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dios ayúdame

En la celda oscura, solo se escuchaba el sonido de la respiración agitada de Lincoln. Su cuerpo estaba completamente exhausto, cubierto de moretones, cortes y rasguños. Los intentos por liberarse de las cadenas que lo mantenían prisionero ya no eran tan fuertes, y cada vez que intentaba moverse, su cuerpo le respondía con un dolor insoportable. La energía que le quedaba se desvanecía con cada respiro que tomaba, y el único sonido que se escuchaba era el de su respiración entrecortada, casi como un susurro en el aire denso de la celda.

Se quedó quieto un momento, con la mirada perdida, mirando las paredes frías y las cadenas que lo ataban. Sus manos sangraban por el esfuerzo, y sus piernas temblaban de tanto intentar liberarse sin éxito. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero todo lo que podía evocar era la imagen borrosa del hombre que le disparó y la sensación de ser arrastrado hacia algún lugar oscuro y lejano.

—¿Por qué... por qué está pasando esto? —musitó para sí mismo, con voz quebrada, mientras sus ojos se cerraban por un momento. Cada músculo de su cuerpo gritaba de dolor, y las fuerzas que antes lo mantenían de pie ya no existían.

Las lágrimas se formaron en sus ojos, pero no había fuerzas suficientes para derramarlas. Todo lo que podía sentir era la angustia, el miedo y el agotamiento. La sensación de estar atrapado en un lugar del que no había escape lo consumía por dentro.

Pero aún en ese estado de desesperación, algo dentro de él se resistía a rendirse por completo. Había algo en su mente, algo que le decía que no podía dejarse vencer, que debía luchar por salir de allí, por regresar a su familia y a sus amigos. Sin embargo, las fuerzas ya no estaban de su lado.

—Voy a... —intentó hablar, pero su garganta estaba seca, y apenas pudo emitir un sonido coherente. Trató de enderezarse un poco, pero la debilidad lo hizo caer nuevamente, casi como si sus huesos no pudieran sostenerlo más.

El dolor físico era tan intenso que le era difícil concentrarse en cualquier cosa. En ese instante, solo deseaba poder escapar, pero lo único que tenía era el deseo de sobrevivir. "Solo necesito algo de fuerza... algo para salir de aquí", pensó, pero sabía que no podía seguir así mucho más tiempo.

Lincoln estaba completamente inmerso en sus pensamientos, aunque el dolor de su cuerpo era casi insoportable. En su mente, las imágenes de su familia, amigos y seres queridos comenzaban a tomar forma. Los recuerdos de los momentos felices que había vivido con ellos, las risas, las charlas casuales, las bromas, todo eso regresaba a él como una ráfaga de emociones encontradas.

—¿Por qué? —susurró para sí mismo, con una voz casi inaudible por el esfuerzo. No entendía cómo había llegado a este punto, cómo el destino lo había atrapado en esta celda, tan lejos de todo lo que conocía y amaba. Pero lo que más le dolía en ese momento no era tanto el dolor físico, sino la tristeza de saber que podría no volver a ver a esas personas que tanto significaban para él.

Pensó en sus hermanas, en cómo siempre se habían preocupado por él, aunque a veces no lo demostraran de manera obvia. Recordó las bromas con Leni, los consejos extraños pero acertados de Lynn, la ternura de Lisa, el apoyo incondicional de Lucy, y la alegría traviesa de Lola y Lana. Recordó las risas en la mesa del comedor, cuando sus hermanas lo molestaban o se peleaban entre ellas, pero siempre con ese amor fraternal que parecía estar presente en cada rincón de su casa.

Pero de todos esos recuerdos, hubo uno que se destacó más que los demás: Kipo. La chica que, aunque no lo sabía, había capturado su corazón de una manera que nunca imaginó posible. Lincoln recordaba el momento en que la conoció, cómo ella le había mostrado un mundo completamente nuevo, lleno de aventuras, pero también de emociones que él no sabía cómo manejar. Había algo en su mirada, algo en su forma de ser que le había hecho sentir una conexión instantánea.

