Capitulo 3
Todavía dudaba sobre lo que debía hacer, pero no tenía opción, debía llevarla al instituto.
Al menos se me había ocurrido la excusa perfecta para que estuviera allí, aunque no estaba seguro de si Joy entendería algo de lo que le enseñaran, quiero decir, es nueva en todo aquello y sería como dejar en secundaria a una niña que debiera estar entrando recién a la primaria.
Suspiré. Debía arriesgarme, más que mal, era responsabilidad mía que Joy estuviera en esa situación, si yo no hubiera deseado que mi gatita se convirtiera en humana, nada de esto estaría pasando, aunque pensándolo bien, ¿a quién se le hubiera ocurrido que esto fuera posible? Pero a pesar de todas las cosas, me sentía tranquilo y extrañamente no me arrepentía.
Salimos de la casa y avancé hasta el auto, mi precioso volvo plateado que recibí para mi cumpleaños, pero Joy no me seguía.
– ¿qué ocurre Joy?
– es que… – y miró sus pies, moviendo los dedos de ellos. – Se siente diferente – dijo y entonces entendí. Claro que era diferente, los humanos necesitábamos zapatos…
Tuve que devolverme a la casa y subir corriendo hasta la habitación de mi madre para buscar algo que le pudiera servir. Encontré unas balerinas negras y se las llevé. Como una cenicienta le calcé los zapatitos y le quedaron a la perfección… menos mal.
Joy movía sus pies intentando quitarse los zapatos.
– ¡No joy! – La regañé – tendrás que acostumbrarte a ellos si quieres venir conmigo, no puedes salir sin zapatos.
– Está bien – dijo cabizbaja.
Entonces nos dirigimos al auto una vez más. Pero como si nada hubiera pasado volvió a sonreír y me siguió dando brincos de emoción por conocer donde yo estudiaba.
Le abrí la puerta del copiloto y ella subió, no de la manera habitual. Se apoyó con sus manos y entonces prácticamente saltó al asiento, quedando en cuclillas sobre él.
– joy, así no, ensucias el auto. – ella me miró extrañada. Cerré su puerta y me dirigí al asiento del conductor como siempre, cuando estuve adentro le dije:
– Así debes sentarte – y le indiqué la posición en la que yo me encontraba.
– ohh, está bien –dijo y bajó sus piernas, sentándose correctamente.
– Eso está mejor –la felicité y ella me sonrió tiernamente.
Conduje hasta el instituto con Joy haciendo de todo tipo de preguntas como: ¿qué es la escuela? ¿Habrá perros? Me dan miedo… ¿vamos a pasear? no vamos al veterinario ¿cierto? Y diferentes cosas que solo podrían haber pasado por su cabecita. Tuve que explicarle con paciencia cada una, mientras ella no dejaba de revolverse en su asiento, mirando y jugando con todo lo que encontraba.
– Llegamos –le dije deteniendo el auto en el aparcamiento del instituto.
– woooww… – dijo sorprendida y feliz al ver el lugar – ¿esto es la escuela?
– Así es… –le dije no muy seguro de que aún entendiera de lo que se trataba.
– Entonces aquí me van a entrenar – dijo examinando el lugar con la mirada.
– Enseñar, Joy. – definitivamente aun no entendía bien.
– si… eso. –dijo sonriendo inocentemente. – la observé un momento antes de bajar y sentir el frío aire que había afuera…
¡Oh no!… ¡pero que tonto soy! – pensé golpeándome la frente con la mano. – ¡Traje a Joy a penas con un vestido!
No podía creer lo despistado que había sido, ni siquiera me había acordado del frío clima de este lugar, incluso cuando salí de casa, solo me subí al auto por la rutina. Debía ser más precavido, Joy estaba a mi cuidado ahora.
No podía hacer mucho en ese instante, así que cerré la puerta del auto y fui a abrirle la puerta a Joy que me miraba desde adentro. Al menos sabía que debía portarse bien y aun no había salido arrancando.
– vamos joy, ya puedes bajar. – ella obedeció. Tal como creí que pasaría, su piel se crispó ante el aire frío.
