quiero salir de aquí
Lincoln estaba en esa fría y oscura celda, tirando de la cadena que lo mantenía sujeto a la pared. Había intentado varias veces liberarse, pero el metal era más fuerte de lo que pensaba, y cada intento solo resultaba en dolor y raspones en sus muñecas y tobillos. Respirando agitadamente, se sentó en el suelo, tratando de mantener la calma a pesar de la desesperación que lo invadía.
“Vamos, Lincoln, piensa… tiene que haber una forma,” se murmuró a sí mismo, mirando cada rincón de la celda. El lugar era oscuro y apenas iluminado por una luz tenue que colgaba del techo, parpadeando de vez en cuando.
Volvió a tirar de las cadenas con todas sus fuerzas, sintiendo cómo se tensaban dolorosamente contra su piel. Después de otro intento fallido, se dejó caer al suelo, jadeando. Sus manos temblaban y las heridas en sus muñecas y tobillos comenzaban a arder.
“No puede ser que termine aquí… todos deben estar preocupados. No puedo quedarme aquí.” Lincoln cerró los ojos, pensando en su familia, en sus amigos, en Kipo… en la promesa de regresar. Las imágenes de sus seres queridos le daban algo de fortaleza, pero al mismo tiempo, el peso de la realidad caía sobre él. Estaba solo, y la persona que lo había puesto allí no iba a permitir que se escapara tan fácilmente.
Escuchó los lejanos sonidos de cadenas arrastrándose y murmullos de otras personas, y por un momento, el temor se intensificó. “¿Quiénes más están aquí…? ¿Acaso ellos también intentaron escapar y fracasaron?”
Lincoln se sentía atrapado, y con cada segundo, la situación parecía más desesperada. Sus pensamientos se arremolinaban, y una sensación de impotencia lo embargó. Sin embargo, a pesar de sus heridas y el dolor, había una chispa de determinación que aún ardía en su interior.
“Tengo que seguir intentando, no importa cuántas veces falle. Alguien me encontrará… Kipo, mi abuelo Leonardo, alguien… solo tengo que resistir.”
Lincoln seguía tirando de las cadenas, sus manos enrojecidas y llenas de pequeños cortes que apenas podían sostenerse. La fatiga comenzaba a pasarle factura. Cada vez que tomaba un respiro y trataba de juntar fuerzas para otro intento, sentía cómo sus músculos temblaban y sus pulmones parecían a punto de colapsar. El ambiente sofocante de la celda, el frío metal de las cadenas y la oscuridad que lo rodeaba le estaban arrebatando toda esperanza.
“No puedo… no puedo quedarme aquí,” murmuró, intentando motivarse a sí mismo, pero la voz le salió débil, casi inaudible. Sus pensamientos comenzaban a nublarse, y el agotamiento era tan grande que su vista se volvía borrosa. Sabía que si seguía así, pronto su cuerpo no podría más. Con los labios resecos y la garganta seca, apenas podía mantenerse en pie.
Se apoyó contra la pared, intentando recuperar un poco de aliento. "Vamos, Lincoln… solo un intento más… solo uno más…” se decía, pero cada vez sonaba menos convincente. Todo lo que había intentado había fallado, y ya ni siquiera sentía las manos; estaban entumecidas, casi insensibles. Aun así, no quería rendirse. Su corazón aún latía con fuerza, y con cada latido, escuchaba la voz de Kipo, la imagen de su familia, la promesa de regresar.
Pero en un momento, su cuerpo finalmente comenzó a ceder. Sentía el peso en sus párpados, el dolor extendiéndose por su espalda y sus piernas. Intentó levantarse una vez más, pero sus rodillas flaquearon y cayó al suelo, incapaz de moverse. Estaba exhausto, completamente al límite.
Mientras yacía en el frío suelo, una mezcla de tristeza y frustración lo invadió. “¿Es así como termina? ¿Aquí, solo… sin que nadie lo sepa?” Pensó en todo lo que había dejado atrás, en todas las cosas que no había dicho, en todas las personas que probablemente estaban preocupadas por él.
