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esto se puso ecensial de golpe


Kipo llegó a casa con una sonrisa radiante, sintiendo que finalmente había esperanza para ella y Lincoln. Pensaba en todas las promesas que se habían hecho, en los planes de paseos y aventuras que la llenaban de felicidad. Sin embargo, al abrir la puerta, su entusiasmo se desvaneció de inmediato.

Su madre, Song Oak, estaba de pie en la sala, con el rostro pálido y una expresión de horror en los ojos. Kipo sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver la mirada de su madre. Algo estaba muy mal.

—¿Mamá? —preguntó Kipo, su voz temblando. —¿Qué pasa?

Song no sabía cómo abordar la situación. La angustia la invadía, y las palabras parecían atoradas en su garganta. Finalmente, se armó de valor y respiró hondo, intentando encontrar la forma de transmitir la noticia.

—Kipo, hay algo que debes saber... —comenzó, su voz quebrándose. —Una de las hermanas de Lincoln... me acaba de contar que... Lincoln ha tenido un grave accidente.

Las palabras cayeron como un peso sobre Kipo. Su corazón se detuvo por un instante, y la alegría que había sentido se desvaneció, reemplazada por un terror profundo.

—¿Qué? ¿Qué le pasó? —preguntó Kipo, sintiéndose como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies.

Song luchó por contener las lágrimas mientras trataba de explicarle.

—Estaba en el hospital, pero algo sucedió... Alguien le disparó. Está en estado crítico.

Kipo sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La imagen de Lincoln en la cama de hospital, luchando por su vida, la llenó de horror y culpabilidad.

—¡No! ¡No puede ser! —exclamó Kipo, lágrimas surgiendo en sus ojos. —¡Tenía que estar bien! Solo queríamos pasar tiempo juntos, hablar de nuestros sueños...

Song se acercó a Kipo, tratando de abrazarla.

—Lo siento, Kipo. Lo siento tanto. —dijo, su voz llena de dolor. —No sabía cómo decirte esto.

Kipo se apartó, sintiendo la presión en su pecho aumentar. No podía aceptar lo que estaba sucediendo. Se sentía atrapada entre la culpa y el miedo.

—Tengo que ir a verlo. —dijo Kipo, su determinación regresando a pesar de la tristeza. —No puedo quedarme aquí. ¡Tengo que estar con él!

Song asintió, comprendiendo la urgencia en la voz de su hija, aunque el temor la consumía.

—Está bien, vamos. —dijo, tratando de calmarla mientras se dirigían a la puerta.

Kipo sintió que el tiempo se detenia. Todo lo que había soñado con Lincoln ahora se convertía en una pesadilla. No podía permitirse pensar en lo que podría perder, en lo que Lincoln podría enfrentar. Solo necesitaba estar a su lado, demostrarle que estaba allí para él, pase lo que pase.

Kipo llegó al hospital con el corazón en la mano. A medida que caminaba por el pasillo, la luz blanca y fría del lugar la envolvía, haciendo que todo se sintiera surrealista. Cada paso que daba era más pesado que el anterior, como si estuviera caminando a través de una niebla densa.

Cuando llegó a la sala de espera, vio a la familia Loud reunida, sus rostros estaban marcados por el sufrimiento y la ansiedad. Rita se encontraba sentada, con la mirada perdida, mientras Lynn Sr. trataba de consolarla. Las hermanas de Lincoln estaban alrededor, algunas con los ojos llenos de lágrimas. Kipo sintió un nudo en el estómago al ver a todos tan afectados.

—¿Dónde está Lincoln? —preguntó Kipo, su voz apenas un susurro, pero cargada de preocupación.

Las miradas se volvieron hacia ella, y fue Leni quien le respondió, con la voz temblorosa.

—Está en el quirófano. —dijo, tratando de mantener la compostura, pero las lágrimas ya comenzaban a brotar. —Alguien le disparó.

Kipo sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Las palabras resonaron en su cabeza, y no podía entender cómo algo tan horrible le había pasado a Lincoln. Se acercó a la familia, buscando respuestas en sus rostros angustiados.

—¿Cómo pudo pasar esto? —preguntó, su voz quebrándose. —¿Por qué? ¿Quién hizo esto?