– Ten –le dije dándole mi chaqueta, quedando solo en una remera gris que llevaba bajo de ella. Joy se la colocó sobre la cabeza. – así joy. Estira el brazo. – estiró ambos. Pasé la primera manga de la chaqueta por uno y luego por el otro entonces ella empezó a mover sus brazos, agitando las mangas que tapaban sus manos.
Se veía realmente adorable con mi cazadora puesta. Me quedé embobado viéndola batir sus largas pestañas y mirarme con ese brillo en sus ojos…
De pronto Joy cerró sus ojos y comenzó a ronronear. Hasta entonces no me di cuenta de que estaba acariciando su mejilla.
– ah… lo siento – dije retirando mi mano rápidamente y sentí mi rostro arder.
– ¿por qué? – preguntó ella doblando la cabeza con expresión de duda.
– Eh, por nada, olvídalo – menos mal que ella no sabía de sentimientos humanos, así no tenía que explicar lo que acababa de hacer, que ni yo mismo comprendía bien – vamos, debemos hablar con el director. – me di vuelta para dirigirme hacia la entrada y me encontré con varios ojos curiosos observándonos, entre ellos, unos ojos violeta o rojo ( no se cuales son su color de ojos) que me veían molestos, era Cami. Mi corazón se encogió.
Sin pensarlo dos veces y como una reacción de defensa y venganza, tomé la mano de Joy y caminé junto a ella hasta el interior del instituto. Pasé por el lado de Cami sin mirarla siquiera, como si no estuviera allí y gracias al cielo no dijo nada. No sé si podría aguantar dirigirle siquiera la palabra. El dolor no podía pasarse de un día para otro, aunque gracias a joy no había tenido tiempo de acordarme de ello.
Caminamos a la oficina del director. Entramos a la sala de espera y dejé a Joy allí sentada. Luego toqué la puerta.
– adelante.
– Buenos días director Green– dije cuando entré a su oficina.
– Freddy, buenos días. Dime, ¿qué hace uno de mis mejores estudiantes en mi oficina? ¿No habrás hecho alguna travesura cierto? –bromeó.
– no, claro que no director – le respondí
– ¿entonces qué te trae por aquí?
– pues verá, una amiga mía se ha venido a vivir a Lima por cosas personales, así que está quedándose en mi casa, pero necesita continuar con el instituto. Entonces me gustaría saber si la aceptarían aquí.
– bien, primero que nada, necesito sus papeles de transferencia. – claro, ¿cómo no lo había pensado? ¿Qué le iba a decir?
– Ehh si, sobre eso… los ha extraviado.
– pues puede pedirlos nuevamente en su antiguo colegio.
– oh claro, no se nos había ocurrido ¿puede traérselos durante la semana? – no sabía que otra excusa inventar, pero creo que sería suficiente al menos para que la dejaran quedarse el día de hoy.
– está bien señor Freddy, solo porque es usted quién me lo pide y creo que es un alumno intachable. –me avergoncé de mi mismo, pues yo le estaba mintiendo en su cara mientras él me adulaba.
– muchas gracias señor.
– y ahora ¿puedo conocer a la señorita?
– eh, si… – le respondí y salí a buscar a Joy que estaba sentada en el lugar donde la había dejado… pero… rodeada de chicos. ¿Qué se creían ellos coqueteándole a mi pobre gatita?
Cof cof –me aclaré la garganta y los demás voltearon a verme. – Permiso –dije abriéndome paso y tomando a Joy de la mano – ella viene conmigo – dije mirándolos con recelo y llevándome a Joy a la oficina del director. Joy inocentemente se despedía de ellos con la mano y decía adiós.
– permiso señor Green, ella es Joy. – le dije indicándola. El director quedó embobado cuando la vio. Me reí por lo bajo.
– Hola – dijo Joy de manera informal pero el director no lo notó y le devolvió el saludo.
– bienvenida al Instituto, Joy… – la quedó mirando como si algo faltara. ¡Claro, el apellido!