Con sus últimas fuerzas, murmuró una oración silenciosa para que alguien, quien fuera, lo encontrara. Sabía que no podría mantenerse despierto mucho más tiempo. La oscuridad de la celda comenzó a confundirse con la de su mente, y lentamente, mientras sus ojos se cerraban, un pensamiento se repetía en su cabeza: “No me rendiré… no me rendiré…”
Lincoln, agotado y desorientado, escuchó pasos acercándose nuevamente. Los ecos en el oscuro pasillo retumbaron en su mente, cada vez más fuertes, hasta que una figura familiar se hizo visible en la entrada de su celda: Enigma, observándolo con una sonrisa fría y calculadora que enviaba un escalofrío a través de todo su cuerpo.
Enigma se detuvo frente a las rejas, mirándolo con una mezcla de desprecio y satisfacción. Luego, soltó una risa baja y sarcástica.
"Vaya, Lincoln, parece que la pelea ha desaparecido de ti, ¿eh?" dijo, con una voz llena de burla. "¿Así es como intentas escapar? Me esperaba más de alguien como tú."
Lincoln le devolvió una mirada de odio y frustración, pero su cuerpo estaba demasiado débil como para resistirse. Sus intentos anteriores por liberarse solo lo habían dejado aún más exhausto y adolorido. Su respiración era pesada, y apenas podía mantenerse consciente.
Enigma hizo una seña a uno de sus acompañantes, un hombre alto y robusto, que llevaba una bandeja metálica con instrumentos médicos, incluida una jeringa. "Quiero una muestra de sangre," ordenó Enigma, como si estuviera hablando de algo tan simple como un experimento cualquiera. "Veamos qué tan… especial es este joven."
El ayudante asintió y se acercó lentamente a Lincoln, observando su estado de debilidad. Lincoln intentó mover sus manos y piernas para resistirse, pero las cadenas en sus tobillos y la falta de energía lo mantenían prisionero. Era como si cada intento de moverse le drenara aún más de la poca fuerza que le quedaba.
"No… no haré esto fácil," murmuró Lincoln con un esfuerzo evidente, mirando al hombre que se acercaba con la jeringa. Aunque su voz era débil, su determinación aún ardía.
Enigma soltó una carcajada. "Qué conmovedor," comentó en tono burlón. "¿De verdad crees que tienes alguna oportunidad? La resistencia es inútil, Lincoln. Solo te haces la vida más difícil."
El ayudante se inclinó hacia Lincoln y sujetó su brazo con fuerza. Lincoln intentó zafarse, pero el agarre era firme, y sus movimientos solo lograron que el hombre apretara aún más, provocándole dolor en el brazo.
"Mantente quieto," gruñó el ayudante, mientras desinfectaba la zona con un algodón. Lincoln giró la cabeza, sin querer ver lo que le estaban haciendo, pero no pudo evitar sentir el pinchazo de la aguja al atravesar su piel. La frialdad del metal le recordó lo vulnerable que estaba en ese momento.
Mientras el ayudante llenaba la jeringa con su sangre, Lincoln notó cómo su cuerpo se debilitaba aún más. Cada gota que se extraía parecía drenar la poca energía que le quedaba. La sensación era escalofriante, como si estuvieran arrebatándole su esencia, y a pesar de su resistencia, no podía evitar que el miedo se apoderara de él.
"Perfecto," dijo Enigma, observando la jeringa llena de sangre con una sonrisa satisfecha. "Esto nos dirá todo lo que necesitamos saber. Eres más valioso de lo que piensas, Lincoln. Aunque claro, eso significa que tus días de libertad han terminado."
Lincoln respiraba con dificultad, sus ojos fijos en Enigma con una mezcla de odio y desesperación. "¿Por qué… por qué haces esto?" preguntó, con un hilo de voz. "No te he hecho nada…"
Enigma se inclinó hacia él, con su rostro apenas a unos centímetros de distancia, y en un susurro helado respondió: "No tienes que haber hecho nada, Lincoln. Tú simplemente… existes. Y esa existencia es todo lo que necesitamos para seguir adelante con nuestro trabajo."
Con una última sonrisa de triunfo, Enigma se levantó y se dirigió a la puerta de la celda, llevándose la jeringa. Antes de salir, se volvió hacia él y añadió: "Resiste todo lo que quieras. Pero solo estás prolongando lo inevitable."
La puerta se cerró tras ellos, y Lincoln quedó solo, cada vez más débil y desolado en la oscuridad de su celda, sintiendo cómo su mundo se volvía aún más sombrío y sin esperanza.