Y, sin embargo, mientras todo eso ocurría, Lincoln nunca se atrevió a decir lo que realmente sentía. El miedo lo había paralizado. ¿Qué pasaría si ella no sentía lo mismo? ¿Qué pasaría si arruinaba lo que tenía con ella? Pensó que era mejor quedarse callado, mantener su distancia emocional, pero ahora, en ese momento, rodeado por la oscuridad y la desesperación, se dio cuenta de lo equivocada que había sido esa decisión.

—Kipo... —susurró, con la voz quebrada. El simple pensamiento de su nombre le provocó una oleada de emociones, una mezcla de arrepentimiento y anhelo. De alguna manera, sentía que si hubiera tenido el valor de decírselo, las cosas podrían haber sido diferentes. Podría haberle dicho cuánto la quería, cuánto le importaba.

Pero ahora, en este lugar sombrío, las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. El temor y el arrepentimiento lo consumían. ¿Qué pensaría ella de él si no volvía? ¿Sería capaz de perdonarlo por no haberle dicho lo que sentía?

Lincoln se quedó allí, con los ojos cerrados, el cuerpo adolorido y la mente llena de pensamientos conflictivos. Podía ver a Kipo en su mente, sonriendo, su risa contagiosa resonando en sus recuerdos. Y con una triste sonrisa en el rostro, Lincoln pensó que, si salía de allí, si alguna vez tenía la oportunidad de volver a verla, lo primero que le diría sería:

—Te amo. Lo siento tanto por no habértelo dicho antes.

Pero en ese momento, todo parecía distante e inalcanzable. Todo lo que podía hacer era aferrarse a esos recuerdos, a esas palabras no dichas, y esperar que, si alguna vez tuviera la oportunidad de verlos de nuevo, pudiera corregir sus errores.

Lincoln apenas podía mantener los ojos abiertos, su cuerpo ya no respondía como antes, y todo a su alrededor parecía borroso. La desesperación lo consumía, pero cuando escuchó los pasos acercándose, una sensación de miedo más profunda se apoderó de él. Sabía que ya no quedaba mucho tiempo, que algo peor estaba por suceder, pero no tenía fuerzas para resistir.

De repente, la figura de Enigma apareció frente a él, con una sonrisa fría y calculada. Lincoln apenas podía concentrarse en su rostro, su visión era tan turbia que todo parecía una mezcla de sombras y luces distorsionadas.

—Ah, parece que ya estás listo para lo que viene —dijo Enigma con una voz que resonaba en la pequeña celda, pero sonaba distante y casi burlona. Lincoln intentó levantar la cabeza, pero ni siquiera pudo moverla con facilidad. Estaba agotado, su cuerpo estaba roto, y cada intento de moverse le provocaba un dolor punzante.

Enigma se agachó frente a él, evaluándolo como si fuera un objeto en lugar de una persona. Su mirada era calculadora, como si estuviera disfrutando de cada segundo de sufrimiento de Lincoln.

—No te preocupes, Lincoln —continuó, disfrutando cada palabra—. No vas a morir, al menos no de inmediato. No, no. Lo que te espera es algo mucho peor que eso. Algo mucho más... interesante.

Lincoln trató de enfocar su mente, pero su cuerpo ya no respondía. El sudor le corría por la frente, y su corazón latía con fuerza, pero el miedo lo hacía sentir como si estuviera atrapado, como si nada de lo que hiciera pudiera cambiar su destino.

—Vas a ser parte de algo más grande, Lincoln —dijo Enigma, sus palabras flotando en el aire, como si todo estuviera desmoronándose a su alrededor—. Vas a ser una pieza clave en mis experimentos. El siguiente paso en la evolución. Y si tienes suerte, tal vez sobrevivas lo suficiente como para ver cómo todo esto cobra forma.

Lincoln, débil y casi sin fuerzas para hablar, intentó alzar la voz, pero no fue más que un susurro.

—No... voy... a dejar... que lo hagan... —su voz tembló, pero aún había una chispa de resistencia en él.

