50: Cruel y real
Cruel y real
Lillie Torres
Félix repitió el vídeo sin parar, terminaba y volvía a reproducirlo y cada vez dolía más que la anterior. Era una constante repetición que dolía más que la anterior.
Mi hermana no había muerto en un accidente como lo habría creído por tantos años, mi hermana había sido asesinada por la madre de Santiago.
Esto era imposible de creer, de hecho, parecía una broma de mal gusto.
—Estas mintiendo —aseguré—. ¡¿Mi hermana de donde conocería a la madre de Santi?!
La primera fase es la negación después de todo.
—De la misma forma que tú la conociste hace un par de años... saliendo con su hijo.
—No —me negué— No, es es imposible de creerlo... ellas no se conocían ¿Crees que soy tan fácil de manipular?
Félix me contradijo sonriendo diabolicamente.
—Si que se conocían, Lillie —aseguró— he seguido toda la historia desde hace un par de meses y déjame decirte que todo cuadra. Realmente me siento extasiado por haber hallado cada punto, cada paso, cada acción y error en este caso.
Casi caigo, casi le creía, pero pensé: ¿De dónde ha sacado todo esto? ¿Y si todo era una trampa?
Yo simplemente me negaba a creerle, peor ahora que sabía que no estaba del todo estable, que había cometido un crimen y que tendría que pagar por ello, haría lo que sea para liberarse de sus responsabilidades y delitos y seguramente está es una artimaña para zafarse de todo el problema en el que se había metido. Yo no caería, no haría caso a sus palabras.
Pensarlo hasta hacía encoger mi corazón porque mi hermana nunca le haría daño a alguien más... no habrían razones suficientes para que ella tuviera el odio de otra persona a tal punto de quererla muerta.
—Lillie, todo lo que te estoy diciendo es verdad.
Negué, negué repetidamente.
No haría caso mínimo a sus palabras, esto... esto solo podría aclarármelo mi familia, pero al parecer Félix tiene completo de investigador o de lo que mierda estuviera creyéndose ahora mismo.
—Su madre descubrió la infidelidad que su esposo tenía con una jovencita de apenas 17 años —continuó— no sólo era menor de edad, tú hermana estaba embarazada, Lillie... y lastimosamente Anna cortó los frenos, tu hermana no pudo controlar el carro y chocó contra ese árbol. No encontraron evidencia porque no quedó nada de ese carro, apenas y rescataron el cuerpo de tu hermana, pero nunca nadie creyó que había sido un asesinato porque vamos, ¿quien quería asesinar a una dulce muchacha que era amada por todos? No hubieron indicios de un crimen así que la policía ni siquiera abrió una investigación, la muerte de tu hermana quedó como un fatídico accidente automovilístico en el cual perdió la vida, es entendible, tu familia estaba tan sumida en el dolor que le fue imposible reconocer el problema... el crimen.
—Estas mintiendo, esas son noticias falsas... no te creo. Todo lo has manipulado a tu favor.
—Bien, vas a tener que escuchar esto y veremos si sigues pensando que estoy mintiendo.
Y empezó a reproducir otro vídeo.
—Soy Kale Martin —era el padre de Santi y el estaba llorando— y creo que mi esposa cometió un crimen. Si estoy grabando esto ahora, después de dos años es porque estoy totalmente convencido de que ella es la única culpable de la muerte de... Beth, de mi querida Beth.
Posteriormente se reproduce un audio en donde empieza a discutir con su esposa. No hay imagen, ni vídeo, solo un audio. La discusión era intensa, se escuchaban cosas volando hasta estrellarse en el piso.
—Nunca lo imaginé, nunca imaginé que tú fueras la culpable de todo esto. ¡YO LA AMABA!
—Y por eso lo hice, me sacrifiqué, dejé todo por ti —confesó Anna— me convertí en madre sin querer... yo nunca quise tener a Santiago, pero por amor lo hice, lo tuve, sin embargo, fuiste tú quién me falló... ¡TE IBAS A IR CON ESA NIÑA Y ME IBAS A ABANDONAR, KALE!
