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fin de la temporada 1

En la tranquilidad del sótano de la casa de los Oak, Kipo miraba a Lincoln, quien aún mantenía su forma monstruosa. Aunque sus movimientos eran más lentos y sus ojos mostraban destellos de humanidad, su apariencia seguía siendo aterradora. Song Oak, la madre de Kipo, había habilitado el espacio con todo lo necesario para ocultar a Lincoln: refuerzos en las paredes, equipo médico improvisado y un área especial para recolectar muestras.

"No puedo creer que haya cabido aquí abajo," murmuró Kipo mientras observaba cómo Lincoln se sentaba en un rincón, intentando no moverse demasiado para evitar causar más daño. Song, por su parte, estaba ocupada examinando un vial de sangre que había recolectado recientemente. Su rostro mostraba una mezcla de curiosidad científica y preocupación maternal.

"Esto es un milagro y un problema al mismo tiempo," dijo Song, colocando el vial bajo un microscopio. "Su biología es... fascinante. Su sangre no es completamente humana ahora. Hay algo en su composición que está en constante cambio, adaptándose. Pero encontrar una cura para esto..." Hizo una pausa y miró a Kipo. "Será casi imposible. Esto va más allá de cualquier cosa que haya estudiado."

Kipo, decidida, cruzó los brazos. "Pero no podemos rendirnos, mamá. Lincoln no puede quedarse así para siempre. Tiene que haber algo que podamos hacer."

Song suspiró, apartando la vista del microscopio y mirando a su hija. "No estoy diciendo que no lo intentaremos, Kipo. Pero entiende que esto no será rápido ni fácil. Este tipo de mutación es única. Es como si su sangre tuviera una batalla constante entre lo que lo hace humano y lo que lo transforma en esa... criatura."

Lincoln levantó la mirada desde su rincón. Su voz, aunque profunda y gutural, logró salir con dificultad. "Lo siento... no quería ser una carga."

Kipo se acercó a él rápidamente y negó con la cabeza. "¡No digas eso, Lincoln! Tú no eres una carga. Esto no es tu culpa. Estamos aquí para ayudarte." Se arrodilló frente a él y colocó una mano en lo que parecía ser su brazo. "Te prometo que haremos lo que sea necesario para devolverte a la normalidad."

Song miró la interacción con un ligero gesto de empatía. Aunque entendía la determinación de su hija, también sabía que la situación era mucho más compleja. "Kipo, debemos ser realistas. Este tipo de mutaciones no solo afectan su cuerpo, sino también su mente. Incluso si encontramos una forma de revertir esto, hay riesgos. Él podría no ser el mismo de antes."

"Lo sé, mamá," respondió Kipo, con un toque de terquedad en su voz. "Pero si hay una mínima posibilidad, vamos a intentarlo. Lincoln merece volver a ser él mismo."

Song asintió, aunque sus ojos mostraban preocupación. "Muy bien. Pero necesito más muestras. Esto llevará tiempo, y será peligroso. Si alguien descubre lo que estamos haciendo aquí, podrían considerarlo una amenaza y... bueno, no quiero pensar en lo que podrían hacer."

Lincoln bajó la mirada, su voz nuevamente llena de remordimiento. "Si me convierto en un peligro, tienen que detenerme. No quiero lastimar a nadie más."

Kipo se levantó de un salto y lo miró directamente a los ojos. "¡Eso no va a pasar! No eres un peligro, Lincoln. Lo que pasó no fue tu culpa. Y mientras esté aquí, no dejaré que nadie te haga daño."

El ambiente quedó en silencio por unos momentos. Song volvió al microscopio, trabajando en silencio mientras Kipo se quedaba al lado de Lincoln. Aunque el camino sería largo y lleno de incertidumbre, ambas sabían que harían todo lo posible por salvarlo.

Kipo se arrodilló frente a Lincoln, quien permanecía sentado en el suelo del sótano. Su imponente forma monstruosa hacía que sus manos fueran gigantescas en comparación con las suyas, pero eso no la detuvo. Lentamente, tomó sus manos, sintiendo la rugosidad de su piel transformada, y las sostuvo con firmeza.