Enigma soltó una risa suave, casi despectiva, y se alejó un paso. Observó a Lincoln como si fuera una pieza de un rompecabezas en la que aún faltaba algo.

—Oh, Lincoln, siempre tan testarudo. Pero eso no importa. Lo que importa es que ya no tienes control sobre lo que te va a pasar. Tú no decides más.

Con un gesto de la mano, uno de los hombres de Enigma se acercó, sosteniendo una jeringa llena de un líquido oscuro que brillaba siniestro bajo la luz tenue de la celda. Lincoln, aunque agotado, trató de luchar, de liberarse, pero su cuerpo ya no respondía. Los ojos de Enigma lo miraban fijamente, con una mezcla de indiferencia y satisfacción.

—Prepárate, Lincoln —dijo Enigma, acercándose mientras el hombre con la jeringa se agachaba junto a él—. Lo que viene es solo el principio.

Lincoln cerró los ojos con fuerza, sabiendo que ya no podía escapar. Pensó en su familia, en sus amigos, y en Kipo, y se prometió que, si alguna vez lograba salir de allí, lo haría para proteger a todos ellos. Pero en ese momento, la oscuridad lo envolvía por completo.

Lincoln sentía un dolor indescriptible en todo su cuerpo mientras lo arrastraban por el frío pasillo, inmovilizado en una camilla. Sus muñecas y tobillos estaban atados con cuerdas gruesas, asegurándose de que no pudiera hacer ningún movimiento inesperado. El sudor le cubría la frente y sus ojos, aunque borrosos y llenos de desesperación, trataban de entender lo que estaba sucediendo a su alrededor.

A su alrededor, el lugar estaba impregnado de una atmósfera tétrica, una sensación de abandono y horror. Caminaba por lo que parecía una instalación subterránea, iluminada de forma tenue, pero lo que más llamaba la atención eran los gritos apagados y los murmullos lejanos de personas en las celdas adyacentes. No todas las voces eran de adultos, y eso era lo que más aterraba a Lincoln: en medio de los ecos de sufrimiento, también escuchaba a niños, y sus corazones parecían palpitar más rápido ante la posibilidad de que algo horrible les estuviera ocurriendo.

El paso lento de su camilla lo llevaba a través de un pasillo sombrío, con puertas de acero cerradas a su alrededor. Pero cuando sus ojos, aún borrosos, lograron enfocar mejor, lo que vio lo dejó petrificado.

A través de las rendijas de una de las celdas, podía ver a figuras sin vida, colapsadas sobre el suelo o suspendidas en el aire. Algunos estaban de pie, otros caídos, pero todos tenían algo en común: sus cuerpos estaban en un estado deplorable, deformados y alterados de una manera que Lincoln apenas podía procesar. Sus pieles, antes humanas, ahora parecían estar cambiadas, desgarradas y desfiguradas por un proceso que no lograba entender.

Lo peor de todo era que entre esas figuras había niños, niños que parecían haber sido parte del experimento. Sus ojos vidriosos, sin vida, solo reflejaban la agonía de lo que habían sufrido. Algunos de sus cuerpos estaban casi irreconocibles, como si el suero o el procedimiento que Enigma había estado utilizando para sus experimentos los hubiera convertido en algo... ajeno a lo que alguna vez fueron. Lincoln intentó apartar la vista, pero sus ojos no podían evitar mirar. Los horribles gritos que escuchaba, el llanto de los que ya no tenían esperanza, resonaban en su cabeza.

Un hombre con bata blanca pasó junto a él, sin prestarle atención. Lincoln vio como, detrás de la máscara de aquel sujeto, se reflejaba la desolación en sus ojos. Era un hombre, pero en su mirada había algo vacío, algo que decía que había perdido parte de sí mismo en este lugar. No era solo un trabajo para él; ese lugar lo había consumido también.

En ese momento, Lincoln comenzó a comprender lo que estaba sucediendo: esos experimentos no eran simples pruebas científicas. Lo que Enigma había planeado era algo mucho más grande y retorcido. Estaba alterando la humanidad misma, tomando personas y convirtiéndolas en algo monstruoso. Su mente trataba de rebelarse ante la idea de que podía ser uno de esos seres inertes, su cuerpo cambiado en una forma que ya no era humana.

—¿Qué te han hecho? —susurró Lincoln, más para sí mismo que para cualquier otra persona a su alrededor.

Algunas figuras en las celdas cercanas movieron la cabeza lentamente, pero no parecía que pudieran hablar. Sus ojos estaban perdidos en la nada, como si ya no quedara nada de su humanidad en ellos. La sensación de pavor invadió a Lincoln, quien se dio cuenta de que él estaba en el borde de convertirse en otra de esas criaturas. El miedo lo abrumaba, pero había algo más que comenzaba a nacer en su interior: una determinación, aunque agotada.

A lo lejos, escuchó la risa de Enigma, esa risa fría y calculadora que hacía que su piel se erizara. Enigma estaba observando a sus "creaciones", disfrutando de su sufrimiento. Lincoln sintió una mezcla de furia y desesperación. Necesitaba escapar, pero sabía que no sería fácil. Estaba rodeado de personas y criaturas que ya habían sido sometidas a ese horror, y no podía dejar que lo hicieran con él también. No iba a convertirse en una de esas sombras sin vida.

La camilla continuó su marcha, y con cada paso, Lincoln sentía que la esperanza se le escapaba de las manos. Pero en lo profundo de su ser, algo seguía ardiendo: la esperanza de que alguien, algún día, lo encontraría. Aunque su cuerpo estaba al borde de la derrota, su mente seguía luchando por encontrar una forma de escapar, de sobrevivir, de salvar a los demás. Había algo que no podía permitir, y era convertirse en una víctima más de los experimentos de Enigma.

Mientras pasaba por una fila de celdas, Lincoln se quedó mirando a cada ser atrapado allí. Algo en su interior le decía que podía ser diferente. Tenía que ser diferente. Había que hacer algo, aunque no tuviera fuerzas. Con cada celda que pasaba, un deseo ardiente de lucha crecía dentro de él.

—No puedo... no voy a dejar que esto me gane —murmuró, como un susurro al viento.

Lincoln miró, tembloroso, a la máquina que se encontraba frente a él. Estaba llena de tubos, cables y pantallas que parpadeaban con luces frías y antinaturales. Era una máquina aterradora, con la apariencia de una estructura diseñada para extraer, alterar y transformar. El peso de la situación lo abrumaba, y aunque el dolor lo consumía, una sola frase pasó por su mente: "Dios, ayúdame."

Sus ojos se llenaron de desesperación mientras trataba de entender qué estaba a punto de suceder. Era todo tan surrealista que casi no podía creerlo. Aquella máquina era el siguiente paso en los oscuros experimentos de Enigma, una maquinaria diseñada para lo que fuera que estuviera en la mente de ese monstruo. Lincoln se sintió más vulnerable que nunca. Estaba atado, rodeado por figuras que ya habían sido destruidas por este mismo proceso, y su futuro parecía cada vez más sombrío.

Pero en ese momento, una voz retumbó en sus oídos, interrumpiendo sus pensamientos.

—Ah, así que ahora invocas a Dios —dijo Enigma con una sonrisa burlona en su rostro mientras se acercaba lentamente. Su tono era frío y despectivo, como si estuviera hablando con alguien que ya había sido derrotado, como si su sufrimiento ya fuera parte de su diversión. La sonrisa de Enigma se hizo más ancha mientras se detenía frente a Lincoln—. Pero, ¿en serio crees que un ser supremo va a salvarte? ¿De qué sirve la fe cuando la ciencia ha avanzado tanto? No, Lincoln, no necesitas un dios. Necesitas una evolución, la verdadera evolución. Y tú serás el siguiente paso de ella.

Enigma se inclinó hacia Lincoln, acercándose a su rostro con una expresión de completo desdén. Lincoln, a pesar de su agotamiento y dolor, lo miró fijamente a los ojos, sintiendo una furia creciente.