Se escuchó el llanto de ese hombre y la furia de esa mujer. Dos personas que aparentemente habían destruido la vida de mi hermana.
—Me encargué de averiar ese auto para que perdiera ese hijo que llevaba en su vientre... yo solo quería que lo perdiera porque entonces no tendrías motivos para abandonarme, yo te perdonaría y continuaríamos viviendo como siempre lo hemos hecho hasta hoy, pero ella perdió el control total del auto y fue peor de lo que esperaba. No quería matarla, pero si sucedió fue porque así lo quiso Dios, ¿no crees? Su muerte pasó para que nuestro matrimonio continuara y...
—¡Eres una asesina! —la interrumpió.
—Y tú un pedofilo y sabes muy bien que eso también se paga con cárcel. Kale, si hablas, pagaras tanto como yo.
—¡Tú asesinaste a alguien!
—¡Fue un accidente!
Y hasta ahí queda la grabación. Todo me revolvió el estómago, todo a mi alrededor giraba. Perdía la visión y las náuseas me invadían. No pude contenerme, no pude soportar todo lo que había pasado. Vomite. Mi estómago dolía, todo en mi dolía, tanto físico como mental. Tendría un colapso aquí mismo.
—Lillie, la familia de tu noviecito destruyó a la tuya y él te lo ha ocultado todo este tiempo —no se calló, siguió lanzando veneno—, no crees que es demasiado estúpido de tu parte confiar en ese hombre cuando no ha hecho más que arruinar tu vida... Me lo agradecerás cuando decidas abrir los ojos y estaré aquí esperando tu agradecimiento.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas, con el dorso de la mano las limpie. Oir todo esto es como si todo empezara del principio, es como repetir el dolor de su pérdida, pero esta vez no solo estaba destrozada por la tristeza, estaba hirviendo de la ira. Si todo esto es verdad, si mi hermana realmente fue asesinada me encargaría yo misma de hacer pagar a cada uno de los responsables de su asesinato.
—Créeme, también estoy molesto, se han burlado de ti, de tu familia... de la muerte de Beth, seguro se ha revolcado en el cementerio al ver como convivías con el hijo de los asesinos.
Levanté la mirada. El aire me faltaba, me costaba respirar o decir algo, pero Félix, estaba tan sonriente, tan contento de mostrarme todo esto, hablaba y se reía como si no se tratara de un tema delicado, fue cuando me di cuenta que le importaba muy poco lo que me pasara, él sólo quería controlarme.
—Basta, no voy a agradecerte absolutamente nada, Félix, solo déjame en paz.
Me levanté con intención de largarme.
—No te iras de aquí, Lillie, no sin firmar estos papeles —dijo apuntándome como un arma.
Y me empecé a reír.
—¡Mierda, no se quien está más loco, si mi familia, tú o yo! —exclamé con ironía—. ¡No firmaré nada!
—No te estoy preguntando si quieres o no.
Me acerqué lentamente, él no iba a disparar, quería mi firma, la necesitaba, me necesitaba.
Entonces vi que era una acta de matrimonio. Miré a Félix completamente aturdida.
—¿Que esperabas? —preguntó— aceptaste mi propuesta y ahora firmarás esto.
—Esto es una locura, no voy a firmar nada.
—Lillie, lo firmarás ahora mismo o ninguno de los dos saldrá con vida de esta habitación. Tienes dos opciones —dictaminó—. Salir de aquí como mi esposa ante la ley, o salir sin vida.
Y empezó a agitar el arma de un lado a otro. Me asusté completamente al ver que Félix no estaba del todo aquí. Estaba desquiciado.
Agarré la pluma dándole a entender que firmaría.
—¿Por qué quieres esto? —pregunté— al menos dímelo.
—Nadie se burla de mi, Lillie. Además, no me interesas tú, me interesan tus acciones... tu herencia.
