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Capitulo 43

—¿Ya podemos irnos?

—Lillie, aún tenemos que esperar a tu mamá—decía mientras jugaba Candy Crush en su teléfono.

—¡Papá! —exclame a gritos, obteniendo su atención—Ya quiero huir de este lugar, es decir, fue bueno mientras duró.

Me miró de mala gana.

—Me has hecho perder—renegó.

—¿Que yo que?

—La partida sabes lo difícil que es llegar al nivel 2.221?

—¿Nivel 2. 221? ¿Eso es lo que pasas haciendo?

—Reniegas de tu madre y ustedes son igualitas de tóxicas.

Arrugué mis cejas, confundida.

—A quien le dices tóxica? Para tu información aquí el tóxico eres tú y tu jueguito. Le diré a mamá que te lo haga eliminar.

—No lo harías. Mi propia sangre no puede traicionarme.

Nos retábamos con la mirada.

—¿Quieres ver que si?

Mi padre parpadeó primero.

—Bien, recoge tus cosas que nos iremos ahorita mismo.

Parpadeé contenta.

—Gracias. Te amo.

—Cría cuervos y te sacarán los ojos —susurró dramáticamente.

Recogí todo a en un corto tiempo.

—Estoy lista.

Mamá venía con rapidez. Ella también quería esfumarse de este lugar.

—Podemos irnos —informó mirando con extrañeza mis maletas— No pensaban en dejarme botada, o si?

Mi padre y yo nos miramos, pero rápidamente sonreímos angelicalmente.

—Ella me obligó.

—El me obligó—dije al mismo tiempo.

Mi madre puso sus ojos blancos como si estuviera exorcizada y nos ignoró. Recogió sus cosas y guardó la receta.

—Deberas volver cada tres dias hasta que te quiten los puntos.

Se me borro la sonrisa así de rápido como apareció.

—Y yo que ya estaba brincando de una pata.

Los doctores que me atendieron, movían sus manos en la lejanía, despidiéndose.

—Adiós, Lillie— se despidió la doctora Linda.

—Adiós, vuelve pronto —dijo rápidamente el enfermero, luego dudo y quito su sonrisa— mejor no.

Sonreí confundida y me despedí agitando la mano desde la salida.

—Espero no volver a ver a esa doctora nunca mas—dijo mamá.

—Pero se portó de linda manera, la doctora Linda—dije.

—No lo entenderías—respondió mi madre.

Tomamos un taxi para así llegar a la casa de la abuela. Tenía un día desde que no la veía, me sorprendía.

—Disculpa, ¿eres Lillie? —Me preguntó la señora taxista.

Mis padres me miraron de manera acusatoria.

—Eh, si... al menos lo que queda.

Estaba mucho más flaca de lo que ya era. Tenía ojeras, el cabello reseco, los labios partidos y las manos tan verdes y adoloridas de tantos agujeros que hicieron en mis venas.

Maldita enfermera Lucy.

—¿Podrías darme tu autógrafo? —preguntó mirando por el retrovisor —lo siento, es que mi hija no para de hablar de ti.

—¿En serio? ¿Cuál es su nombre?

—Hanna —respondió —ella tiene trece, te sigue en Instagram o algo así.

Me tendió una libreta y una pluma, donde firmé con una pequeña dedicatoria. Mi humor había mejorado mucho y con una sonrisa bajamos del taxi.

—¿Firmaste ese libro, con tu firma legal? —preguntó mi madre al estar paradas en frente de casa.

—Si, ¿porqué?

—Te ofreciste en bandeja de plata —respondió mi padre.

—¿Por qué?

—Pueden falsificar tu firma.

—Madre, no seas tan dramática. Las personas de la ciudad no son como las del pueblo, aquí la gente no es así.

Aceptó algo molesta, ayudándome a subir las pequeñas escaleras de la entrada, dejando atrás a mi padre y las maletas.

—¡¡Sorpresa!! —gritaron todos.

Nicolás explotó uno de esos tubos con serpentinas y brillantinas, que me cayó directamente en la cara.

—¡Me azotaste, imbecil!

Nicolás sonrió dulcemente, los demás lo miraban como si no supieran qué hacer con él.

—Lo siento.

—Acércate y lo sentirás de verdad.

—¡Te dije que no lo hicieras! Nos picará todo el cuerpo —le reclamo Daniel.

—Claro casi me deja ciega, pero te preocupa que te pique el cuerpo, entiendo a eso le llaman prioridades.

—Y la dramática después soy yo—dijo mi madre.

—Pues la niña no miente —me defendió la abuela—mi pequeña traviesa.

Llegó hasta nosotras para envolverme con sus brazos.

—Cuanto te he extrañado—comentó entre pena.

—¡Bienvenida a casa! —dijeron mis tíos, quienes también se acercaron a abrazarme.

—Calma, aún no se librarán de mi.

La gran sala estaba decorada con globos, flores y comida, la última me agradaba más.

—Familia he vuelto a tiempo para la sorpresa de...—Pamela miraba todo con confusión —llegaste antes.

—No, tú llegaste tarde —mi tía le llevo la contraria.

—Bueno — se acomodó el cabello. —no importa, será la para la próxima sorpresa... y hablando de sorpresas —fue a la puerta y la abrió, volvió acompañada— Mi novio, familia.

Mis ojos se engrandecieron al ver al novio de Pamela. ¿Era guapo? Si. ¿Tenía pinta de malo? También. ¿Llevaba un par de perforaciones que a la abuela no le gustaban para nada? Claro que si. Era el combo Perfecto para mandar a mi abuela directo al piso. Literal.

—¿C-cómo que este chico es tu novio?

Victoria pegó un fuerte grito al darle un rápido vistazo al chico, quien le sonreía dejando ver su diente dorado.

—Si... ¿sorpresa?—mi prima dijo dudando.

Y la abuela cayó al piso como una suave hoja cayendo de su árbol, mientras Nicolás se había quedado congelado y aún con su sonrisa en la cara.

—¡Ah! —Dorothea gritó al ver a la abuela en el piso.

Si, estaba tendida en el piso con el brazo derecho sobre su frente.

—Intenso —comentó el novio de Pamela.

El resto se resume en Dorothea llamando al doctor de la familia, llevando a la abuela a su habitación con ayuda de mi tío. Mis padres haciendo las maletas  y mi tía, ella se encargó de llevarse a Pamela a la oficina de la abuela, más bien conocida como "la oficina del castigo", cada que se entraba ahí uno salía con un fuerte castigo.

—¿Porque sonríes? —Daniel le preguntó a Nicolás.

—¿Yo? No estoy sonriendo... ¡solo estoy feliz!

—¿Te das cuenta que mi abuela se desmayó y estás feliz?

—Claro que no estoy feliz por eso, estoy feliz por otra cosa que me acaba de alegrar la vida —empezaba a creer que Nicolás tenía algún tipo de sentimiento por Pamela, él se negaba en admitirlo pero yo ya sabía que él nos mentía a todos acerca de "odiar" a Pamela — y es que tenemos de vuelta a nuestra estrellita.

Se acercó rápidamente sólo para despeinarme el cabello. Santiago, que estaba en una esquina muy silencioso viendo todo.

—No tienes que ir a recoger a tu mamá a la peluquería? —le preguntó a Nicolás.

Nicolás hizo una mueca y asintió.

—Eh, puede esperar un poco, no morirá si lo hace, cierto Estrellita?

—Morirás tu si sigues despeinando a Lillie —dijo cruzando sus brazos.

Sonreí divertida.

—Uh, alguien amaneció de malhumor. De todos modos ya vi lo que quería ver y ahora me retiro—hizo reverencia y miró a Daniel —¿Vienes?

—No hasta saber que es lo que pretende hacer mi hermana.

—¿Me mantendrás informado?

—Por qué quieres tu saber de mi hermana?

—Olvídalo.

—Bueno, quien me pasa la mermelada? —pedí ya muy cómoda en el mueble.

Ninguno me escuchó. Daniel y Nicolás ya estaban peleando con las manos. Santiago suspiraba y estaba a punto de tomar la mermelada cuando el novio de Pamela se adelantó.

–No sabía que el adn de esta familia fuera tan perfecto —dijo entregándome la mermelada.

Todos nos quedamos congelados y sorprendidos. Estaba coqueteando conmigo o era alucinaciones por las tantas pastillas que tomaba a diario?

—Eh, te llevare para que conozcas a la perfecta puerta —hablé cuando vi a los chicos confundidos y amargados mirando de manera fulminante —te llevaré a la salida.

Le di la vuelta y lo empecé a empujar de la espalda, llevándolo a la salida.

—¿Me das tu número?

—Pídeselo a mi prima o tu novia. Como prefieres que le diga?

—Como tu—lo interrumpí.

—Que te vaya bien en tu camino a casa... —. Cerré la puerta sin darle oportunidad de decir algo más.—donde sea que vivas.

—¡Lillie! —Daniel gritaba.

—Dime.

—Iré a ver a Jenny, es algo importante, si preguntan por mi diles que volveré por la noche.

Daniel salió de la casa.

—Yo iré por mi madre —Nicolás informó —Santiago, vienes?

—No, tengo cosas que hacer.

—Lillie, querida estrella, es mi hora de partir no me extrañes mucho.

—Desde ya sufro por tu partida —dramatice—por favor, cierra al salir.

Nicolás me apunto repetidamente con el dedo y salió, cerrando como le indiqué.

—Prepare comida para ti —informó.

Sonreí alegre.

—Uh, cocinarás para mi?

—Si.

Le seguí a la cocina que estaba milagrosamente desolada.

—Necesito ponerme al día con las películas de Sherk —dijo mientras buscaba los ingredientes en la nevera— es increíble que me haya estado perdiendo de lo mejor.

Me senté y mire las fundas de papas fritas que habían en el mesón. Al parecer no tenía dueño y yo tenía mucha hambre.

—De quien hablas, de las películas o de mi? —pregunté seriamente e ignorando a la funda que decía "cómeme".

Se detuvo y me miró sonriente.

¡Alguien que me traiga un pañuelo que me estoy babeando!

—La película es buena, pero no tanto como tenerte a ti.

¡¿Porque dice esas cosas así como así?!

—¡Melina! — mi madre se acercaba gritando.

Me giré a la puerta a esperar su aparición.

—Dime.

—¿Dime? Estas viendo cómo es tu hija — le dijo a papá, que venía detrás de ella.

Ambos estaban muy enojados.

—¡Está vez te juro que no he comido ninguna chucheria! —dije levantando las manos — quiero decir pensé un momento en tomar esa funda de papas y comérmelas pero Santiago me distrajo y te juro que no comí nada!

Estaba demasiado ocupada mirando al Dios que tenía enfrente.

—¿Que? —dijo papá confundido.

Mis padres se acercaron, los dos tenían muy mala cara, podía decir y afirmar que estaban muy enojados conmigo.

—¿Puedes explicarlo? —mi mamá me mostró su teléfono —¿puedes explicarme estos mensajes?

Estaba completamente arruinada.

—Yo...

—Ahora dirás que también te están inculpando? O que no lo hiciste? Vamos, dinos. Que excusa dirás ahora?

—Ninguna —dije sería—No, de hecho yo lo hice y lo acepto y tampoco me arrepiento de nada.

—Que descaro tiene la niña, hace lo que se le antoja y luego como si nada lo acepta.

—Hija, como te atreviste a hacer tal cosa —preguntó mi padre, se veía herido y triste.

Me partía el alma verlos de esa manera por mi causa.

—Yo creí que sería mejor si venden la casa y viven aquí, es más, la abuela estaría encantada y no se negaría.

Mi madre dejó caer su bolso, provocando un golpe en seco.

—¡Ahora mi madre te llena la cabeza con el mismo tema de siempre!

—No, solo creí que tenía razón.

—¿Y por eso publicas que la casa, la casa donde naciste está en venta? ¿Es esa tu magnífica idea?.

Ahora que lo decía de esa manera se veía mal.

—Es que también tienes una hija y parece que no piensas en mi. ¡Beth está muerta! ¡Ella ya no está y ahora estoy solo yo! —exclame enojada —Acaso es muy difícil hacer un cambio.

Mi madre levantó su mano y con su palma me abofeteó. Fue un golpe seco y fuerte, callando cualquier sonido.

—Prepara tus maletas, nos vamos a casa.

—¡No, no lo hagas por favor! —supliqué al borde de las lágrimas.

—Tu madre ya habló, te esperamos en el auto.

—¡No iré! No pueden venir y dejarme aquí a mi maldita suerte y luego enojarse y querer llevarme de vuelta a un lugar donde a nadie le agrado.

La voz se me quebraba con cada palabra que decía, mis padres estaban sorprendidos y enojados.

—Melina, por favor.

—No —detuve a mi padre— ustedes nunca me creyeron cuando les dije y les aseguré que no había robado nada. Nunca lo hicieron, pero si hubiese sido Beth la culpada, entonces ustedes hubieran quemado el mundo. En cambio, ustedes se deshicieron de mi y no les importo mucho mi inocencia, ni siquiera lo consideraron cuando me echaron del pueblo. —estaba dolida y ni siquiera sabía que lo estuviera—Y no, no voy a irme de aquí.

Me aleje de ellos a paso rápido, desapareciendo en tantos pasillos que me encontraba.

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