Mi madre nos llevó hasta una gran entrada frente a un castillo de marfil.

—¿Dónde estamos? —me animé a hablar.
—En la escuela.

En este castillo iban a ser mis "clases"

—¡Sebastián! —Se escuchó.

—¡Elena! —él, en forma gatuna, corrió hacia ella.

Ambos chocaron sus cabezas gatunas y se acariciaron el resto del cuerpo con ellas.

—¿Qué estás haciendo aquí? —ella preguntó.

—Mi ama —el me miró.

—¡No puede ser! Al fin la encontraste. —se acercó a mi.

—Si, fue hace un tiempo.

—Wow, y no es nadie menos que Cornellia Webshter

—¿Cómo sabes mi nombre? —me agache a su altura.

—Todos conocemos tu nombre y parte de tu historia —río.

—¿Así?

—Si ¿Sabias que uno de tus ancestros fue la primera hechicera de la historia? Y la primera en darle sentido a nuestra raza.

—No, no sabía.

—No te preocupes, después de todo es parte de la historia y lo aprenderás en esta escuela.

—Elena, debemos irnos —Sebastián interrumpió.

—Oh si, suerte con la inscripción —ella volvió junto a su amo.

—¡Adiós! —saludó contento Sebastián

—¿Quién era ella?

— Ah, ella es...

—Deja no me digas —estaba molesta, va celosa, era la primera vez que veía a Sebastian interactuando con un conocido y al parecer se llevaban muy bien.

—Como desee ama.

Hay dios, él y su bendito ama. Ama esto, ama lo otro ¡Yo también tengo un nombre!

—Hija, debemos ingresar.

Asentí con la cabeza y seguí a mi madre

—Este es el despacho del director del colegio, va de esta institución, el es un Zorro de 900 años.

—Wow, hombres zorro —Había leído sobre ellos en uno de esos libros de mi madre, se dice que son una de las especies mas inteligentes y astutas del reino mágico.

 Mi madre golpeó sonoramente la puerta y esta se abrió sola como por arte de magia.

  —Bienvenidos a mi hogar —Aquel... hombre de 900 años que parecía de 22 sonrió.

Mi corazón no pudo evitar observar sus bellezas y alterarse.

Sebastian me miro sorprendido, como si estuviese leyendo mis pensamientos.

—Hola Trevor —saludó mi madre.

—¿Cómo has estado querida? ¿Esa es tu niña?

—Si, preséntate —me ordenó mi madre.

—Soy Cornellia —hablé nerviosa.

—¿Y..? —Trevor hizo un gesto como que debía decir algo mas.

—Soy Cornellia... y.. Él es Sebastian. —sonreí.

—Bienvenidos a mi hogar, espero sepan comportarse —sonrió.

 Aquél director toco una campanilla y una mujer entró por la puerta que estaba escondida tras unas cortinas blancas.

—Mi amor —habló él —Nos traerías un poco de té  —sonrío.

Aquella mujer, parecía también muy joven, incluso más que él.

Ella asintió y besó su mejilla.

  —Bien, madre de Cornellia ya puede retirarse, espere afuera mientras charlo con estos dos de aquí.

  Ella asintió y se fue sin  más.

—Bien chicos, ahora que estamos solos vamos a ser del todo sinceros entre nosotros, en una relación lo mas importante es la confianza.

Sebastian me miró asustado.

 —Cornee, mi famosa Cornee. Se habla mucho de ti en la escuela, sobre todo luego de que saliste, va, escapaste de aquel reformatorio. —rió.

—Mmh.

—Dime ¿Cómo van las cosas con tu príncipe?.

Reí —No existen los príncipes  

—Oh, veo que mal, ¿Acaso tu corazón cambió de dueño? 

—¿Eh?  

¿Qué clase de pregunta era esa?

Él asintió repetidamente.

—Bien —suspró —Estoy al tanto del castigo que te impuso Eleanor, realmente no estoy de acuerdo con sus métodos, pero ya no hay forma de revertirlo. Si no te has vuelto a enamorar de aquel muchacho significa que no era el indicado. El protagonismo en una historia siempre puede ser pasado a otro personaje. 

Miré de reojo a Sebastian.

  —Dime Singapura, ¿Ya escuchas sus pensamientos?

—No —exclamó

—No me mientas —sonrió Trevor.

—Si —bajó la mirada.

—¡¿Qué?!

—Bien, Cornee cuando un Singapura establece una cierta conexión con su ama, mas aya de un abrazo, un beso, el Singapura obtiene el don de poder oír los pensamientos del amo.

—Es horrible —lo miré asustada ya no era dueña de mis pensamientos.

—Tranquila, el singapura puede elegir no escuchar, no es algo que no pueda evitarse ¿Verdad Sebastian?

—Si.

—Yo no soy quien para decirles si pueden o no estar juntos. No se si lo notaron pero mi esposa es una humana de 20 años. Si, como escucharon, no es del mundo mágico. El amor no es algo que podamos manejar, no es algo que podamos elegir, es algo que sucede y es hermoso. No lo eviten por que solo se lastimarán más—me miró fijo a los ojos.

Sebastian y yo estábamos sorprendidos.

—Por cierto Cornee, aquí tu singapura no debe ser visto con su forma humana por nadie mas que tu.

—¿Por qué? —pregunté, era una regla algo extraña.

—Podría decirse que es para la seguridad de el mismo, tenemos entendido que le robó a más de una familia, quizás algunos lobos reconozcan su aroma, pero eso te lo dejo a ti, debes cuidarlo. Él es tu compañero de vida, no lo ignores, ni abandones ¡Jamás!  

Asentí asustada y molesta con Sebastian.

  —Aquí señorita Cornellia es una celebridad del Mundo mágico, por favor comportece y de el ejemplo. En su habitación encontraran un libro de 1000 paginas donde podrán leer las reglas, la historia de esta institución y otras cosillas.

Asentimos.

—Por cierto, las habitaciones son solo para una persona, no son compartidas ni puede ingresar nadie que no sea el propietario. Para reuniones están las salas comunes. Acercate Cornee.

Me acerqué.

  —Aquí esta la llave de tu cuarto. Recuerda, solo tu y tu compañero pueden estar allí.

—Gracias director.

—Ts —rió —Por favor Super estrella llámeme Trevor.

Mientras nos despedíamos llego la mujer con el té.

—Tarde mi amor —suspiró —Pero, podemos tomárnoslo tu y yo.

Sebastian volvió a su forma gatuna y salimos de el despacho de Trevor.