Capitulo 49
Al cerrar la puerta un desagradable chirrido ocasionó que todos nos echaran el ojo, nos veían como a dos conejitos en medio de una selva.
Me sentía como un conejito en medio de una salvaje selva.
Todos dejaron de mirarnos con interés cuando empezó la música. Sonó tan salvajemente que hasta brinqué del susto. No era nada más, ni nada menos que la voz de Bronco con su canción "Esa mujer". Todos nos ignoraron para empezar a cantar la letra con despecho y nostalgia. Había un grupo al final, que cantaba mientras se abrazaban y gritaban agitando sus copas. Solo les faltaba besarse entre ellos.
—¿Será que nos equivocamos de dirección? —pregunté aunque sabía ya cual era la respuesta.
—Es aquí —Santiago dijo serio.
Nicolás apareció mágicamente y se acercaba a pasos rápidos. Se veía pálido y muy asustado.
—¡Hasta que al fin llegan! —fue lo primero que dijo —Aguarda, ¿por qué vienen juntos?
Alternó su mirada en ambos.
—¿Puedes decirnos lo que sucede con tanta emergencia? —le respondí buscando por todo el lugar a mis primos.
Nicolás se rascó la cabeza, evitando vernos.
—El problema no está aquí.
—¿Que quieres decir? —Santiago le preguntó.
—Detrás de esa puerta hay una fiesta —señaló una vieja puerta de madera con algo de moho —Pamela está con su noviecito, él está muy borracho al igual que Daniel y están a punto de irse de golpes.
—¿Cuál es la razón? —pregunté confundida.
—Pamela quería irse, pero este tipo no la ha dejado moverse de su mesa, ella nos pidió venir y este tipo dejó muy en claro que Pamela no saldría de aquí hasta que él quisiera —soltó rápidamente —dijo algo así como que "ella vino conmigo y se va conmigo". Daniel ha estado a punto de golpearlo.
El bar era una especie de dos compartimientos, al pasar por la puerta del fondo entrabas a otro ambiente, uno más jovial, aunque la pinta seguía siendo la misma, es más o menos decir, que la primera parte del bar era para los adultos y la que seguía para sus hijos y estaba muy segura de mi hipótesis. Aunque, cabe rescatar un punto muy importante, mientras los más adultos estaban a punto de cortarse las venas cantado junto a la voz de Marco Antonio Solís, los más jóvenes cantaban y bailaban al ritmo de Ariana Grande con su gran tema Thank u, next. Hasta casi me olvidaba a lo que venía y me ponía a cantar y bailar con las cantantes principales del bar.
—Ahí está —señaló Nicolás.
Pamela estaba sentada junto aquel joven, se veía nerviosa mientras que su acompañante veía a las mujeres que bailaban y cantaban en el escenario, sin importarle lo demás. Daniel, él estaba sentado unas mesas más atrás de su hermana, con la cara roja y bebiendo un vaso tras otro. Parecía que estaba en una competencia.
—Daniel —moví las manos en frente de su cara, llamando su atención —tenemos que irnos ahora.
Rechazó mi propuesta.
—No me iré sin mi hermana.
—Yo tampoco, buscaremos una solución que nos convenga.
Me ignoró para seguir bebiendo.
—¿Intentaron pedirle amablemente que dejara en paz a Pamela?
Nicolás se cruzó de brazos.
—Si, no te preocupes, fuimos y le dijimos "qué tal amiguito, nos llevaremos a tu noviecita la necia y te dejaremos solo, adiós y que Dios te bendiga"
Puse mis ojos en blanco.
—Pues tuvieron que haberlo hecho mejor.
Santiago ignoraba nuestra pequeña discusión mientras le quitaba otro vaso con licor a mi primo, impidiéndole que siguiera bebiendo
—Santiago, devuélveme el trago.
Santiago negó.
—Mesera, otra ronda por favor —Daniel gritó e ignoró a Santiago.
Le di una última mirada a Nicolás.
—Bien, entonces iré yo.
—Suerte con eso.
Hice una mueca.
—No la necesito.
Nicolás me volteó los ojos.
—Cien dólares a que te ignora colosalmente —Nicolás extendió su dedo meñique.
Entrecerré mis ojos.
—Doscientos a que la sacó de aquí.
Ambos nos dimos una mirada de revancha. Entrelazamos nuestros meñiques.
—Mira y aprende —dije decidida.
—¿A donde vas? —Santiago me detuvo.
—¿Como que a donde? —mire a Pamela —Iré hacer algo por mi prima mientras ayudas a mi primo.
Santiago me detuvo tomando ligeramente de mi brazo.
—¿Ves el lugar? —preguntó frunciendo el ceño —está lleno de gente alcoholizada, lo último que quiero es que alguien se propase contigo, Lillie.
Me solté de su agarre.
—Si alguien lo intenta le pegaré en los lugares más dolorosos. Tú ayuda a mi primo mientras yo ayudo a Pamela.
—Ya tranquilicé a Daniel.
Levante o al menos intenté levantar una ceja.
—¿Seguro? —pregunté.
Ambos miramos en dirección de Daniel. Estaba tirado en el piso de una forma muy retorcida. Nicolás intentaba ayudarlo mientras se reía fuertemente.
—Espera, déjame grabar esto —le avisó a mi primo.
Suspiró y aceptó.
—Bien.
—Encárgate de Daniel y Nicolás —pedí —yo me ocuparé del resto.
No espere su respuesta, así que me puse en marcha a la mesa de Pamela. Evité chocarme con algunos borrachos que se tropezaban cayendo al piso de madera.
—Eh, hola que sorpresa, Pamela y...—No recordaba el nombre del hombre, que importa —¿que hacen aquí?
El chico me miró con una sonrisa quisquillosa, para luego ignorarme.
—Pamela, tenemos que irnos a casa ahora mismo—murmuré.
Pamela asintió más tranquila de verme.
—Mesera —gritó el chico —Tráiganme tres vasos más.
—No, gracias —lo interrumpí —ya tenemos que irnos, verás, es muy tarde y normalmente la gente quiere descansar, dormir y esas cosas banales, te veremos otro día.
Agarre del brazo a Pamela, levantándola de la silla y caminando con cuidado. El chico se levantó y nos detuvo.
—No pueden irse sin antes beber.
Arrastraba las palabras, moviendo su vaso de un lado a otro, derramando un poco del líquido al sucio piso.
Quería golpearlo.
—Bien, beberemos ese vaso y luego nos iremos.
Asintió y la mesera trajo tres vasos más, rebosando de licor.
—¡Salud!
Brindó el muchacho sin darse un respiro, y mientras él bebía sin respirar, yo botaba el líquido que había en mi vaso sin que se diera cuenta.
—Rico, si... ahora, adiós! —me despedí rápidamente.
No soltaba del agarre de Pamela, igual que ella no me soltaba. Dimos un par de pasos hasta que su noviecito, nos detuvo y esta vez con agresividad.
—Un momento, aún la fiesta no termina.
—Elio, te dijimos que ya tenemos que irnos —Pamela habló por primera vez, ya cansada —vendremos en otra ocasión.
Claro que no.
—No, sin beber otra copa —volvió a hablar, fuerte, bañándonos de saliva.
Mi piel ardía. Era como ácido.
—¡Ya dijimos que no! —Respondí ya cansada y exhausta.
—Beberán otra copa.
Seguía insistiendo.
Santi apareció tirando las copas que Elio nos estaba ofreciendo, enojando al loco y borracho. Ambos se dieron una gran mirada de odio, Santiago aún sostenía la mano de Elio, deteniéndolo. Elio con su otra mano libre intentó golpear a Santiago, pero Daniel lo detuvo y lo golpeó de vuelta.
La bomba estaba por detonar, incluso la música se detuvo. Todo era silencio, era el silencio que llegaba antes de la guerra.
Todos los amigos bebedores de Elio, se detuvieron de sus actividades festivas y se unieron a la pelea para defender a su amigo, el obstinado.
Todo el ambiente estaba cargado de odio y malas miradas, era una tensión insoportable. Pamela y yo ni nos movíamos, sentía que si respiraba sería la causa y el detonante de una pelea que estaba muy por encima de nosotros. Es que teníamos todas las de perder.
—¡PELEA! —gritó alguien fuertemente y fue cuando la música empezó.
Y si, no era nada más y nada menos que Harry, mi queridísimo Harry Styles cantando Treat people with Kindness mientras la pelea empezaba.
Elio se reincorporó golpeando a Daniel justo cuando Harry cantaba la parte en la que decía que "podemos tratar a la gente con amabilidad". Vaya amabilidad que había en este lugar.
Santiago le devolvió un golpe en la cara de nuestro ahora enemigo oficial. Nicolás intervino cuando vio que uno de los amiguitos de Elio, venía dispuesto a golpear a Santi con una silla.
—Mierda —Pamela susurró asustada.
Después de eso fue imposible detener la pelea que había empezado sin dar tregua, éramos cinco contra trece hombres, uno más ebrio que el otro, pero aún con fuerzas y ganas de luchar.
Pamela se entrometió, dándole un golpe con un vaso a un delgaducho que quería golpear a Nicolás.
—¡Estupidito, con mi familia no te metes! —Le gritó viéndolo como se retorcía en el suelo.
—Maybeeee wee Jenny fundes —cantaba un borracho que ni sabía en qué año o en qué día vivíamos.
¿Acaso no sabía que estaba matándonos con su canto espantoso?
Quería callarlo, necesitaba callarlo, el estaba arruinando la preciosa canción. Así que giré lentamente y le lanzó una banana en la cabeza, este se giró para encontrar a su agresor pero no observó bien y golpeó a un chico que intentaba huir del lugar. Empezaron a golpearse como boxeadores, solo que estaban muy ebrios.
—¡Auch! —gritó alguien más.
Las meseras corrían de un lado a otro, escondiéndose debajo de las mesas o de cualquier cosa que las cubriera de un mal golpe. Ellas corrían tratando de salvar sus vidas, tal escena parecía salida del Titanic.
Yo estaba ahí, plantada sin saber que mismo hacer, si correr, si detener la pelea o si defender a mis amigos o si seguir cantando con Harry. Estaba inmóvil, incluso dejé de cantar cuando una cuchara pasó volando por mi cara, casi me daba en un ojo.
—Pamela, debemos marcharnos ahora —murmuré aterrada.
Pamela no estaba a mi lado, ya no. Ella estaba luchando como varón. Agarró un plato y lo estrelló en la cabeza de un gordo de cabello largo.
Agarre mis cosas rápidamente pero al levantarme un hombre que venía corriendo tan velozmente que se estrelló contra mi, cayendo ambos al piso.
—¡AY! ¡GORDO QUÍTATE QUE ME MATAS! —grité asustada al quedarme sin aire.
El tipo era pesado y su peso no me dejaba ni mover ni respirar, intentaba moverme pero fallaba.
Así que, decidí hacer lo que había dicho que haría.
—Discúlpame Harry, te voy a fallar —mire al techo.
Proseguí y puse en puño mi mano derecha, dispuesta a pegarle un puñetazo al gordo que tenía encima. Solo que fallé, y esta vez no hablaba de Harry.
—¡Lillie! —Santi se quejó cubriéndose un ojo.
Se cubrió el ojo que recibió mi golpe.
Me tape la boca, sorprendida. Aunque más aliviada de haberme librado del gordo.
—Tú te entrometiste —me excusé.
Santiago permitió quejarse un poco más del dolor.
—¡Pero para ayudarte con este tipo! —exclamó —¡No para recibir un puñetazo de tu parte!
Me encogí de hombros, inocentemente.
—Este gordo parecía muerto —me quejé—y si no se movía la muerta iba a ser yo. Fue mi única solución... hasta que apareciste.
El hombre protestó y estaba levantándose para golpear a mi flaco de ojos verdes, así que le metí pie y lo mandé a volar contra una mesa.
—Te lo dije —me reprochó, olvidando el golpe que le propiné.
El hombre que me cayó encima, no conforme con casi matarme volvió dispuesto a pegarle a mi flaco.
—A tus espaldas —dije desde mi posición que era nada más y nada menos que estar tendida en el piso mientras todos seguían repartiéndose golpes como en fiestas navideñas.
—Desnutrido, te voy a partir tu ma —decía, digo decía porque Santiago lo golpeó muy fuerte.
Estaba muy segura que le había tirado un par de dientes, porque lo dejó tendido en el piso con la boca sangrando.
—¿Me dijo desnutrido? —dijo Santiago tendiéndome la mano para levantarme —¿acaso no ha visto estos brazos?
—Claro, le ganas a Hércules.
—Si, ya lo sé... te estás burlando de mi? —preguntó levantando una ceja.
—No, como cree señor —fingí inocencia.
—Y ahora me dices señor, es intolerable, señora—dijo molestándome.
—¿Como que señora? —me quejé.
Me sacudí los pantalones de mala gana.
—Perdón, es anciana —corrigió —¿Ya viste como te chispeó ese hombre? Y te quejabas como una ancianita en peligro.
Le pegué en el hombro.
—Basta, no me hagas enojar.
—Lo siento, amor —dijo dándome un beso en la boca.
Santiago acababa de dejarme mucho peor que el gordo que me cayó encima. ¿QUIÉN DEMONIOS TE BESA COMO SI NADA EN MEDIO DE UNA PELEA?
Se detuvo para tomar delicadamente un mechón de mi cabello. Junto su frente con la mía y suspiró.
—Este besó acaba de saldar el golpe que me diste.
Sonreí divertida.
—Lo siento. No debí cerrar los ojos cuando estaba por golpear a ese hombre.
Su sonrisa se extendió aún más.
—Tu cinismo me encanta.
Iba a responderle, pero Nicolás nos interrumpió, de nuevo.
—Y LOS GANADORES SON... —Nicolás exclamó —LOS TRES MOSQUETEROS Y AQUÍ SUS DAMISELAS EN PELIGRO.
Daniel escupió sangre y se levantó del piso. Pamela brincaba al lado de Nicolás, festejando. Solo nosotros cinco seguíamos de pie. Habíamos sobrevivido, habíamos ganado en territorios ajenos. Se sentía bien. Creo que era hora de festejar.
—¿Ganamos? —pregunté incrédula.
Yo no había ayudado mucho, pero me sentía triunfadora.
—Al parecer si —me respondió Santi.
Empezamos a festejar sobre nuestros enemigos que ya estaban soñando con quien sabe qué cosa.
—¿Quién ha osado a maltratar a mis muchachos?—preguntó un hombre del tamaño de pie grande.
Todos nos detuvimos, dejando el bailecito del triunfo a un lado.
—Bueno, parece que hemos festejado antes de tiempo —dije en susurros.
Eran seis hombres, ambos salieron del baño y se veían más consientes de lo que pensaba. Si, en efecto, nos querían matar con la mirada.
—Bueno, chicos —habló Nicolás — ¡ES MEJOR QUE DIGAN QUE AQUÍ CORRIÓ, A QUE AQUÍ MURIÓ!
Dicho eso se acercó a Pamela y la tomó de los brazos, huyendo del lugar. Santiago me tomó de la mano para correr por nuestras vidas, pero un leve dolor en mi cicatriz me detuvo.
—Me duele —dije deteniéndome.
La manada de hombres que nos venían persiguiendo dispuestos a matarnos, se acercaban cada vez más mientras gritaban como salvajes de la edad medieval.
—Sostente bien —pidió Santiago.
Me levantó con sus brazos y me llevaba como si fuera un bebé, cosa que no era.
Todo sucedía rápidamente, un instante todos se golpeaban, volaban puños por aquí, puños por allá, sillas más allá, mesas y vasos rotos, sangre y al siguiente momento nos veíamos huyendo del lugar.
Así que si, la situación no se veía nada bien, Pamela corría tomada de las manos de Nicolás, Santiago me cargaba en sus brazos mientras corría por nuestras vidas y Daniel, él venía de último y no perdía la oportunidad de golpear a cualquier hombre que se le cruzara.
—Santiago, maldita sea. ¿dónde esta el carro?—Nicolás preguntaba sin dejar de correr.
—¡Está a unas cuadras de aquí! —informé.
Mire detrás de nosotros y eran aproximadamente unos sietes hombres que venían corriendo por nosotros. Eran como leones y nosotros sus zebras. Y estábamos a punto de ser su comida. Su festín a media noche.
—¿Quién quiere rezar un padre nuestro? —pregunté seriamente.
—¿Un padre nuestro? Creo que ni cien padres nuestros nos salvarán de esta, Lillie —dijo Santi.
Se escucharon unas patrullas de policías, retumbando en nuestros oídos.
—¡Mierda! —Nicolás gritó asombrado —Estrellita, al parecer te debo cien dólares.
Recordé la apuesta.
—Son doscientos —corregí.
—Cierto. Los quieres en efectivo o en cheque?
Estaba pensándomelo.
—¿Quieren cerrar la boca? —Pamela preguntó —ninguno disfrutará de ese dinero si no salimos de esta con vida.
Mire a Santiago, estaba sudando. Di una rápida mirada a nuestros enemigos, venían corriendo con palos y botellas en mano.
De verdad nos querían dar una paliza.
Nota de esta chica preciosa: feliz por un capítulo nuevo? Piensen bien en su respuesta *saca navaja*. Muchas gracias por leer este capítulo. No tengo nada más por decir, solo espero que no les pase nada a mis chicos fav. También pueden desearme un happy birthday a mi... solo digo. Je, je, je.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro