Capítulo 21:
No pude seguirle el ritmo a Sebastián, me besaba enojado, enérgico y brusco.
Lo empuje molesta y con mi antebrazo limpie mis labios.
—¿Qué te sucede? —pregunté molesta.
—Estoy muy, muy enfurecido —Se aproximó nuevamente y me acorraló contra la pared.
—¿Cómo es que recuperaste tu voz? —parpadee repetidas veces asombrada.
—Me dieron ganas de contarte a quienes robé. Y como tal me volvió, de eso se trataba tu hechizo ¿O no?
—S-Si —intente escabullirme, los ojos de Sebastián brillaban en la oscuridad del cuarto.
Él al notar cómo quería correrme golpeó con su puño la pared, causando un estruendo.
—¿Por que llegas tan tarde? —cuestionó enojado.
—No sabía que tenía que rendirle cuentas a mi mascota. —al segundo de referirme a él como mascota me arrepentí.
—¿¡Mascota!? —gritó entre dientes.
No respondí y aparte la vista.
—¿Por qué su olor está impregnado en ti?
—¿Por eso estás así? —reí
—Responde —ordenó.
Estaba sorprendida, Sebastián nunca se vio así de enojado y demandante.
—Solo fuimos por ahí — <<¿Por qué le estoy respondiendo? >>
—¿Qué es por ahí?
Levante una ceja y coloqué mis manos en mi cadera. —Por ahí es por ahí ¿Qué te pasa?
—Estoy enojado por que llegas con el aroma de otro hombre.
No sabía que responder, un día se hace el difícil de, hay no besarnos está mal, es prohibido bla bla y ahora ¡Y ahora! Me besa voraz solo por que huelo a otro. No entiendo.
—Voy a corromperme, intento ser bueno, relajado, paciente. Pero haces que me enfurezca Cornee, haces que me retuerza de celos solo, en esta habitación, imaginando escenas y situaciones. Y de peor, llegas oliendo a él.
—No leas mi mente —me quejé.
De repente recordé que no había encontrado a Sebastián en los libros que había leído, ni él, ni su familia... Solo conocía al Sebastian de mi sueños, ese pícaro ladrón y al amable Sebastián que está siempre conmigo. Pero hoy... hoy he visto otra faceta.
—¿Por qué hueles a él? —insistió.
Levanté una ceja y no respondí. No podía ser que la dueña no pueda controlar al compañero, es decir, me hace ver débil que él esté tan demandante y si yo cedo... si yo cedo él se va a acostumbrar y no, eso no puede pasar.
—Sebastián —suspiré —es hora de ir a dormir.
Chasquee los dedos y lo hice a un lado.
Él me siguió molesto.
—Odio que seas una hechicera.
Lo miré confundida, pero antes de que pudiese contraatacar él ya había adoptado su forma gatuna.
Resople, fui al tocador, lave mis dientes y me coloqué la pijama.
Me acosté y Sebastián se acercó a mi.
Se acarició con mi brazo y se acomodó.
(...)
A la mañana siguiente, al despertar, él estaba con su forma humana abrazándome por la cintura.
Me levante sobresaltada y antes de poder abandonar de todo la cama Sebastián me agarro del brazo y me atrajo hacia él.
—Lo siento por lo de ayer —evitó mirarme —pero realmente estaba muy celoso.
—Ah —suspire, no sabía que responder.
Recordé que ya tenía su voz y sin dudarlo pregunté.
—¿A quines les robaste?
Él se sorprendió y su cuerpo se tensó.
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