Lincoln levantó la mirada, sus ojos brillando con un destello de humanidad. "¿Por qué haces esto, Kipo?" murmuró, su voz gutural y cargada de culpa. "Soy un monstruo... No merezco esto."

Kipo negó con la cabeza, apretando sus manos suavemente mientras lo miraba directamente a los ojos. "No eres un monstruo, Lincoln. Lo que te pasó no define quién eres. Eres una persona increíble, alguien que siempre ha estado ahí para ayudar a los demás, incluso cuando las cosas se ponían difíciles."

Ella hizo una pausa, tomando aire para calmarse, mientras su madre, Song, observaba desde su escritorio, en silencio pero claramente conmovida.

"Eres mucho más que esta forma," continuó Kipo, sus palabras llenas de sinceridad y calidez. "Eres amable, generoso, y aunque no siempre lo digas, sé que te preocupas por todos los que están a tu alrededor. Incluso ahora, te culpas por algo que no pudiste controlar. Pero eso solo demuestra lo mucho que te importa no lastimar a nadie."

Lincoln apartó un momento la mirada, pero Kipo volvió a atraer su atención con un ligero apretón de sus manos. "Escúchame, Lincoln. No importa lo que pase, estaré a tu lado. No voy a dejarte enfrentar esto solo. Juntos encontraremos una forma de ayudarte, ¿de acuerdo?"

Un destello de emoción cruzó los ojos de Lincoln, como si las palabras de Kipo lograran traspasar las capas de culpa y confusión que lo envolvían.

"¿Cómo puedes estar tan segura?" preguntó él con un hilo de voz, su tono lleno de incertidumbre.

Kipo sonrió, cálida y decidida. "Porque confío en ti, Lincoln. Y porque... tú eres importante para mí. Más de lo que imaginas. No importa cómo te veas ahora, en mi corazón siempre serás ese chico valiente, noble y... el que me hace sentir que puedo lograr cualquier cosa."

Song, quien había estado escuchando en silencio, miró la escena con un leve nudo en la garganta. Aunque había tratado de mantener una postura científica y profesional, no pudo evitar sentirse conmovida por las palabras de su hija. En ese momento, vio algo más que una joven intentando ayudar a un amigo; vio un lazo profundo que iba más allá de las circunstancias.

Lincoln bajó la cabeza, sus hombros tensos comenzando a relajarse ligeramente. Aunque todavía estaba atrapado en su forma monstruosa, había algo en las palabras de Kipo que lograba alcanzar su humanidad.

"Gracias, Kipo," murmuró, su voz apenas un susurro. "No sé cómo voy a compensarte todo esto, pero... gracias."

Kipo volvió a sonreír. "No tienes que compensar nada. Solo sé tú mismo. Eso es todo lo que necesito."

Song decidió no interrumpir el momento, dejando que la conexión entre los dos siguiera creciendo. Sabía que, aunque el camino por delante sería complicado, con ese tipo de apoyo mutuo, tal vez Lincoln tendría una oportunidad de encontrar su camino de regreso a sí mismo.

En una ciudad distante, bajo un cielo oscuro y cargado de tensión, Leonardo, el abuelo de Lincoln, se movía como una tormenta en medio de la base oculta de Enigma. Vestía su armadura, un diseño robusto y avanzado que reflejaba su experiencia y años de preparación para momentos como este. Los destellos de energía y el ruido de metal contra metal resonaban en los pasillos mientras él desmantelaba sin piedad a los guardias y sistemas de seguridad que protegían la instalación.

En uno de los laboratorios, Leonardo finalmente arrinconó a un grupo de científicos. Estaban aterrorizados, conscientes de la reputación del hombre que tenían frente a ellos. Uno de ellos, un hombre delgado con bata blanca, intentó mantener la compostura.

"¿Qué quieren de nosotros?" tartamudeó, levantando las manos en un gesto de rendición.

Leonardo no perdió tiempo. Su voz resonó, fría y autoritaria. "Quiero saber todo lo que saben sobre Enigma y sus experimentos recientes. Y más específicamente, sobre mi nieto, Lincoln Loud."

Los científicos intercambiaron miradas nerviosas. Uno de ellos intentó retroceder, pero Leonardo lo detuvo de inmediato con un movimiento rápido, sujetándolo por el cuello de la bata y levantándolo del suelo.