Rita levantó la vista, y sus ojos estaban llenos de dolor.

—No lo sabemos, Kipo. Todo fue muy rápido. Estábamos tan esperanzados, y luego... —su voz se desvaneció, y cubrió su rostro con las manos, dejando escapar un sollozo.

Kipo sintió una punzada en su corazón. ¿Cómo podía ser tan cruel el destino? Lincoln había estado tan bien, riendo y sonriendo, y ahora estaba luchando por su vida.

—¿Está... está vivo? —preguntó, casi temiendo la respuesta.

—Sí, pero los médicos dicen que está en estado crítico. —respondió Lynn Sr., su voz entrecortada. —Lo llevaron al quirófano, pero... —se detuvo, incapaz de continuar.

Kipo sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La idea de perder a Lincoln era demasiado para soportar. Se sentó en una silla, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.

—Tenía tanto que decirle. Habíamos hecho planes... —murmuró, sintiendo la frustración y la tristeza mezclarse en su interior. —¿Por qué tuvo que pasarle esto?

—No lo sé, Kipo. —dijo Rita, acercándose a ella y abrazándola. —A veces, el mundo es muy injusto.

Kipo intentó calmarse, respirando hondo, pero no podía evitar pensar en lo que pudo haber hecho para cambiar las cosas. Siempre había pensado que estaba allí para proteger a Lincoln, pero ahora se sentía completamente impotente.

—Si tan solo hubiera estado allí. Si tan solo hubiera podido hacer algo... —dijo, su voz llena de desesperación.

—No es tu culpa. —dijo Leni, acercándose y tomando la mano de Kipo. —No puedes controlar lo que pasa en el mundo.

Kipo se sintió un poco más aliviada al escuchar eso, pero la tristeza seguía pesando en su corazón. Sentía que había perdido una parte de ella misma con el accidente de Lincoln.

De repente, una enfermera apareció en la sala, y el silencio se hizo palpable. Todos se giraron hacia ella, esperando que trajera buenas noticias.

—¿Son ustedes la familia de Lincoln Loud? —preguntó la enfermera, su tono profesional pero comprensivo.

—Sí, somos nosotros. —respondió Rita, su voz temblando de anticipación.

—El procedimiento ha terminado, y hemos logrado estabilizarlo. Sin embargo, estará en observación por un tiempo. —dijo la enfermera, y todos respiraron aliviados, aunque sabían que aún quedaba un largo camino por recorrer.

Kipo sintió una mezcla de esperanza y miedo. Lincoln estaba fuera de peligro, pero todavía tenía mucho que superar.

—¿Puedo verlo? —preguntó Kipo, sintiendo que necesitaba estar a su lado, que necesitaba verlo, tocarlo, asegurarse de que realmente estaba bien.

La enfermera asintió.

—Sí, pero solo por unos minutos. —dijo. —Él necesita descansar, y no queremos abrumarlo.

Kipo se levantó de un salto, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Fue acompañada por la enfermera hacia la habitación de Lincoln, sintiendo que la ansiedad la consumía. Cada paso se sentía como una eternidad.

Finalmente, llegaron a la habitación, y Kipo se detuvo en la puerta. Al ver a Lincoln en la cama, conectado a máquinas y con el rostro pálido, sintió que el aire se le escapaba nuevamente.

—Lincoln... —susurró, avanzando hacia él.

Se acercó a su lado, tomando su mano. Era cálida, pero había una delgada línea de sudor en su frente. No podía creer que esto estuviera sucediendo.

—Voy a estar aquí contigo, Lincoln. —prometió Kipo, sintiendo que las lágrimas volvían a brotar. —No te preocupes, todo va a estar bien.

Y aunque en su corazón había miedo, había algo más: la determinación de que no dejaría que la oscuridad ganara.

Kipo sintió cómo la tristeza y la desesperación la envolvían mientras se sentaba junto a Lincoln en la habitación del hospital. Su mano estaba fría, y la máquina que lo mantenía con vida sonaba con un ritmo constante pero inquietante. En ese momento, se dio cuenta de que había llegado a un límite emocional. No podía soportar más ver a Lincoln así, sufriendo, y sintió que su corazón se rompía.

