Capitulo 16
—Lillie, normalmente cada año celebramos el inicio de clases, este año se retrasó un poco, pero, normalmente cada uno se encarga de contribuir con algo, Pamela sabe de lo que hablo, puedes preguntarle—hablo la señorita Keyla y luego se dirigió a los demás—chicos recuerden que no pueden llevar alcohol u otra sustancia desconocida o prohibida por las reglas, pueden irse.
Salí casi corriendo del curso, tenía un montón de tareas, muchas, demasiadas, la cabeza me iba a explotar. Era viernes y el entrenamiento se había cancelado, ya que el entrenador se cayó de las escaleras y fue a parar al hospital.
—Podemos llevarle flores—dije en voz alta.
—¿A quien le vamos a llevar flores?—apareció Nicolás a mi lado, pegándome un buen susto.
—Al entrenador— quite sus brazos de mi hombro.
—¿Porqué le vas a dar flores?- preguntó Daniel, saliendo de su curso.
—Está en el hospital.
—¿Y que tiene que ver con eso?—comentó Santiago, era la primera vez que me preguntaba algo sin su molesta cara de amargado, es más, parecía ¿feliz? ¿Eso era una sonrisa?
—Cuando la gente está en el hospital, se les manda flores y una carta deseando por su pronta recuperación.
—Entonces a las enfermeras también les dan todos los días flores— preguntó, ya sabemos quien.
—Nicolás, ¿puedes ser más razonable? Obvio que no, solo se les envía a los enfermos.
—Le mandaste flores a Pamela? —pregunto Santiago.
—No, ¿porqué lo haría?
—Porque es tu prima y esta en el hospital.
Si, pues ahora ni por mucho adn que compartíamos no le mandaría ni una rosa marchita.
—Bien, no a todo el mundo que vaya al hospital se les puede enviar flores, olviden lo que les dije.
Resople con amargura.
—Lillie tiene razón, tenemos que enviarle flores al entrenador—dijo un chico al que no conocía.
—¿Quién es él?—susurre.
—Es Nadir, está siempre en la banca porque la pelota le huye, el entrenador le llama inútil—me informó Daniel, también susurrando.
El entrenador llamaba inútil a todos los chicos.
—Le enviamos los montes de la cancha, para que se sienta más cómodo.
—Nicolás haré como si no escuché lo que acabas de decir.
—¿Qué? ¿Porqué? Me parece muy buena idea.
—Buena idea sería que te callaras— respondí, haciendo reír a Santiago, pero de inmediato se calló.
Él era un chico muy extraño, lindo pero extraño.
—Bien me callaré y extrañaras tanto esta boquita que me rogarás para que vuelva a hablar— Nicolás hizo como si su boca fuera un cierre, con candado cerrado y sin llave.
Lo ignore, a pesar de que quería reírme.
—Enviaremos girasoles. Lillie tú encárgate de la nota— Santiago ordenó.
—Asegúrense de que mi nombre figure en esa nota, yo tengo que ir con Jenny.
Si, Daniel arreglo su pequeño tropiezo con la novia y últimamente vivía y respiraba para ella.
—¡Si, márchate y déjanos con nuestro problema! Era broma, ¡espérame!
Nicolás siguió a Daniel, dejándome sola con Santiago y con Nadir.
—Creo que eres más hermosa que cualquier rosa— Nadir comento, coqueteándome, luego por alguna mirada extraña, se intimidó— nos vemos en la próxima práctica, digo, no nos veremos. No nos veremos más nunca.
Salió huyendo, me giré a Santiago, que estaba detrás de mi, él parecía normal, se encogió de hombros ante el raro y extraño comportamiento de Nadir.
—Esta loco, el entrenador siempre dice la verdad.
Tomó la iniciativa y llamó a una floristería, discutió un momento y luego me pasó su teléfono.
—Quieren saber lo que dirá la nota.
No lo había pensado.
—Buenas tardes... si, comprendo... Nuestros mejores deseos para su recuperación, no lo extrañaremos, puntos suspensivos, claro que si lo extrañamos. Y al final póngale de parte de Lillie y los inútiles—la señorita al otro lado de la línea, se rio un poco y luego dijo que los girasoles se enviarían al hospital por la tarde—si, muchas gracias.
Colgué y entregué el celular a su dueño.
—Entonces, de parte de Lillie y ¿los inútiles?
—Igual se escucha divertido y además el entrenador siempre dice la verdad.
Vi el carro de Malcolm, me despedí y subí al vehículo.
—Hola, ¿cómo va tu día, Malcolm?
—Le recomiendo entrar por la puerta trasera y encerrarse en su habitación.