– Quispe..–respondí el primer apellido que se me ocurrió – es Joy Quispe..
– ¿Así que usted es su representante? –me preguntó.
– no señor, es que ella es muy tímida. –le dije algo nervioso. Joy solo se agarraba de mi remera y miraba algo asustada, lo que sirvió para respaldar mi afirmación.
– Entiendo –dijo el director.
– señor Green, por esto mismo, me gustaría pedirle un favor… –dudé en seguir.
– dime Freddy.
– ¿podría ponerla en mis clases? Es que soy la única persona que conoce y como le dije, es muy tímida.
– claro, no hay problema. – Dijo y luego se dirigió a su secretaria por teléfono – señora MARIA, escriba una autorización para la señorita Joy Quispe, admitiéndola en nuestro instituto y por favor, póngala en todas las clases del señor Freddy –entonces cortó. – no se preocupe señorita Quispe –le dijo a Joy – no necesita traerme nada más, es un gusto conocerla y espero que disfrute su estadía en este pueblo y este instituto.
– Muchas gracias – respondió Joy amablemente y otra vez lo deslumbró con su sonrisa y su dulce voz.
Al menos estábamos salvados, no iba a necesitar falsificar documentos como lo había estado planeando en mi mente.
En cuanto llegó la señora maria y sin más que hacer allí, el director nos dio la autorización firmada por él y nos dirigimos con Joy a nuestra primera clase. Al menos habíamos pasado bien la primera parte.
Nos tocaba primero la clase de literatura. El profesor Mason ya había llegado.
– Joy–le dije antes de entrar –debes prestar mucha atención al profesor y preguntarme todo lo que no entiendas ¿está bien?
– Miau sip – se limitó a responder y eso me hizo pensar en más cosas.
– tampoco puedes maullar.
– ¿por qué no? – preguntó con pesar
– porque eres humana ahora, los humanos no maullamos. Ya te dije que había muchas cosas diferentes y que debías hacerme caso.
– lo sé, lo sé. – se resignó.
– eso está mejor. También quiero que permanezcas siempre al lado mío y por cierto, vienes desde Barranquilla. –ella asintió con su cabeza y luego de algunas otras indicaciones, crucé el por el umbral de la puerta.
– Freddy –dijo el profesor secamente. – llega tarde. –los demás compañeros miraron curiosos. No era normal que eso pasara.
– lo siento profesor, tuve que acompañar a esta señorita donde el director dije tirando a Joy hacia adentro, conmigo. – el resto de la clase comenzó a murmurar y pude notar las miradas de codicia en los hombres y de envidia en las mujeres.
– ¿y ella es…?
– Joy Quispe, estudiará aquí desde hoy. Aquí está la autorización del director –dije antes de que alcanzara a decir algo más. El profesor Mason miró la carta firmada y me la devolvió.
– Bienvenida entonces señorita joy –le dijo a Joy – puede tomar asiento.
– Gracias profesor – dijo Joy y luego volteó mirando a toda la clase para buscar donde sentarse. Varios compañeros indicaron que se sentara junto a ellos, incluso aunque tuvieran a alguien más ocupando el asiento del lado.
De pronto, como si algo le hubiera molestado ella refunfuño bajito y arrugó la nariz. Antes de que alguien más pudiera notarlo, la conduje hasta mi banca. Ben, que se sentaba al lado mío, le cedió el asiento a Joy amablemente cuando se lo pedí
– Joy ¿qué ha sido eso?
– ¿qué cosa? – dijo sin entender.
– ¿por qué has gruñido?
– Ahh eso – recordó –. Es que el chico que está al final – miré disimuladamente hacia donde Joy indicó, se trataba de Golden – dijo que eras un "puto niño rico suertudo" y no sé exactamente que significa eso, pero sentí una mala vibra cuando habló, así que supuse que es algo malo.
– mm… así que un pu… – ya estaba pensando en una manera de devolverle el insulto cuando me percaté de algo –Joy ¿cómo lo has escuchado?