—Lo siento, Lincoln... no puedo... —murmuró, sintiendo que las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas. La imagen de su amigo, vulnerable y herido, la asfixiaba.

Sin poder soportar el peso de la tristeza, Kipo se levantó de la silla, dejó caer la mano de Lincoln suavemente y se alejó. Cada paso que daba se sentía más pesado que el anterior, como si el dolor que llevaba dentro quisiera retenerla.

Al salir del hospital, se sintió como si un rayo de luz la hubiera atravesado, pero ese rayo pronto se desvaneció, dejándola sola en el frío pasillo. Se sentía perdida, atrapada en un torbellino de emociones.

En su mente, la imagen de Lincoln estaba grabada a fuego, y el dolor que sentía la impulsó a salir a la noche, buscando una forma de canalizar su frustración. Kipo sabía que no podía quedarse quieta mientras su amigo estaba en peligro.

Poco después, se encontró en las calles de su ciudad, su corazón latiendo con fuerza, mientras la oscuridad la envolvía. La noche era su aliada, y en ese momento, la Heroína Jaguar se apoderó de ella.

Mientras tanto, en un banco cercano, un grupo de criminales, algunos de ellos seguidores de Enigma, estaba llevando a cabo un atraco. Vestidos de negro y con máscaras, parecían listos para hacer lo que fuera necesario para salirse con la suya.

Kipo, ahora transformada en la Heroína Jaguar, sintió la adrenalina correr por sus venas. No había tiempo para dudar; era el momento de actuar.

Al acercarse al banco, vio cómo uno de los ladrones estaba a punto de entrar. Sin pensarlo, saltó desde la oscuridad y aterrizó frente a él con una agilidad sorprendente.

—¡Detente! —gritó, su voz resonando con autoridad, pero sin una pizca de compasión.

El criminal se giró, sorprendido al verla, pero no se detuvo. Intentó empujarla, pero Kipo lo esquivó con facilidad, sintiendo la furia y la determinación apoderarse de ella.

—Tú no tienes idea de con quién te estás metiendo. —dijo Kipo, con una voz que no admitía discusión. La rabia que sentía por la situación de Lincoln se transformó en poder, y no estaba dispuesta a mostrar piedad.

Con un movimiento rápido, lanzó un golpe que impactó en el rostro del ladrón, haciéndolo caer de espaldas. No se detuvo a mirar cómo caía; en cambio, se dirigió al siguiente criminal que estaba en la puerta.

—¡Nadie sale de aquí! —declaró, sintiendo que cada palabra que decía era un eco de su frustración.

Los demás criminales comenzaron a acercarse, pero Kipo no se dejó intimidar. Con un giro rápido, se lanzó contra el siguiente, utilizando sus habilidades de combate para derribar a uno tras otro.

No mostraba compasión, y cada golpe que daba era un recordatorio de la impotencia que había sentido al ver a Lincoln herido. Cada patada y cada golpe se sentían como una liberación, como si estuviera desahogando toda la rabia que llevaba dentro.

—¡Eres una niña perdida! —gritó uno de los ladrones, intentando golpearla. Pero Kipo lo esquivó fácilmente, respondiendo con un codazo en su estómago que lo dejó sin aliento.

—Soy la Heroína Jaguar. —respondió, mientras lo derribaba al suelo. —Y no voy a dejar que tipos como tú lastimen a la gente.

Mientras continuaba luchando, el caos reinaba en el banco. Los gritos de los criminales y el sonido de sus cuerpos impactando contra el suelo resonaban en la oscuridad. Kipo se sentía imparable, casi como si la energía de la ciudad la estuviera impulsando.

Finalmente, cuando el último ladrón cayó, Kipo respiró hondo, sintiendo la satisfacción de haber hecho justicia. Pero, al mismo tiempo, el vacío en su corazón se mantenía presente.

—Esto no es suficiente. —murmuró para sí misma, mirando los cuerpos de los criminales en el suelo. A pesar de haber ganado la batalla, la guerra en su corazón aún continuaba.

Mientras Kipo abandonaba el lugar, se dio cuenta de que había dejado de lado la compasión por completo. Se sentía vacía, aunque había liberado su frustración.