"Habla," ordenó, su tono un filo de acero. "¿Dónde está? ¿Qué le han hecho?"

El hombre apenas pudo balbucear. "¡No sabemos nada! ¡Enigma no comparte toda la información con nosotros! Solo recibimos órdenes para analizar muestras y trabajar en los proyectos que nos asignan."

Leonardo lo soltó, dejando que cayera al suelo con un ruido sordo. Miró al resto, su paciencia al límite. "¿Alguno de ustedes tiene algo útil que decir? O mejor me ahorro el tiempo y reviso sus datos personalmente."

Otro científico, más joven y claramente asustado, levantó la mano temblorosa. "¡Por favor! Yo sé algo, pero no mucho..."

Leonardo se acercó lentamente, su armadura emitiendo un leve zumbido con cada paso. "Habla. Ahora."

El joven tragó saliva, tratando de calmarse. "Enigma nos obligó a trabajar en un proyecto relacionado con un sujeto experimental que llamaba 'Cero'. Era una especie de criatura... diferente a todo lo que habíamos visto. Creo que ese es su nieto. Pero no está aquí, se lo llevaron a Royal Woods hace días."

Leonardo apretó los puños. "¿Qué estaban haciendo con él? ¡Habla!"

El científico tembló ante la intensidad en la voz del hombre. "Modificaciones genéticas... experimentos extremos. Trataban de controlar sus habilidades, pero algo salió mal. Enigma estaba obsesionado con usarlo como arma. Pero eso es todo lo que sé, lo juro."

Leonardo se quedó en silencio por un momento, procesando lo que había escuchado. La ira hervía dentro de él, pero sabía que perder el control no le ayudaría a encontrar a Lincoln. Finalmente, se giró hacia los sistemas de la base.

"Voy a revisar sus datos. Si están mintiendo o si hay algo más que me estén ocultando, créanme, volveré. Y no será para hablar."

El grupo asintió frenéticamente mientras Leonardo comenzaba a acceder a los servidores de la base, buscando cualquier pista que pudiera llevarlo hasta su nieto. Aunque ahora sabía que Lincoln estaba en Royal Woods, la información sobre los experimentos le daba una idea clara del sufrimiento por el que había pasado.

Mientras revisaba los datos, murmuró para sí mismo: "Lincoln, aguanta. No importa qué tan lejos estés, no voy a parar hasta encontrarte y acabar con lo que te hicieron."

(Por esta razón no ayudo a kipo a derrotar a la criatura porque el no estaba enterado de nada)

En el silencioso sótano de la casa, iluminado solo por la tenue luz de una lámpara en la esquina, Kipo estaba dormida apoyada contra el enorme brazo de Lincoln. Su forma monstruosa seguía allí, pero más calmada, como si su mente y cuerpo finalmente hubieran encontrado un poco de paz al lado de ella. A pesar de su estado, Lincoln había protegido cuidadosamente a Kipo mientras descansaba, colocando una manta improvisada sobre ella.

Desde la entrada del sótano, Song Oak los observaba en silencio. La escena le producía sentimientos encontrados: por un lado, la ternura entre los dos jóvenes, y por otro, la realidad de la situación. Lincoln aún estaba transformado, atrapado en un estado que no sabían si podrían revertir.

Song apartó la vista hacia su computadora portátil, donde los datos que había estado analizando parpadeaban en la pantalla. Había pasado horas examinando cada muestra, cada molécula de la sangre de Lincoln, buscando algo, cualquier pista que pudiera ayudarla a entender su condición. Pero el resultado era desalentador: solo un 10% de probabilidad de encontrar una cura viable.

Suspiró profundamente, apoyando la frente en su mano. No era solo la dificultad científica lo que la agobiaba, sino el impacto emocional que todo esto tendría en Kipo. Era evidente que su hija sentía algo muy fuerte por Lincoln, y Song podía verlo en la forma en que lo cuidaba, en cómo había arriesgado todo para mantenerlo a salvo.

Miró nuevamente hacia los dos. Kipo se movió un poco en su sueño, aferrándose inconscientemente a Lincoln. Este, aunque inmóvil, parecía menos inquietante, casi como si también encontrara consuelo en la presencia de ella.