– Tal como escucho a cada uno de los de esta sala – dijo de lo más normal
– pero si no hacen más que murmurar... quiero decir, yo no puedo escuchar más que un bisbiseo salir de sus bocas.
– mm… no lo sé, escucho como siempre. – y ahí estaba la respuesta, pero no añadí nada más.
Las demás clases pasaron como la primera: presentaciones, bienvenidas, murmuraciones, insinuaciones, etc.
La verdad no me extrañaba que todos los chicos miraran a Joy, era el ser más hermoso que pisaba la Tierra, pero ¿por qué tenían que ser tan directos y lanzárseles como si fuera un pedazo de carne? Eso me hacía hervir la sangre.
Pronto sonó el timbre de la última clase, antes de ir a almorzar y los alumnos comenzaron a salir. Algunos se despedían de Joy, casi todos los chicos en realidad y le daban la bienvenida. Solo un par de chicas se acercaron a saludarla como correspondía, entre ellas Mangle, Chica y Tobby que siempre andaban juntas aunque aun no comprendía el por qué, si eran tan diferentes y no me refería solo a la apariencia física.
Una vez que quedamos solos en el aula, cerré la puerta por dentro.
– Bien Joy, necesito que hagas algo –dije dispuesto a comprobar la teoría que me había formado en la primera clase.
– ¿qué cosa? – preguntó mientras yo la conducía hasta el final de la sala y la dejaba sentada en el último banco. Luego, me dirigí al frente del pizarrón, donde generalmente se paraba el profesor.
– ¿puedes escuchar esto? – Le dije murmurando lo más bajito que pude, de manera que alguien normal no habría escuchado desde donde Joy estaba.
– ¿qué cosa? – Preguntó con voz normal, y eso bastó para contestar a mi pregunta. Ella podía escucharme perfectamente.
– ahora, probemos otra cosa, quédate donde estás –le indiqué y entonces tomé una tiza y escribí en el pizarrón con la letra más pequeña que pude. Decía: levanta la mano, Joy.
– ¿para qué hacemos esto? – preguntó mientras levantaba la mano, obedeciendo a lo que había escrito.
– Espera un poco Joy–le dije mientras caminaba hacia ella y me sentaba a su lado. Luego miré hacia la pizarra y de no ser porque yo era quien lo puso, no habría sabido que tenía escrito, simplemente no lo habría distinguido y yo tenía muy buena vista.
– Como lo pensé –dije para mí.
– ¿qué pensaste? ¡Dimeee! – comenzó a hacer berrinche.
– la curiosidad mató al gato ¿sabías? – le dije bromeando pero ella no lo sabía y eso la asustó. – no lo digo enserio Joy – me puse nervioso pues no sabía como explicarle eso –, no te matará el preguntar algo, es solo una manera de decir… hay olvídalo. – me rendí. Ella torció el gesto y se encogió de hombros.
– bien, lo que descubrí es… que tus sentidos siguen siendo los de un gato. – solté.
– ohh – dijo ella como si hubiera comprendido, pero no. – ¿y eso es malo?
– Supongo que no, pero es impresionante para una persona normal, es como si tuvieras súper poderes o algo así – le expliqué –. Eres realmente una Gatubela… aunque creo que una muy mejorada versión – dije realmente emocionado por el descubrimiento.
– yupiii! – Chilló feliz.
– ahora vamos a comer, tengo hambre, seguro tú también.
– ¡comida! ¡Yumi! – se sobó su pancita y me siguió dando vueltas a mi alrededor, sonriendo, siempre rozándome al pasar, cómo cuando un gatito se te acerca para que le hagas cariño.
– ¿Freddy? – Preguntó antes de entrar a la cafetería– ¿qué es ser una gatubela?
No pude hacer más que sonreírle con ternura, pues eso me provocaba y pensé en lo pura e inocente que ella era.
De ahora en adelante, debía cuidar más a mi gatita. Nadie se podía enterar que ella tenía esas habilidades únicas, o tal vez terminaría siendo investigada por científicos y quien sabe qué más. ¡No! Eso nunca iba a pasar, nadie nunca me la iba a arrebatar y de eso me encargaría yo.
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