Cuando terminamos las horas de leyes, cansada, me dirigí a mi habitación.

—¿Sebastian? —hablé.

—Si

A clases de Leyes, nuestros compañeros mágicos no pueden ir con nosotros, entonces quedan en las habitaciones.

 —Muéstrame el baile —me senté en el borde de la cama—Lo memorizaré con magia.

  —¡No!—tomó mi mano —El baile es algo que debes sentir, no bailar como robot. Yo te enseñaré.

—Da igual como lo aprenda —suspiré —Ademas, es mas fácil usar magia.

—Veras que no es lo mismo —Me levantó y me pegó a él.

¿Cómo es que no noté lo alto que es Sebastian? Mi mano había quedado en su bicep y me sorprendí ¿Desde cuándo tenía tanto musculo?

La mano de él estaba en mi cintura y con la otra sostenía mi mano.

  —Será divertido —sonrió y luego me soltó.

No pude evitarlo, mi corazón estaba palpitando como loco. Él se veía muy masculino y eso me tomó desprevenida.

—¡No leas mi mente! —grité recordando que ahora, no solo yo escucho lo que pienso.

—No lo hacia —guiñó uno de sus ojos.

—Primero vendrá el clásico Vals, y luego se hará una danza como la que hoy se les enseñó en la clase.

 —Da igual, de todas formas nunca me interesó el baile. Así que no se ninguna de las dos.

Él me tomó de la cintura nuevamente y con su mano libre acomodó una de las mías en su hombro y luego me tomó de la que quedaba libre.

  —Lista, te ves tensa —afirmó

—Estas muy cerca —aclaré nerviosa.

Él sonrió  —Así es la danza.

Asentí.

—Solo déjate llevar. Aquí el hombre es quien guía a la mujer.

 Volví a asentir.

Él dio un paso hacia atrás y al moverme hacia delante lo pise.

—Lo siento —me alejé avergonzada.

—No te preocupes —sonrió

Se acercó a mi y volvió a acomodar el agarre de nuestras manos para seguir con la lección.

—Un, dos, tres, un, dos, tres —él susurraba por lo bajo el ritmo que debería seguir. 

Me distraje con el sonido de su voz ronca y me enredé con mis pies haciendo que cayera sobre él, al suelo.

—¿¡Estas bien!?  —preguntó conmigo aun sobre él.

—Si —reaccioné y intenté levantarme, pero me detuvo.

Sus manos estaban en mi cintura y una de ellas se deslizo suavemente hacia mi espalda. 

 Parpadee nerviosa, no quería pensar en nada, pero al mismo tiempo no podía dejar de gritar internamente.

Sebastían sonrió.

Intenté nuevamente incorporarme y me sostuvo con mas fuerza.

—¿Qu-Qué haces? —tartamudee.

—Solo quédate así unos segundos mas.

¿Qué significa esto? ¿Qué se supone que haga? podría soltarme en unos segundos si lo deseara, pero muy dentro de mi no quiero. 

Él me miró fijo a los ojos y yo nerviosa desvié la vista.

—Cornee, mira   —me llamó

—¿Qu-?  

No terminé de preguntar. Sebastian sin titubear me besó, pero esta vez no era un beso bruto; si no que uno suave y lento. Al principio me quedé estática sintiendo sus labios contra los míos, pero luego, sin poder controlar mas a mi corazón, le seguí el beso.

Sus manos, en la curva de mi espalda, se deslizaban lentamente acariciándome.

Me separé de sus labios, recordando que esto no era posible, esto estaba prohibido por la constitución civil del reino mágico... ¿Otra vez borrarían mis recuerdos por romper las reglas? ¡No! no podía permitirme olvidar me de él.

Me levanté con el corazón estremecido y salí rápidamente del cuarto.