"Ustedes dos..." murmuró Song para sí misma, sacudiendo la cabeza con una mezcla de resignación y ternura. "¿Cómo logran mantener la esperanza en medio de todo esto?"

Volvió a concentrarse en la pantalla. Sabía que no podía rendirse, no con su hija tan comprometida y con Lincoln dependiendo de ellas. Sin embargo, el peso de la realidad era innegable. Un 10% no era un número alentador, pero mientras existiera esa pequeña posibilidad, Song estaba decidida a seguir adelante.

"Voy a encontrar una forma," se dijo con firmeza. "Por ustedes dos, por Kipo... y por Lincoln."

Mientras tanto, Kipo, aún en sueños, murmuró algo que Song no pudo entender, pero le bastó ver la forma en que apretaba la mano de Lincoln para saber que, pase lo que pase, Kipo no lo abandonaría.

En el sueño de Kipo, el mundo parecía cálido y brillante, lleno de colores vibrantes como los que solo la imaginación de una niña podía crear. Tenía cinco años y estaba sentada en el suelo de su habitación, rodeada de sus juguetes favoritos: pequeños animales de peluche y figuras de héroes que ella misma había inventado en su mente. Jugaba alegremente, dando vida a una escena épica donde sus juguetes combatían contra un villano imaginario.

La puerta de su habitación se abrió repentinamente, y su padre, Lio Oak, apareció en el marco. Parecía apurado, su respiración algo agitada mientras revisaba un reloj en su muñeca. Vestía un abrigo largo y llevaba un maletín en una mano.

Kipo dejó sus juguetes y levantó la mirada, notando de inmediato que algo no estaba bien. Su padre no solía estar tan nervioso.

—¿Papá? —preguntó, dejando a un lado sus juguetes para acercarse a él—. ¿A dónde vas?

Lio se detuvo, tragando saliva mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. Miró a su pequeña hija, que ahora lo observaba con esos grandes ojos llenos de curiosidad e inocencia. Sabía que no podía decirle toda la verdad, no a su edad, pero tampoco quería mentirle.

—Tengo que salir por un rato, Kipo —respondió suavemente, arrodillándose frente a ella—. Es algo importante que debo hacer.

Kipo ladeó la cabeza, confundida.

—¿Es para salvar a alguien? ¿Como los héroes de mis juguetes?

Lio sonrió débilmente, tocando la mejilla de su hija con ternura.

—Algo así, cielo. Pero no te preocupes, estaré de vuelta antes de que te des cuenta.

Ella frunció el ceño, claramente no satisfecha con la respuesta.

—¿Por qué no puedo ir contigo? Yo también quiero ayudar.

Lio soltó una leve risa y negó con la cabeza.

—Porque esto es algo que solo los adultos pueden hacer, Kipo. Pero te prometo que siempre estaré aquí para ti, incluso cuando no me veas.

Kipo cruzó los brazos, mostrando una pequeña mueca de descontento. Pero antes de que pudiera decir algo más, Lio se inclinó y la abrazó con fuerza, como si intentara grabar ese momento en su memoria.

—Te quiero mucho, Kipo. Eres mi niña valiente. Nunca lo olvides.

Antes de que pudiera responder, Lio se levantó, se despidió con un beso en la frente y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Kipo se quedó allí, mirando fijamente la puerta cerrada, sintiendo una extraña mezcla de preocupación y tristeza que no entendía del todo a su corta edad.

El sueño de Kipo cambió de repente, el calor y los colores vibrantes de su infancia se desvanecieron, dando paso a un lugar extraño e indefinido, lleno de sombras y luces inciertas. Allí, frente a ella, estaba su padre, Lio Oak. No parecía mayor ni distinto a como lo recordaba, pero había algo inquietante en su presencia.

Kipo, aún en su forma de niña, lo miró con una mezcla de sorpresa y emoción.

—¡Papá! —gritó, corriendo hacia él con los brazos abiertos. Su corazón se llenaba de alegría, como si todos los años de ausencia y dolor se desvanecieran de golpe.

Pero cuando llegó a abrazarlo, algo estaba mal. Él no respondió, no movió los brazos para rodearla ni siquiera dijo una palabra. Permanecía allí, rígido, como una estatua.