Sin embargo, en su interior, sabía que todo esto era solo un paliativo. El verdadero dolor seguía estando allí, anidando en su pecho.

En su mente, solo había una imagen: Lincoln, herido y vulnerable, y la idea de que nunca podría perdonarse si no hacía todo lo posible por protegerlo.

Kipo corría por las calles, su mente llena de pensamientos oscuros y un deseo ardiente de venganza. El rostro de Lincoln, herido y vulnerable, se repetía en su mente como un eco. Su corazón latía con fuerza, impulsándola a actuar.

Mientras se adentraba en el territorio de los edificios altos, una figura encapuchada llamó su atención. En la azotea de un edificio, un cazarecompensas vestido con una armadura oscura estaba observando las calles. Sin pensarlo dos veces, su furia se encendió al ver a alguien que parecía un cómplice de Enigma.

—¡Tú! —gritó Kipo, lanzándose hacia él sin dudar. —¡Eres uno de esos que trabajan para Enigma! ¡Voy a hacerte pagar por lo que le hiciste a Lincoln!

El cazarecompensas, Leonardo, estaba en estado de alerta. Había estado buscando a los cómplices de Enigma desde que se enteró del ataque a Lincoln. No tenía idea de que la joven que lo atacaba era la heroína jaguar. Cuando Kipo se lanzó hacia él, reaccionó instintivamente, preparándose para defenderse.

—¡Espera! —exclamó Leonardo, levantando las manos en señal de paz mientras se apartaba para evitar el primer golpe. —¡No soy tu enemigo!

Kipo, llena de rabia, no escuchó sus palabras. Su puño voló hacia él con una velocidad y fuerza inusuales.

—¡No me hagas reír! —respondió, golpeando de nuevo. —Tú y tus amigos son los que tienen la culpa de todo. ¡Deberías estar encerrado por lo que le hicieron a Lincoln!

Leonardo se defendió, esquivando y bloqueando sus ataques. Mientras luchaban, las palabras de Kipo resonaban en su mente.

—¡No tengo nada que ver con Enigma! —gritó, tratando de hacerse escuchar mientras sus movimientos se volvían más defensivos. —Yo soy su enemigo. ¡Solo quiero proteger a mi familia!

Kipo se detuvo un segundo, confundida por sus palabras. La mención de "familia" la hizo dudar.

—¿Qué? —preguntó, entrecerrando los ojos. —¿Eres cómplice o no?

—Soy Leonardo, el abuelo de Lincoln. —dijo él, bajando la voz. —Y sé exactamente lo que le pasó en el hospital. Estoy aquí para detener a Enigma, no para ayudarlo.

La revelación hizo que Kipo se detuviera por un momento.

—¿Leonardo? —repitió, procesando la información. La furia en su interior se mezcló con la sorpresa. —¿Eres el abuelo que nunca conoció?

—Sí. —respondió, su tono más serio ahora. —Lincoln fue atacado por uno de los hombres de Enigma, y no puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi familia sufre. Estoy buscando a todos los cómplices de ese monstruo.

Kipo lo miró, tratando de entender.

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? —preguntó, la desconfianza todavía presente en su voz.

—No tienes por qué confiar en mí ahora. —dijo Leonardo, alzando las manos en señal de rendición. —Pero si seguimos peleando, perderemos el tiempo y la oportunidad de ayudar a Lincoln.

Kipo vaciló, sus pensamientos llenos de confusión. La idea de que este hombre estaba realmente allí para proteger a Lincoln era nueva para ella.

—¿Por qué no me dijiste antes quién eras? —preguntó, bajando un poco la guardia.

—No pensé que tendría que explicarme. —respondió Leonardo, frustrado. —Pero ahora que estamos aquí, te necesito de mi lado. Si queremos acabar con Enigma y proteger a Lincoln, tenemos que unir fuerzas.

Kipo observó al hombre frente a ella, sintiendo que había una chispa de verdad en sus palabras.

—Está bien. —dijo, finalmente. —Te ayudaré. Pero no te equivoques, si alguna vez siento que estás en mi contra o pones a Lincoln en peligro, no dudaré en detenerte.