En otro lado de la ciudad, la familia Loud estaba trabajando sin descanso para encontrar a Lincoln. Rita y Lynn Sr., con los ojos enrojecidos de tanto llorar, pegaban fotos de su hijo en cada poste, pared y tablón de anuncios que encontraban. Cada foto mostraba la cara sonriente de Lincoln, con un mensaje que pedía a quien lo hubiera visto que llamara de inmediato al número de contacto.
Lori, Leni, y Luna también estaban repartiendo volantes a las personas que pasaban, explicándoles la situación y pidiendo ayuda desesperadamente. Cada una de sus hermanas tenía los ojos llenos de preocupación, y sus manos temblaban al entregar cada volante. Lynn Jr., quien usualmente mantenía una actitud fuerte, estaba visiblemente afectada, esforzándose por no quebrarse frente a los extraños. Incluso las hermanas más pequeñas, como Lucy y Lisa, ayudaban en todo lo posible. Lucy clavaba su mirada en cada persona que se cruzaba, como si esperara que alguien, cualquiera, tuviera alguna pista sobre Lincoln.
Al caer la noche, la familia continuaba pegando fotos en los lugares más concurridos y visibles, con la esperanza de que alguien los ayudara a traer a Lincoln de vuelta.
Cuando el día finalmente comenzó a desvanecerse, las hermanas Loud estaban agotadas, pero ninguna quería detenerse. La desesperación y la angustia las impulsaban a seguir, aunque cada paso se sentía más pesado que el anterior. Habían colocado cientos de fotos de Lincoln en todo Royal Woods, con la esperanza de que alguien supiera algo, de que alguien llamara y dijera que lo había visto.
Rita, visiblemente agotada y sin decir una palabra, dejó de pegar fotos y caminó en silencio hacia la casa. Las hermanas se miraron entre sí, sus rostros reflejando tanto confusión como preocupación. La siguieron con la mirada hasta que la vieron desaparecer por la puerta. Sin decir nada, comprendieron que debía estar derrumbada, que el peso de la situación había sido demasiado para ella.
Después de unos minutos, Lori, siendo la mayor, decidió acercarse. Subió las escaleras lentamente y se detuvo frente a la puerta de la habitación de sus padres. Pudo escuchar el sonido suave, pero inconfundible, de los sollozos de su madre. Era desgarrador. Rita estaba tan desesperada como ellas, tal vez incluso más, sintiendo el dolor de no poder proteger a su hijo.
Lori sintió un nudo en la garganta y su corazón se rompía al escuchar los sollozos ahogados de su madre. No se atrevió a entrar, solo se quedó ahí, apoyada en la puerta, en silencio. A su lado, poco a poco, se fueron acercando sus hermanas, una por una. Ninguna decía nada, pero todas entendían el dolor de su madre, un dolor que también compartían.
Después de un rato, la puerta se abrió lentamente y Rita salió, con el rostro empapado de lágrimas. Al ver a sus hijas ahí, intentando ser fuertes para ella, trató de sonreír, aunque sus ojos mostraban el desconsuelo que sentía. Les acarició el cabello a cada una, como solía hacer cuando eran pequeñas y buscaban consuelo.
“No voy a rendirme, chicas,” dijo Rita, su voz temblando. “Vamos a encontrar a Lincoln. No importa cuánto tiempo tome... no voy a parar hasta tenerlo de vuelta.”
Sus palabras llenaron de determinación a las chicas, quienes, aunque también devastadas, comprendieron que su madre seguía siendo su pilar. En ese momento, entendieron que no estaban solas y que, juntos como familia, harían todo lo posible por traer a Lincoln de regreso a casa.
Lynn Sr. estaba sentado en el sofá de la sala, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas, mirando al suelo con una expresión de agotamiento. Las ojeras marcadas y la palidez de su rostro dejaban claro que llevaba días sin dormir bien, consumido por la desesperación y la angustia de no saber dónde estaba Lincoln. A su lado, Leonardo lo observaba en silencio, tratando de encontrar el momento adecuado para decirle lo que sabía que tenía que decir.
Finalmente, Leonardo respiró hondo y colocó una mano firme y reconfortante en el hombro de Lynn Sr. "Lynn, amigo... necesitas descansar. Ya llevas días sin dormir bien, y no vas a poder ayudar a Lincoln si tú mismo estás agotado."
