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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏

—Melina, niña del diablo ¿qué has hecho?

Giré con rapidez hacia la colérica Selina, mi profesora de baile.

—¿Yo? —Pregunté mirando a todos a mi alrededor.

—Niña, ¿has tomado algo de mi bolso?

—¿Qué? —pregunté en un grito ahogado— No, he estado aquí sentada todo el rato.

Sus ojos llenos de furia no me quitaban la mirada de encima, quería intimidarme ante todos mis compañeros.

—No te creo, estás mintiendo —declaró— revisaré tu bolso.

Me levanté rápido, incluso olvidando el dolor en mi pie que había sido el causante de que tomara un pequeño descanso. En realidad, todo iba tan normal como podía, yo asistiendo a la primera clase de baile de Selina, luego en un mal salto mi pie se lastimó, así que descansaba en el piso mientras los demás practicaban los pasos para el baile en el que nos presentaríamos el día del aniversario del pueblo.

—He dicho que no he tomado nada, nada que no sea mío.

La cara de Selina parecía un tomate a punto de explotar, estaba tan roja que temía por la vida de esta pobre mujer.

—¡Dame tu mochila! —exigió

—¡No, no lo haré!

—Entonces significa que estás escondiendo algo —comentó.

—Claro que no —me defendí.

Me negué, me negué en todo momento, mientras mis compañeros me miraban de la peor manera. Me observaban como si fuera una rata de alcantarilla. Me veía culpable al no querer mostrar mi mochila, pero me negaba a abrirla en frente de todos, mas con el contenido de mi mochila. No, no tenia el bolso de Selina, es más, dudaba completamente de que estuviera extraviado, Selina es una mujer ya mayor y se empieza a notar que olvida las cosas. El punto es que tenia un aerosol de pintura y curiosamente hace dos días apareció un mural algo feminista en la pared principal de la escuela. Era el mismo aerosol con el que se había escrito tal frase:

"Mientras haya una mujer sometida, nunca seré una mujer libre".

Y si, si era culpable de ese acto de vandalismo como muchos lo habían tachado, pero me era imposible dejar pasar la injusticia que se veía en la escuela. Hace una semana ocurrió un grave problema, se murmuraba que un profesor intentó abusar de una compañera, no conocía mucho a Isobel, la chica que aseguraba haber sido acosada por un viejo morboso profesor de química. La cuestión es que el director hizo un comunicado en el que dejó a Isobel como una mentirosa y de hecho la obligaron a disculparse con el maestro por intentar manchar su reputación.

Yo le creía a Isobel y me pareció horrible que los demás no le creyeran. Es que todos escuchaban y creían fielmente en el director. El punto es que no podían descubrir que pinté tal pared, lo hice como muestra de apoyo, pero al ser la única apoyando a Isobel, seguramente me iría mal.

—Dámela, Melina.

Selina arrebató mi mochila como si fuera de su propiedad, el solo hecho de que me estaba acusando de algo que evidentemente no hice hacía que mi estómago se retorciera de todas las formas posible o ¿era el miedo de que encontrara el aerosol? Posiblemente podían ser las dos cosas.

—No he tomado nada, no encontrarás nada.

Selina sacó de la mochila una billetera de gatitos, dirigiendo toda su furia hacia mí. Quise pedirle a la tierra que me tragara y me escupiera en Francia.

—¿Que decías, querida?

La mandíbula casi se me desencaja del rostro.

—Yo no metí eso ahí, lo juro, no tengo idea de cómo llegó ahí —me defendía.

—Claro, te creería, pero la prueba está aquí, más clara que el agua.

—¿De qué agua estamos hablando? Porque si es la del río, claramente no esta clara y cristalina, por ende, este problema tampoco. Alguien metió esa billetera en mi mochila con el propósito de culparme.

Reviró sus ojos provocándome un dolor de cabeza.

—No te quiero ver aquí nunca más —aseguraba— Donde llego a ver tan solo un pelito rubio por aquí, haré que te arrepientas de haber nacido, querida.

—He dicho que yo no fui, yo no metí eso en mi mochila.

Y trate de buscar entre mis compañeros al culpable de todo esto, pero podría ser alguien o tal vez ninguno. No tenia ni idea de cómo empezar esta investigación para limpiar mi nombre.

—Vete antes que llame a tus padres.

Agarró mi brazo, arrastrándome a la puerta de salida, sin importar que cojeaba porque mi pie aun dolía mucho.

—Eres una vieja mentirosa, tu mamá también y tu abuela y toda tu familia, cuando te des cuenta de que no he sido yo, entonces ahí pedirás perdón —le decía— ¡¡PERO SERÁ DEMASIADO TARDE!!

Tiró mi mochila y cerró la puerta en mis narices.

Caminé con aburrimiento y lentitud con dirección a la escuela. Eran aproximadamente las ocho de la mañana cuando llegué a la vieja escuela del pueblo y ahí, ahí estaban mis padres, mirándome con indiferencia.

—¿Qué hiciste esta vez, Melina? —preguntó mi madre al tenerme cerca— Bien, no quiero oír tus excusas en este momento, primero quiero oír lo que dirá el director.

Mi madre me miraba sin ninguna gracia en el rostro, mi padre por otro lado me mostró una pequeña sonrisa. La verdad ya creía que era momento para rezar por mi vida.