—Lo entiendo. —respondió Leonardo, haciendo una mueca de acuerdo. —Juntos, encontraremos a Enigma y nos aseguraremos de que él no vuelva a hacer daño a Lincoln o a nadie más.

Ambos se miraron fijamente, la tensión entre ellos comenzando a desvanecerse. Kipo sabía que la batalla contra Enigma sería difícil, pero ahora tenía un aliado inesperado a su lado. Con Leonardo, se sentía un poco más preparada para enfrentar los peligros que se avecinaban.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Kipo, lista para actuar.

—Primero, debemos encontrar a los cómplices de Enigma. —respondió Leonardo, su mirada fija en el horizonte. —Si podemos desmantelar su organización, protegeremos a Lincoln y a todos los demás.

Kipo asintió, su determinación renovada. Juntos, se prepararían para la batalla que tenían por delante, dispuestos a hacer lo que fuera necesario para mantener a salvo a su familia.

En la mansión de Enigma, la atmósfera era densa y tensa. El villano estaba sentado en su oscuro laboratorio, revisando informes sobre sus operaciones en la ciudad. Había escuchado rumores inquietantes sobre la heroína jaguar y el cazarecompensas que estaban atacando a sus cómplices, dejando un rastro de caos a su paso. Los criminales del bajo mundo estaban siendo arrestados, y su organización se desmoronaba rápidamente.

Enigma frunció el ceño al observar los datos en su computadora.

—¿Qué demonios están haciendo? —murmuró para sí mismo, su mente maquinando rápidamente. Su mirada se detuvo en un frasco con uno de sus sueros experimentales, brillando con un tenue resplandor verde. Una idea comenzó a formarse en su mente, una estrategia que podría dar un giro inesperado a la situación.

—Si tanto desean proteger a Lincoln, tal vez debería ofrecerles una oportunidad. —pensó Enigma, una sonrisa maquiavélica apareciendo en su rostro. —Si logro manipular a Lincoln para que se vuelva en contra de su abuelo y la heroína jaguar, podría usar eso a mi favor.

Con una rapidez inusual, Enigma comenzó a planear. Se levantaría de su asiento y se dirigió hacia su mesa de trabajo, donde varios frascos y herramientas estaban esparcidos. Comenzó a trabajar en un nuevo suero, uno que podría amplificar la agresividad de su nieto. Su objetivo era claro: hacer que Lincoln se volviera contra aquellos que intentaban protegerlo.

—Imagina la sorpresa de la heroína jaguar al ver a su querido Lincoln atacar a su abuelo. —murmuró, riendo para sí mismo. —Todo será perfecto.

Mientras Enigma trabajaba en su nuevo proyecto, su mente divagaba en la idea de cómo Lincoln, bajo la influencia de su suero, podría ser la herramienta definitiva para destruir a sus enemigos. La idea de convertir a Lincoln en un arma lo llenaba de satisfacción. Con el poder de su propia sangre en sus manos, tendría a todos en su contra.

—La heroína jaguar y el cazarecompensas no sabrán qué les golpeará. —se rió Enigma, observando los frascos llenos de sueros. —Y cuando el caos reine, yo seré el que quede en pie.

Enigma se movía con una confianza inquietante por su laboratorio, rodeado de frascos y documentos que atestiguaban sus experimentos fallidos y sus éxitos perturbadores. Sus ojos se posaron en varios sujetos de prueba: una serie de criaturas mutadas por sus sueros experimentales, en particular, un espécimen que había denominado "El Lagarto". Estos animales habían sido alterados para mostrar una agresividad inusual, casi instintiva, y estaban sujetos a un comportamiento violento y destructivo.

El Lagarto era una mezcla aterradora de velocidad, fuerza y resistencia. Enigma se acercó a la jaula donde se encontraba, observando cómo la criatura golpeaba con fuerza las barras de metal, deseando escapar. La forma en que se retorcía y aullaba le dio una idea.

—Imagina lo que podría hacer con un ser humano. —reflexionó Enigma, con una sonrisa calculadora. —Lincoln Loud tiene un gran potencial, pero… ¿y si pudiera amplificarlo y, al mismo tiempo, eliminar su humanidad?

