hermanas de Lincoln estaban todas en estado de shock, algunas sollozando en silencio, otras tratando de mantenerse fuertes, pero la preocupación las consumía.

—¿Cuánto tiempo más van a tardar? —preguntó Lori, con los ojos llenos de lágrimas, mirando el reloj de la pared que parecía no moverse. El tiempo pasaba lentamente, cada segundo era una eternidad.

—No lo sé —respondió Lynn Sr., sin levantar la cabeza. No quería imaginar lo peor, pero la angustia lo estaba carcomiendo por dentro. Sabía que Lincoln era fuerte, pero no podía soportar la idea de perderlo.

Mientras tanto, en la sala de operaciones, los médicos trabajaban con rapidez y precisión para quitar la bala que se había alojado en el abdomen de Lincoln. Sin embargo, nadie se percató de un cambio sutil: la ayudante del doctor, que debía estar ahí, había sido reemplazada por otra persona. Esta nueva figura estaba demasiado concentrada en algo más que en la operación, mirando de reojo a Lincoln y a los instrumentos quirúrgicos con una intención oculta.

—¿Todo bien con la anestesia? —preguntó el doctor, sin sospechar nada, mientras continuaba el delicado procedimiento.

—Sí, doctor. Todo bajo control —respondió la mujer con una voz tranquila, pero en su mirada había algo siniestro. Era una infiltrada de Enigma, colocada en ese puesto estratégico con un propósito específico. Había estado esperando este momento, y ahora estaba dentro del hospital, donde tenía acceso directo a Lincoln.

Nadie sospechaba nada en la sala de espera. La familia Loud seguía esperando ansiosamente, sin tener idea de que alguien con intenciones peligrosas estaba tan cerca de su hijo.

—Tiene que salir bien... tiene que salir bien... —murmuraba Rita, abrazando con fuerza a Lily. El ambiente estaba lleno de una desesperanza palpable, mientras cada uno de los Loud intentaba consolarse unos a otros.

Sin embargo, en la sala de operaciones, la ayudante de Enigma estaba preparándose para hacer algo mucho más oscuro. Pero, por ahora, mantenía su fachada de profesionalismo, esperando el momento perfecto para actuar.

Después de horas que parecieron interminables para la familia Loud, finalmente, la puerta de la sala de operaciones se abrió. Un doctor salió, con la máscara quirúrgica todavía puesta, y la tensión en el ambiente aumentó al instante. Rita y Lynn Sr. se levantaron de inmediato, y las hermanas se acercaron rápidamente, todas ansiosas por recibir noticias.

—¿Cómo está? —preguntó Rita con la voz entrecortada, casi temiendo la respuesta.

El doctor se quitó la máscara lentamente antes de hablar, lo cual solo intensificó la agonía en los rostros de la familia. Finalmente, tras un largo suspiro, dijo:

—La operación fue un éxito. Pudimos quitar la bala sin complicaciones mayores. Hubo mucho sangrado, pero logramos detenerlo a tiempo. Ahora Lincoln está en recuperación. Aún es pronto para decir cómo evolucionará, pero las próximas 24 horas serán cruciales para su recuperación.

Rita soltó un suspiro aliviado, aunque las lágrimas seguían corriendo por su rostro. Lynn Sr. abrazó a su esposa con fuerza, y las hermanas de Lincoln se unieron al abrazo, todas visiblemente aliviadas aunque aún preocupadas.

—¿Podemos verlo? —preguntó Leni, con los ojos hinchados de tanto llorar.

—No todavía. Aún está bajo los efectos de la anestesia y necesitará descansar. Lo trasladaremos a una habitación dentro de poco, pero es mejor que lo visiten mañana para que pueda recuperarse un poco más —respondió el doctor con voz calmada.

La familia asintió, aunque visiblemente frustrada por no poder ver a Lincoln inmediatamente. A pesar del alivio de saber que la operación había sido un éxito, la preocupación por el estado de Lincoln aún pesaba sobre ellos.