Y me reí.
—¿Has arruinado tu vida por la herencia de Mila? Ni siquiera es que mi patrimonio haya aumentado, es más, con toda la mierda que han puesto en la empresa, incluso es un milagro que siga de pie, pero en cuanto toda la verdad salga a la luz tendremos a todos las autoridades, a la justicia sobre nuestros hombros.
Y acercó su arma hasta mi pecho, queriendo intimidarme, lo intentaba, pero no le funcionó.
—La herencia de Mila me importa muy poco, pero... hay personas que si que están interesados en esto, lo necesitan y si no soy yo, serás tú, Lillie, vendrán por lo que tienes y créeme, ellos no son tan amables como lo estoy siendo yo.
—¡Vaya, que amabilidad!
Agarré el spray de menta que había en su escritorio y lo rocié en sus ojos, lo tumbe con fuerza mandándolo al piso. Salí corriendo de la habitación y llegué a la puerta de la entrada, pero estaba con seguro.
—¡Mierda!
—¡LILLIE!
Tenía a Félix siguiéndome, un poco ciego y con los ojos irritado, maldiciendo mi nombre. Corrí hacia otro pasillo que me llevó directamente a la cocina, ahí estaba el celular de Félix, así que lo agarré y subí las escaleras a toda velocidad. Me encerré en su habitación, asegurándome de trabar la puerta, claro que no iba a durar mucho tiempo. Félix empezó a usar la fuerza y cada vez parecía que derribaría la puerta. No tenía tiempo, era cuestión de segundos. Marqué rápidamente a la policía, cuando respondieron apenas logré decir lo que estaba sucediendo, Félix tumbó la puerta y se me escapó un grito.
Levantó su arma y disparó en mi contra. Me tiré al piso asustada, con el corazón en la boca y la cabeza latiendo a mil. Me daría algo.
—¡Vas a firmar esos papeles y luego puedes largarte!
—Sabes que en cuanto la policía sepa que asesinaste a Patrick serás el hombre más buscado en... —la regué.
Félix no sabía que yo sabía que él era el verdadero autor de ese crimen. Aun no sabía los detalles, simplemente lo sabía por Zac y ni siquiera sabía de donde había sacado eso Zac, pero no dudaba ni un poco de que fuera real. De Félix ahora podía esperarme de todo y pensar que al principio creía que él era la víctima en todo esto.
—¿Que dijiste? —preguntó sorprendido y asustado.
Estaba sobre mi, con el arma apuntando mi pecho. Decir algo podría alterarlo, lo sabía, pero él me había lastimado al mostrarme ese vídeo, abrió una herida que creía sana y la verdad, me importaba muy poco mi vida.
—Hay sangre en el baño... en las paredes, seguro que es ADN de Patrick, la policía viene en camino y tienes minutos para huir, así que, ¿usarás esos minutos para huir o para añadir otro asesinato a tu lista de crímenes?
Félix empezó a reírse como si estuviera endemoniado.
—Lillie, firmarás esos papeles, me darás todo lo que tienes y luego, cuando tenga lo que sea quiero, te haré el gran favor de tu vida. No lo has pedido, pero puedo verlo en tus ojos, quieres morir, tu vida se ha devaluado y deseas tanto que sea yo quien te ahorre el tiempo de hacerlo.
Sus palabras me golpearon por completo. Ni siquiera estaba luchando por salir de aquí ilesa, solo estaba molestándolo para que hiciera uso del arma que tenía en su mano. Me moleste tanto conmigo, con él... con todos. La muerte de Beth no tendría justicia, no podía dejar que eso sucediera.
Agarré un florero y lo estrellé contra su cabeza. Félix no se lo esperaba, así que se quedó unos segundos en el piso, adolorido. Agarré la pistola y lo apunté.
—No te muevas.
—No eres capaz, ni siquiera sabes usar una arma, Lillie —se burló.