—No... —susurró Lincoln, su voz rasposa y débil, pero llena de determinación. El miedo lo había invadido, pero algo dentro de él lo mantenía firme—. No soy parte de tus experimentos, ni de tu evolución. Yo... yo no soy una máquina, no soy lo que tú dices que soy.

Enigma soltó una carcajada, una risa fría y cruel que resonó en las paredes de la instalación. Era una risa que reflejaba no solo la superioridad que sentía, sino también su profunda creencia de que Lincoln no tenía escapatoria.

—¿Máquina? —dijo Enigma, ajustándose los guantes con una calma inquietante. Luego, se acercó aún más, mirando a Lincoln como si fuera una pieza de un rompecabezas que ya estuviera resuelto—. Tú eres mucho más que eso, Lincoln. Eres el perfecto ejemplo de lo que la humanidad necesita para sobrevivir, para evolucionar. No estás entendiendo, ¿verdad? Todo esto no se trata de ti, ni de tu dolor, ni de tus miedos. Esto se trata del futuro. El futuro que yo, y solo yo, puedo darles. La evolución no es un regalo, Lincoln. Es una necesidad, y tú serás la primera prueba.

Lincoln, aunque no podía moverse, trató de enfocar su mente en la única idea que le ofrecía algo de consuelo. "Dios, ayúdame", repitió en su mente. Quizás no creyera en la religión de la manera en que otros lo hacían, pero la idea de algo más grande que él, algo que pudiera intervenir en ese momento oscuro, le dio algo de esperanza.

Sin embargo, Enigma no parecía siquiera inmutarse ante la mención de lo divino. En su rostro solo había burla y desdén.

—¿Dios? —repitió, como si la palabra tuviera un sabor extraño—. No, Lincoln, no hay dios aquí. Lo que hay es ciencia, lo que hay es progreso, lo que hay es poder. Yo soy el futuro, y tú serás la primera víctima.

Lincoln tragó saliva con dificultad. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente aún estaba llena de pensamientos, recuerdos de su familia, de sus amigos, y sobre todo, de Kipo. Recordaba las veces que había estado con ella, riendo, compartiendo momentos, esos momentos en los que había sentido que había algo más grande, algo que los conectaba. No podía dejar que todo eso se desmoronara por el cruel capricho de Enigma.

La máquina que tenía delante empezó a hacer ruidos mecánicos, como si estuviera lista para activarse. Los tubos brillaron con un resplandor frío y sin vida, y Lincoln sintió el peso de su destino apretándose sobre él. ¿Realmente sería esa su última hora? ¿Su vida terminaría así, en una operación científica, en un experimento, donde todo lo que había sido desapareciera sin que nadie supiera lo que realmente sucedió?

A pesar de todo, Lincoln no podía rendirse. Aunque sus fuerzas se desvanecían, su voluntad seguía intacta. Quizás no podría escapar en ese momento, quizás la lucha sería imposible, pero tenía que hacer algo. No podía morir sin haber intentado, aunque fuera por un segundo, luchar contra lo que Enigma estaba tratando de hacerle.

—No... —volvió a susurrar con más fuerza esta vez—. No me vas a convertir en tu experimento. Ni tú, ni nadie.

Enigma lo miró, sin comprender del todo la profundidad de sus palabras. Para él, Lincoln era solo una pieza más en un juego que él ya había ganado. Pero Lincoln, aunque débil, aún tenía algo de coraje, algo que Enigma nunca podría quitarle. Y si había una pequeña posibilidad, aunque mínima, de salir de allí, de revertir este destino, él se aferraría a ella. No iba a ser otro experimento fallido. No iba a ser parte de esa "evolución" de Enigma.

Y mientras los ruidos de la máquina se intensificaban, Lincoln se preparó, aunque sin fuerzas, a resistir.

Y solo se escucha el grito desgarrador de Lincoln















Kipo llegó a su casa apresurada, con la esperanza de haber encontrado alguna pista que la acercara a Lincoln. Cuando cruzó la puerta y entró en la casa, el ambiente estaba cargado de una mezcla de tensión y alivio. Su madre, Song Oak, estaba en el laboratorio improvisado que había montado en su hogar, rodeada de frascos y herramientas científicas. Kipo la miró de inmediato, su rostro reflejando preocupación y cansancio, pero también una chispa de esperanza.