Mientras tanto, en la sala de operaciones, la ayudante infiltrada que había trabajado durante el procedimiento salió sin llamar la atención. Había cumplido su objetivo sin que nadie lo notara y ahora solo le quedaba reportar el estado de Lincoln a su jefe, Enigma.

En el fondo, aunque Lincoln había sobrevivido a la operación, aún quedaba la inquietud de lo que podría estar sucediendo tras bambalinas, y la familia no tenía idea del peligro que aún acechaba.

La mujer salió discretamente del hospital, asegurándose de que nadie la viera mientras sacaba su teléfono y marcaba un número. Tras un par de tonos, la voz fría y calculadora de Enigma contestó al otro lado de la línea.

—¿Está todo en orden? —preguntó Enigma, sin rodeos.

La mujer, mirando a su alrededor para asegurarse de que no la estaban observando, susurró:

—Sí, la operación fue un éxito. Lincoln está en recuperación, pero aún no lo han trasladado a su habitación. ¿Quiere que comencemos con el plan ahora o espera a que lo lleven a la sala? Tengo a los demás preparados, y ya están disfrazados de doctores.

Hubo un breve silencio al otro lado de la llamada, como si Enigma estuviera meditando su siguiente movimiento. Finalmente, habló con su voz implacable:

—No. Espera el momento adecuado. Cuando lo trasladen y la familia se retire, actuarás. Quiero que todo sea limpio y rápido. No debe haber errores. Recuerda, lo quiero vivo. Lo que ocurra después... eso lo decidiré cuando Lincoln esté bajo mi control.

La mujer asintió, a pesar de que Enigma no podía verla.

—Entendido, jefe. Lo mantendré informado.

Antes de cortar la llamada, Enigma añadió:

—Y asegúrate de que no haya testigos. Si algo sale mal, tú sabes qué hacer.

La mujer guardó el teléfono y se adentró nuevamente en el hospital, esperando pacientemente el momento perfecto para ejecutar el plan. Mientras tanto, Lincoln permanecía en estado vulnerable, inconsciente y sin saber que un peligro aún mayor lo acechaba.

Leonardo observaba a Kipo detenidamente mientras ella, aún enfundada en su traje de heroína jaguar, caminaba de un lado a otro sobre la azotea. La rabia y determinación en sus ojos eran inconfundibles. Aunque el viento nocturno soplaba con fuerza, la tensión entre ellos era mucho más palpable.

Kipo finalmente se detuvo frente a Leonardo, con los ojos llenos de ira contenida.

—Tenemos que acabar con Enigma ahora, —dijo Kipo, su voz temblando de frustración. Sus manos se cerraron en puños—. No podemos seguir jugando a este juego, Leonardo. ¡Cada segundo que pasa, él se vuelve más fuerte, más peligroso! Lincoln ya ha sufrido demasiado. No podemos esperar más.

Leonardo la miró en silencio durante unos segundos, notando cómo la ira de Kipo no solo emanaba de sus palabras, sino de su cuerpo entero. Aunque podía comprender su furia —él mismo sentía la misma desesperación por proteger a su nieto—, había algo en la sed de venganza que veía en ella que lo inquietaba.

—Kipo, entiendo tu dolor. Nadie quiere detener a Enigma más que yo, —comenzó Leonardo con su tono grave, su voz resonando desde su casco—. Pero esta no es la manera. Atacar a Enigma ahora, sin un plan sólido, es lo que él espera. Y lo peor... podría poner en peligro a Lincoln.

Kipo lo fulminó con la mirada.

—¡¿Y entonces qué sugieres?! ¿Que me quede sentada mientras él sigue jugando con nuestras vidas? —gritó, su voz cargada de desesperación—. No puedo hacer eso, Leonardo. ¡No después de lo que le ha hecho a Lincoln! ¡No después de todo el dolor que ha causado!