Kipo dio un paso atrás, parpadeando confundida.

—¿Papá? —preguntó suavemente, tratando de llamar su atención—. Soy yo, Kipo. ¿No me reconoces?

Lio seguía inmóvil, sus ojos fijos en algún punto distante, como si ni siquiera la viera.

La emoción inicial de Kipo comenzó a transformarse en preocupación.

—Papá, ¿qué pasa? ¿Por qué no me hablas? —Su voz temblaba mientras daba otro paso adelante—. ¡Dime algo! ¡Cualquier cosa!

El silencio era ensordecedor, y Kipo sentía cómo una sensación de vacío empezaba a llenarla.

—Papá, prometiste que siempre estarías conmigo... ¿Te acuerdas? —Su voz se quebró, las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos—. Dijiste que nunca me dejarías sola.

Se frotó los ojos rápidamente, tratando de no llorar.

—¡Mírame, papá! —gritó con más fuerza, la desesperación evidente en su tono—. ¡Hice lo que me dijiste! ¡He sido valiente! ¡He cuidado de mí misma y de los demás!

Kipo dio otro paso hacia él, alzando las manos, como si pudiera alcanzarlo y traerlo de vuelta con solo tocarlo.

—¡Por favor, papá! ¡Te necesito! —dijo, su voz rota por los sollozos que ya no podía contener—. Lo extraño todo de ti... tus historias, tus abrazos, la forma en que siempre sabías qué decir para hacerme sentir mejor.

Pero Lio no se movió, no reaccionó. Solo la miraba sin expresión, como si fuera un reflejo vacío de lo que alguna vez fue.

Kipo cayó de rodillas, sus pequeñas manos agarraron con fuerza la tela de su vestido mientras lloraba abiertamente.

—¿Por qué no hablas? —preguntó entre lágrimas—. ¿Es porque fallé en algo? ¿Porque no fui lo suficientemente buena?

De repente, el silencio se volvió más opresivo, como si el aire mismo la aplastara.

—¡No me dejes otra vez! —gritó, su voz resonando en el vacío—. ¡Por favor!

Pero su padre seguía inmóvil. Kipo levantó la mirada y, por un momento, creyó ver una lágrima correr por el rostro de Lio. Pero antes de que pudiera hacer algo, él comenzó a desvanecerse, como una sombra disipándose en la luz.

Kipo extendió las manos, tratando de aferrarse a él.

—¡No! ¡No te vayas otra vez!

Pero era demasiado tarde. La figura de su padre desapareció, dejándola sola en el vacío, sus gritos y lágrimas resonando en el silencio.

Kipo despertó bruscamente, sentándose de golpe mientras su respiración era agitada, sus ojos aún húmedos por las lágrimas de su sueño.

—¡Papá, no te vayas! —exclamó desesperada, su voz resonando suavemente en el sótano oscuro.

Miró a su alrededor con rapidez, intentando ubicarse, hasta que sus ojos se posaron en Lincoln, quien estaba profundamente dormido frente a ella. Todavía conservaba su forma monstruosa, pero su rostro mostraba una expresión de paz, algo que no había visto desde que lo rescató.

El corazón de Kipo latía con fuerza mientras trataba de calmarse. Acarició su pecho con una mano, tomando varias respiraciones profundas. Poco a poco, el pánico se disipaba, pero el sueño seguía fresco en su mente, como si su padre hubiera estado allí, tan real y tangible.

Sus ojos volvieron a Lincoln. A pesar de su apariencia aterradora, algo en él la tranquilizaba. Parecía tan vulnerable en ese momento, como si toda la ferocidad que había mostrado antes se hubiera desvanecido.

—Sólo fue un sueño… —murmuró para sí misma, tratando de convencerse, aunque el peso en su pecho no disminuía.

Kipo se acercó lentamente a Lincoln, quien respiraba profundamente, su pecho subiendo y bajando en un ritmo constante. Observó sus manos enormes, las mismas que habían causado tanta destrucción, y se preguntó cuánta culpa y dolor cargaría él en su interior.

Con cuidado, se arrodilló junto a él, susurrando con ternura:

—Gracias por seguir aquí, Lincoln.