Song Oak, que había pasado días sin descanso trabajando en la fórmula del suero, levantó la mirada hacia su hija. En sus manos sostenía un frasco pequeño, lleno de un líquido de color azul brillante que resplandecía bajo la luz de la lámpara.

—Lo logré… —dijo Song Oak con una mezcla de agotamiento y satisfacción en su voz—. Finalmente lo completé.

Kipo se acercó rápidamente, sus ojos fijos en el frasco en las manos de su madre. El suero. El mismo suero que su padre había desarrollado, el mismo que podría ser la clave para salvar a Lincoln, o al menos para darle una oportunidad de escapar de la tortura que Enigma le estaba infligiendo. Kipo sintió un nudo en el estómago. Aunque sabía que no podía perder el tiempo, no podía dejar de pensar en lo peligroso que sería usarlo.

—Es... es el suero, ¿verdad? —preguntó Kipo, su voz temblorosa, pero llena de esperanza.

Song Oak asintió, pero su expresión se endureció al ver la ansiedad en los ojos de su hija.

—Sí, es el suero. Lo que mi esposo comenzó a crear... lo completé. Todo lo que falta ahora es la administración, pero no será fácil. Este suero puede ayudar a Lincoln, pero también es extremadamente peligroso. Si no se usa correctamente, podría matarlo. —Song Oak se acercó a Kipo, mirando profundamente sus ojos, como si quisiera asegurarse de que comprendiera la magnitud de lo que estaba a punto de hacer—. Tienes que saber que, si lo usas, hay una posibilidad de que no funcione, o que incluso pueda hacerle más daño. Pero es la única oportunidad que tiene.

Kipo respiró hondo, sintiendo que el peso de la decisión caía sobre sus hombros. Sabía que no podía dejar que el miedo o la duda la detuvieran, no cuando Lincoln estaba en tan grave peligro. Ella confiaba en su madre, y aunque el suero era arriesgado, parecía ser la única esperanza para salvar a Lincoln.

—Lo haré. Haré todo lo que sea necesario para salvarlo. —Kipo miró el frasco con determinación, sus manos apretándose en puños—. Lincoln no está solo en esto. Yo no lo voy a dejar.

Song Oak no dijo nada al principio, solo la miró con una mezcla de tristeza y orgullo. Sabía que Kipo estaba decidida, pero también conocía los riesgos. Finalmente, sus labios se curvaron en una leve sonrisa.

—Eres fuerte, Kipo. Más de lo que yo fui a tu edad. Sólo prométeme una cosa: si las cosas salen mal, no te arriesgues a perderlo todo por él. La vida no funciona como en los cuentos de hadas.

Kipo asintió, pero sus ojos brillaban con una firme resolución.

—No me voy a rendir. —su voz era tranquila, pero llena de una fuerza inquebrantable—. No lo voy a dejar.

Con eso, Kipo miró el frasco una vez más. Sabía que estaba a punto de tomar la decisión más importante de su vida, una que podría cambiarlo todo, no solo para Lincoln, sino para todos los que amaba. Con el suero completo en sus manos, se preparó para ir al encuentro de Lincoln, dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario para traerlo de vuelta.


















Enigma estaba en su sala de control, observando las pantallas que mostraban imágenes de la celda de Lincoln, el monitor parpadeando con datos y cifras de todo tipo. Su sonrisa se amplió al ver cómo su experimento estaba avanzando, pero había algo más que lo mantenía cautivado. En el fondo de su mente, la idea de su "creación perfecta" estaba cerca de volverse realidad, y el momento que tanto había esperado finalmente estaba al alcance de su mano.