Disparé el cuadro que tenía atrás suyo. Di exactamente en donde quería disparar.
—Lo haré si es necesario. Te quedas exactamente dónde estás y solamente cuando llegue la policía podrás irte... con ellos.
Y estaba sucediendo exactamente como quería. Félix quieto y la policía acercándose a la propiedad. Cada vez más cerca.
Félix entró en desesperación y en unos segundos perdí el control de la situación. Félix se lanzó sobre mi y disparé, sin embargo, ambos perdimos el equilibrio, acercándonos al ventanal.
—Nunca pisaré una cárcel, mucho menos por tu culpa, Lillie.
—Ya lo veremos.
Estábamos luchando, su fuerza era superior a la mía, pero sabía que puntos golpear, aún así ambos perdimos el equilibrio y caímos del ventanal de su habitación. En cuanto toque la tierra mi cuerpo empezó a doler. Félix a mi lado se empezó a quejar, fue cuando vi como su camiseta blanca se empapaba de sangre. Al menos fue lo último que vi de él antes de perder la conciencia.
Desperté y esta vez de milagro no fue en un hospital.
—Señorita, ¿está bien?
—Caí del segundo piso, pero me encuentro genial —aseguré.
Mentira, me dolía hasta el alma, pero ahora me importaba poco.
—¿Dónde está él? ¿Dónde está Félix? —le pregunté a la mujer que me atendía.
—El sospechoso huyó antes de que llegáramos. Primero la llevaremos al hospital para que sea atendida correctamente y luego podrá dar su declaración a los oficiales.
Pero ese no era el orden correcto para mi, así que, primero hablé con los oficiales dándole toda la información que sabía de Félix, luego me negué a ser atendida, tenía que hacer algo más importante.
Llamé a mi madre mientras llegaba al departamento de la abuela, pero su celular no pasaba de timbrar. No agarraba el teléfono y no estaba disponible para responder a mis preguntas, aún así empecé a buscar noticias en internet, no encontré nada. Al llegar subí inmediatamente al departamento, haría mis maletas e iría con mis padres.
—Lillie, que alivio, estábamos preocupados —aseguró Amanda— todos han salido a buscarte, bueno, me refiero a mi hermana, mi cuñado y a tu novio.
No respondí, ni siquiera saludé, solamente entré a la velocidad de un rayo a mi habitación, agarré mis cosas y las metí a la maleta.
Al recoger lo más importante salí de mi habitación arrastrando la maleta, fue ahí cuando los encontré en la sala, a Nicolás y a Santiago.
"esto es algo mas... horrible y no creo que sea el momento de contártelo" fueron las palabras de Santiago.
Él sí que lo sabía. Mire a Nicolás e inmediatamente supe que él también lo sabía.
—Lillie, ¿a dónde vas con esa maleta? —preguntó Santiago sorprendido y asustado.
Y me reí, me reí con ironía. Estaba molesta, sentía odio.
—¿A dónde voy? —repetí con un tono molesto en mi voz— lejos de ti, lejos de ambos, no... no quiero ver sus rostros ni en pintura, no quiero saber nada de ustedes... yo solo quiero que se alejen de mi vida para siempre.
Y fue como si les echaran agua fría encima. Ninguno de los dos se lo esperaba.
—¿Que? ¿Que está pasando? —preguntó Nicolás.
Me limpié una lagrima. No quiero llorar, no quiero mostrarme vulnerable, ellos me habían mentido y dolía.
—¿Que está pasando? —y me tomé un largo segundo para admitir en voz alta todo lo que Félix dijo—... mi hermana fue asesinada y ustedes, ambos lo sabían y me lo ocultaron todo este tiempo.
Ambos se quedaron congelados, de pie e inmóviles como una roca. Sus caras eran el vivo retrato del pánico, del miedo.
Y no pude, no pude parar de llorar.
—Mi hermana no murió en un accidente, mi hermana murió por —miré a Santi— culpa de tú mamá.