Leonardo observó el rostro de Kipo con atención, viendo cómo su desesperación se mezclaba con una sed de venganza que lo preocupaba profundamente. Sabía que ella estaba al borde de un precipicio emocional. Quería hacerle entender que dejarse consumir por la furia podría ser peligroso, no solo para ella, sino también para todos los que quería proteger.

—Kipo, lo que sientes es normal, —dijo en tono bajo, buscando llegar a ella—. Pero la rabia no es el camino. Enigma quiere que actuemos desde la furia, sin pensar, para que cometamos errores. No puedes dejar que él controle tus emociones de esa manera.

—¡No es solo furia! —replicó Kipo, golpeando el aire en frustración—. ¡Es lo correcto! ¡Debemos acabar con él antes de que pueda hacer algo más horrible! —Pausa por un momento, respirando con fuerza—. Lincoln no merece esto. —Su voz se quebró al mencionar el nombre de su amigo.

Leonardo dio un paso hacia ella, bajando ligeramente el tono.

—Sé que quieres proteger a Lincoln. Y créeme, lo haré. Pero debemos pensar estratégicamente. No podemos permitirnos errores. Si fallamos, Enigma no solo acabará con Lincoln, acabará con todos nosotros.

Kipo lo miró fijamente, sus ojos aún llenos de ira, pero también de dolor. Podía sentir la verdad en las palabras de Leonardo, pero algo dentro de ella ya había llegado a su límite. Cada paso que había dado como heroína parecía estar en vano si no podía proteger a las personas que amaba.

—No puedo esperar más, Leonardo, —dijo, su voz temblando—. No quiero perder a Lincoln... no de esta manera. No después de todo lo que hemos pasado.

Leonardo suspiró, entendiendo perfectamente lo que Kipo sentía. Él también había llegado a su límite emocional muchas veces, pero sabía que, si dejaba que la ira lo consumiera, solo se convertiría en una herramienta más de Enigma.

—Lo sé, Kipo, —dijo suavemente—. Pero si de verdad quieres proteger a Lincoln, debemos ser más inteligentes que Enigma. No podemos dejar que tu rabia te ciegue. Juntos, podemos detenerlo, pero debes controlarte. Por Lincoln.

Kipo cerró los ojos por un momento, tratando de contener las lágrimas que se asomaban. Finalmente, asintió, aunque el fuego en su interior seguía ardiendo.

—Por Lincoln, —murmuró—. Pero si tenemos una oportunidad... lo acabamos. No más juegos.

Leonardo asintió, sabiendo que la batalla con Enigma estaba cerca, y ambos tendrían que estar en su mejor forma para sobrevivirla.

Enigma se paseaba por su laboratorio subterráneo, observando con desdén a los sujetos de prueba que yacían en las cápsulas de vidrio. Esta vez, había decidido experimentar con humanos, en un intento por perfeccionar el suero que le daría el control absoluto sobre aquellos que lo recibieran. Sin embargo, como había previsto, los cuerpos humanos no eran capaces de soportar las modificaciones genéticas a las que los sometía. Uno tras otro, los cuerpos comenzaban a convulsionar violentamente, solo para caer inertes en cuestión de minutos.

—Decepcionante, —murmuró Enigma, sus ojos fríos recorriendo los cuerpos inertes de los sujetos. Su tono de voz no denotaba sorpresa, sino más bien una mezcla de fastidio y curiosidad. Aunque era frustrante que los humanos fallaran, ya había tenido éxito parcial con otros organismos.

Giró su atención hacia las jaulas al fondo de la sala, donde varios animales, previamente inoculados con versiones menos potentes del suero, parecían haberse adaptado. Criaturas deformes, con músculos más desarrollados y ojos brillantes, lo observaban desde el confinamiento de sus jaulas. Sus rugidos bajos y gruñidos reverberaban en el aire, evidenciando el éxito parcial de sus experimentos en ellos.

—Curioso, ¿verdad? —murmuró mientras se acercaba a una de las jaulas, donde un animal que parecía un híbrido entre un lobo y un lagarto lo observaba con ferocidad en los ojos—. Ustedes son resistentes... mientras que los humanos no logran sobrevivir. Pero esto solo me confirma que aún falta algo.