De repente, una de las pantallas parpadeó, y una luz roja comenzó a titilar. Los monitores mostraban los signos vitales de Lincoln, que aún permanecía inconsciente, atado y deteriorado por los procedimientos que Enigma le había impuesto. Su pulso seguía siendo irregular, pero no era eso lo que llamaba la atención del villano. Era el líquido negro que se acumulaba en el sistema de Lincoln, un fenómeno que no había anticipado con precisión, pero que ahora parecía ser la clave para que todo se alineara.

Enigma se acercó a la pantalla, observando detenidamente los cambios en el cuerpo de Lincoln. Las células de su cuerpo estaban comenzando a responder de manera inusual, como si algo estuviera despertando dentro de él. Algo que él había provocado, pero que no comprendía completamente aún. Algo que se estaba fusionando con la esencia del suero que él mismo había diseñado.

—Al fin... —murmuró Enigma, su voz llena de satisfacción y un toque de locura—. Mi creación está completa.

Sus ojos brillaban con una mezcla de euforia y anticipación. Durante tanto tiempo había trabajado en la teoría, los experimentos, y había sido testigo de fracasos y pequeñas victorias, pero ahora, todo estaba tomando forma. Este momento era el clímax de su plan. Lincoln, el chico con el poder incontrolable, iba a ser la base de su creación, su perfección.

Con una risa profunda y cruel, Enigma se giró hacia su mesa de trabajo, donde descansaba una serie de frascos llenos del suero que había estado perfeccionando. Era el resultado de años de investigación y de manipulación genética, un suero que tenía el poder de alterar el cuerpo humano de formas impensables. Pero no era solo eso lo que lo hacía especial; era la capacidad de tomar lo peor del ser humano y transformarlo en algo... mejor.

—Lincoln Loud... —susurró para sí mismo, como si estuviera recitando un nombre sagrado. Luego, se volvió hacia su asistente, un hombre de aspecto severo que siempre había estado a su lado, ejecutando sus órdenes sin hacer preguntas—. Prepara el equipo. Es hora de dar el siguiente paso. La evolución comenzará aquí y ahora. Lincoln será el primero en trascender lo humano.

El asistente, sin decir palabra alguna, asintió y comenzó a organizar los equipos necesarios. Mientras tanto, Enigma continuó observando la pantalla, saboreando cada segundo del momento. No importaba lo que pasara después; nada podría detenerlo. Estaba a punto de ver los resultados de años de trabajo, y nada podría compararse a la sensación de éxito que estaba a punto de experimentar.

El reloj marcaba la hora de la verdad. Enigma se acercó a la mesa donde había preparado la máquina que usaría para completar su "experimento final". Era una máquina imponente, con cables y agujas que se conectaban a los puntos vitales de su sujeto, algo que nunca había usado en sus experimentos anteriores. Esta vez no había margen para el error. La evolución de la humanidad estaba en sus manos, y Lincoln Loud era la pieza que faltaba.

—Lo que vendrá a continuación... —Enigma dijo con voz baja, casi como un susurro, pero con una intensidad aterradora—. Cambiará todo. La humanidad nunca será la misma.

Con la máquina lista y el suero preparado, Enigma se acercó a Lincoln, observando cómo las primeras señales de su transformación comenzaban a mostrarse. A pesar de las heridas, el cuerpo de Lincoln parecía adaptarse, sus músculos se tensaban y el líquido negro en su interior comenzaba a moverse por su cuerpo. El proceso ya estaba en marcha, y no había vuelta atrás.

Enigma levantó la vista hacia su asistente y le dio la orden de comenzar. Era el comienzo de una nueva era, una era que él iba a liderar con su creación, y que Lincoln Loud sería la clave para desatar el poder absoluto.

Mientras Enigma observaba, los monitores comenzaron a parpadear y a emitir sonidos extraños. Los signos vitales de Lincoln estaban cambiando de manera tan rápida que la pantalla apenas podía seguir el ritmo. Los cables conectados a su cuerpo comenzaban a vibrar con una energía inusitada, y el líquido negro que se encontraba en su sistema parecía moverse por su cuerpo de una manera casi... consciente.

