La cabeza me da vueltas, mi visión es borrosa, intento removerme, pero mi cuerpo pesa y me es casi imposible mover un solo musculo de mi cuerpo.

—¿Yugi?. —
Escucho en algún lugar de donde estoy, una voz, alguien llama mi nombre pero no puedo visualizar bien de quien se trata.
— Cariño, ¿estas bien?. —

Mi visión de a poco se va ajustando, parpadeo un par de veces para que se me aclare toda mi visión y lo primero que veo es a una hermosa mujer de cabellera rubia y ojos amatistas.

— ¿Mamá?. —

Mi voz sale rasposa y me duele la garganta, mi madre por otro lado se le ilumina la cara al verme despierto, miro a mi alrededor y note que estoy en una habitación grande, con aparatos a mis lados, una ventana que deja entrar toda la luz de la mañana o del día, me inspeccionó yo mismo, tengo intravenosas en ambos brazos, tengo la pierna izquierda enyesada, mi tórax esta cubierto de vendas, llevo dificultosa mente mi mano hacia mi cabeza donde pude sentir una textura de tela, ¿mi cabeza esta también vendada?.

—¿Qué me paso?. — Pregunté agotado, alzar mi mano me había costado tanto.

—Amor, no hables. —Mi madre acaricia mi mano con sutileza, como si temiera dañarme. — Te lastimarás la garganta. —

Pase saliva y esa sola acción, provocó dolor en toda mi garganta, tal vez tenía razón, debería dejar de hablar, pero... Tengo curiosidad, ¿qué me paso?.

—Te caíste de un acantilado. —

Mis ojos se abrieron grandes, sorprendido y con miedo. ¿Me estaba bromeando?.

— ¿No me crees verdad?. Bien, te lo contaré; En el campamento de verano, un niño se te acercó y te hizo daño, realmente no se los motivos, no me dijeron, solo se que algo traía algo contra ti. —Me miró fijamente. —Testigos dicen que se te acercó y te dijo que te llevaría al lago del campamento solo para que le ayudaras con su canoa, pero cuando lo acompañaste todo fue un engaño; ese niño te llevó a las profundidades del bosque y te arrojó a un acantilado, tu amigo, Atem, no le dio mucha confianza el otro niño, así que los siguió a escondidas y cuando vio lo que hizo llamó por ayuda. —

—¿Atem...? —

El nombre no me sonaba de nada.
Ni tampoco los acontecimientos.

Pero si mi madre lo decía, era porque era cierto.

—¿No recuerdas a tu amigo que hiciste en el campamento?. —Negué. —Bueno, él está aquí. —

Parpadee confundido.

—¿Qué?. —

—Lo haré pasar, si quieres, el doctor dijo que eso serviría por sí no recordaba nada. —

—¿Tengo amnesia?. — Susurre.

—Por lo que veo, sí. — Mi madre se aleja de mi y con pasos lentos pero seguros va hacia a la puerta y la abre, enseguida un chico de piel canela, ojos rojos y cabello tricolor; vestido con unos pantalones de vestir negros un abrigo gris y una bufanda roja que rodea su cuello, en sus manos un par de guantes de cuero, pero lo que más destacaba en él era el ramo de rosas que tenía consigo.

Mi mente trata de recordarlo, pero no hay nada, no lo recuerdo, el golpe debió ser muy fuerte para borrarme todo de él, pues jamás había conocido a un chico tan...

—¡Yugi!. —

Tan lindo.

Él pasa a la habitación y tan rápido como me vio, se lanzó a mi abrazándome.

Me sonroje al instante cuando sentí  sus labios besar mi frente, esa acción fue tan inesperada, ni siquiera las pocas fuerzas que tenía me harían alejarlo, aun que cierta parte no quería eso.

Deje al moreno que estuviera tan cerca de mí, no tenía nada de malo, creo, y si era mi amigo, no me lastimaria;mi madre lo dijo: él me salvo.

—¿Sabes cuán preocupado estaba por ti?. —

No, no lo sabía.

*Continuará...