Se dirigió a su mesa de trabajo, donde una fórmula vaga y poco clara para el suero original que había utilizado en Kipo aún estaba en un frasco, rotulada con un viejo y deslucido papel. Recordaba perfectamente cómo había desarrollado aquel suero, el que le otorgó a Kipo sus habilidades. Pero esta vez, su enfoque sería diferente. No quería un héroe; quería un arma.

—Necesito hacer algunas modificaciones. —murmuró mientras mezclaba ingredientes en un vaso de precipitados, cada uno elegido por su potencial para aumentar la agresividad y eliminar la razón. —Si consigo que este suero haga que Lincoln no pueda razonar, solo actuará por instinto. Se convertiría en un monstruo que sólo buscaría eliminar a sus enemigos.

Con cada mezcla, su risa se volvió más maníaca. Visualizaba a Lincoln, fuerte y poderoso, pero dominado por el suero. Sería una fuerza de destrucción, incapaz de discernir entre amigos y enemigos. El abuelo de Lincoln, Leonardo, y la heroína jaguar no tendrían ninguna oportunidad.

—Eres un genio, Enigma. —se alabó a sí mismo. —Con este nuevo suero, tendré a Lincoln en mis manos, y él será el que se encargue de hacer el trabajo sucio.

Mientras continuaba sus experimentos, Enigma se imaginaba cómo sería el momento en que finalmente desataría a Lincoln sobre sus enemigos. El caos que eso provocaría le hacía sentir una excitación palpable. Sabía que este era solo el comienzo de su plan para desatar el terror en la ciudad y tomar el control total.

—Una vez que Lincoln esté bajo mi control, todo el que se interponga en mi camino será eliminado. —se rió, disfrutando de la idea de la ruina que estaba a punto de desatar. —La heroína jaguar, su abuelo y todos aquellos que se atrevan a interponerse… no sabrán qué les golpeará.

Con un último vistazo a su mesa de trabajo, Enigma se sintió invadido por una oleada de poder. Estaba decidido a llevar a cabo su plan y, cuando el momento llegara, todo sería perfecto.

Un mes después

Enigma observó a través del vidrio de su laboratorio, donde varios animales se encontraban en jaulas, sujetos a los efectos de su suero experimental. Los ojos de las criaturas estaban llenos de terror y confusión, pero la mayoría de ellas no lograba resistir el tratamiento. Caían al suelo, sus cuerpos convulsionando, y en un parpadeo, dejaban de moverse, antes de siquiera mostrar un indicio de lo que podrían haber llegado a ser.

—Patético. —murmuró, frustrado, mientras sus dedos tamborileaban sobre la superficie de la mesa. —No puedo permitir que esto continúe.

Un pequeño roedor que había sido parte de su último experimento yacía inerte en su jaula, y su mirada se volvió sombría. Había esperado que el suero les otorgara una fuerza sobrehumana, una resistencia digna de una nueva era de evolución, pero cada intento había sido un fracaso.

—¿Qué es lo que me falta? —reflexionó Enigma, sintiéndose cada vez más impotente. Mientras su mente giraba, recordó el suero que el Sr. Oak había creado. Había sido un éxito rotundo; había dado vida a Kipo, transformándola en la heroína jaguar que era ahora. Él se preguntaba cómo había logrado hacer funcionar su fórmula de manera tan efectiva.

—El Sr. Oak… —pensó, una chispa de celos brotó en su pecho. —¿Cómo es que tú, un simple hombre, conseguiste lo que yo no puedo?

Enigma frunció el ceño al recordar la confianza y la dedicación del padre de Kipo. Había visto cómo el Sr. Oak había trabajado con determinación para crear un suero que no solo funcionara, sino que también mantuviera la esencia de su hija intacta. Eso le había otorgado la estabilidad emocional necesaria para controlarse y usar sus poderes de manera adecuada.

Enigma se acercó a la pizarra donde había anotado sus experimentos anteriores y comenzó a escribir nuevas ideas, reflexionando sobre lo que había hecho mal. Necesitaba analizar la estructura del suero original y ver si podía adaptar algunas de sus propiedades a su propia creación. Había algo que había pasado por alto, algún componente vital que le estaba faltando.