Las lágrimas empezaron a rodar en el rostro de Santiago, que simplemente cayó sentado sobre el mueble. Cubrió su cara con vergüenza.
—Lillie, espera, no todo es cómo crees —empezó a hablar Nicolás.
Me alejé de su tacto.
—¡Se supone que eres mi amigo, pero también sabias de esto!
Quería negarlo, pero hasta él sabía que era imposible.
Ellos no son los culpables de la muerte de mi hermana, pero si son culpables de haberlo ocultado. Cómo podían hablarme, como podían estar conmigo cuando me ocultaban algo tan importante sobre mi hermana. No, no podía entender y no podía dejar de sentirme traicionada.
—Desde... ¿desde cuando lo saben? —pregunté limpiando mi rostro de las lágrimas.
Santi levantó su cara, también habían lágrimas en sus ojos. Ninguno de los dos quería hablar, ninguno tenía suficiente valor para decirme la verdad a pesar de que ya la sabía.
—¿Una semana? —pregunté tratando de adivinar— ¿un mes? ¿Dos meses?
Sin embargo, ninguno hablaba. Se miraron mutuamente y entonces entendí.
—Lo sabían cuando llegaron... lo saben desde hace 6 meses, ¿cierto? —pregunté esperanzada.
Fue cuando Santi habló.
—Desde que te fuiste de casa —admitió con dolor.
Mi pecho ardió y las lágrimas rodaron por mi mejilla por si solas. Tres años. ¡Tres estúpidos años! ¡Me habían ocultado la verdad a la que tenía derecho saber por tres estupidos años!
No tenía palabras, no salían de mi boca aunque quería herirlos, quería ser cruel, pero no podía.
Agarré mi maleta y caminé en dirección a la puerta. Nicolás me detuvo.
—Lillie, las cosas son mas graves de lo que crees y estoy seguro que no sabes toda la verdad, surgieron muchas cosas y...
—Tuvieron tres años para decirme la verdad, no lo hicieron, ninguno tuvo el valor suficiente para decirme la verdad, es que ni siquiera tenían pensado en contármela en un futuro cercano —dije dolida— no quiero saber de ninguno, los quiero fuera de mi vida, esta vez para siempre.
Fue cuando Santi reaccionó.
—Lillie, espera, tengo que explicártelo, déjame hacerlo.
—Es demasiado tarde para hacerlo. Quítense de mi camino.
Y ninguno de los dos hacía caso a mi petición.
—Lillie, déjame contártelo todo.
—Si, vamos, Lillie, hay cosas que callamos por no hacerte daño —apoyo Nicolás.
Mire a ambos con la mirada llena de odio, resentimiento y dolor.
—Espero que se vayan al infierno los dos.
Los quité de mi camino y salí del departamento a toda velocidad, sin embargo, escuché pasos seguidos. Era Santiago siguiéndome el paso. Baje las escaleras con rapidez y me metí en el departamento del vecino, quien se sorprendió, pero no se negó.
Me quede el resto del día en el departamento de aquel anciano que vivía en completa soledad, que por cierto amablemente me ofreció café.
Lloré desconsoladamente por las siguientes cinco horas y afortunadamente el señor me dio la privacidad para hacerlo en total libertad.
Mi hermana había muerto, a mi hermana le arrebataron la vida, se la quitaron, le robaron sus sueños, su aliento, le quitaron el futuro, un futuro brillante que se abría en su camino.
Me robaron a mi hermana, nos quitaron la felicidad a mi y a mi familia y en cambio nos dejaron dolor, oscuridad y culpa. Era algo que jamas podría perdonar. Estaba confundida, enojada, molesta y resentida, no sabía a ciencia cierta si estaba enojada con los culpables o con Santiago y creo que eso me estaba afectando igual.
Me lavé el rostro y me observé en el espejo. Mis ojos estaban rojos e hinchados, al igual que mi nariz y de hecho, toda mi cara. Me seque el rostro y salí del baño, igual de rota, pero al menos mas calmada.
