Capítulo 5: Películas
Dylan POV
—¿Qué película quieres ver?—Pregunté mientras revisaba un listado de las películas recomendadas en internet en mi laptop.
—Veamos algo de Tarantino.—Dijo Charlie mientras estaba acostada en mi cama viendo el techo de mi habitación.
—Podemos ver Tiempos Violentos, si quieres.—La miré mientras me encogía de hombros.
Ella se irguió de donde estaba acostada, me miró fijamente y luego dirigió sus ojos hacia arriba como pensando mi propuesta.
—La vi como ochenta y tres veces.—Charlie hizo una mueca y volvió a tirarse en la cama con un bufido.
—¿Y qué tiene? La película es genial. Puedes decir que la viste ochenta y cuatro veces.—Alcé mis cejas, exponiendo mi punto.
Ella me miró, apoyando su cara en su mano y soltó sin más:
—Buen punto, Sr. Bradley.—Asintió con la cabeza, coincidiendo con mi decisión.
—Lo sé, Señorita Sheridan.
Y ella me sonrió.
***
No nos pudimos resistir, luego de ver Tiempos Violentos, seguimos con Kill Bill, la uno y la dos. Luego terminamos viendo un maratón de las películas de Scorsese. Charlie insistía en ver una vez más la película en la que salía Matt Damon y Leonardo DiCaprio.
—Vamos, Dylan. A nadie le gustan los celosos.—Me indicó Charlie acusándome con su dedo.
—¿Celoso? ¿Crees que Matt Damon vendrá a tocar tu puerta y pedirte que seas el amor de su vida? Además, está casado y tiene hijos, Charlie.—Moví mis manos tratando de ganar la discusión.
—Para que conste, se está divorciando.—Ella me guiñó un ojo.
—Da igual, no volveré a ver esa película.—Negué con mi cabeza, rehusándome a dar en el botón de replay.
—¡Bien!—Exclamó anunciando mi victoria—. Pero me invitaras una malteada, se me antoja una.
—¿Cómo una cita?—Traté de insinuar.
Ella me miró frunciendo su ceño, y también su nariz se había arrugado. No sé por qué, pero parecía un tierno cachorro.
—Me da igual, Dylan, mientras que la malteada sea de fresa.
***
Estábamos sentados en un lindo lugar de batidos y malteadas. Tenía un aspecto hogareño y muchos colores por todos lados.
—Lindo lugar.—Charlie miraba a su alrededor y yo me sentí bien al hacer algo que le gustara.
—Y tú qué no querías venir conmigo.—Sonreí triunfante.
—Oh, todavía no quiero, Dylan. Desde ahora vendré aquí sola, me enamoré de este lugar.
—Vamos, Charlie. ¿Aunque sea te puedo hacer compañía a veces?—Pregunté poniendo mi cara más tierna posible.
Ella me miró y luego de vacilar un segundo, contestó.
—Por supuesto, Dylan. ¿Qué sería de mí sin tu constante acoso diario?—Y eso, damas y caballeros, era la dulce Charlotte Sheridan. O bueno, al menos lo intentaba.
—Hola, ¿los puedo ayudar?—Una chica de unos treinta apareció, llevaba un delantal puesto y su mano sostenía un bolígrafo y en la otra una pequeña libreta.
—Sí—Dije sonriéndole—, una malteada de fresa para la chica y para mí la especial del día.—Terminé de decir mientras la rubia mesera anotaba todo rápidamente.
—De acuerdo, en seguida.
—¿Qué es la especial del día?—Charlie me preguntó curiosa.
—No lo sé, nunca lo sé. Siempre cambia, yo solo la pido. Hay que tomar riesgos en la vida, Charlie.—Dije con semblante serio.
—¿Riesgos? Es una malteada.—Charlie rió burlona.
—Pero si no puedes aceptar el riesgo con una malteada, ¿cómo esperas hacerlo con algo más importante?—Finalicé y me sentí todo un filósofo. Ya estaba listo para dar charlas basura motivacionales.
Charlie se quedó callada unos segundos sin hacer ninguna broma.
—Que mejor sean dos batidos especiales del día.—Charlie le anunció a la amable camarera que ya se estaba alejando.
***
—¡Dios mío! Podría tener un orgasmo justo ahora.—Charlie absorbió su malteada felizmente y me recordó a una pequeña niña con problemas de azúcar. Excepto por lo del orgasmo, claro.
—Sé me ocurre otras cosas para llegar a eso.—Dije haciendo una sonrisa malévola. Ella solo tiró de mi oreja—. ¡Auch!
—Te lo mereces, sé un caballero, Dylan, estás frente a una señorita.—Charlie me dijo en tono amenazante.
—Seré un caballero cuando tú seas una dama, "señorita".—Digo en tono burlón. Charlie era una chica preciosa, eso era indiscutible pero lo de dama, eso era tema de debate.
—Yo sí puedo ser una dama, Dylan. Si quisiera podría ser hasta la maldita reina de Holanda.—Ella alzó sus manos, sonriendo de manera divertida.
—¿Tú, reina?—Exclamé, eso sería una obra de satanás. Un total y completo desastre.
—Tienes razón. Yo no podría ser una reina. Tendría que ser un rey, me declararía el puto amo y conquistaría el mundo.—Charlie relata con la mirada perdida, hasta se podría considerar escalofriante—. Excepto Rusia, solo un estúpido trataría de conquistar Rusia luego de que, bueno, ya sabes, 1812 y 1941.
—¿Como puedes ser el engendro del mal y al mismo tiempo inteligente?—Esa frase se escapó de mis labios. Sentí que era demasiado. Ella sí era inteligente, era una maldita demente, pero era inteligente.
—Gracias.—Dijo Charlotte después de unos segundos.
—¿Eso qué veo es un sonrojo, Charlotte Taylor Sheridan?
—Si serás retardado.—Dijo por último mientras rodaba sus ojos, pero vi una sonrisa.
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