—¿Quién?— pregunté, Malcolm era buena persona y la alma más caritativa del mundo, que siempre me advertía de las personas y sus estados de ánimo diarios.
—La señora Victoria, está insoportable, corre de un lado a otro, se encarga de los preparativos para la celebración de mañana.
—Ahí está, ella se quiso encargar de eso, que lo aguante. ¿Pamela ya salió del hospital?
—Mañana le dan de alta, ¿por qué?
—¿Puedes llevarme al hospital antes de ir a casa?
Malcolm aceptó y me llevo al hospital.
Entre directamente a la habitación de Pamela, la verdad parecía que estaba de vacaciones, tenía una televisión del tamaño de la pared y variedad en comida.
—¿Que haces aquí?
—Vine a preguntarte algo.
Me detuve frente a su camilla.
—¿Que? No me digas que vienes a pedirme perdón por tirarme de las escaleras.
Ignore su comentario venenoso.
—La profesora Keyla dijo que tú llevabas algo en específico a la celebración de inicio de clases, ¿que es?
Me repaso un momento y al final suspiró, llevaba cierta mirada, que me ponía de los nervios.
—Brownies de chocolate, tengo el número de la pastelería donde los compro, son muy ricos, es el favorito de todos.
—¿En serio?— ella asintió, tomando en control de la televisión, al final apagándolo—O tratas de hacerme quedar mal.
—Mira, se que he sido insoportable y fastidiosa, pero, no podré asistir a la fiesta, al menos, deja que me encargue de los brownies.
—¿Lo dices de verdad?
—Si, déjame eso a mi, los encargare por ti y los enviaré a la dirección de la fiesta.
Tenía tantas tareas y cosas que hacer, si aceptaba la ayuda de Pamela, me quitaría un gran peso de encima. Acepté y le di la dirección de la fiesta, volví con Malcolm y que me llevó a la casa.
Al entrar un vaso de vidrio, golpeó la pared, en frente de mi.
—No pedí estos vasos, Dorothea, consígueme los que especifique en la lista.
Victoria gritaba y tiraba todo lo que encontraba a su paso. Seguí con mi camino antes de que cayera en sus redes de convencimiento, ya que insistía en que le ayudara con algunos detalles.
Entre a mi habitación, la ordene y me bañe, puse músicas para pegarme un bailecito antes de clavarme en las tareas.
Salió una canción que encontré en una de mis películas favoritas y me la baile todita. Al terminar todas mis tareas, encendí la computadora de Daniel e hice videollamada con mis padres.
—¿Cómo está mi madre?
—Mamá, tengo malas noticias, tu madre se esta volviendo loca y nadie puede evitarlo.
—¿Que dices? ¿En serio, esta tan loca organizando una pequeña fiesta de adolescentes?
—Si mamá, estaba entrando a la casa, cuando un vaso paso justo en frente de mi, estuvo a punto de matarme.
—Vaya, de lo que nos salvamos—comentó mi padre—¿como te va en el colegio?
—Muy bien, entre al equipo de fútbol, Victoria casi se infarta porque jugaría con los chicos, pero, ya saben ella es exagerada.
—¿Vas a jugar con chicos?—gritó mi mamá.
El dedo se me estaba inquietando, quería terminar la llamada.
—Si, pero no te preocupes— le di una sonrisa—créeme estaré bien, ¿y cuándo piensan venir?
—Aún no lo sabemos cariño, por cierto, Lucas ha estado preguntando por ti.
—¿Que quiere ese cretino?
Mi madre alzó sus hombros, despreocupada.
—Dice que tienes algo que le pertenece, quiere que se lo devuelvas, ¿que es?— insistió mi padre en saber.
—Una sudadera de su equipo favorito— mentí, mordiéndome la boca.
Yo no era muy mentirosa, es más, solía decir la verdad hasta cuando no quería, era de esas personas que se sentían mal al mentirles a sus padres en la propia cara, pero, si por algún motivó mis padres se enteraban de todo lo que sucedió con Lucas, seguro Lucas ya tendría la cara desfigurada y aunque no parecía tan mala, no podía dejar que eso pasara y luego no sentirme desgraciada. Tenía mis propios problemas de insomnio como para preocuparme por ese otro.
—Una sudadera muy importante— comentó mi madre— porque viene todos los días a buscarte— negó moviendo la cabeza— es como tontito, sabes que vives con mi madre, como si vinieras a visitarnos a diario.
Mi padre asentía, riéndose.
—Bueno, dile que se deje de fastidiarte y también dile que no se lo devolveré hasta que yo quiera.
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