—Señor y señora Torres, el director los está esperando, pueden pasar —anunció la secretaria y también esposa del director.

Pasamos a la oficina del viejo de mi suegro, digo, director.

—Señor Torres, ¿cómo está? ¿cómo va su día?

—Imagínate, llaman diciendo que es urgente, nos hemos imaginado lo peor.

El director soltó una carcajada burlándose en mi propia cara, con algo de ironía.

—Y es normal con la hija que tiene, hoy es una cartera y mañana puede ser un banco —comentó riendo.

Mi madre me miró directamente, enojada con la insinuación del señor. Yo estaba completamente confundida.

—¿Que trata de decir? —preguntó mi mamá, dejando claro que no quería bromas.

Y con esa mirada hasta el director quitó su sonrisa. Mi madre justo ahora me daba miedo.

—Su hija está acusada de robar la cartera de la maestra Janeth, las cámaras la captaron cuando entró en la sala de profesores y luego salió algo nerviosa —informó.

—¿NE? —me levanté de mi asiento, abruptamente impresionada ante las acusaciones— Lo siento, es que veo muchas novelas turcas y a veces se me salen estas palabras. ¿Puede repetir lo que ha dicho de mí?

Mi padre sonreía ante mi arrebato, mi madre movía su cara de un lado a otro negando con reproche.

—Melina, he dicho que las cámaras te captaron robando el bolso de la profesora Janeth, ella reportó la desaparición hace unos minutos, un compañero tuyo dijo que te vio salir de la sala de profesores y decidimos ver las grabaciones y lamento decir que confirmamos que estabas ahí.

—No, eso no es cierto —me levanté golpeando el escritorio, mi mano ardía— están acusándome injustamente de algo que no he hecho.

—Melina, puedes sentarte y dejar que tu maestro hable.

—No, claro que no mamá —respondí molesta— te digo que me están acusando de algo que no hice.

El director juntó sus manos, miró fijamente mis ojos y fingió pena.

—Querida Melina, es normal que tengas miedo de que te castigue por este atroz acto, pero no puedes negar algo que has hecho, no querida, así no son las cosas, no puedes negar algo que hiciste, las cámaras no mienten.

Miré a mis padres, esta vez con seriedad ante el asunto.

—No pueden creerle a este viejo mentiroso, no hice nada, lo juro.

Mi madre se masajeaba la cíen tratando de calmarse, mi padre, él ya estaba más serio y no se podía encontrar ni un gesto de felicidad o diversión en su rostro.

Estoy en problemas, pensé.

—Melina, deberías calmarte, no estás en posición de revelarte aún más, no contra mí —habló el viejo bigotudo.

Acomodó su corbata, nervioso.

—No, no me calmo, están diciendo mentiras.

—¿Tienes alguna prueba a tu favor?

—¡Claro! ¿Usted dice que el robo fue esta mañana? —él asintió repetidamente— bueno, eso es imposible porque estaba en la clase de baile de Selina, estaba en su clase y si desea ella puede afirmarlo.

—Las cámaras no mienten, cariño —habló.

—No me diga cariño y tengo pruebas —miré a mis padres mostrando seguridad— estaba con Selina, ella me estaba gritando así que no lo olvidaría, pueden llamarla y preguntarle, confirmará lo que estoy diciendo.

Después de dudar, mis padres aceptaron, así que el director no tuvo otra opción que llamar al local de Selina. La mujer respondió el teléfono a gritos, se la podía escuchar incluso hasta mi asiento.

—Ni me mencione a esa niñita, la eché de aquí esta mañana porque casualmente encontré mi bolsa en su mochila —comentaba furiosa— y también encontré un aerosol del color con el que hicieron ese grafiti afuera de su escuela. Esa niña necesita disciplina, si es que no es mejor la correccional. Parece que la enviaron del inferno, es un pecado juntarse con ella. ¡Adiós!

Inmediatamente obtuve la mirada de los tres.

Creo que debería empezar a correr.

—Selina ha dicho que Melina intentó robar en su academia...y te acusó de ser la autora principal del grafiti en la entrada. Abre tu mochila, Melina.

Y me iba a negar, pero mi madre abrió la mochila antes de que pudiera reaccionar.

—En efecto, es el mismo color... la evidencia esta tan clara —habló el director y luego fingió un suspiro—. Lamento decir esto, pero hay conductas que no puedo tolerar en mi escuela, Señor Torres, Señora Torres —miró a mis padres, negando— su hija Melina queda expulsada de esta institución educativa.

Mis padres y yo nos miramos sin entender lo que acabábamos de escuchar.

—¿Puede repetir lo que dijo? —preguntó papá.

—Su hija no puede estudiar aquí, nunca más.

—Pero le he dicho que yo no fui, ¡Selina lo dijo!

—Si, pero también dijo que intentaste robarle y es una razón más para expulsarte, no queremos más de tus malos ejemplos, aquí hay más alumnos y si ven que dejo pasar este problema por preferencia no sería justo y me acusarían de favoritismo. Aquí todos son iguales y quien comete errores tendrá que asimilar su castigo, lo siento, la decisión está tomada y Melina no podrá estudiar aquí nunca más.

Definitivamente era momento para hincar mis rodillas y rezar diez padres nuestros y treinta Ave María. 

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