Capítulo 35: El Último Adiós
Charlie POV
—¿Sabes qué?—Le dije a Dylan—. Empiezo a apreciar que mis ex-novios no sean unos maniáticos-psicóticos.
—Suertuda.—Respondió él antes de envolverme con sus brazos.
Estábamos en su habitación, donde empezó nuestra historia. Recordé cuando me desperté aquí y no tenía ni la menor idea del chico a mi lado. Me sentí afortunada de que ese extraño haya sido Dylan Bradley y que luego de un tiempo, dejará de ser un extraño.
Él era perfecto para mí, no me importaba las circunstancias en las que nos conocimos. Dylan y su cabello castaño, esos preciosos ojos mieles que amaba observar. Siempre con sus estúpidos comentarios que me hacían reír. Me dolería pasar el tiempo sin todo eso. Por qué yo, Charlie Sheridan, era una persona egoísta. Y lo quería a él, y odiaría no tenerlo.
—¿Quieres hablar de algo?—Susurró en mi oído. Yo solo emití un sonido afirmativo, me vendría bien el olvidarme que en unas semanas me iría y él también, pero por primera vez, a diferentes lugares—. Te tengo un regalo.
Me erguí y lo miré. Le sonreí dulcemente y alcé mis cejas sorprendidas.
—Yo no tengo nada para ti.—Me regañé, era una tonta.
—No importa.—Él me reconfortó negando con su cabeza—. Seguramente al verlo me golpearas.
Dylan se levantó y se dirigió a su cómoda. Abrió uno de los cajones y sacó una pequeña bolsa violeta. Me la entregó y la abrí ansiosa pero un poco precavida. Al ver el regalo, mis ojos se abrieron como platos e inmediatamente miré a Dylan.
—¿Me golpearás?—Preguntó haciendo una tonta mueca. Yo solo le di una media sonrisa y lo besé, para su sorpresa.
Agarré su cabello y profundicé el beso. No quería soltarlo, no quería dejarlo ir. Y él pensó lo mismo por qué no se apartó y tomó mi rostro.
Me alejé de Dylan y sonreí divertida.
—No puedo creer que hayas entrado a una tienda de mujeres y hayas comprado bragas.—Comenté .
—Mientras no las dejes en la casa de un extraño, post-fiesta, todo bien.—Dijo divertido.
—¿No fue Leah?—Sugerí curiosa.
—No, yo solito.—Sonrió orgulloso—. La vieja de la tienda me veía mal, Charlie.
—Toda una Odisea, Dyl.—Me reí y guardé nuevamente mi regalo en su bolsa.
—No sabía que podría haber tantos tipos, de algodón y...¿cuáles son los otros materiales?—Se quedó pensando pero luego lo descartó con un chasquido de lengua—. Algunas eran hilo dental, pobre mujeres que usen esas, ¿no es una tortura, lenta y dolorosa?
—No hablaré de bragas contigo, Dylan.—Me negué—. Sólo abrázame, ¿sí?
Él asintió y nos volvimos a acomodar en su cama, me abrazó desde atrás y su barbilla quedó apoyada en mi cabeza.
—¿Charlie?—Llamó mi atención.
—¿Qué?—Pregunté.
—¿Me extrañaras?—No pude creer que hacía esa pregunta. Por supuesto que sí.
—Sí, Dylan. Mucho.—Respondí.
—¿Y si Matt Damon toca tu puerta?—Yo sonreí.
—Él está casado y con hijos, ¿recuerdas?—Dije, recordando sus palabras.
—¿Y a Leonardo DiCaprio?—Insistió.
Okey, ese era más difícil.
Amaba a Leo, es decir, ¿es Leonardo DiCaprio por algo, no?
Eliminé la situación hipotética de mi mente y contesté.
—Aún cuando Leonardo golpeé mi puerta.—Susurré.
Nos volvimos a acomodar, y Dylan comenzó a jugar con mi cabello y a repartir besos por mi sien. Cerré mis ojos por el momento.
—Quiero despertarme junto a ti cada mañana e irme a dormir contigo cada noche.—Dijo Dylan con una voz tranquilizante.
—Dyl, no quiero arruinarte tu momento romántico, pero yo leí Hush Hush, y eso fue exactamente lo que dijo Patch.—Puntualicé sonriendo internamente.
—Lo siento, sabes que me va mal en literatura.—Se disculpó.
—¿Lo has leído?—Indagué.
—Leah tenía el libro y de verdad estaba aburrido.—Dijo y luego agregó—. Pero por ti, Charlie, seré hasta la personificación de Romeo.
—Sería divertido ver eso.—Amaba el Dylan romántico y al mismo tiempo divertido.
—Quiero abrazarte tan fuerte y unir los labios con los tuyos con tanta presión, que nos fundiríamos el uno con el otro y así, jamás podremos separarnos. Por qué no quiero dejarte ir, Charlotte. No quiero pasar un día sin verte.
Apreté mis ojos con fuerza por qué sus palabras me golpearon. Como una gran ráfaga de viento directo a mi corazón. ¿Ráfaga? Era un maldito huracán. Sentí ganas de llorar, traté de contenerme, pero una lagrima rebelde corrió por mi mejilla hasta mi barbilla.
Yo tampoco quería dejar de verlo, no quería que con el paso paulatino del tiempo, nos volvamos, nuevamente, extraños. Sin hablarnos, sin besarnos, sin querernos. Por qué esto podía ser un amor adolescente pasajero, pero no quería que solo fuese eso, quería más. No un vago recuerdo al que le contaría a mis nietos o a una amiga cuando tenga cuarenta.
Yo lo quería a él. Pero este, era nuestro último adiós. Por qué cada comienzo tiene un fin, y el fin de esto, se acercaba con el pasar de los días. Solo había que seguir contando.
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Hola de nuevo. Ya se termina este ciclo, falta muy, muy poco. ¿Qué creen que pasará? Me gusta leer los comentarios:) Dylott 💕💕 Love you, pero cada comienzo tiene un fin, y el fin de esto, se acerca.
Mitch.
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