—Si pudiera solo… —murmuró, la frustración en su voz. —Si pudiera replicar lo que él hizo, podría cambiar el rumbo de todo.

Su mente se llenó de teorías, de compuestos que podrían ser añadidos, de elementos que podían haber sido olvidados. Con un renovado sentido de urgencia, comenzó a delinear un nuevo plan. Sabía que tenía que experimentar más, analizar el ADN de Kipo, estudiar su biología, y entender cómo había funcionado el suero en su cuerpo.

Mientras sus pensamientos corrían desenfrenados, Enigma no se dio cuenta de que la solución a su dilema estaba más cerca de lo que pensaba. Su obsesión por despojar a Lincoln de su vida lo había cegado, y la esencia de lo que realmente necesitaba estaba justo en frente de él. Sin embargo, su deseo de poder era más fuerte que su voluntad de ver la verdad.

—Esta vez, tendré éxito. —afirmó, su voz llena de determinación. —El legado de los Oak no superará al mío. Voy a convertir a Lincoln en el arma definitiva.

Con una mezcla de rabia y ambición, Enigma se adentró en su trabajo, decidido a perfeccionar su suero y hacer de su nieto un monstruo de poder imparable.

Enigma se quedó observando su laboratorio, el lugar que alguna vez había sido un refugio de innovación y creatividad. El brillo de los tubos de ensayo y las pantallas llenas de datos ya no le parecían estimulantes; ahora eran solo símbolos de su decadencia. Recordó con amargura el hombre que solía ser, uno que había dedicado su vida a la ciencia y al avance del bienestar de la humanidad.

—Antes creía en un mundo mejor, en un futuro donde la ciencia podría ayudar a las personas a superar sus limitaciones. —murmuró para sí mismo, recordando sus días de gloria, las conferencias donde era aclamado y admirado por su trabajo. Había tenido ideales, sueños de cambiar el mundo para bien, pero ahora solo quedaba un eco de esos días.

La ambición lo había consumido, transformando su pasión en una necesidad insaciable de poder. El hombre respetable que se preocupaba por la salud y la felicidad de otros se había desvanecido, reemplazado por un ser obsesionado con la creación de una nueva era, aunque eso significara sacrificar a quienes fueran necesarios en el camino. Cada fracaso en su laboratorio lo acercaba más a la locura; cada grito de dolor de los animales que probaba sus sueros resonaba en su mente, pero él lo ignoraba. La ética había sido desterrada, y la moralidad era solo un recuerdo lejano.

—¿Qué me ha pasado? —preguntó, su voz temblando entre la rabia y la autocompasión. El hombre que era ya no existía, y en su lugar había algo mucho más oscuro. Enigma había cruzado líneas que nunca pensó que cruzaría. Había elegido el camino del crimen y la corrupción en lugar del respeto y la admiración.

Él sabía que su búsqueda de poder lo había llevado a convertirse en una parodia de lo que había sido. Los animales morían bajo su mano, y él experimentaba con vidas inocentes sin un atisbo de remordimiento. El noble científico se había convertido en un villano, uno que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para lograr sus objetivos.

A medida que se perdía en sus pensamientos, Enigma se dio cuenta de que la línea entre el bien y el mal se había difuminado completamente. Había dejado de lado la humanidad en su búsqueda por ser el más grande, el más poderoso, y ahora, en su soledad, se enfrentaba a la verdad más dolorosa de todas: ya no sabía si había vuelta atrás.

—Quizás… —pensó, sintiendo que un nuevo plan comenzaba a formarse en su mente. —Quizás, si puedo demostrar mi poder, puedo recuperar lo que he perdido. Si Lincoln se convierte en mi arma, podré mostrar al mundo que soy más que un simple villano.

Con su determinación renovada, Enigma se adentró de nuevo en su trabajo, cada paso más cerca de la creación de una máquina de destrucción que lo haría temido y respetado. Pero en su corazón, aunque lo ocultara tras una fachada de locura y ambición, había un eco del hombre que una vez fue, y esa parte de él seguía buscando una forma de volver a brillar. Sin embargo, la oscuridad lo había envuelto por completo, y era un juego peligroso el que estaba a punto de jugar.

Fin del capítulo

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