Aunque sabía que no podía escucharla, su presencia era suficiente para recordarle que no estaba sola en esto. Y tal vez, al igual que ella, él también necesitaba ayuda para superar sus propios demonios.

Kipo se recostó nuevamente, pero esta vez más cerca de Lincoln, sintiéndose extrañamente protegida por su mera existencia. Cerró los ojos, intentando encontrar algo de paz en el caos que ambos enfrentaban.

Mientras Kipo intentaba volver a dormir, el silencio del sótano se rompió con un murmullo bajo. Lincoln, aún en su estado monstruoso, se movió levemente, como si estuviera atrapado en un sueño profundo. Entonces, de sus labios salió una palabra, apenas audible pero cargada de significado:

—Te… amo…

Kipo abrió los ojos de golpe, su corazón latiendo más rápido. Se incorporó lentamente, observando a Lincoln, asegurándose de que no había imaginado lo que acababa de escuchar.

—¿Lincoln? —susurró, inclinándose un poco hacia él.

Pero Lincoln no respondió, su respiración continuaba profunda y rítmica. Parecía completamente ajeno a lo que había dicho, perdido en un sueño del que Kipo no podía formar parte.

Un leve rubor apareció en las mejillas de Kipo, y su mirada se suavizó. Con una sonrisa tímida, acarició suavemente la mano monstruosa de Lincoln, sintiendo su calidez a pesar de su apariencia.

—Yo también te amo, Lincoln… —murmuró en voz baja, apenas un susurro, como si temiera romper el momento.

Con ese pensamiento, Kipo se recostó nuevamente, cerrando los ojos con una sonrisa tranquila en el rostro. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió un poco más en paz. A pesar de todo lo que estaba pasando, sabía que no estaba sola, y eso era suficiente para encontrar un momento de consuelo.

Fin de la temporada 1






































En una cabaña oculta entre las montañas, no muy lejos de Royal Woods, el silencio era interrumpido por el crujido del suelo bajo los pasos apresurados de un hombre. La habitación donde se encontraba estaba abarrotada de hojas, mapas, esquemas y notas dispersas por doquier. El lugar reflejaba un caos metódico, como si todo estuviera desordenado pero tuviera un propósito preciso.

El hombre, con cabello desaliñado y una barba que evidenciaba los años de aislamiento, sostenía un cuaderno viejo en una mano mientras garabateaba frenéticamente en una hoja con la otra. Sus ojos brillaban con una mezcla de obsesión y determinación.

—Estoy cerca… —murmuró para sí mismo, mientras observaba una fórmula incompleta en la pared, escrita con tinta negra y rodeada de correcciones y tachones. Sus manos temblaban, no de miedo, sino de emoción—. Casi lo tengo…

Se apartó para contemplar el resultado de su trabajo, su respiración acelerada llenando el aire de la habitación. A su alrededor había frascos con sustancias químicas, dispositivos improvisados, y un viejo proyector que mostraba imágenes de mutaciones y experimentos fallidos.

—Kipo… —susurró, su voz cargada de pesar y nostalgia. Un leve temblor recorrió su cuerpo al pronunciar el nombre de su hija—. Esto… esto es por ti.

En la esquina de la habitación, sobre una mesa llena de polvo, había una foto de Kipo de niña, sonriente y abrazando un juguete. El hombre la tomó con cuidado, limpiando el vidrio con sus dedos ásperos.

—Lo siento tanto, pequeña… —dijo, su voz rompiéndose mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Pero su rostro cambió rápidamente a una expresión resuelta—. No podía volver, no hasta que esto estuviera terminado.

El misterio de su ausencia se profundizaba con cada palabra. ¿Qué estaba buscando? ¿Qué lo mantenía alejado de su hija durante tanto tiempo? El hombre volvió su atención a su trabajo, como si la respuesta estuviera a su alcance.

—Una vez que lo logre, todo tendrá sentido… todo estará bien otra vez… —dijo, más para convencerse a sí mismo que como una certeza.

Mientras la noche caía sobre las montañas, el hombre continuaba su trabajo, dejando en el aire preguntas sin respuesta. ¿Qué estaba haciendo realmente? ¿Y por qué parecía tan importante que lo lograra antes de regresar a su hija?





























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