Lynn Sr. levantó la cabeza lentamente, con una expresión entre la resignación y el dolor, pero negó con la cabeza. "¿Descansar? ¿Cómo voy a descansar, Leo? Mi hijo está allá afuera, quién sabe dónde, pasando por algo que ni siquiera puedo imaginar. Siento que... si me detengo, si cierro los ojos siquiera un momento, estaré fallándole. Como si... como si dejara de buscarlo, aunque sea por un instante, lo estuviera abandonando."
Leonardo suspiró, comprendiendo el peso de esas palabras. "Lo sé, Lynn, y créeme, entiendo cómo te sientes. Pero recuerda que esto no es solo una carrera de velocidad; es una maratón. Necesitamos estar fuertes y alertas para cuando lleguen las respuestas. No podemos permitirnos que el agotamiento nos nuble la mente." Su voz era calmada, tratando de ser una fuente de tranquilidad para su amigo.
Lynn Sr. miró el reloj en la pared, notando cómo las horas pasaban, cada minuto sintiéndose eterno. "Es que cada segundo que pasa sin noticias de Lincoln... me siento más impotente," admitió, con la voz quebrada. "¿Qué clase de padre soy si no puedo proteger a mi propio hijo? Él confía en mí, Leo... siempre ha confiado en que estaré ahí para él."
Leonardo le dio un apretón en el hombro, su mirada transmitiendo comprensión y apoyo incondicional. "Lynn, eres un buen padre, y créeme, estás haciendo todo lo posible. No podemos controlar todo, pero sí podemos decidir cómo enfrentarlo. Déjame ayudarte. Puedes confiar en mí; continuaré buscando mientras tú tomas un respiro. Te prometo que no pararé hasta dar con alguna pista."
Lynn Sr. cerró los ojos un momento, su pecho subiendo y bajando con una respiración temblorosa. Por fin asintió, aceptando la oferta de su amigo aunque el peso en su corazón no se aliviaba. "Está bien, Leo... pero, por favor, avísame de cualquier cosa. No importa la hora. Cualquier señal, cualquier noticia, quiero saberla. Necesito... necesito sentir que estoy ahí, aunque sea en pensamiento."
"Lo haré, amigo. Tienes mi palabra," afirmó Leonardo con determinación. "Mientras tú descansas, yo seguiré moviendo cielo y tierra para encontrar a Lincoln. Ahora, ve a descansar un poco. Tu familia te necesita fuerte, y también lo necesitará él cuando lo encontremos."
Lynn Sr. asintió una vez más, pero no sin antes darle un abrazo fuerte a Leonardo, un abrazo lleno de gratitud y de la desesperación de un padre que se siente perdido. Finalmente, subió las escaleras con paso lento y pesado, dirigiéndose hacia su habitación, donde sabía que su esposa también estaba sufriendo en silencio. A pesar de todo, sentía una chispa de esperanza en el apoyo de Leonardo, sabiendo que no estaba solo en esta lucha.
Kipo se desplazaba rápidamente entre los tejados y edificios de la ciudad, sus sentidos al máximo mientras sus ojos escaneaban cada rincón desde las alturas. Su corazón latía con fuerza, no solo por el esfuerzo físico, sino también por la desesperación que sentía en su interior. Desde el momento en que supo de la desaparición de Lincoln, no había podido descansar ni un instante. Cada calle, cada esquina, cada sombra le parecía un posible lugar donde podría haber una pista… pero hasta ahora, todo seguía siendo en vano.
Con su traje de jaguar mejorado, Kipo se movía con una agilidad y precisión impresionante, combinando sus habilidades con la tecnología que había añadido gracias a la ayuda de su madre. A pesar de eso, cada salto que daba y cada mirada lanzada desde las alturas solo le recordaban cuán grande era la ciudad y cuán pequeño se sentía cada esfuerzo que hacía. Kipo suspiró, apoyándose momentáneamente en la cornisa de un edificio alto para recuperar el aliento y observar desde ahí.
"Vamos, Lincoln… ¿dónde estás?" murmuró para sí misma, con la voz llena de preocupación y frustración. Recordó las horas que había pasado tratando de buscar alguna pista en los lugares donde solían pasar tiempo juntos, en los lugares que él mencionaba en sus conversaciones. Sabía que debía mantener la calma, pero el tiempo jugaba en su contra, y la angustia por no saber dónde estaba la estaba consumiendo poco a poco.