Caminó hacia el centro de la habitación, donde un equipo de máquinas avanzadas reparaba su traje dañado en su última confrontación. Las chispas volaban de las herramientas mecánicas que trabajaban diligentemente, mientras Enigma meditaba en silencio sobre lo que había aprendido de los últimos experimentos.

—El suero aún no está completo. —Su mente se movía rápidamente, buscando respuestas—. Si este suero transformó a Kipo, un simple bebé, en lo que es hoy, debe haber una manera de replicarlo y mejorarlo... pero con el potencial de dominación total. —Pausó, observando las estadísticas proyectadas en una pantalla holográfica sobre las fórmulas.

Enigma recordó entonces el éxito de Oak, el científico que había perfeccionado el suero para Kipo. "¿Cómo lo hizo?", se preguntaba. Sabía que había una clave, un ingrediente faltante que había permitido a Oak estabilizar el suero en un cuerpo humano sin que sufriera los devastadores efectos secundarios.

—Esos malditos Loud... —Enigma apretó los dientes al pensar en Lincoln y su familia. Era inevitable. Sabía que debía terminar lo que había comenzado—. Lincoln Loud será el siguiente. Si el suero no funciona en estos miserables, lo haré funcionar en él. Si no puedo doblegar a Kipo, usaré a Lincoln como mi arma definitiva.

Observó con satisfacción cómo las máquinas terminaban de reparar su traje, las líneas elegantes y mortales del equipo restauradas por completo. Con una sonrisa oscura, pensó en el siguiente paso de su plan.

—La próxima vez, no habrá errores. —dijo en voz baja, mientras una de las pantallas mostró los resultados de las pruebas—.

Enigma observaba con atención los resultados en las pantallas de su laboratorio mientras los sujetos de prueba humanos convulsionaban, incapaces de soportar la transformación. El suero de animales que había utilizado en cada uno de ellos aún no lograba el éxito esperado. Algunos de los sujetos habían sucumbido rápidamente, mientras que otros presentaban mutaciones grotescas antes de colapsar. Sin embargo, uno de ellos, el más reciente, se había convertido en una criatura feroz, una amalgama de fuerza bruta y características reptilianas: el Ironserronte.

El monstruo gruñía y arañaba la cápsula que lo contenía, su piel cubierta de escamas duras y su mirada fija en Enigma. Parecía estar más cerca de una transformación exitosa, pero su cuerpo aún se tambaleaba, incapaz de controlar sus propios movimientos.

—El suero del lagarto parece ser el más prometedor hasta ahora... —murmuró Enigma, acercándose a la cápsula y observando cada detalle con precisión quirúrgica. El sujeto no había colapsado como los otros, pero aún no mostraba el control completo que esperaba.

Enigma había utilizado diferentes sueros animales: el de un tigre, el de un oso, incluso el de un águila, buscando replicar el mismo éxito que había visto en Kipo, cuya transformación había sido perfecta y natural desde su nacimiento. Sin embargo, todos esos intentos habían fallado, excepto el del lagarto, que parecía tener el potencial de fusionarse mejor con el cuerpo humano.

El Ironserronte rugió nuevamente, golpeando el cristal reforzado de la cápsula, mientras su cuerpo se seguía adaptando a la transformación. La grieta en el vidrio se expandió un poco más, pero Enigma no mostró preocupación. No era perfecto, pensó, pero este espécimen al menos había sobrevivido lo suficiente como para analizar sus debilidades.

—Fascinante... pero no es suficiente. —Enigma se frotó el mentón mientras veía a la criatura tambalearse, su cuerpo aún no completamente adaptado—. Debo refinar el suero del lagarto. Mejorarlo.

Sabía que el secreto del éxito estaba en lograr la estabilidad del suero sin que el cuerpo humano lo rechazara. La fórmula que había utilizado en Kipo desde bebé había sido algo que había intentado replicar, pero sin los resultados esperados. Ahora, con el suero del lagarto, sentía que estaba cerca de desbloquear ese poder. Pero también sabía que debía hacer algo más para asegurarse de que Lincoln, su próximo objetivo, no solo sobreviviera al proceso, sino que se convirtiera en una fuerza destructiva, sin compasión ni capacidad de razonar.

Enigma sonrió maliciosamente. Lincoln Loud sería su obra maestra. Una criatura más letal, más fuerte y completamente bajo su control, utilizando una versión refinada de este suero.

—El suero del lagarto aún tiene potencial. —dijo en voz baja, mientras observaba a la criatura frente a él—. Y Lincoln será la clave para perfeccionarlo.

Enigma observó cómo el sujeto rinoceronte, ahora completamente transformado en una monstruosa criatura, cayó al suelo con un estruendoso golpe. Su cuerpo, incapaz de soportar la abrumadora transformación, finalmente cedió. A pesar de sus esfuerzos por perfeccionar el suero, los resultados seguían siendo inestables en adultos. Los adultos no podían adaptarse tan bien a las modificaciones que el suero imponía en sus cuerpos.

—Demasiado grande... demasiado viejo... —Enigma murmuró para sí mismo mientras caminaba alrededor del cuerpo inerte del Ironserronte. Aunque había logrado una transformación parcial, no era sostenible. Su mente comenzó a correr, buscando una solución a este nuevo obstáculo.

Entonces, la idea se le ocurrió. Si los cuerpos de los adultos no podían manejar la tensión del suero, ¿por qué no probar con algo más adaptable? Jóvenes. Niños. Su sistema biológico sería más flexible, más capaz de soportar los cambios sin colapsar de inmediato. Enigma detuvo su caminata y, con una sonrisa oscura, se giró hacia las pantallas de monitoreo que mostraban los informes de sus experimentos fallidos.

—Los jóvenes... sus cuerpos aún están en desarrollo, lo que los hace más receptivos. —dijo en voz baja—. Si adapto el suero para ellos, es probable que resistan mejor la transformación.

Caminó hacia una mesa llena de documentos e informes. Revisó las pruebas previas, sus análisis y resultados. Lo que necesitaba era más tiempo, más sujetos que aún estuvieran en la etapa adecuada de desarrollo. Se le vino a la mente la figura de Lincoln, un joven con características prometedoras debido a su resiliencia. Pero Enigma sabía que no podía arriesgarse solo con él. Necesitaba más sujetos, y necesitaba asegurarse de que el suero estuviera lo suficientemente refinado antes de hacer el gran movimiento con su nuevo "proyecto".

—Quizás no solo Lincoln... hay muchos otros jóvenes en esta ciudad. —Enigma pensó, trazando un plan en su mente—. Una generación completa de seres mejorados... criaturas perfectas, sin defectos.

La idea lo emocionaba. Con el suero adecuado, podía crear un ejército, transformando a niños y jóvenes en máquinas de combate biológicas, completamente leales a él. La clave estaba en ajustar el suero lo suficiente para que sus cuerpos lo aceptaran y no lo rechazaran como había sucedido con los adultos.

—El futuro no pertenece a los débiles... —susurró con una sonrisa maliciosa, mirando de nuevo el cuerpo inerte del Ironserronte—. Pertenece a aquellos que sobreviven. Y yo haré que esos niños sobrevivan.

Mientras hablaba, se dirigió a sus asistentes y ordenó que comenzaran a buscar posibles sujetos jóvenes para sus próximos experimentos. El suero del lagarto aún no estaba completo, pero pronto lo estaría. Y cuando eso sucediera, nadie estaría a salvo de su plan.

Enigma se volvió hacia su laboratorio, sabiendo que el siguiente paso sería crítico para llevar a cabo su visión. La ciudad pronto se convertiría en su campo de pruebas, y todo comenzaría con los más vulnerables: los niños.

Fin del capítulo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro