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02: Estamos bien... inundadas.

Estamos bien...inundadas.
Lillie Torres

Desperté hace un minuto, pero seguía atontada mirando el vestido que tenía en frente. Ese no era un vestido, era una obra de arte.

—¿No le gustó? —preguntó Mary.

Si, incluso Mary había llegado, aunque me detuve a preguntar por qué venía descalza y con una rodilla sangrando.

—Mary, ¿estás bien?

Mary se observó, tal vez se sintió atacada por mi.

—Lillie, ¿estás bien?

Entrecerré mis ojos, Mary se había vuelto una grosera.

—Lo siento, estoy bien —aseguré— de hecho, estoy sorprendida, pero también enamorada de ese diseño... Santo Dios, es tan precioso que creo que podría morir.

Y Channel y Jenny pretendían chocar puños, pero Channel tenía agujas en las manos.

—Mejor no —desistió Jenny.

—Ahora, ¿puedes hacer el honor de ponerte el vestido ya? —Mary pidió con urgencia.

Yo accedí rápidamente.

El vestido de color carmesí entró suavemente en mi piel, podía morir de lo encantada que estaba con la tela.
Las tiras eran finas que mostraban delicadeza... Dios, quería decir algo malo de este vestido, pero en realidad me encantaba, muchísimo.

—¡MAMÁ ESTÁ HERMOSO! ¿QUE TAL SI LO ROBO?

—Que envidia, desearía tener esas curvas peligrosas que llame la atención de tantos hombres, que los hombres pierdan la cabeza al verme, no me importa que se choquen por no despegar sus miradas de mi.

Y todas miramos a Mary.

—Eh, creo que fui exagerada, mejor iré a ver si la tela se secó... pero tampoco exageré tanto, solo digo, mejor me marcho.

Y Mary se marchó a seguir con su labor. Al marcharse sonreímos.

—No es necesario —comenté.

—No, no empieces con esas estupideces, Lillie.

—Exacto, este es nuestro regalo... para ti, con mucho cariño —añadió Channel.

Yo sonreí. Casi llorando, no era por el vestido, era por el gesto que ellas tenían conmigo.

—Además, hoy es tú fiesta y mucha gente importante asistirá, por supuesto que los deslumbrarás a todos.

—Pero ya tengo un vestido para la fiesta —añadí.

Channel es una mujer importante, sus diseños son básicamente alabados y cualquier mujer querría ponerse cualquier trapo que diseñará esta mujer, pero era debido a eso que no debía aceptar este regalo, es su trabajo y no pretendía quitárselo.

—Olvídate de ese, ya tienes el correcto y no doy paso para la discusión.

Channel siguió a Mary, pues debían seguir trabajando en su nueva colección.

—Lillie, quiero decirte algo importante...

Mi celular sonó, pero colgué la llamada.

—Discúlpame, no es nadie importante.

Jenny entendió y prosiguió a hablar, pero nuevamente quedó a mitad porque mi celular era un aparato imparable... o tal vez era el contacto que me llamaba con tanta insistencia.

—Seguro que si es importante —informó.

Agarré la llamada en contra de mi voluntad.

—¡¡Lillie, el departamento se está incendiando!! —Amanda gritó por la llamada.

Su grito casi me revienta los oídos.

—¿Espera que? —reaccioné.

—Estoy bien, pero creo que viviremos en la calle o tal vez debajo de un puente... tal vez podemos vivir a las orillas del Sena... ¿estará prohibido?

Cerré la llamada y guardé mi celular en el bolso.

—Se está incendiando el departamento, tengo que ir ahora, hasta luego —hablé con rapidez.

Estaba saliendo con el vestido puesto, pero volví al vestidor.

—No te preocupes, con suerte todo saldrá bien —me calmaba Jenny.

Jenny y yo recogíamos las cosas, mientras salíamos a toda prisa.
Al llegar al lugar vimos cómo los bomberos terminaron de apagar el fuego. El edificio estaba bien, excepto por nuestro departamento que parecía escena salida del Titanic cuando todo se está hundiendo.
Resulta que Amanda se olvidó de apagar el horno y dejó quemar las galletas que con tanta dedicación había horneado. El humo activó las alarmas y los bomberos llegaron a tiempo... no tanto, mi departamento estaba destruido.

—Voy a estrangularte y meterte en ese horno, Amanda —amenazaba Candace.

—Pero lo bueno es que estamos bien.

—Bien inundadas —añadí yo.

Los bomberos se acercaron, ya que aún no nos permitían entrar al departamento por precaución.

—Todo está bajo control, la alarma se activo por el humo —informaba—, pero no será posible habitar este lugar hasta que sea reparado...

Candace atendió a los bomberos con más paciencia de la que tenía con su hermana.
Después de dos largos minutos de insistencia los bomberos nos permitieron entrar al departamento.

—Pero... —me quede plantada en la puerta.

—Wow —Candace y Jenny se quedaron asombradas con lo que estábamos viendo.

Mi departamento estaba lleno de agua... y también de rosas rojas.

—¿Estoy viendo bien? —pregunté insólita.

No era algo que yo me esperara.

—Ni siquiera en San Valentín me regalan una de esas —Candace comentó impactada.

—Eso es lo que les trataba de aclarar —comentó Amanda.

—Suéltalo ya —pidió su hermana.

—El incendio empezó porque el repartidor quería que firmara nose cuantas hojas y me era imposible mientras me preguntaban si podían dejar algunas rosas en el baño.

—¿Todavía hay más? —pregunté preocupada— ¿no bastó la sala que también invadieron el baño?

—Y también los cuartos.

Y si, efectivamente el departamento estaba repleto de rosas.

—¿Y se puede saber quien las envía? —preguntó Jenny, sonriente.

—No hay nota —aclaró Amanda— no es que estuviera de chismosa revisando cada rosa.

Entrecerré los ojos.

—Solo mire las primeras quince —admitió— pero el repartidor me dijo que no había ninguna nota, que no perdiera mi tiempo.

Y mi celular empezó a sonar.

—¿Te encantaron mis rosas? —preguntó Félix.

—Claro, mi departamento amaneció con ganas de ser un jardín lleno de rosas... y agua.

Y Félix se carcajeó.

—¿Fui exagerado? —preguntó en forma coqueta.

—No, por supuesto que no —respondí sarcásticamente— de hecho, había espacio para unas cien más.

—Llegarán en una hora.

—Fue sarcasmo. De hecho, irán a la basura.

—No creo que tengas el tiempo de llevarlas todas —y volvió a reír, esta vez se estaba riendo de mi.

—Claro que lo tengo.

—Creo recordar que tienes una fiesta a la cual asistir, tengo una sorpresa para ti, te veo luego.

—Espero que no.

Intenté cerrar la llamada, pero Félix fue más rápido.

—¿Ha sido él? —Candace preguntó impactada.

Asentí.

—Lo ha hecho para fastidiarme, pero no lo va a conseguir.

—¿Que haces? —exclamó Amanda.

—¡Las mandaré a la basura, eso haré!

Y Jenny no sabía que decir o hacer.

—¿De que me perdí? —preguntó alternando la mirada entre nosotras.

—Un apuesto príncipe quiere conquistar el obstinado corazón de Lillie —soltó Amanda.

—Él sólo pretende fastidiarme.

—Que manera de fastidiar —soltó Jenny, riendo.

Empezaron a cotillear y susurrar, Amanda ponía al día a Jenny y por supuesto que Jenny estaba entregada al chisme, así que la única que fue amable y servicial fue Candace, quien se deshacía con pena de las rosas.

—Unas rosas tan bonitas no deberían ir a la basura... ¿crees que podamos quedárnosla?

—Por supuesto que no.

—¡¿Por qué no?!

—Félix lo ha hecho para fastidiarme y lo ha conseguido, así que la única forma de deshacerme de él es deshacerme de estas rosas.

—Pero tenemos una fiesta y debemos prepararnos —Amanda se entrometió.

—¿Y a ti quien te invitó? —preguntó Candace.

—No es que quiera entrometerme, pero Amanda tiene razón. No podemos perder tiempo —añadió Jenny—. Además, no se, pero tu familia estará aquí, Lillie, y no creo que a Victoria le guste para nada asistir a una fiesta donde la festejada no está.

—¡Por fin alguien piensa aquí! —Amanda exclamó.

—Amanda, despedázate está linda rosa en tu cabeza.

Amanda se escondió detrás de Jenny en un intento de salvarse de su hermana.

—Okey, busquemos una solución, seguro qué hay una —comentó Jenny.

—Una en la que las rosas no vayan a la basura —pidió Amanda.

No hubo solución, porque terca se nace, no se hace y yo, yo había nacido más terca que un burro, así que no asistiría a ninguna fiesta sin antes sacar las rosas de mi departamento destruido. Le regalamos rosas a todos los vecinos, quienes aceptaron con desconfianza.

—Es que es nuestro acto de amistad y agradecimiento por soportarnos tantos años de ruido y eso —convencía a un anciano que se negaba a tomar las rosas— aparte, usted es muy bueno cuidándolas.

El señor aceptó y por fin nos deshicimos completamente de las rosas, pero ahora todas éramos un desastre, encajábamos perfectamente en el departamento.

—Tenemos 40 minutos, solo 40 —dijo Candace poniendo el cronómetro.

Y si, nos arreglamos en medio de nuestra inundación, al menos maquillaje y peinado. Luego huimos al hotel donde estaban mis queridos parientes.

—¡Lillie! —mi abuela casi se cae para atrás—. Dios, dime que esto es una broma.

—Hija, pero —mis padres estaban igual de desorientados que la abuela.

—Se los explicaré luego —o mejor nunca— ahora necesito un baño que esté seco y funcional.

—De hecho, necesitamos una suite para terminarnos de preparar —se entrometió Amanda.

—No seas abusiva, hermana —susurró Candace.

Y ambas sonrieron ante mi familia.

—Hola, señora Torrez, señor Torrez como están, como les fue en el vuelo? Que bien, se ven relucientes —habló Amanda.

—No tanto como mi querida hija.

—Madre, ¿no nos hemos visto desde? ¿Cinco? ¿Seis meses? —pregunté tratando de sonreír— por favor, no me regañes ahora, tenemos prisa.

—Dorothea, vamos por un Manhattan, necesito algo que me regule la presión —pidió la abuela.

—Está señorita nunca cambiará —comentaba Dorothea, algo agraciada.

—Lillie, nosotros nos adelantaremos —anunció mi padre, tratando de llevarse a mi madre.

Mis padres se fueron mientras mi madre se quejaba de mi, probablemente tenía razón... bien, tenía razón, pero no iba a admitirlo en voz alta.
Aprovechamos el hotel. Después de ponerme finalmente la última prenda, que era el precioso vestido me encontré a Candace y Amanda en el salón principal.

—Se ha ido —se refería a Jenny— era su madre, creo que era urgente.

—No era su madre —la contradijo Amanda.

—No le hagas caso, dice que escuchó la voz de un hombre.

—Fue así. Yo escuché la voz de un joven muy apuesto.

—Como sabes que es un joven? Y que también es apuesto? —preguntó su hermana.

—Porque se oía como un joven guapo y apuesto —concluyó.

Y ambas hermanas estaban a punto de discutir por quien tenía la razón.

—Seguro fue su padre —comente para no permitir una pelea sin fin—. Vamos.

Ademas, no había que tomar importancia en aquel asunto, al menos eso creía.
Tal vez si debía ponerle la importancia que requería.

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