Lincoln, inconsciente, estaba en medio de una transformación que Enigma no había anticipado, ni en sus sueños más salvajes. El chico, que antes parecía un joven común, ahora comenzaba a cambiar de forma tangible. Sus músculos se marcaban de manera antinatural, y su piel se tornaba de un tono ligeramente diferente, como si estuviera absorbiendo algo de fuera de su propio cuerpo. La máquina que conectaba a Lincoln al suero vibraba, zumbaba, como si tuviera vida propia, y las luces brillaban intensamente en el laboratorio.

Enigma sonrió, su risa era baja y resonante, llena de una satisfacción que no se podía ocultar. Sin embargo, algo en él parecía desconcertado. Esta transformación... era más de lo que había planeado. El chico no solo estaba cambiando físicamente; algo mucho más profundo estaba ocurriendo. Enigma observaba como Lincoln, aún amarrado a la camilla, parecía estar absorbiendo energía de una fuente externa, como si su cuerpo se estuviera fusionando con algo más grande y más antiguo.

—Esto... esto es el siguiente paso en la evolución —dijo Enigma en voz baja, casi un susurro reverberante. Sus ojos brillaban con un frenesí que solo los genios locos poseen, aquellos que creen que están por encima de todo—. El futuro ya no tiene límites, y este... este chico será el primero de muchos.

Se acercó más a los monitores, sus dedos deslizándose por las pantallas, observando cómo el proceso avanzaba a una velocidad vertiginosa. La transformación de Lincoln estaba más allá de cualquier cosa que hubiera anticipado. Su mente luchaba por comprender lo que estaba viendo, pero una cosa estaba clara: este sería un nuevo tipo de humano, una nueva especie.

Pero a medida que el proceso avanzaba, algo más empezó a ocurrir, algo que Enigma no había calculado. Los ojos de Lincoln, que antes estaban cerrados por la inconsciencia, se abrieron lentamente, pero lo que vio Enigma lo dejó desconcertado. Los ojos de Lincoln, o al menos los que parecían ser sus ojos, ahora brillaban con una intensidad sobrenatural. No eran ojos humanos, ya no. Algo... diferente estaba ahí. Una energía desbordante emergía de su cuerpo, envolviendo la habitación con un aire extraño, casi pesado. El líquido negro había alcanzado el máximo nivel en su sistema y, por un momento, Enigma se sintió como si estuviera frente a una fuerza mucho mayor que él.

—Lo logré... —dijo Enigma, con un tono que mostraba una mezcla de asombro y triunfo, pero al mismo tiempo, una pizca de duda. Miró la figura de Lincoln, que ahora parecía estar cambiando por completo, casi como si estuviera mutando en algo más—. Este... es el siguiente paso. El ser humano ya no necesita ser limitado por lo que antes considerábamos "divino". El hombre ha superado sus propios límites... y yo, yo hace tiempo que superé a Dios.

El aire en la sala se volvió denso, y un eco de su propia voz resonó en su mente, como si Enigma estuviera hablando más para sí mismo que para cualquier otra persona. Sus palabras tenían un peso que nunca antes había sentido, como si estuviera tocando una verdad inalcanzable. Había creado algo que desbordaba el concepto de lo humano, algo que estaba más allá de todo lo conocido.

Lo que había comenzado como un experimento, un intento por crear el "hombre perfecto", se estaba convirtiendo en algo mucho más complejo. Lincoln Loud ya no era simplemente un chico común. Ahora, él era parte de algo mucho más grande, algo que no podía entender por completo.

Pero Enigma no tenía tiempo para dudas. Lo que estaba viendo ante él era su obra maestra. La forma de vida que había creado no era solo humana, no era solo el siguiente paso en la evolución. Era... algo más.

Y mientras Lincoln permanecía allí, su cuerpo transformándose, su mente luchando entre la inconsciencia y algo mucho más antiguo, más primitivo, la duda flotaba en el aire. ¿Qué le había pasado realmente a Lincoln? ¿Qué estaba convirtiéndose ahora? ¿Era el siguiente paso a la evolución... o algo mucho peor?

Enigma, sin embargo, solo pudo sonreír. Al fin y al cabo, ya nada importaba.

Fin del capítulo

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