—Señor, muchas gracias por dejarme entrar a su casa —agradecí finalmente.
Mi vecino mayor asintió, pero me llevó al mueble. Se sentó frente a mi.
—Es la primera vez que muestras aquel dolor que llevas en tu corazón.
Y fueron palabras que me desconcertaron. Mi vecino y yo no éramos besties, ni nada parecido, apenas nos saludábamos cuando nos encontrábamos en el pasillo.
—Lillie, trabaje durante 55 años y mi trabajo era observar a las personas. Se perfectamente lo que hay en tu alma con tan solo observarte, no es mi intención invadir tu privacidad ni mucho menos, pero si quieres hablar aquí tienes a alguien que sabe escuchar.
Mire al anciano y entonces no pude ocultarlo, me derrumbé.
Cuando me tranquilice le conté todo lo que había pasado en estos últimos cinco años en mi vida, desde la perdida de Beth hasta lo que actualmente desmorona mi vida. El hombre no mintió, era bueno escuchando.
—No se si estoy molesta o dolida, no se si el dolor volvió o si el dolor siempre ha estado, si dejara de estar o si solamente aprenderé a convivir con el...
Me tendió unos pañuelos y me limpié el rostro.
—¿No va a decirme nada? —pregunté confundida— ¿un consejo o algo por el estilo?
Él sonrió mostrando sus arrugas.
—Lillie, no voy a decir nada, no voy a darte un consejo, no puedo guiar tus emociones, detenerlas o eliminarlas, sabes que eso es imposible, pero lo que si es posible es que hagas caso a lo que dice tu corazón y lo aceptes.
—Pero es que no se que es lo que siento...
—No tienes que saberlo, solo tienes que sentirlo, Lillie. No detengas tus emociones, ¿quieres estar enojada? Hazlo, enójate, tienes razón, tus amigos que son personas cercanas en tu vida te ocultaron la verdad —dijo— ¿quieres estar triste y llorar? Hazlo, tienes derecho total de hacer con tus lágrimas lo que se te antoje. No detengas tus sentimientos, déjalos ser y cuando sea el momento correcto evolucionarán.
Me limpié las lágrimas nuevamente y tomé un sorbo de agua.
—Creo que aún estoy molesta conmigo misma, creo que aún siento algo de culpa por lo que sucedió esa noche en la que murió mi hermana... creo que nunca dejare de sentirlo y siempre tratare de buscar a quien culpar.
—Perfecto.
—¿Perfecto? —repetí incrédula.
—Claro, es que tienes culpa, tú conducías ese coche, tú fuiste ese árbol, tú fuiste quien llevó a la muerte a tu hermana, ¿estoy en lo correcto?
Y fue la primera vez que sentí alivio.
—Lillie, si fuéramos responsables de lo que sucede en la vida de las personas que nos rodean, todos seríamos tristeza, pena, dolor, soledad. ¿No crees que ya es momento de aceptar por muy duro que sea, que la muerte de tu hermana fue algo que nadie, absolutamente nadie podía cambiar? El destino de cada uno ya está escrito incluso antes de nacer y es algo que ni tu, ni yo podemos transcribir.
De alguna manera me sentí mejor, no se si fue tanto llorar, hablar o escuchar a este hombre, pero sin duda fue de gran ayuda. Me despedí y le agradecí fuertemente a mi vecino. Nunca imaginé que fuera de gran ayuda. Llegue a casa de la abuela, donde resultaba que se encontraban mis padres, mis tíos, incluso mis primos. Toda la familia estaba aquí.
—Hay algo que no saben —empezó mi padre— algo que hemos decidido ocultarles a todos.
Mi mamá se levantó apoyando a papá.
—La muerte de Beth —siguió mamá— fue premeditada, nos enteramos hace casi tres años y en realidad fue por Santiago, quien entregó a sus padres ante la ley.
Y todos empezaron a hablar desbaratadamente.
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