Desde su posición, Kipo miraba las luces de la ciudad, las calles llenas de gente que parecía seguir con sus vidas sin saber que alguien importante para ella estaba desaparecido. Era una sensación extraña, como si el mundo fuera indiferente al dolor que llevaba en su pecho. "Tal vez alguien lo ha visto, tal vez alguna pista está justo en frente de mí y simplemente no la veo," pensó, apretando los puños.
Mientras observaba el movimiento abajo, recordó las palabras de su madre, quien le había dicho que se cuidara, que no hiciera algo imprudente. Sin embargo, Kipo no podía evitar sentirse responsable. "Si algo le pasó a Lincoln… si él está en peligro y yo no hago nada, no sé si podría perdonármelo," pensó. El peso de esa responsabilidad la impulsaba a seguir adelante, a no rendirse.
Decidida, Kipo tomó una bocanada de aire y se concentró. Activó algunos sensores en su traje, con la esperanza de captar cualquier movimiento inusual o cualquier señal de que Lincoln estuviera en algún lugar cercano. "Vamos, traje, ayúdame a encontrarlo," dijo en voz baja, casi como una plegaria. A medida que los datos aparecían en el visor de su casco, Kipo comenzó a analizar cada fragmento de información, pero nada relevante parecía surgir.
Sin embargo, en el fondo, sabía que no podía rendirse, que Lincoln la necesitaba, aunque él no supiera lo mucho que ella estaba luchando por encontrarlo. "No te preocupes, Lincoln. No voy a detenerme hasta que estés a salvo," se prometió. Sabía que la búsqueda podía ser larga, pero también sabía que tenía la determinación para seguir adelante. Así, con una última mirada decidida, Kipo continuó su patrullaje, determinada a encontrar alguna señal, algún rastro, cualquier cosa que la acercara a su objetivo.
En la casa, Song Oak trabajaba con precisión y concentración en el laboratorio improvisado, rodeada de frascos, tubos de ensayo y dispositivos que había desempolvado después de años sin usarlos. Aunque había dejado la ciencia para dedicarse por completo a criar a Kipo, ahora se encontraba regresando a ese mundo de mezclas y cálculos por un motivo mucho más personal: ayudar a su hija a salvar a Lincoln.
Mientras añadía cuidadosamente una solución en un frasco que contenía el suero en progreso, Song pensaba en lo arriesgado que era el procedimiento. Este suero no solo contenía propiedades extremadamente inestables, sino que cualquier error en las proporciones podría tener consecuencias fatales. La composición debía ser perfecta, y cada ajuste debía hacerse con la máxima precisión. Incluso con sus conocimientos, sabía que existía un riesgo considerable.
Suspiró, apartándose un momento y observando el líquido que brillaba tenuemente en el recipiente. Aún le faltaban algunos ingredientes esenciales que le darían al suero la estabilidad y efectividad necesarias, pero esos elementos no eran fáciles de conseguir. Apretó los labios, repasando mentalmente cada paso, asegurándose de no pasar por alto ningún detalle.
En ese momento, el peso de su decisión cayó sobre ella. Sabía que Kipo estaba dispuesta a todo para salvar a Lincoln, pero también temía por su hija. Este suero no era cualquier cosa; era el mismo que había otorgado a Kipo sus habilidades de jaguar cuando aún estaba en su vientre, y aunque en ese momento confiaba en su propia ciencia, ahora era consciente de las posibles consecuencias.
Mirando al suero, recordó cómo le había dado el suero a Kipo en su momento, con la esperanza de que le brindara habilidades especiales para sobrevivir en un mundo lleno de peligros. "¿Es esto lo correcto?" se preguntó en voz baja. Pero al pensar en el amor y la determinación de Kipo por Lincoln, algo en ella la convenció de que, al final, haría cualquier cosa para ayudarla.
Con un último suspiro, Song se acercó a la mesa de trabajo, decidida a completar el suero. Con un par de ajustes más, y tal vez un poco de suerte, estaría lista para dárselo a Kipo y que ella decidiera qué hacer con él.
Fin del capítulo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro