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Capitulo 41


No estaba en el cielo, tampoco en el infierno, estaba un paso casi para ir a uno de esos dos lugares.

Me desperté somnolienta, cansada, fatigada y con algo de dolor en el abdomen. Cerré un poco mis ojos, por lo molesta que era la luz del lugar, aunque también agradecida de que no sea ese tipo de luz del que hablan los cristianos. El paisaje no dejaba mucha información para mi pobre cabeza que latía ligeramente de dolor, pero tampoco estaba tan moribunda como para no entender que reposaba como una sirena en una camilla cualquiera en una habitación cualquiera de un hospital cualquiera. El techo blanco, fue interrumpido por mis padres, quienes aparecieron sonrientes y rebosantes de felicidad.

—Hijita mía—mi madre habló con ternura—, estaba muy asustada por ti—se limpiaba las lágrimas que caían en mi cara—fue aterrador, no me imagino el dolor que sentiste!

Aún no entendía a mi madre. Hablaba tan rápido que me mareaba.

—Pue-puedes hablar más bajo?—hable, aunque sentía mi voz rara y diferente— no entiendo de lo que hablas.

—Cariño, hace tres horas saliste de cirugía—soltó mi padre.

Pero que delicado y sensible era mi padre al momento de dar noticias así de radicales. Iba a levantarme bruscamente, me detuve al sentir un fuerte dolor aún en mi abdomen.

—¡Ey! No querrás abrirte los puntos! —me aclaró mi madre.

—¿Puntos? —pregunté absolutamente confundida, mirando todo a mi alrededor— pero solo me dolía un poco!

Tenía una intravenosa en la mano y dolía con tan solo verla. También vi que tenia ya mis manos verdes de las tantas veces que picharon en mi mano solo para poner esa desgraciada aguja, parte realmente dolorosa. ¿Por qué solo recordaba lo que me traumaba, como esas agujas y esa tanta sangre que me robaron para los estudios?

—Hija, acabas de salir de una cirugía—miró a mi padre, para que este ayudara a explicarme—una apendicectomía abierta, cierto Felipe?

Mi padre que veía el partido en la televisión, nos miró en cuanto mi madre le apagó el televisor.

—Si, lo que dijo tu madre —evidentemente él no escuchó lo que mi madre dijo, pero sin duda era mejor responder o sino se ganaba una bofetada por despreocupado—terrible.

—¿Dicen que me operaron?—levante un poco la voz, dejando salir un gallo.

—¡Correcto! —entró el enfermero.

Casi pensaba que estaba en el paraíso y no en un hospital, donde recientemente me habían abierto el estómago y me habían extraído mi pequeña y dolorosa apéndice.

—¿Cómo está la enferma?

—¿Ahora? ¡Súper bien! Ya ni me duele nada—respondí rebosante de alegría.

El enfermero se giró. Me observaba divertido.

—Entonces, creo que te daremos de alta de inmediato.

Me puse una mano en la frente, dramáticamente.

—¡Ah!—dije adolorida— me explota la cabeza.

Mi madre se interpuso entre el buen, buenísimo enfermero. Una de sus cejas estaba levantada.

—Lillie, compórtate—pidió mi madre.

—Hija, quienes son todos esos chicos que esperan afuera?

Mire a mi padre sin saber lo que decía y de quien hablaba. Solo podía ver lo lindo que era el enfermero.

—Son los amigos, ¿cierto hija? —mi madre me miraba, también con incertidumbre.

—No, son mis novios. —Respondí con sarcasmo, pero olvidaba que mis padres no entendían el significado de aquella palabra.

El enfermero abrió tanto sus ojos que parecían que se saldrían de su cuenca.

—Ah! Por Dios, Melina no puedes tener diez novios al mismo tiempo!

—Ah!—me queje— ¿Cómo que no madre? El que quiere puede y si quiero yo puedo.

Cada palabra que salía de mi boca molestaba a mi madre, haciéndola olvidar que estuve a punto de morir del dolor horas anteriores o que literalmente si iba a morir.

—¡Melina! —mi padre habló—No puedo creer que todos esos chicos no peleen por ti, los tienes bien domados, en mi juventud apenas podía con dos chicas a la vez... cual es el secreto?

Mi padre se acercó a mi camilla, de verdad parecía interesado en mi respuesta, tanto así que estaba olvidándose de la presencia de mi progenitora, que estaba muy molesta con ambos.

—Olvídalo mamá...supongo que son mis compañeros.

—¿Segura?

—Más o menos.

—Aah, con ustedes dos, no se puede hablar con seriedad. Iré a avisarles a todos que has despertado.

Mi mamá salió de la habitación, dejándome con mi papá y el enfermero, que no paraban de sonreír.

—¡Oh, Jesús! Lillie, como te encuentras, estás bien? Este lugar es horrendo. Que es esto? Es blanco?—miraba las paredes—Llamaré para cambiarte de hospital, necesitamos uno más conservador y prestigioso.

La abuela entró, mirando todo despectivamente.

—Estoy bien, siento como si estuviera en el cielo —hablé muy bajo y mirando al ángel que tenia al frente.

—¡Auxilio! Mi nieta se está muriendo!—gritaba lastimando mis oídos—¡Mi nieta de esta muriendo!

La abuela remecía al enfermero, torturándolo con cada remecida.

—Déjalo, abuela —pedí—lo decía como una metáfora.

Victoria dejó libre al enfermero. El enfermero salió huyendo de la habitación, dejándome con toda la familia. Él se salvó, ahora quien me salva a mi?

—Lillie, estaba rezando para que no te murieras—Pamela aclaró, llevándose malas miradas por su imprudencia—Ay, no he dicho nada que sea mentira.

—Querida prima—Daniel habló—creí que se te saldrían las tripas de tanto vomitar!

Un vago y vergonzoso recuerdo apareció en mi mente.

—¿Cómo quedó el partido? ¿Ganamos? ¿Perdimos?

—Algo así...

Daniel iba a contarme todo lo que aconteció después de mi desaparición, la abuela y mis tíos no le permitieron hablar de deportes, no cuando eran culpables de mi "enfermedad", si, todos creían que jugar fútbol me enfermo de tal manera y estaba empezando a preocuparme de que me prohibieran jugar. Aunque sabíamos qué tal vez no obedecería.

—¿Necesita algo?—Preguntó Dorothea, mientras me arropaba los pies, que estaban sumamente fríos por las bajas temperaturas del lugar.

Me negué y me dediqué a escucharlos hablar de lo asustados que estaban por mi o de como tomaron la noticia. Después de eso casi todos salieron, para que pasaran las demás personas que esperaban por verme.

—Vendré más tarde—aseguró la abuela— y no te atrevas a comer absolutamente nada de este hospitalito, ¡júramelo!

—Lo juro. 

Se marchó seguida por Pamela que me soltó un guiño divertido y emitió una palabra sin que la abuela escuchara.

"Estuviste increíble"

Increíble en qué? En vomitar sobre un desconocido odioso? O sobre sobrevivir?.

—Feliz... regreso—dijo Robert, el que siempre pasa en banca.

Entraron en la habitación todo el equipo de fútbol, literalmente, estaban todos, desde el arquero hasta el que pasa en el banco. Todos tenían esa cara de miedo, que me hacia gracia.

—Regreso?—repetí confundida.

Robert volteó sus ojos, irritado. Todos esperábamos su respuesta.

—Bueno, te nos ibas... pero hierba mala nunca muere y ahora regresaste de vuelta a la vida.

Se ganó un golpe de Nicolás y del resto del equipo.

—Lillie, estamos felices de que estés bien —Nadir habló y me entrego un ramo de flores —todos creímos que traer flores te alegraría.

Si, todos miraban con estrés a Nadir, tal vez con ganas de matarlo aquí y ahora.

—Perdona a este imbécil —Nicolás se entrometió —resulta que todos queríamos obsequiarte un increíble ramo de flores. Nadir fue el encargado de comprarlas y nadie creyó que traería flores para un funeral.

Todos volvieron a mirar a Nadir, todavía con ganas de golpearlo.

—No era necesario chicos—dije ocultando una sonrisa.

—¡Claro que si!

El entrenador entró a la habitación con un montón de globos, soltándolos en la habitación, se detuvieron en el techo, dando una luz multicolor.

—Lillie, eres la mejor jugadora que he tenido en toda mi carrera de entrenador—todos lo quedaron viendo mal—ustedes ni se hagan los ofendidos.

Puso en la mesita de la esquina un gran ramo de girasoles. Eran hermosos y opacaba el ramo de funeral.

—Gracias por preocuparse, pero en serio no era necesario venir hasta acá—dije avergonzada—sé que tienen cosas por hacer y me disculpo por arruinar el partido que era tan importante para todos.

Algunos se rieron, otros solo recordaban con alegría.

—¡Lillie eres una ternura!—comentó Nicolás— mi dulce firulais.

Nicolás me empujó a su pecho, cortándome el aire.

—Suéltame—pedí amablemente— Nicolás!.

Le di un empujón con fuerza. Se alejó mostrándose ofendido. Se posicionó con los demás y me saco la lengua.

—Pueden Explicarme?

—Bueno, al final el partido fue invalidado por agresión, pero lo mejor de todo fue cuando vomitaste al idiota de Oliver.

Y estaba muy avergonzada de recordarlo.

—Cuando lo vomitaste, él corrió con su entrenador y ambos terminaron vomitando uno al otro.

Todos se reían viendo la grabación que consiguieron de toda la escena del vomito, de mi vomito en medio de tremendo partido. Ellos se reían y no se atrevían a mostrármela.

—Entonces, ¿no ganamos?

—Exacto.

—Y están alegres? Alegres porque no ganamos?

Esto no era normal.

—Digamos que si. Sabes que ahora eres tendencia en Twitter?

Alejandro, me comentaba y tenía el descaro de mostrarme todos los memes que hicieron sobre mi y sobre Oliver.

#Vomilover
#Lilliecae
#partidofallido
#verdeyraro (detalles inapropiados del color de mi vomito)
#Diosadelanoche

Ninguno me agradaba.

—¡Por Dios, aleja ese celular de mi vista!. —Grite aterrorizada al ver un meme.

—Lillie, ¿te apetece comer algo?—Nadir preguntó con mucha seriedad.

Estaba por responder cuando bostecé, estaba cansada, mucho.

—No, gracias. No es necesario.

Todos asintieron.

—Lo que Lillie necesita, es descansar—Aclaró Santiago, entrando a la habitación y despidiendo a todos.

—Para tu información me voy porque tengo cosas importantes por hacer— Nicolás dijo mostrándose ofendido. 

Todos se marcharon despidiéndose con un abrazo.

—¿Cómo te sientes? —Santi preguntó cuando estuvimos solos.

—Me siento como si un carro me haya pasado por encima—dije divertida.

—Estabas muy asustada...

—¿Yo? No, como crees. Solo... estaba nerviosa.

Santiago se acercó lentamente. Se detuvo al lado de mi camilla. El olor de su perfume me inundó.

—Estabas nerviosa?—repitió y yo asentí— ya veo...

—Si, esto no es nada para mi... estoy bien después de todo.

Levantó sus cejas, algo divertido.

—Hablas como si esto fuera normal en tu vida diaria.

—Lo ha sido hoy.

El silencio se apoderó de la habitación. Pero no era un silencio tormentoso o raro. Era un silencio que me calmaba.

—Yo... estaba muy preocupado, quiero decir, estaba aterrado. Tenía miedo—confesó— tenía miedo de que empeoraras y no poder hacer nada para aliviar tu dolor... todo el tiempo que estuvimos sin noticias fue como un martirio, Lillie.

Sus palabras me sorprendieron. Su franqueza me noqueaba los sentidos.

—Yo lo siento. No quería preocuparlos. A nadie.

Santiago me rodeó con su cuerpo, abrazándome.

—Ahora estamos bien, porque tú lo estás.

Su barbilla se quedó sobre mi cabeza. Segundos después se volvió loco, repartiendo besos por toda mi cara y cabeza. Yo estaba muy divertida riendo.

—Uy, que asco, me estás babeando—bromeé.

Se detuvo, resentido.

—Solo estaba bromeando—aclaré aún riendo.

El se alejó, pero lo agarre de la mano atrayéndolo con fuerza. Sus labios estaban a milímetros de distancia de los míos. Ansiaba probarlos de nuevo. Quería besarlo, lo añoraba. Su respiración y la mía eran profundas y largas. Mire sus ojos, esperando ver lo mismo que habían en los míos. Queríamos lo mismo.

—Te adoro—susurró— y es tan aterrador la forma en la que mi corazón se acelera cuando me miras de esta forma...

Me impulsé, acercándome a él, juro que podía tocar y sentir sus labios cuando la puerta se abrió rápidamente.  Me aleje, asustada de encontrar a mi madre culpándome con la mirada llena de decepción.

Solo era el enfermero. El hermoso enfermero ni siquiera se dio cuenta en la posición o las intenciones que tenía con Santiago, ya que entró ojeando su libreta. Me arruino la oportunidad.

—Como se encuentra este angelito—habló— que no lo quieren ni en el cielo, ni en el infierno?

Yo solté una carcajada, arrepintiéndome al instante, ya que causaba dolor en mi barriga.

—Es increíble la forma en la que mis males desaparecen cuando usted aparece—elogie.

Mentira mentira no era. Mis dolores desaparecían tan solo ver esa jeringa de aguja larga y gruesa.

—Entonces vamos por buen camino—respondió divertido.

Santiago no parecía muy alegre, por el contrario su mirada me decía que estaba a un segundo de dedicarme la canción de Vicente Fernández  que se llama "Estos celos" . 


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