Capítulo 27
—No sabes nada —lo empuje.
Chasquee los dedos para encender la luz, pero no sucedido.
—¿Eh? —me sorprendí.
—¿Te encuentras bien? —Sebastián se acercó.
El tema anterior desapareció cuando mis poderes parecieron desvanecerse.
—¡Achu! —un estornudo, luego otro y otro.
Mi cuerpo comenzó a sentirse pesado, ¿qué significa esto? Hace dos segundos me encontraba bien.
Me encontraba mareada y temblando del frió.
—Cornelia, creo que te dio la enfermedad de la bruja.
—¿Eh? ¿Qué es eso?
—Las brujas, son conocidas por jugar con las personas, por traicionar a sus sentimientos y a esconder lo que sienten. Por eso a las hechiceras, que son muy distintas, cada vez que empiezan a comportarse como bruja, les da la enfermedad de la Bruja. Fiebre alta, mareos, cuerpo pesado y falta de poderes mágicos.
—¿Quieres decir que yo misma me busque esto? —estornude.
—Si —asintió.
Me acosté en la cama y me tape.
—No es que me guste que estés así —Sebastián habló —pero esto te pasa por jugar con mi corazón, traicionar tus emociones y también jugar con aquel chico del baile.
—No estaba jugando con el chico del baile.
—¿Cómo que no? ¿Le darás oportunidad?
Asentí —Lo nuestro esta prohibido, no quiero que me borren la memoria... y olvidarte —susurré.
—Eso no volverá a pasar —se acercó a mi —¿No viste al director? Él está con una humana. Si él pudo, nosotros también.
—Es diferente —me excuse.
—¿Qué parte lo es? —cuestionó.
Estornude.
—No se, solo es diferente.
Sebastian suspiró enojado —Debemos ir a la enfermería.
—No quiero
—Yo no quiero que seas tan complicada pero todo no se puede.
Él me cargo como bolsa de papas sobre su hombro y comenzó a dirigirse a la enfermería.
—Si no me bajas llenaré tu traje de mocos —amenace —y de bacterias.
—No interesa.
Llegamos a la enfermería y me recostó en la camilla.
—¿En qué puedo ayudarlos?
—Tiene la enfermedad de la bruja.
La doctora me vio por unos segundos y luego negó con la cabeza.
—Solo se honesta y mejorarás.
—Ese es el problema, ella no puede —Sebastian afirmó.
La doctora me miró de mala gana y suspiró.
Se incorporó y besó mi frente.
—Listo puedes irte.
—¿Qué hizo? —pregunté mientras tocaba mi frente.
—Nada, te hechicé para que no puedas mentir, ni callar nada. Es hasta que te recuperes.
—¿Qué? ¿Cómo se le ocurre? ¿Se cree tan importante con esa bata verdad? ¡Espere que recupere mis poderes y la obligaré a exponer sus secretos más vergonzosos!
—Veo que funciona —afirmó y se fue.
—¡Se fue! Me dejo con las palabras en la boca. —me quejé.
—Tranquila —Sebastian río.
—¡Tu quítate ese traje! —grité bajándome de la camilla.
—¿Por? —él lo miró.
—Te queda demasiado bien.
Comencé a caminar hasta mi habitación.
Abrí la puerta de un golpe y me tiré en la cama.
—¿No vas a cambiarte?¿Dormirás con ese vestido?
Lo mire enfurecida y lo eché del cuarto.
Me puse la pijama y luego le abrí.
—Sabes que podías cambiarte en el baño ¿no?
—¡No! —grité, realmente estaba histérica, hacen lo que quieren conmigo y el dolor de cabeza me mata.
Suspire y luego me tiré a la cama, para al fin despedirme de ese largo día.
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